Índice de Vidas de los filósofos más ilustres de Diógenes LaercioAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO TERCERO

Primera parte


PLATÓN

1. Este filósofo fue ateniense, hijo de Aristón y de Pericciona o Potona. Su madre descendía de Solón, pues Dropidas, hermano de éste, tuvo un hijo, Cricias, y de Cricias nació Calescros. De Calescros nació Cricias, uno de los treinta tiranos (195), y padre de Glauco. Hijos de éste fueron Carmides y Pericciona, y de ésta y Aristón nació Platón, al sexto grado de descendencia con Solón, el cual descendía de Neleo y Neptuno. También cuantan que su padre Aristón descendía de Codro, hijo de Melanto, que también eran descendientes de Neptuno, según Trasilo. Espeusipo, en el libro titulado De la cena de Platón; Clearco, en el Encomio de Platón; y Anaxalides, en el libro II De los Filósofos, dicen que en Atenas se contaba que como Pericciona era muy hermosa, Aristón quiso violentarla, pero que no lo hizo porque en sueños tuvo una visión de Apolo, y desde entonces hasta el parto la conservó pura de unión carnal.

2. Platón nació, como dice Apolodoro en sus Crónicas, en la Olimpiada LXXXVIII, el día 7 de Targelión (196), en cuyo día nació también Apolo, según los delios. Murió, según Hennipo, el año primero de la Olimpiada CVIII, comiendo en un convite nupcial, a la edad de ochenta y uno. Neantes afirma que murió de ochenta y cuatro años. Así es que seis años después de Isócrates, ya que éste nació siendo arconte Lisímaco, y Platón siéndolo Arninias, en cuyo tiempo murió Pericles. Antileo, en el libro II De los tiempos, dice que Platón nació en el lugar de Coluto; otros opinan que en Egina, en casa de Fidiades, hijo de Tales, según escribe Favorino en su Varia historia (197), habiendo sido enviado allí su padre a formar una colonia, de donde regresó a Atenas cuando los lacedemonios, auxiliando a los eginenses, los echaron de Egina.

3. Platón dio a los atenienses unas fiestas teatrales, cuyos gastos pagó Dión, como refiere Atenodoro en el libro VIII De los Peripatos(198). Tuvo dos hermanos, Adimanto y Glaucón; y una hermana llamada Potona, que fue madre de Espeusipo. En las letras fue discípulo de Dionisio, de quien hace memoria en su Anterastes (199). Se ejercitó en la palestra bajo la dirección de Aristón Argivo, maestro de lucha, el cual, por la buena proporción del cuerpo, le mudó en el de Platón el nombre de Aristocles que antes tenía tomado de su abuelo, según dice Alejandro en las Sucesiones. Otros creen que fue llamado así por lo amplio de su locución (200), o bien porque tenía frente ancha, como escribe Neantes. Algunos mencionan que luchó en los juegos ístmicos; lo que afirma también Dicearco en el libro I de las Vidas. Ejerció asimismo la pintura, y compuso primero ditirambos, después cantos y tragedias. Timoteo ateniense dice en las Vidas que Platón tuvo la voz delgada.

4. Se cuenta que Sócrates vio en sueños un polluelo de cisne que plumaba sobre sus rodillas, el cual, metiendo luego alas, se elevó por los aires y dio dulcísimos cantos, y que habiéndole sido llevado Platón el día siguiente, dijo: He aquí el cisne. Empezó a filosofar en la Academia (201), y después en unos jardines junto a Colono. Así lo dice Alejandro en las Sucesiones, citando a Heráclito. Después de entrar en un certamen trágico, y oír primero la composición de Sócrates, quemó las suyas y dijo:

Oh, ven aquí, Vulcano;
Platón te necesita en el momento.

Desde entonces se hizo discípulo de Sócrates, a los veinte años de edad. Al morir Sócrates, se pasó a la escuela de Cratilo, discípulo de Heráclito, y a la de Hermógenes, que seguía los dogmas de Parménides.

5. A los veintiocho años de edad fue con otros socráticos a Megara a oír a Euclides, según lo escribe Hermodoro. De allí se fue a Cirene y se hizo discípulo de Teodoro, matemático, de donde pasó a Italia a oír a los pitagóricos Filolao y Eurito. Por último, partió a Egipto a oír a los adivinos, adonde dicen que lo acompañó Eurípides. Cuentan que allí se enfermó, y lo curaron los sacerdotes bañándolo en el mar, por lo cual dijo:

Lava el mar las dolencias de los hombres.

Como también Homero dice: Que los egipcios eran todos médicos. Además había determinado pasar a conversar con los magos; pero se lo estorbaron las guerras de Asia. Volvió por fin a Atenas y habitó en la Academia, la cual es un gimnasio suburbano con arboledas, llamada así por cierto héroe famoso. Academo, según escribe Eupolis en su drama Los exentos de la milicia, con estas palabras:

En los paseos dulcemente umbrosos
del dios que apellidamos Academo.

También Timón, al hablar contra Platón, dice:

Entre ellos paseaba muy erguido
Platón, de cuyo labio
dulzuras procedían, semejantes
a las del canto igual de las chicharras,
sentadas en los árboles frondosos
del floreciente bosque de Ecademo.

Antes se llamaba Ecademia, no Academia.

6. Platón era amigo de Isócrates, y Praxifanes describió cierta disputa que ambos tuvieron acerca de los poetas, cuando Isócrates estaba hospedado en una casa de campo. Aristójenes dice que militó en tres ocasiones: la primera, en Tanagra; la segunda, en Corinto, y la tercera, en Delio, adonde peleó con valor. Hizo una especie de miscelánea filosófica de las opiniones de los heraclíticos, de los pitagóricos y de los socráticos. En las cosas sensibles o sujetas a los sentidos filosofaba con Heráclito; en las intelectuales, con Pitágoras, y en las políticas o civiles, con Sócrates. Sátiro y otros dicen que escribió a Oión, que estaba en Sicilia, para que le comprara de Filolao tres libros pitagóricos, con precio de 100 minas. Entonces podía hacerlo, pues había recibido de Dionisio más de 80 talentos (202), según escribe Onetor en el libro titulado Si conviene o no que el sabio procure hacerse rico.

7. Se apoyó mucho en el poeta cómico Epicarmo, del cual copió varias cosas, como dice Alcimo en los cuatro libros que dedicó a Amintas. En el primer libro dice así: Consta que Platón toma muchas cosas de los escritos de Epicarmo. Dice Platón: Se ha de considerar qué cosas sensibles son aquellas que nunca permanecen en un estado mismo en cualidad ni en cantidad, sino que se mudan y corren continuamente. Al modo que si de una suma se quita un número, no quedará la misma en cantidad ni en cualidad. Y estas son las cosas cuya generación no se intermite, pero nunca vemos nacer la sustancia. Las inteligibles son aquellas a quienes nada se añade o quita. Así es la naturaleza de las cosas eternas, siempre es una misma. Y Epicarmo, acerca de las cosas sensibles e intelectuales, dice:

-Los dioses existieron
siempre, sin que de ser jamás dejasen.
Y lo que siempre fue, siempre es lo mismo,
puesto que existe por esencia propia.
-Pero dicen que el caos
fue engendrado el primero de los dioses.
-¿Cómo, si no es posible
sea el primero quien proviene de otro?
Así que no hay primero ni segundo.
Pero en aquellas cosas que a nosotros
competen, establezco lo siguiente:
Quien al número par o impar añada
una parte o la quite, ¿por ventura
quedará el mismo número primero?
-No quedará, por cierto.
-Y si uno añadiese a la medida
de un codo, otra medida fija y cierta,
o bien la sustrajese,
tampoco quedaría el codo mismo:
¿No es así? Ahora bien: pues considera
con atención a los hombres,
verás que uno creciendo, otro menguando,
todos están en mutación continua;
y aquello que se muda,
según naturaleza,
y en un estado mismo no persiste,
va siendo diferente de lo que era.
Aun tú y yo fuimos otros
ayer, mas hoy ya somos diferentes,
y aun otros mañana. Así que nunca,
por la dicha razón, somos los mismos.

8. Además de esto, dice Alcimo lo siguiente: Los sabios afirman que el alma percibe unas cosas por medio del cuerpo, por ejemplo, oyendo y viendo; y otras las advierte por sí misma, sin intervención del cuerpo. Y así, de todo lo que tiene ser, unas cosas son sensibles, y otras intelectuales; por lo cual decía Platón que los que quieren comprender los principios de todas las cosas, primero dividen entre sí mismas las especies que llaman ideas, como lo son: ia Semejanza, la Unidad, la Multitud, la Magnitud, la Quietud, el Movimiento. En segundo lugar, consideran en sí misma la idea de lo honesto y lo bueno; de lo justo y lo injusto. En tercer lugar advierten las ideas que tienen conexión entre sí, como la Ciencia, la Magnitud, la Dominación; y consideran también que las cosas que existen en nosotros suelen hacerse equívocas por su mutua coherencia. Por ejemplo, digo que son justas las cosas que participan de lo justo; honestas, las que participan de lo honesto. Que cada una de estas especies es eterna, la percibe el entendimiento y está libre de toda confusión; por lo cual, dice que las ideas existen en la Naturaleza como ejemplares; y otras cosas semejantes a éstas.

9. Ahora, pues, Epicarmo, acerca de lo bueno y de las ideas, dice:

-¿Es el son de una flauta
acaso alguna cosa? -Ciertamente.
-¿Luego son de una flauta será el hombre?
-De ninguna manera.
-Vamos a demostrarlo:
¿Un flautista quién es?, ¿por quién lo tienes?
Por un hombre, ¿no es cierto? -Sin disputa.
-¿Y no sientes lo mismo de lo bueno?
¿No es lo bueno existente por sí mismo?
Y hace bueno a cualquiera que lo aprende.
Como flautista se hace quien a tocar la flauta se dedica,
bailarín quien al baile,
tejedor el que teje,
y otras cosas como éstas.
Pero el hombre no es arte, sino artista.

10. Platón en su sentir sobre las ideas dice: Que habiendo memoria, las ideas permanecen en los que las tienen, ya que la memoria lo es de cosa quieta y permanente; y que nada permanece sino las ideas. Porque, ¿cómo -dice Platón- podrían los animales atender a su conservación, si no hubieren recibido la idea y el instinto natural? Hace mención de la Semejanza y del alimento acostumbrado, demostrando que todos los animales tienen una idea innata de la Semejanza, por la cual sienten las cosas que son de una misma especie. ¿Y qué dice acerca de esto Epicarmo?

Oh Eumeo, no imagines
que la sapiencia exista en uno solo.
Antes todo viviente
tiene conocimiento o advertencia.
La gallina no pare, si lo notas,
sus polluelos con vida;
sino que fomentando con su cuerpo
los huevos, los anima.
Este saber es sólo conocido
de la Naturaleza que la instruye.

Y después:

No hay que admirarse que esto yo así diga;
ni de que los polluelos ya nacidos,
a sus madres agraden,
y hermosos les parezcan;
pues también hermosísimo parece
a un perro otro perro; un buey a otro
el asno al otro asno; el cerdo al cerdo.

Cosas parecidas escribe Alcimo en sus cuatro libros, indicando lo que Platón se aprovechó de Epicarmo. Y que el mismo Epicarmo no descarta, ya que puede notarse cuando escribe, como vaticinando que alguien lo imitaría:

Pues como yo imagino,
o, por mejor decir, lo estoy viendo,
tiempos vendrán en que éstas mis palabras
anden en la memoria de los hombres.
Habrá quien de estos versos haga prosa;
y engalanando el todo variamente
con púrpura y ornato,
se hará invencible superando a todos.

11. Parece ser que fue Platón quien llevó a Atenas los libros de Sofrón, poeta cómico, hasta entonces poco estimados; que sacó de ellos su Moral; y los hallaron debajo de su cabeza (203). Navegó tres veces a Sicilia: la primera para ver la isla y observar el Etna, en cuya ocasión, siendo tirano de la misma Dionisio, hijo de Hermócrates, lo coartó a que se comunicara consigo. Como Platón hablaba sobre la tiranía, y le dijo que no era lo mejor aquello que era conveniente a él solo, si no se conformaba con la virtud; Dionisio, molesto, le dijo: Tus razones saben a chochez. Y las tuyas a tiranía, respondió Platón. Se indignó por esto el tirano, y quiso quitarle la vida. No lo hizo porque intercedieron por él Dión y Aristómenes; pero lo entregó a Polido Lacedemonio (que entonces era embajador) para que lo vendiera; el cual se lo llevó y lo vendió en Egina. Después lo acusó como reo de muerte Carmandro, hijo de Carmandrides, al tenor de la ley que habían puesto de que muriese sin esperar sentencia de juez el primer ateniense que entrara en la isla; ésta ley la había puesto él mismo (204), como dice Favorino en su Varia historia. Pero como uno dijera que el que la había aportado era filósofo, lo dejaron libre.

12. Otros dicen que fue llevado al tribunal; y como vieron que nada decía en su defensa y que estaba dispuesto a recibir cualquier suerte que le tocara, no lo juzgaron digno de muerte, y determinaron venderlo como esclavo. Pero lo redimió Anníceris (205). Cireneo, que estaba allí casualmente, por el precio de veinte minas, o según algunos, de treinta; y lo envió a Atenas con sus amigos, quienes le remitieron luego el costo del rescate; pero Anníceris no lo recibió, diciéndoles que no eran ellos solos los que tenían cuidado de Platón. Otros afirman que Dión fue quien envió el dinero, y que no lo quiso recibir, sino que compró para él un huertecillo en la Academia. Además dicen que Polido fue vencido por Chabrias, y después sumergido en el mar de Helice, perseguido del Genio (206) en venganza del filósofo, como lo dice Favorino en el libro I de sus Comentarios. Ni siquiera Dionisio pudo aquietarse después de saberlo, y escribió a Platón diciéndole que no hablara de él; a lo que respondió que no tenía tanto ocio como para acordarse de Dionisio.

13. La segunda vez que viajó a Sicilia, fue para pedir a Dionisio el Joven tierra y hombres que vivieran según la República que él había ordenado; si bien éste, aunque se lo prometió, no lo cumplió. Algunos dicen que corrió gran riesgo por la sospecha de haber inducido a Oión y Teotas a que libertasen la isla; pero Arquitas Pitagórico lo defendió mediante una carta que escribió a Oionisio, y lo salvó enviándolo a Atenas. La carta dice así:


ARQUITAS A DIONISIO:
SALUD

Todos los amigos de Platón enviamos a Lamisco y a Fotidas, a fin de que les entregues, como se ha estipulado, a aquel varón. Bien lo harás si te acuerdas de la diligencia con que nos pediste a todos la ida de Platón contigo; que lo exhortásemos al viaje, prometiéndole que tú lo recibirías dignamente, y le permitirías quedarse o volver libremente. Acuérdate también de lo mucho que apreciaste el viaje, y de que lo amaste desde entonces como a ninguno de los otros que están contigo. Y si se ha movido entre vosotros alguna rencilla, conviene que obres con humanidad, y nos lo envíes sin ningún daño. Haciendo esto, obrarás con justicia y nos harás cosa grata.

14. Viajó por tercera vez a Sicilia para reconciliar a Dión con Demetrio; mas al no conseguirlo, se los dejó, y se regresó a la patria. Nunca quiso entrar en el gobierno de la República, por más inteligente que era en gobernar, como consta en sus escritos. La causa que tuvo fue que el pueblo estaba imbuido de costumbres muy diversas. Dice Pánfila en el libro XXV de sus Comentarios, que cuando los arcades y tebanos edificaron Megalópolis, lo llamaron para que les fuera a poner leyes; pero como él supo que no querían igualdad (207), no quiso ir. Dicen que siguió a Chabrias cuando este general huyó de Atenas, habiendo sido condenado a muerte; lo cual no se atrevió a hacer ningún otro ciudadano. Cuando con Chabrias subía al alcázar, el sicofanta Cleóbulo le dijo: Tú vienes aquí en auxilio de otro. ¿Sabes que todavía queda para ti de la cicuta de Sócrates? A lo que respondió: Cuando por la patria seguí la milicia, me expuse a los peligros; ahora sufriré lo que sea necesario por un amigo.

15. Platón fue el primero en escribir diálogos, como dice Favorino en el libro VIII de su Varia historia, y el primero que enseñó a Leodamante Tasio a responder a las cuestiones por análisis, o sea disolución. También es el primero que en la filosofia hace mención de antípodas, primer principio, dialéctica, poemas; de la longitud del número, de la superficie plana entre las extremidades y de la Providencia de Dios. También fue el primer filósofo que contradijo la oración de Lisias, hijo de Céfalo, exponiéndola palabra por palabra en su Fedro. Y además, el primero que examinó la fuerza de las voces gramaticales. Algunos se preguntan por qué no hizo mención de Demócrito, habiendo contradicho a casi todos los que le precedieron. Cuenta Neantes Ciziceno que cuando Platón concurrió a los juegos olímpicos, todos los griegos se volvieron hacia él; y que luego tuvo plática con Dión que trataba de hacer guerra a Dionisio.

16. En el libro I de los Comentarios de Favorino se dice que Mitrídates Persa puso en la Academia la estatua de Platón con la inscripción siguiente: Mitrídates Persa, hijo de Redobato, dedicó a las musas esta imagen de Platón que hizo Silanión. Dice Heráclides que Platón, aun siendo joven, fue tan vergonzoso y modesto que nunca rió sino con moderación. Sin embargo, fue motejado por los poetas cómicos, pues Teopompo en su Heduchare (208), dice así:

Uno no llega a uno,
según Platón afirma;
y aun dos a formar uno apenas llegan.

También Anaxandrides dice en su Teseo:

Cuando aceitunas, cual Platón, tragaba.

Timón es otro que lo critica en paranomasias o trovas (209):

Portentos fabulosos,
como Platón urdía diestramente.

Y Alexis, en su Meropida:

Tú vienes oportuna;
mas yo arriba y abajo voy violenta,
sin hallar, cual Platón, cosa ninguna
que pueda llamar sabia,
cansándose mis piernas vanamente.

Asimismo en su Ancilión dice:

Tú nos hablas de cosas ignoradas,
como Platón, corriendo.
Conocerás el nitro y las cebollas.

Anfis, en su Anfirates, dice así:

-El bien, señor, que conseguir esperas
por esta, me es tan poco conocido
como el bien de Platón.
-Pues de él te guarda.

Y en su Dexidemida:

Oh Platón, nada sabes
más que andar con el rostro
cubierto de tristeza, y levantando
esa ceñuda frente,
tan arada de arrugas como concha.

Cratino, en su Falso supuesto, escribe:

Eres hombre por cierto, y tienes alma.
Y aunque apenas lo entiendo
según Platón lo dice, así lo juzgo.

Alexis, en su Olimpiodoro:

Feneció, y quedó seco
lo que en mi cuerpo fue mortal, caduco;
mas lo que fue inmortal voló a los aires.
¿No es esto la platónica doctrina?

Y en su Parásito:

O, cual Platón, parlar conmigo mismo.

17. También se burló de él Anaxilias en las piezas tituladas El Botrilión, La Circe y Las Ricas. Aristipo, en el libro IV de las Delicias antiguas, dice que amó mucho a un joven llamado Estrella que estudiaba con él la astronomía, y a Dión, del cual ya hicimos mención. Otros dicen que amó también a Fedro. Indicio de ello son los epigramas que escribió en alabanza de ellos.

Cielo quisiera ser, Estrella, mío,
cuando los astros miras,
por poder mirarte con muchos ojos.

Y este otro:

Antes entre los vivos alumbrabas,
oh Estrella, como estrella matutina;
pero ahora, ya muerto, resplandeces,
lucero de la tarde entre los muertos.

Para Dión escribió esto:

Los hados enemigos
verter hicieron lágrimas perennes
a Hécuba y a las vírgenes troyanas;
mas a ti, celebradas mil victorias,
ilustre Dión, los dioses inmortales
eternas alabanzas te prometen.
Te celebra tu patria;
y tus conciudadanos
atestiguan tus glorias con honores.
¿Qué amor es este, pues, Dión amigo,
con que mi mente perturbada tienes?

Dicen que este epigrama se escribió sobre su sepulcro en Siracusa. A Alexis y a Fedro, a quienes amó, como ya dijimos, les hizo estos versos:

Porque no hay cosa alguna que merezca,
fuera del bello Alexis, ser mirada.
¿Por qué, ¡oh alma mía!,
a los perros el hueso manifiestas,
y lo escondes al punto?
¿No es cierto ya que a Fedro hemos perdido?

También se relacionó con la meretriz Arqueanasa, a la cual compuso los versos siguientes:

Poseo a Arqueanasa Colofonia,
sobre cuya rugosa y senil frente
acerbo amor se esconde.
¡Míseros de vosotros que gozasteis
su juventud primera!
¡Oh cuán activo ardor sufrir debisteis!

A Agatón también le compuso estos versos:

Cuando a Agatón besaba,
entre mis labos mi alma se miraba;
y allí desfallecida,
del cuerpo se mostraba despedida.

Y estos otros:

Te arrojo una manzana; si me quieres,
recíbela, Agatón, y comunica
conmigo tu gallarda gentileza (210).
Si esto no puede ser, tú, sin embargo,
recibe la manzana, y considera
cuán brevemente pierde su hermosura.
Yo con esta manzana
te hiero, mi Jantipa; a mí me hiere
cualquiera que te quiera. Corresponde
a mi querer, Jantipa; pues entrambos
nos vamos consumiendo poco a poco.

Dicen que también es suyo un epitafio a los eretrienses agarrados por asechanzas:

Nosotros eretrienses,
de Eubea originarios, junto a Susa
hemos sido enterrados; ¡ah, cuán lejos,
cuán distantes yacemos de la patria!

También es suyo este epigrama:

Venus dice a las musas:
Honrad, niñas, a Venus, o Cupido
armado volará contra vosotras.
Mas ellas le responden:
A Marte puedes ir con esas chanzas,
Venus, pues a nosotras
ese rapaz alado nunca llega.

Y además este:

Habiendo un hombre hallado
una gran suma de oro,
el dogal arrojó con que intentaba
acortarse la vida.
Otro que perdió el oro, al no encontrarlo,
halló el dogal, y se lo puso al cuello.

18. Molón, amigo de Platón, dice que no era de maravillar que Dionisio estuviese en Corinto, sino Platón en Sicilia. Parece que Jenofonte no le fue muy benévolo, pues ambos escribieron de asuntos semejantes, como émulo uno de otro; por ejemplo: El convite, La defensa de Sócrates, Los comentarios morales. Además Platón escribió de la República, y Jenofonte, la Institución de Ciro; que Platón en sus libros De las leyes acusa de fingida, no habiendo sido Ciro como en ella se pinta. Asimismo, aunque los dos hacen memoria de Sócrates, no se citan mutuamente, a excepción de una vez que Jenofonte nombra a Platón en el libro III de sus Comentarios. Dicen que Antístenes deseaba leer uno de los escritos de Platón, y le instó para que lo permitiera; y como Platón le preguntase qué asunto quería leer, y respondiese: De que no se debe contradecir, dijo Platón: ¿Y de ese argumento de qué modo sientes? Entonces Antístenes no sólo respondió lo que sentía contra él, sino que escribió después contra Platón un diálogo titulado Satón. Desde entonces fueron contrarios. Dicen que cuando Sócrates oyó leer el Lisis de Platón, dijo: ¡Oh, qué de falsedades escribe de mí este joven! Y es cierto que Platón escribió de Sócrates muchas cosas que éste no dijo.

19. Platón también fue enemigo de Aristipo, pues en el libro Del alma lo acrimina diciéndole que no asistió a la muerte de Sócrates, hallándose en Egina, ciudad cerca de Atenas. Tuvo igualmente cierta emulación con Esquines, pues dicen que teniéndolo Dionisio en buen concepto, y habiéndose ido con él por hallarse necesitado, Platón lo menospreció y Aristipo lo alabó. Idomeneo dice que el discurso que pronunció Critón a Sócrates en la cárcel, acerca de persuadirlo de la fuga, fue de Esquines, pero que Platón, por el odio que le tenía, lo atribuyó a Critón. Platón no hace memoria de Esquines en ninguno de sus escritos, excepto en el libro Del alma y en la Apología. Aristóteles dice que el estilo de Platón es un medio entre el poético y el de prosa. Y Favorino afinna en sus escritos que sólo Aristóteles estuvo escuchando a Platón cuando leía su libro Del alma; los demás se fueron. Dicen algunos que Felipe Opuncio copió las leyes de Platón, que estaban grabadas en cera. Le atribuyen también el Epinomis. Euforión y Panecio dijeron que el principio de sus libros De la República se halló cambiado de muchas maneras. Y aun dice Arístójenes que esta República se halla casi toda escrita en las Contradicciones de Pitágoras. Dicen que el primer libro que escribió fue el Fedro. Y Dicearco opina que es enfadoso todo su estilo al escribir.

20. Dicen que cuando Platón reprendió a uno que vio jugando a los dados, y éste le contestó que lo reprendía por poco, replicó: No es poca cosa una costumbre. Al preguntarle si quería de él algún dicho memorable como los de otros antiguos, respondió: Primero conviene ganar nombre; después habrá muchos. Habiendo entrado una vez en su casa Jenócrates, le dijo: Azota tú a este esclavo, pues yo no puedo porque estoy colérico. Y a otro esclavo le dijo: Ya hubieras recibido azotes de no estar yo airado. Una vez, al subirse a un caballo, se apeó al punto, diciendo que temía que lo censuraran de aquel lujo y vanagloria caballar, Aconsejaba a los embriagados que se mirasen al espejo, y así se abstendrían de vicio tan feo. Decía que nunca era decente beber hasta la embriaguez, excepto en las festividades del dios del vino. No le gustaba dormir demasiado, pues en sus Leyes dice: El hombre dormido es de ninguna utilidad. Decía que la verdad es la cosa más suave de cuantas oímos. Algunos opinan que lo dijo así: El decir verdad, etc. Y en sus Leyes, dice: La verdad, oh amigo, es cosa bella y durable, pero no es fácil persuadirlo. Se consideraba digno de que de él quedase memoria en los amigos o en los libros. Dicen algunos que se cambiaba mucho de lugar.

21. Murió en la forma que dijimos, el año XIII del reinado de Filipo, como lo afirma también Favorino en el libro III de sus Comentarios. Teopompo dice que Filipo lo reprendió algunas veces (211). Mironiano escribe en sus Símiles que Filón nombra el proverbio Los piojos de Platón como si hubiese muerto de esta enfermedad. Fue enterrado en la Academia, donde había filosofado mucho tiempo, de lo cual provino el que su secta se llamase académica. Celebraron su pompa fúnebre todos los que habitaban allí. Dejó el testamento siguiente:


ÉSTAS SON LAS COSAS QUE DEJÓ Y LEGÓ PLATÓN

La hacienda Hefestiadea, lindante por el Aquilón con el camino que viene del templo de Cefisia, por el Austro con el Heracleo de los hefestiades, por el Oriente con tierras de Arquestrato, Freario, y por el Ocaso con las de Filipo Colideo. Y a nadie sea lícito venderla ni enajenarla, sino que será de Adimanto mi hijo en cuanto sea posible (2l2). Igualmente le dejo la heredad de los Eroiades, que compré de Calímaco, lindante por el Aquilón con tierras de Eurimedón Mirrinusio, por el Austro con las de Demostrato Jipeterón, por el Oriente con las del mismo Eurimedón Mirrinusio, y por el Ocaso con el Cefiso. Tres minas de plata. Una copa de plata que pesa 165 dracmas. Una taza que pesa 65. Un anillo de oro y una arracada también de oro, que ambos pesan cuatro dracmas y tres óbolos. El cantero Euclides me debe tres minas. Manumito a Diario; y quedan en servidumbre Ticón, Bicta, Apolionades y Dionisio. Déjole asimismo los muebles puestos en inventario, cuya copia tiene Demetrio. A nadie debo nada. Mis ejecutores testamentarios serán Sostenes, Espeusipo, Demetrio, Egías, Eurimedón, Calímaco y Trasipo.


Notas

(195) Los treinta que dijimos en la nota 91.

(196) Abril.

(197) Vocablos griegos que nos resulta imposible reproducir.

(198) Acaso mejor. De los paseos, de ambulalionum, como el intérprete latino traduce en la Vida de Teofrasto, y en la de Demócrito el mismo libro.

(199) Es uno de los diálogos existentes de Platón, y significa Los Rivales. Platón lo intitula amatores.

(200) Vocablos griegos que no podemos reproducir.

(201) Más adelante explica Laercio cuál fuese este lugar y edificio llamado Academia, del cual tomaron su nombre las sectas académicas. Aún actualmente se honran con este nombre los cuerpos literarios, artísticos y otros, dedicados a cultivar y promover varios ramos de literatura, lenguas, facultades, bellas artes, etc.

(202) Un talento valía unos mil ducados de vellón.

(203) Se entiende cuando murió, como dicen Valerio Máximo, Quintiliano, Hesiquio y otros; aunque Suidas afirma que solía tenerlos debajo de la cabeza cuando dormia.

(204) El mismo Carmandro acusador.

(205) Véase la nota 132.

(206) Demonio eum persecuente.

(207) El gobierno de iguales, o digamos republicano.

(208) El texto lee (Vocablo griego de imposible reproducción), Casaubono, Aldobrandini, Menagio y demás ilustradores de Laercio lo corrigen, como escriben Ateneo, Harpocración y Suidas.

(209) Como si dijéramos: lo paragramatiza.

(210) La expresión griega tirar una manzana, es lo mismo que amar. Usó de ella Virgilio, Egl. 3, v. 64. Malo me galatea petit, etc.

(211) El texto está dudoso sobre quién reprendió a quién.

(212) Por cualquier modo, o de todos modos. Es fórmula testamentaria. Casaubono.

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