Índice de Vidas de los filósofos más ilustres de Diógenes LaercioAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO SEGUNDO

Primera parte

ANAXIMANDRO

l. Anaximandro, hijo de Praxiades, fue milesio. Dijo que el infinito es el principio y elemento, sin definir el aire, el agua ni otra cosa. Que sus partes son mudables, pero del todo inmutables. Que la tierra está en medio del universo como centro, y es esférica. Que la luna luce con luz ajena, pues la recibe del sol. Que éste no es menor que la Tierra, y es fuego purísimo. Fue el primero que halló el gnomon, y lo colocó en Lacedemonia para indagar la sombra, como dice Favorino en su Historia varia. Halló también los regresos del sol (75), notó los equinoccios y construyó horoscopios. Fue el primero que describió la circunferencia de la tierra y mar, y construyó una esfera.

2. Expuso sus opiniones brevemente y en compendio, cuyos escritos vio Apolodoro Ateniense, y dice en sus Crónicas que Anaximandro tenía sesenta y cuatro años de edad el año segundo de la Olimpiada LVIII, y murió poco después, habiendo florecido principalmente cuando Policrates era tirano de Samos. Cuentan que cantando en cierta ocasión, se burlaron unos muchachos, y al darse cuenta dijo: Es menester cantar mejor por causa de los muchachos. Dicen que hubo otro Anaximandro historiador, también milesio, que escribió en dialecto jónico.


ANAXÍMENES

1. Anaxímenes Milesio, hijo de Euristrato, fue discípulo de Anaximandro. Algunos dicen que lo fue también de Parménides. Dijo que el principio de las cosas es el aire y el infinito. Y que los astros no se mueven sobre la tierra, sino a su rededor (76). Escribió en dialecto jónico, y en un estilo sencillo y sin superfluidades. Apolodoro dice que nació en la Olimpiada LXIII (77), y murió cercano al tiempo en que Sardes fue tomada. Hubo otros dos Anaximenes nativos de Lampsaco: uno era orador, y el otro, historiador, hijo de una hermana del orador, que escribió los hechos de Alejandro. El filósofo escribió la carta siguiente:


ANAXÍMENES A PITÁGORAS

2. Tales en su vejez partió con poca felicidad. Al salir como acostumbraba al zaguán de su casa por la madrugada, acompañado de una criada, para observar los astros, sin acordarse del estado del terreno, mientras miraba los cielos atentamente, se precipitó en un hoyo. Tal fin tuvo este astrólogo, según dicen los milesios. Nosotros, nuestros hijos y los concurrentes a la exedra para cultivar la literatura, tendremos siempre en memoria varón tan grande, y seguiremos su doctrina, sin dudar que halló el principio de las cosas.

También escribió esta otra carta:


ANAXÍMENES A PITÁGORAS

3. Me pareció muy bien que partieses de Samos a Crotona para vivir tranquilo, pues los hijos de Eaco y otros obran mal, y a los milesios nunca les faltan tiranos. No menos nos es temible el rey de Persia, si no queremos ser sus tributarios; aunque parece que los jonios saldrán a campaña con los persas; por la libertad común. Si se efectúa la guerra, no me queda esperanza de salvarme. Porque ¿cómo podrá Anaxímenes estar en observación de los cielos, si está temiendo de un momento a otro la muerte o el cautiverio? Tú eres estimado de los crotoniatas y demás italianos, sin que te falten también aficionados en Sicilia.


ANAXÁGORAS

1. Anaxágoras, hijo de Hegesibulo, o bien de Eubulo, fue nativo de Clazomene y discípulo de Anaxímenes. Fue el primero que a la materia hile (78) añadió la mente al principio de sus obras, donde suave y magníficamente, dice: Todas las cosas estaban juntas; luego sobrevino la mente y las ordenó, y por esta razón se llama mente. Timón dice de él lo mismo en sus Sátiras, de esta manera:

Donde dicen que el héroe valeroso
Anaxágoras se halla.
Apellidado Mente
(y la tuvo dichosa),
porque nos dijo que la mente eterna
puso en orden las cosas,
antes confusamente amontonadas.

Anaxágoras fue ilustre no sólo por su nacimiento y riquezas, sino también por su magnanimidad, pues cedió a los suyos todo su patrimonio. Y como lo notasen de negligente, contestó: Y vosotros, ¿por qué no sois más diligentes? Se ausentó, finalmente, para dedicarse a la contemplación de la Naturaleza, despreciando todo cuidado público, de manera que al decirle uno: ¿Ningún cuidado os queda de la Patria?, respondió señalando al cielo: Yo venero en extremo la patria.

2. Cuentan que cuando Jerjes pasó a Grecia (79), Anaxágoras tenía veinte años de edad, y que vivió hasta los setenta y dos. Escribe Apolodoro en sus Crónicas que nació en la Olimpiada LXX, y murió en el año primero de la LXXVIII (80). Empezó a filosofar en Atenas, a la edad de veinte años, cuando era arconte Callas, como dice Demetrio Falereo en su Historia de los arcontes, adonde añaden que se detuvo treinta años.

3. Decía que el sol es un globo de fuego y mayor que el Peloponeso. Otros atribuyen esto a Tántalo. Que la luna está habitada y tiene collados y valles. Que el principio de las cosas son las partículas semejantes, pues así como el oro se compone de partes tenuísimas, así también el mundo fue compuesto de corpúsculos semejantes entre sí. Que la mente es el principio del movimiento. Que los cuerpos pesados se situaron en lugar bajo, por ejemplo: la tierra; y los leves, arriba, como el fuego; y el agua y el aire tomaron el medio. Así, pues, sobre la superficie de la tierra está el mar, y el sol saca de sus aguas los vapores. Que en el principio los astros giraban en el cielo (construido en forma de cúpula), de manera que el polo, que siempre está a nuestra vista, giraba sobre el vértice de la tierra, pero que después tomó inclinación (81). Que la vía láctea es un reflejo del resplandor de los astros no iluminados por el sol. Que los cometas son un concurso de estrellas errantes que despiden llamas, y que el aire los vibra como centellas. Que los vientos provienen del aire enrarecido por el sol. Que los truenos son el choque de las nubes; los relámpagos, el frotamiento de las mismas. Que el terremoto es causado por aire que corre por dentro de la tierra (82). Que los animales fueron engendrados del humor, del calor y de la tierra; después fueron naciendo de ellos mismos, engendrándose los machos a la parte derecha y las hembras a la izquierda.

4. Cuentan que anunció, antes de caer, la piedra que cayó en Egos-pótamos, la cual dijo que caería del sol (83), y que por esto Eurípedes, su discípulo, en la tragedia intitulada Faetón, llamó al sol masa de fuego. También que, cuando partió para Olimpia, se sentó (84) vestido de pieles, como que había de llover pronto, y así sucedió. A uno que le preguntó si los montes de Lampsaco serían mar en el futuro, le respondió: Sí, por cierto, como el tiempo no se acabe. Al preguntarle una vez para qué fin había nacido, dijo que para contemplar el sol, la luna y el cielo. A uno que le objetaba que estaba privado de los atenienses, contestó: No estoy privado de ellos, sino ellos de mí. Al ver el sepulcro de Mausolo, dijo: Un monumento suntuoso es imagen de riquezas convertidas en piedras (85). A uno que le parecía mal el que muriese en tierra ajena, respondió: No os molestéis por eso, pues de todas partes hay el mismo camino que hacer para bajar a la región de los muertos.

5. Según dice Favorino en su Historia varia, parece que fue el primero que dijo que Homero compuso su poema para recomendar la virtud y la justicia; opinión que amplificó mucho Metrodoro Lampsaceno, amigo suyo, el cual disfrutó bastante a Homero en el estudio de la Naturaleza. Anaxágoras fue el primero que nos dejó un escrito sobre la Naturaleza. Sileno, en el libro primero de sus Historias, dice que habiendo caído una piedra del cielo siendo arconte Dimilo, dijo Anaxágoras que todo el cielo se componía de piedras, y se sostenía por la velocidad de su giro; de manera que si este giro cesara, se caería el cielo (86).

6. Respecto a su condenación hay varias opiniones, pues Soción, en las Sucesiones de los filósofos, dice que Cleón lo acusó de impiedad, por haber dicho que el sol es una masa de hierro encendido, pero que lo defendió Pericles, su discípulo, y sólo fue condenado a pagar cinco talentos y salir desterrado. Sátiro escribe en sus Vidas que lo acusó Tucídides, por ser éste contrario a las resoluciones de Pendes en la administración de la República. Que no sólo lo acusó de impiedad, sino también de traición, y que ausente, fue condenado a muerte. Al darle la noticia de su condenación y de la muerte de sus hijos, respondió a lo primero que hacía mucho tiempo que la Naturaleza había condenado a muerte tanto a sus acusadores como a él; y a lo segundo, que sabía que los había engendrado mortales. Algunos atribuyen esto a Solón; otros, a Jenofonte.

7. Demetrio Falereo dice, en el libro De la vejez, que Anaxágoras enterró él mismo con sus manos a sus hijos. Hermipo, en las Vidas, asegura que fue encarcelado y condenado a muerte, y al preguntar a Pericles si había algún crimen capital en él, como no le halló ninguno, dijo: Ahora bien: yo soy discípulo de este hombre; no queráis perderlo con calumnias, sino seguid mi voluntad y dejadlo absuelto. Y que así se hizo; pero como no pudo sobrellevar la injusticia (87), murió de muerte voluntaria. Finalmente, Jerónimo dice en el libro II de sus Varios comentarios, que Pericles lo condujo al tribunal de justicia cuando se hallaba desfallecido y débil por la enfermedad, y que fue absuelto antes por verlo así que por hallarlo inocente. Todas estas opiniones existen sobre la condenación de Anaxágoras. Hay quien piensa todavía que fue enemigo de Demócrito por no haberlo querido admitir en su conversación y trato.

8. Por último, después de pasar a Lampsaco, murió allí, y al preguntarle los magistrados si quería que se ejecutara alguna cosa, respondió que cada año en el mes de su muerte fuese permitido a los muchachos que jugaran, y que hoy día aún se observa. Los lampsacenos lo honraron ya difunto, y en su sepulcro pusieron el epitafio siguiente:

Aquí yace Anaxágoras ilustre,
que junto al fin de su vital carrera,
entendió plenamente los arcanos
que en sí contiene la celeste esfera.

El que yo compuse dice así:

Que el sol es masa ardiente
Anaxágoras dijo; y por lo mismo
fue a muerte condenado.
Librólo su discípulo Pericles:
Pero él entre eruditas languideces,
sabe dejar la vida voluntario.

Se sabe que hubo otros tres Anaxágoras, pero en ninguno de ellos concurrieron todas las ciencias. El primero fue orador, uno de los discípulos de Isócrates. El otro, estatuario, de quien Antígono hace memoria. Y el último, gramático, discípulo de Zenodoto.


ARQUELAO

1. Arquelao, ateniense, o bien milesio, tuvo por padre a Apolodoro, y según otros, a Midón. Fue discípulo de Anaxágoras y maestro de Sócrates, y el primero que de la Jonia trajo a Atenas la Filosofia natural. Por esta razón lo llamaron el Físico, o bien porque en él terminó la Filosofia natural, introduciendo entonces Sócrates la moral. Aunque parece que Arquelao la cultivó también, pues fue filósofo de las leyes, de lo bueno y de lo justo, lo cual, oído por Sócrates, lo amplió y propagó, por lo que fue considerado como autor de ello.

Decía que eran dos las causas de la generación: el calor y el frío. Que los animales fueron engendrados del limo. Y que lo justo y lo injusto no lo son por naturaleza, sino por la ley. Se basaba en este raciocinio: El agua, cuya liquidez dimana del calor, mientras dura condensada produce la tierra, y cuando se hace líquida produce el aire. Por consiguiente, aquella es conservada por el aire, y éste por el movimiento del fuego. Que los animales se engendran del calor de la tierra, la cual destila un limo semejante a la leche, que les sirve de nutrimento. Así fueron procreados los hombres.

Fue el primero que dijo que la voz es la percusión del aire. Que el mar se contiene en las entrañas de la tierra, por cuyas venas va como colado. Que el sol es el mayor de los astros. Y que el Universo no tiene límites. Hubo otros tres Arquelaos: uno, corógrafo, el cual describió los países que anduvo Alejandro; otro, que escribió en verso De la admirable naturaleza de los animales; y el otro fue orador y escribió De la Oratoria.


SÓCRATES

l. Sócrates fue hijo de Sofronisco, cantero de profesión, y de Fenareta, obstetriz, como lo dice Platón en el diálogo titulado Teeteto. Nació en Alopeca, pueblo de Atica. Hubo quien creyera que Sócrates ayudaba a Eurípides en la composición de sus tragedias, por lo cual Mnesíloco dice:

Los Frigios drama es nuevo
de Eurípides, y consta
que a Sócrates se debe (88).

Y después:

De Sócrates los clavos
corroboran de Eurípides los dramas.

También Calias, en la comedia Los cautivos, escribe:

Tú te engríes y estás desvanecido:
pero puedo decirte
que a Sócrates se debe todo eso.

y Aristófanes, en la comedia Las nubes, dice:

Y Eurípides famoso,
que tragedias compone,
lo hace con el auxilio
de ese que habla de todo:
así le salen útiles y sabias.

2. Al haber sido discípulo de Anaxágoras, como aseguran algunos, y de Damón, según dice Alejandro en las Sucesiones, después de la condenación de aquel, se pasó a Arquelao Físico, el cual usó de él deshonestamente, como afirma Aristóxenes (89). Dures dice que se puso a servir, y que fue escultor en mármoles; y aseguran muchos que las Gracias vestidas que están en la Roca (90) son de su mano. Respecto a esto, Timón en sus Sátiras, dice:

De estas Gracias provino
el cortador de piedras,
el parlador de leyes,
oráculo de Grecia.
Aquel sabio aparente y simulado,
burlador, y orador semiateniense.

En la oratoria era muy vehemente, como dice Idomeneo; pero los treinta tiranos (91) le prohibieron enseñarla, según refiere Jenofonte. También lo censura Aristófanes, porque hacía buenas las causas malas (92). Según Favorino en su Historia varia, fue el primero que con Esquines, su discípulo, enseñó la Retórica, lo que confirma Idomeneo en su Tratado de los discípulos de Sócrates. Fue también el primero que trató la Moral, y el primero de los filósofos que murió condenado por la justicia.

3. Aristóxenes, hijo de Espíntaro, dice que era muy cuidadoso en juntar dinero, que dándolo a usura, lo recobraba con el aumento, y reservando éste, daba nuevamente el capital para obtener ganancias. Según Demetrio Bizantino dice, Critón lo sacó del taller y se aplicó a instruirlo prendado de su talento y espíritu. Conociendo que la especulación de la Naturaleza no es lo que más nos importa, comenzó a tratar de la Filosofia moral, tanto en las oficinas como en el foro, exhortando a todos a que se preguntaran

qué mal o bien tenían en sus casas.

Con frecuencia, a causa de excesos de vehemencia al hablar, solía darse de coscorrones, e incluso arrancarse los cabellos, de manera que muchos se reían de él y lo menospreciaban, pero él lo sufría todo con paciencia. Cuando uno le dio un puntapié, dijo a los que se admiraban de su sufrimiento: Pues si un asno me hubiera dado una coz, ¿había yo de citarlo ante la justicia?

4. No tuvo necesidad de peregrinar como otros, sólo cuando así lo obligaron las guerras. Fuera de esto, siempre estuvo en un mismo lugar, disputando con sus amigos, no tanto para rebatir opiniones sino para indagar la verdad. Dicen que, al darle a leer Eurípides un escrito de Heráclito, cuando le preguntó qué le parecía, respondió: Lo que he entendido es muy bueno, y juzgo que lo será también lo que no he entendido; pero necesita un nadador delio. Tenía mucho cuidado de ejercitar su cuerpo, el cual era de muy buena constitución.

5. Militó en la expedición de Anfipolis; y dada la batalla junto a Delio, libró a Jenofonte, que había caído del caballo. Huían todos los atenienses, mas él se retiraba a paso lento, mirando frecuentemente con disimulo hacia atrás, para defenderse de cualquiera que intentara atacarlo. También estuvo en la expedición naval de Potidea, sin poder ejecutarse por tierra en aquellas circunstancias. En esta ocasión, dice que estuvo toda una noche en una misma situación. Peleó valerosamente y consiguió la victoria, pero la cedió voluntariamente a Alcibíades, a quien amaba mucho, como dice Arístipo en el libro IV De las delicias antiguas.

6. Ion Quío dice que Sócrates en su juventud estuvo en Samos con Arquelao. Aristóteles escribe que también peregrinó a Delfos (93). Y Favorino afirma, en el libro primero de sus Comentarios, que también estuvo en el Istmo. Era de un ánimo constante y republicano; se sabe principalmente, que habiendo mandado Cricias y demás jueces traer a Leonte de Salamina, hombre opulento, para quitarle la vida, Sócrates nunca estuvo de acuerdo; y de los diez capitanes de la armada, sólo fue él quien absolvió a Leonte. Al estar ya encarcelado, y pudiendo huir e irse a donde quisiera, no quiso ejecutarlo, ni atender al llanto de sus amigos que se lo rogaban; en lugar de eso los reprendió y les hizo varios razonamientos llenos de sabiduría.

7. Era honesto y de pocas palabras. Pánfila escribe, en el libro VII de sus Comentarios, que cuando Alcibíades le dio un área muy espaciosa para construir una casa, le dijo: Si yo tuviese necesidad de zapatos, ¿me darías todo un cuero para que me los hiciera? Y ridículo sería si yo lo admitiera. Al ver frecuentemente todas las cosas que se venden en público, se decía a sí mismo: ¡Cuánto hay que no necesito! Y repetía a menudo estos yambos:

Las alhajas de plata,
de púrpura las ropas,
útiles podrán ser en las tragedias,
pero de nada sirven a la vida.

Menospreció generosamente a Arquelao Macedón, a Escopas Cranonio y a Eurilo Lariseo, pues ni admitió el dinero que le regalaban, ni quiso ir a vivir con ellos. Tanta era su templanza en la comida, que a pesar de que muchas veces hubo peste en Atenas, nunca se le contagió.

8. Aristóteles escribe que tuvo dos mujeres propias: la primera, Jantipa, de la cual tuvo a Lamproc1e; la segunda, Mirto, hija de Arístides el Justo (94), la que recibió indotada, y de la cual tuvo a Sofronisco y a Menexeno. Algunos dicen que se casó primero con Mirto; otros, que se casó a un mismo tiempo con ambas, y de esta opinión son Sátiro y Jerónimo de Rodas, pues dicen que los atenienses querían poblar la ciudad, exhausta de ciudadanos a causa de las guerras y contagios, así que decretaron que los ciudadanos se casaran con una ciudadana, y además pudieran procrear hijos con otra mujer; y que Sócrates lo hizo así.

9. Tenía ánimo para soportar a cuantos lo molestaban y perseguían. Amaba la frugalidad en la mesa, y nunca pidió recompensa por sus servicios. Decía que quien come con apetito, no necesita de viandas exquisitas; y el que bebe con gusto, no busca bebidas que no tiene a la mano. Esto se puede ver aún en los poetas cómicos, los cuales lo alaban en lo mismo que presumen vituperarlo. Así habla de él Aristófanes:

¡Oh tú, justo amador de la sapiencia,
cuán felice serás con los de Atenas,
y entre los otros griegos cuán felice!

Y también:

Si memoria y prudencia no te faltan,
y en las calamidades sufrimiento,
no te fatigarás si en pie estuvieres,
sentado, o caminando.
Tú no temes el frío ni la hambre,
te abstienes del vino y de la gula,
con otras mil inútiles inepcias.

Amipsias lo pinta con palio, y dice:

¡Oh Sócrates, muy bueno entre los pocos,
y todo vanidad entre los muchos!
¡Finalmente, aquí vienes y nos sufres!
Ese grosero manto
¿de dónde lo tomaste?
Esa incomodidad seguramente
nació de la malicia del ropero.

Por más hambre que tuviera, nunca pudo vivir como parásito. Cuánto aborreciese esta vergonzosa adulación; lo testifica Aristófanes, diciendo:

Lleno de vanidad las calles andas,
rodeando la vista a todas partes.
Caminando descalzo, y padeciendo
trabajas sin cesar, muestras no obstante
siempre de gravedad cubierto el rostro.

Sin embargo, algunas veces se acomodaba al tiempo y vestía con más curiosidad, como lo hizo cuando fue a cenar con Agatón; así lo menciona Platón en su Convite.

10. La misma eficacia tenía para persuadir, que para disuadir; de manera que, según dice Platón en un Discurso que pronunció sobre la ciencia, hizo cambiar a Teeteto de tal manera, que lo hizo un hombre extraordinario (95). Queriendo Eutrifón acusar a su padre por haber matado a un forastero que hospedaba, lo apartó Sócrates del intento por un discurso que hizo concerniente a la piedad. También hizo moderado a Lisis con sus exhortaciones. Tenía un ingenio muy propio para formar sus discursos según las ocurrencias. Redujo con sus amonestaciones a su hijo Lamprocles a que respetara a su madre, con la cual se portaba duro e insolente, como refiere Jenofonte. También hizo cambiar de opinión a Glaucon, hermano de Platón, cuando quería meterse en el gobierno de la República, para lo cual era inepto; y por el contrario, indujo a Carmides para que se involucrara en él, pues sabía que era capaz de hacerlo.

11. Reanimó a lficrates, capitán de la República, mostrándole unos gallos del barbero Midas que peleaban con los de Calias. Glauconides lo consideraba tan digno de la ciudad, como un faisán o pavo (96). Decía que es cosa maravillosa que siendo fácil a cualquiera decir los bienes que posee, ninguno puede decir los amigos que tiene; tanta es la negligencia que hay en conocerlos. Al ver a Euclides muy solícito en litigios forenses, le dijo: ¡Oh Euclides!, podrás vivir muy bien con los sofistas, pero no con los hombres. Pensaba que era inútil y poco decente este tipo de estudio, como dice Platón en su Eutidemo. Cuando Carmides le dio algunos criados para que trabajaran en su provecho, no los admitió; y hay quien dice que menospreció la belleza de cuerpo de Alcibíades. Alababa el ocio como una de las mejores posesiones, según escribe Jenofonte en su Convite (97). También decía que sólo hay un bien, que es la sabiduría, y sólo un mal, que es la ignorancia. Que las riquezas y la nobleza no contienen circunstancia recomendable, sino más bien, todos los males.

12. Cuando uno le dijo que la madre de Antístenes fue de Tracia, respondió: ¿Pues creías tú que dos atenienses habían de procrear varón tan grande? Propuso a Critón rescatar a Fedón, que al hallarse cautivo se veía obligado a ganar el sustento por medios indecentes. Salió, en efecto, de la esclavitud, y se hizo un ilustre filósofo. Aprendió a tocar la lira cuando tenía oportunidad, diciendo que no hay ningún absurdo en aprender cada cual aquello que ignora. También danzaba con frecuencia, pues consideraba que este ejercicio era muy conveniente para la salud del cuerpo, como lo dice Jenofonte en su Convite. Decía asimismo que un genio le revelaba las cosas futuras. Que el empezar bien no era poco, sino cercano de lo poco. Que nada sabía excepto esto mismo: que nada sabía. Que los que compran a gran precio las frutas tempranas desconfian llegar al tiempo de la madurez de ellas.

13. Al preguntarle una vez qué cosa es virtud en un joven, contestó: Que no se exceda en nada. Decía que se debe estudiar la Geometría hasta que uno sepa recibir y dar tierra medida (98). Cuando Eurípides dijo en la tragedia Auge acerca de la virtud:

que es acción valerosa
dejarla de repente y sin consejo,

se levantó y se alejó diciendo que era cosa ridícula tener por digno de ser buscado un esclavo cuando no se halla, y dejar perecer la virtud. Y al preguntarle si era mejor casarse o no hacerlo, respondió: Cualquiera de las dos cosas que hagas, te arrepentirás. Decía que le admiraba ver que los escultores procuraban que saliera la piedra muy semejante al hombre, y descuidaban de procurar no parecerse a las piedras. Exhortaba a los jóvenes a que se miraran frecuentemente al espejo, a fin de hacerse dignos de la belleza, si la tenían; y si eran feos, para que disimularan la fealdad con la sabiduría.

14. En una ocasión que convidó a cenar a ciertas personas ricas, como Jantipa tuvo pena de la cortedad de la cena, le dijo: No te aflijas, mujer, pues si ellos son parcos, lo sufrirán; y si son comilones (99), nada nos importa. Decía que otros hombres vivían para comer; pero él comía para vivir. Que quien alaba al pueblo bajo, se parece a uno que reprobara un tetradracmo (100), y recibiera por legítimos muchos de ellos. Cuando le dijo Esquines: soy pobre; nada más tengo mi persona; me doy todo a vos, respondió: ¿Has advertido cuán grande es la dádiva que me haces? A uno que estaba indignado por hallarse sin autoridad, al usurpar el mando los treinta tiranos, le dijo: ¿Y qué es lo que en esto te aflige? Que los atenienses -respondió- te han condenado a muerte. Y la Naturaleza a ellos, repuso Sócrates. Algunos atribuyen esto a Anaxágoras. A su mujer, que le decía que moriría injustamente, le dijo: ¿Quisieras acaso tú que mi muerte fuera justa? Después de soñar que uno le decía:

Tú dentro de tres días
a la glebosa Ftía harás pasaje,

dijo a Esquines que pasados tres días moriría. Antes de beber la cicuta, le trajo Apolodoro un palio muy precioso para que muriera con este adorno, y le dijo Sócrates: Pues si el mío ha sido bueno para mí en vida, ¿por qué no lo será en muerte? Cuando uno le comentó que otro hablaba mal de él, respondió: Ese no aprendió a hablar bien. Como Antístenes llevaba siempre a la vista la parte más rasgada de su palio, le dijo: Veo por esas aberturas tu vanagloria. A uno que le preguntó: ¿No está aquel hablando mal de ti?, respondió: No, por cierto; nada me toca de cuanto dice. Decía que conviene exponerse voluntariamente a la censura de los poetas cómicos, pues si dicen la verdad, nos corregiremos; y si no, nada nos afecta lo que dicen.

15. Luego de haberlo injuriado de palabra su mujer Jantipa, y después de que le arrojó agua encima, respondió: ¿No dije yo que cuando Jantipa tronaba ella llovería? A Alcibíades, que le decía que no era tolerable la maledicencia de Jantipa, le dijo: Yo estoy tan acostumbrado a ello como a oír cada momento el ruido de la polea; y tú también toleras los graznidos de los ánsares. Al replicarle Alcibíades que los ánsares le ponían huevos y educaban a otros ánsares, le dijo: También a mí me pare hijos Jantipa. Una ocasión le quitó ésta el palio en el foro, y como los damiliares instaran a Sócrates para que castigara la injuria, respondió: sería una bella cosa que nosotros riñésemos y vosotros clamaseis: No más Sócrates: no más Jantipa. Decía que con la mujer áspera se debe tratar como hacen con los caballos falsos y mal seguros los que los manejan, pues así como éstos, habiéndolos domado, usan con más facilidad de los leales, así también yo después de sufrir a Jantipa me es más fácil el comercio con todas las demás personas.

16. Muchas cosas que decía y hacía fueron causa de que la pitonisa testificara de él tan ventajosamente, dando a Querefón aquel oráculo tan conocido por todos:

Sócrates es el sabio entre los hombres.

Esto provocó contra él la envidia de muchos que también se consideraban sabios, infiriendo que el oráculo los declaraba ignorantes. Melito y Anito eran de éstos, como dice Platón en el diálogo Memnón. No podía Anito permitir que Sócrates lo burlara, e incitó primero a Aristófanes contra él; después indujo a Melito para que lo acusara de impío y corrompedor de la juventud. En efecto, Melito lo ocusó, y dio la sentencia Polieucto, según dice Favorino en su Historia varia. Escribió la oración (101) el sofista Polícrates, como refiere Hermipo, o bien Anito, según dicen otros; pero el orador Licón lo ordenó todo. Antístenes en las Sucesiones de los filósofos, y Platón en la Apología, dicen que los acusadores de Sócrates fueron tres: Anito, Licón y Melito. Que Anito instaba en nombre de los artesanos y magistrados del pueblo; Licón, por parte de los oradores; y Melito, por los poetas, a los cuales reprendía Sócrates. Favorino, en el libro II de sus Comentarios, dice que no es de Polícrates la oración contra Sócrates, puesto que en ella se hace mención de los muros de Atenas que restauró Conón, lo cual fue seis años después de la muerte de Sócrates, y es verdad.

17. La acusación jurada, y que, según Favorino, todavía se conserva en el Metroo (102), fue como sigue: Melito Piteense, hijo de Melito, acusó a Sócrates Alopecense, hijo de Sofronisco, de los delitos siguientes: Sócrates quebranta las leyes negando la existencia de los dioses que la ciudad tiene recibidos, e introduce otros nuevos; y obra contra las mismas leyes corrompiendo a la juventud. La pena debida es la muerte.

18. Cuando Lisias le leyó una apología que había escrito en su defensa, respondió: La pieza es buena, Lisias, pero no me conviene a mí (103). Efectivamente, era más una defensa jurídica que filosófica (104). Al preguntarle Lisias por qué no le convenía la oración, supuesto que era buena, contestó: ¿Pues no puede haber vestidos y calzados ricos, y a mí no venirme bien? Justo Tiberiense cuenta en su Crónica que cuando se ventilaba la causa de Sócrates subió Platón al púlpito del tribunal, y que al comenzar a decir así: Siendo yo, oh atenienses, el más joven de los que a este lugar subieron ..., fue interrumpido por los jueces, diciéndole: Bajaron, bajaron; significándole por esto que bajara de allí. Así que Sócrates fue condenado por doscientos ochenta y un votos más de los que lo absolvían; y cuando estaban deliberando los jueces sobre si convendría más quitarle la vida o imponerle multa, dijo: daría veinticinco dracmas. Eubulides dice que prometió cien. Pero viendo en desacuerdo y alborotados a los jueces, dijo: Yo juzgo que la pena a que debo ser condenado por mis operaciones, es que se me mantenga del público en el Pritaneo (105). Oido lo cual, se agregaron ochenta votos a los primeros, y lo condenaron a muerte. Lo apresaron luego, y no muchos días después bebió la cicuta, una vez acabado un sabio y elocuente discurso que menciona Platón en su Fedón.

19. Algunos le atribuyen un himno a Apolo, que empieza así:

Yo os saludo, Apolo Delio
y Diana, ilustres niños.

Pero Dionisiodoro dice que este himno no es suyo. También compuso una fábula como las de Esopo, no muy elegante, que dice:

Dijo una vez Isopo a los corintios
la virtud no juzgasen
por la persuasión y la voz del pueblo.

Así fue el fin de Sócrates, del cual los atenienses se arrepintieron tanto, que cerraron las palestras y gimnasios. Desterraron a algunos y sentenciaron a muerte a Melito. Honraron a Sócrates con una estatua de bronce que hizo Lísipo, y la colocaron en el Pompeyo (106). Los de Heraclea echaron de la ciudad a Anito el mismo día en que llegó.

20. No es sólo Sócrates con quien los atenienses se portaron así, sino también con muchos otros, pues multaron a Homero con cincuenta dracmas, por considerarlo loco. A Tirteo lo llamaron demente, y lo mismo a Astidamante, imitador de Esquilo, después de honrarlo con una estatua de bronce. Eurípides en su Palamedes también objeta a los atenienses la muerte de Sócrates, diciendo:

Matasteis, sí, matasteis al más sabio,
a la más dulce musa,
que a nadie fue molesta ni dañosa.

Esto es así, aunque Filicoro dice que Euripides murió antes que Sócrates. Nació Sócrates, según Apolodoro en sus Crónicas, siendo arconte Apsefión, el año IV de la Olimpiada LXXVTI, a 6 de Tragelión (107, en cuyo día los atenienses purifican la ciudad, y dicen los delios que nació Diana. Murió el año 1 de la Olimpiada XCV, a los setenta años de edad. Lo mismo dice Demetrio; pero aseguran otros que murió de sesenta años. Ambos fueron discípulos de Anaxágoras, Sócrates y Eurípides. Nació éste siendo arconte Calias, el año 1 de la Olimpiada LXXV.

21. Pienso que Sócrates trató también de las cosas naturales, puesto que dice algo de la Providencia, según escribe Jenofonte; aunque él mismo asegura que sólo trató de lo perteneciente a la moral. Cuando Platón en su Apología menciona a Anaxágoras y otros fisicos, dice de ellos muchas cosas que Sócrates niega, siendo así que todas las suyas las atribuye a Sócrates. Cuenta Aristóteles que cierto mago venido de Siria a Atenas reprobó muchas cosas de Sócrates, y le predijo que moriría de muerte violenta. El epitafio mío a Sócrates es como sigue:

Tú bebes con los dioses,
oh Sócrates, ahora.
Sabio te llamó Dios, que es sólo el sabio,
y si los atenienses
la cicuta te dieron, brevemente
se la bebieron ellos por tu boca.

22. Aristóteles escribe, en el libro II de su Poética, que Sócrates tuvo disputas con cierto Antióloco de Lemnos, y con Anfitrión, intérprete de portentos, así como Pitágoras las tuvo con Cidón y con Onata. Sagaris fue émulo de Homero cuando todavía vivía, y después de muerto, lo fue Jenofonte Colofonio. Píndaro tuvo sus contenciones con Anfimenes Cos; Tales, con Ferecides; Biante, con Salaro Prieneo; Pitaco, con Antiménides y con Alceo; Anaxágoras, con Sosibio; y Simónides, con Timocreón.

23. De los sucesores de Sócrates, llamados socráticos, los más importantes fueron Platón, Jenofonte y Antístenes. De los que llaman los diez, fueron cuatro los más ilustres: Esquines, Fenón, Euclides y Aristipo. Trataremos primero de Jenofonte. De Antístenes hablaremos entre los cínicos. Luego, de los socráticos, y en último lugar, de Platón, que es el jefe de las diez sectas, e instituidor de la primera Academia. Este será el orden que llevaremos.

24. Hubo otro Sócrates, historiador, que describió con exactitud la región argólica. Otro peripatético, nativo de Bitinia. Otro poeta epigramático. y otro natural de Cos, escritor de los sobrenombres de los dioses.


JENOFONTE

1. Jenofonte, hijo de Grilo, nació en Erquia, pueblo del territorio de Atenas. Fue muy vergonzoso, y muy hermoso de cuerpo. Dicen que habiéndolo encontrado Sócrates en una callejuela, atravesó el báculo y lo detuvo. Le preguntó dónde se vendían las cosas comestibles, y habiéndoselo dicho, le preguntó de nuevo: ¿Dónde se forman los hombres buenos y virtuosos? A lo cual, como Jenofonte no respondiera de pronto, añadió Sócrates: Sígueme y lo sabrás. Desde entonces se convirtió en discípulo de Sócrates. Fue el primero que publicó en forma de Comentarios las cosas que antes sólo se referian de palabra, y también fue el primer filósofo que escribió Historia.

2. Menciona Aristipo, en el libro IV de las Delicias antiguas, que Jenofonte amó a Clinias, y le hablaba así: Con más gusto miro a Clinias que a todas las demás cosas bellas que tienen los hombres; nada me molestaría ser ciego para todas las cosas, con tal que gozara la vista de Clinias; me aflijo de noche y cuando duermo, porque no lo veo; doy mil gracias al día y al sol porque me manifiestan a Clinias (108). Se hizo muy amigo de Ciro en la forma siguiente: Tenía un amigo beocio llamado Proxeno, discípulo de Georgias Leontino y familiar de Ciro, en cuya compañía estaba en Sardes. Escribió éste a Jenofonte, que estaba en Atenas, una carta en que le decía que le sería muy útil hacerse amigo de Ciro. Jenofonte mostró la carta a Sócrates y le pidió consejo, pero éste lo envió a Delfos, para que siguiese en el asunto lo que el oráculo le dijera. Pasó a Delfos, mas no preguntó a Apolo si le convenía buscar a Ciro, sino cómo lo había de hacer. Sócrates le reprendió la astucia, pero fue de parecer que hiciera el viaje. Al llegar a verse con Ciro, le supo captar la voluntad de tal manera, que se le hizo tan amigo como el mismo Proxeno. Por lo cual nos dejó escrito cuanto pasó en la subida y regreso de Ciro.

3. Fue enemigo mortal de Memnón de Farsalia, el cual en la subida de Ciro era conductor de las tropas extranjeras. Le objetó, entre otras cosas, que buscaba amores superiores a su calidad. También afeó a cierto Apolonio llevar agujeros en las orejas. Después de la subida de los persas, ruptura del Ponto y quebrantamiento de la alianza por Seto, rey de los odrisos, se retiró Jenofonte al Asia, a estar con Agesilao, rey de los lacedemonios; y le llevó muchas tropas de Ciro para que militaran en su ejército; se puso todo en su obediencia, y fue su mejor amigo. Con esta acción, pareciendo a los atenienses que estaba de parte de los lacedemonios, lo condenaron al destierro. Pasó después a Efeso, y entregó en depósito a Megabizo, sacerdote de Diana, la mitad del oro que traía, hasta que volviera; pero si no volvía, mandó que se hiciera con él una estatua de la diosa, y se le dedicara. De la otra mitad envió dones a Delfos. Cuando Agesilao fue llamado a Grecia para hacer la guerra a los tebanos, pasó Jenofonte con él a Grecia, dándole víveres los lacedemonios. Finalmente, separado de Agesilao, se fue al territorio de Elea, cerca de la ciudad de Escilunte.

4. Lo acompañaba, como dice Demetrio de Magnesia, cierta mujercilla llamada Filesia, y dos hijos: Grilo y Diodoro, según escribe Dinarco en el libro Del repudio, contra Jenofonte; los dos hijos fueron llamados Geminos (109). Habiendo venido a Escilunte Megabizo, por causa de ciertas festividades públicas, recobrando su dinero, compró y dedicó a la diosa unos campos, por los cuales corre el río Selinus, del mismo nombre que el que pasa por Efeso. Se entretenía en la caza, convidando a comer a los amigos y escribiendo Historia. Dinarco refiere que los lacedemonios le dieron habitación y tierras. También se dice que Filópidas de Esparta le dio diferentes esclavos traídos de Dardania, para que se sirviera de ellos en lo que gustase. Que después, al venir los elienses con ejército a Escilunte, destruyeron la posesión de Jenofonte, por haber tardado los lacedemonios en venir a la defensa. Entonces los hijos de Jenofonte huyeron a escondidas con algunos esclavos, y se fueron a Lepreo. Y Jenofonte primero se retiró a Elis; después pasó a Lepreo, donde estaban sus hijos, y con ellos a Corinto, donde se estableció.

5. Como por este tiempo habían resuelto los atenienses ayudar a los lacedemonios, envió sus hijos a Atenas para que militaran con los lacedemonios, ya que habían estudiado la disciplina militar en Esparta, según escribe Diocles en las Vidas de los filósofos. Diodoro volvió de aquella jornada sin haber hecho cosa memorable, y tuvo después un hijo del mismo nombre que su hermano. Pero Grilo murió en ella peleando valerosamente entre la caballería, siendo general de ésta Cefisodoro, y Agesilao de la infantería, como dice Eforo en el libro XXV de sus Historias. La batalla fue junto a Mantiena. Murió también en ella Epaminondas, capitán de los tebanos. Dicen que Jenofonte estaba entonces sacrificando, con corona en la cabeza, y al saber la noticia de la muerte del hijo, se quitó la corona; pero, cuando supo que había muerto peleando valerosamente, se la volvió a poner. Algunos dicen que ni siquiera lloró, sino que solamente dijo: Yo ya sabía que lo había engendrado mortal.

6. Aristóteles menciona que hubo muchísimos que escribieron elogios y el epitafio de Grilo, en parte por congraciarse con el padre. Y Hermipo dice, en la Vida de Teofrasto, que incluso Sócrates escribió encomios para Grilo, lo cual indujo a Timón a censurarlo por los versos siguientes:

Dos o tres, o más libros (110)
enfermo y sin fuerza ha publicado,
en todo parecidos a las obras
de Jenofonte y Esquines, ineptas
para persuadir cosa ninguna.

Así fue la vida de Jenofonte. Floreció hacia el año IV de la Olimpiada XCIV. Subió con Ciro, siendo arconte Jeneneto, un año antes de la muerte de Sócrates. Murió el año primero de la Olimpiada CV (según escribe Estesiclides Ateniense en la Descripción de los arcontes y vencedores en los juegos olímpicos), siendo arconte Calidemide, en cuyo tiempo reinaba en Macedonia Filipo, hijo de Amintas. Su muerte fue en Corinto, como dice Demetrio de Magnesia, siendo ya de edad avanzada. Fue Jenofonte un varón bueno en todo: aficionado a caballos y a la caza, e inteligente en la táctica, según consta por sus escritos. Fue pío, dado a los sacrificios, muy práctico en conocer las víctimas y celoso imitador de Sócrates.

7. Escribió más de cuarenta libros, que algunos dividen con variedad. La subida de Oro está escrita no con prefacio a toda la obra, sino con proemios particulares a cada libro. Los demás escritos son: La institución de Oro, Los hechos memorables de los griegos, Los comentarios, El banquete, La economía, Acerca de los caballos, De la caza, Del cargo del general de caballería, La apología de Sócrates, De la semilla, Hierón, o sea Sobre el gobierno tiránico, El Agesilao, y, finalmente, Sobre las Repúblicas de los atenienses y lacedemonios; aunque Demetrio de Magnesia dice que esta obra no es de Jenofonte. Se dice que poseyendo él solo los libros de Tucídides, y habiendo podido suprimirlos, no lo hizo, sino que los publicó para gloria de aquel. Lo llamaban la Musa ática, por la dulzura de su locución, y por esto había algunos celos entre él y Platón, como diremos cuando tratemos de éste.

8. Mis epigramas a Jenofonte son los siguientes:

No sólo pasó a Persia Jenofonte
por la amistad de Ciro,
sino por caminar por la ardua vía
que a los dioses conduce.
Escribiendo las glorias de los griegos
su socrático ingenio nos demuestra.

Y este otro a su muerte:

Si por los ciudadanos
de Cécrope y de Cranao, Jenofonte,
desterrado te miras,
sin más causa que ser de Ciro amigo,
ya la hospital Corinto te recibe,
y estableces en ella tu morada.

Recuerdo haber leído que floreció por la Olimpiada LXXXIX (111), con los otros discípulos de Sócrates. Istro dice que fue desterrado por decreto de Eubelo, y que por sentencia del mismo se le quitó el destierro.

9. Hubo siete Jenofontes. El primero, éste de que hemos tratado. El segundo, fue ateniense, hermano del Nicostrato que compuso el poema La Teseide, el cual, entre otras cosas, escribió La vida de Epaminondas y de Pelópidas. El tercero, fue médico de Cos. El cuarto, uno que escribió la Historia de Aníbal. El quinto, trató De los portentos fabulosos. El sexto fue de Paros y escultor célebre. Y el séptimo, poeta de la comedia antigua (112).


Notas

(75) A saber, los trópicos o solsticios.

(76) Dirían algunos que los astros no dan vuelta a la tierra, sino que de día volvían al Oriente por el mismo camino que habían hecho de noche; lo cual no pudo ser mayor desatino, viendo que no todos se ponen a una misma hora; antes se ponen unos y nacen otros continuamente, hasta que el sol impide su vista.

(77) Si los números de Apolodoro son legítimos (lo que no me persuado), en ningún modo debe ser creído Apolodoro; pues si murió Anaximenes cuando Sardes fue tomada (la tomó Ciro el año primero de la Olimpiada LIX), ¿cómo había de nacer dieciséis o más años después, a saber, en la Olimpiada LXIII? ¿Ni cómo había de ser discípulo de Anaximandro quien nació después de su muerte? Además que Laercio hubiera notado algo de esto, viendo las repugnancias. Así, es muy probable deba leerse cuarenta, en vez de sesenta, dándole sesenta y tres años de vida.

(78) La materia elemental que llaman primera, e informe, de la cual procedieron los cuatro elementos, llamada hule. o hile.

(79) Véase la nota 3.

(80) También aquí está Apolodoro en desacuerdo, no dando a Anaxágoras más que treinta años de vida, con poca diferencia; esto es, ocho olimpiadas acaso no completas. Petavio, Vosio Meursio, Palmerio, y otros son de parecer que donde se lee LXXVIII debe leerse LXXXVIII. Quien piense que Anaxágoras vivió setenta y dos años, precisamente se ha de conformar con estos sabios, pues si tenía veinte de edad en la Olimpiada LXXV, y hasta la LXXVIII no van más que doce años, que unidos suman treinta y dos, forzosamente le han de dar diez Olimpiadas más, o sea cuarenta años, para llegar a los setenta y dos. Así que el primer número de Apolodoro va de acuerdo, pues lo mismo es decir que nació en la Olimpiada LXX, que decir que en la LXXV tenía veinte años, esto es, cinco Olimpiadas. Luego la dificultad sólo puede estar en el segundo número, que es LXXVIII; pero se puede creer que ambos números están íntegros, y que Apolodoro fue de opinión que Anaxágoras murió de treinta y dos años; pues si su opinión no se apoyara de la común, no la traería Laercio como diversa. Sin embargo, se puede creer que Laercio o Apolodoro quisieron escribir floruisse, en vez de natum fuisse. En efecto, floruisse traduce Ambrosio, aunque sólo le da setenta y dos años de vida.

(81) Parece que quiso significar que al principio del mundo estaba la tierra debajo del polo, y por consiguiente, corría para ella la esfera recta, como lo persuade la comparación que pone de una cúpula, cuyo polo está en el vértice. Después -dice- tomó inclinación; esto es, se apartó el polo de nuestro cenit, o dejó de serlo en la tierra entonces conocida.

(82) Epicuro, en su carta a Pitocles, dice casi todo lo mismo.

(83) Plinio, lib. II, cap. LVIII, dice que esto sucedió en la Olimpiada LXXVIII. Podrán verse Plutarco, en la Vida de Lisandro; Filostrato, en la de Apolonio. lib. I, cap. II. Eusebio, Aristóteles y otros.

(84) Se sentó en las gradas para ver los espectáculos.

(85) Anaxágoras no pudo alcanzar a ver el sepulcro de Mausolo en Halicamaso, erigido por su mujer y hermana Artemisia más de setenta años después, como ya anoté en mi Vitruvio, lib. II, cap. VIII, nota 14.

(86) Quiso decir por la fuerza que llaman centrífuga.

(87) De haberIo condenado.

(88) La frase griega es: Los Frigios es nuevo drama de Eurípides, a quien Sócrates puso la leña debajo.

(89) Vocablos griegos que nos resulta imposible reproducir.

(90) Es la fortaleza o alcázar de Atenas, tan celebrada de toda la antigüedad, y de cuya magnificencia todavía conserva vestigios.

(91) Estos treinta pretores fueron creados en la Olimpiada XCIV, cuyo poder al principio no se extendía más que a elegir el Senado; pero después pasaron a tiranizar a Atenas. Muchos autores griegos, cuando los nombran, no dicen más que los treinta.

(92) Aristófanes en sus Nubes, V. 115.

(93) Es adverbio que significa Delfis, en Delfos.

(94) Véase sobre esto Ateneo, lib. XIII, poco después del principio.

(95) La frase griega es: lo volvió divino, o delicado. (Vocablo griego que no podemos reproducir) significa aquel en que está Dios.

(96) Como suele estimarse un ave rara y peregrina por la vista y aun por el sabor.- Kuhnio.

(97) Véase Eliano, lib. X, cap. XIV, de su Varia historia, y Valerio Máximo. lib. VIII, cap. VIII De otío laudato.

(98) Es decir, que esta disciplina y las demás deben encaminarse a la recta moral y justicia en los tratos; mas no quedarse en meras especulaciones, que la mayoría de las veces son inútiles.

(99) Malos, perversos, ímprobos, destemplados, malignos, imprudentes, ignorantes, etc.

(100) Tetradracma o tetradracmo era la cuarta parte de una dracma, y vendría a valer unos cuatro cuartos nuestros o medio real.

(101) La oración acusatoria.

(102) Era un templo de Atenas, dedicado a la Gran Madre de los dioses. Podrá verse acerca de él Juan Meursio.

(103) Véanse Cicerón, lib. I De oratore; Valerio Máxima, 6, 4, núm. 2, in extern.

(104) Esto es, se reducía toda a súplicas y ruegos, confesando haber errado en la doctrina, proponiendo enmendarse o retractarse de ello, dando la razón a los acusadores, etc.

(105) El Pritaneo era un edificio ilustre y suntuoso en el alcázar de Atenas, en el cual no sólo se juntaba el Senado cuando quería, sino que también eran allí mantenidos por la patria los que le habían hecho algún servicio señalado.

(106) El Pompeyo era en Atenas un edificio público donde se guardaban las cosas para las pompas, funciones y festividades de la República. Había también allí estatuas de varones ilustres.

(107) Era el mes de abril.

(108) Este pasaje lo trae el mismo Jenofonte en su Convite, con poquísima diferencia, y es notable que Laercio vaya a buscarlo en Aristipo.

(109) A saber, Castor y Pólux.

(110) Logos puede significar argumento, razón, discurso, razonamiento, palabra, disertación, oración, libro. etc.

(111) Antes, donde dijo Laercio que floreció hacia la Olimpiada XCIV, debió seguir la opinión común y recibida. Aquí da a entender que había quien discrepaba en algo. Bien puede decirse que un hombre florece en sabiduría dentro de unos quince años.

(112) La comedia griega tuvo tres estados: Antigua o Primitiva, la cual representaba hechos verdaderos y los actores tomaban los nombres y circunstancias de los mismos sujetos entre quienes pasó el caso, que nunca era fingido. Así, en ella se motejaban personalmente y se satirizaban unos a otros, dándose en el rostro con sus errores, defectos y descuidos públicos y ocultos, aun entre personas respetables. Esta demasiada libertad de los poetas, tan agradable al populacho, tenía acobardados a todos, sin atreverse a tomar parte en los negocios públicos, por cuya razón Alcibíades prohibió nombrar a nadie en la escena. Esta prohibición produjo otra especie de comedia que llamaron Media, en la cual eran verdaderos los hechos, y las personas fingidas. De ambas especies compuso comedias Aristófanes, porque en su tiempo se prohibió la Primitiva. Finalmente, porque todavía los asuntos verdaderos se solían aplicar con facilidad a personas señaladas que los habían manejado, aunque no se nombraran, y la libertad de poetas y actores era excesiva, inventó Menandro la tercera especie de comedia, llamada Nueva, en la cual fue todo fingido, hechos y personas.

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