Índice de Anarquismo de Miguel Gimenez IgualadaAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

¿TRANSFORMACIÓN?

Contemplando el mundo de los hombres ... No, no, que el mundo sólo podemos contemplarlo con los ojos de la imaginación, y como anda tan hundido en el caos, todo se ve oscuro, no pudiendo hacer acerca de él ni deducciones precisas ni predicciones claras.

Pero algo nos hacen ver los corresponsales de periódicos que nos envían noticias y comentarios desde todos los puntos del planeta, si bien todos confusos, contradictoros, pues juzgando los acontecimientos del mundo, lo mismo hablan de anarquismo que de socialismo, de democracia que de comunismo, de cristianismo que de nacionalismo, todo mezclado, revuelto, confuso, embarullado, lo que demuestra que confusión y embarullamiento hay en las mentes de los que promueven tumultos y motines, pero también en los que de esos motines hablan.

Peligroso es que los que parecen ser autorizados pregoneros porque por sus altas posiciones en los gobiernos son escuchados por muchas criaturas, hablan de la muerte de las ideologías, y es peligroso porque estos hombres son los mismos que suministraron a los proletarios la idea de abandonar sus anhelos de libertad para cambiarlos por una mejor y más segura pitanza, y la pitanza que recibieron no cubrió sus necesidades y la libertad la perdieron, convirtiéndose en esclavos, no de las instituciones socialistas, sí de los pregoneros. Y aquellas falsas e incumplidas promesas fueron ideologías, ya que ideólogos fueron los que les hicieron tales ofrecimientos.

Esos ideólogos, que enmudecieron durante un tiempo, porque los esclavos habían perdido la facultad de hablar, dicen ahora que se hallan envueltos en las negruras que ellos mismos crearon porque hablan los esclavos pidiendo más pan, que hay que purificar el socialismo lo que equivale a confesar que es impuro, infecto, aunque bien mirado y mejor comprendido, la impureza estuvo y está más que en el sistema, en quienes lo crearon, pues los hombres crean solamente lo que en sí mismos llevan: los puros, purezas; impurezas, los impuros; los buenos, caminos lisos por donde pueda irse a la armonía, los que no son cordiales, desarmonías.

Confirmando la tesis de la impureza del socialismo, Marcuse, el nuevo ideólogo marxista-cristiano, nos habla de un socialismo humanizado, lo que en verdad ya no sería socialismo, pues sólo puede humanizarse el hombre, del que ni Marcuse ni los otros ideólogos se acuerdan, pues todos hablan de sociedad, y la idea de sociedad es siempre tiránica, porque exige que el hombre se le entregue, se le rinda.

Si nos sirviera para medir la calidad del marxismo existente en Francia -el de Rusia no puede ser medido por ser dolor oculto- el hecho de que a la sombra de los estudiantes se declararon en huelga diez millones de obreros socialistas, veríamos que volvieron sumisos al trabajo en cuanto el gobierno les prometió aumentar su ración de comida, comprendiendo ahora, ante tal espectáculo, no la muerte de las ideologías, de que han hablado los comunistas checos, sino la domesticación de los hombres que los socialistas convirtieron en masa, porque por haber desterrado de sus mentes los pensamientos, se acostumbraron a no pensar, a obedecer. ¡Para qué pensar -se dijeron- si nuestros jefes piensan por nosotros!

Asomándonos, ahora sí, a ese mundo que parecía ayer convulsionado y es hoy un lago de agua lisa que los gobernantes llevan a donde les parece por los canales políticos que cavan en las carnes humanas que, descerebradas, el socialismo convirtió en bolsas estomacales, podremos preguntar a los que hablan de transformación o cambio: ¿Se ha producido un cambio en las conciencias y en las ideas con respecto al presente gubernamental del mundo humano o, por el contrario, las mentes continúan habitadas por los mismos pensamientos de liderazgo y de gobierno, pensando por delegación y permitiendo que, también por delegación, les lleven los comestibles a sus alacenas? Si es así, y así es, ¿qué cambios beneficiosos pueden esperarse de los que no piensan y de los que por pensar piensan como jefes?, ¿y qué cambios pueden ofrecer al mundo los estudiantes, en los que algunos depositaron sus esperanzas, si esos jóvenes explosivos, llenos de rebeldías, andan totalmente desorbitados en cuanto a rumbos que han de seguir ellos y los hombres, sus hermanos en humanidad, en desorientación y en desesperanzas?

Bueno, muy bueno que, al parecer, los jóvenes no se hayan adherido a un determinado partido político, porque con tal adhesión hubieran demostrado que eran rebaño, que no tenían nada nuevo en sus mentes, que eran masa. No obstante, algunos se llaman socialistas, otros comunistas, en un grupito de jóvenes iracundos y fanáticos se habla de línea dura, es decir, violenta, sin respeto ni compasión para nada que signifique bondad ni humanidad, y varios son democristianos, como si la democracia pudiera aliarse en algún momento con la religión, que lleva en su entraña la hierocracia; pero la mayoría son descontentos, nada más que descontentos que no aceptan de buen grado la herencia de sus mayores (1). ¿ Anarquistas?, se preguntan algunos esperanzados, en tanto que otros se hacen esa misma pregunta con horror. Y bien podría ser, aunque no pueda asegurarse. Significativo es que en la Sorbona sonara, sin asombro, la palabra anarquía, y más significativo que bajo los pliegues de la bandera negra se sentaran varios estudiantes, considerando ese negrismo como símbolo anárquico. Pero el anarquismo no tiene bandera -y si la tuviera, seria de luz-, porque no es un movimiento social colectivo en el que los hombres se arrebañan, sino un particularísimo estado individual de conciencia que lleva al hombre, que en sí lo crea y mantiene y cultiva, a no querer ejercer dominio sobre ninguna otra criatura humana. Por esa actitud, permanente en él, puede decirse que el anarquista es el hombre por excelencia. Alguna vez dije que anarquismo es una orquestación del ser, porque el anarquista no quiere desafinar nunca con sus semejantes, pero menos todavía consigo mismo, preocupándose por ello de que su vida sea una sinfonía.

¿Conocían esto los jóvenes que en la Sorbona lanzaron al viento la palabra anarquía y se sentaron, como buscando amparo, bajo los pliegues de la bandera negra? No lo sé, ni creo que así fuera, imaginándome más bien que, a lo sumo, tenían de anarquía el concepto de que es subversión constante y eterno estado de insurrección, idea que obliga a que los anarquistas sean temidos y no queridos. Y anarquismo no es eso, sino trabajo, orden, respeto, bondad, amor, sin cuyas prendas morales llevadas a la práctica, no es posible que los hombres vivan en paz y en armonía.

¿Transformación? Sí, sí, todos la apetecemos. Pero para transformar es preciso que llevemos en nuestras mentes ideas nuevas y sentimientos de respeto a nuestro hermano hombre, porque no se puede llegar a una convivencia armoniosa si en nosotros no viven y proliferan ideas y sentimientos de concordia, que solamente los anarquistas llevan hoy en sus mentes y en sus corazones.



Notas

(1) Nada apreciable dejaron los mayores como herencia a sus hijos? ¿Nada hermoso en ciencia, nada bello en arte, nada atrevido como concepto y conquista de libertad, nada audaz como realidad de los más nobles sueños? Piensen los hijos que sus más lejanos abuelos vivieron en la animalidad, y vean el camino que sus padres recorrieron.

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