Índice de Vidas de los filósofos más ilustres de Diógenes Laercio | Anterior | Siguiente | Biblioteca Virtual Antorcha |
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LIBRO NOVENO
Segunda parte
PROTÁGORAS
1. Protágoras, hijo de Artemón, o según Apolodoro, y Dinón en su Historia de Persia. hijo de Meandro, fue abderita, como dice Heráclides Póntico en sus libros De las leyes, el cual añade que Protágoras escribió leyes a los turios. Pero, según Eupolis en su comedia Los aduladores, fue nativo de Teos, pues dice:
Adentro está Protágoras de Teos.
Éste y Pródico Ceyo buscaban la vida leyendo libros. Y Platón, en su Protágoras dice que Pródico tenía la voz grave. Protágoras fue discípulo de Demócrito, y lo llamaban Sabiduría, como dice Favorino en su Historia varia. Fue e] primero que dijo que en todas las cosas hay dos razones contrarias entre sí, de las cuales se servía en sus preguntas, siendo el primero en practicarlo. En un lugar comenzó de este modo: El hombre es la medida de todas las cosas; de las que existen, como existentes; de las que no existen, como no existentes. Decía que el alma no es otra cosa que los sentidos (como lo dice también Platón en su Teeteto), y que todas las cosas son verdaderas. En otro lugar empezó de este modo: De los dioses no sabré decir si los hay o no los hay, pues son muchas las cosas que prohíben el saberlo, ya la oscuridad del asunto, ya la brevedad de la vida del hombre. Por este principio de su tratado lo desterraron los atenienses, y sus libros fueron recogidos de manos de quienes los poseían y quemados en el foro a voz de pregonero.
2. Fue el primero que recibió cien minas de salario; el primero que dividió el tiempo en partes, explicó las virtudes de las estaciones, inventó las disputas e introdujo los sofismas, para los que gustan de tales cosas en los argumentos. El fue quien, dejando el significado de las cosas, indujo las disputas de nombres; dejándonos aquel modo superficial de argüir que todavía dura. Por esto, Timón dijo de él:
Y Protágoras mixto,
en la disputa sumamente diestro.
También fue el primero que movió el estilo socrático en el hablar y el primero que usó del argumento de Antístenes, con el cual pretende demostrar que no puede contradecirse, como dice Platón en su Eutidemo. Fue igualmente el primero que formó argumentos para las tesis o posiciones, como lo dice Artemidoro Dialéctico en su libro Contra Crisipo; el primero que usó aquel cojinillo sobre el cual se lleva peso, y lo llamó tule, como dice Aristóteles en el libro De la educación. Efectivamente, él fue palanquín, como dice Epicuro en cierto lugar; y el haber sido elevado a discípulo de Demócrito provino de haberle visto atar bien un haz de leña (660).
3. Fue el primero que dividió la oración en cuatro partes: ruego, pregunta, respuesta y precepto. Otros dicen que la dividió en siete: narración, pregunta, respuesta, precepto, pronunciación (661), ruego y vocación, a las cuales llamó fundamento y raíz de las oraciones. Alcidamas dijo que eran cuatro estas partes: afirmación, negación, pregunta y apelación o elocución (662). El principio de sus libros De los dioses, que leyó él mismo, es el que pusimos antes. Lo leyó en Atenas en casa de Eurípides, o según algunos, en la de Megac1ides, o bien, según otros; en el Liceo, por medio de su discípulo Arcágoras, hijo de Teodoro. Lo acusó Pitodoro, hijo de Polizelo, uno de los cuatrocientos (663), aunque Aristóteles dice que lo acusó Evatlo.
4. Los libros que quedan de él son: El arte de disputar, De la lucha, De las matemáticas, De la República, De la ambición, De las virtudes, Del estado de las cosas en el principio, De las cosas que hay en el infierno, De las cosas no bien hechas por los hombres, Preceptivo, Juicio sobre la ganancia, y dos libros De contradicciones. Hasta aquí sus libros. Platón escribió de él un Diálogo. Filocoro dice que navegando Protágoras a Sicilia, se anegó la nave; también lo insinúa Eurípides en su Ixión. Algunos opinan que murió en el camino, a los noventa años de edad, o a los sesenta, como dice Apolodoro.
5. Filosofó por espacio de cuarenta años, y floreció hacia la Olimpiada LXXIV. Mi epigrama para él es el siguiente:
Moriste, oh Protágoras, ya viejo,
en viaje, ausentándote de Atenas.
Huir te deja el pueblo de Cecrope;
y tú también huiste
de la ciudad de Palas;
mas huir de Plutón ya no pudiste.
Dicen que habiendo pedido la paga a su discípulo Evatlo, como éste respondiese que todavía no había ganado causa alguna, respondió: Y si yo ganare, es fuerza recibir por haber ganado; y si tú vencieres, porque tú habrás vencido (664).
6. Hubo otro Protágoras, astrólogo, de quien Euforión hizo el elogio fúnebre; y otro que fue filósofo estoico.
DIÓGENES APOLONIATA
1. Diógenes, hijo de Apolotemis, nativo de Apolonia, fue un sabio fisico, y muy elocuente. Antístenes dice que fue discípulo de Anaximenes, y vivió en tiempo de Anaxágoras. Demetrio Falero, en la Apología por Sócrates, dice de Diógenes que por poco no peligró en Atenas a causa de la mucha envidia.
2. Sus opiniones son las siguientes: Que el principio o elemento es el aire; que hay infinitos mundos; que el vacío es ilimitado; que el aire denso y raro es quien produce los mundos; que de lo que no es, nada se hace, ni se destruye en lo que no es; que la tierra es cilíndrica (665) y está situada en el centro, y que recibió su estabilidad y consistencia de la circunferencia concentrada por el calor, y la solidez y densidad la recibió del frío. El principio de su libro es: Quien empieza el tratado de alguna ciencia, creo que debe establecer un principio cierto y nada ambiguo, y usar de palabras sencillas y serias.
ANAXARCO
1. Anaxarco, abderita, fue discípulo de Diómenes (666) de Esmirna. Otros dicen que lo fue de Metrodoro Quío, el cual decía que ni siquiera sabía que nada sabía. Este Metrodoro fue discípulo de Neso Quío, aunque otros lo suponen de Demócrito. Anaxarco tuvo familiaridad con Alejandro, y floreció hacia la Olimpiada CX. Nicocreón, tirano de Chipre, fue amigo suyo. Cuando Alejandro le preguntó en un convite qué le parecía la mesa, dicen que respondió: Todo magnífico, oh rey; pero debiera además servirse en ella la cabeza de cierto sátrapa; estas palabras las dijo vuelto hacia Nicocreón. Éste, acordándose de la injuria, después de la muerte del rey, como navegase Anaxarco y fuese llevado por fuerza a Chipre, lo cogió y lo metió en un mortero, y lo mandó machacar en él con majaderos de hierro. A esto él, no curándose del suplicio, pronunció aquella célebre sentencia: Machaca el cuero que contiene a Anaxarco, pero a Anaxarco no lo machacas. Mandando Nicocreón que le cortasen la lengua, dicen que se la escupió a la cara. Hay unos versos míos para él, que dicen:
Machacad más y más: un cuero es eso
que machacando estáis; ya, ya Anaxarco
con Júpiter se goza; y tú bien presto
tendido te verás (667), y claramente
oirás de Proserpina las palabras
que te dirán: Malvado, aparta, quita,
ve de aquí, miserable molinero.
2. Anaxarco, por la fortaleza de ánimo y frugalidad de vida, era llamado feliz; y tenía mucha fuerza en las correcciones. A Alejandro, que se tenía por dios, lo disuadió de ello. Luego, viéndose manar sangre de una herida, mostrándosela con la mano, le dijo:
Esta es sangre, y no el licor
que fluye por las venas de los dioses.
Plutarco afirma que el mismo Alejandro fue quien dijo esto a sus amigos. Y en otra ocasión, cuando Anaxarco bebió antes que Alejandro, le mostró el cáliz y le dijo:
De mortal mano herido
ha de ser presto alguno de los dioses (668).
PIRRÓN
1. Pirrón Eliense fue hijo de Plistarco; lo que también escribe Diocles, como dice Apolodoro en sus Crónicas. Primero fue pintor, y luego se hizo discípulo de Drusón (669), hijo de Estilpón, según Alejandro en las Sucesiones. Después lo fue de Anaxarco, y siempre tan unido a él que anduvo en su compañía con los gimnosofistas de la India, y aun con los magos. Parece que Pirrón filosofó nobilisimamente, introduciendo cierta especie de incomprensibilidad e irresolución en las cosas, como dice Arcanio Abderita. Decía que no hay cosa alguna honesta ni torpe, justa o injusta. Asimismo decidía acerca de todo lo demás; como que nada hay realmente cierto, sino que los hombres hacen todas las cosas por ley o por costumbre; y que no hay más ni menos en una cosa que en otra. Su vida era de acuerdo a esto, no rehusando nada, ni nada abrazando; como si ocurrían carros, precipicios, perros y cosas semejantes; no fiando cosa alguna a los sentidos; pero de todo esto lo libraban sus amigos que lo seguían, como dice Antígono Caristio. No obstante, dice Enesidemo que Pirrón filosofó según su sistema de irresolución e incertidumbre, pero que no hizo todas las cosas inconsideradamente. Vivió hasta los noventa años.
2. Antígono Caristio, en la Vida de Pirrón, dice de él: Que al principio fue desconocido, pobre y pintor, y que en el gimnasio de Elide se conservan de él los Lamparistas (670), pintura de un mérito mediano. Que unas veces iba divagando, y otras se estaba solo, dejándose ver apenas, incluso por sus domésticos. Que hacía esto por haber oído a un indio que acusaba a Anaxarco de que nadie enseñaba a ser bueno, siendo así que andaba siempre en los palacios reales. Que siempre estaba de un mismo semblante, de manera que si uno lo dejaba en mitad de alguna razón, él, no obstante, la concluía; y esto aun durante su juventud, en que era más vivo. Muchas veces, prosigue, emprendía viajes sin decirlo a nadie, acompañándose de quien quería. Que habiendo una vez Anaxarco caído en un cenegal, pasó adelante Pirrón sin socorrerlo. Le culparon muchos por ello; pero el mismo Anaxarco lo alabó como a un hombre indiferente y sin afectos.
3. Hallado en cierta ocasión hablando consigo mismo, y preguntándole la causa, dijo: Estoy meditando el ser bueno. Nadie se fastidiaba de él en las cuestiones o preguntas, por más que se alargase en digresiones acerca de lo preguntado (671), por lo cual se le unió Nausifantes, siendo todavía joven; y decía que convenía seguir a Pirrón en las disposiciones, pero a él en las palabras; añadiendo que, admirado Epicuro de la conversación de Pirrón, le preguntaba de él a menudo. Lo tenía su patria en tanto, que lo hizo su sacerdote, y por su respeto dio decreto de inmunidad a los filósofos. Tuvo muchos imitadores en aquella negligencia de las cosas. Por esto Timón, en su Pitón (672) y en sus Sátiras, habla de él en esta forma:
¿Cómo, dime, pudiste, anciano Pirrón,
librarte del obsequio y servidumbre
de tantas opiniones de sofistas,
llenas de vanidad y falsa ciencia?
¿Cómo cortar el lazo
de toda persuasión y engaño todo?
No fue, no, tu cuidado
las auras indagar, que Grecia espira;
ni menos cómo o dónde
en otra se convierte cada cosa.
Y en sus Imágenes:
¡Saber, oh Pirrón, mi ánimo quisiera
cómo, siendo aún mortal, de esa manera
con tal tranquilidad vivir supiste,
que sólo dios entre los hombres fuiste!
Lo honraron los atenienses haciéndolo su ciudadano, como dice Dioc1es, por haber quitado la vida a Cotis de Tracia (673).
4. Vivió tan pacífica y amorosamente con su hermana, que era obstetriz, según dice Eratóstenes en su libro De la riqueza y pobreza, que él mismo solía llevar a vender a la plaza pollos, y aun lechoncillos, si se ofrecía, y en casa cuidaba indiferentemente de la limpieza. Dicen que con esta misma indiferencia se ponía a lavar un lechón. Estando una vez airado con su hermana (se llamaba Filista), a uno que le comentó acerca de su indiferencia, le dijo no se había de buscar en una mujercilla el testimonio de su indiferencia. Otra vez que fue acometido por un perro, como se sobresaltase y lo repeliese, a uno que lo censuraba por esto le respondió que era cosa dificil desnudarse enteramente de hombre; y que se ha de combatir lo posible contra las cosas, primeramente con obras, y si no, con la razón.
5. Se dice que en una llaga que tuvo sufrió los medicamentos supurantes, los cortes y los ostiones sin hacer siquiera un movimiento de cejas. Timón manifiesta su disposición de ánimo en sus Disertaciones a Pitón (674). Filón Ateniense, amigo (675) suyo, decía que se acordaba mucho de Demócrito, como también de Homero con gran maravilla, repitiendo muchas veces:
Como la de las hojas
es la naturaleza de los hombres (676).
Y agradándose mucho de que comparase a los hombres a las moscas y aves. Recitaba también estos versos:
Mas muere tú también, amigo mío.
¿Por qué lloras así? Murió Patroclo,
que era mejor que tú de todos modos (677);
y todas las expresiones acerca de la debilidad, vanos cuidados y puerilidades de los hombres.
6. Posidonio cuenta de él que, como en una navegación estuvieron todos amedrentados de una borrasca, él se estaba tranquilo de ánimo, y mostrando un lechoncito que allí estaba comiendo, dijo: Conviene que el sabio permanezca en tal sosiego. Numenio sólo dice que también estableció dogmas. Entre sus discípulos hubo algunos célebres, uno de los cuales es Eurícolo. De éste se refiere el defecto que a veces se tomaba tanto de la ira, que hubo vez en que, cogiendo un asador con carne y todo siguió con él al cocinero hasta la plaza; y en Elide, fatigado ya de las muchas preguntas que en la conversación se le hacían, arrojando el palio, se echó al río Alfeo y lo pasó a nado. Era muy enemigo de los sofistas, como dicen que lo fue Timón; pero Filón raciocinaba más (678). Timón dice de él lo siguiente:
O ya bien retirado de los hombres,
o ya bien meditando,
o ya hablando también consigo mismo,
hallaréis a Filón, sin que lo capten
la gloria ni el amor de la disputa.
7. Además de éstos, oyeron también a Pirrón, Hecateo Abderita, Timón Fliasio, poeta satírico, de quien trataremos más adelante, y Nausifanes Teyo, cuyo discípulo fue Epicuro, como algunos dicen. Todos éstos se llamaron pirrónicos por el nombre del maestro, y por el dogma, aporéticos, escépticos, efécticos y zetéticos. La filosofia zetética se llamó así porque siempre va en busca de la verdad. La escéptica, porque siempre la busca y nunca la halla. La efectiva, porque después de haber buscado queda sin deliberación alguna. Y la aporética, porque sus seguidores lo dudan todo (679).
8. Teodosio, en sus Capítulos escépticos, dice: Que la secta pirrónica no debe llamarse escéptica, porque si la agitación del entendimiento a una y otra parte es incomprensible, tampoco sabremos la disposición o habitud de Pirrón; no sabiéndola, de ningún modo nos llamaremos pirrónicos. Además, que ni Pirrón fue el inventor del escepticismo, ni éste tiene dogma alguno. Así, que mejor se podría llamar secta parecida al pirronismo. En efecto, algunos hacen su inventor a Homero, pues éste habla con más variedad que ningún otro acerca de unas mismas cosas, y nada resuelve definitivamente. También los siete sabios usaron el escepticismo, de los cuales son las sentencias: No haya exceso en nada, y Haz fianza, cerca está el daño, con lo cual se expresa que quien asegura o saca la cara por alguno, luego le sobreviene el daño. También Arquíloco y Eurípides fueron escépticos. Arquíloco, cuando dijo:
Tal es, oh Glauco de Leptinas hijo,
la mente de los hombres,
cual el día que Jove nos dispense (680);
Y Eurípides, diciendo:
¿Y qué cosa es, en suma,
lo que saben los míseros mortales?
De ti sólo pendemos;
y aquello que tú quieres sólo hacemos (681).
9. No menos que los referidos, son escépticos Jenófanes, Zenón Eleate y Demócrito, pues Jenófanes dice:
Nadie hay que algo sepa
con toda perfección, ni lo habrá nunca.
Zenón niega el movimiento, diciendo: Lo que se mueve, ni se mueve en el lugar en que está ni en aquel en que no está. Demócrito, excluyendo las cualidades, cuando dice: Por ley frígido, por ley cálido, pero en la realidad los átomos y el vacío. Y después: Nada sabemos de cierto, pues la verdad está en lo profundo. Platón atribuye el saber la verdad a los dioses y a los hijos de los dioses; pero él indaga sólo la razón probable. Eurípides dice:
¿Quién sabe, acaso, si esta vida es muerte,
o si es morir seguro
esto que los mortales vivir llaman? (682)
Empédocles dice que muchas cosas ni las ven los hombres, ni las oyen, ni las comprenden con su entendimiento. Y antes había dicho que sólo persuade aquello que uno ve y toca. Y Heráclito, que de las cosas grandes nada se ha de resolver temerariamente. Y, por último, Hipócrates habla siempre dudosamente y como hombre; y antes que él, Homero así:
La lengua de los hombres
es muy voluble y de palabras llena.
Por una y otra parte
el campo de palabras es inmenso.
Tal palabra oirás cual la dijeres.
Significando por esto la ambigüedad y contrariedad de las palabras.
10. Los escépticos procuraban aniquilar todos los dogmas de las demás sectas, y no definir ellos dogmáticamente cosa alguna. Sin embargo de que proferían y publicaban los dogmas de los otros, nada definían, ni aun esto mismo; como que quitaban todo cuanto fuese definir; por ejemplo: Nada definimos (pues en tal caso definieran algo). Decían: Pronunciamos las opiniones o pareceres en las cosas, indicando la irresolución o la ninguna propensión en ellas, como si concediendo esto admitiesen ya la explicación. Por las palabras nada definimos se expresa la pasión del ánimo, llamada arrepsía (683). Y lo mismo por las expresiones: No esto más que aquello. A toda razón se opone otra, y demás semejantes. Se dice No esto más que aquello también positivamente, como de algunos semejantes; por ejemplo: No es más pernicioso el pirata que el mentiroso. Pero los escépticos no lo dicen positivamente, sino negativa o destructivamente y como quien reprueba, diciendo: No existió más Escila que la Quimera. El mismo más se pronuncia algunas veces comparativamente, como cuando decimos: Más dulce es la miel que las pasas. Positiva, y aun negativamente, como cuando decimos: La virtud aprovecha más que daña, pues significamos que la virtud aprovecha y no daña. Pero los escépticos quitan hasta la misma expresión No más que aquello, pues como no hay providencia que deja de haberla, así también el No esto más que aquello, no más es que deja de ser. Significa entonces esta frase (como dice Timón en su Pitón) (684), no (685) el definir nada, sino el quedar ambiguo.
11. Asimismo la frase A toda razón, etc., induce también indeliberación, porque si en las cosas discrepantes tienen igual fuerza las razones, se sigue la ignorancia de la verdad. Aun a esta razón hay razón opuesta, la cual, después de destruir las otras, se pervierte y destruye ella misma, al modo de los purgantes, que arrojando primero la materia, son también ellos arrojados y destruidos. A esto dicen los dogmáticos que no es quitar la razón, sino confundirla. Usaban, pues, de las razones sólo como de ministros, pues no era dable que una razón no destruyese a otra, al modo que cuando decimos: No hay lugar, es forzoso decir lugar; pero no dogmática, sino demostrativamente. Y lo mismo cuando decimos: Nada se hace por necesidad o necesariamente, es fuerza poner la voz necesidad. Éste es el modo que usaban en las interpretaciones: Que las cosas no son tal cual aparecen, sino que sólo parecen. Decían que inquirían, no las cosas que entendían (pues lo que se entiende ya consta), sino las que percibían los sentidos. Así que la razón pirrónica es una significación de las cosas que aparecen o que de uno u otro modo se perciben, según la cual todas las cosas se comparan con todas las cosas mismas, y ya comparadas, hallamos que tienen muchísima inutilidad y confusión. Así se explica Enesidemo en su Bosquejo o Aparato al pirronismo.
12. En cuanto a las antítesis o contrariedades que hay en las especulaciones, preindicando los modos de persuadir las cosas, quitan por ellos mismos la creencia de ellas, pues persuaden las cosas que según los sentidos son cónsonas entre sí, y las que nunca o raras veces degeneran o disienten; las acostumbradas, las dispuestas por las leyes, las que deleitan y las que admiran. Demostraban que en las cosas contrarias por persuasiones de la razón, estas persuasiones son iguales. Las ambigüedades que enseñaban en las concebidas por el entendimiento son de diez modos, según los cuales parecen diferentes los sujetos. El primero de estos modos es el de la diferencia de los animales para el deleite, el dolor, el daño, el provecho. Se colige de aquí que estos mismos no nos producen unas mismas fantasías o imaginaciones, y que la indeliberación es secuela de esta pugna o combate; pues de los animales, unos son engendrados sin unión de sexos, como los que viven en el fuego, el fénix árabe y los gusanillos de la putrefacción. Otros, por dicha unión, como los hombres, etcétera; de manera, que unos son concretados o compuestos de un modo, otros de otro. Por lo cual difieren aun en los sentidos; como el gavilán, agudísimo de vista, y el perro, de olfato. Así, es conforme a razón que las cosas diferentes a la vista nos produzcan también fantasías diferentes, pues los tallos y renuevos del olivo son pábulo a la cabra, y para el hombre son amargos; la cicuta alimenta a la codorniz, y al hombre lo mata; el cerdo come excremento humano, y el caballo no lo come.
13. El segundo modo es el de la naturaleza de los hombres según la variedad de cosas y temperamentos. Demofón, repostero de Alejandro, tenía calor a la sombra, y frío al sol. Andrón Argivo (como dice Aristóteles) viajaba sin beber en los áridos países de Egipto. Uno es aficionado a la medicina, otro a la agricultura, otro a la mercancía, y aun estas mismas cosas a unos dañan y a otros aprovechan. Así, se debe contener la aprobación. El tercer modo es el de la diversidad de poros en los sentidos; como una manzana a la vista es amarilla, al gusto es dulce y al olfato grata por su fragancia. Aun una misma figura se mira diversa según la variedad de espejo. De lo cual se sigue que no es más lo que aparece que otra cosa diversa de lo que aparece.
14. El cuarto modo es acerca de las disposiciones o afectos, y en común acerca de los cambios; como la sanidad, la enfermedad, el sueño, la vigilia o el despertarse, el gozo, el dolor, la tristeza, la juventud, la vejez, la audacia, el miedo, la indigencia, la abundancia, el odio, la amistad, el calor, el frío; sea que se respire, o que se supriman los poros. Así que aparecen diversas las cosas que se nos presentan, a causa de ciertas disposiciones particulares. En efecto, los furiosos no están fuera de la naturaleza; pues ¿qué cosa tienen ellos más que nosotros? El sol lo vemos como si estuviese parado. Teón Titoreo, estoico, solía caminar durmiendo, y también un esclavo de Pericles andaba por lo más alto del tejado.
15. El quinto modo es acerca de la educación, leyes, creencia de fábulas, convenciones artificiales y opiniones dogmáticas. En este modo se contienen las cosas controvertidas acerca de lo honesto y torpe, de lo verdadero y falso, de lo bueno y malo, de los dioses, y de la generación y corrupción de todo lo visible. Una misma cosa entre unos es justa, entre otros injusta; para unos buena, para otros mala; pues los persas no tienen por absurdo o incongruente casarse con sus hijas; pero es cosa inicua entre los griegos. Entre los masagetas, como dice Eudoxo en el primer libro de su Periodo (686), las mujeres son comunes; entre los griegos, no. En orden a los dioses, también cada cual tiene los suyos; uno dice que tienen providencia, otro que no. Los egipcios entierran a sus muertos embalsamándolos (687); los romanos, quemándolos; y los peonios, echándolos a las lagunas. Así que respecto a la verdad se debe suspender la resolución.
16. El sexto modo es acerca de las mezclas y confusiones de unas cosas con otras, según el cual nada se ve absolutamente simple y sincero, sino mezclado con aire, luz, líquido, sólido, cálido, fiígido, movimiento, evaporaciones y otras potestades. La púrpura muestra diverso color a la luz del sol, a la de la luna y a la artificial. Asimismo, nuestro color de un estado aparece al Mediodía, y de otro al Ocaso. Una piedra que en el aire requiere dos hombres para ser transportada, se transporta en el agua fácilmente, ya sea esto porque siendo ligera, el aire la agrava. Así que ignoramos cuál sea cada cosa de por sí, como el aceite mezclado con ungüento.
17. El séptimo modo es acerca de las sustancias (688) de algunas posiciones, lugares y cosas que creemos grandes y aparecen pequeñas; las cuadradas, cilíndricas (689); las llanas, con eminencias (690); las rectas, quebradas (691), y de otro color las amarillas. El sol por su mucha distancia aparece de magnitud moderada (692). Los montes apartados se dejan ver caliginosos y sin aspereza; de cerca son ásperos. El sol cuando sale aparece de una manera; al medio del cielo ya no aparece de la misma. Un mismo cuerpo puesto en un bosque parece una cosa; en campo abierto parece otra (693). Las imágenes colocadas en cierta posición también parecen otra cosa (694), y con el movimiento aparece distinto el cuello de la paloma. Así, por cuanto estas cosas no pueden considerarse fuera de su lugar y estado, se ignora su naturaleza.
18. El octavo modo es acerca de las cantidades de las cosas, calores, frialdades, velocidades, lentitudes, amarilleces y otra gran variedad de colores. Así, el vino tomado con modo concilia fuerzas; con exceso, las quita. Lo mismo es de la comida y otras cosas. El noveno modo es acerca de lo peregrino y raro que continuamente ocurre. Los terremotos donde los hay con frecuencia, no causan susto; ni el sol nos admira, porque cada día lo vemos. (Este modo Favorino lo hace octavo, y Sexto y Enesidemo lo hacen décimo, poniendo Enesidemo el décimo en lugar del octavo, y Favorino en lugar del noveno.) El modo décimo versa sobre la mutua comparación de las cosas entre sí; como lo leve con lo grave, lo fuerte con lo flaco, lo mayor con lo menor, lo superior con lo inferior. Por consiguiente, el lado derecho no es derecho por naturaleza, sino que se toma por tal comparado con el izquierdo; si se quita éste, no habrá lado derecho. Asimismo, las voces padre, hermano, hacen relación a otro; como día la hace al sol; y todas las cosas la hacen a la mente. Por tanto, se ignora lo que es relativo a algo, igualmente que lo que es de por sí.
19. Hasta aquí los diez modos; pero Agripa añadió otros cinco, que son: el que procede de la discordia, el de la progresión o proceso en infinito, el relativo a otro (695), el nacido de suposición y el que es por reciprocidad. El de discordancia es aquel por el cual se demuestra llena de perturbación y discordia cualquier cuestión propuesta entre los filósofos, o bien las que ellos suelen tener. El modo procedente en infinito es el que no permite que se afirme la cuestión, por razón de que, una cosa recibe la fe de otra; y así infinitamente. El modo relativo a otra cosa (696) dice que nada se recibe por sí, sino con otro; y así, todo viene a ser incógnito. El modo que consta de suposiciones es cuando algunos establecen que deben admitirse en sí mismos ciertos principios de las cosas como fieles y seguros, y no inquirir más. Lo cual es una necedad, pues cualquiera opondrá lo contrario. Y el modo llamado por reciprocidad es cuando aquello que ha de dar firmeza a la cosa cuestionada, ello mismo tiene necesidad de que la tal cosa cuestionada lo corrobore y acredite; como si uno afirma que ignora lo que es relativo a algo, igualmente que hay poros porque hay sudor, toma esto mismo para probarlo, esto es, que hay sudor.
20. Niegan también estos filósofos toda demostración, criterio, signo, causa, movimiento, disciplina (697), generación, y que haya cosa alguna buena y mala por naturaleza. Toda demostración, dicen, o consta de cosas demostradas o no demostradas; si de cosas demostradas, aun éstas necesitarán de alguna demostración, y así en infinito; si constan de cosas indemostradas, y todas, alguna o una sola discuerda, ya todo carece de demostración. Si pareciere a algunos que hay cosas que no necesitan demostración, son estos admirables en su sentencia, no viendo que el que de estas cosas reciban otras la creencia es lo primero que necesita probarse, pues no hemos de probar que los elementos son cuatro, porque son cuatro los elementos. Además, si son inciertas las demostraciones particulares, también lo será la demostración general. Para saber que hay demostración es menester criterio, y para saber que hay criterio es menester demostración. Así que remitiéndose o refiriéndose mutuamente una a otra, ambas son incomprensibles. Entonces, ¿de qué modo se comprenderán las cosas inciertas ignorando la demostración? No se inquiere si parecen tales, sino si son tales esencialmente.
21. Consideran necios a los dogmáticos, pues lo que se concluye de una hipótesis no tiene razón de investigación, sino de posición. Por esta regla también sería dado el disputar de imposibles. Acerca de los que opinan que no se debe juzgar la verdad por las circunstancias, ni establecer leyes por las cosas, conformes o según la naturaleza, dicen que determinan medidas para todo, no haciéndose cargo de que todo lo que aparece, aparece según la antiperítasis y disposición. Así, o se ha de decir que todas las cosas son verdaderas, o todas falsas; porque si hay algunas verdaderas, ¿cómo las discerniremos? No por el sentido discerniremos las que le son conformes, pues a éste todas le parecen iguales, ni tampoco por la mente, por la misma causa. Exc1uso todo esto, no se ve ya vía alguna para juzgar. Aquel que resuelve de una cosa, sea sensible o intelectual, debe primero establecer las opiniones que hay acerca de ella, pues unos quitaron unas cosas y otros otras. Es preciso juzgar por los sentidos o por el entendimiento; y de ambas es la ambigüedad y controversia. Así que no es posible juzgar las opiniones de las cosas sensibles e intelectuales; y por la contención que hay en las inteligencias es menester negarlo todo y quitar la medida con que parece que se juzgan todas las cosas, y se tendrán todas por iguales.
22. Además, dicen, o lo que parece es o no probable al que disputa con nosotros; si le es probable, nada podrá decir contra él aquel que siente lo contrario; porque si es fidedigno quien afirma que la cosa es evidente, lo es también el que lo contradice; y si no es fidedigno, tampoco se dará crédito a quien dice que es evidente. Lo que sólo persuade no se ha de tener por cierto, pues de una misma cosa ni se persuaden todos ni siempre. La persuasión se hace por cosas extrínsecas; como la celebridad de quien persuade, o por su solicitud y diligencia, o por su gracia en el decir, o por la costumbre, o finalmente porque agrada. Quitaban el criterio con esta argumentación: O el criterio está ya juzgado, o no; si no está juzgado, ningún crédito se le debe dar, y peca tanto en verdadero como en falso; si está juzgado, será una de las cosas juzgadas por partes o en parte. Y así, una misma cosa será la que juzga y la juzgada; el juez del criterio serájuzgado por el otro; éste, por otro, y así en infinito. Además, que hay discrepancia acerca del criterio, pues dicen unos que es el hombre, otros que los sentidos, otros que la razón y otros que la fantasía o imaginación comprensiva o perceptiva. Pero el hombre discuerda, ya de sí mismo, o de los otros hombres, como consta de la diversidad de leyes y costumbres; los sentidos engañan; la razón discuerda; la fantasía perceptiva es juzgada por el entendimiento, y finalmente, el entendimiento es cambiante. Así que es incógnito el criterio, y por lo mismo lo es también la verdad.
23. Niegan también cualquier signo; porque si hay signo, dicen, o es sensible o intelectual; no es sensible, porque lo sensible es común y el signo es propio. Además, lo sensible se considera según la diferencia, y el signo según la relación a otra cosa. Tampoco es intelectual, pues lo intelectual lo es, o patente de patente, u oculto de oculto, u oculto de patente, o patente de oculto. Nada de esto es; luego no hay signo. No es patente de patente, porque la patente no necesita de signo. No es oculto de oculto, porque lo que se manifiesta, por alguno se ha de manifestar. Signo oculto de cosa patente no es posible, pues lo que da a otro facultad de manifestarse debe estar manifiesto. Y signo patente de cosa oculta tampoco lo hay, porque el signo, siendo relativo a otra cosa, debe comprenderse junto con la cosa misma de quien es signo. Nada hay de todo esto; luego ninguna cosa no evidente puede ser comprendida, y por consiguiente, se engañan los que dicen que las cosas ocultas pueden comprenderse por medio de los signos.
24. La causa la quitan así: La causa es cosa relativa a algo; como a la causal misma; la relación a otro es cosa sólo intelectual, no real o existente; luego la causa solamente se entiende o comprende. Porque si es causa, debe tener aquello de quien se llama causa; de otra forma, no lo será. Y así como el padre, no habiendo nadie de quien padre se diga, no es padre, lo mismo es de la causa. No aparece de quién la causa se entienda o a quién se refiera (ni por generación, ni por corrupción, ni por otro modo); luego no es causa. Además, si es causa, o ésta es cuerpo causa de otro cuerpo, o incorpóreo causa de incorpóreo; nada de esto es; luego, no hay tal causa. En efecto, el cuerpo no es causa del cuerpo, porque así ambos tendrían una misma naturaleza; y si uno de ellos se llama causa en cuanto tal cuerpo, siéndolo también el otro se hará igualmente causa; siendo causa ambos en común, ninguno será paciente. Por la misma razón, tampoco lo incorpóreo es causa de lo incorpóreo. Ni lo incorpóreo es causa de cuerpo alguno, pues ningún incorpóreo produce cuerpo. Ni menos el cuerpo, es causa de lo incorpóreo, porque lo que se hace debe hacerse de la materia paciente, y ningún incorpóreo es paciente, ni menos es hecho por otro; luego no es causa. De lo cual se colige que no son subsistentes los principios de las cosas, pues siempre debe ser algo quien hace y opera.
25. Tampoco hay movimiento, pues lo que se mueve, o se mueve en donde está o en donde no está; en donde está no se mueve, y menos se mueve en donde no está; luego no hay movimiento. Quitan igualmente las disciplinas diciendo: Si se enseña algo, o lo que es se enseña porque es, o lo que no es porque no es; no se enseña que es porque es, pues la naturaleza de todas las cosas que son a todos está patente y todos la conocen, y menos lo que no es porque no es, pues a quien es, nada le sobreviene, ni aun el ser enseñado. Dicen asimismo que no hay generación, pues no se engendra lo que es, puesto que ya es, ni lo que no es, puesto que no existe, y lo que no existe, ni es ni le aconteció el ser hecho. Que nada hay bueno o malo por naturaleza, porque si hubiese algo bueno o malo por naturaleza, debería ser bueno o malo para todos; como por ejemplo, la nieve, fría para todos; ninguna cosa es buena o mala comúnmente para todos; luego no hay cosa buena o mala por naturaleza. Porque o se ha de llamar bueno todo lo que alguno juzga bueno, o no todo; es así que no todo se ha de llamar tal, pues una misma cosa es por alguno juzgada buena; como el deleite, que Epicuro lo tiene por bueno, y Antístenes por malo; luego sucedería que una misma cosa sería buena y mala. Si no todo lo que uno juzga bueno lo llamamos tal, será fuerza que discemamos las opiniones; esto no es admisible, por causa de la igualdad de fuerza en las razones; luego se ignora qué cosa es buena por naturaleza.
26. Todo el modo u orden de las elecciones se puede ver en los escritos que han quedado, porque aunque Pirrón mismo no dejó obra alguna, sus discípulos Timón, Enesidemo, Numenio, Nausifanes y otros las dejaron. Contradicen a éstos los dogmáticos, diciendo que comprenden o resuelven y tienen dogmas, pues sólo con que disputan consta que comprenden, y solamente con que afirman establecen dogmas. En efecto, cuando dicen que nada definen, y que para toda razón hay otra opuesta, ya definen esto mismo por lo menos, y lo establecen por dogma. Responden a éstos diciendo: Acerca de las cosas que como hombres padecemos lo confesamos, pues que hay día, que vivimos y otras muchas cosas a todos manifiestas, lo sabemos; pero acerca de las cosas que los dogmáticos establecen por raciocinio, diciendo que las comprenden, suspendemos el asenso como inciertas, y sólo admitimos las pasiones. Confesamos también que vemos, y conocemos que entendemos, pero cómo vemos o cómo entendemos lo ignoramos. Que esto, como aparezca blanco, lo decimos narrativamente, mas no estableciendo que realmente lo sea. Acerca de la frase: Nada defino. y semejantes, decimos que por ellas no establecemos dogmas, no siendo lo mismo que decir: El mundo es esférico; pues esto es incierto, y aquellas son admitidas y confesadas. Con decir, pues, no definir nada, tampoco definimos esto mismo.
27. Dicen además los dogmáticos que los pirrónicos niegan también la vida con quitar todas las cosas de que consta la vida. Pero éstos les responden que mienten en ello; pues nosotros -dicen- no quitamos la vista, sino que afirmamos que se ignora cómo se hace la visión. Lo que aparece, lo establecemos; mas no que tal sea indubitablemente. Sentimos que el fuego quema, pero nos abstenemos de resolver si lo hace por naturaleza que tenga. Que las cosas se mueven y perecen, lo vemos; cómo se hagan estas cosas, no lo sabemos. Nosotros sólo nos oponemos a las cosas inciertas que van entretejidas con las manifiestas; y cuando decimos que una pintura tiene relieve, exponemos lo que aparece, y cuando decimos que no lo tiene, ya no hablamos de lo que aparece, sino de otra cosa. Así, Timón dice en su Pitón (698) que Pirrón no se apartó de la costumbre. Y en sus Imágenes habla en esta forma:
Pero lo que aparece,
siempre Pirrón siguió con toda fuerza.
Y en el libro De los sentidos dice: Que esto sea dulce, no lo resuelvo, pero confieso que lo parece.
28. Enesidemo dice también, en el libro primero De los raciocinios de Pirrón, que éste nada define dogmáticamente, por causa de la contrariedad de razones, pero sigue las apariencias. Lo mismo dice en el libro De la sabiduría, y aun en el De la cuestión. Zeuxis, igualmente familiar de Enesidemo, en el libro De las dobles razones, Antíoco de Laodicea, y Apellas en su Agripa, sólo establecen las cosas como aparecen o lo que parecen. Según los escépticos, solamente lo que aparece es el criterio, como lo dice Enesidemo. Lo mismo afirma Epicuro; y Demócrito dice que ninguna cosa es lo que parece, y que alguna de ellas ni siquiera existe.
29. Contra este criterio de las apariencias dicen los dogmáticos que cuando de ellas nos vienen diversas fantasías, como de una torre cilíndrica o cuadrada, si el escéptico no prefiere ninguna de ellas, no hace nada; pero cuando siga una, ya no da igual valor a las apariencias. Les responden los escépticos que cuando inciden fantasías diversas, ambas aparecen, y que por eso establecen las cosas aparentes, porque aparecen.
30. Los escépticos dicen que el fin es la indeliberación, a quien la tranquilidad sigue como sombra, según dicen Timón y Enesidemo; pues no elegimos estas cosas o evitamos aquellas que están en nosotros y las que no están en nosotros, sino que vienen por necesidad, no podemos evitarlas; como el hambre, la sed, el dolor; pues la razón no puede quitar estas cosas. Al decir los dogmáticos que cómo puede vivir el escéptico cuando no rehusa si le mandan matar a su padre, responden los escépticos: ¿Y cómo puede vivir el dogmático, sin inquirir siquiera las cosas de la vida común y observables? Así que nosotros elegimos las cosas y las evitamos según la costumbre, y usamos de las leyes. Algunos afirman que los escépticos ponen por fin la tranquilidad de ánimo, y otros que la mansedumbre.
TIMÓN
1. Apolónides de Nicea; que floreció antes de nosotros, en el libro I de sus Comentarios a las Sátiras, obra que dedicó a Tiberio César, dice que Timón tuvo por padre a Timarco, y que fue nativo de Fliasia. Que habiendo quedado huérfano todavía muy joven, se dedicó a la danza, pero después, condenando este ejercicio, se fue a Megara para estar con Estilpón. Que habiendo vivido tiempo con él, regresó a la patria y se casó. Pasó después con su mujer a ver a Pirrón, que estaba en Elide, y habitó allí hasta tener hijos. Al mayor de ellos lo llamó Janto, le enseñó la medicina, y fue su sucesor en su instituto y vida. Timón era muy elocuente, según afirma Soción en el libro IX; pero no teniendo de qué mantenerse, partió al Helesponto y a Propóntide; y ejercitando la filosofía y oratoria en Calcedonia, fue muy celebrado. De allí, habiendo acopiado un buen viático, se retiró a Atenas, donde se mantuvo hasta su muerte, fuera de un poco de tiempo, que estuvo en Tebas.
2. Fue conocido y estimado del rey Antígono y de Tolomeo Filadelfo, según atestigua él mismo en sus Yambos. Antígono dice que fue muy dado a la bebida y poco aplicado a la filosofía, pues escribió Poemas, Versos, Tragedias, Sátiras, treinta dramas cómicos, sesenta trágicos, y varias obscenidades. Andan además escritos suyos en prosa hasta veinte mil versículos, de los cuales hace mención Antígono Caristio, que escribió su Vida. Los libros de Sátiras son tres, en los cuales, como escéptico que era, vierte mordacidades y sales contra todos los dogmáticos, trovándoles sus dichos (699). El primero de estos libros es una explicación que da él mismo. El segundo y tercero van en forma de diálogo, en el cual parece que Jenófanes Colofonio pregunta de cada cosa, y él mismo se responde (700). En el segundo trata de los más antiguos; y en el tercero, de los que vinieron después, por cuya razón algunos lo titularon Epílogo. El primero viene a contener lo mismo, excepto que su poesía es de una persona sola y su principio dice:
Venid aquí, sofistas importunos,
escudriñando siempre vanidades, etc.
3. Timón murió cercano a los noventa años, como dicen Antígono y Soción en el libro II. Yo he oído decir que fue tuerto, y es verosímil, pues aun él mismo se llamaba Cíclope. Hubo otro Timón, que fue misántropo (701). Nuestro filósofo fue muy aficionado a los jardines y a la soledad, como dice Antígono. Es famoso lo que Jérónimo Peripatético dijo de él: Como entre los escitas disparan flechas, tanto los que huyen como los que los siguen, así entre los filósofos unos cazan a los discípulos siguiendo y otros huyendo, como Timón. Era muy agudo de ingenio para hacer burla de otros; muy aplicado para escribir, y diestrísimo en inventar tramas fabulosas para los poetas, y no menos en componer tragedias. Fueron sujetos de ellas Alejandro y Homero. Si le estorbaban o interrumpían las criadas o perros, nada decía, no cuidándose de otra cosa que de la soledad.
4. Dicen que habiéndole preguntado Arato cómo se podrían conseguir íntegras y sin errores las obras de Homero, respondió que solicitando ejemplares antiguos, y no los ya enmendados. Tenía sus escritos poéticos amontonados y sin orden, y aun corroídos en algunos lugares, de manera que como una vez leyese algo de ellos el orador Zopito, y pasase sin advertir algunas hojas juntas hasta más de la mitad, siguió leyendo sin advertir el hueco de la narrativa; tan indiferente era en las cosas. En efecto, su serenidad llegaba al punto de no hacer caso siquiera de lo más importante. Se cuenta que habiendo visto a Arcesilao que andaba entre charlatanes y aduladores, le dijo: ¿A qué vienes tú aquí donde estamos los hombres libres? Contra los que juzgaban de las cosas por los sentidos, concordándolos con la mente, solía decir a menudo: Juntos van Atagas y Numenio (702).
5. Acostumbraba también chancear así: a uno que de todo se admiraba, le dijo: ¿Y por qué no te admiras de que siendo tres aquí, sólo tenemos cuatro ojos? El caso es que él y su discípulo Dioscórides eran tuertos, y aquel a quien lo dijo era sano de ojos. Preguntado una vez por Arcesilao, a quien había tocado en sus Sátiras, lo celebró en el libro titulado Arcesilao, De las cenas.
6. Timón no tuvo sucesor en la secta, como dice Menodoto, y quedó abandonada, hasta que la restauró Tolomeo de Cirene. Según escriben Hipoboto y Soción, fueron discípulos suyos Dioscórides de Chipre, Nicoloco de Rodas, Eufranor de Seleucia y Praulo de Tróade. Éste, dice el historiador Filarco, fue de ánimo tan constante, que sufrió suplicio como traidor a la patria, sin hablar una palabra a los ciudadanos en su defensa.
7. Eufranor tuvo por discípulo a Eubulo Alejandrino; de éste lo fue Tolomeo, y de Tolomeo lo fueron Sarpedón y Heráclides. A Heráclides oyó Enesidemo Gnosio, el cual escribió ocho libros acerca de los Raciocinios pirrónicos. De Enesidemo fue discípulo Zeuxipo Polites; de éste lo fue Zeuxis el apellidado Goniopo (703); de éste, Antíoco Laodiceno, nativo de Lico. De éste fueron discípulos Menodoto Nicomediense, Médico Empírico y Tiodas Laodiceno. De Menodoto lo fue Herodoto, hijo de Arieo de Tarso; de Herodoto, Sexto Empírico, autor de los diez libros acerca de los escépticos y de otras obras excelentes. Y de Sexto fue discípulo Saturnino Citenas, también empírico.
Notas
(660) Aulo Gelio cuenta el caso por extenso.
(661) Vocablo griego que no podemos reproducir.
(662) Ibid.
(663) De los cuatrocientos que un tiempo gobernaron a Atenas habla Tucídides, lib. VIII.
(664) Gelio, lib. V, cap. X, trae largamente el caso, que es curioso. Pactó Protágoras con su discípulo Evatlo de enseñarle la oratoria forense por cierta paga, con la condición de que el discípulo daría de entrada la mitad de aquel tanto, y la otra mitad luego que defendiese algún pleito y lo ganase. Como se pasase mucho tiempo sin verificarse la condición pactada, pidió Protágoras el resto de la deuda, que Evatlo satisfizo diciendo que todavía no había ganado ni orado causa alguna. Pero no se aquietó Protágoras, antes le puso pleito sobre ello; y hallándose ambos ante los jueces, dijo Protágoras: Sábete, oh necio joven, que de cualquier modo que esté pleito salga, debes pagarme, pues si te condenarían a ello, me habrás de pagar por sentencia, y si te libran, me pagarás por nuestro pacto. A esto respondió Evatlo: Sabed también vos, oh sabio maestro, que por todo lo mismo no debo yo pagaros, pues si los jueces me absuelven, quedo libre por sentencia y si pierdo el pleito, lo quedo por nuestro pacto. En esta duda no se atrevió el tribunal a resolver por entonces. La misma historia trae Apuleyo; y Sexto Empírico otra semejante.
(665) Puede también significar cilíndrica.
(666) Eusebio, lib. XIV, cap. XVII. De la Preparación Evangélica; San Clemente Alejandrino, libro De los estromas, y otros lo hacen discípulo de Diógenes. Así, sin duda es error de copiantes la voz Diómenes.
(667) Esto es, morirás.
(668) Plutarco en la Vida de Alejandro. Este verso es el 271 del Orestes de Eurípides, con alguna mutación.
(669) Vocablo griego que no podemos reproducir, Suidas pone (Vocablo griego que no podemos reproducir).
(670) Debía de ser algún cuadro suyo, que representaría algunos artífices de lámparas, candiles, velones y otras cosas de esta clase.
(671) Podría interpretarse: aunque respondiese fuera de lo preguntado.
(672) Timón escribió algunas obras o disertaciones a Pitón, como se ve en el párrafo 5. Acaso debe aquí escribirse: en su libro intitulado A Pitón.
(673) A quien honraron los atenienses por haber matado a Cotis de Tracia no fue a Pirrón, sino a un tal Pitón Enio, discípulo de Platón, como escribe Plutarco en diferentes lugares. Demóstenes, Filóstrato y otros. El mismo Filóstrato dice que fueron dos los matadores, Heráclides y dicho Pitón, y añade que fueron académicos.- Véase Oleario, en la nota 7 a la Vida de Apolonio Tianeo, lib. VII, cap. II.
(674) Véase la nota anterior.
(675) Puede también ser discípulo.
(676) Es el verso 146 del libro VI de la Ilíada.
(677) Versos 106 y 107 del libro XXI de la Ilíada.
(678) Pudiera traducirse: disputaba más cosas.
(679) Aquí el texto añade y pirrónicos, de Pirrón; lo cual es una repetición de lo dicho poco antes, y ciertamente cosa espuria.
(680) Versos 135 y siguientes del lib. VIII de la Odisea.
(681) Versos de Euripides.
(682) Se dice que son versos de la tragedia Hipólito, pero no hallándose en la que existe, parece fuerza decir que Eurípides tendría otra con el mismo título.
(683) Irresolución, indecisión.
(684) Véase la nota 673.
(685) Añade aquí la partícula no, porque sin ello no creo pueda salvarse el concepto del pirronismo.
(686) Circuito de la tierra.
(687) Vocablo griego que no podemos reproducir.
(688) Ibid.
(689) Véase la nota 138.
(690) Como las de las pinturas y escenas ópticas que dice Vitruvio, lib. VI, cap. II. Quemadmodum etiam in scenis pictis videntur columnarum projecturce matulorum eephorce, signorum figura prominentes, cum sit tabula sine dubio ad regulam plana.
(691) Vitrubio allí mismo: Similiter in navibus remi, cum sint sub agua directi, tamen oculis infracti videntur.
(692) El texto tiene: Sol igitur, ob distantiam distans apparet. Es una tautología insufrible aun en el hombre más rudo, pues ¿qué cosa probaría para el intento de los pirrónicos y falacia de los sentidos el decir que el sol aparece distante porque lo está? Probaría todo lo contrario a sus opiniones. Así, yo dudo mucho de la voz que debe sustituirse. Por lo cual, mientras que algún sabio más ilustrado que yo lo ejecuta, podríamos leer: quantutum, modiee magnum, etc. Siguiendo esta corrección traduzco el texto.
(693) Vitrubio, lib. IV, cap. IV, aplica a las columnas una regla semejante.
(694) Parece que habla de los escorzos en la pintura y escultura.
(695) Vocablo griego que no podemos reproducir.
(696) Es el de la nota antecedente.
(697) Vocablo griego que no podemos reproducir.
(698) Ibid.
(699) Ibid.
(700) Suele llamarse dialogismo.
(701) Aborrecedor de los hombres. Luciano hace de él un diálogo.
(702) Es proverbio de dos que se unen para hacer algún daño.
(703) Parece que significa: de pies angulares, o con ángulos, que llamamos pies ajuanetados.
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