Índice de Vidas de los filósofos más ilustres de Diógenes Laercio | Anterior | Siguiente | Biblioteca Virtual Antorcha |
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LIBRO PRIMERO
Segunda parte
QUILÓN
l. Quilón, hijo de Damageto (41) fue lacedemonio. Compuso algunas elegías hasta en doscientos versos. Decía que las previsiones que se pueden comprender por raciocinios son obra del varón fuerte. A su hermano, que se indignaba de que no le hacían éforo (42) siéndolo él, respondió: Yo sé sufrir injurias, pero tú no. Fue hecho éforo hacia la Olimpiada LV, aunque Pánfilo dice que en la LVI; y que fue primer éforo (43) siendo arconte Eutidemo, como dice Sosícrates. Que el primero estableció que los éforos estuviesen unidos al rey; aunque Sátiro dice que esto lo había establecido ya Licurgo. Herodoto dice, en el libro primero, que estando Hipócrates (44) sacrificando en Olimpia, como las calderas hirviesen por sí solas (45), le aconsejó Quilón que no se casara, o que dejara a la mujer si ya era casado, y renunciara a los hijos.
2. Se dice que cuando le preguntó Esopo qué era lo que hacía Júpiter, respondió: Humilla a los excelsos, y eleva a los humildes. Al preguntarle en qué se diferencia el sabio del ignorante, contestó: En las buenas esperanzas. Y al cuestionarle qué cosa era dificil, respondió: Guardar el secreto, emplear bien el ocio y sufrir injurias. Daba los preceptos siguientes: Detener la lengua, principalmente en convites; no hablar mal del prójimo, si no queremos oír de él cosa que nos pese; no amenazar a nadie, por ser cosa de mujeres; acudir primero a los infortunios que a las prosperidades de los amigos; casarse sin pompa; no hablar mal del muerto; honrar a los ancianos; cuidarse de sí mismo; escoger antes el daño que el lucro torpe, porque lo primero se siente sólo una vez, lo segundo para siempre; no burlarse del desgraciado; que el poderoso sea humano, para que los prójimos antes lo celebren que lo teman; aprender a mandar bien en su casa; que no corra más la lengua que el entendimiento; reprimir la ira; no perseguir con baldones la adivinación; no querer imposibles; no apresurarse en el camino; no agitar la mano cuando se habla, por ser cosa de necios; obedecer las leyes; amar la soledad.
3. Entre sus adomenos (46) éste fue el más aceptable: Por la piedra de toque se examina el oro, dando prueba de sus quilates, y por el oro se prueba el ánimo del hombre bueno o del malo. Cuentan que, siendo ya viejo, decía que no se acordaba de haber obrado en su vida injustamente; sólo dudaba de una cosa, y era, que cuando una vez tenía que condenar en justicia a un amigo, y queriendo proceder según las leyes, le instó a que le recusase, y así cumplió con la ley y con el amigo. Fue celebradísimo, especialmente entre los griegos, por haber predicho lo de Citere, isla de Laconia, pues al tener observada su situación, dijo: ¡Ojalá nunca hubiese existido, o bien se hubiese sumergido acabada de nacer! Tenía bien previsto lo que sucedió después, ya que Demarato, al huir de Lacedemonia, aconsejó a Jerjes que pusiera sus naves en esta isla. Y si Jerjes lo hubiera ejecutado, con seguridad Grecia hubiera venido a su poder. Pero después Nicias, en la guerra del Peloponeso, ganó la isla, la hizo presidio de los atenienses, y causó grandes daños a los lacedemonios.
4. Quilón era breve en el hablar, por cuya causa Aristágoras Milesio llama quilonio a este estilo, y dice que también lo usó Branco, quien construyó el templo de los branquidas.
5. En la Olimpiada LII ya estaba viejo; en ese tiempo florecía Esopo, el compositor de fábulas. Según dice Hermipo, Quilón murió en Pisa, dando la felicitación a su hijo, que había salido vencedor en los juegos olímpicos, en la lucha de puñetazos. Murió de tanto placer, y debilidad de la vejez. Todos los de la competencia lo honraron en la muerte. Mi epigrama a Quilón es el siguiente:
A ti mil gracias, Pólux rutilante,
con cuyo auxilio de Quilón el hijo
consiguió el acebuche siempre verde,
en lucha de puñetazos. Si su padre,
al contemplar al hijo coronado,
murió de gozo, nadie le condene:
¡Dichoso yo, si tal mi muerte fuera!
A su imagen se puso esta inscripción:
La fuerte en lanza y valiente Esparta
sembró a Quilón (47), primero de los siete.
Apotegma suyo es: ¿Prometes? Cerca tienes el daño. Suya es también esta breve carta:
QUILÓN A PERIANDRO
6. Me escribes sobre la expedición que quieres emprender contra los que están ausentes de ahí, en la cual irás tú mismo. Yo juzgo que un monarca tiene en peligro hasta las cosas de su casa, y tengo por feliz al tirano que muere en su cama sin violencia.
PITACO
1. Pitaco, hijo de Hirradio, nació en Mitilene; pero su padre fue de Tracia, según escribe Duris. Pitaco, en compañía de los hermanos de Alceo, destronó a Melancro, tirano de Lesbos. Disputándose con las armas los atenienses y mitilenos los campos aquilitides, y siendo Pitaco el conductor del ejército, salió a batalla singular con Frinón, capitán de los atenienses, que era pancraciaste y olimpiónico (48). Ocultó la red debajo del escudo, enredó de improviso a Frinón, y quitándole la vida, conservó a Mitilene el campo por el cual peleaban, aunque después se lo disputaron nuevamente ante Periandro, oidor de esta causa, quien lo adjudicó a los atenienses, según dice Apolodoro en las Crónicas. Desde entonces tuvieron los mitilineos a Pitaco en gran estima, y le dieron el mando, del cual hizo voluntaria renuncia después de haber gobernado diez años la República y puesto en orden. Sobrevivió a esto otros diez años. Un campo que los mitilineos le dieron, lo consagró, y aún hoy se llama Pitaqueo. Sosícrates escribe que habiendo quitado a este campo una pequeña parte, dijo que aquella parte era mayor que el todo (49).
2. No recibió una cantidad de dinero que Creso le daba, diciendo que tenía doblado de lo que quería: había heredado los bienes de su hermano muerto sin hijos. Pánfilo dice, en el libro II de sus Comentarios, que cuando estaba Tirreo, hijo de Pitaco, en la ciudad de Cumas, sentado en casa de un barbero, lo mató un broncista tirándole un hacha; y que cuando los cumanos enviaron al agresor a Pitaco, éste, luego de conocer el caso, lo absolvió, diciendo que el perdón era mejor que el arrepentimiento (50). Pero Heráclito dice que habiendo ido preso a manos de Alceo, le dio la libertad, diciendo que era mejor el perdón que el castigo. Puso leyes contra la embriaguez, por las cuales caía en doble pena el que se embriagaba, a fin de que no lo hicieran, aunque había mucho vino en la isla. Decía que era cosa dificil ser bueno, de lo cual hace también memoria Simónides, al decir:
Que es cosa muy dificil
ser el varón perfectamente bueno,
de Pitaco es sentencia verdadera.
Platón en su Protágoras nos recuerda aquellas sentencias de Pitaco: A la necesidad ni aun los dioses repugnan. El mando manifiesta quién es el hombre.
3. Al preguntarle una vez qué es lo mejor, respondió: Ejecutar bien lo que se emprende. Le preguntó Creso cuál era el imperio mayor, y respondió que el de maderas diferentes, significando por ello las leyes (51). Decía también que las victorias habían de conseguirse sin sangre. A Focaico, que decía que convenía buscar un hombre diligente, respondió: No lo hallarás, por más que lo busques. A unos que preguntaban qué cosa sería muy grata, contestó: El tiempo. ¿Qué cosa incógnita? Lo venidero. ¿Qué cosa fiel? La tierra. ¿Qué cosa infiel? El mar. También decía que es propio de los varones prudentes precaverse de las adversidades antes que vengan, y de los fuertes tolerarlas cuando han venido. No publiques antes lo que piensas hacer, pues si se te frustra se reirán de ti. A nadie objetes su infelicidad, no sea que te expongas a quejas bien fundadas. Vuelve a su dueño lo que recibieres en depósito. No hables mal del amigo, ni tampoco del enemigo. Ejercita la piedad. Ama la templanza. Guarda verdad, fe, prudencia, destreza, amistad y diligencia.
4. Sus adomenos más famosos son:
Contra el hombre malvado
debe salir el bueno bien armado.
No habla verdad la lengua cuantas veces
el corazón procede con dobleces.
También escribió seiscientos versos elegíacos. Y en prosa trató sobre las leyes, dedicándolo a los ciudadanos. Su florecimiento fue por la Olimpiada XLII, y murió gobernando Aristomenes, el tercer año de la Olimpiada LII, cuando ya era viejo y mayor de setenta años. En el sepulcro le pusieron este epitafio:
Aquí sepulta la sagrada Lesbos
a Pitaco, su hijo,
con el llanto más sincero y prolijo.
Es apotegma suyo: Tempus nosce. Conoce la ocasión o la oportunidad. Hubo otro Pitaco legislador, de quien habla Favorino en el libro I de sus Comentarios, y Demetrio en los Colombroños, el cual Pitaco fue llamado por sobrenombre el Pequeño.
5. Cuentan que Pitaco el sabio, al ser consultado por un joven sobre casamiento, respondió lo que dice Calímaco en los epigramas siguientes:
Un joven atarnense, consultando
a Pitaco, nacido en Mitilene,
hijo de Hirradio: Padre -le decía-,
dos novias me depara la fortuna;
la una me es igual en sangre y bienes;
mas la otra me excede en ambas cosas.
¿Cuál deberé elegir? ¿Cuál me conviene?
¿Cuál de las dos recibo por esposa?
Alzó Pitaco el báculo diciendo:
Resolverán tu duda esos muchachos
que ves ahí con el látigo en la mano,
en medio de la calle dando giros;
síguelos, y contempla lo que dicen.
Toma tu igual, decían; y el mancebo,
que comprendió el enigma brevemente,
se casó con la pobre como él era.
Así, Dión amigo,
que cases con tu igual también te digo.
Tal parece que tenía razón para hablar así, porque su mujer fue más noble que él, pues era hermana de Dracón, hijo de Pentilo; mujer sumamente soberbia con él.
6. Alceo llama a Pitaco sarápoda, y sárapon, por tener los pies anchos y llevarlos arrastrando; queiropoden, porque tenía grietas en los pies a las cuales llaman queiradas; gáurica, porque se ensoberbecía sin motivo; fúscona, fuscón, y gastron, porque era tripudo; Zofodorpidan, porque cenaba tarde y sin luz; agasirto, finalmente, porque daba motivo para que hablaran de él, y porque era muy sucio (52). Se ejercitaba moliendo trigo, como dice Cleurco filósofo. Existe una breve epístola suya, que dice así:
PITACO A CRESO
7. Me exhortas a que vaya a Lidia y vea tus riquezas. Aunque no las he visto, me convenzo que el hijo de Aliato es el más opulento de los reyes. Yo no tendré más yendo a Sardes, puesto que no necesito oro, nos basta lo que poseo a mí y a mis familiares. Iré, sin embargo, sólo por familiarizarme con un varón de tanta hospitalidad.
BIANTE
l. Este filósofo, natural de Priena, hijo de Teutamo, fue preferido por Sátiro entre los siete sabios de Grecia. Dicen que fue rico. Duris afirma que fue advenedizo a Priena; y Fanódico, que habiendo rescatado ciertas doncellas misenias que se hallaban cautivas, las consideró como hijas, las dotó y las remitió a sus padres a Misena. Poco después, al encontrar en Atenas unos pescadores, como ya dijimos, el trípode de oro con la inscripción: Para el más sabio, dice Sátiro que las mismas doncellas salieron en público, contaron lo que Biante había hecho por ellas, y lo aclamaron sabio. Entonces le enviaron el trípode; pero luego que lo vio, dijo: Apolo es el sabio; y no lo admitió. Fanódico y otros dicen que no fueron las doncellas quienes aclamaron sabio a Biante, sino los padres de éstas (53). Otros dicen que consagró el trípode a Hércules en Tebas, por ser oriundo de ella, y Priena su colonia; lo que afirma también Fanódico.
2. Dicen que cuando Aliate tenía cercada a Priena, Biante engordó dos mulos y los introdujo en el campo del enemigo; que al verlos, se maravilló mucho Aliate de que hasta los animales estuvieran tan lucidos en la plaza; y meditando en levantar el cerco, envió un hombre a ella para que observara su estado. Al saberlo Biante, hizo enseguida muchos montones de arena, los cubrió de trigo y los dejó ver al enviado; y cuando lo supo Aliate, hizo paz con los prieneses. Luego mandó llamar a Biante; mas este respondió: Yo mando a Aliate que coma ahora cebollas, es decir, que llore.
3. También se dice que fue un vehementísimo orador de causas; pero siempre usó bien su elocuencia. A esto aludió Demódico (54). Lerio, cuando dijo que el orador de causas debía imitar al prienés. E Hiponacte solía decir en proverbio: Mejor se ha portado que Biante prienés.
4. De este modo murió: después de orar en defensa de un pleito de un amigo suyo (siendo ya anciano) y descansando un poco de esta fatiga, reclinó la cabeza en el seno de un nieto suyo, hijo de su hija. También había orado el contrario en la causa; y como los jueces sentenciaran en favor del cliente de Biante, ganado el pleito, fue hallado muerto en el seno mismo del nieto. Lo enterró magníficamente la ciudad, y escribió en su sepulcro este epitafio:
Cubre esta hermosa piedra y pavimento
al prienés Biante, honor de Jonia.
El mío dice así:
Aquí yace Biante, a quien Mercurio
llevó tranquilamente,
blanco nevado viejo, al sitio oscuro.
Oró y venció la causa de un amigo;
y en el pecho de un joven reclinado,
vino a extender su sueño largamente.
5. Escribió de la Jonia hasta dos mil versos, la manera en que principalmente podía ser feliz. De sus adomenos, los más conocidos fueron los siguientes:
Si vives en ciudad, placer procura
a los conciudadanos;
pues esto gusta a todos.
Pero, por el contrario, la arrogancia
ha sido siempre a todos perniciosa.
Sus sentencias dicen: Ser fuerte en el cuerpo es obra de la Naturaleza; mas decir lo útil a la patria es cosa del ánimo y de la prudencia. Las riquezas vinieron a muchos aun casualmente. Llamaba infeliz a quien no podía sufrir la infelicidad, y enfermedad del ánimo apetecer imposibles y olvidarse del mal ajeno. Al preguntarle qué cosa es dificil, respondió: Sufrir constantemente la decadencia del propio estado. Navegando una vez con unos impíos, como la nave fuese presa de una tormenta y ellos invocaran a los dioses, les dijo: Callad, no sea que los dioses os vean navegar aquí. A un hombre impío que le preguntó qué cosa es piedad, no le contestó nada; y cuando éste le preguntó cuál era la causa de no responderle, dijo: Callo porque preguntas cosas que no te pertenecen. Al preguntarle qué cosa es dulce a los hombres, respondió: La esperanza. Decía que antes quería juzgar entre enemigos que entre amigos, porque uno de los amigos había de quedar enemigo del todo, pero de los enemigos debía uno hacérsele amigo. Cuando le preguntaron otra vez qué cosa deleita más al hombre, respondió: La ganancia. Decía que conviene que midamos nuestra vida tanto como si hubiésemos de vivir mucho, cuanto habiendo de vivir poco (55). Que amemos como que habemos de aborrecer; pues son muchos los malos. Daba los consejos siguientes: Emprende con lentitud lo que pienses ejecutar; pero una vez emprendido, sé constante en ello. No hables atropelladamente, pues indica falta de juicio. Ama la prudencia. Habla de los dioses según son. No alabes a causa de sus riquezas al hombre indigno. Si pretendes alcanzar alguna cosa, que sea persuadiendo, no coartando. Atribuye a los dioses lo bien que obrares. Toma la sabiduría por compañera desde la juventud hasta la vejez, pues es la más estable de todas las posesiones.
6. También Hiponacte hace memoria de Biante, como ya dijimos. Y el desapacible Heráclito lo recomienda mucho, especialmente cuando dice: En Priena nació Biante, hijo de Teutamo, cuyo nombre es más respetable que el de los otros. Y los prieneses le dedicaron una capilla que llaman Teutamio. También es sentencia suya: Los malos son muchos.
CLEOBULO
l. Cleobulo, hijo de Evágoras, fue nativo de Lindo, o según dice Duris, de Caria. Algunos lo suponen descendiente de Hércules, y dicen que fue robusto y hermoso de cuerpo, y que estudió Filosofia en Egipto. Que tuvo una hija llamada Cleobulina, la cual compuso enigmas en versos hexámetros, y a la que menciona Cratino en su drama que lleva este mismo nombre en número plural (56), y que renovó en Atenas el templo de Minerva, que había construido Danao.
2. Compuso cánticos y sentencias oscuras hasta en tres mil versos. Algunos dicen que fue suyo el epitafio puesto a Midas:
Una virgen de bronce soy que yago
recostada de Midas al sepulcro.
Mientras fluyan las aguas, y se eleven
de la tierra los árboles frondosos;
mientras renazca el sol, y resplandezca
en las esferas la argentada luna;
mientras corran los ríos, y los mares
por las riberas extenderán sus olas,
aquí estaré, vertiendo triste llanto
sobre esta sepultura, y advirtiendo
a todo pasajero y caminante
que en ella sepultado yace Midas.
En prueba de lo cual trae un cántico de Simónides, que dice así:
¿Qué mente habrá que pueda
alabar dignamente
a Cleobulo, indígena de Lindo,
que a los ríos perennes,
floridas primaveras,
a los rayos del sol, dorada luna,
y a las marinas olas
permanentes columnas antepone?
Inferior a los dioses
es todo lo criado.
Hasta la dura piedra
quebranta mortal mano;
pero es consejo de varón insano.
Esto hace constar que este epitafio no es de Homero, como dicen, ya que éste precedió a Midas por muchos años. En los Comentarios de Pánfilo se observa este enigma suyo, que significa el año:
Tiene un padre doce hijos,
y cada uno de ellos hijas treinta,
todas bien diferentes en aspecto;
pues por un lado blancas como nieve,
oscuras por el otro se presentan.
También, siendo inmortales, mueren todas (57).
De sus adomenos son célebres los siguientes:
Reina en la mayor parte de los hombres
con gran verbosidad mucha ignorancia.
Si tienes ocasión, hacer procura
alguna cosa ilustre y admirable.
Nunca seas ingrato, nunca vano.
3. Opinaba que es conveniente casar a las hijas jóvenes en edad, pero maduras en la prudencia; enseñando por ello que las jóvenes deben ser instruidas. Que conviene favorecer al amigo para que lo sea más, y al enemigo para hacerlo amigo. Guardarse de la calumnia de los amigos y de las asechanzas de los enemigos. También que cuando uno salga de casa, piense primero qué es lo que ha de hacer; y cuando vuelva, qué es lo que ha hecho. Encargaba mucho el ejercicio corporal. Que antes procuremos el escuchar que el ser escuchados (58). Que amemos más el estudio que la ignorancia. Que la lengua no sea maldiciente. Que seamos familiares de la virtud, y extraños del vicio. Huir de la injusticia, aconsejar a la patria lo mejor, refrenar los apetitos, no hacer cosa alguna por fuerza, instruir a los hijos, deshacer las enemistades. A la mujer ni halagarla ni reñirla delante de otros, porque lo primero, indica demencia; y lo segundo, furor. Que no se ha de reñir al doméstico cuando está embriagado. Decía: Cásate con mujer de tu igual, porque si la eliges más noble que tú, los suyos te mandarán. No rías del que es perseguido con burlas y ofensas, porque se hará tu enemigo. En tus prosperidades no te ensoberbezcas, ni en las adversidades te abatas de ánimo. Aprende a sufrir con fortaleza los reveses de la fortuna.
4. Murió viejo, de setenta años; y en su sepulcro se le puso este epitafio:
A Cleobulo sabio muerto llora
su patria Lindo, a quien el mar circuye.
Su apotegma es: La medida es lo mejor de todas las cosas. Escribió a Solón la carta siguiente:
CLEOBULO A SOLÓN
Son muchos los amigos que tienes, y todos con casa propia. Yo pienso que Lindo sería muy buena tierra para vivir Sólón, por ser ciudad libre. Es isla de mar; y si quieres habitar en ella, ningún daño te vendrá de Pisístrato, y concurrirán a verte amigos de todas partes.
PERIANDRO
l. Periandro, hijo de Cipselo, nació en Corinto, de la familia de los heráclidas. Se casó con Lísida, a quien él llamaba Melisa, hija de Procleo, rey de Epidauro y de Eristenea, hija de Aristócrates y hermana de Aristodemo, los cuales dominaban toda la Arcadia, como dice Heráclides Póntico en el libro Del principado. Tuvo dos hijos con ella: Cipselo y Licofrón; el menor de los cuales fue advertido, y el mayor fue estólido. Pasado algún tiempo, atacado Periandro por la ira, le quitó la vida a su mujer, que entonces estaba encinta, dándole de patadas debajo de una escalera (59), incitado por las malas persuasiones de sus concubinas, a las cuales quemó después. Desterró a su hijo Licofrón a Corcira, porque se condolía de su madre; pero después, viendo cerca la vejez, le pidió venir para darle el reino. Lo supieron antes los corcireses, y mataron a Licofrón; por lo cual, encendido en ira Periandro, envió a Aliate a los hijos de los corcireses para que los castrase; pero cuando la nave llegó a Samos, hicieron súplicas a la diosa luno, y los samios los libraron. Cuando Periandro lo supo le dio tanto pesar, que murió luego, a los ochenta años de edad. Sosícrates dice que murió cuarenta años antes que Creso, uno antes de la Olimpiada XLIX.
2. Dice Herodoto en el libro primero que Periandro fue huésped de Trasíbulo, tirano de Mileto. Arístipo escribe en el libro primero De las delicias antiguas que, enamorada de Periandro su madre Cratea, solían unirse lascivamente a escondidas, deleitándose con ella; pero habiéndose divulgado este hecho, fue tanto su disgusto, que se hizo insoportable a todos. Eforo dice que ofreció a Júpiter una estatua de oro si vencía con su cuadriga en los juegos olímpicos; que cuando resultó vencedor y careciendo del oro, como viera en cierta festividad a las mujeres adornadas, les quitó las joyas, y así cumplió su promesa. Se cuenta que para ocultar su sepulcro, planeó lo siguiente: mandó a dos jóvenes, mostrándoles un camino, que vinieran de noche, le quitaran la vida y lo enterraran donde lo encontraran; detrás de éstos envió cuatro que matasen a los dos y los enterraran, y finalmente, contra éstos envió muchos. De este modo murió a manos de los primeros. Sin embargo, los corintios le pusieron el epitafio siguiente sobre un cenotafio (60):
Conserva al rico y sabio, Periandro
Corinto, patria suya,
en este sitio y seno, al mar vecino.
Yo le hice otro, que dice:
No debes condolerte si no logras
aquello que deseas. Cada uno
con lo que dan los dioses se contente;
pues aquí yace el sabio Periandro,
que no pudo lograr lo que quería.
Son sentencias suyas: Nada se ha de hacer por interés. Se han de lucrar las cosas lucrables.
3. Escribió documentos hasta en dos mil versos. Decía que los que quieran reinar seguros, se protejan con la benevolencia, no con las armas. Al preguntarle por qué reinaba él, contestó: Porque es igualmente peligroso ceder de grado, o ceder por fuerza. También decía: Es buena la quietud; peligrosa la precipitación, torpe la usura; es mejor el gobierno democrático que el tiránico; los gustos son perecederos, pero los honores son inmortales. En las prosperidades sé moderado; en las adversidades, prudente. Serás siempre el mismo para tus amigos, sean dichosos o desdichados. Cumple lo que hayas prometido. No publiques las cosas secretas. Castiga no sólo a los que hayan delinquido, sino también a los que quieran delinquir.
4. Periandro fue el primero que se hizo acompañar de hombres armados, y redujo a tiránico el gobierno republicano. Y según Eforo y Aristóteles, prohibió a algunos que vivieran en la ciudad. Floreció por la Olimpiada XXXVIII, y reinó cuarenta años. Soción, Heráclides y Pánfilo en el libro V de sus Comentarios, dicen que hubo dos Periandros, uno, el Tirano; otro, el Sabio, que fue nativo de Ambracia. Y Neantes Ciziceno agrega que fueron primos hermanos. Aristóteles dice que Periandro el Sabio fue corintio; Platón lo omite. Es suya la sentencia: Todo lo consigue el trabajo. Quiso abrir o cortar el istmo (61). Se conocen de él las epístolas siguientes:
PERIANDRO A LOS SABIOS
5. Doy muchas gracias a Apolo Pitio de que mis cartas os hayan hallado a todos juntos, y espero os traigan ellas a Corinto. Yo, por lo menos, os estoy esperando; veréis con cuánta civilidad os recibo. Entiendo que como el año pasado fuisteis a Sardes de Lidia, no dilataréis ahora en venir a mí, rey de Corinto, pues los corintios tendrán gusto de veros ir a casa de Periandro.
PERIANDRO A PROCLEO
6. El fracaso de mi mujer aconteció contra mi voluntad; pero tú serás injusto con exacerbar voluntariamente el ánimo de mi hijo contra mí. Así, o calma la fiereza de mi hijo para conmigo, o me vengaré de ti; pues yo vengué la muerte de tu hija abrasando vivas a mis concubinas, y quemando junto al sepulcro de aquella los adornos de todas las matronas corintias.
Trasibulo escribió a Periandro lo siguiente:
TRASIBULO A PERIANDRO
7. Nada respondí a tu enviado, sino que llevándolo a un campo de mies, vio cómo cortaba yo las espigas más altas dándoles con una vara; si se lo preguntas, él te contará lo que oyó y vio. Obra tú así, ya que quieres retener el mando; deshazte de los ciudadanos poderosos, te parezcan enemigos o no, pues al tirano incluso los amigos le son sospechosos.
ANACARSIS ESCITA
1. Anacarsis Escita, hijo de Gnuro y hermano de Caduida, rey de Escitia, nació de madre griega, por esto supo ambos idiomas. Escribió sobre las leyes de los escitias, y sobre lo referente a la frugalidad de la vida de los griegos. Escribió también de la guerra hasta unos ochocientos versos. Su libertad en el decir dio motivo al proverbio de hablar escítico. Sosícrates dice que Anacarsis vino a Atenas en la Olimpiada XLVII, siendo arconte Eucrates; y Hermipo, que fue a casa de Solón, y mandó a uno de los familiares de éste que dijera a su amo que Anacarsis estaba allí, y si quería gozar de su vista y hospedaje. Que el criado dio el recado a Solón, el cual respondió que los huéspedes son los que están en su patria (62). Con esto entró Anacarsis, diciendo que él estaba entonces en su patria, y por tanto, le pertenecía hacer huéspedes a otros. Admirado Solón de la prontitud, lo recibió y lo hizo su gran amigo.
2. Pasado algún tiempo, volvió a Escitia, y como parecía querer reformar las leyes patrias y establecer las griegas, lo mató quien se decía su hermano andando de caza, con una flecha. Murió diciendo que por su elegancia en el decir había vuelto salvo de Grecia, y que moría en su patria por envidia. Algunos dicen que murió cuando estaba sacrificando, al uso griego. Mi epigrama para él es así:
Vuelto a Escitia Anacarsis,
quiso enmendar errores de su patria,
procurando viviese al uso griego:
Mas no bien pronunciada su sentencia,
cuando un volante dardo en un momento
lo trasladó a los dioses inmortales.
3. Decía que la cepa lleva tres racimos: el primero, de gusto; el segundo, de embriaguez; y el tercero, de disgusto. Se admiraba mucho de que entre los griegos se desafiaran los artistas y juzgaran de las obras los que no eran artífices. Al preguntarle de qué forma se haría uno abstemio o aguado, contestó: Mirando los torpes gestos de los borrachos. También decía que se maravillaba de cómo los griegos, que ponían leyes contra los que injuriaban a otros, honraban a los atletas que se hieren mutuamente. Cuando supo que el grueso de las naves no es de más de cuatro dedos, dijo: Tanto distan de la muerte los que navegan. Llamaba al aceite medicamento de frenesí, pues ungidos con él los atletas, se enfurecían más unos contra otros. Decía: ¿Cómo es que los que prohíben el mentir mienten abiertamente en las tabernas? Se admiraba también de que los griegos al principio de la comida bebieran en vasos pequeños, y después de saciados en vasos grandes (63). En sus retratos anda esta inscripción: Se debe refrenar la lengua, el vientre y la carne.
4. Cuando le preguntaron si en Escitia había flautas, respondió: Ni tampoco cepas. A uno que le preguntó qué naves eran más seguras, le contestó: Las que están en el puerto (64). Decía que había visto en Grecia una cosa que lo admiraba: que dejaban el humo en el monte y traían la leña a casa (65). Al preguntarle uno si eran más los vivos que los muertos, respondió: ¿En qué clase de esas dos pones a los navegantes? A un ateniense que le objetaba el que era escitia, contestó: A mí me deshonra mi patria; pero tú eres el deshonor de la tuya. Cuando le preguntaron qué cosa era buena y mala en los hombres, respondió: La lengua. Decía que era mejor tener un amigo ilustre que muchos ordinarios. Llamaba al foro lugar destinado para mutuos engaños y fraudes. Una ocasión que un joven lo injurió en un convite, dijo: Mancebo, si ahora que eres joven no puedes sufrir el vino, cuando envejezcas sufrirás el agua. Según algunos, inventó para el uso de los humanos las áncoras y la rueda de alfar. Escribió la carta siguiente:
ANACARSIS A CRESO
5. Me fui a Grecia, oh rey de Lidia, a fin de aprender sus costumbres y disciplina. No necesito ningún oro, y me basta si vuelvo a Escitia más instruido; no obstante, pasaré a Sardes, pues tengo en mucho ser tu conocido.
MISÓN
1. Misón, hijo de Estrimón, como dice Sosícrates, llamado Queneo por ser de Quena, pueblo oeteo o lacónico según Hermipo, es contado entre los siete sabios. Dicen que su padre fue tirano. También hay quien dice que al preguntar a Anacarsis si había otro más sabio que él, respondió la pitonisa, como ya dijimos de Quilón en la Vida de Tales:
Cierto Misón Oeteo, en Quene hallado,
corazón más dispuesto a la prudencia
tiene que tú, Anacarsis, y a la ciencia.
A causa de esto, Anacarsis fue al lugar de Misón en tiempo de verano, y al hallarlo que ponía la esteva al arado, le dijo: Ahora, oh Misón, todavía no es tiempo de arado. A lo que el otro le respondió: Pero lo es mucho para componerlo y prevenirlo.
2. Otros dicen que el oráculo dijo así: Cierto Misón Eteo, etc., y van indagando qué significa Eteo. Parménides dice que es una aldea de Laconia, de la cual fue nativo Misón. Sosícrates dice en las Sucesiones que Misón fue eteo por su padre; y por su madre, queneo. Eutifrón, hijo de Heráclides póntico, dice que fue cretense, pues había en Creta un pueblo llamado Etea. Anaxilao lo supone arcade. Hiponacte lo recuerda en esta forma:
Misón, a quien Apolo
llamó el más sabio de los hombres todos.
3. Aristóxenes dice en su Historia varia que Misón no se diferenció mucho de Timón y de Apimanto, pues también aborrecía a los hombres. Lo vieron reír estando solo en el campo de Lacedemonia; y como el que lo halló de improviso le preguntó con instancias por qué reía si no había nadie presente, dijo: Por eso mismo. También dice Aristóxenes que Misón no fue célebre a causa de no haber nacido en ciudad, sino en un cortijo, y desconocido; por cuya razón muchas de sus cosas se atribuyen a Pisístrato. Lo mismo opina Platón el Filósofo. pues hace memoria de él en su Protágoras, y lo pone en lugar de Periandro. Decía Misón que no se han de buscar las cosas por las palabras, sino las palabras por las cosas; pues no se hacen las cosas por las palabras, sino las palabras por las cosas. Murió a los noventa y siete años de edad (66).
EPIMÉNIDES
l. Epiménides, en la opinión de Teopompo y muchos otros, fue hijo de Festio; pero según algunos más, de Dosiado, y según otros, de Agesárco. Fue cretense, natural de Gnosa; pero no lo parecía por usar el pelo largo. Una ocasión su padre lo mandó a un campo suyo con una oveja, y desviándose del camino, a la hora del mediodía se metió en una cueva, y durmió allí, por espacio de cincuenta y siete años (67). Al despertar después de este tiempo, buscaba la oveja, creyendo haber dormido sólo un rato; pero al no encontrarla regresó al campo, y como lo vio todo de otro aspecto, e inclusive el campo en poder de otro, maravillado en extremo se fue a la ciudad. Quiso entrar en su casa; y le preguntaron quién era; halló a su hermano menor, entonces ya viejo, el cual supo de su boca toda la verdad. Conocido por esto de toda Grecia, lo consideraron por muy amado de los dioses.
2. Cuando padecían peste los atenienses, y al responder la pitonisa que se purificara la ciudad, enviaron a Creta con una nave a Nicias, hijo de Nicerato, para que trajesen a Epiménides. Vino, en efecto, en la Olimpiada XLVI, limpió la ciudad, y ahuyentó la peste de la manera siguiente: tomó algunas ovejas negras y blancas, las condujo al Areópago y las dejó para que de allí se fueran a donde quisieran, mandando a los que las seguían que donde se echara cada una de ellas las sacrificaran al dios más vecino al paraje. De este modo cesó el daño. Desde entonces se hallan por los pueblos de los atenienses diferentes aras sin nombre (68), en memoria de la expiación hecha entonces.
3. Dicen algunos que la causa de la peste fue la maldad de Cilonio; y cuentan el modo en que se terminó, que fue al morir los dos jóvenes, Cratino y Clesibio, con lo cual cesó la calamidad. Los atenienses le dieron un talento y una nave para que regresara a Creta; pero él no aceptó el dinero, y prefirió hacer confederación entre los gnosios y atenienses; luego regresó a su casa y murió de allí a poco, a la edad de ciento cincuenta y siete años, según dice Flegón en el libro De los que vivieron mucho (69). Los cretenses dicen que murió de doscientos noventa y nueve años, pero Jenófanes Colofonio afirma haber oído decir que de ciento cincuenta y cuatro.
4. Compuso cinco mil versos sobre la generación de los curetes y coribantos, y sobre la de los dioses; y seis mil quinientos sobre la construcción de la nave Argos, y la expedición de Jasón a Coleos. Escribió también en prosa acerca de los sacrificios y de la República de Creta; como también de Minos y Radamanto hasta unos cuatro mil versos. Erigió en Atenas un templo a las Euménides (70), como dice Lobón Argivo en el libro De los poetas. Dicen que fue el primero que purificó las habitaciones y los campos, y el primero que fundó templos (71). Hay quien afirma que no durmió, sino que se entretuvo algún tiempo en cortar raíces. Se conoce una carta suya a Solón legislador, que trata de la República cretense, ordenada por Minos; aunque Oemetrio de Magnesia, en su libro De los poetas y escritores colombroños o de un mismo nombre, se esfuerza en sostener que esta carta es moderna; no va escrita en dialecto cretense, sino ático moderno. Yo he hallado otra carta suya, que dice así:
EPIMÉNIDES A SOLÓN
5. Buen ánimo, amigo, porque si la invasión tiránica de Pisístrato hubiese hallado a los atenienses hechos a la servidumbre, o sin buenas leyes, sería largo su dominio, pero como esclaviza a hombres nada cobardes, y que, acordándose de las amonestaciones de Solón, gimen avergonzados, no tolerarán verse tiranizados. Y aunque Pisístrato tenga ocupada la ciudad, espero que su imperio no pasará a sus hijos; pues es muy dificil que acepten ser esclavos hombres que se vieron libres y se gobernaron por leyes excelentes. Tú no te aflijas, mejor vente cuanto antes a estar conmigo en Creta, donde no tendrás monarca que te moleste, pues si andando de viaje cayeres en manos de sus amigos, temo que sufras algún daño.
6. Contaba Demetrio, según escriben algunos, que Epiménides recibía la comida de mano de las ninfas, y que la guardaba en una uña de buey; que la iba tomando de allí poco a poco, de manera que no necesitaba excrementar, ni jamás hubo quien lo viera comer. Hace memoria de él Timeo en su segunda (72). Dicen algunos que los cretenses le ofrecen sacrificios como a un dios. También dicen que tuvo conocimiento de las cosas futuras, pues cuando vio en Atenas el puerto de Muniquia, dijo a los atenienses que no sabían cuántos daños les había de acarrear el lugar aquel, pues de saberlo, lo devorarían con sus dientes. Esto lo predijo mucho antes de que pasara.
7. Dicen que él mismo se llamaba Eaco; que predijo a los lacedemonios que habían de ser prisioneros de los arcades, y que aparentó muchas veces que resucitaba. Escribe Teopompo, en su libro De las cosas admirables, que cuando construía el templo de las ninfas se oyó una voz del cielo que decía: Epiménides, no lo dediques a las ninfas, sino a Júpiter. También predijo a los cretenses el estrago que los arcades habían de hacer en los lacedemonios, según dijimos antes; y efectivamente fueron derrotados, junto a Orcomeno. Teopompo agrega que envejeció en tantos días como años había dormido (73). Mironiano dice en sus Símiles que los cretenses lo llamaban Curete. Los lacedemonios guardaron su cuerpo, avisados por un oráculo, como asegura Sosibio Lacedemonio. Hubo otros dos Epiménides: uno era escritor de genealogías, y el otro, de la Historia de Rodas, en dialecto dórico.
FERECIDES
1. Ferecides, hijo de Badio, nativo de Siros, según dice Alejandro en las Sucesiones, fue discípulo de Pitaco. Fue el primer griego que escribió del alma y de los dioses. Se cuentan de él muchos prodigios, pues al pasearse una vez por la playa del mar de Samos, y ver una nave que corría con buen viento, dijo que dentro de breve tiempo se anegaría, y efectivamente, zozobró a causa del mismo. Asimismo, al beber agua sacada de un pozo, pronosticó que dentro de tres días habría terremoto, y así sucedió. Subiendo de Olimpia a Micenas, aconsejó a Perilao, que lo hospedó en su casa, que se fuera de allí con su familia, pero no se convenció Perilao, y Micenas fue tomada después por los enemigos.
2. Decía a los lacedemonios, según escribe Teopompo en su libro De las cosas admirables, que no se deben honrar el oro y la plata; que esto se lo había mandado decir Hércules, el cual mandó también la misma noche a los reyes que obedeciesen a Ferecides en ello. Algunos atribuyen esto a Pitágoras. Cuenta Hermipo que cuando hubo guerra entre los efesinos y magnesios, y él deseaba que vencieran los efesinos, preguntó a uno que pasaba de dónde era, y al responderIe que de Efeso, le dijo: Pues llévame de las piernas, y ponme en territorio de Magnesia; luego dirás a tus paisanos que me entierren en el paraje mismo donde conseguirán la victoria. Manifestó aquel este mandato de Ferecides a los ciudadanos, los cuales, eféctuada la batalla el día siguiente, vencieron a los magnesios, y buscando a Ferecides, lo enterraron allí mismo y le hicieron muy grandes honras. Algunos dicen que se precipitó él mismo del monte Coricio, caminando a Delfos; pero Aristóxenes, en el libro De Pitágoras y sus familias, dice que murió de enfermedad y lo enterró Pitágoras en Delfos. Otros opinan que murió comido por piojos.
3. Al venir Pitágoras a visitarlo, y preguntarle cómo se hallaba, sacó por entre la puerta un dedo y le dijo: Conjetura de aquí el estado del cuerpo. Los filósofos tomaron después en mal sentido estas palabras, y aun pecan todavía los que en mejor sentido las interpretan. Decía que los dioses llaman tioron a la mesa. Andrón Efesino dice que hubo dos Ferecides, ambos de Siros: uno era astrólogo, y el otro, teólogo, hijo de Badio, de quien Pitágoras fue discípulo. Pero Erastótenes afirma que de Siros no hubo más que un Ferecides, pues el otro, escritor de genealogías, fue ateniense. De Ferecides Sirio nos ha quedado un libro, cuyo principio es: Júpiter y el tiempo y la tierra fueron siempre una misma cosa. La tierra se llamaba terrena después que Júpiter la hizo honores. En la isla de Siros se conserva un heliotropio (74) de Ferecides. Duris, en el libro II De las cosas sacras, dice que se le puso el epitafio siguiente:
Da fin en mí sabiduría toda;
y si más a Pitágoras se debe,
es por ser el primero de los griegos.
Ion Quío escribe de él en esta forma:
Yace sin alma, y dulce vida goza;
y aunque cede a Pitágoras la palma,
vio y aprendió los usos de los hombres.
Mi epigrama, en verso ferecrático, dice lo siguiente:
Se dice por seguro
que el grande Ferecides,
en Siros engendrado,
mudó su primer forma,
comido de piojos.
A tierra de Magnesia
ser quiso conducido,
para dar la victoria
a los nobles efesios.
Esto mismo mandaba
oráculo infalible,
que Ferecides sólo
tenía conocido.
Entre ellos murió alegre.
Es, pues, cosa muy cierta
que el verdadero sabio
es útil vivo y muerto.
Su florecimiento fue en tiempos de la Olimpiada LIX. Se conoce de él esta carta:
FERECIDES A TALES
4. Tengas buena muerte cuando te tocara el día fatal. Estaba enfermo cuando me llegó tu carta. Me encontraba todo cubierto de piojos y con calentura. Así que ordené a algunos de mis sirvientes, que después de enterrarme, te llevaran mis escritos. Si te parecieran bien a ti ya los demás sabios, podrás publicarlos; pero si no, no los publiques. A mí no me gustaban mucho, por no haber certeza en las cosas, pero ni yo prometo en ello esto, ni sé halla lo verdadero. Tal vez habré explicado algo acerca de los dioses; importa entender lo restante, pues yo no hago más que insinuar las cosas. Como se agrava más y más mi enfermedad, ni admito médico ni amigo alguno; pero estando ellos fuera de la puerta, y preguntándome cómo me hallo, saco un dedo por la cerradura y les manifiesto el gran mal en que estoy. Ya los he amonestado para que concurran pasado mañana a celebrar el entierro de Ferecides.
5. Hasta aquí hemos tratado de los que fueron llamados Sabios, a los cuales muchos agregan al tirano Pisístrato. Ahora trataremos de los filósofos, empezando por la secta jónica, de la cual, según dijimos, el primero fue Tales, maestro de Anaximandro.
Notas
(41) Estobeo lo llama Pageto. Suidas nombra cierto Damageto de Heraclea.
(42) Era esta dignidad entre los lacedemonios un magistrado anualmente elegido, compuesto de cierto número de individuos, para moderar la exorbitante libertad y capricho de sus reyes. A semejanza de los éforos crearon los romanos sus tribunos de la plebe. El éforo se hizo después un magistrado tan poderoso y absoluto que declinó en insolente, y no se levantaba en presencia del rey. Aún llegó a arrogarse la potestad de ponerlo preso en caso necesario. Por estos excesos de poder usurpado, dice Plutarco que Cleómenes, hijo de Leónidas, quitó los éforos.
(43) Entiendo el principal de los de aquel año; pues la primera institución de este magistrado fue sin duda más antigua.
(44) Hipócrates, el padre de Pisístrato.
(45) Antes de encender el fuego.
(46) Véase la nota 24.
(47) Plantó, sembró; y por traslación, procreó, produjo.
(48) Atleta y luchador en los juegos olímpicos y otros.
(49) Porque bastándole aquella, todo el campo le era de sobra, y aun gravoso.
(50) Mejor que el arrepentimiento de haberlo castigado cuando ya no tendría remedio.
(51) Como escritas en tablas, según arriba dijimos en la Vida de Solón, nota 29.
(52) Estas palabras significan lo que expone Laercio.
(53) Diodoro Sículo cuenta este caso.
(54) Samuel Rochart lee Demodoco, como nombre más conocido. El texto tiene Alerio. Sigo la corrección de Menagio, que es Leroo, haciéndolo natural de Leros, isla del mar Jonio, patria de Ferecides.
(55) Siendo incierta la vida del hombre, me parece ésta una sentencia de dificil inteligencia. ¿Querría Biante decir que debemos medir nuestras operaciones como que podemos morir pronto, por más que nuestra juventud, sanidad y robustez nos prometen una vida larga? Pero he aquí las palabras latinas de fray Ambrosio Camandulense (primer traductor de Laercio) que todos adoptaron: Dicebat vitae tempus ita metiendum, quasi et din, et parum victuri simus.
(56) A saber, Las Cleobulinas. Ateneo y Pó1ux citan este drama de Cratino.
(57) Interpreto el texto según el P. Dionisio Petavio, dando treinta hijas a cada uno de los doce hijos; pero tengo por muy verosímil la opinión de los que dan sesenta hijas, treinta blancas y treinta negras, que son los treinta días y treinta noches de que el mes se compone. En griego el día es femenino.
(58) Esto es, antes aprender que enseñar.
(59) Puede significar escabel o tarima de pies (cosa muy usada en la antigüedad, como nos enseñan las pinturas y bajorrelieves), y es muy probable que Periandro matase a su mujer tirándole a la cabeza el escabel de sus pies, como sería ahora, de un sillazo. En mi versión no me aparto de la latina de Ambrosio y común.
(60) Un sepulcro honorario, o sea vacío.
(61) El istmo de Corinto.
(62) Huéspedes en propiedad se llaman los que hospedan en sus casas a los forasteros; pero la costumbre ha hecho llamar huéspedes a los hospedados. Las palabras siguientes de Anacarsis suelen interpretarse variamente, queriendo unos significase por ellas que, hallándose en casa de Solón su amigo y sabio, se consideraba en su casa propia, y que con esta satisfacción echó aquella que él tuvo por gracia. Otros pretenden que la respuesta fue decir a Solón que, pues estaba en su casa, a él tocaba hospedar a Anacarsis forastero.
(63) Filón, Ateneo y otros hacen memoria de esta costumbre griega.
(64) Ateneo, lib. VIII, atribuye este dicho al músico Estratónico.
(65) Algunos lo entienden del carbón; otros de la leña tostada que usaron los antiguos y aún usan algunas ciudades de Italia.
(66) Algunos códices leen setenta y siete, y así corrige el texto Estéfano, aunque en su edición de Laercio deja el 97.
(67) Plinio, lib. VII, cap. LII, dice lo mismo por estas palabras: La cual (fábula) se cuenta de Epiménides gnosio, en una cosa semejante. Dicen que siendo muchacho, cansado del camino y calor, entró en una cueva, donde durmió cincuenta y siete años; y que después le causó gran admiración el cambio que halló en las cosas, creyendo que se había despertado al día siguiente. Después en sólo cincuenta y siete días se hizo viejo; pero prolongó su vida hasta los ciento cincuenta y siete años. Plutarco y Varrón dicen que sólo durmió cincuenta años; Pausanias, cuarenta.
(68) Una de estas pudo ser la que vio San Pablo, como se dice en los Actos de los apóstoles, cap. XVII, v. 23. Hace también memoria de ellas Pausanias, lib. I, cap. I, y lib. V, cap XIV; y Luciano en un diálogo.
(69) Existe todavía de esta obra de Flegón (que fue liberto del emperador Adriano) un fragmento de la Historia de las olimpiadas, en la cual habla de las tinieblas acaecidas en la muerte de nuestro Redentor y alguna otra cosa.
(70) Es muy probable que Vitruvio, lib. V, cap. IX, por particus Eumenici (léase Eumenicae) quiso entender los pórticos de este templo, como muy anchos y espaciosos. En mis Comentarios a Vitruvio no tuve presente este lugar de Laercio, ni hallo quien lo haya advertido hasta ahora.
(71) Sería fácil demostrar por la Historia que los atenienses tuvieron templos antes de Epiménides; y por consiguiente, es falso lo que dice Laercio. San Clemente Alejandrino, en su Exhortación a los gentiles, dice que Epiménides fundó en Atenas templos a la Contumelia y a la Impudicia.
(72) El texto no dice más, y no es fácil averiguar qué segunda obra era ésta de Timeo, ni aun qué Timeo sea éste, pues hubo muchos.
(73) En cincuenta y siete días, como arriba dijimos.
(74) Parece que sería algún instrumento matemático, o máquina para observar la declinación y regreso del sol en los trópicos.
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