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OCTAVA CARTA sobre la educación estética del hombre de Friedrich Schiller 1
¿Debe pues la filosofía, desalentada y sin esperanza, retirarse de la escena política? Mientras el imperio de las formas se expande en todas direcciones, ¿ha de quedar éste, el más importante de todos los bienes, a merced del azar sin forma? ¿Ha de durar eternamente en el mundo político el conflicto de las fuerzas ciegas? ¿No triunfará nunca la ley social sobre el egoísmo, su enemigo? 2
¡Nada de eso! Es cierto que la razón misma no intentará luchar directamente contra esa fuerza salvaje que se resiste a sus armas, ni tampoco, como el hijo de Saturno en la Ilíada, descenderá por sí misma al tenebroso escenario de la lucha. Sin embargo elegirá al más digno de entre los combatientes, le proporcionará armas divinas, como Zeus a su descendiente, y decidirá el signo definitivo de la lucha. 3
La razón ya cumple con su cometido encontrando y exponiendo la ley. La animosa voluntad y el vivo sentimiento deben encargarse de ejecutarla. Para poder vencer en su lucha contra las fuerzas naturales, la verdad ha de convertirse primero en una fuerza, y crear un impulso que la represente en el reino de los fenómenos, porque los impulsos son las únicas fuerzas motrices del mundo sensible. Si hasta ahora la razón había dado tan contadas muestras de su fuerza victoriosa, no es porque el entendimiento no haya sabido ponerla de manifiesto, sino porque el corazón la desoyó y el impulso no actuó en su favor. 4
Así pues, ¿cómo es que persiste aún el dominio generalizado de los prejuicios y el obscurecimiento de las inteligencias, pese a las luces que expanden filosofía y experiencia? Vivimos en una época ilustrada, es decir, el saber que habría de bastar al menos para corregir nuestros principios prácticos se ha alcanzado y se ha expuesto públicamente. El libre espíritu de investigación ha puesto fin a aquellos conceptos equívocos que durante mucho tiempo impidieron el acceso a la verdad, y ha socavado la base sobre la que el fanatismo y el engaño erigían su trono. La razón se ha purificado de las ilusiones de los sentidos y de una engañosa sofística, y la misma filosofía, que al principio nos hacía renegar de la naturaleza, nos llama ahora clara e imperiosamente de vuelta a su seno -¿por qué, entonces, seguimos comportándonos como bárbaros? 5
Si no está en las cosas, debe haber algo en el alma humana que se opone a la recepción de la verdad, por muy luminosa que ésta sea, y a su aceptación, por muy vivamente que pueda convencer. Así lo sintió un antiguo sabio y lo expresó en esta sentencia plena de significados ocultos: sapere aude. (1) 6
Atrévete a ser sabio. Se necesita fuerza de ánimo para combatir las dificultades que, tanto la indolencia de la naturaleza como la cobardía del corazón, oponen al saber. No es casual que el mito haga descender, completamente armada, de la cabeza de Júpiter, a la diosa de la sabiduría, porque ya su primera misión es una acción guerrera. Nada más nacer, ha de vencer en duro combate a los sentidos, que se resisten a ver perturbada su idílica calma. La mayor parte de los hombres están ya demasiado fatigados y abatidos tras la lucha contra la necesidad, como para animarse a afrontar una nueva y más dura lucha contra el error. Contentos con evitar el penoso esfuerzo de pensar, dejan con gusto a otros la tutela de sus conceptos, y cuando sienten necesidades más elevadas, adoptan con ávida fe las fórmulas que el Estado y la Iglesia les proporcionan. Si estos hombres infelices merecen nuestra compasión, habremos de despreciar en cambio, justificadamente, a aquellos otros a quienes una mejor suerte ha librado del yugo de las necesidades, pero que se han sometido a él por propia elección. Éstos prefieren la penumbra de oscuros conceptos, donde el sentimiento es más vivo, y donde la fantasía se dedica a forjar caprichosamente amenas figuras, a los destellos de la verdad, que ahuyentan la agradable ilusión de sus sueños. Pero han basado el edificio entero de su felicidad precisamente en este mundo ilusorio, que la adversa luz del conocimiento hace desaparecer, y entonces, ¿para qué adquirir tan cara una verdad que empieza por arrebatarles todo lo que consideran valioso? Tendrían que ser ya sabios para amar la sabiduría: una verdad que ya intuyó aquél que dio su nombre a la filosofía. 7
La ilustración del entendimiento sólo merece respeto si se refleja en el carácter, pero con eso no basta: surge también, en cierto modo, de ese mismo carácter, porque el camino hacia el intelecto lo abre el corazón. La necesidad más apremiante de la época es, pues, la educación de la sensibilidad, y no sólo porque sea un medio para hacer efectiva en la vida una inteligencia más perfecta, sino también porque contribuye a perfeccionar esa inteligencia. **NOTA**
(1).- Del latin, Atrévete a saber o Ten el valor de usar tu propia razón, cita de Horacio tomada por Kant en ¿Qués es Ilustración?Índice de Cartas sobre la educación estética del hombre Séptima carta Novena carta Biblioteca Virtual Antorcha