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Delitos de prueba dificil

Hay algunos delitos que son al mismo tiempo frecuentes en la sociedad y difíciles de probar. Estos delitos son el adulterio, la Venus ática y el infanticidio.

El adulterio es un delito que, considerado políticamente, tiene su fuerza y dirección en dos motivos: las leyes variables de los hombres y la atracción fortísima que impulsa a uno de los sexos hacia el otro.

(La atracción de los sexos es semejante en muchos casos a la gravedad, fuerza motriz del Universo, porque, igual que ésta, disminuye con las distancias, y si la una modifica todos los movimientos de los cuerpos, así lo hace la otra con casi todos los del alma, mientras dura su tiempo. En cambio, es desemejante en que la gravedad se equilibra con los obstáculos, mientras que la atracción de los sexos por lo general aumenta a medida que crecen los obstáculos que se oponen a ella.-Nota posterior del Autor).

Si yo tuviese que hablar a naciones faltas todavía de la luz de la religión, diría que también hay otra diferencia considerable entre éste y otros delitos.

Este nace del abuso de una necesidad constante y universal a toda la humanidad; necesidad anterior, y hasta fundadora de la sociedad misma; en tanto que los demás delitos destructores de ella, tienen un origen más determinado en pasiones momentáneas que en una necesidad natural. La necesidad sexual, para todo aquél que conozca la historia y el hombre, es siempre igual en el mismo clima, y tiene una cantidad constante. Si esto fuese cierto, serían inútiles y hasta perniciosas, las leyes y las costumbres que intentasen disminuir su suma total, porque su efecto sería cargar una parte de las necesidades propias y ajenas, de modo que serían más sabias, por el contrario, aquellas otras leyes que, por decirlo así, siguiendo la fácil inclinación de la pendiente, dividiesen y derramasen la suma en tantas porciones pequeñas e iguales, que impidiesen uniformemente en todas partes la aridez, y el desbordamiento. La fidelidad conyugal es siempre proporcional al número y libertad de los matrimonios. Allí donde estas cualidades se combinan y disuelven, la galantería rompe secretamente los prejuicios imperantes, cuando la potestad doméstica, a despecho de la moral vulgar, cuyo oficio es declamar contra los efectos, olvidándose de las causas, ataca los vínculos contraídos. Pero no hay razón para estas reflexiones, viviendo en la verdadera religión, cuyos sublimes motivos corrigen la fuerza de los efectos naturales. La acción del delito a que aludimos, es tan instantánea y misteriosa, está tan cubierta por el velo que las leyes le han puesto (velo necesario, pero frágil, y que aumenta el precio de la cosa, en lugar de mermarlo); sus ocasiones son tan fáciles, sus consecuencias tan equívocas, que más está en manos del legislador prevenirle que corregirle. Regla general: en todo delito en que, por su naturaleza, la impunidad sea fácil, la pena se convierte en un incentivo. Es propio de nuestra imaginación que las dificultades, cuando no son insuperables o demasiado difíciles ante la pobreza de ánimo de cada hombre, exciten más vivamente la imaginación, agrandando su objeto, pues son casi otros tantos reparos que impiden a la vagabunda y voluble imaginación salirse de su objeto, y constriñéndola a recorrer todas las relaciones, se detiene más estrechamente en la parte agradable a que naturalmente se afecta más nuestro ánimo, que no en la dolorosa y funesta, de que huye y se aleja.

La Venus ática (Beccaria se refiere, mediante el uso de este término, a la inversión sexual, esto es, al homosexualismo), tan severamente castigada por las leyes y tan fácilmente sometida a los tormentos vencedores de la inocencia, tiene menos fundamento en las necesidades del hombre aislado y libre que en las pasiones del hombre sociable y esclavo. Su fuerza la adquiere no tanto en la saciedad de los placeres cuanto en la de la educación, que comienza por hacer a los hombres inútiles a sí mismos para que sean útiles a los demás; en los lugares en que se condensa la ardiente juventud, en los que habiendo un dique insuperable a cualquier otro comercio, todo el vigor de la naturaleza que se desarrolla, se consume inútilmente para la humanidad, anticipando la vejez.

En cuanto al infanticidio (mediante el uso de este término, Beccaria más bien hace referencia al aborto procurado), es también efecto de la inevitable contradicción en que está colocada la mujer que ha cedido por debilidad o por violencia. Quien se encontrase colocado en la disyuntiva de la infamia o la muerte de un ser incapaz de sentir los males ¿cómo no preferirá esta última solución a la miseria infalible a que quedarían expuestos la madre y su hijo infeliz? La mejor manera de evitar este delito, sería proteger con leyes eficaces la debilidad contra la tiranía, la cual exagera los vicios que no pueden cubrirse con el manto de la virtud.

Yo no pretendo disminuir el justo horror que merecen estos delitos de que hablamos; pero señalando sus fuentes, me creo con el derecho a obtener una consecuencia general, a saber: que no puede llamarse precisamente justa (lo que quiere decir necesaria) la pena de un delito mientras la ley no ha utilizado el mejor medio posible para prevenirle, dadas las circunstancias de una nación.


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