Índice de Vidas de los filósofos más ilustres de Diógenes LaercioAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO SÉPTIMO

Segunda parte


ZENÓN

58 También hay algunas argucias capciosas, cubiertas, escondidas, sorites, cornutas y utidas (514). Las cubiertas son en esta forma: ¿No es cierto que dos son pocos?, ¿no lo son también tres?, ¿y no es cierto que si estos son pocos, lo serán igualmente cuatro, ocho y hasta diez? Sí; porque si dos son pocos, también lo son diez (515). El utides es una argucia conyuctiva compuesta de indefinito y definito, que tiene prolepsis y conclusión, como: Si alguno está aquí, no está en Rodas.

59. Éstas son las opiniones de los estoicos acerca de la lógica; y son principalmente de la opinión que el dialéctico es siempre sabio, puesto que todas las cosas se disciernen por la especulación de las razones, tanto en orden a la Física como a la Moral. Así que al lógico pertenece averiguar la rectitud de los nombres, sin embargo, no es de su inspección indagar la causa por la que las leyes establecieron esta rectitud en las cosas. Siendo dos las facultades ordinarias que acompañan a la virtud, una observa qué cosa sea cada ente, y la otra cómo se llame. En esta fonna hablan de la lógica.

60. La parte moral de la Filosofia la dividen en varias partes, a saber: De los apetitos o deseos, De los bienes y males, De las pasiones, De la virtud, Del fin, Del principal aprecio de las cosas, De las acciones, De los oficios, De las exhortaciones y disuasiones. Ésta es la subdivisión que de la Moral hacen Crisipo, Arquedemo, Zenón de Tarso, Apolodoro, Diógenes, Antípatro y Posidonio; pues Zenón Citieo y Cleantes, como más antiguos, trataron estas cosas con más simplicidad y solidez. Éstos dividieron la Filosofia en lógica y fisica. Dicen que la primera inclinación del animal es conservarse a sí mismo, por dote que la Naturaleza le ha comunicado desde el principio, según escribe Crisipo en el libro I De los fines, diciendo que la primera inclinación de todo animal es su constitución y conocimiento propio, pues no es verosímil que el animal enajenara esta inclinación, o bien hiciera de modo que ni la enajenara ni la conservara. Sólo falta que digamos que la retuvo amigablemente consigo, y por esto repele las cosas nocivas y admite las sociables.

61. Lo que dicen algunos que la primera inclinación y apetito de los animales es hacia el deleite, lo demuestran como falso, porque si es cierto que hay en ella tal deleite, dicen que es accesorio, puesto que la Naturaleza lo buscó después por sí misma y adoptó lo que a su constitución se adaptaba, al modo que se alegran los animales, y las plantas entallecen y prosperan. Dicen que la Naturaleza no puso diferencia alguna entre las plantas y animales, disponiendo de ellos sin movimiento del deseo y sentido, y que en nosotros se producen algunas cosas al modo que en las plantas. Sobreviniendo a los animales como cosa superabundante la inclinación o apetito, usando del cual emprenden lo que quieren, se les acomoda a la naturaleza lo concerniente al apetito mismo. Que a los racionales les ha sido dada la razón como principio más perfecto, a fin de que viviendo según ella sea conforme a la naturaleza, pues la razón es la directriz y artífice de los apetitos.

62. Por lo cual, Zenón fue el primero que, en el libro De la naturaleza del hombre, dice que el fin es vivir conforme a la naturaleza, que quiere decir vivir según la virtud, puesto que la naturaleza nos conduce a ella. Lo mismo dicen Cleantes en el libro Del deleite, y Posidonio y Hecatón en sus libros De los fines. Asimismo, que vivir según la virtud es lo mismo que vivir según la experiencia de las cosas acaecidas conforme a la naturaleza, como dice Crisipo en el libro I De los fines, pues nuestra naturaleza es una parte de la naturaleza universal. Así el fin viene a ser el vivir conforme a la naturaleza, que es según la virtud propia y la de todos, no haciendo nada de lo que suele prohibir la ley común, que es la recta razón a todos extendida, aun al mismo Júpiter, director y administrador de todo lo creado. Que esto mismo es la virtud del hombre feliz y su feliz curso de vida, puesto que todas las cosas se hacen por el concepto y armonía del genio propio de cada uno, según la voluntad del director del universo.

63. Diógenes dice abiertamente que el fin es obedecer absolutamente a la razón en la elección de las cosas conformes a la naturaleza (516). Y Arquedemo, que es vivir prestando todos los oficios. Y Crisipo, por naturaleza entiende aquella con quien debe conformarse la vida, esto es, la común; y en propiedad, la humana. Pero Cleantes sólo admite la naturaleza común para ser seguida, no la particular. Que la virtud es una disposición del ánimo conforme a razón y elegible por sí mismo, no por algún miedo o esperanza, o por algún bien externo (517), sino que en ella se encierra la felicidad, como que está en el alma para la igualdad y tranquilidad de la vida. Que el animal racional se pervierte unas veces por los halagos de cosas externas, y otras veces por las persuasiones (518) de sus familiares, pues los movimientos que da la naturaleza no son torcidos.

64. Que la virtud es una perfección común a todos, como la perfección de una estatua. Una es visible, como la salud; otra, visible o especulativa, como la prudencia. Y Hecatón dice en el libro I De las virtudes que éstas son científicas, tanto las especulativas, que constan de teoremas o especulaciones, como la prudencia y la justicia; así como las no especulativas, observadas sólo en su extensión (aunque del mismo modo que las que constan de especulaciones, como la santidad y robustez), pues a la templanza o sobriedad considerada como fundamento se sigue y se extiende la sanidad, así como la firmeza a una bóveda después de concluida o cerrada. Se llaman no especulativas porque carecen de motivos para ser especuladas, son accesorias y las tiene también un ignorante, como la salud y la robustez. Las señales de que la virtud es estable son, como dice Posidonio en el libro I de su Razonamiento moral, los progresos de Sócrates, Diógenes y Antístenes, pero que también permanece el vicio para oponerse a la virtud. Que la virtud es enseñable, lo dicen Crisipo en el libro I Del fin, Cleantes, Posidonio en sus Exhortaciones, y Hecatón. Además, que esto consta de que vuelve buenos a los malos.

65. Panecio establece dos tipos de virtud: teórica y práctica; otros ponen tres: racional, natural y moral; Posidonio, cuatro; Cleantes Crisipo y Antípatro, muchas; y finalmente, Apolófanes reconoce una sola virtud, que es la prudencia. De las virtudes, unas son primeras y otras súbditas de ellas. Las primeras son: prudencia, fortaleza, justicia y templanza; y especies de éstas la magnanimidad, la continencia, la paciencia, la diligencia y el consejo. La prudencia es ciencia de lo malo, de lo bueno y de lo neutro o indiferente. La justicia es ciencia de las cosas elegibles, evitables y neutras. La magnanimidad es ciencia o hábito que hace las cosas más grandes y excelsas de lo que regularmente son, ya sean leves o graves. La continencia es una disposición del ánimo, firme e invariable acerca de las cosas ejecutadas por la recta razón, o bien un hábito invencible a los deleites. La paciencia o tolerancia es la ciencia o hábito de aquellas cosas a quienes o se ha de resistir, o no se ha de resistir, o portarse con indiferencia. La agudeza de mente, o diligencia, es el hábito de hallar en breve lo que convenga. Y el consejo es la ciencia de considerar maduramente lo que hemos de ejecutar, y el modo de ejecutarlo para que sea conveniente.

66. Junto a esto también tenemos a los primeros vicios, y sujetos a ellos: los primeros son la imprudencia, la cobardía, la injusticia, la intemperancia; y los sujetos a estos, son la incontinencia, la torpeza de mente y el mal consejo. En una palabra, es vicio la ignorancia de todas las cosas que es virtud saberlas. El bien en común es lo útil, y en particular o propiedad o es la misma utilidad, o no ajeno de ella. Y así, la virtud, y el bien, su partícipe, se llaman triples en esta forma: bien ex qua, por ejemplo: el acto o práctica de la virtud; y bien á qua, por ejemplo: el diligente partícipe de la virtud (519). De otro modo definen el bien en propiedad, diciendo que es lo perfecto según la naturaleza del racional o cuasi racional. Que la virtud es tal, que los participantes de ella son virtuosos, ya sean los sujetos buenos, o las acciones u operaciones mismas. Sus secuelas o frutos son el regocijo, la alegría y semejantes. Lo mismo es en los vicios, como la imprudencia, la cobardía, la injusticia y semejantes, pues vicioso es cuanto participa del vicio, sean operaciones o sean hombres viciados. Las secuelas y frutos de los vicios son la tristeza, la aflicción y semejantes.

67. Respecto a los bienes, unos son del alma, otros externos y otros ni del alma ni externos. Los del alma son las virtudes y las operaciones producentes de ellas. Los externos son tener una patria ilustre, un fiel amigo y felicidad en todo. Y los bienes que ni son del alma ni externos, son el ser uno para sí mismo y bueno y feliz. Igualmente los vicios (520): unos son del alma, a saber, los vicios mismos y su práctica; otros externos, como tener una patria oscura (521); un amigo imprudente, y semejantes infelicidades; y otros ni externos ni del alma, como el ser malo e infeliz para sí mismo.

68. Los bienes son finales, eficaces, y finales y eficaces (522). Un amigo y las felicidades que de él nos vienen son bienes eficaces; la satisfacción propia, la prudencia, la libertad, el divertimiento, la alegría, el sosiego y todo acto virtuoso son bienes finales. También hay, como se ha dicho, bienes eficaces y finales, pues en cuanto perfeccionan la felicidad son bienes eficaces, y en cuanto la completan haciéndose parte de ella son finales. De la misma manera los males, unos son finales, otros eficaces, y otros ambiguos, o bien finales y eficaces. Un enemigo y los daños provenidos de él son males eficaces o efectivos; la estupidez, la bajeza, la esclavitud, el no divertirse, la tristeza, la aflicción y todos los actos viciosos son males finales. Y los males ambiguos, o sea eficaces y finales, en cuanto consuman la infelicidad son eficaces, y en cuanto la aumentan como parte son finales.

69. En cuanto a los bienes del alma, unos son hábitos, otros disposiciones, y otros ni hábitos ni disposiciones. Las disposiciones son las virtudes; los hábitos son los deseos, y los que no son hábitos ni disposiciones son las operaciones. Comúnmente, de los bienes, algunos son mixtos, como la fecundidad de prole y la buena vejez. La ciencia es un bien sencillo. Bienes siempre presentes son las virtudes; no siempre presentes, la alegría, el paseo. Dicen que todo bien es conducente, oportuno, provechoso, útil, comodísimo, honesto, auxiliativo, deseable y justo. Es conducente, porque trae cosas que nos ayudan. Oportuno, porque nos contiene en lo debido. Provechoso, porque satisface excesivamente los gastos de su adquisición. Útil, porque nos deja la utilidad de su uso comodísimo, y nos produce utilidad laudable. Honesto, porque permite un uso moderado de sí mismo. Auxiliativo (523), porque es tal que auxilia. Deseable, porque es tal que con mucha razón lo elegimos y crea las sociedades.

70. Llaman también a lo honesto un bien perfecto, porque tiene por naturaleza todo cuanto se desea y es perfectamente moderado. Ponen cuatro especies de bien honesto: la justicia, la fortaleza, la modestia y la ciencia, con las cuales se perfeccionan todas las acciones honestas. Análogamente a esto, dividen también lo torpe en cuatro especies: la injusticia, la cobardía, la inmodestia y la ignorancia. Se llama simplemente honesto, porque a los que lo poseen los hace dignos de alabanza; porque es creado para operar por sí mismo, y porque añade honra cuando decimos que sólo el sabio es un bien honesto (524).

71. Dicen que sólo lo honesto es bueno; así lo escriben Hecatón en el libro III De los bienes, y Crisipo en los libros De lo honesto. Que esto es la virtud y lo que de ella participa, a lo cual se le iguala aquello de que todo lo que es bueno es también honesto. Que honesto y bueno valen lo mismo, puesto que aquel es igual a éste, y quien es bueno es honesto: es honesto, luego es bueno. Son de la opinión que todos los bienes son iguales; que todo bien debe desearse en sumo grado, y que no admite aumento ni disminución. Dicen que de los entes, unos son buenos, otros malos y otros neutros. Que son entes buenos las virtudes, prudencia, justicia, furtaleza, templanza y restantes; y son entes malos los opuestos a éstos, como la imprudencia, injusticia, etc. Y son neutros los que ni aprovechan ni dañan, como la vida, la salud, el deleite, la belleza, la fuerza, la riqueza, la gloria, la nobleza; y los opuestos, como son la muerte, la enfermedad, las molestias, la fealdad, las pocas fuerzas, la pobreza, el poco nombre, la innobilidad y semejantes. Así lo dice Hecatón en el libro VII Del fin; Apolodoro en su Moral, y Crisipo; pues estas cosas no son buenas, sino indiferentes, producidas según su especie. Y así como es propio del calor el calentar y no el enfriar, así lo es del bien el aprovechar, no el dañar. Las riquezas y la salud no son más provechosas que dañosas, luego ni las riquezas ni la salud son bienes. Más: aquello de que se puede usar bien y mal no es bueno; de las riquezas y salud puede usarse bien y mal, luego las riquezas y la salud no son bienes. No obstante. esto, Posidonio dice que lo son.

72. No consideran al deleite un bien, como es de ver en Hecatón, libro XIX De los bienes, y Crisipo en los libros Del deleite; pues hay deleites torpes, y el bien nada tiene de torpe. Dicen que el aprovechar es moverse o estarse quieto según la virtud, y el dañar es moverse o estarse quieto según el vicio. Que las cosas indiferentes son de dos clases: una es de las que no conducen a la felicidad ni a la infelicidad, como las riquezas, la salud, las fuerzas, la gloria y semejantes, pues sin ellas acontece ser feliz, y su uso puede causar felicidad o infelicidad. La otra clase de cosas indiferentes es la de aquellas que ni mueven el apetito ni la aversión, como tener los cabellos pares o impares, o alargar un dedo o contraerlo. No así los indiferentes primeros antes referidos, pues aquellos pueden mover el apetito y la aversión. Así que, de las cosas indiferentes, unas son elegibles y otras igualmente elegibles o evitables.

73. De las cosas indiferentes, a unas llaman probables o preferibles, y a otras reprobables. Las probables son las importantes y recomendables; reprobables son las que nada importan. Esta recomendación o importancia la dividen diciendo que una es la que conduce a una vida conforme a todo bien; otra, cierta fuerza media, o que da el uso conducente a una vida conforme a la naturaleza, que es tanto como decir el uso que las riquezas y sanidad prestan para vivir según la naturaleza. Y la otra recomendación es la retribución o recompensa de la aprobación que le da el experimentado en las cosas, que es tanto como decir: trocar trigo por cebada, dando un mulo encima (525).

74. Dicen que las cosas preferibles que tienen estimación respecto al alma son: el ingenio, el arte, el aprovechamiento y semejantes; y respecto al cuerpo son: la vida, la santidad, la fuerza, la buena habitud, la integridad, la belleza; y respecto a las cosas internas, las riquezas, la nobleza y semejantes. Y de las cosas reprobables, las pertenecientes al alma son la estupidez, la ineptitud y semejantes; las pertenecientes al cuerpo son la muerte, las enfermedades, la debilidad, el mal hábito, la mutilación, la fealdad y otras así; y las externas son la pobreza, la oscuridad (526), la innobilidad y demás de esta clase, las cuales, como neutras, ni son probables ni reprobables.

75. Asimismo, de estas cosas probables o preferibles, unas lo son por sí mismas, otras lo son por otras, y otras, por sí mismas y por otras. Las probables por sí mismas son: el ingenio, el aprovechamiento y semejantes; las por otras son: la riqueza, la nobleza y semejantes; y las por sí mismas y por otras: el valor, la integridad de sentidos y la de miembros. Se llaman por sí mismas porque son conformes a la naturaleza; y se llaman por otras, porque producen no pocas utilidades. Lo mismo es acerca de las cosas reprobables.

76. Dicen igualmente que oficio es aquel de quien, ya hecho o prestado, puede darse buena razón, como la cosa consiguiente y de servicio a la vida; lo cual se extiende a las plantas y a los animales, pues también en éstos se advierten oficios. Zenón fue el primero que dio al oficio el nombre de eathecon, llamándolo así porque va o se presta a muchos, y es un efecto propio de disposiciones naturales, pues de las cosas ejecutadas según el apetito, unas son oficios, otras contrarias a ellos. Que aquellas cosas son oficios que la razón quiere que se presten, como es honrar a los padres, los hermanos, la patria, y ser diligente con los amigos. Cosas contrarias a los oficios son las que la razón disuade, como sería no cuidar de los padres ni de los hermanos, no favorecer a los amigos, menospreciar la patria, y semejantes. Las cosas que la razón ni las aconseja ni las disuade no son oficios ni contrarias a ellos, como: quitar una pajuela, tener la pluma, la almohaza y cosas semejantes.

77. Existen oficios sin urgencia precisa, y otros con ella. Los no urgentes son: cuidar de la salud, de los órganos de los sentidos, y cosas semejantes. Los urgentes son: mutilarse a sí mismo y arrojar su hacienda (527). De la misma manera se entienden las cosas contrarias a los oficios. Algunos oficios son continuos y otros no. Oficio continuo es vivir virtuosamente; no continuo es el preguntar, responder, pasear, y semejantes. Lo mismo se entiende acerca de cosas contrarias a los oficios. Hay también oficio en las cosas medias o medianas, por ejemplo: obedecer a los pedagogos o maestros.

78. Dicen que el alma contiene ocho partes, que son: los cinco sentidos, el órgano de la voz, el órgano del pensar, que es la mente misma, y la virtud generativa. Que de las cosas falsas sobreviene perversión en la mente, y de ella brotan muchas pasiones o perturbaciones y motivos de inconstancia. Según Zenón, la perturbación o pasión es un movimiento del alma, irracional y contra naturaleza; o bien Un ímpetu exorbitante. Según Hecatón en el libro II De las pasiones, y Zenón en su libro del mismo asunto, hay cuatro géneros de pasiones supremas, que son: el dolor, el temor, la concupiscencia y el deleite. Son de la opinión que las perturbaciones o pasiones son también juicios o discernimientos, como dice Crisipo en su libro De las pasiones, pues la avaricia es un juicio o estimación de que el dinero es cosa buena y honesta; lo mismo es de la embriaguez, de la incontinencia y otras. Que el dolor es una contracción irracional del ánimo. Sus especies son la misericordia, la envidia, la emulación, los celos, la angustia, la turbación, la tristeza, la pena y la confusión. Que la misericordia es un dolor acerca del que padece males sin merecerlo; la envidia, un dolor de los bienes ajenos; la emulación, un dolor de que goce otro lo que uno deseaba; los celos son un dolor de que alcance otro lo que uno también tiene; la angustia es un dolor que agrava; la turbación, un dolor que estrecha y pone dificultades; la tristeza, un dolor que nos queda o se aumenta de los diálogos o argumentos interiores que nos hacemos; la pena es un dolor labioroso; la confusión es un dolor irracional, aflictivo y que prohibe considerar las cosas presentes.

79. También dicen que el temor es la previsión del mal que amenaza. Se refieren al temor: el miedo, la incertidumbre, la vergüenza, el terror, el tumulto, la agonía. El miedo es un temor que ata y pone trepidación; la vergüenza es un temor de la ignominia; la incertidumbre es un temor de las operaciones futuras; el terror es un miedo causado por alguna imaginación extraordinaria; el tumulto es un temor junto con apresuramiento de voces, y la agonía es el temor de una cosa incierta. La concupiscencia es un apetito irracional. Se ordenan a él la indigencia, el odio, la contienda, la ira, el amor, el rencor, la furia. La indigencia es una concupiscencia de lo que no tenemos y como separada de ello, pero a ello inútilmente extendida y alargada. El odio es una concupiscencia y deseo de que alguien sufra un mal, pero con algún provecho y aumento propio. La contienda es una concupiscencia y deseo acerca de las sectas u opiniones. La ira es concupiscencia y deseo de que sea castigado aquel que parece que ha obrado injustamente. El amor es una concupiscencia ajena del hombre serio, pues es un cuidado de conciliarse la voluntad de una belleza aparente. El rencor es una ira inveterada y llena de odio, que espera la ocasión de vengarse, lo cual se declara por estos versos:

Una bilis de un día se digiere;
mas no un viejo rencor si el fin no logra.

Y la fuerza o furia es una ira incipiente o que comienza.

80. El deleite es un movimiento irracional del ánimo acerca de lo que parece apetecible. Contiene bajo de sí la delectación o halago, el gozo del mal ajeno, el divertimiento y la disolución. El halago o delectación es un gusto que capta el oído. El gozo del mal ajeno es deleitarse en el alma de otro. El divertimiento (como si dijéramos pervertimiento), es una inclinación del ánimo al relajamiento o disolución. Y la disolución es una relajación de la virtud. Como tenemos enfermedades del cuerpo, por ejemplo: la gota y el dolor de articulaciones; las tiene también el alma, por ejemplo: el amor de la gloria, el de los deleites y otros semejantes. Enfermedad es morbo o dolencia con falta de fuerzas. Morbo es la opinión vehemente de 1lo que parece que debe ser apetecido; pues así como el cuerpo tiene fáciles caídas de humores, como el catarro y la diarrea; también el alma tiene sus tendencias e inclinaciones, como la envidia, la inmisericordia, las contenciones y semejantes (528).

81. Dicen que hay tres afecciones buenas del ánimo: el regocijo, la precaución y la voluntad. Que el regocijo es contrario al deleite, ya que es un movimiento racional. Que la precaución lo es al miedo, siendo una declinación racional del peligro. Así, el sabio nunca teme, sino que se precave. Y que la voluntad es contraria a la concupiscencia, puesto que aquella es un deseo racional. Así como caen algunas cosas debajo de las pasiones o perturbaciones primeras, lo mismo sucede debajo de las buenas afecciones del ánimo, pues a la voluntad se sujetan la benevolencia, el agrado, el aprecio, la dilección. A la precaución se sujetan el pudor, la castidad. Al regocijo, el divertimiento, la alegría, la ecuanimidad. Dicen que el sabio está sin pasiones por hallarse libre de caídas. Que también hay otro sin pasiones, que es el malo o ignorante (529), como si dijéramos duro e inmóvil. Que asimismo el sabio carece de vanidad y presunción, pues no hace diferencia entre la gloria y la ignominia; pero también hay entre el vulgo otro sin presunción, que es el malo o ignorante.

82. Dicen que todos los sabios son austeros, pues ni ellos hablan de deleites, ni admiten lo que de los deleites hablan otros; pero que también hay otro austero, comparable al vino áspero, que mejor es para medicamento que para bebida. Que los sabios son incorruptos y sinceros, pues se guardan de ostentar lo que son por medio de apariencias que oculten los defectos y hagan manifiestas las buenas prendas. Que tampoco son dobles o engañosos, pues quitan los fingimientos de voces y rostros. Que están ajenos a los negocios, pues huyen de hacer cosa alguna sino oficios. Que beben vino, sí; mas no se embriagan. Que no pierden el juicio; pero, sin embargo, caen a veces en algunas fantasías o imaginaciones extrañas, por melancolía o delirio, no por razón de cosas que deseen, sino por defecto de la naturaleza. Que no sienten dolor, puesto que el dolor es una contracción irracional del ánimo, como dice Apolodoro en su Moral. Que los sabios son divinos, pues parece que tienen a Dios en sí mismos; y que el malo o ignorante es ateo. Que el ateo es de dos maneras: el que se llama contrario a Dios, y el que menosprecia a Dios; pero esto no se halla en todos los malos. Que los sabios son religiosos y píos, como prácticos que están en el derecho divino, pues la piedad es ciencia del cultivo divino. Que sacrifican por sí mismos a los dioses y son castos, puesto que detestan los pecados contra los dioses; y aun los dioses mismos los aman porque son santos y justos en las cosas divinas.

83. Que sólo los sacerdotes son sabios, porque resuelven y decretan acerca de los sacrificios, ritos establecidos y demás cosas peculiares de los dioses. Son de la opinión que los padres, hermanos y hermanas se han de respetar en primer lugar después de los dioses. Dicen los estoicos que les es natural el gran amor para con sus hijos, y en los malos no hay tal amor. Que todos los pecados son iguales, como es de ver en Crisipo, libro IV De las cuestiones morales, en Perseo y en Zenón; pues si una verdad no es mayor que otra verdad, ni una cosa falsa lo es más que otra, tampoco un fraude será mayor que otro, ni un pecado mayor que otro pecado. En efecto, quien dista cien estadios de Canopo y quien dista uno, igualmente dejan de estar en Canopo; así, el que peca mucho y el que poco, igualmente dejan de estar en lo recto. No obstante, Heráclides Tarsense, familiar y amigo de Antípatro Tarsense, y Atenodoro dicen que los pecados son desiguales.

84. Dicen que el sabio gobernará la República si no hay dificultad, como lo dice Crisipo en el libro I de las Vidas, pues reprimirá los vicios e incitará a las virtudes. Que se casará también a fin de procrear hijos, según escribe Zenón en su República. Que no se mezclará en cosas opinables, esto es, nunca dará cabida a falsedad alguna. Que deberá abrazar la secta cínica, por ser un camino breve y compendioso para la virtud, según Apolodoro en su Moral. Que comerá también carne humana según las circunstancias. Que sólo él es libre; los malos e ignorantes son siervos. Que la libertad es la potestad de obrar por sí mismo; la esclavitud es la privación de esta libertad. Que hay otra esclavitud, consistente en la subordinación; y aun otra tercera, que consiste en la posesión y subordinación (a la cual se opone el dominio), y que también es mala. Que los sabios no sólo son libres, sino también reyes; siendo el reinar un mando a nadie dañoso, que existe sólo entre los sabios, como dice Crisipo en el libro titulado Que Zenón usó de los nombres con propiedad. Escribe allí que el príncipe debe entender acerca de bienes y males, y estas cosas ningún ignorante las sabe.

85. Dicen también que sólo ellos son aptos para los magistrados, para los juicios y para la oratoria. Que son impecables, ya que no pueden caer en pecado. Que son inocentes, pues ni dañan a otros ni a sí mismos. Que no son misericordiosos ni perdonan a nadie, pues no remitirán las penas puestas por las leyes (ya que la condescendencia, la misericordia, la mansedumbre no son cosas propias del ánimo de quien se crea útil para la justicia) ni las tendrán por muy duras. Asimismo, que el sabio nada admira de lo que parece extraordinario, como: los plutonios (530), el flujo y reflujo del mar, las fuentes de aguas termales y los volcanes. Dicen igualmente que el sabio nunca vive solo, pues está acompañado de la naturaleza y de las operaciones. Y que se ocupará también en ejercicios para hacer el cuerpo resistente.

86. Dicen que el sabio orará pidiendo bienes a los dioses. Así lo escriben Posidonio en el libro I De los oficios, y Hecatón en el XIII De las cosas raras. Dicen asimismo que sólo en los sabios existe la amistad, por razón de la semejanza; y que la amistad es una comunión o comunicación entre los amigos, de las cosas necesarias a la vida. Prueban que el amigo debe elegirse por él mismo; que es bueno tener muchos amigos, y que no hay amistad entre los malos. Que no se ha de contender con los ignorantes o necios; y que todos los ignorantes son dementes, puesto que no siendo sabios todo lo ejecutan por una ignorancia igual a la demencia. Que el sabio hace bien a todos, al modo que decimos que Ismenias fue diestro flautista. Que todas las cosas son de los sabios, pues la ley les da potestad cumplida. Que también hay algunas cosas de los ignorantes, ya sean de la República o propias, pero los consideran posesores injustos.

87. Que las virtudes se siguen mutuamente unas a otras, y quien posee una las posee todas, pues las especulaciones de todas son comunes, como dice Crisipo en el libro De las virtudes, Apolodoro en su Física antigua, y Hecatón en el libro III De las virtudes. Que el virtuoso es especulativo o contemplativo, y apto para ejecutar lo que conviene; y las cosas que conviene se hagan, deben también ser elegidas, sostenidas, distribuidas y constantemente defendidas. Por lo cual si ejecuta con elección algunas cosas, otras con tolerancia, distributivamente otras, y otras constantemente, es así prudente, valeroso, justo y templado. Y principalmente cada una de las virtudes trata respectivamente acerca de su propio objeto, por ejemplo: el valor acerca de su tolerancia; la prudencia acerca de lo que debe practicarse, no practicarse o mirarse con indiferencia. Del mismo modo tratan las demás sobre sus propios objetos, por ejemplo: a la prudencia se sigue el buen consejo e inteligencia; a la templanza, el buen orden y la modestia; a la justicia, la equidad y probidad; y al valor se sigue la constancia y permanencia de ánimo.

88 Opinan que entre la virtud y el vicio no hay medio (al contrario de los peripatéticos, que dicen que el provecho es medio entre la virtud y el vicio), pues así como un palo es preciso que sea recto o torcido, así una cosa o es justa o injusta, sin contar con el más o menos. Y así de las demás cosas Crisipo dice que la virtud es amisible; Cleantes, que es inamisible; aquel, que puede perderse por la embriaguez y por la cólera; éste, que no puede perderse, por lo muy arraigada. Que es apetecible; que nos avergonzamos de las malas obras, conociendo que sólo es bueno lo honesto; y que ella sola basta para la felicidad, como dicen Zenón, Crisipo en el libro I De las virtudes, y Hecatón en el II De los bienes, porque si la magnanimidad es bastante para superarlo todo, y ella es parte de la virtud, es también la virtud suficiente para la felicidad, despreciando justamente todas las cosas que parezcan graves y turbulentas.

89. Pero Panecio y Posidonio dicen que la virtud sola no basta, si que también se necesitan la salud, la fuerza y la abundancia. También opinan que de la virtud se use siempre y en todos tiempos, como dice Cleantes, puesto que es inamisible, y el sabio siempre usa del ánimo más perfecto. Que lo justo lo es por naturaleza, no positivamente, como la ley y la recta razón. Así lo dice Crisipo en el libro De lo honesto. Son del parecer que la discrepancia en las opiniones filosóficas no debe remover a nadie de la Filosofía, pues si no era menester dejar todas las cosas de esta vida; así lo escribe Posidonio en sus Exhortaciones. Crisipo dice que las disciplinas liberales son muy útiles. Son también de la opinión que no tenemos derecho alguno en los demás animales por razón de la diversidad o desemejanza, como dicen, Crisipo en el libro I De la justicia y Posidonio en el I De los oficios.

90. Que el sabio estimará aquellos jóvenes que manifiesten más talento e índole para la virtud, como dicen Zenón en el libro De la República, Crisipo en el I De las vidas, y Apolodoro en su Moral. Que el amor es un acceso de beneficencia hacia una belleza aparente; y no acceso de unión, sino de amistad; pues Trasónides, aunque tuvo en su poder a su amada, como ésta lo aborrecía, se abstuvo de ella. El amor, pues, no es más que la amistad, como dice Crisipo en el libro Del amor, y no es culpable. Que la belleza es la flor de la virtud. Dicen que siendo tres los géneros de vida: contemplativo, operativo y racional, de ellos se ha de elegir el tercero, puesto que la naturaleza ha creado al animal racional para la contemplación y operación. Que con mucha razón el sabio se privará a sí mismo de la vida por la patria y por los amigos, incluso cuando padeciera algún dolor, mutilación o mal incurable.

91. Defienden que entre los sabios conviene que las mujeres sean comunes, de manera que cada uno use de la que pueda. Así lo escriben Zenón en su Política, Crisipo en el libro De la República, Dión el Cínico y Platón. De esta forma amaremos con amor natural a todos los hijos, como si fuésemos padres de todos, y se quitarán adulterios y celos. Que el mejor gobierno es el mixto de real, democrático y aristocrático. Éstas y muchas otras cosas dicen los estoicos acerca de los dogmas morales, dando sus pruebas y demostraciones; aunque aquí las hemos mostrado sólo en resumen.

92. La parte fisica o natural la dividen en fisica de los cuerpos, de los principios, de los elementos, de los dioses, de los prodigios, del lugar y del vacío. Esta división es específica; pero en general la hacen en tres partes, que son: del mundo, de los elementos y de las causas. La parte del mundo la subdividen en otras dos. Bajo de una consideración se asocian los matemáticos, y por ella discurren de las estrellas fijas y planetas, por ejemplo: si el sol es tan grande como aparece, y lo mismo la luna; de su giro, y de otras cuestiones semejantes. Bajo de la otra consideración pertenece sólo a los físicos, y en ella se inquiere de qué sustancia sea; si el sol y los astros constan de materia y forma; si fue creado o no; si está animado o inanimado; si es corruptible o incorruptible; si hay providencia que lo gobierne o no, con otras cosas de esta clase. La parte perteneciente a las causas también la subdividen en dos. Una la hacen cuestión común a los médicos, y por ella inquieren de la parte principal o conductriz del alma y de sus operaciones, de las semillas y cosas semejantes. La otra se la apropian igualmente los matemáticos, por ejemplo: cómo vemos; cuál es la causa de vernos en el espejo; qué cosa son las nubes, los truenos, el iris, el halón o corona, los cometas y semejantes.

93. Opinan que los principios de todas las cosas son dos: el agente y el paciente. El paciente es la materia, la cual es sustancia sin cualidad. El agente es la razón que hace u opera sobre la materia, por ejemplo: Dios; y que éste, siendo sempiterno, crea por toda la materia cada cosa de por sí. Establecen ese dogma Zenón Citieo en el libro De la sustancia, Cleantes en el De los átomos, Crisipo en el I De los fisicos, hacia el fin, Arquedemo en el libro De los elementos, y Posidonio en el libro II de sus Razonamientos naturales. Dicen que principios y elementos son cosas diversas, pues los principios son ingénitos e incorruptibles, pero los elementos se corrompen; los principios carecen de cuerpo y de forma; pero los elementos la tienen.

94. Cuerpo es, según Apolodoro en su Física, el que tiene las tres dimensiones: longitud, latitud y profundidad. Se llama también sólido. Superficie es la extremidad del cuerpo, o bien lo que sólo tiene longitud y latitud, mas no profundidad. Posidonio, en el libro III De los meteoros, la coloca entre lo intelectual y real (531). Línea es el extremo de la superficie, o una longitud sin latitud, o bien lo que sólo tiene longitud. Punto es la extremidad de la línea y la señal más pequeña. Dicen que es una misma cosa Dios, Mente, Hado, Júpiter, y otras muchas denominaciones que se dan. Que en el principio, existiendo Dios en Sí mismo, convirtió toda la sustancia en agua por medio del aire. Y así como en el feto se contiene el esperma, así también él, siendo como es la razón seminal del mundo, la depositó en el agua, fecundando y dando aptitud a la materia para las generaciones futuras. Creó después los cuatro elementos: fuego, agua, aire y tierra. Así lo escriben Zenón en el libro Del universo; Crisipo en el I De los fisicos, y Arquedemo en un Escrito acerca de los elementos. Y así, elemento es aquel de quien proceden primero las cosas que nacen y en quien se resuelven cuando acaban.

95. Dicen que los cuatro elementos unidos constituyen una sustancia sin cualidades, que es la materia. Que el fuego es el cálido; el agua, el húmedo; el aire, el frigido, y la tierra el árido. Aun sobre el aire hay alguna parte de ello. Que en lo más alto está el fuego llamado éter, en el cual está primero la esfera de las estrellas fijas; luego la de los planetas, junto a la cual está el aire, luego el agua, y después de todo está la tierra, que es el medio del universo. De tres maneras entienden la palabra mundo: una es el mismo Dios, que a todas las sustancias creó sus propiedades; que es incorruptible e ingénito; artífice de esta hermosa fábrica, y que por ciertos periodos de tiempo resuelve todas las sustancias y las vuelve a engendrar de sí mismo. La otra es el bello ornato mismo de los astros, a que también llaman mundo. Y la tercera es el compuesto y resultado de los dos primeros. Es, pues, el mundo propiamente la cualidad de la sustancia de todas las cosas, o bien, como dice Posidonio en sus Elementos meteorológicos, el sistema o complejo de cielo y tierra, y las naturalezas que contienen; o también, el sistema o complejo de dioses, hombres y cosas creadas por causa de ellos. Cielo es la última periferia, donde reside todo lo divino. El mundo es gobernado con mente y providencia (como dice Crisipo en sus libros De la providencia, y Posidonio en el XIII De los dioses), extendiéndose a todas sus partes la mente, al modo que en nuestras almas; aunque a unas más y a otras menos, pues por unas pasó como hábito, como por los huesos y nervios; por otras, como mente, como por la parte principal del alma (532). Así, pues, el universo, siendo animal, animado y racional, tiene su principal, o alma, que es el éter, como lo dice Antípatro Tirio en el libro VIII Del mundo. Pero Crisipo, en el libro I De la providencia, y Posidonio en el libro De los dioses, dicen que el cielo es el principal (533) del mundo, y Cleantes dice que es el sol. No obstante, Crisipo, apartándose después de su propia opinión en el mismo libro, dice que lo es el éter purísimo, al cual llaman primer Dios sensiblemente como infuso en las cosas existentes en el aire, en todos los animales, plantas y en la tierra, según costumbre.

96. Consideran que el mundo es único, finito y de forma esférica, que es la más cómoda para el giro, como dice Posidonio en el libro XV de sus Discursos físicos, y Antípatro en sus libros Del mundo. Que fuera del mundo se extiende en rededor un vacío inmenso e incorpóreo; siendo incorpóreo aquello que, pudiendo estar ocupado de cuerpos, no lo está. Que dentro del mundo no hay ningún vacío, y está todo él unido en sí mismo, pues a ello lo obliga la conspiración y conformidad de tendencia de los cielos hacia la tierra. Del vacío tratan Crisipo en su libro Del vacío y en el libro I De las artes naturales, Apolófanes en su Física, Apolodoro y Posidonio en el libro II de sus Discursos físicos. Que todas las cosas incorpóreas son semejantes. Que el tiempo es incorpóreo, siendo el intervalo del movimiento del mundo. Que de los tiempos, el pasado y el futuro son infinitos; y el presente, finito. Dicen que el mundo es incorruptible, como compuesto de cosas que se perciben. Siendo corruptibles las partes, lo es también el todo; las partes del mundo son corruptibles, puesto que cambian; luego el mundo es corruptible. Lo que es capaz de cambiarse en peor es corruptible; y el mundo lo es, puesto que se seca y humedece.

97. Dicen que el mundo fue hecho convirtiéndose la materia o sustancia de fuego en humor por medio del aire; luego, condensándose y perfeccionándose en tierra su parte más crasa, la sutil y ligera se convirtió en aire, y la muy ligera y leve se convirtió en fuego. Luego, de la mezcla de éstos resultaron las plantas, los animales y demás generaciones. Acerca de la generación y corrupción del mundo trata Zenón en su libro Del universo, Crisipo en el I De los físicos. Posidonio, en el libro I Del mundo, y Cleantes y Antípatro en el X Del mundo. Panecio, por el contrario, demuestra que el mundo es incorruptible. Que es animal, racional, animado e intelectual, lo dicen Crisipo en el libro I De la providencia, Apolodoro en su Física, y Posidonio. Que es animal, siendo sustancia animada y sensible; porque el animal es mejor que quien no lo es; no hay cosa mejor que el mundo; luego el mundo es animal. Que es animado, como es evidente de que nuestra alma es partícula arrancada de allí. Pero Boeto dice que el mundo no es animal. Que el mundo es único lo dicen Zenón en el libro Del universo, Crisipo, Apolodoro en su Física, y Posidonio en el libro I de sus Discursos físicos.

98. Universo, como dice Apolodoro, se llama al mundo, y también, según otra denominación, el sistema o compuesto del mundo y del vacío exterior. Entonces el mundo es finito; pero el vacío es infinito. Dicen que de los atros, los fijos giran con todo el cielo; y los planetas andan con movimientos propios. Que el sol hace una carrera oblicua por el círculo zodíaco; y lo mismo la luna en sus giros y espirales. Que el sol es fuego puro, como lo dice Posidonio en el libro XVII De los meteoros, y mayor que la tierra, según el mismo Posidonio en el libro XVI de sus Discursos fisicos. También dice el mismo autor que el sol es esférico, semejante a la tierra. Que es fuego, puesto que hace cuanto hace el fuego mismo; y mayor que la tierra, puesto que la ilumina toda y aun el cielo. También, por cuanto la tierra hace la sombra en figura de cono, es señal que el sol es mayor que la tierra. Que se ve aquel desde todas partes por su grandeza. Que la luna es más térrea, como más cercana a la tierra.

99. Dicen que estos astros ígneos y todos los demás, reciben nutrimento; el sol lo recibe del mar grande, siendo como es un ardor intelectual (534); la luna, de las aguas potables, por estar mezclada con el aire y vecina a la Tierra, según Posidonio en el libro VI de sus Discursos fisicos; y los demás lo reciben de la tierra. Opinan que los astros son esféricos, y la tierra inmóvil. Que la luna no tiene luz propia, sino que cuando luce la recibe del sol. Que se eclipsa el sol poniéndosele la luna delante por la parte que mira a nosotros, como escribe Zenón en el libro Del universo, pues cuando se encuentran se deja ver cómo se le pone debajo, lo oculta, y luego después lo deja. Obsérvese esto en una jofaina con agua. Y que la luna se eclipsa cuando cae dentro de la sombra de la tierra. Que sólo se eclipsa en los plenilunios, cuando se halla diametralmente opuesta al sol, no obstante que esto sucede cada mes; pues, moviéndose ella oblicuamente hacia el sol, varía la latitud, hallándose ya más boreal, o más austral. Y así, cuando su latitud se encuentra con la del sol y la de otras cosas mediantes, y además está diametralmente opuesta al sol, entonces se eclipsa. Su latitud se mueve según las cosas que median, en Cáncer, Escorpión, Aries y Tauro, como dice Posidonio.

100. Opinan que Dios es animal inmortal, racional, perfecto, o inteligente en su felicidad, incapaz de recibir algún daño, y que gobierna próvidamente el mundo y cuanto éste encierra; pero no tiene figura humana. Que es autor y creador del universo y como Padre de todas las cosas, ya en común, o como parte del mismo universo que penetra por todo, y se llama con diversos nombres según sus fuerzas. Lo llaman Día, porque por él existe todo. También lo llaman Zena, porque es causa de todo lo viviente, o bien porque en todo lo viviente reside. Lo llaman Athenan, porque constituye su imperio en el éter. Heran, por tener este imperio en el aire. Hephaiston, porque lo tiene en el fuego artificial. Poseidona, por tenerlo en el húmedo o agua. Y Dérnetran, por tenerlo en la tierra. Otras denominaciones le dieron semejantes a estas siguiendo alguna congruencia o analogía (535). Sustancia de Dios llama Zenón a todo el mundo, incluso al cielo. Crisipo en el libro XI De los dioses, Posidonio en el I también De los dioses, y Antípatro en el VII Del mundo, hacen aérea su naturaleza o sustancia. Y Boeto en sus obras de Física dice que la sustancia de Dios es la esfera de las estrellas fijas.

101. Por naturaleza, unas veces entienden lo que comprende y abraza el mundo; otras, lo que causa las producciones de la tierra. La naturaleza es entonces un hábito movido por sí mismo según la razón seminal que crea y contiene en sí lo que de ella procede después en las estaciones propias, produciéndolo tal cual es aquello de que procede. Su designio se dirige tanto a lo conducente como a lo deleitable, según consta de la creación del hombre. Dicen que todas las cosas se hacen según el hado o destino, según Crisipo en sus libros Del hado, Posidonio en su libro II Del hado, y Boeto también en el libro XI Del hado. El hado es el principio u origen de una serie de cosas, o la razón según la cual es gobernado el mundo. Dicen que la divinación es superior a cualquier otra cosa, y aun quieren que sea providencia. Prueban que es arte, por algunas predicciones verificadas; así lo escriben Zenón y Crisipo en el libro II De la divinación, Atenodoro y Posidonio en el libro XII de sus Discursos fisicos y en el V De la divinación. Pero Panecio dice que no hay tal arte.

102 Dicen que la sustancia de todos los entes es la materia primera; lo cual lo dicen también Crisipo en su libro I De los fisicos, y Zenón. Materia es aquello de que se hace una cosa, cualquiera que sea. Se le dan dos nombres: sustancia y materia, así de todas las cosas en común como de cada una en particular. La sustancia o materia de todo en general o en común no es grande ni pequeña; pero sí la de cosas particulares. El cuerpo, según ellos, es sustancia finita o circunscrita, como dicen Antípatro en el libro II De la sustancia, y Apolodoro en su Física, el cual añade que es mutable, pues si fuera inmutable, de ningún modo provendrían de ella las cosas que se engendran. De aquí es que puede dividirse en infinito; pero Crisipo dice que no es infinita, pues nada hay infinito que sea capaz de sección, sino que se acaba y nada queda.

103 Que las mezclas se hacen insinuándose mutuamente (como dice Crisipo en el libro III De los fisicos), y no por circunscripción, o por adición de un cuerpo a otro; pues si en el mar se vierte un poco de vino, por un tanto de tiempo estará luchando en su extensión, mas luego se confundirán ambos. Que hay espíritus que tienen simpatía con los hombres y observan las cosas humanas. Y que las almas de los buenos son héroes, una vez separadas de los cuerpos.

104 De las cosas que se hacen en la región del aire dicen: que el invierno es el aire congelado sobre la tierra por la gran distancia del sol. La primavera, por el buen temple del aire cuando ya el sol vuelve hacia nosotros. El estío, por el fervor de la atmósfera causado por el curso del sol hacia el Septentrión, y el otoño, por el regreso o alejamiento del sol de nosotros. (Que los vientos son los flujos del aire) (536), y cambian de nombre según las partes de que fluyen. Así, la causa de las tempestades es el sol, que de los vapores va formando las nubes. Que el arcoiris resulta de los resplandores o rayos que reflectan de las nubes húmedas, o según Posidonio en sus Meteoros, es una imagen de la mitad del sol o la luna, representada en la nube llena de rocío, cóncava y continua o densa, como representada en un espejo según el borde o limbo de su circunferencia.

105 Dicen que los cometas, ya crinitos, ya barbatos, los fuegos fatuos y errantes (537), son fuegos producidos cuando el aire denso sube a la región etérea. Que las exhalaciones (538) son fuego recogido y encendido en el aire, llevado velozmente por el mismo, y que se representa extendido a lo largo. Que la lluvia es una conversión de la nube en agua, después de haber atraído el sol la humedad de la tierra y del mar, y no haber podido esta humedad obrar diversamente. Esta misma humedad congelada se llama escarcha. Que el granizo es la nube cuajada y luego desmenuzada por el viento. Que la nieve es el humor de la nube condensada, según dice Posidonio en el libro VIII de sus Discursos fisicos. Que el relámpago es un encendimiento o inflamación, como dice Zenón en el libro Del universo. Que el trueno es el estruendo de las mismas nubes cuando se frotan o rasgan. Que el rayo es un globo (539) de fuego vibrado violentamente contra la tierra cuando las nubes chocan o se rompen. Algunos dicen que es una porción de aire inflamado y vibrado con violencia. Que el tifón o torbellino es un rayo violento y viento impetuoso, o bien un viento nebuloso de nube rasgada. Que el huracán es una nube circuida de fuego líquido y con viento vehemente en las cavernas y entrañas de la tierra, o bien el viento solo oprimido dentro de la tierra, como dice Posidonio. Que algunos de éstos causan terremotos; otros, aberturas en la tierra; otros, incendios; y otros, hervores.

106 Opinan que el sistema del universo es en esta forma: la tierra está puesta en el medio como centro, y con ella el agua, formando ambas un globo de un mismo centro, de manera que la tierra está en el agua. Después del agua está el aire en forma de esfera. Que en el cielo hay cinco círculos: el primero es el septentrional, que siempre se nos manifiesta; el segundo, el trópico estival; el tercero, el círculo equinoccial; el cuarto, el trópico hibernal; y el quinto, el círculo antártico, que no sale a nuestra vista. Se llaman paralelos, porque no se encuentran mutuamente, y se describen teniendo por centro el polo mismo. El zodíaco es un círculo oblicuo, como que va por encima de los paralelos. Las zonas de la tierra son cinco: la primera, la boreal, más allá del círculo ártico, inhabitable por el frío. La segunda, templada. La tercera, inhabitable por el calor, llamada tórrida. La cuarta, templada, en la parte opuesta. Y la quinta, austral, también inhabitable por el frío.

107 También opinan que la naturaleza es un fuego artificioso que está en camino para la generación, o bien un espíritu ígneo y artificioso. Que el alma es sensitiva, y que no es un espíritu innato; por tanto, es corpórea, permanece después de la muerte, y es corruptible. Pero que el alma del universo es incorruptible, de la cual son partes las de los animales. Zenón Citeo, Antípatro en sus libros Del alma, y Posidonio dicen que el alma es un espíritu cálido, pues por él respiramos y por él nos movemos. Cleantes dice que todas permanecerán hasta el incendio del mundo; pero Crisipo afirma que sólo las de los sabios. Dicen que las partes del alma son ocho: los cinco sentidos, los principios seminales existentes en nosotros, la locuela y el raciocinio. Que nuestra visión se hace al extenderse en figura de cono la luz que hay entre la vista y el objeto; así lo dice Crisipo en el libro II De los físicos, y Apolodoro. La parte aguda del cono aéreo está junto al ojo; la base en el objeto mirado, haciéndosenos manifiesto lo que miramos extendiéndose el aire como por el báculo (540). Que el oír se hace siendo herido el aire que media entre el que habla y el que oye, lo cual se hace circularmente y con ondulaciones, hasta que llega a los oídos, a la manera que ondea por círculos el agua de un estanque, cuando es arrojada en él una piedra. Que el sueño se hace relajándose o disolviéndose el vigor de los sentidos acerca del principal. Dan por causas de las pasiones los movimientos y cambios que suceden en el espíritu.

108 Semilla dicen es la que puede producir una cosa semejante a aquella de que fue separada. El esperma que el hombre suministra, unido con el humor, se mezcla con las partes del alma de un modo conveniente a la mixtión paterna. Este, según Crisipo en el libro II De los físicos, es un espíritu adherente a la sustancia, como es de ver por las semillas arrojadas a la tierra, las cuales, si son muy añejas, ya no nacen, como manifestando habérseles exhalado la virtud. Y Esfero dice que el esperma fluye de todo el cuerpo, por lo cual todas las partes de éste son generativas. Dicen que el esperma femenino es infecundo, ineficaz, poco y ácueo, como consta en Esfero. Que el principal es la parte dominante del alma, en donde se engendran las fantasías y los apetitos, y de donde procede la razón. Su residencia es el corazón.

109 Esto es, en cuanto me ha parecido adecuado al tamaño de este volumen, lo que dicen los estoicos acerca de las cosas naturales. Las que aun entre ellos hay controvertidas, son en esta forma:

110 Aristón Quío, el Cano (541), denominado Sirena, dijo que el fin es estarse en indiferencia entre la virtud y el vicio, no haciendo variación alguna, sino igual a todo. Que el sabio es semejante a un buen histrión, el cual, represente a Tersites, o a Agamenón, a ambos imita con propiedad. Quitó de la Filosofia la parte fisica y lógica, diciendo que una es superior a nosotros, y la otra nada nos importa, pues sólo nos importa la parte moral. Comparaba los argumentos dialécticos a las telarañas, las cuales, aunque parece que manifiestan artificio, son inútiles. Acerca de las virtudes, ni puso muchas, como Zenón, ni una bajo muchos nombres, como los megáricos, sino que dijo ser el modo de proceder en las cosas. Filosofando de esta forma y debatiendo en el Cinosargo (542), pudo conseguir el nombre de inventor o fundador de secta. En efecto, Milcíades y Difilo se llamaron aristonios. Era muy persuasivo y amigo de la plebe. Por esto, Timón dijo de él:

Un deudo de Aristón el placentero.

111 Diocles de Magnesia dice que habiendo entrado en conferencia con Polemón, cuando Zenón padecía una larga enfermedad, cambió de opinión, y se aficionó principalmente al dogma estoico que dice que el sabio no debe andarse en opiniones. A esto contradijo Perseo, trayendo dos hermosos mellizos para que uno de ellos le diese una alhaja en depósito y el otro viniese por ella; así lo puso en duda y lo convenció. Hablaba contra Arcesilao, y habiendo visto un toro con una matriz monstruosa, dijo: ¡Ay! Aquí tiene Arcesilao un argumento contra la evidencia. A un académico que afirmaba no comprender cosa alguna, le dijo: ¿Ni siquiera ves a éste que está aquí sentado? Y respondiendo que no,

¿Quién te cegó -le dijo-;
quién al fanal robó los resplandores?

112 Se conocen de él los libros siguientes: dos libros de Exhortaciones, Diálogos acerca de los dogmas de Zenón, seis libros De las escuelas, siete libros de Exhortaciones acerca de la sabiduría, Ejercitaciones amatorias, Comentarios sobre la vanagloria, veinticinco (543) libros de Comentarios, tres De cosas memorables, once de Críos, Contra los oradores, Contra las respuestas de Alexino, tres libros Contra los dialécticos, cuatro libros de Epístolas a Cleantes, Panecio y Sosícrates dicen que sólo son suyas las Epístolas, y que las demás obras son de Aristón Peripatético. Es fama que como nuestro Aristón era calvo, le quemó el sol la cabeza y murió de ello. Mis versos coliambos para él dicen así:

¡Oh Aristón! ¿Por qué siendo viejo y cano,
al sol así expusiste tu mollera
a que te la tostase?
Buscando más calor del que conviene,
hallaste sin querer el frío infierno.

113 Hubo otro Aristón Peripatético, nativo de Julida; otro músico, ateniense; otro poeta trágico; otro álcense, que escribió del Arte oratoria, y otro peripatético alejandrino.

114 Herilo, cartaginés, dijo que el fin es la ciencia, y lo coloca en el vivir refiriendo siempre todas las cosas a la vida sabia, para no ser derribados por la ignorancia. Que la ciencia es un hábito procedido de la recepción de aquellas fantasías o imaginaciones que caen bajo la razón. Decía que alguna vez no hay fin, porque las circunstancias y otras cosas lo truecan, como si de un mismo metal se hace una estatua de Alejandro y otra de Sócrates. Que el fin y lo subordinado a él son cosas diversas, pues esto lo suelen conseguir también los ignorantes; pero aquel sólo el sabio. Que las cosas que están entre la virtud y el vicio son indiferentes.

115 Hay de él algunos libros, cortos, sí, pero llenos de vigor, y contienen Contradicciones a Zenón. Cuentan que siendo muchacho fue amado de muchos, a quienes queriendo remover Zenón, obligó a que Herilo se cortara el pelo; con lo cual ellos se ausentaron. Los libros son estos: De la ejercitación, De las pasiones, De la opinión, El legislador, El partero, Antiferón maestro, Aparato, El director, Mercurio, Medea, Diálogos de posiciones morales.

116 Dionisio, el llamado Desertor, dijo que el fin es el deleite por el accidente de sus ojos; porque habiéndole sobrevenido un dolor en ellos, no quiso llamarlo cosa indiferente. Fue hijo de Teofanto, y nativo de Heraclia. Diocles dice que primero fue discípulo de Heráclides su paisano; luego, de Alexino y Menedemo, y finalmente lo fue de Zenón. Al principio fue muy amante de las letras, y se aplicó a toda clase de poesía; después se aficionó a Arato, y procuró imitarlo. Finalmente, desertando de Zenón, se pasó a los cirenaicos, y se metía en los lupanares más viles, ejecutando públicamente todas las voluptuosidades. Murió privándose del alimento, a los ochenta años de edad. Se conocen de él los libros siguientes: De la serenidad o imperturbación del ánimo, dos libros; otros dos De la ejercitación, cuatro Del deleite, De la riqueza, De la gracia, Del suplicio, De la utilidad de los hombres (544), De la felicidad, De los reyes antiguos, De las cosas alabadas, De las costumbres bárbaras.

117 Estos fueron los estoicos que se diferencian entre sí en algunas opiniones. A Zenón lo sucedió Cleantes, de quien trataremos ahora.


Notas

(514) Utides es el nombre de un sofista, tomado del engaño que Ulises hizo a Polifemo, diciendo se llamaba Outis, que significa Nadie, non aliquis; pues habiéndole Ulises quitado la vista metiéndole un tizón por el único ojo que tenía en la frente, y dando horrendos gritos por el dolor y rabia, acudieron otros cíclopes a saber qué tenía; a los cuales respondió que Utis lo había cegado con dolo, no por valor; pero ellos entendieron: non aliquis, o nadie me ha cegado con dolo ni fuerza.- Véase Homero en el lib. IX de la Odisea, desde el v. 399 hasta el 4l2. De los demás sofismas se trató en la Vida de Euclides.

(515) Este ejemplo no es del Encubierto, sino del Sorites.-Véase Aulo Gelio, lib. XVIII; cap. XIII.

(516) Acaso mejor así: Bene consulere in electione rerum, quoe secundum naturam sunt.

(517) Cuáles fuesen los bienes externos de los estoicos, lo dice bien Epicteto en los primeros capítulos de su Enquiridión.-Véase también en el mismo Laercio, pár. 67.

(518) Vocablo griego que no podmeos reproducir.

(519) Esta triple división de la virtud y de su partícipe el bien está incompleta en el texto griego. El bien, según los estoicos, de un modo se llama id ex quo, o a quo (se sigue provecho); el cual principalísimamente es virtud, pues de ella, como de una fuente, nace naturalmente toda utilidad. De otro modo se llama id per quod (se sigue provecho), y por esto no sólo las virtudes se llamarán bienes, sino también los actos virtuosos, puesto que por ellos nos procuramos las utilidades. Del tercero y postrer modo se llama bien quod (puede aprovechar), comprendiendo en esta doctrina las virtudes, los actos virtuosos, los amigos, los hombres honrados, los dioses y los genios buenos. La misma división del bien trae Estobeo con más brevedad, diciendo: Bien a quo contigit juvari: per quod contigit juvari: y quod potest juvare.

(520) Al traducirse literalmente diríamos: las malicias. He puesto los vicios, porque esta voz se adapta algo mejor a los tres miembros de la división, aunque en el segundo se ha de entender defecto, no vicio y culpa positiva.

(521) Vocablos griegos que no podemos reproducir.

(522) Ibid.

(523) Ibid.

(524) El intérprete latino traduce: Solum sapientem bonum honestumque esse.

(525) Joaquín Kühnio lee aquí sesquialtera parte, por mulo. El sentido que saca es: Trocar (una medida de) trigo por una y media de cebada. Ello es que el mulo parece aquí cosa importuna en trueque de granos para igualar la diferencia de valores.

(526) Vocablo griego que no podemos reproducir.

(527) En caso de enfermedad, herida, veneno, lazo, etc., y en el de una tempestad de mar, en una fuga, etc., en que se arrojan los bienes por salvar la vida.

(528) Las voces apenas hallo modo de distinguirlas en nuestra lengua. Todas significan lo mismo que agritudo, infirmitas, debilitas, etc.

(529) Aquí y en otros muchos lugares de esta obra se halla la voz con los significados que indiqué en la nota 99. He procurado darle en cada uno de ellos la traducción que me ha parecido más propia al lugar que ocupa en el contexto.

(530) Son parajes que exhalan olores graves y pestilentes de fuegos subterráneos, cebados en betunes, azufres y otras materias. Así son los del territorio de Baya y Puzol en el reino de Nápoles, llamados La Solfatara, los de Zacinto, Dirraquio y Apolonia, Babilonia, Sope de Siria y otros muchos. Los latinos llamaban a estas bocas Ostia ditis.

(531) Frase en griego que nos resulta imposible reproducir.

(532) Ibid.

(533) Acaso mejor diríamos conductor; regulador.-Véase nota número 493. Cicerón, lib. II De nat. Deor, le llama principatum. Por este principal entendían el ánimo, la mente, el alma; y hallamos memoria de ello en Tertuliano, Lactancio, San Jerónimo y otros padres.

(534) Se sabe que muchos antiguos creyeron que los astros estaban animados. Pitágoras los hizo dioses, como veremos en su Vida, par. 17.

(535) La razón de estos nombres se halla en cualquier mitógrafo.

(536) He suplido las palabras inclusas aquí, no dudando de que Laercio sigue tratando del aire y viento. Casaubono persuade esta corrección por un lugar de Plutarco, lib. III, cap. VI, De las opiniones de los filósofos. Vitrubio, lib. I, cap. VI, trae la misma definición estoica del viento: Ventus autem est aeris fluens unda cum incerta motus redundan tia. Y más adelante pone las mismas palabras de Laercio, diciendo: Sunt autem et alia plurima nomina flatrusque ventorum a locis, aut fluminibus, aut montium procellis tracta.

(537) Vocablo griego que no podemos reproducir.

(538) Según entiendo, son aquellos fuegos que aparecen de noche en la esfera, o sea región del aire, y pasan en breve. Séneca, en el lib. I, cap. XV, Natur, quoeest., dice que estos selas caen también hacia la tierra a manera de rayos, hiriendo árboles y edificios.

(539) Vocablo griego que no podemos reproducir.

(540) Acaso significa el báculo geométrico, que también se llama cruz.

(541) Pudo entender el calvo, como se dice al fin de su Vida.

(542) Nombre de un templo de Hércules en Atenas.

(543) El número del texto vale veinticinco. Los traductores ponen quince. Puede ser que cuenten por diez la letra décima del alfabeto gríego.

(544) Vocablos griegos que no podemos reproducir.
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