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Capital y trabajo 3

El fundamento de la producción capitalista

El uso de la fuerza de trabajo es el trabajo mismo. El comprador de la fuerza de trabajo la consume haciendo trabajar a su vendedor. (V, 130.).

El proceso laboral consiste, antes que nada, en que el hombre transforma las materias de la naturaleza según sus miras. Las materias de la naturaleza existen ya primordialmente. Cuanto el hombre no hace más que desprender de su contacto directo con la tietra los objetos de trabajo que la naturaleza brinda al hombre. Por el contrario, cuando el objeto sobre el que versa el trabajo ha sido ya, digámoslo así, filtrado por un trabajo anterior, lo llamamos materia prima. A los primeros pertenece, por ejemplo, el mineral desprendido de su filón; a los segundos, el mineral ya desprendido cuando se funde. (V, 131.).

Los medios de trabajo son aquellas cosas que el hombre emplea para la elaboración de los objetos de trabajo. Tales medios de trabajo pueden ser puro producto natural o esconder en sí ya trabajo humano. Medio común de trabajo es y será la misma tierra. (V, 131.).

El resultado del proceso laboral es el producto. Los productos pueden salir del proceso laboral en diversas formas. Pueden servir exclusivamente para el consumo o sólo como medios de trabajo o como materia prima (a medio fabricar), que requiere de ulterior elaboración, o pueden servir de diversas maneras, como v. gr., la uva, que puede ser un medio de consumo o la materia prima del vino. Cuando los productos se emplean para la generación de otros productos, se transforman en medios de producción.

Regresemos ahora, después de estas aclaraciones generales al proceso de producción capitalista. (V, 134.).

Una vez que el poseedor de dinero ha comprado medios de producción y fuerza de trabajo, hace que ésta consuma aquéllos, es decir, los cambia en productos. El obrero consume asimismo los medios de la producción, cuando cambia su forma. Resultado de este proceso son los medios de producción reconformados, en los que, durante su transmutación, se ha introducido -se ha objetivado- nuevo trabajo. (V, 137.).

Estas cosas transformadas, los productos, no pertenecen a los obreros que las han generado, sino al capitalista, puesto que no sólo ha comprado los medios de producción, sino la fuerza de trabajo, y ha hecho fermentar, por así decir, los primeros mediante la adición de esta última. El trabajador juega aquí sólo el papel de un medio de producción automático. (V, 137.).

El capitalista fabrica artículos no para su propio uso casero, sino para el mercado; por tanto, (fabrica) mercancías. Pero con esto no ha sido servido. Le satisfará fabricar géneros cuyo valor es más elevado que la suma del valor de los medios de prOducción y fuerza de trabajo que se ha requerido en su fabricación; en breve, lo que desea es plusvalía. (V, 138.).

La obtención de la plusvalía es propiamente el resorte único que espolea al poseedor de dinero a transformar éste en capital y a producir. ¡Contemplemos ahora cómo se recaba esta meta! (V, 138.).

Como se ha señalado ya, el valor de cada artículo se fija por el tiempo de trabajo requerido para su producción; debemos, por tanto, diluir la mercancía producida por el capitalista en el tiempo de trabajo que se le ha incorporado. (V, 138.).

Supongamos que la materia prima necesaria para la fabricación de un artículo cuesta 60 marcos y que cuanto se va en medios de trabajo asciende a 20 marcos; supongamos, además que esos 80 marcos representan el producto valorativo de dos días de trabajo de doce horas; resulta, pues, que antes que nada en el artículo listo hay objetivados dos días de trabajo. Pero la materia prima y los medios de trabajo no se convierten en artículos por ellos mismos, sino sólo por mediación del trabajo. Se ha de ver, por ende, cuánto tiempo laboral corresponde al supuesto proceso productivo. (V, 138-139.).

Supongamos que duró sólo seis horas y que se precisan exactamente seis horas para sustituir el valor de la fuerza laboral empleada. El valor dial de la fuerza de trabajo se determina por el valor de los artículos diariamente gastados, ya sea para su preparación ya sea para su conservación. Si su preparación costara seis horas laborales, sustituiremos el valor dial de la fuerza de trabajo por seis horas; lo que expresaremos, según nuestra suposición de arriba, en un precio de 20 marcos. En el producto listo entrarán en total dos días laborales y medio, o sea que su precio total importará 100 marcos, de los cuales 20 los tendrá que aportar el propio capitalista, pues 80 corresponden a la materia prima y a los medios de trabajo y 20 son de fuerza de trabajo. Se ve claro que así no brota ninguna plusvalía, lo que no le conviene al capitalista. El quiere la plusvalía y si no, no entra en el asunto. La materia prima es inexorable y lo mismo los medios de trabajo; contienen tal y tal cantidad de tiempo laboral y poseen su valor fijo, que ha de pagar el capitalista, pero no se incrementan. Queda todavía la fuerza laboral comprada. El capitalista procura que el obrero necesite diariamente tanto para vivir cuanto se pueda fabricar en seis horas, o sea, medios de vida al precio de 20 marcos. Pero no procura que la fuerza laboral comprada sólo se aplique durante seis horas, sino que hace más bien por que sean doce las horas de operación, o sea, un tiempo que, en nuestro caso, produce un valor de 40 marcos. El rompecabezas se resuelve. Veíamos que, dentro de seis horas, con 60 marcos de materia prima y 20 de medios de trabajo, y mediante la fuerza laboral que, igualmente, costaba 20 marcos, se transformaba un producto que valía 100 marcos, o sea, que contenía dos días y medio de trabajo. Sin dar a la fuerza de trabajo más de 20 marcos, el vivo del capitalista se las compone para que dicha fuerza trabaje no seis, sino doce horas; hace que en ese tiempo se emplee materia prima no por 60 marcos, sino por 120, y no medios de trabajo por 20, sino por 40 marcos, y de esa manera consigue un producto en el que se han objetivado cinco días laborales y que a la vez vale 200 marcos. (Esta vez} ha desembolsado sólo: 120 marcos en materia prima; 40, en medios de trabajo y 20 en fuerza laboral; en total, 180 marcos. Por tanto, ahora el producto acabado contiene 20 marcos de plusvalía. (V, 142-145.).

Se ve, pues, que la plusvalía sólo puede surgir si la fuerza laboral se aplIca en un grado mas elevado que el necesario para la sustitución de su propio valor. Más claro: la plusvalía brota de trabajo no pagado. (V, 145.).

Para saber hasta qué grado la fuerza de trabajo genera plusvalía es preciso dividir en dos partes el capital desembolsado en la producción. De esas partes, una está compuesta de materia prima y de medios de trabajo, y la otra consiste en la fuerza de trabajo. Supongamos, por ejemplo, que en la producción se emplean 100 mil marcos, de manera que 82 mil se gasten en materia prima y en medios de trabajo, y 18 mil en fuerza laboral, y que el producto listo importa un valor de 118 mil marcos; se diría que se crea una plusvalía del 18% si se piensa que la plusvalía ganada surge de todo el capital desembolsado. Ahora bien, los 82 mil marcos de materia prima y de medios de trabajo han quedado inalterados por lo que hace a su valor; sólo su forma se ha convertido en otra. La fuerza laboral, empero -por la que se adelantaron 18 mil marcos- durante la aplicación de la materia prima y de los medios de trabajo ha añadido a éstos un valor de 36 mil marcos, creando con ello una plusvalía de 18 mil marcos. Por lo tanto, el capitalista ha obtenido de la fuerza laboral una plusvalía del cien por ciento, puesto que los costos de creación de ésta se han sustituido por duplicado, habiéndose conservado ella sólo una vez, o sea que durante la mitad del tiempo laboral se ha desperdiciado en vano. (VII, 160.).

¡Ya pueden los capitalistas y sus profesores dar vueltas y más vueltas hacia el lado que quieran! ¡Ya pueden andarse con devaneos sobre premio por la privación, sobre riesgo, etc. El material de trabajo y los medios laborales permanecen en lo que son y de por sí no producen valor nuevo alguno. Es la fuerza de trabajo y solamente ella la que puede crear plusvalía.


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