Índice de El anarquismo individualista, lo que es, vale y puede, por E. Armad | Capítulo anterior | Capítulo siguiente | Biblioteca Virtual Antorcha |
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CAPÍTULO IV
El anarquismo individualista
Concepto del anarquista individualista
Hemos visto que el anarquismo es la filosofía del anti-autoritarismo. El anarquismo individualista es una concepción práctica de esta filosofía, postulado que apercibe a cada uno de los que la siguen a traducir en su vida diaria y para sí mismo los actos y gestos consiguientes, sin ningún límite al desarrollo personal o al desplazamiento propio sobre el plano social, salvo naturalmente, el de invadir el terreno en donde otro camarada evolucione.
Desde luego que el anarquista individualista es igualmente negador de autoridad y de explotación, bajo sus diferentes y numerosas formas, odiando y despreciando a la vez todo cuanto mantiene el dolor humano y le impide proseguir su mayor liberación sin descanso ni fatiga.
El movimiento anarquista individualista consiste, pues, en una actividad intelectual que se extiende a todos los dominios del saber, tratando de resolver en beneficio del individuo conscientemente ácrata, los problemas concretos de las manifestaciones de la vida, creando entre sus adeptos, ya dotados de un temperamento especial, un espíritu de crítica permanente e irreductible en frente de las instituciones que enseñan, mantienen y preconizan la tiranía de unos hombres sobre la resignación de los demás. Y puesto que por los hombres conocemos las instituciones, justo es que midamos a ambos con el mismo rasero.
El pensamiento director estriba, pues, en impulsar a los que se han asimilado a la idea anarquista, a que sientan el deseo imperioso de vivir las fases de su vida diariamente, fuera de toda autoridad exterior y de toda institución impuesta y no ejerciendo influencia coercitiva alguna sobre los demás camaradas que conciben de modo distinto los detalles de su existencia cotidiana. En fin, es hacer de cada anarquista individualista un propagador personal de las ideas esclarecidas, una especie de antorcha luminosa en las tinieblas de la autoridad, cuya llama y calor son destructivos de toda tendencia dominadora.
En resumen: la tendencia es suscitar en los individuos el mayor conocimiento, en el sentido de experimentar, demostrar y asimilar el anti-autoritarismo en las diferentes etapas de la actividad humana; ética, intelectual, social y económicamente. Y en la resolución personal, anarquista, de los problemas que plantean las manifestaciones de la vida en general.
Entre los individualistas hay unos partidarios del aislamiento, porque así se creen más fuerte, pues la autoridad -dicen- cuando ataca es más enérgica contra los asociados y más débil cuando se defiende. Además, cuando su obra de concierto, aún involuntariamente puede aparecer la traición. Otros afirman que la asociación permite obtener resultados bastante apreciables con menos esfuerzo y menos tiempo. En realidad, estas apreciaciones son cuestión de temperamento, pero cuando los individualistas se asocian por un interés cualquiera, no pierden de vista la salvaguardia de su autonomía en lo que son y en lo que tienen, pudiendo desde luego libremente también dejar la asociación en el momento en que cese la necesidad o el peligro que la haya inspirado.
Individualismo y comunismo
El anarquismo individualista se diferencia del comunista de la Federación Jurasiana y sus continuadores, en que considera la propiedad del medio de producción y la libre disposición del producto como la garantía esencial de la libertad individual, que no puede existir sin esa plena posesión de los resultados del esfuerzo de cada uno y de los objetos de placer que forman una prolongación de la personalidad, quedando bien entendido que esta propiedad se limita sólo a la posibilidad de hacer valer siempre la extensión de la tierra o los útiles de producción indispensables a sus necesidades, bajo reserva para el poseedor de no poder disponer por ningún concepto del esfuerzo ajeno en la evaluación de sus facultades.
El hecho de que los instrumentos de producción, o el Capital, sean detentados por una minoría de poseedores actuales, o por el Estado, la colectividad o la comuna, es lo mismo para el individuo. Aunque los monopolios y los privilegios sean trasladados de las grandes asociaciones capitalistas a la comuna, el individuo se halla igualmente desnudo de recursos que antes. En lugar de hallarse dominado económicamente por la minoría capitalista, lo es por el conjunto comunista. Nada le pertenece, es un esclavo.
Es sólo por la posesión de su producto, y la facultad de disponer de él a su gusto, que el productor deja de ser un dominado, un explotado. Sólo un método paréceme asegurarle este resultado; y es que consiga que, todo cuanto el individuo posea, sea el resultado de su esfuerzo individual. este método de vida económico, me parece esencialemnte anarquista y constituye el objeto de nuestra actividad o reacción para el ambiente.
Declarándome anarquista individualista, no comprendo por qué no podré serlo económicamente. El anarquismo individualista debe tener los recursos suficientes para orientar a los que se interesen por una solución netamente anarquista del problema económico.
Crítica del comunismo
El comunismo, ¿qué es en resumen? Es un sistema económico por medio del cual todas las riquezas naturales y todos los resultados del trabajo, producidos por cada uno, según sus esfuerzos, son distribuidos a cada uno, según sus necesidades, mediante un mecanismo dado, una oficina de estadística centralizadora, con el método de depositar y retirar los productos en común.
En régimen comunista, los individuos gozan de toda libertad, menos la de producir para ellos mismos y disponer, a su gusto, de sus productos, y cambiarlos con sus vecinos, fuera del mecanismo impuesto.
¿Qué tiene este sistema de anarquista? Esto es colectivismo disfrazado, liberalizado, endulzado y nada más. El individuo continúa sujeto a la colectividad. ¿En dónde la dignidad personal se encuentra salvaguardada?
Dadle vueltas al comunismo, en todos sentidos, y siempre llegaréis al punto que, de grado o por fuerza, el individuo deberá sacrificarse a la colectividad o a la democracia comunista.
Anarquista, mientras una sociedad no me permita comer, vestir, morar, difundir mis ideas a mi manera y sin control alguno -a condición de que no domine ni explote a nadie- consideraré su fundamento como autoritario.
¿Se ha definido seriamente el método depositar y retirar los productos en común? ¿Cuál será la forma de los depósitos: cuadrada, cilíndrica o piramidal? ¿Se mezclarán confituras, carbón, zapatos y patatas? Se necesitará un método de almacenaje para cada producto, para cada especie de utilidad. ¿Se llevará a los almacenes la materia bruta o la metaria elaborada? ¿Quién vigilará la calidad? ¿Cómo evitarse la superproducción? ¿Cómo remediarse el que los primeros lleven lo mejor y más de lo que corresponda? ¿Se registrará la casa de X, bajo denuncia, para verificar si no ha conservado o retenido parte de su producto o si lo que posee H ha pasado, o no, por el depósito? ¿Qué medios de verificación se emplearán? ¡Qué ejército de policías en perspectiva! Ante ello uno se pregunta en dónde estará la diferencia con la sociedad actual.
Por conscientes que se hayan hecho los individuos, desde el momento que su regla de conducta se basa únicamente sobre su interés o sobre la utilidad bien comprendida, no hay más que la violencia que pueda impedirles contravenir a una regla dada, cuando encuentran ventaja en hacerlo.
El comunismo sólo es compatible con la moral del renunciamiento o con el cristianismo, es decir, con una moral de esclavos.
Practicado en gran escala, el método de depositar y retirar los productos en común exige una administración de las cosas complicada e inquisitgorial, como lo son todas las administraciones.
El comunismo y el ser individual
Descartado el comunismo, hay que dar con un método que, todo y no dejando subsistir ningún vestigio de explotación del hombre por el hombre, o por la colectividad, salvaguarde la dignidad individual, de acuerdo con el interés de cada uno, no lesione a nadie, cierre la puerta al parasitismo, a la ociosidad, a la pereza, no frustre a cualquiera el placer resultante de la realización de su propio esfuerzo, permitiendo al individuo el empleo más intenso de su facultad de iniciativa. Hasta que yo no encuentre otro mejor, el método de cambio de los productos, entre individuos o entre grupos, paréceme responder al desideratum.
Es evidente que, permaneciendo dueño de su producto, disponiendo de él a su antojo, el productor podrá elevarlo al grado de perfección y de calidad posiblemente imaginable. Y ya no será la obra anónima, abarrotada, cuyo destino se ignora.
La propiedad del medio de producción y la libre disposición del producto
La libre disposición del producto, entraña la posesión del medio de producción, de la herramienta y del suelo. En el sentido anarquista, la propiedad ha consistido siempre en la posibilidad de hacer valer -individualmente, por asociaciones sexuales o familiares, según las circunstancias- la extensión del suelo, indispensable a la unidad social, a condición de no hacerlo explotar, por nadie, a nuestro servicio, o arrendarlo.
Esta posesión del suelo no impide que, cada vez que haya ocasión, los anarquistas individualistas se unan para los trabajos de la recolección susceptibles de ser realizados en común.
El reemplazamiento gradual del vapor, por la electricidad, hace la fuerza motríz asequible, en gran cantidad, a cada uno. Cuanto más el trabajo se realice racionalmente, más se limitará a la producción de una alimentación y de abrigos higiénicos, de una morada y al medio de cambiar nuestros pensamientos. Para ello sólo habrá que perfeccionar lo existente y es indudable que una multitud de industrias inútiles y parasitarias desaparecerán.
¿Quién lo lamentará? Por mi parte prefiero la restricción de mis necesidades secundarias, o inútiles, a la restricción de mi pensamiento. Antes que productor y consumidor soy anarquista individualista y tiendo a renunciar a toda consumación que pueda hacerme esclavo. Nunca admitiré que se me obligue a contribuir a una producción, que se me antoje inútil, para el desarrollo normal de los egoistas, con quienes me asocie. Si no viajo y no recibo en casa visitantes alejados, no veo por qué se me ha de obligar a contribuir a los gastos de alimentación del tren rápido y de sus conductores. Sólo los que viajen y reciban visitas deberán preocuparse de la cuestión.
En cuanto a los medios a emplearse, para arreglar las condiciones del cambio de los productos, entre productores individuales o grupos de productores, los ignoro aún. Si este método es adoptado por los anarquistas, estoy seguro que será por libre acuerdo y nada, de cerca o de lejos, recordará la autoridad y la explotación. Esto me basta, y son los egoistas quienes deben arreglar los detalles de su actividad económica.
La equidad como punto de partida
Además, una vez en posesión del medio individual de producción, poco importa el resto. Tanto mejor para mi vecino si, no haciendo trabajar a nadie por su cuenta, obtiene mejor rendimiento que yo, acaso porque su consumación es más considerable que la mía, acaso porque se preocupa de dar a su trabajo una mayor distinción personal. Tanto mejor para aquellos con quienes cambia, no dinero, sino productos, si su calzado está mejor acabado, su trigo maravillosamente molido, sus libros lujosamente impresos, sus vestidos artísticamente presentados, con higiene y comodidad y sus frutos son deliciosos.
Esto no puede más que incitar a los demás a trabajar mejor, sirviéndoles de estimulante. Tanto mejor para el que obtiene en cambio más productos o más finos, pues es equitativo que cada uno aproveche todo lo que pueda su esfuerzo individual. No podré sentir celos y, mucho menos no interviniendo yo en su consumación, así como él tampoco participa en mi producción. La determinación de las necesidades es cuestión de apreciación personal y tal objeto de consumo que a mi me parece indispensable, para otro es superfluo. Me parece equitativo que quien consuma más produzca también más y rehuso en buena inteligencia, yo que consumo poco o que razono mi consumación según mi concepto, producir para el camarada que gasta mucho, empleando un método que me desagrada. Esto no seria compañerismo sino explotación.
Por otra parte, la preocupación mayor de los societarios futuristas en pequeño o en grande, es restablecer el equilibrio de toda actividad. Queda bien determinado que el productor depositará toda su producción en el almacén colectivo, en la comunidad o en la modesta dependencia de las provisiones. Se pueden también preveer funcionarios colectores que se hagan cargo de los productos remitidos al delegado, a la dirección de cada taller o sección, y los centralizaran. El reparto se hará entre todos con o sin verificación. ¡Vaya por la altivez individual! El sueño comunista, el logro de la igualdad quimérica que implica la negación del individuo, puesto que igualdad equivale a nivelación, es hacer de la dependencia del medio un método inevitable, bajo pretexto de que es más racional, en lugar de considerarla como un accidente que puede evitarse; es decir, en principio, el sacrificio del individuo a la masa. Mas yo pretende que el anarquista individualista sea un ser arrogante que no se sacrifica ni exige a nadie que lo haga, aunque él obtuviese algún provecho. No abandonará benévolamente a todo el mundo el producto de su esfuerzo, sino que lo cambiará o cederá gratuitamente a quien más le plazca.
No habiendo necesitado concurso alguno para transformar en objeto de consumo la materia bruta o ya trabajada y obtenida como cambio o donación, no tendrá tampoco que rendir cuentas. El compañerismo se fundamentará en lo que la misma experiencia nos enseña, o sea, que cuanto más independientes somos, cuanto menos debamos a los demás, mejor y más libres nos encontramos.
Para imponer el sacrificio del esfuerzo individual al medio, la autoridad o la sugestión son necesarias. Para retirar del individuo el mayor resultante de su propio trabajo, se ha de recurrir a la violencia. Luego el restablecimiento del equilibrio de toda actividad, o sea la nivelación, postula la fórmula del Estado regulador.
Yo no sé si es posible un estado de cosas mundial o territorial en que exista en principio el equilibrio. Yo no pretendo más que indicar las diferencias que separan el individualismo y el comunismo anarquistas. El primero reposa sobre una base esencialmente moral: en primer término y sobre todo el individuo libre, independiente del medio, aunque sea en su detrimento material. El segundo, hipnotizado por las condiciones en que opera la producción, trabajo colectivo, por instrumentos accionados por una fuerza motríz común, no considera al individuo en oposición constante conel medio desde el momento en que se trata del aumento de bienestar no se habla más que de concesiones. Se adopta el lenguaje de la pequeña burguesía bajo el pretexto de que es más razonable, más científico, fijar la atención en el interés, en el menor esfuerzo, y en toda suerte de sentimientos más bajos que elevados.
Contestando algunas objeciones
Soy, por mi característica, incapaz de sentar una premisa, sin llegar, a la vez, a las conclusiones a que la experiencia, o mis reflexiones, me lleven. No soy de los que escriben para hacer triunfar sus opiniones, sino para inducir a otro a la reflexión.
Desearía que se comprendiera bien que, hablando de los anarquistas y de las relaciones individuales entre ellos, no hago alusión alguna a los anarquistas tal como ellos podrán ser cuando yo deje de existir. Los anarquistas que me interesan son los que conocemos, los que he conocido y frecuentado, tal como ellos me han parecido. Sólo los anarquistas del presente me preocupan.
Declaro, francamente, que ignoro qué resultados podrá dar la educación distribuida sin discernimiento. No soy profeta, e indudablemente no veré nada de tales resultados.
La educación es una experiencia, un ensayo, y cuando la practico no lo hago para ser recompensado, estimado o considerado. Es porque los camaradas encuentran una satisfacción en ello, que me ayudan en mi propaganda anarquista, de libre examen. Es muy cierto también que yo aporto, al trabajo, el máximo de aplicación, de análisis y de razonamiento, pero es igualmente poir satisfacción, por egoísmo que lo hago. Si por hallar una satisfacción removiendo las ideas o exponiendo mis opiniones, me disminuyera interiormente, desde un punto de vista cualquiera, dejaría inmediatamente de hacerlo.
Se nos dice que el egoísmo o el individualismo anarquista, nos conducirá forzosamente a una especie de solidaridad. Nada nos prueba que el egoísmo bien razonado no pueda llegar a otra cosa que a la camaradería, tal como yo la concibo. este es un azar que no debemos pasar en silencio, si queremos evitar las desilusiones. El egoísmo anarquista me parece que llegará a la formación de una multitud de asociaciones de egoístas. Digo, me parece; no prejuzgo. Corresponderá a las asociaciones de entonces el adoptar tal o cual método de vida -intelectual, moral o económico- que más convenga a sus intereses. Creo también que, tanto menos se hará sentir la obligación del medio, más el número de los egoístas aislados aumentará. En todo caso a nadie le corresponde dictar, a la asociación o al individuo aislado, el medio a emplear para sentirse vivir. Es de presumir que, los egoístas anarquistas, no permitirán, en ningún caso, que nadie atente contra su dignidad individual.
Yo he bosquejado un compromiso entre la idea de asociación, el concepto del trabajo convertido en recreo, y nuestras pasiones individuales, puestas al servicio de la actividad humana y si me he interesado en las colonias comunistas ha sido porque creí ver en ellas una protesta enérgica, una revuelta práctica, de individuos seleccionados, contra la obkigada frecuentación de la masa repugnante que oscila entre el cretino y el arribista. Debo manifestar, no obstante, que las consideré sólo desde el punto de vista moral.
Nada queda de la famosa Fraternidad Internacional, de Blaricum, la mejor constituída de todas las tentativas edificadas desde la última década.
Las colonias comunistas han dado pésimos resultados, engendrando la suspicacia y la desconfianza. En cambio ha existido, no lejos de Nueva York, una colonia anarquista individualista denominada Modern times que ha practicado el cambio de los productos y el empleo de los bonos de cambio cuyo término hiere los oídos comunistas. Los que la visitaron quedaron siempre maravillados de la inteligencia reinante entre los colonos que la guerra de secesión dispersó.
En verdad, nunca acepté la fórmula a cada uno según sus necesidades, si no era con la restricción de que, el esfuerzo realizado por cada uno, sirviera de medida a la de determinación de sus necesidades.
Cualquiera que sea el grado de conciencia a que llegue un anarquista, nunca consentirá que nadie atente a su libertad individual, tanto en lo que es, como en lo que tiene. Al que intente oprimirle le opondrá una resistencia activa, siempre que no fuera tolstoyano, y, entonces, este seria ya otro punto de vista. Nunca una asociación de egoístas permitirá a nadie que venga a usurpar su bienestar, aunque sea económico. Ella resistirá al agresor. La resistencia a la opresión es el corolario lógico de la libertad del individuo, como de la asociación.
En tiempo futuros como en la actualidad, el método más simple, para eliminar a un individuo de un grupo, del cual sea un factor de desarmonía, y dado que no quiera eliminarse él mismo, será la expulsión. Esto acongoja el alma. Pero, se comprende que ello se realizará después de haber agotado todos los medios de persuación posibles. Creo, no obstante, que en lo sucesivo uno se volverá lo suficientemente consciente para retirarse de un medio, cuando vea que está de más en él. Debemos tener presente que esto es sólo una esperanza y que hay que contar con el azar, es decir, con el hecho de que un individuo quiera demorar en un medio, en el cual no se le quiere, debido a que su interés se lo determine. Todo método de vida práctica, que prescinda de este azar, es defectuoso.
Desde el punto de vista económico, como desde los otros dominios, la dificultad esta en encontrar una solución que haga inútiles e imposibles las luchas entre anarquistas. Se aproximaría a ello todo método de vida que no atentara a la dignidad personal, no restringiera el libre ejercicio de la iniciativa individual y en el que la suspicacia y la desconfianza no intervinieran en la determinación de las necesidades de cada uno.
No debemos de olvidar que, el anarquismo individualista no es para los ineptos del esfuerzo. No se nace anarquista, sino que uno se hace tal por razonamiento, por sentimiento, por observación, por análisis y por sensibilidad. Pero, siempre es necesario el esfuerzo. Es presumible que, sin haber llegado a un grado de conciencia muy desarrollada, los débiles de entre nosotros comprenderán, por su interés, que no deben reproducirse. Durante el periodo de transición encontraremos un interés -para evitar todo factor de desarmonía- en procurar, a aquellos de los nuestros, desheredados por la naturaleza, ocupaciones en relación a su grado de fuerza física. Del mismo modo hallaremos interés -ya que podemos caer enfermos- en cuidar a aquellos de los nuestros atacados por una enfermedad, no obstante las precauciones de higiene que hayan adoptado. Y concluyo.
Compréndase que correrá aún mucha agua por debajo de los puentes, antes que se levante la aurora de una sociedad anarquista. ¿Quién sabe si ella llegará a existir? Lo importante es, pues, vivir su vida enseguida, sentirse vivir.
Creo que con lo dicho basta para responder a los que acusan a los anarquistas individualistas de no tener ningún método de vida económico, para oponerlo al comunismo. Tan incompleto como sea este estudio, él es suficiente para indicar que el anarquismo individualista, que garantiza la dignidad individual, desde el punto de vista intelectual y moral, posee bastantes recursos para garantizarla desde el punto de vista económico. Por otro lado estimo que, todo aquel que actualmente cambia un producto con otro, sin preocuparse de la valorización que le atribuya el medio y sin intermediario alguno, realiza, económicamente hablando, un acto materialmente anarquista.
El ideal anarquista individualista
Concede un lugar secundario al interés económico. Antes una choza, un vaso de agua y un puñado de castañas, que la labor en común con quien no place. Que toda la civilización perezca con sus casas de seis pisos, sus ascensores, sus aeroplanos, sus rápidos, su telegrafía sin hilos y sus monstruos marinos de guerra, si todo esto debe aumentar la dependencia del individuo.
En resumen, se presenta:
a) Un ideal humano y moral: el individuo negador de autoridad y de su corolario económico: la explotación; rehusando ejercerlas; el ser cuya vida consiste en una reacción contínua contra un medio que no puede ni quiere comprenderle ni aprobarle, puesto que los constituyentes de este medio son los esclavos de la ignorancia, de la apatía, de las taras ancestrales, del respeto a lo establecido. Tiende, además, hacia la realización de un nuevo tipo: el hombre que no necesita ninguna reglamentación o violencia exterior, porque posee bastante potencia de volición para determinar sus necesidades personales y guardar su propio equilibrio.
b) Un ideal moral y social a la vez; una sociedad donde los hombres determinasen su vida bajo los aspectos intelectuales, éticos, económicos, por un contrato libremente consentido y aplicado, respetando la libertad de todos sin molestar la de cada uno, implicando especialmente bajo el punto de vista económico: propiedad del medio de producción y libre disposición del producto, considerados como garantía esencial de la autonomía personal.
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