Índice de Psicología del socialista-anarquista por A. Hamon | Capítulo VIII: De la curiosidad de conocer | Capítulo X: Del estado mental específico de los socialistas-anarquistas | Biblioteca Virtual Antorcha |
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CAPÍTULO IX
Del espíritu de proselitismo (1)
El socialista-anarquista está dotado del espíritu de rebeldía y, por consiguiente, posee tendencias a la combatividad. Le gusta examinar, criticar las cosas, los seres, los actos; tiene el espíritu de oposición. Esta tendencia a la rebeldía, junta a los caracteres psíquicos predeterminados, obliga al anarquista a reaccionar cada vez que su libertad, su yo, su altruismo y su sentimiento de justicia se ven lesionados. Por lo general esta reacción está en proporción con la lesión; pero sea lo que fuere, protesta, resiste poco o mucho, porque no puede dejar de resistir y de protestar. A cada lesión de la integridad de su yo, reacciona necesariamene, a fin de conservar esta integridad, obligatoria para él.
Dado su tendencia a la rebeldía, el socialista-anarquista es un combatiente, no puede dejar de serlo, porque sería contrario a la razón.
Una serie de razonamientos, más o menos lógicamente eslabonados, conducen el individuo a la adopción de las doctrinas socialistas-anarquistas que son para él la representación de la verdad. Su convicción es profunda; fuera de esta verdad está el error; únicamente la Idea es la verdad, justa la Causa. -Buen número de socialistas-anarquistas emplean los términos la Idea y la Causa para designar la doctrina socialista-anarquista.- El adepto está convencido de que el ideal socialista-anarquista es el único que confirma la bondad, lo bello y lo justo. Más aún, para él, es lo bueno, lo bello y lo justo.
En posesión de la verdad, gracias a su amor hacia los demás, el partidario de las doctrinas de los Lum, Most, Molinari, Faure, etc., quiere hacer conocer esta verdad a los demás hombres, porque sufre al ver que están sumidos en el error. Desde el día que adquiere la convicción de que posee la verdad, su altruismo hace germinar en su encéfalo la idea de propagarla.
Poco a poco, por una especie de autosugestión, esta verdad y su expansión son sus únicos objetivos. Halla placer en reseñar -y aquí hallamos una causa más que añadir al desarrollo de la curiosidad de conocer- la verdad que para él es evidentísima. Tiene la idea fija de difundirla y pronto esta idea fija se transforma en una fe ardiente, en aquella fe que levanta las montañas.
El socialista-anarquista propaga en todos los sitios donde se halle: en el taller como en los salones, en la mesa y ante el tribunal, en la cárcel o en libertad. Habla en las reuniones, escribe en los periódicos, discute en los grupos, publica folletos, proclamas, anuncios, libros y revistas. Hasta emplea todas sus fuerzas para obrar con el ejemplo. Es, en una palabra, el verdadero apóstol de una doctrina, nueva o antigua, buena o mala, esto importa poco.
No le basta decir la verdad, le es necesario convencer a sus auditores, precisa que los profanos acepten la buena nueva. La propagación de la Idea es el objetivo del anarquismo. Su combatividad se resuelve en proselitismo, y para esto posee un celo ardiente.
Y cuando ha logrado que los demás piensen como él, acepten su verdad, experimenta un placer inmenso. Ha hecho prosélitos, y su amor a los demás, su sentimiento de justicia, su sentido de la lógica y sus tendencias combativas se hallan satisfechos. Esta satisfacción de la mayor parte de los constituyentes de su carácter, se desarrolla en la satisfacción del yo, feliz de ver satisfechos sus deseos y sus tendencias.
Hacer prosélitos es, por consiguiente, un placer para el anarquista. Para propagar la idea arrostra la cárcel, el presidio, hasta la muerte, puesto que todo lo que sufrirá por la Idea será para él un placer.
De la existencia de los caracteres psíquicos predeterminados en la mentalidad específica del socialista-anarquista, podía preverse con la simple lectura de los folletos de propaganda o de los periódicos. Unos y otros están fuertemente impregnados de ardor proselítico. En apoyo citamos los párrafos siguientes:
A pesar de todas las mordazas, la palabra de la verdad se oirá en toda la tierra y los hombres se estremecerán de gozo ante sus acentos, se levantarán al oir el grito de libertad, para ser los obreros de su felicidad. Por esto somos fuertes, aun en nuestra misma debilidad, pues sea lo que fuere de nosotros, venceremos. Nuestra esclavitud enseña a los hombres que tienen derecho a la rebeldía, nuestro encarcelamiento, que tienen derecho a la libertad, y, por nuestra muerte, aprenden que tienen derecho a la vida. Cuando dentro de poco volvamos a la cárcel y vosotros al seno de vuestras familias, los espíritus superficiales pensarán que nosotros somos los vencidos. ¡Error! Nosotros somos los hombres del porvenir y vosotros los del pasado. Nosotros somos el mañana y vosotros el ayer. Y no está en el poder de nadie impedir que el minuto que transcurre nos acerque al mañana y nos aleje del pasado. El pasado siempre quiso cerrar el camino al mañana y siempre ha sido vencido a pesar de su aparente victoria, pues el tiempo que ha empleado en vencer lo ha acercado a su derrota. Fue el pasado quien hizo beber la cicuta a Sócrates, hecho abjurar a Galileo entre torturas, quemado a Juan Huss, Esteban Dolet, Guillermo de Praga, Giordano Bruno; quien guillotinó a Hébert, Babeuf, encarceló a Blanqui, fusiló a Flourens y a Ferré. ¿Cómo se llamaron los jueces de Sócrates y de Galileo, los de Huss y de Guillermo de Praga, de Giordano Bruno, de Dolet, de Hébert, Babeuf, Blanqui, Flourens y de Ferré? Nadie lo sabe; representan el pasado, estaban ya muertos en vida. Ni siquiera han tenido la gloria de Eróstrato, mientras que Sócrates es eterno, que Galileo se mantiene aún en pie, que Juan Huss existe, que Guillermo de Praga, Giordano Bruno, Esteban Dolet, Babeuf, Blanqui, Flourens y Ferré viven aún. Por esto nosotros seremos felices en nuestra desdicha, triunfantes en nuestra miseria, vencedores en medio de nuestra derrota. Seremos felices, suceda lo que nos suceda, pues estamos seguros que al soplo de la Idea renovadora otros seres alcanzarán la verdad, otros hombres emprenderán nuestra interrumpida obra y la llevarán a feliz término... (Declaraciones de Étievant, págs. 27-28.)
¡La mayoría!... esto nada prueba. Cuando Galileo afirmó el primero el movimiento de la tierra, la mayoría, la generalidad de su siglo estaba en contra suya. Hoy está admitido por todo el mundo que sólo él tenía razón contra todos. Nosotros también tenemos razón contra la mayoría, y a fuerza de propaganda nosotros probaremos a esta mayoría que no tiene razón. Principiamos ya a probarlo; Fijaos tan sólo en el progreso que ha hecho la idea anarquista desde hace veinte años... Yo quisiera tener la influencia que me atribuís. Iría de pueblo en pueblo a sembrar la rebeldía y pronto habría echado a rodar por los suelos la sociedad actual y hecho florecer la anarquía. (Respuesta de A. Tennevin, al interrogatorio del presidente, pág. 10.)
Así pues, señores, podéis juzgarme según vuestra conciencia os dicte. Sea cual fuere vuestro fallo, yo lo acepto. Y si es una condena lo que vais a infligirme, acaso más tarde, cuando el eco de estos debates se haya desvanecido, cuando el silencio haya reemplazado este ruido, cuando hayáis vuelto al seno de vuestras familias y de vuestros trabajos, acaso diréis: Estos hombres tenían teorías extrañas, estos hombres tenían ideas de porvenir muy extraordinarias; pero estos hombres eran sinceros, creían profundamente lo que decían. Además, ¿qué nos importa la prisión? ¿Acaso no estaremos suficientemente pagados de los sufrimientos que nos esperan, cuando las obreras de Viena, nuestras hermanas de trabajo, reunidas en el seno del hogar, en sus conversaciones de sobremesa digan: Allá abajo sufren los hombres valerosos y llenos de abnegación que nos han ayudado a ganar la hora que nos permite comer juntos. Nuestras hermanas nos enviarán su recuerdo a través de los barrotes de la cárcel, y esto nos dará valor para soportar bravamente nuestra pena sin una queja, sin un desfallecimiento. (Defensa de Pedro Martín. - Proceso de los anarquistas de Viena, pág. 60. Agosto, 1890.)
Ciertamente que no pediríamos más sino que la evolución de nuestra sociedad se hiciere de un modo lento, pero continuo, que se operara sin sacudidas; pero esto no depende de nosotros. Nosotros cumplimos nuestra obra de propaganda, sembramos nuestras ideas de renovación: es la gota de agua que se filtra, disuelve los minerales, socava y llega hasta el pie de la montaña. ¿Podemos evitar que la montaña se desplome, rompiendo los puntales que vosotros habéis colocado para consolidarla?... ¿Acaso no es el deber de los individuos plenamente convencidos de una idea, el propagarla y traducirla en actos? El hombre enteramente enamorado de una verdad, ¿puede dejar de intentar que otros se la acepten y especialmente realizarla conformando sus actos a ella? Y en la verdad actual, ¿acaso no es hacer actos de rebeldía ensayar poner en práctica las ideas nuevas? ¿Cómo se quiere, pues, que los que todo lo han intentado para propagar las ideas nuevas, para hacer comprender los males que se sufren, explicar sus causas, demostrar el remedio, hacer tocar con el dedo los beneficios de una sociedad mejor, cómo puede pretenderse que estos hombres vayan a ponerse a través del camino de los que buscan realizar las ideas que les enseñaron y explicaron?... Nosotros pensamos que en esta revolución la acción anarquista será tanto más eficaz cuanto más nuestras ideas se hayan propagado, cuanto más comprendidas hayan sido, mejor dilucidadas, completamente desembarazadas de todo el fárrago de prejuicios que nos han legado el hábito, la herencia y la educación. Lo que, ante todo, por consiguiente, buscamos, es precisar bien las ideas, extenderlas, agrupar compañeros concientes, evitando toda concesión que pudiera velar un rincón de nuestro ideal... Consideramos que pertenece a la propaganda demostrar a los individuos que no deben prometer sino lo que pueden cumplir, que una vez comprometidos, es cuestión de honradez cumplir sus promesas. Ciertamente que también es cuestión de luchas contra estas ideas disolventes que hemos señalado más arriba, pero una vez más repito que toca a nuestra propaganda, demostrar los buenos efectos de una inteligencia y de una confianza completa entre los compañeros... En su libro de indiscutible valor, Bosquejo de una moral sin sanción ni obligación, Guyau, en un capítulo admirable, desarrolla esta idea: El que no obra como piensa, piensa incompletamente. Nada más exacto. Cuando se está bien convencido de una idea, es imposible al que la siente dejar de propagarla, no intentar realizarla... por lo demás, si nosotros hacemos propaganda es, precisamente, para hacer entrar nuestras ideas en práctica; pues si éstas fuesen inmediatamente realizables, la sola fuerza de las cosas bastaría... En tiempos de revolución, las multitudes dejan atrás a los precursores... Divulguemos, pues, nuestras ideas, expliquémoslas, dilucidémoslas, alambiquémoslas, no temamos mirar la verdad frente a frente. Y esta propaganda, lejos de ahuyentar adherentes a nuestra causa, contribuirá a atraer a todos aquellos que tienen sed de justicia y de libertad. (Juan Grave. La Sociedad moribunda y la Anarquía, págs. 126-127-141-144-187-191-195.)
Pero nosotros, anarquistas, no nos separamos nunca del mundo para ir a construir una pequeña iglesia oculta en un vasto desierto. Nuestro terreno de combate es el mundo, y en él permaneceremos para prestar nuestra ayuda allí donde sea necesario. No alimentamos prematuras esperanzas, pero sabemos que nuestros esfuerzos no serán estériles. Muchos ignorantes que actualmente nos anatematizan por amor a la rutina o por simplicidad de alma, acabarán por sumarse a nuestra causa; por un hombre que pueda libremente unírsenos, hay centenares que las duras necesidades de la vida les impiden confesar sus opiniones, pero escuchan desde lejos y aman nuestras palabras desde el fondo de sus corazones. Sabemos que defendemos la causa del pobre, del desheredado, del que sufre; buscamos el modo de devolverle la tierra, sus derechos individuales, su confianza en el porvenir, y es natural que nos anime con la mirada y el gesto, aun cuando no esté a nuestro lado... (Eliseo Reclus. - An anarchist...(illegible), pág. 12.)
Pero la Anarquía está procesada, exclama M. Grinnell. Si así es, señor mío, perfectamente bien, podéis condenarme por anarquista. Creo con Buckle, Paine, Jefferson, Emerson, Spencer y diversos otros grandes pensadores de este siglo, que el estado de clases y de castas... es una forma bárbara de organización social... Podéis condenarme, honorable juez, pero el mundo sabrá que el año de gracia de 1886, en el Estado de Illinois, fueron condenados a muerte ocho hombres porque creían en un porvenir mejor... Pero además, hay mis ideas. Éstas constituyen una parte de mí mismo. Yo no puedo despojarme de ellas, y aunque lo pudiera, yo no lo querría. Si vos pensáis que podéis destruir estas ideas -que cada día ganan más terreno- enviándonos a la horca; si una vez más quereís condenar a muerte a unos individuos porque dicen la verdad -y os desafío a que demostréis que hemos mentido- si la muerte es la pena impuesta a quienes proclaman la verdad, a este elevado precio la quiero; llamad ya a vuestro verdugo. La verdad crucificada en Sócrates, en Cristo, en Giordano Bruno, en Huss, en Galileo, vive aún; son legión todos los que nos han precedido en este camino. Estamos prontos a seguirles. (Augusto Spies. Defensa ante el tribunal, págs. 3-12.)
Comprendo que estoy (o que lo estaré) condenado a muerte simplemente porque soy anarquista y no porque sea un asesino. Jamás he sido esto último. En mi vida he cometido un crimen, pero conozco a un hombre que está en camino de ser un asesino y este hombre es Grinnell -el attorney de Estado Grinnell,- porque sostiene la acusación según testimonios que sabe perfectamente que son falsos, y públicamente yo denuncio a M. Grinnell como un asesino si se me ejecuta. Pero si las clases directoras piensan que al ahorcarnos, al ahorcar algunos anarquistas, destruyen la Anarquía, se engañan grandemente, porque los anarquistas aman sus principios con preferencia a su vida. Un anarquista está siempre pronto a morir por sus principios, pero en este caso, estoy acusado de asesino y no lo soy... Cuanto más perseguidos se vean los creyentes en una causa justa, más rápidamente se realizarán sus ideas. Por de pronto, al pronunciar un veredicto tan bárbaro e injusto, los doce honorables hombres que se sientan en los bancos del jurado, han hecho más por la propaganda del anarquismo que lo que hubieran podido hacer todos los convencidos de una generación. Este veredicto es la condena de muerte de la libertad de hablar, de la libertad de imprenta, de la libertad de pensar en este país; el pueblo se hará perfectamente cargo de esta verdad. Esto es lo que tengo que decir. (Adolfo Fischer. Defensa ante el tribunal, págs. 20-21. Los mártires de Chicago.)
Nosotros nos preocupamos mucho de todos los problemas de la vida social, a causa de su interés científico, porque esperando ver realizada la Anarquía; queremos ayudar a la organización de la Sociedad nueva... Combatimos por la Anarquía y el Socialismo, porque creemos que ambos deben efectuarse lo más pronto posible, lo cual quiere decir que la Revolución debe abolir el gobierno, abolir la propiedad particular y asegurar todos los servicios públicos que, en este caso, abarcarían toda la vida social, toda la obra espontánea, libre, no oficial, no autorizada, de todos los intereses y de todas las buenas voluntades... Sea lo que fuere, nosotros tendremos alguna influencia sobre los acontecimientos, influencia que dependerá de nuestro número, de nuestra energía, de nuestra intransigencia. Y aunque resultáramos víctimas, nuestra obra no habría sido vana; cuanto más ardientes hayamos sido reclamando la realización de nuestros deseos, menor será la cantidad de gobierno y de propiedad individual en la nueva sociedad. Y nosotros habremos efectuado labor grande, porque el progreso humano se mide por la aminoración del gobierno y la disminución de la propiedad privada. Si hoy caemos sin arrastrar en pos nuestra bandera, podemos estar seguros mañana de la victoria. (Enrique Malatesta. La Anarquía, págs. 47-58-59.)
Yo y mis compañeros hemos estado en la cárcel, es verdad; pero hemos ido por la justicia de nuestra causa, puede que vayamos de nuevo y tal vez nos suceda algo peor, pero será para el bien de todos, será por haber querido destruir tanta injusticia y tanta miseria... (Enrique Malatesta. Entre campesinos, pág. 4.)
Visiblemente estos extractos están impregnados de un poderoso soplo de proselitismo. ¡Cuántos párrafos análogos hubiéramos podido citar!
Los teóricos del socialismo anarquista se consagran a desarrollar el espíritu de proselitismo en sus discípulos. Buscan convencer, y una vez la convicción obtenida, inspirar la fe en la realización de sus ideales. En cuanto sus adeptos poseen esta fe, el deseo de propaganda y el acto de propaganda vienen consiguientemente. El espíritu de proselitismo se desarrolla por ejercicio como todas las demás funciones, como todos los caracteres. Entonces, en ciertos individuos, el desarrollo de este carácter conduce a una verdadera hipertrofia, es decir, que el espíritu de proselitismo adquiere un desarrollo anormal, el hombre llega a una especie de manía proselítica. Podremos observarlo estudiando el estado psíquico de los propagandistas por la violencia. (2)
El adepto de las doctrinas anarquistas, es decir, el individuo que encuentra justas y verdaderas las que encierran las precedentes citas, es necesariamente poseedor en su mentalidad del carácter espíritu de proselitismo, que sólo en algunos alcanza el estado de hiperestesia de que hemos hablado.
Racionalmente, pues, el socialista-anarquista está afectado del ardor de hacer prosélitos.
El análisis de las confesiones que se nos enviaron, ¿conduce a la misma conclusión? Vamos a observarlo en los siguientes extractos:
Es de absoluta necesidad que os diga que, dotado de un natural expansivo, y hasta, si debo creer mis propias observaciones y especialmente las que han efectuado los que conmigo viven desde hace mucho tiempo, tengo una naturaleza de misionero... (T. D. M. 28.)
Si la vida fuese un absurdo, la filosofía de la nada sería, acaso, la verdad; pero ya que la vida es la vida, entonces todo para la realización de la Anarquía... (A. Veidaux.)
Me consagré por entero a la Anarquía; he pagado bien caro mi temeridad; mi camino de Damas no ha sido ornado de flores, pero mi conciencia no me reprocha nada, y así mucho tiempo... (K. 11.)
Estoy convencido de que me hallo dentro de la verdad siendo anarquista, por esto soy dichoso. Busco hacer conocer esta verdad al mayor número posible de personas... En mi clientela, no dejo escapar ninguna ocasión de propagar la buena nueva... (Dr. H. 6.)
... En fin, ¿qué hombre honrado osaría arrojar la primera piedra, si estuviese seguro de que ha trabajado (los medios se justifican por su objetivo y valen por su eficacia inmediata o lejana) para la realización de este sueño, consistente en llegar, no a amar a todo el mundo, sino a disminuir los motivos que se tienen para detestar y faltarse mutuamente? (B. 2.)
Encuentro placer en discutir sobre las teorías anarquistas. Cuando un compañero me pide le preste un folleto, estoy contento, y en las conversaciones de taller intento convencer a los camaradas de que estoy dentro de la verdad. ¡Sería tan dichoso si viese realizada la Anarquía! (D. 3.)
Respeto la revolución que en esta calidad de anarquista deseo y por la cual quiero trabajar, es una revolución de ideas y no, fijaos bien, una revolución de hechos. Considero que no es suficiente combatir las modalidades de todas las ficciones que, reunidas, forman este estado exterior al individuo que lo oprime, pero sí que es necesario combatir los principios sobre que descansan estas ficciones... (Bernard Lazare.)
Fue para manifestar mi opinión que yo escribía en las jóvenes revistas. Grave me pidió la autorización para reproducir mi prosa, y pronto fuí colaborador asiduo de la Révolte. (L. Malquin.)
Vos queréis pedir a los que vinieron al campo anarquista el camino que les condujo, y para atender vuestra invitación, como por el interés de esta información, intentaré vencer esta antigua repugnancia (timidez, orgullo) que siento al ocuparme de mí mismo... (Ph. D. 4.)
Tocante a los medios de hacerla triunfar, rechazo la propaganda por el hecho, por ser contraria a la naturaleza de toda verdadera evolución. La sociedad debe reformarse, como se reforma el individuo, y este método, que es el más lento, es el único que puede realizar completamente la obra cuya necesidad todos vemos. Los actos violentos sólo deben considerarse com síntomas de un estado malo, y yo creo que este estado soporta cosas, en el que tengo confianza, demostrará que hay mucho por hacer para poder fundar lo que será un hecho... (M. Pujo.)
Me apresuro a responder desde el momento que puede ser de alguna utilidad. Sin embargo, me es difícil exponeros todos los hechos que, sera directamente, sea de una manero refleja, han obrado sobre mi intelecto y determinado la evolución de mis ideas; esto sería contaros toda mi historia. Me limitaré a citaros algunos puntos principales que pueden ser materia para vuestro estudio. A los diez años -¡no os riáis!- yo era bonapartista. En la escuela primaria del pequeño rincón de provincia donde habitaba, atrapé muchos castigos por defender al autor de mis días, un bonapartista convencido, contra los ataques de algunos chiquillos de mi edad cuyos padres se convertían a la fe republicana. No sé cuales argumentos juiciosos oponía a los argumentos no menos juiciosos de mis jóvenes adversarios... El regimiento fue par mí la escuela del antipatriotismo... Al salir del presidio militar, donde, no obstante, gracias a ciertas aptitudes, pasé una existencia relativamente soportable, convertirme en un militante del partido socialista revolucionario; para precisar más, pertenecía a la fracción llamada alemanista, a la cual aún estoy ligado bajo ciertos aspectos, luchando por el partido socialista-revolucionario... (S. 1.)
Uno de mis mayores placeres es la discusión; alcanza su máximo cuando logro convencer a mi interlocutor. Es para mí una satisfacción que no puedo describiros, cuando he logrado hacer participar razonablemente a una o más personas mi modo de ver, es decir, adoptar lo que considero verdad... (O. 7.)
Aquel día fuí dichoso, como el hombre que se ha desembarazado de un gran peso, y desde aquel momento dediquéme a enseñar mis convicciones a varios amigos que entonces tenía, teniendo la suerte de convencer a dos o tres de ellos. Los demás me las rechazaron y nuestras relaciones se han ido enfriando gradualmente. (P. 10.)
Antes de entrar en el hospital era anarquista teórico, al salir fuí el militante que creo no haber dejado de ser desde entonces... (A. Retté.)
Qué más podré deciros, querido colega, sino que, penetrado de la verdad, de la grandeza, de la nobleza de la idea anarquista, la amo hasta el punto de sufrir cruelmente cuando veo desconocerla, y a la que sacrifico mi tranquilidad, mis relaciones de familia y muchas simpatías que antes me eran muy caras... (Séverin L.)
Podéis hacer de esta carta (disculpando su rapidez y poca propiedad) el uso que os convenga; estoy orgulloso de mis convicciones y no quiero ocultarlas... (J. 5.)
Soy anarquista porque declaro la guerra a este estado de cosas, sí, una guerra sin cuartel. Creo en la fuerza y quisiera servirme de ella para anticipiar el mañana... Quiero hacer lo que pueda para ayudar a propagar la causa que arraiga en mi corazón; a este fin escribiré une serie de folletos sobre la doctrina y las enseñanzas de la Anarquía, si hay alguien que quiera publicarlos. Tengo listo para entregar a la imprenta un folleto, titulado Anarquía, lo que es, lo que enseña. Es un folleto de unas 16 páginas... (T. W. B. Turner.)
Evolucioné gradualmente desde el salvacionismo al radicalismo y a la Social-Democracia; abandoné esta última a causa de mi abstención del parlamentarismo. Entonces, viendo de qué modo la policía perseguía a los anarquistas, consideré que mi deber era ayudarles. Arrestado por un insulto a la familia real, me arrojé de pleno dentro del movimiento. (Ernesto Young.)
Desde mi infancia he tomado parte activa en uno u otro movimiento para la disminución o curación del sufrimiento humano... He gastado la mayor parte de mi vida estudiando y enseñando la teoría de Kindergarten (jardines para niños) que, según mi modo de ver, es esencialmente anarquista en métodos y principios... (H. 12.)
Durante algún tiempo estuve afiliado al partido social demócrata. Después de haber trabajado durante dos años en un partido... (F. W. 8.)
Afiliéme a la S. D. F. en 1886, año famoso por sus disturbios. En aquella época, en la Federación se hablaba y trabajaba por la Revolución social... Luego fuí anarquista convencido y presté la ayuda que pude al movimiento... (A. M. 27.)
Llegué a la conclusión de que la Anarquía era deseable... que al fin se realizaría, pero que los tiempos no estaban maduros para propagarla. Durante algún tiempo quedéme satisfecho con esta conclusión... Al fin me convencí de que era nueva superstición y entonces me volví realmente anarquista... (G. R. 22.)
Creo y enseño en la medida de mis fuerzas que todo gobierno es fatalmente bárbaro... (J. C. Kenworthy.)
No tan sólo sería una esclava y una cobarde, sino una traidora a mí misma y a mis compañeros de trabajo, si no ayudara en todo lo que fuese capaz a los trabajadores en un movimiento que considero es la única esperanza, para una pronta desaparición de todos nuestros males... (N. W. 19.)
Soy anarquista porque estoy disgustado del presente estado social y pienso que es ocasión de hacer algo para traer un mejor estado de cosas... (William Reckie.)
Es (el anarquismo) un ideal que merece combatir por... Poco después fuí un concurrente asiduo a los mítines y me volví socialista. Pero pronto vi que los políticos y los anarquistas eran irreconciliables, dando por resultado que abandonara al socialismo y me uniera a media docena de anarquistas cuya formación en grupo nadie ha lamentado... (Jorge Robertson.)
Durante quince años milité en lo que en América se llama Labour Movement... Después de algunos años de experiencia descubrí que las Trade-Unions eran una equivocación para resolver el problema en cuestión. Poseyendo una naturaleza progresiva, busqué, naturalmente, algo más en armonía con el progreso, como generalmente obra todo el mundo en mi situación, y adopté el socialismo de Estado... Soy anarquista-comunista y continuaré en el porvenir como he hecho en el pasado, obrando dentro de mi humilde esfera por la causa... Por ella trabajaré hasta que la muerte me elimine del activo campo de trabajo... (O. P. Smith.)
Durante algunos años luché por extender los Factory Acts en los almacenes. Durante la agitación fuí diferentes veces arrestado y encarcelado... (J. Tochatti.) (3)
Después de un estudio de la cuestión, me parecieron tan grandes los peligros de una burocracia tan extensa que durante mucho tiempo defendí el anarquismo individualista... (A. Z. 23.)
Me volví anarquista después de haber pasado por los diversos movimientos políticos, Independent Labour y socialismo de Estado inclusive... (D. K. C. M. 17.)
Los artículos (Freiheit, de Johann Most) de esta época, escritos entre los muros de una cárcel, fueron la prueba de su gradual desarrollo, y como llegué a estar íntimamente unido al órgano de este tiempo, hablo de mi propio desarrollo cuando menciono otros nombres de compañeros con los cuales trabajé por nuestra causa... (G. H. 13.)
El movimiento de las Trade Unions, al que me adherí en aquella época, prometía eliminar la miseria económica, mientras que el partido social-demócrata, del que fuí miembro activo, parecíame el verdadero evangelio. A este último partido estuve unido unos cinco años y durante la borrasca de la lucha política, constantemente en peligro de ser perseguido por el crimen de distribución de folletos, por formar parte de sociedades secretas, etc. (era en tiempos de la ley antisocialista, en Alemania). (O. Gutzkow.)
El primer dinero que gané lo gasté para entrar en la organización llamada Caballeros del Trabajo... En aquella época sobrevinieron las bombas de Chicago- Haymarket y el célebre proceso comenzó. Al principio lo seguí con curiosidad, después con impaciencia y cólera contra aquellos asesinos legales, y cuando la horrible sentencia se ejecutó, me juré a mí mismo defender la causa de aquellos ahorcados... Principié a tomar parte en los debates públicos sobre esta cuestión, di conferencias y escribí artículos en diferentes periódicos, en una palabra, desde entonces el anarquismo ha sido la mejor parte de mi vida... Pronto volveré a América por ser mi presencia allí de más utilidad que en Inglaterra para la preparación de nuestras ideas, y de este modo espero continuar mientras mis fuerzas y medios me lo permitan. (R. F. 24.)
Estaba ya preparado. Entonces el movimiento socialista holandés hacía grandes progresos en 1887-88. Fuí social-demócrata y miembro activo del partido... (Methoffer.)
Hasta septiembre de 1893 yo no encontré (en el Canadá) iniciados, pero sí adversarios; de todos modos, puedo decir que los canadienses son menos refractarios a las ideas libertarias, aunque estén bajo el yugo inglés y se den atracones de Dios, que los americanos que aquí se encuentran como en su centro. (A. B. G. 21.)
Una discusión con un anarquista me abrió los ojos. Habiendo encontrado justo su razonamiento, me colé entre las filas de los que combaten en la vanguardia y rudamente por la desaparición de las iniquidades sociales. (Lidée.)
El compañero al cual habéis dirigido vuestras preguntas, me las traslada rogándome las conteste, y lo efectúo gustoso si esto puede ser de alguna utilidad a la causa... Algo más tarde, la bella declaración de Emilio Henry me confirmó en mis convicciones nacientes y me dió el entusiasmo con el cual no cesaré de combatir por nuestra causa... Suiza no debe quedarse atrás en el concierto universal de las reivindicaciones anarquistas. La prensa burguesa pretende que nuestro país es una tierra demasiado hospitalaria para los revolucionarios extranjeros, pero que no suministra elementos a la Revolución... Nosotros probaremos lo contrario. En ello emplearé todas mis fuerzas... (E. D. H. 25.)
Que este pequeño trabajo sera anónimo o firmado me es indiferente, mientras la causa gane con ello; pero debo decir una cosa: mi nombre puede ser útil en el sentido que es necesario se publiquen nombres suizos... (A. Nicolet.)
Me volví anarquista amando los nihilistas rusos, cuya aureola de mártires envidiaba, al ver el sacrificio de sus vidas en aras de una idea grandiosa. Tenía apenas cuatro años, cuando al contarme mi madre los sufrimientos y el martirio de Jesús, me imaginaba ser contemporáneo de aquellos sucesos y soñaba con ser un redentor y hacer desaparecer de la tierra a sus verdugos los judíos... Al leer los relatos de las penas sufridas por los cristianos de Roma y de otras partes, me entraba el deseo de emplear mi vida extendiendo la fe, y me era grato el pensamiento de morir en la hoguera o ser devorado por las bestias feroces... En 1889, en París, donde principié a estudiar medicina, abarqué el estudio de la literatura anarquista y fuí yo mismo un anarquista decidido. (S. P. 29.)
En el mes de septiembre de 1889 fundé... la hoja socialista, en lengua eslava, Delavski List (hoja obrera)...Fuí delegado para la oganización de la manifestación del 1° de mayo... Pasado éste, el redactor del Sentinelle me pidió mi discurso (hablé en italiano), se lo dí, pero en la inserción fue desnaturalizado... En el mes de noviembre de 1890, me declaré públicamente anarquista, en el curso de las conferencias que dió Sébastien Faure. La policía me amenazó con la expulsión, y en diciembre partí para América del Norte... (A. Klemencic.)
Mi conciencia me respondió... cesa tu lucha, deja la pirámide, e invita a los demás a abandonar su puesto de guerra de cada uno para sí y aporta tus esfuerzos a los de los que quieren crear un ambiente de iguales trabajando para el bienestar común de los hombres. (G. P. 20.)
Poco a poco volví a frecuentar los amigos entre el pueblo y los obreros. A los 18 años entré en una asociación republicana mazzinista. En las reuniones se hablaba siempre de la república, del fin de la monarquía, de Trento y Trieste... que de ningún modo me hacía sentir esta gran fe que cuando joven sentía por la patria, y especialmente por la religión... A menudo había oído hablar de la F. M. Muchos de mis amigos formaban parte de ella... Se me hizo comprender que era una sociedad secreta universal que trabajaba para que la humanidad marchara siempre hacia un progreso ilimitado. Me entusiasmé con estas narraciones... Se me propuso y fuí admitido en la F. M. Creíme miembro de una sociedad que consideraba poderosa y trabajando por el bienestar de todo el mundo... Estaba entusiasmado y orgulloso de ser aprendiz... No obstante, aún siendo miembro de la F. M., continué frecuentando las reuniones republicanas, donde a menudo se producían escisiones... Decidimos marchar (por Bosnia contra Austria). Yo iba contento, no por hacer la guerra a Austria, sino por llevar mi débil ayuda a un pueblo que se insurreccionaba por el mantenimiento de su propia libertad... Sólo tenía una idea, hacer propaganda. Tenía ya hijos, y los negocios no iban del todo mal, pero no podía vivir en un ambiente en que no podía propagar. Aproveché los sucesos de Egipto en 1882 para abandonarlo y fijar mi residencia en Liorna. Tan pronto llegué, me puse en relación con todos los compañeros entonces conocidos. Sentía una fiebre que sólo se calmaba con una propaganda continua, a la que dedicaba todos mis medios y todo mi tiempo. ¡Qué felices tiempos aquellos! Entonces propagábamos con un ardor de apóstoles. La policía comenzó a atormentarnos, a procesarnos, recoger nuestros periódicos y encarcelarnos, pero no importaba; se afrontaban las persecuciones con la misma serenidad de los mártires cristianos. ¡Mi nueva religión era mi vida! (A. N. 16.)
Poco tiempo después de 1887, junto con algunos jóvenes de las mismas ideas mías, formamos un círculo socialista que a poco se convirtió en anarquista... (Z. B. 26.)
Era republicano y gozaba oyendo hablar a los republicanos de derechos y deberes, y en todas partes donde iba entablaba discusiones sobre los derechos que da la República y sus libertades. (Francisco Freixas.)
Pronto me convencí de que la Anarquía era la verdad. Desde entonces la defiendo como la defenderé con energía mientras yo viva. (Palmiro.)
Era yo miembro de la Internacional de los Trabajadores... No deseo guardar el anónimato; siempe he dicho muy alto que soy anarquista... (Cecilio Fernández Zamorano.)
Me es indiferente que mi respuesta sea anónima o no; si para el mayor beneficio de la Idea es necesario que no sea anónima, entonces, publicad mi nombre. (Mariano Lafarga.) (4)
Amante de acelerar, siquiera de un minuto, el reino de la justicia en este mundo, respondo a las preguntas del señor Hamon. (Ignacio Jaquetti.)
No deseo guardar el anónimato; declaro siempre mis convicciones. (Joaquín Luís Olbés.)
Deseo que mi respuesta sea pública... (Jacinto Melich.) (5)
A la edad de quince años era miembro de la Asociación Internacional de los Trabajadores, y comprendí que todos somos hermanos, que la esclavitud proviene de la existencia del gobierno, del capital, del catolicismo y de las fronteras... Cuando la burguesía asesinó a siete de nuestros compañeros en Jerez (1885), me volví más activo en la propaganda, porque me sublevó la injusticia que se había cometido y por las persecuciones de que fuimos objeto... Me rebelo contra el existente orden de cosas, y daré hasta mi última gota de sangre por la salud de la humanidad... (6). No quiero que mi respuesta sea anónima. (Juan F. Lamela.)
No tengo ningún inconveniente, cada vez que mi palabra o escrito puedan ser útiles a la causa que defiendo, en que se sepa que combato a esta sociedad injusta y desigual. (Manuel Recober.)
Al propio tiempo (en su juventud) colaboraba en los periódicos de las asociaciones obreras socialistas al lado de un primo mío, que pasaba entonces por ser la inteligencia más lúcida y más adelantada del movimiento socialista en el Norte del país... Siguiendo el camino emprendido, dos años más tarde (1886), mis escritos muestran una acentuada tendencia hacia el comunismo-anarquista... Dominado por la voluntad de desarrollar y propagar las doctrinas comunistas-anarquistas, cuya sublimidad se había apoderado de mi espíritu... ensayé traducir y adaptar el manifiesto de Madrid a la organización naciente de Porto; esto constituyó su primer manifiesto, publicado en el número programa del primer periódico comunista-anarquista portugués, La Revolucao Social. En Enero comenzó su publicación regular, y diversas circunstancias permitieron que yo tomase el principal y luego el único papel. Esta publicación duró 48 números, hasta Enero de 1891... A pesar de que me dedicaba por completo a la vulgarización de estas doctrinas... Obligado a suspender la publicación de La Revolucao Social, comencé la publicación de una serie de folletos... (Goncalvez Vianna.)
Algunos de los socialistas-anarquistas que nos respondieron, no notaron su celo proselítico, cuando, en realidad, existe en ellos. Podemos verlo en W. D. 30, H. Campbell, A. Agresti, expulsado de Francia y de Bélgica por propagandista. La profesión de Van Ornum, autor de obras de propaganda, es una prueba del espíritu de proselitismo.
A cada línea de las confesiones se evidencia claramente el deseo de propagar. Todo el esfuerzo de que son capaces, tiende a este objetivo: hacer prosélitos.
El espíritu de proselitismo es tal vez el carácter más acentuado de la mentalidad anarquista, lo que prueba la fe del anarquista en la verdad de la doctrina que profesa.
La lectura de las hojas anarquistas de todos los países donde se publican es, en este caso, de lo más luminoso (7). Una suscripción permanente está abierta para la propaganda (8). y cada anarquista contribuye con su óbolo. Muchos se privan de lo más necesario para contribuir a ella. Para crear un periódico, una revista, para distribuir una proclama, editar un folleto (9), lleva sus contadísimas joyas, hasta sus libros, a empeñar; se vestirán mal él y los suyos, comerán pésimamente, pero la propaganda se hará.
Como ha hecho notar Félix Dubois en el Peligro anarquista, el anarquista despliega en la propaganda una ingeniosidad, una tenacidad y una audacia, que no se encuentra en los viejos partidos. Los modos de propaganda son múltiples: periódicos, revistas, grabados, canciones, conferencias, folletos, libros, etc.
Un joven anarquista francés contábame un día que los domingos -durante la semana estaba empleado en una oficina- se iba al campo, lo más lejos posible de la ciudad donde residía. Llevaba consigo folletos de Eliseo Reclus, A mi hermano el campesino y los colocaba entre la corteza de los árboles, sobre los montones de piedras, en las ventanas, cuidando siempre de que fuesen visibles. Si en el camino encontraba carros, dentro de ellos deslizaba sus folletos. Y por la noche, acabado el paquete, regresaba a su casa, pasando a veces, por los sitios donde había dejado el papel, para observar si había sido recogido.
Otro francés también no salía nunca de su casa sin llevar consigo ejemplares de la Révolte, que abandonaba en los coches, ómnibus y vagones del ferrocarril, en todas partes.
Conozco en Londres algunas jóvenes de posición algo acomodada, que trabajan diariamente en un taller para componer el periódico, y por las mañanas, en invierno, se iban a los atracaderos a distruibuir los manifiestos entre los trabajadores.
Son innumerables los hechos análogos que podríamos citar. El proselitismo está tan exacerbado en algunos, que truncan trabajos, citas, falsifican hechos, consciente o inconscientemente, en interés de la propaganda.
Impulsados por su ardor prosélito, los socialistas-anarquistas propagan sin miedo a sufrir por la Idea. Por ella rompen relaciones de familia, de amistad; pierden sus empleos, sus medios de vida. En su ardor, afrontan la cárcel, el presidio, hasta la muerte. Todo por la Idea, por la Causa.
En los años 1890 y 1891 de nuestra Francia Social y Política, hemos relatado muchos de estos hechos que prueban su ardor proselítico, esta despreocupación de la miseria, de los sufrimientos físicos y morales que lleva en pos esta propaganda suya sin freno, tan variada, como se manifiesta a cada instante de su vida. Miserias y sufrimientos desaparecen ante el inefable placer de hacer prosélitos.
En resumen, para este nuevo carácter mental, como para los precedentes, los métodos positivo y racional conducen a igual comprobación: existencia del espíritu de proselitismo en el estado psíquico, específico, de los socialistas-anarquistas.
Habiendo llegado, por consiguiente, al término de nuestro análisis psicológico, podemos decir que los caracteres mentales constitutivos de la mentalidad socialista-anarquista, son:
1° Espíritu de rebeldía. 2° Amor a la libertad. 3° Amor al yo o individualismo. 4° Amor a los demás o Altruismo. 5° Sensibilidad. 6° Sentimiento de justicia. 7° Sentido de la lógica. 8° Curiosidad de conocer. 9° Espíritu de proselitismo.
El socialista-anarquista es, por lo tanto, y definitivamente, un individuo rebelde, libertario, individualista, altruista, sensitivo, sensible, sediento de justicia, algo lógico, curioso, afectado de proselitismo.
**NOTAS**
(1).- Un fragmento de este capítulo se publicó en la Société Nouvelle, París.
(2).- Estudio que formará parte de un libro sobre los anarquistas criminales, tributo de la criminología política.
(3).- J. Tochatti es redactor en jefe y propietario del Liberty, periódico comunista-anarquista que se publica mensualmente en Londres.
(4).- Agustín Sinériz, en su respuesta, se expresa del mismo modo.
(5).- J. E. Martí, José Prat y C. Oller, se expresaron del mismo modo en sus respuestas.
(6).- Lamela es el hermano de uno de los agarrotados en Jerez. Esta frase enérgica no es, pues, una simple fórmula.
(7).- He aquí algunas notas interesantes. En el Révolté de 1884, por ejemplo, se lee a menudo lo siguiente: Advertimos a nuestros amigos de los grupos anarquistas, que tenemos a su disposición algunos viejos ejemplares del Révolté para la propaganda, a condición de que nos reembolsen los gastos de envío. En el Corsario de 1895 (Coruña), leímos que se había celebrado la unión libre del compañero Figuerola con la compañera Ruiz. El acto es de gran interés para la propaganda, agregaba; se celebró una fiesta que terminó con una colecta a favor de los presos. En el Réveil des Mineurs de Enero de 1892, hallamos esta nota: Nuestros lectores nos ayudarían mucho si nos enviaran direcciones de compañeros, a los cuales pudiéramos mandar algunos periódicos. Y ésta: Desde que publicamos el Réveil, hemos distribuido gratuitamente más de 5000 ejemplares. Y esta otra: Creemos sería deseable que, ya que Merlino habla diferentes idiomas, hiciera una excursión de propaganda en los centros mineros, lo que daría excelentes resultados.
(8).- Hay también en estos periódicos suscripciones permanentes para los presos, para sus familias y las de los ejecutados, que ellos llaman asesinados. También las hay para la publicación de folletos, pasquines y manifiestos. Algunos periódicos, como, por ejemplo, la Nueva Idea, que se publicaba en Gracia (Barcelona), y el Perseguido, de Buenos Aires, llevan la inscripción: Se publica por suscripción voluntaria; sale cuando puede.
(9).- Los autores no perciben nada por la venta de sus folletos; algunos se han vendido con una tirada de 30 000 ejemplares. En España hemos notado folletos vendidos a beneficio de los presos y el precio lo fijaba la voluntad de cada comprador. En folletos publicados en la República Argentina hemos leído: De cada uno según sus fuerzas, y éste era el único precio del folleto.
Índice de Psicología del socialista-anarquista por A. Hamon | Capítulo VIII: De la curiosidad de conocer | Capítulo X: Del estado mental específico de los socialistas-anarquistas | Biblioteca Virtual Antorcha |
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