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OCTAVA CONFERENCIA
PRAGMATISMO Y RELIGIÓN
Al terminar la conferencia anterior les recordé lo que dije en la primera, cuando oponía el espíritu rudo al espíritu delicado y recomendaba al pragmatismo como mediador entre ellos. El espíritu rudo rechaza positivamente la hipótesis del espíritu delicado de una edición perfecta y eterna del Universo coexistiendo con nuestra experiencia finita.
Según los principios pragmatistas, no podemos rechazar hipótesis alguna si de ella se desprenden consecuencias útiles para la vida. Las concepciones universales, como cosas que se deben tener en cuenta, pueden ser tan reales para el pragmatismo como lo son las sensaciones particulares. Carecen, indudablemente, de sentido y realidad si carecen de utilidad, pero si tienen alguna aplicación tienen también una significación equivalente. El significado será verdadero, si la aplicación cuadra bien con otras aplicaciones a la vida.
Ahora bien: la utilidad de lo Absoluto está demostrada por todo el curso de la historia religiosa de los hombres. Los brazos eternos están, pues, debajo. Recuérdese el uso que hacía Vivekananda del Atman, uso que no es indudablemente científico, pues no podemos hacer deducciones particulares de él. Es enteramente espiritual y emocional.
Siempre es mejor discutir las cosas con ayuda de ejemplos concretos. Permítanme leerles algunos versos de Walt Whitman titulados A ti, es decir, por supuesto, al lector u oyente del poema, quienquiera que él o ella pueda ser:
Whoever you are, now 1 place my hand upon you
that you be my poem;
I whisper with my lips close to your ear,
I have loved many men and women and men, but,
I love none better than you.
O I have been dilatory and dum;
I should have made my way to you long ago;
I should have blabbed nothing but you, I should
have chanted nothing but you.
I will leave all and come and make the hymns of
you;
None have understood you, but I understand you;
None have done justice to you - you have not
done justice to yourself;
None but have found you imperfect -I onIy find
no imperfection in you.
O I could sing such glories and grandeurs about
you;
You have not known what you are -you have
slumbered upon yourself all your life;
What you have done returns already in mockeries.
But the mockeries are not you;
Undemeath them and within them, I see you
lurk;
I pursue you where none else has pursued you.
Silence, the desk, the flippant expression, the
night, the accustomed routine, if these conceal
you from others, or from yourself, they do not
conceal you from me;
The shaved face, the unsteady eye, the impure
complexion, if these balk others, they do not
balk me;
The pert apparel, the deformed attitude,
drunkenness, greed, premature death,
all these I part aside.
There is no endowment in man or woman that is
not tollied in you;
There is no virtue, no beauty, in man or woman,
but as good is in you;
No pluck nor endurance in others, but as good is
in you;
No pleasure waiting for others, but an equal
pleasure waits for you.
Whoever you are! claim your own at any
hazard!
These shows of the east and west are tame,
compared with you;
These inmense meadows -these interminable rivers-
you are inmense and interminable as
they;
You are he or she who is master or mistress over
them,
Master or mistress in your own right over Nature,
elements, pain, passion, dissolution.
The hopples fall from your ankles -you find an
unfailing sufficiency;
Old or young, male or female, rode, low, rejected
by he rest whatever you are promulges itself;
Through birth, life, death, burlal, the means are
provided, nothing is scanted;
Through angers, losses, ambition, ignorance,
ennui, what you are picks its way (1).
Verdaderamente es un bello y conmovedor poema, de cualquier forma que se le considere, pero hay dos modos de hacerlo, ambos útiles.
Uno es el modo monista, el camino místico de la pura emoción cómica. Las glorias y grandezas son absolutamente nuestras, aun en medio de nuestros desfallecimientos. Cualquier cosa que nos pueda suceder, por adversa que sea, interiormente estamos a salvo. ¡Apoyémonos en el verdadero principio del ser! Esta es la famosa vía del quietismo, del indiferentismo, al que sus enemigos llaman opio espiritual. Sin embargo, el pragmatismo debe respetar esta vía, pues tiene una gran vindicación hIstórica.
Pero el pragmatismo advierte también otra vía que debe respetarse, el modo pluralista de interpretar el poema. El tú así glorificado, al que está dedicado el himno, puede significar nuestras mejores posibilidades tomadas fenoménicamente, o incluso los específicos efectos redentores de nuestros fracasos, sobre nosotros mismos o sobre los demás. Puede significar nuestra lealtad a las posibilidades de los demás a quienes admiramos y amamos hasta tal punto que estamos deseando aceptar nuestra propia pobre vida porque es la compañera de esa gloria. Podemos al menos, apreciar, aplaudir, formar el auditorio de un mundo tan magnífico. Olvidad, pues, lo bajo que hay en vosotros, pensad sólo en lo elevado. Identificad vuestra vida con esto; luego, a través de iras, perplejidades, ignorancias, debilidades, como quiera que os hayais forjado, lo que seáis más profundamente, encontrará su camino.
De cualquier modo que lo consideremos, el poema aumenta la fidelidad a nosotros mismos. Ambos modos satisfacen, ambos santifican el desarrollo humano. Ambos pintan el retrato del tú sobre un fondo dorado. Pero el fondo del primer modo es el Uno estático, mientras que, del segundo modo, significa los posibles, en plural, los posibles genuinos, y tiene toda la inquietud de aquella concepción.
Cualquier modo de leer el poema es bastante noble, pero evidentemente el modo pluralista está más de acuerdo con el temperamento pragmático, pues sugiere inmediatamente un número infinitamente mayor de pormenores de futura experiencia a nuestra mente. Pone en función para nosotros actividades definidas. Aunque este segundo modo parece prosaico y terrestre en comparación con el primero, sin embargo, nadie puede acusarlo de grosería mental en el sentido brutal del término. Pero si, como pragmatistas, tuvieran ustedes que defender el segundo modo contra el primero, posiblemente serían mal comprendidos. Se les acusaría de negar las más nobles concepciones y de ser aliados de la mentalidad ruda en el peor sentido.
Recuerden la carta que uno de los oyentes me envió y de la que leí algunos pasajes en mi anterior conferencia. Permítanme leerles ahora un extracto adicional. Aprecia muy vagamente las alternativas que se ofrecen ante nosotros, vaguedad que considero muy generalizada.
Escribe mi amigo y corresponsal:
Creo en el pluralismo; creo que, en nuestra búsqueda de la verdad, saltamos de un témpano flotante a otro sobre un mar infinito y que por cada uno de nuestros actos hacemos posibles nuevas verdades e imposibles otras viejas; creo que cada hombre es responsable de mejorar el Universo y que si él no lo hace quedará sin hacer.
Pero, al mismo tiempo, si me avengo a admitir que mis hijos sean enfermos incurables y sufran (y no es éste el caso), y que yo mismo sea estúpido (con bastante cerebro, sin embargo, para advertir mi estupidez), es sólo con una condición, a saber: que por la construcción, en la imaginación y mediante la razón, de una unidad racional de todas las cosas, pueda concebir mis actos, mis pensamientos y mis inquietudes como suplementados por todos los demás fenómenos del mundo, y como formando -así suplementados- un esquema que apruebo y adopto como mío. Y, por mi parte, me niego a admitir que no podamos mirar, mas allá del obvio pluralismo del naturalismo y del pragmatista, hacia una unidad lógica en la que éstos no creen ni se interesan.
Tan bella expresión de fe personal conforta el corazón del oyente. ¿Pero en cuánto aclara su postura filosófica? ¿se inclina en favor de la interpretación monista del poema del mundo, o de la interpretación pluralista? Sus inquietudes se calman cuando son así suplementadas, dice, suplementadas, esto es, por todos los remedios que los demás fenómenos pueden aportar. Claramente adviértese aquí que mi corresponsal afronta los hechos particulares de la experiencia, que interpreta de modo meliorista-pluralista.
Pero él mismo cree que no se desliga de la tradición. Habla de todo lo que llama la unidad racional de las cosas, cuando lo que realmente quiere significar es su posible unificación empírica. Supone, al mismo tiempo, que el pragmatista, porque critica el Uno abstracto del racionalismo, se halla privado del consuelo de creer en las salvadoras posibilidades de los muchos concretos. No acierta, en suma, a distinguir entre considerar la perfección del mundo como un principio necesario y considerarlo solamente como un posible terminus ad quem.
Considero al autor de la carta como un genuino pragmatista, pero pragmatista sans le savoir. Se me aparece como uno de esos aficionados a la filosofía a los que me refería en mi primera conferencia, partidario de conciliar todas las buenas cosas sin cuidar demasiado de si realmente son conciliables entre sí. La unidad racional de todas las cosas es una fórmula tan inspiradora que la admite a ojos cerrados, y acusa abstractamente al pluralismo de chocar con ella (pues los mismos nombres chocan), aunque concretamente quiera en realidad signficar con aquélla un mundo mejorado y unificado pragmáticamente. La mayoria de nosotros permanece en esta esencial vaguedad y bueno es que así sea; pero en interés de la claridad de entendimiento está bien que alguno de nosotros vaya más lejos, de forma que trataré ahora de enfocar con más precisión este punto religioso particular.
¿Se ha de considerar de un modo monista o pluralista este tú de los tús, este mundo absolutamente real, esta unidad que proporciona la inspiración moral y que entraña el valor religiosor Es ante rem o in rebus? ¿Es un principio o un fin, un absoluto o un fundamento, un primero o un último? ¿Nos hace mirar hacia adelante o hacia atrás? Vale la pena no apiñar ambas cosas, pues si se analizan se verá que tienen decididamente diversos significados para la vida.
Adviértase que todo el dilema gira pragmáticamente sobre la noción de las posibilidades del mundo. Intelectualmente, el racionalismo invoca su absoluto principio de unidad como fundamento de la posibilidad de los hechos múltiples. Emocionalmente, lo considera como continente y limitador de posibilidades, una garantía de que el resultado sera bueno. Tomado de este modo, lo Absoluto hace ciertas todas las cosas buenas, e imposibles todas las malas (en lo eterno) y puede decirse que transmuta la categoría entera de posibilidad en categorías más seguras. Se advierte en este punto que la gran diferencia religiosa reside entre los hombres que insisten en que el mundo debe y será salvado y los que se contentan con creer que puede ser salvado. Todo el choque de la religión racionalista y empirista está, pues, en la validez de esta posibilidad. Es necesario, por lo tanto, comenzar por enfocar esta palabra. ¿Cuál puede ser el significado de la palabra posible? Para los hombres irreflexivos significa una especie de tercer estado del ser, menos real que la existencia, más real que la no-existencia, un reino crepuscular, un estado híbrido, un limbo al cual y fuera del cual se hacen pasar de vez en cuando las realidades.
Tal concepción es, desde luego, demasiado vaga y poco descriptiva para satisfacernos. Aquí, como en todo, el único modo de extraer el sentido de un término es aplicarle el método pragmático. Cuando ustedes dicen que una cosa es posible, ¿qué diferencia establecen? Establecen al menos esta diferencia: que si alguien la considera imposible, le pueden contradecir, e igualmente se le puede contradecir, si la consideran real y necesaria.
Pero estos privilegios de contradicción no tienen mucha importancia. Cuando ustedes dicen que una cosa es posible, ¿no se establece alguna diferencia ulterior en términos de hecho real?
Establece al menos la diferencia negativa de que si la afirmación es cierta, se sigue: nada existente habría capaz de evitar la cosa posible. La ausencia de fundamentos reales de interferencia puede así decirse que hace las cosas no imposibles, posibles, por lo tanto, en sentido simple o abstracto.
Pero la mayoría de los posibles no son simples, están concretamente fundados, bien fundados, como se suele decir. ¿Qué significa esto pragmáticamente? Quiere decir no sólo que no existen condiciones preventivas actuales, sino que algunas de las condiciones de producción de la cosa posible se dan aquí realmente. Así, un pollo concretamente posible significa: 1) que la idea del pollo no contiene contradicción esencial en sí misma; 2) que no hay cerca ningún muchacho, ni zorra ni otros enemigos; y 3) que existe, al menos, un huevo real. El pollo significa un huevo real, además de una gallina empolladora, o una máquina incubadora o lo que sea. A medida que las condiciones reales se completan, el pollo se convierte en una posibilidad cada vez mejor fundada. Cuando las condiciones están totalmente satisfechas, cesa de ser una posibilidad y se convierte en un hecho real. Apliquemos esta noción a la salvación del mundo. ¿Qué significa pragmáticamente decir que es posible? Significa que algunas de las condiciones de la liberación del mundo existen realmente. Cuantas más de ellas existan menor será el número de las condiciones preventivas que se puedan hallar, mejor fundada estará la posibilidad de la salvación y llegará a ser más probable el hecho de la deliberación.
Esto es suficiente como una ojeada preliminar a la posibilidad.
Ahora bien: sería contradictorio con el mismo espíritu de la vida decir que nuestras mentes deben permanecer indiferentes y neutrales en cuestiones como la de la salvación del mundo. Cualquiera que pretenda ser neutral se clasifica como necio y farsante. Todos nosotros deseamos reducir al mínimo la inseguridad del Universo; somos y tenemos que sentirnos desgraciados cuando lo consideramos expuesto a toda clase de enemigos y a todo vendaval destructor de la vida. No obstante, existen hombres infelices que creen imposible la salvación del mundo. Su doctrina es conocida con el nombre de pesimismo.
El optimismo, en cambio, sería la doctrina que juzga inevitable la salvación del mundo.
Entre ambos hállase lo que puede llamarse la doctrina del meliorismo, aunque hasta aquí ha figurado menos como una doctrina que como una actitud en los asuntos humanos. El optimismo ha sido siempre la doctrina reinante en la filosofía europea. El pesimismo fue introducido recientemente por Schopenhauer y cuenta todavía con unos pocos defensores sistemáticos. El meliorismo no considera la salvación necesaria ni imposible, sino una posibilidad que se hace tanto más probable a medida que se hacen más numerosas las condiciones reales de salvación.
Es evidente que el pragmatismo debe inclinarse hacia el meliorismo. Algunas condiciones relativas a la salvación del mundo existen realmente, hecho ante el que no se pueden cerrar los ojos: de presentarse las condiciones restantes la salvación llegaría a ser una cumplida realidad. Naturalmente, los términos que aquí empleo son muy esquemáticos. Ustedes pueden interpretar la palabra salvación como gusten y considerarla un fenómeno tan difuso y amplio o tan crítico e integral como les plazca.
Piense cualquiera de ustedes en los ideales que acaricia y por los que quiere vivir y luchar. Cada uno de estos ideales realizados constituirá un momento en la salvación del mundo. Pero estos ideales particulares no son meras posibilidades abstractas. Están fundados, son posibilidades vivas, puesto que nosotros somos sus campeones y garantías, y si las condiciones complementarias se presentan y se añaden por sí mismas, nuestros ideales se convertirán en cosas reales. Ahora bien: ¿cuáles son las condiciones complementarias? En primer término, un compuesto de cosas que nos darán en la plenitud del tiempo una posibilidad, una brecha por la que podamos lanzarnos, y finalmente nuestro acto.
¿Nuestro acto, pues, crea la salvación del mundo en cuanto se abre paso por sí mismo, en cuanto salta a la brecha? ¿Crea, no toda la salvación del mundo, por supuesto, pero al menos una parte considerable que abarque la extensión del mundo?
Aquí agarro el toro por los cuernos y a pesar de toda la grey de racionalistas y monistas, cualquiera que sea su rótulo, pregunto: ¿Por qué no? Nuestros actos, nuestras crisis, en que al parecer nos hacemos y desarrollamos, son las partes del mundo que tenemos más cerca, las partes con las cuales nuestro conocimiento es más íntimo y completo. ¿Por qué no aceptarlas en su valor nominal? ¿Por qué no pueden ser las crisis reales y de crecimiento del mundo lo que parecen ser? ¿Por qué no es el taller del ser, donde percibimos él hecho en su formación, de tal modo que en ninguna parte pueda desenvolverse el mundo de cualquier otra forma que de ésta?
¡Irracional! , se nos dice. ¿Cómo puede darse el nuevo ser en partículas y ademas en zonas y parches que se sumen o permanezcan al azar, independientes del resto? ¿Debe existir una razón para nuestros actos y dónde, en último término, podemos buscar alguna razón excepto en la presión material o compulsión lógica de la naturaleza total del mundo? No puede haber sino un agente real de desarrollo, o de aparente desarrollo, en cualquier parte, y este agente es el mundo integral mismo. Puede haberse desarrollado todo él, de existir desarrollo, pero que aquellas partes singulares se desarrollaran per se es irracional.
Pero si se habla de racionalidad y de razón para las cosas y se insiste en que no pueden darse en zonas, ¿qué clase de razón puede haber para que algo acontezca? Invóquese como se quiera la lógica, la necesidad, las categorías, lo absoluto y el contenido de toda la fábrica filosófica; la única razón real que se me ocurre de que pueda suceder algo es que haya alguien que lo desee. Es requerida, requerida, puede ser, para proporcionar alivio a no importa qué fracción de la masa del mundo. Es ésta una razón viva, y comparadas con ellas, las causas materiales y las necesidades lógicas son cosas espectrales.
En suma, el único mundo totalmente racional sería el mundo de la varita mágica, el mundo de la telepatía, donde cada deseo se cumple instantáneamente sin tener que considerar o apaciguar fuerzas intermediarias o circundantes. Este es el mundo propio de lo Absoluto. Hace que el mundo fenoménico sea, y es, exactamente como lo deseó, no requiriéndose ninguna otra condición. En nuestro mundo los deseos del individuo son sólo una condición. Existen otros individuos con otros deseos a los que hay que aplacar primero. Así el Ser se desenvuelve bajo toda clase de resistencias en este mundo de lo múltiple, y de transacción en transacción sólo llega a organizarse gradualmente en lo que se puede llamar secundariamente forma racional. Nos aproximamos al tipo de organización mágica sólo en unos pocos sectores de la vida. Necesitamos agua y abrimos el grifo. Queremos una fotografía y oprimimos el resorte de una máquina fotográfica. Deseamos información y telefoneamos. Queremos viajar y compramos un billete. En estos casos y en otros semejantes, difícilmente necesitamos hacer otra cosa que desear; el mundo está racionalmente organizado y hace lo demás.
Pero esta charla acerca de la racionalidad es un paréntesis y una digresión. Lo que estábamos discutiendo era la idea de un mundo que se desarrolla no íntegramente, sino a trozos, mediante las contribuciones de sus varias partes. Tómese la hipótesis seriamente, como una hipótesis viva. Supongamos que el autor del mundo presentara el caso antes de la creación diciendo: Voy a hacer un mundo no ciertamente para ser salvado, sino un mundo cuya perfección será meramente condicional, siendo la condición que cada uno de sus agentes obre lo mejor que pueda. Os ofrezco la oportunidad de vivir en tal mundo. Su seguridad, como veis, carece de garantía. Es una aventura real, con un peligro real y, sin embargo, puede ser vencido. Es un esquema social por realizar de genuina labor cooperadora. ¿Os uniréis a la procesión? ¿Os confiaréis y prestaréis vuestra confianza a cuantos con vosotros afronten el riesgo?
Si les fuera propuesta a ustedes una oferta de participación en tal mundo, ¿la rechazarían seriamente por razones de inseguridad? ¿Dirían que, antes que ser una parte de un Universo, tan fundamentalmente pluralista e irracional, preferirían caer en el sueño de la nada, del que les había despertado la voz tentadora? Por supuesto, si están normalmente constituidos, no harían nada semejante. Hay en la mayoría de nosotros una sana salud mental que se ajustaría a tal Universo. Aceptaríamos la oferta: Top, und schlag auf schlag! (2). Sería justamente como el mundo en que vivimos: la lealtad a nuestra vieja nodriza la Naturaleza nos prohibiría decir que no. El mundo propuesto nos parecería racional en el aspecto más vivo.
La mayoría de nosotros daría la bienvenida a la proposición y añadiría su fiat al fiat del creador. No obstante, algunos no lo harían, pues siempre hay espíritus enfermizos en toda colectividad humana, a los que no atraería probablemente la perspectiva de un Universo con sólo una probabilidad de salvación. Existen momentos de desánimo en todos nosotros cuando estamos hastiados o cansados de luchar en vano. Resquebrajada nuestra propia vida, caemos en la situación del hijo pródigo. Desconfiamos de los cambios de las cosas. Queremos un universo al que podamos abandonarnos, enlazarnos al cuello de nuestro padre, ser absorbidos en la vida absoluta como una gota de agua que cae en el río o en el mar.
La paz y el reposo, la seguridad deseada en tales momentos es seguridad contra los accidentes imprevistos de una experiencia tan finita. El nirvana significa la seguridad contra esta eterna serie de aventuras de que consiste el mundo sensorial. El hindú y el budista, pues ésta es su actitud, son simplemente miedosos, miedosos de más experiencia, miedosos de la vida.
A los hombres de este temperamento, el monismo religioso llega y les dice estas consoladoras palabras: Todo es necesario y esencial, incluso tú con tu alma y tu corazón enfermos. Todo es uno en Dios y en Dios todo es bueno. Sus brazos eternos están detrás, triunfes o fracases en el mundo de la apariencia finita. No hay duda de que cuando los hombres son llevados al último extremo morboso, el absolutismo es el único plan salvador. El moralismo pluralista hace castañetear sus dientes, les hiela el corazón en el pecho.
Vemos, pues, concretamente, dos tipos de religión en abierto contraste. Empleando nuestros viejos términos de comparación, podemos decir que el esquema absolutista atrae al espíritu delicado, mientras que el esquema pluralista atrae al espíritu rudo. Muchas personas rehusarán llamar al esquema pluralista, religioso. Lo llamarían moralista y aplicarían tan solo la palabra religiosa al esquema monista. La religión, en el sentido de autorrenunciación, y el moralismo, en el sentido de autosuficiencia, han sido enfrentados el uno contra el otro como incompatibles con mucha frecuencia en la historia del pensamiento humano. Nos encontramos ahora ante la cuestión suprema de la filosofía. Dije en mi cuarta conferencia que creía que la alternativa monismo-pluralismo es la cuestión más profunda y pregnante que puede forjar nuestra mente. ¿Es posible que la disyunción sea final y que sólo un aspecto sea el verdadero? ¿Son el pluralismo y el monismo genuinamente incompatibles? Así, si el mundo estuviera constituido pluralísticamente, si en realidad existiera distributivamente y estuviera formado por partes individuales, ¿podría ser salvado en partes y de facto como resultado de su conducta, y su épica historia en modo alguno podría ser interrumpida por alguna unidad esencial en la que la variedad estuviera ya incluida de antemano y eternamente vencida? Si esto fuera así, deberíamos elegir una o la otra filosofía. No podríamos asentir a ambas alternativas. Tendría que haber un no en nuestras relaciones con lo posible. Debemos confesar un último contratiempo: no permaneceríamos en acto indivisible sanos y enfermos mentales.
Por supuesto, que como seres humanos podemos estar un día bien de la cabeza y no tan bien al día siguiente; como meros aficionados a la filosofía podemos quizá permitirnos llamarnos monistas-pluralistas, o librearbitristas-deterministas o cualquier otro término de conciliación que se nos ocurra. Pero como filósofos amantes de la claridad y de la consecuencia, y sintiendo la necesidad pragmatista de poner de acuerdo una verdad con otra, se nos presenta con urgencia el problema de adoptar el tipo de pensamiento del espíritu rudo o el del delicado. Siempre me ha asaltado esta pregunta: ¿No van demasiado lejos las demandas de los espíritus delicados? ¿No será demasiado empalagosa la noción de un mundo ya salvado in toto para perseverar? ¿No es demasiado idílico el optimismo religioso? ¿Deberá todo ser salvado? ¿No hay precio para pagar el precio de la salvación? ¿La última palabra será de cansuelo? ¿Es toda afirmativa en el Universo? ¿No reside el hecho negativo en el mismo centro de la vida? La misma seriedad que atribuimos a la vida, ¿no significa que los ineluctables no y los fracasos forman parte de ella, que existen sacrificios auténticos en alguna parte y que siempre queda en el fondo de la capa algo acerbo y amargo?
No puedo hablar aquí oficialmente como pragmatista; todo lo que pueda decir es que mi propio pragmatismo no ofrece objeción que me impida adoptar partido por esta concepción moralista y renunciar a la esperanza de una total reconciliación. La posibilidad de esta se halla implicada en la aquiescencia pragmatista de considerar al pluralismo como una hipótesis seria. Al fin y al cabo es nuestra fe y no nuestra lógica la que decide tales cuestiones y niega el derecho de cualquier supuesta lógica a poner veto a mi propia fe. Me hallo dispuesto a considerar el mundo coma realmente arriesgado y azaroso, sin por esto volverme atrás y exclamar: no juego. Estoy dispuesto a pensar que la actitud del hijo pródigo, abierta a nosotros como lo está en muchas vicisitudes, no es la actitud más adecuada y definitiva hacia la vida en su conjunto. Admito que deben existir pérdidas reales y reales perdedores y no la total conservación de cuanto existe. Puedo creer en el ideal como algo último, no como origen, y coma un extracto, no como el todo. Cuando la copa ha sido apurada quedan las heces, pera basta aceptar la posibilidad de que lo escanciado sea dulce.
Realmente existen innumerables seres imaginativos en este Universo de tipo épico y moral que hallan en sus éxitos diseminados y ocasionales suficiente satisfacción para sus necesidades racionales. Hay un epigrama de la Antología griega que expresa admirablemente este estado de espíritu, esta aceptación como expiación, aunque el elemento perdido sea el propio yo:
Un marinero náufrago, enterrado en esta costa,
te invita a navegar.
Aunque nosotros perecimos, muchos bravos veleros
capearon el temporal.
Los puritanos que respondieran sí a la pregunta ¿Querríais condenaros por la gloria de Dios?, se hallarían en este estado de espíritu objetivo y magnánimo. El modo de eludir el mal en este sistema no es dejándolo aufgehoben o conservado en conjunto como un elemento esencial, pero vencido. Es dejándolo caer enteramente, arrojándolo por la borda y dejándolo atrás, ayudando a construir un Universo que olvide su mismo lugar y nombre.
Es, pues, perfectamente posible aceptar con sinceridad una drástica especie de Universo del que no haya que expurgar el elemento de seriedad". Quien lo haga así me parece un verdadero pragmatista deseoso de vivir dentro de un esquema de posibilidades no garantizadas, en las que confía, deseoso de pagar con su propia persona, si fuera necesario, la realización de los ideales que él forja.
¿Cuáles son ahora realmente las otras fuerzas en las que confía que habrán de cooperar con él en un Universo semejante? Son, al menos, los hombres con quienes colabora en la fase de existencia que nuestro Universo real ha alcanzado. ¿Pero no existen también fuerzas sobrehumanas en las que han creído siempre los hombres religiosos del tipo pluralista que hemos estado considerando? Sus palabras pueden haber parecido monistas cuando dijeron: no hay más Dios que Dios; pero el politeísmo original de la humanidad se sublimó sólo imperfecta y vagamente en el monoteísmo, y el monoteísmo mismo mientras fue una religión y no un esquema puramente académico para metafísicos, siempre ha concebido a Dios como protector, primus inter pares en medio de todos los modeladores del gran destino del mundo.
Temo que mis anteriores conferencias, limitadas como han estado a los aspectos humanos y humanísticos, hayan dejado la impresión en ustedes de que el pragmatismo significa abandonar metódicamente lo sobrehumano. He mostrado, indudablemente, poco respeto por lo Absoluto, y hasta este momento no he hablado de otra hipótesis sobrehumana que de ésta. Pero yo confío en que habrán advertido suficientemente que lo Absoluto sólo tiene en común con el Dios teísta su sobrehumanidad. Según los principios pragmatistas, si la hipótesis de Dios actúa satisfactoriamente, en el más amplio sentido de la palabra, es verdadera.
Ahora bien: cualesquiera que puedan ser sus dificultades restantes, la experiencia muestra que ciertamente actúa y que el problema estriba en constituirla y determinarla de modo que se combine satisfactoriamente con todas las otras verdades operantes. No puedo exponer toda una teología al final de esta última conferencia; pero si les digo que he escrito un libro sobre la experiencIa religiosa de los hombres, que ha sido en general considerado como que admite la realidad de Dios, quizá eximirán a mi propio pragmatismo de la acusación de ser un sistema ateo. Personalmente no creo en modo alguno que nuestra experiencia humana sea la más alta forma de experiencia que exista en el Universo. Creo más bien que estamos en la misma relación con la totalidad del Universo que nuestros perros y gatos lo están con la totalidad de la vida humana. Estos andan por nuestros recibimientos y bibliotecas. Toman parte en escenas cuya significación no comprenden; son tan sólo tangentes a curvas de historia cuyos comienzos, fines y formas caen fuera de su comprensión. De igual forma nosotros somos tangentes con respecto a la más vasta vida de las cosas. Pero, así como muchos de los ideales del perro y el gato coinciden y los perros y los gatos tienen diariamente una prueba viviente del hecho, así también podemos creer, por las pruebas que la experiencia religiosa nos ofrece, que existen poderes superiores y que actúan para salvar al mundo con arreglo a líneas ideales semejantes a las nuestras.
Como ustedes ven, el pragImatismo puede ser llamado religioso, admitiendo que la religión pueda ser de tipo pluralista o simplemente meliorista. Pero el que se adopte o no a un tipo de religión es cosa que sólo uno mismo puede decidir. El pragmatismo ha de aplazar toda respuesta dogmática, pues no sabemos con seguridad qué clase de religión será mejor a la larga. Lo que se necesita para poseer evidencia en estos casos, son las varias supercreencias de los hombres, con sus aventuras de fe. Cada uno correrá distintamente su propia aventura. Al espíritu radicalmente rudo le bastará con el tumulto de los hechos de la Naturaleza y no necesitará religión. El espíritu radicalmente delicado adoptará la forma más monística de religión; la pluralista, con su confianza en posibilidades que no son necesidades, no parece ofrecerle bastante seguridad.
Pero si ustedes no son espíritus rudos ni delicados, en un sentido radical y extremo, sino de complexión mixta, como la mayoría de nosotros, tal vez les parezca que el tipo de religión pluralista y moralista que les he ofrecido constituye una síntesis religiosa tan buena como cualquier otra. Entre los dos extremos, de crudo naturalismo de un lado, y absolutismo trascendental de otro, advertirán que lo que me tomo la libertad de llamar tipo de teísmo pragmatista o meliorista es exactamente lo que ustedes necesitan.
Notas
(1) Quienquiera que seas, yo pongo mi mano sobre ti, que eres mi poema; - susurran mis labios en tus oídos, - he amado a muchos hombres y mujeres y hombres pero a ninguno más que a ti. ¡Ah!, he sido muy lento y he estado mudo; - hace mucho tiempo que debería haber venido a ti; - no debería haber charlado sino contigo, a nadie debería haber cantado sino a ti.
Lo dejaré todo, vendré y te cantaré himnos; - nadie te ha comprendido, pero yo te comprendo: -nadie te ha hecho justicia, ni tú mismo te hiciste justicia; nadie que no te hallara imperfecto; sólo yo no encuentro imperfección en ti.
¡Ah! Yo podría cantar tantas glorias y grandezas sobre ti: - tú no has sabido lo que eres: has dormitado sobre ti mismo toda tu vida: - lo que has hecho se convierte en burlas.
Pero las burlas no eres tú; - en ellas y bajo ellas yo te veo agazapado; - te sigo donde ningún otro te ha seguido. - El silencio, la oficina, la expresión petulante, la rutina diaria, la noche, si estas cosas te ocultan de los otros o de ti mismo no te ocultan de mí; - el rostro afeitado, la- mirada insegura, el aspecto impuro, si esto repele a los otros, no me repele a mí: - el traje desaliñado, el ademán grosero, la embriaguez, la gula, la muerte prematura, nada de esto me importa.
No hay, don en hombre o mujer que no esté en ti: - no hay virtud ni belleza en hombre o mujer que no exista en ti: - ni valor, ni constancia en otros que no tengas en ti: - ni a ninguno espera placer que no te aguarde a ti.
¡Quienquiera que seasl ¡Reclama a cualquier riesgo lo que te pertenece! - Estos esplendores de saliente y poniente son pálidos comparados contigo; - estas praderas inmensas, estos ríos interminables no son más inmensos e interminables que tú. - Tú, hombre o mujer, eres dueño o señora de todos ellos, - dUeño o señora por derecho propio de la Naturaleza, los elementos, el dolor, el amor y la muerte.
Las trabas caen de tus tobillos: has encontrado una libertad sin límites; - viejo o joven, macho o hembra, tosco, vil, rechazado por los demás lo que quiera que sean se promulga a sí mismo; - a través del nacimiento, la vida, la muerte, el sepulcro te son dados los medios, nada se te escatima; - a través de la ira, el desaliento, la ambición, la ignorancia, el hastío, lo que tú eres sigue su camino.
(2) ¡De acuerdo y manos a la obra!
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