Presentación

El 17 de julio de 1928, en el famoso restaurant La Bombilla, ubicado en el distinguido barrio de San Angel al sur de la ciudad de México, José de León Toral arrancaba la vida al recién reelecto presidente de la República mexicana, Sr. General Álvaro Obregón (1).

El magnicidio perpetrado por el señor Toral (2), cimbró profundamente la vida política, social y cultural del país. En sí, aunque de manera hábil, siempre se vendió la idea de que el magnicidio ejecutado por José de León Toral se encontraba férreamente ligado al conflicto religioso que en aquella década de 1920 agobiaba a la República mexicana (3), y que incluso la denominada tragedia de La Bombilla, no constituía sino la culminación de un proceso generado varios meses atrás por grupos subversivos de conspiradores católicos, cuyo objetivo principal pretendía buscar la desaparición física de los dos prohombres del denominado grupo sonorense, esto es, de los generales Plutarco Elías Calles, presidente constitucional de la República en el momento del fatal atentado y, Álvaro Obregón, presidente reelecto de la República, como ya lo hemos señalado. A este respecto, buscose el relacionar los atentados perpetrados en la persona del General Obregón en el bosque de Chapultepec, -de donde surgió el sonadísimo proceso en contra del padre Miguel Agustín Pro Juárez y otros ciudadanos que terminaron siendo fusilados después de un cuestionadísimo proceso sumario-, con el fallido complot de Celaya, en el cual terminó inmiscuida la no menos famosa madre Conchita.

Durante aquella conflictiva y enredada época de la segunda mitad de la década de 1920, la población entera había hecho suya la idea de que el magnicidio cometido por el señor José de León Toral, definitivamente estaba ligado al conflicto entre las altas jerarquías de la religión católica y la dirigencia del Estado mexicano. Prácticamente nadie ponía en duda tal relación. Incluso, en los alegatos de la defensa que aquí publicamos, esta idea se encuentra muy presente; sin embargo, en nuestra opinión, existió un hecho importante que quedo relegado. Nos referimos a la reelección presidencial del general Obregón, reelección que, dígase lo que se diga, constituyó una aberrante y absoluta traición a uno de los más importantes principios que dieron forma y sustento al movimiento revolucionario del cual emergió el mismísimo general Obregón, esto es, la máxima Sufragio efectivo, no reelección, misma que estaba siendo pisoteada cuando el general Obregón inició su campaña en pos de la reelección, la que logró alcanzar en un ambiente de confusión e intriga, sumamente asfixiante.

Resulta lógico y entendible, que en aquellos años no se hablase de manera abierta y franca de esa traición a los principios de la revolución mexicana, puesto que en ello se jugaba la vida aquel que se aventurase a hacerlo; mas no obstante ello, no hay que descartar la hipótesis de que el señor José de León Toral haya sido un instrumento hábilmente seleccionado y utilizado para poner un alto a esos intentos de restauración del absolutismo presidencialista. Es probable que quien haya estado detrás de aquel magnicidio, no haya sido precisamente la corriente mocha del católicismo mexicano, sino que José de León Toral, fue un simple títere accionado por otros intereses muy alejados del fanatismo católico.

La selección de requisitorias, defensas y alegatos que aquí presentamos, fueron primero publicadas en noviembre de 1928, en un folleto editado en los Talleres gráficos de la Nación, siendo posteriormente incluidos como apéndice al libro Memorias de la Madre Conchita, obra comentada y anotada por Armando de María y Campos, editada en 1962 por Libro Mex editores. S. de R.L.

Chantal López y Omar Cortés