Índice de Psicología del socialista-anarquista por A. Hamon | Introducción: De la existencia de una mentalidad nacional, profesional y filosófica | Biblioteca Virtual Antorcha |
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PREFACIO
-¿Qué objeto os habéis propuesto?
-¡Eh! ¡Por Dios! el mismo que todos se proponen al escribir un libro: encontrar la verdad.
E. Renan.
Este libro es el segundo de una serie que hemos emprendido con el título genérico de Estudios de Psicología Social. El primero, la Psicología del militar profesional, publicado en noviembre de 1893, nos valió las injurias de unos, los elogios de otros, y motivó largas y acerbas polémicas. Era un libro de ciencia que ciertos críticos consideráronlo como una requisitoria, una diatriba. Nosotros habíamos buscado la verdad, y su simple exposición justificó de nuevo aquellas palabras de Pascal: Demasiada verdad nos sorprende.
Como en todos nuestros anteriores trabajos, nuestro solo y único fin, al escribir esta Psicología del socialista-anarquista, es la investigación de la verdad.
Nunca lo repetiremos bastante: buscamos la verdad, y una vez creemos haberla hallado, la exponemos ante el mundo, porque con Bossuet pensamos que: Todo aquel que posee la verdad, la debe a sus hermanos, pues la verdad es un bien común.
Hombre de ciencia, que para nosotros significa hombre que investiga la verdad sin preocuparse de los inconvenientes o de las ventajas que pueden resultar de la investigación, tanto para él como para los suyos, al país o la sociedad, a que pertenezca, hemos escrito una monografía científica sin ocuparnos de si servía o perjudicaba tal o cual individuo, partido o sociedad.
Nosotros buscamos la verdad: y esta investigación la hacemos imparcial e impasiblemente. Deterministas como somos, creemos que el hombre es irresponsable de sus pensamientos y de sus actos. Concibe unos, ejecuta los otros, y, dadas todas las circunstancias, ni puede dejar de concebirlos ni de ejecutarlos. No hay, por consiguiente, mérito ni demérito en estas concepciones, ni en estas acciones. Son un efecto, una resultante de múltiples componentes.
Esta concepción determinista facilita la imparcialidad, nos es más facil hacer abstracción de nuestras preferencias y de nuestras amistades. No mentamos nuestros odios porque no los tenemos; ni contra los hombres, puros y simples efectos, ni contra los conceptos y las instituciones, efectos asimismo de múltiples causas. (1).
Hemos hecho todos los esfuerzos posibles para conservar la serenidad que debe ser la herencia del hombre de ciencia. Creemos haber logrado conservar la imparcialidad del investigador de la verdad.
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En la Psicología del militar profesional hemos demostrado la influencia de la profesión sobre la mentalidad de los individuos que la ejercen, y probado por el método de la observación que el ejercicio de una profesión característica determina en las mentalidades de los ejercitantes un estado especial, netamente particular, propio de los miembros de la profesión.
En la Psicología del socialista-anarquista demostramos que los adeptos de una misma doctrina filosófica poseen una constitución psíquica común. Probamos, por el método positivo y el método racional, que la adopción de una doctrina filosófica indica en los adeptos la existencia de caracteres mentales comunes.
En este libro establecemos el tipo ideal, el tipo medio del socialista-anarquista, del mismo modo que el naturalista establece el tipo medio ideal del hombre o de otra cualquier especie animal. Para determinar este tipo, recurrimos al método positivo. El método racional únicamente lo utilizamos para confirmar las deducciones sacadas de hechos relatados.
En el indicado primer libro de esta serie psicológica, me serví de hechos sacados de los libros, de las revistas y de los periódicos. En este nuevo libro, este procedimiento no podía servirme, pues faltan los documentos. Tuve que recurrir, por lo tanto, a otro sistema que me sugirió la lectura de una obra del doctor G. Saint-Paul. El Essai sur le langage intérieur, de mi eminente colega de la Sociedad de Antropología de París, el doctor Lacassagne, está establecido con ayuda de preguntas dirigidas por escrito a un cierto número de personas. Me pareció que este procedimiento podía permitirme establecer la psicología del anarquista, y a él recurrí dirigiendo a un cierto número de anarquistas las dos preguntas siguientes:
1ª ¿Por qué sois socialista-anarquista?
2ª ¿Cómo os volvisteis socialista-anarquista?
Al propio tiempo les rogué me dijeran su edad, profesión y nacionalidad.
Las respuestas no me faltaron. Unas estaban firmadas y era indiferente a los que las suscribían que su nombre fuese o no del dominio público. Otros prefirieron guardar el anonimato. Algunas recibí sin que yo pudiera saber el nombre de sus autores. Con la ayuda de estas respuestas, fue como pude buscar y establecer los caracteres psíquicos especiales de los discípulos de los Reclus, Malatesta, Kropotkin, Spies y Parsons. De este modo comprobé las ventajas del métoco sugerido por el doctor Lacassagne, y se comprenderá los motivos que me llevaron a dedicarle este libro de ciencia.
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Concebí esta obra hace más de un año. Era en diciembre de 1893, en París, cuando Félix Dubois, periodista, me hizo una visita para pedir al autor de la Francia Social y Política, le diera documentos referentes al movimiento anarquista, para suplemento literario del Figaro. Debido a su pluma, consagró un número entero al Peligro Anarquista, que pronto se convirtió en libro que se publicó en París y tradújose a varios idiomas. Después de varias conversaciones con el señor Dubois, resolví darle para su libro un breve estudio sobre la psicología del socialista-anarquista. Entonces dirigí a varios anarquistas franceses las preguntas de que he hablado, obtuve respuestas, y pronto mi breve estudio se cambió en deseo de hacer una monografía completa de la que di un simple resumen al señor Félix Dubois.
Mi libro se construyó poco a poco, basándolo solamente en las respuestas confesionales de anarquistas franceses. Su elaboración fue lenta, a causa de las circunstancias. La obra estaba casi terminada cuando fui a Londres. Entonces se ensanchó mi horizonte y concebí la esperanza de aumentar la extensión de mi obra. Había determinado la mentalidad filosófica del anarquista, según las confesiones de los franceses, y, si mi tesis era justa, forzosamente tenía que hallar en los anarquistas extranjeros los mismos caracteres mentales. Quise comprobar el hecho, y por esto formulé las mismas preguntas a los socialistas-anarquistas ingleses, irlandeses, escoceses, alemanes, holandeses, italianos, españoles, portugueses, etcétera. Obtuve igualmente sus respuestas, y en ellas hallé las mismas características psíquicas. Fue, pues la confirmación tangible de la verdad de mi tesis.
Entonces resolví utilizar estas respuestas de diferentes nacionalidades, rehaciendo enteramente mi libro primitivo. El cuadro es, sin embargo, siempre el mismo, como también buen número de páginas. Hay, no obstante, algunas diferencias, porque en el curso del análisis de las respuestas confesionales pude comprobar similitudes y diferenciaciones según las nacionalidades. Unas y otras las señalo en el curso de este estudio científico.
Se observará que para fijar el tipo medio del socialista-anarquista, no he tenido necesidad de aventurar una hipótesis cualquiera sobre las doctrinas. Que éstas sean falsas o justas, buenas o malas, inmorales o morales, poco nos importa para este estudio psicológico. Que los socialistas-anarquistas sean unos locos o unos sabios, criminales o sanos, que tengan o no tengan razón, que formen una secta fanática llamada a desaparecer bajo el desprecio público y el ridículo o una secta admirable destinada a triunfar, que sean retrógrados o precursores, todo esto nos es absolutamente indiferente.
Nosotros no apreciamos el valor moral de los hombres o de las doctrinas; buscamos determinar, por medio del análisis, el estado psíquico que es común a estos hombres de tan diferentes países, religión, profesiones y clases y adeptos todos de una común doctrina. Determinar su común constitución cerebral: tal es el fin que nos proponemos, el objetivo que creemos haber alcanzado.
Respecto a las confesiones que hemos utillizado, solamente tenemos necesidad de una hipótesis: la buena fe. Todo el mundo puede admitir como exacta una hipótesis. En efecto, las confesiones emanan de gentes muy diferentes en nacionalidad, religión, profesión, etc., y a pesar de estas diversidades de origen, se revelan en estas confesiones los mismos caracteres comunes, los cuales, por otra parte, se diferencian mucho en el modo de expresar los conceptos; vivacidad, precisión, confusión... según cada individuo. Para el analista cada confesión determina una mentalidad individual diferenciada de las otras mentalidades. A pesar de comprobar esta diferenciación individual, se observa, asimismo, diferenciaciones por grupos de confesiones, grupos formados por las nacionalidades, es decir, que el observador descubre en estas confesiones caracteres comunes a la nacionalidad. Estas similitudes existen en los grupos nacionales sin perjucio de la comunidad de caracteres mentales que se halla en el conjunto de todas las confesiones. Ahora bien, si por parte de los individuos hubiese mala fe, estas diferenciaciones individuales y estas similitudes nacionales no subsistirían. Las respuestas serían mucho más similares, menos diferenciadas. La diversidad, de todos modos muy grande, es una segura garantía de la buena fe de sus autores. Además, ¿acaso no tenemos modo de verificarlo recurriendo al empleo del método racional? Evidentemente, sí. Con las citas de las doctrinas hallamos siempre los mismos caracteres mentales que el método positivo nos revela. No se puede, por lo tanto, poner en duda la buena fe de las confesiones, y por consiguiente su valor es inatacable para la determinación del estado de alma especial a los adeptos de la doctrina socialista-anarquista.
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En el curso de las siguientes páginas hablaremos de diversos caracteres psíquicos particulares en la mentalidad anarquista-socialista. No debemos juzgarlos por esto. Estudiando la cuestión psicológicamente nada nos importa la opinión buena o mala que merezcan el espíritu de rebeldía, amor a la libertad, amor al yo, amor a los demás, sentimiento de justicia, sentido de la lógica, curiosidad de conocer, espíritu de proselitismo. Nos basta que estas tendencias se hallen en el encéfalo de los socialistas-anarquistas. Nosotros creemos haber demostrado, experimental y racionalmente, que existen.
Que los efectos de la constitución mental particular a los anarquistas-socialistas sean buenos o malos, es cosa que no debe ocuparnos, no queremos ocuparnos de ello. Nos basta con comprobar su existencia. Ésta es la tarea que nos hemos impuesto. Exponer y probar esta existencia, constituye toda esta obra. Las piezas, extractos confesionales y extractos doctrinales, a la vista del lector están. Puede juzgar por sí mismo. Que, para el lector, las doctrinas socialistas-anarquistas sean buenas o malas, que sus autores o sus adeptos sean apreciables o despreciables, todo esto nos es absolutamente indiferente. Es cosa que únicamente atañe al lector y no atañe al hombre de ciencia cuando analiza el estado psíquico de los adeptos de una doctrina filosófica.
Generalmente se acepta la imparcialidad del científico que estudia los fenómenos naturales, tales como el movimiento de los ventisqueros, la anatomía o la fisiología de las plantas y de los animales. Nadie se extraña de que con ardor se entregue al estudio de estos seres, de estos fenómenos, y nunca se supone que, con objeto de hacer más simpático al lector, el naturalista los presente con órganos que no poseen y cualidades que no tienen. Del mismo modo esperamos que se creerá en nuestra imparcialidad de científico que anatomiza los encéfalos anarquistas.
Hemos hecho este estudio con ardor, del mismo modo que el entomólogo es ardiente en su examen de los insectos, pero al propio tiempo poniendo especial cuidado en ser imparciales. No teniendo otro fin que la investigación de la verdad, importándonos poquísimo que ésta plazca o no plazca, creemos haber conservado la serenidad que, según nuestro modo de ver, es necesario atributo del hombre de ciencia.
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Puede darse que en esta obra de ciencia, y nada más que de ciencia, algunas personas encuentren intenciones de apologista. Algunos ya lo dijeron (2). Poco nos preocupamos de esto, teniendo la convicción de que nuestros esfuerzos han guardado la impasibilidad necesaria y la creencia de haber logrado conservarla.
Tal vez algunas personas infieran de nuestro libro que somos socialistas-anarquistas. Tampoco nos importa. Haremos notar solamente la extraña lógica de estos individuos que de un estudio científico sobre los anarquistas, deducen el anarquismo de su autor, cuando no les viene a la mente deducir de una obra de criminología la criminalidad del autor. De la Patología del Espíritu, de Maudsley nadie ha inferido que este sabio fuese un alienado. De la obra Augusto Comte y Heriberto Spencer, de E. de Roberty, nadie ha inferido que este filósofo fuese discípulo de uno u otro de aquellos filósofos. Del libro de Abel Hovelacque sobre los Negros, o de A. Corre sobre los Criollos, nadie sacó la conclusión de la raza negra o criolla del autor. En su libro Social Statics, H. Spencer estudia la nacionalización de la tierra y da muchos argumentos en su favor. Quien hubiese deducido de aquí que Spencer era un partidario de la Land nationalisation, se hubiera equivocado, pues sabido es que este filósofo fue, al contrario un adversario declarado. Nos parece, pues, absolutamente ilógico, inferir de esta monografía nuestro anarquismo. Pero, si así sucediese, nos es completamente igual, puesto que esta apreciación sobre el autor no puede disminuir en un ápice la verdad o la parte de verdad que hay en esta obra.
Al escribirla hicimos abstracción de todo deseo de ser agradables o desagradables a tales o cuales individuos; nos prohibimos juzgar las doctrinas. Hemos escrutado únicamente el alma socialista-anarquista. Que unos lo encuentren admirable, que otros lo encuentren despreciable, es cosa que sólo a ellos atañe. La cuestión que se presenta es ésta: ¿es exacto el resultado?
Así lo pensamos nosotros. Las piezas de las cuales lo hemos deducido están a la vista del lector. Por sí mismo juzgará, pues lejos de nosotros la idea de imponer nuestra manera de ver. Con Ernesto Renan creemos que una verdad sólo tiene valor cuando se alcanza por sí misma, cuando se ve todo el orden de ideas a que se relaciona. Así, pues, yo no deseo que el lector crea sin examen la verdad que este libro creo contiene. Le pido tan sólo que lea, que considere las citas doctrinales y los extractos confesionales y mire si estima que las conclusiones que hacemos están deducidas con exactitud.
Ciertamente que experimentamos un placer cuando lo que nosotros juzgamos verdad vemos que así lo juzgan otros hombres; pero deseamos que esta verdad la hallen por sí mismos, que se convenzan y no que crean. No deseando, pues, imponer mis conceptos, he escrito mi libro con una suprema indiferencia, como si escribiese para mí solo y que nadie tuviera que leerlo jamás.
Ruego, por lo tanto, al lector, que no vea en esta monografía ni siquiera un simple deseo de hacerle creer mis deducciones; que sólo vea nuestro vivo deseo de que el mismo llegue a iguales deducciones. Ante sus ojos, ponemos las piezas del proceso. Que el lector juzgue la exactitud, la precisión de nuestras deducciones.
Se nos objetó (3) que los caracteres psíquicos por nosotros determinados, no se concebían en ningún modo con la propaganda por el hecho. No se trata de esto.
La cuestión es: Los caracteres psíquicos determinados, ¿son los que realmente pertenecen a las personas interrogadas? ¿Estas personas son realmente anarquistas?
A la primera de estas preguntas el lector responderá fácilmente teniendo las piezas del debate ante su vista. A la segunda responderemos que las personas cuyas confesiones figuran en este volumen, son realmente anarquistas, así se afirman.
Por otra parte, ¿se puede decir con exactitud que las características mentales que hemos determinado no se concilian con la propaganda por el hecho? Yo no lo creo. No quiero hacer aquí la psicología de los propagandistas por la violencia, de los Ravachol, Pallás, Vaillant, Salvador Franch, Henry, Caserio, etc... Esto será objeto de otro estudio, para el cual recogemos documentos, y que será una contribución a la criminología política. Pero desde ahora podemos afirmar que el examen de los procesos de estos criminales muestra la presencia en su mentalidad de los mismos caracteres psíquicos. Cada lector puede comprobarlos, como hicimos nosotros, con la lectura de los testimonios, de sus declaraciones o factums.
Esto responderá solamente a los espíritus superficiales, y de ningún modo, a los observadores imparciales y sutiles que se acuerden de que en nombre de una religión de amor, los inquisidores quemaron a millares de seres, que en nombre de la Libertad y del Amor a la humanidad, los terroristas del 93 guillotinaron a otros tantos millares.
Inquisidores y terroristas estaban convencidos de que obraban en bien de la humanidad. En su constitución psíquica existía la característica: Amor de los demás, y mataron a los demás en masa y fueron criminales...
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El interrogatorio de que hemos hablado fue enviado a diversos países y publicado en diferentes periódicos, especialmente en El Esclavo, de Tampa; El Corsario, de La Coruña y The Solidarity. Indudablemente, lo conocieron diversos anarquistas de Italia y de Rumanía, pues que obtuvimos respuestas de estos países. Esto dio lugar a una curiosa novela debida a la rica imaginación rumana. En Bucarest, en diciembre de 1894, el periódico oficioso ¡El Constitucional me presentó como el jefe de los anarquistas del mundo entero! ¡Desde Londres, donde residía entonces, yo dirigía el movimiento anarquista! -Sencillamente grotesco. Un periódico conservador, Tzara y una hoja democrática, Adeverul, así lo comprendieron, y qusieron defenderme de este poder dictatorial, lo que no fue obstáculo para que un estudiante en medicina fuese expulsado a causa de esta novela, como tampoco pudieron impedir la difusión de esta novela a través de las fronteras. En Rusia me convirtieron en gran jefe de la Anarquía internacional. En Italia, si he de creer a lo que me contaron algunos, pasé por tener idéntica jerarquía.
Hasta recibí de varios amigos el apreciable consejo de no aventurarme en este último país, pues la cárcel y la expulsión me esperaban.
Todo esto es sencillamente cómico, y lo cuento para diversión del lector. No hay necesidad de desmentir tales groseras patrañas; su mismo absurdo las destruye.
Augustin Hamon
Londres, Noviembre 1894.
París, Marzo 1895.
**NOTAS**
(1).- De estas líneas podrían inferir algunos que para nosotros los hombres son solamente efectos y nunca causas. Opinamos que el hombre es siempre un efecto y que todo efecto obra a su vez como causa.
(2).- Diversos criticos lo manifestaron a causa de nuestro capítulo Psicología del anarquista publicada en la obra del Peligro anarquista.
(3).- La Riforma Sociale, el Manchester Courier, etc., nos hicieron esta objeción.
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