Indice de Entrevista al Licenciado y General Aarón Saenz por Píndaro Urióstegui Miranda El general Sangines presentó a Obregón con Victoriano Huerta Villa solo iba defendiéndose y retrocediendoBiblioteca Virtual Antorcha

ENTREVISTA
AL LICENCIADO Y GENERAL AARÓN SAENZ

Píndaro Urióstegui Miranda


¿CÓMO SURGIO EL GRUPO SONORA?
VENUSTIANO CARRANZA. SEÑOR GENERAL OBREGÓN CONTINÚE SU CAMINO A VERACRUZ

PREGUNTA
Señor licenciado, ¿cómo se conocieron o cómo surgió la amistad entre los que formaron lo que se llamó: Grupo Sonora, especialmente Obregón, Calles y De la Huerta?

RESPUESTA
El triunvirato de Sonora se hizo con motivo de que el señor Carranza quiso desconocer la soberanía de Sonora -en 1920 el general Calles era Secretario de Industria, Comercio y Trabajo en el gabinete de don Venustiano Carranza-, entonces el general Calles presentándole su renuncia a don Venustiano, le dijo: señor, usted sabe que yo tengo compromisos ineludibles con todo el Grupo Sonora, particularmente con el general Obregón, por lo que vengo a presentarle mi renuncia, suplicándole a usted que me releve y para poner en su conocimiento que voy a reunirme con mis compañeros de Sonora para defender la soberanía de mi Estado; lo siento mucho, pero estamos allá y nuestro deber es estar con ellos.

Entonces el señor Carranza contestó: lo felicito, porque eso revela que es un hombre de convicciones y de honor; lamento mucho que usted se vaya, pero no hay remedio, dígame en qué lo puedo ayudar.

Ya después el señor Carranza ordenó que se pusiera un carro a disposición del general Calles para que lo llevara hasta Piedras Negras.

PREGUNTA
Nos interesa que nos platique usted ¿cómo surgió el Grupo Sonora, cómo se formaron los neXos, sobre todo de estos tres hombres; qué unió, qué identificó a Obregón, Calles y De la Huerta?

RESPUESTA
Bueno mire, yo quiero hacer un breve paréntesis para que usted comprenda.

El general Obregón fue Secretario de Guerra hasta el último día del período preconstitucional; yo ocupé algunas veces el puesto de secretario particular y después accidentalmente jefe del Estado Mayor, ya que el titular era el general Francisco Serrano.

El señor Carranza sabía que yo tenía en proyecto terminar de estudiar el quinto año de leyes para poder recibirme de abogado, por lo cual me permitió continuar mis estudios en 1918, naturalmente después de una interrupción de cinco años en la escuela; coincidí en la escuela para cursar el quinto año, con una generación que entonces fue muy brillante y que se le conoció como la de los siete sabios.

Me recibí de abogado el treinta de noviembre de 1918 y regresé inmediatamente al lado del señor Carranza que me había mandado llamar junto con otros compañeros.

Fui nombrado, entonces, por don Venustiano, Ministro Plenipotenciario y Enviado Extraordinario de México en Brasil, (al mismo tiempo que Fernando Cuen era designado con el mismo cargo en Chile), país para donde partí inmediatamente y en donde estuve de 1919 a 1920.

Estando en Brasil desempeñando mi cargo y siendo el señor Carranza ya presidente constitucional, vino la división y fueron los acontecimientos tan rápidos, que lo único que hice fue dar unas declaraciones a la prensa de Brasil sobre las causas que habían motivado la escisión del general Obregón con el señor Carranza.

El general Obregón, sin embargo, desde que se restableció el orden, una vez expedida la Constitución de 1917, le pidió al señor Carranza que lo relevara del cargo de secretario de Guerra y Marina, ya que estando restablecido el orden constitucional le sería muy difícil continuar en ese ministerio debido a que triunfante la Revolución, veía sus ideales y aspiraciones reivindicadoras plenamente realizadas; al presentar su renuncia le dijo al señor Carranza: le ruego a usted me releve de la secretaría que tengo a mi cargo.

Carranza siguió insistiendo para que continuara desempeñando su puesto pero Obregón le contestó: perdóneme señor Carranza, pero no puedo continuar, pues considero no servirle ya; por lo que se vió precisado el señor Carranza a aceptar la renuncia, además, agregó: señor Carranza, no solamente renuncio, sino que simultáneamente voy a pedir mi retiro del ejército y pienso dirigirme al Senado de la República para suplicarlé que no ratifique mi nombramiento.

El señor Carranza le contestó: bueno, señor general, haga lo que usted crea prudente, pero en cuanto a lo de su retiro del ejército, hable usted como piensa con el Senado para ver qué resuelve y si no existe ningún inconveniente tiene usted la licencia, pero lo único que le puedo yo conceder, en mi carácter de presidente de la República, es darle licencia para que se reintegre a Sonora.

El señor Carranza tomó posesión como presidente, el primero de mayo de 1917 y cambió su investidura de Primer Jefe del Ejército Constitucionalista Encargado del Ejecutivo, por el de Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos; con eso se restableció el orden constitucional.

Ya retirado el general Obregón, regresó a Sonora para dedicarse a sus negocios de agricultura y así estuvo hasta que se presentaron penosas situaciones políticas en 1919 que lo obligaron a lanzar su candidatura para presidente de la República.

El señor Carranza sostenía que no debía ser un militar el candidato, sino que debería restablecerse el régimen civilista y con ese motivo y en virtud de que por un lado estaba el general Obregón y por el otro el general Pablo González, la mayoría de los miembros del ejército insistían en que fuera candidato a la presidencia cualquiera de los dos generales; Carranza apoyó posteriormente la candidatura del ingeniero Ignacio Bonillas.

HABLA EL SEÑOR DON FERNANDO TORRE BLANCA SOBRE EL TRIUNVIRATO SONORENSE

En mi concepto, el triunvirato sonorense advino precisamente cuando se fijaron en De la Huerta para gobernador de Sonora, sustituyendo al general Plutarco Elías Calles; De la Huerta era cónsul general de México en Nueva York y contaba con la simpatía del señor Carranza, seguramente como consecuencia de cuando De la Huerta se presentó en Piedras Negras como diputado local, a darle la adhesión de Sonora al Plan de Guadalupe, tan es así que después lo nombró Oficial Mayor de Gobernación, lo que nos indica que ya se había fijado en él.

Hablemos de hechos: Sonora por un lado, ya había desconocido al gobierno de Victoriano Huerta y Coahuila había hecho lo mismo, pero Obregón al darse cuenta de lo pusilánime que era el gobernador Maytorena y la reciedumbre de don Venustiano, que jefaturó el movimiento, consideró conveniente adherir a Sonora al Plan de Guadalupe y fue cuando De la Huerta y Roberto Pesqueira fueron a Piedras Negras a entrevistarse con don Venustiano, para manifestarle la adhesión de Sonora al Plan de Guadalupe.

PREGUNTA
¿Fue el general Benjamín Hill quien recibió al señor Madero durante su campaña y le brindó alojamiento en su casa, allá en Hermosillo?

RESPUESTA
No señor, el que lo recibió y lo alojó en su casa, fue Jesús H. Abitia fotógrafo distinguido en la ciudad de Hermosillo; Benjamín Hill estaba en Alamos, Sonora; Calles en Agua Prieta y Alvaro Obregón en Huatabampo.

PREGUNTA
¿Ya había nexos, compromisos de carácter revolucionario o cada quien actuaba por su lado?

RESPUESTA
Cada quien estaba actuando por su lado. En 1912, en la campaña contra Orozco, los nexos entre ellos son muy relativos; compañerismo más que una conciencia de grupo.

PREGUNTA
¿Maytorena tenía influencia sobre ellos?, ¿lo reconocían como verdadero jefe?

RESPUESTA
Mire usted, Maytorena era el gobernador de Sonora.

Nada más quiero decirle una cosa muy importante: el general Obregón en el tiempo del señor Madero, cuando éste inició su campaña en 1910, no se había incorporado al maderismo; los precursores en Sonora eran Maytorena, Juan Cabral, Salvador Alvarado y Benjamín Hill en el sur. Todos estos fueron maderistas.

PREGUNTA
¿Cuándo podemos decir que se constituyó el triunvirato del Grupo Sonora? ¿Hubo un acuerdo tácito?

RESPUESTA
Le voy a decir a usted mi opinión, el juicio que me formé por lo que me dí cuenta a pesar de que estaba muy joven entonces.

Cuando el general Calles estaba por terminar su período como gobernador de Sonora en 1919, era necesario buscar a alguien que lo sustituyera; se fijaron en De la Huerta para suceder al general Calles, probablemente porque contaba con la simpatía de don Venustiano que se la había manifestado abiertamente; el general Obregón estaba entonces en Sonora, retirado por completo, dedicado a vivir de su trabajo, pero a pesar de eso no dejaba de poner atención en los asuntos de la política del Estado; no hubo acuerdo entre el general Calles y el general Obregón para fijarse en De la Huerta; ahí el más interesado en el sucesor era el que iba a salir, más que nada; el aprecio de Alvaro Obregón por De la Huerta no podía dudarse de ninguna manera, durante su campaña militar, De la Huerta había sido el representante de las fuerzas obregonistas ante don Venustiano Carranza en todo lo que se ofrecía con el centro; no tenía ninguna necesidad de consultar con Obregón, para saber qué le parecía.

De la Huerta sabía de antemano que contaba con su apoyo; para mí todo sucedió sin que hubiera un acuerdo, mucho menos nada firmado, fue de aquellas cosas que se hacen solas: un bloque que surgió por las circunstancias.

A mi modo de ver, por lo que yo ví, se integró espontáneamente; como le digo a usted, los tres simpatizaban entre sí y vino la circunstancia de suceder al general Calles en el gobierno de Sonora. La campaña fue un poquito fuerte, porque el opositor a De la Huerta era Conrado Gaxiola, hermano de Ignacio Gaxiola que trabajaba prominentemente cerca del general Obregón, por lo que pensó seguramente: voy a dar la impresión de que soy el candidato del general Obregón para el gobierno de Sonora, ya que mi hermano es muy allegado a él; por eso creo que se lanzó.

PREGUNTA
¿Hubo algún acuerdo entre ellos para suceder a Calles?

RESPUESTA
Acuerdo no, meras circunstancias, es decir, todo el grupo político de Sonora se unió para elegir a De la Huerta como sucesor del general Calles.

PREGUNTA
¿Podemos mencionar en aquel entonces a Benjamín Hill?

RESPUESTA
Benjamín Hill no estaba ahí, él era comandante militar de la plaza de México.

PREGUNTA
¿Entonces a quiénes podríamos mencionar como integrantes del grupo Sonora?

RESPUESTA
Pues mire usted: Obregón, Calles y De la Huerta eran las cabezas, luego los militares que habían servido con el general Obregón estaban absolutamente de acuerdo en lo que él hiciera, entre ellos se contaba con el general Hill, Francisco Serrano, Pablo Macías Valenzuela, José Amarillas, Abelardo Rodríguez, Angel Flores, Guillermo Nelson, Alejandro Mange, Fernando Félix, en fin, todos los que habían militado al lado del general Obregón y que confiaban en él ciegamente.

PREGUNTA
¿Y por Calles quiénes vinieron?

RESPUESTA
Mire usted, es el mismo grupo.

PREGUNTA
¿Esto en qué fecha fue?

RESPUESTA
A fines de 1919.

PREGUNTA
¿Entonces, a fines de 1919 es la fecha que se puede señalar como de nacimiento del Grupo Sonora?

RESPUESTA
Sí señor, fecha en que destacó como grupo fuerte. Eran los inicios de la campaña presidencial, el Grupo Sonora ya había determinado lanzar la candidatura del general Alvaro Obregón.

PREGUNTA
¿Podemos señalar la existencia de un acuerdo tácito entre estos tres personajes con fines políticos para el futuro, no sólo de carácter local sino a nivel nacional?

RESPUESTA
No señor, nunca se podrá decir que hubo un acuerdo absolutamente; se contaba con ellos porque en mi concepto pasó esto: destacó mucho el general Obregón, no sólo como militar, sino por su inteligencia puesta al servicio de cualquier comisión que se le diera, por eso todo el mundo tenía confianza en él; todo el grupo revolucionario militar y civil tenía la ilusión de ver al general Obregón como sucesor de don Venustiano, sin que hubiera acuerdo de nadie, porque valoraban su capacidad; había tenido tantos problemas, los había resuelto tan bien, con esa inteligencia fantástica que tenía, que era una ilusión de todos los revolucionarios verlo en la Presidencia de la República; naturalmente los jefes que habían servido con el general Pablo González, pretendían que su jefe fuera el futuro presidente.


CON OBREGON HASTA CELAYA

NUEVAMENTE RESPONDE EL LICENCIADO Y GENERAL AARON SAENZ

PREGUNTA
¿Y a quién señalaban como jefe del Grupo Sonora?

RESPUESTA
Pues de hecho, al general Alvaro Obregón que había sido el comandante general de todas las fuerzas que combatieron primero contra Huerta, hasta la destrucción del Ejército Federal y después contra Villa y Maytorena que defeccionó, así como contra los zapatistas que desconocieron la primera jefatura de don Venustiano Carranza y que dio como consecuencia la segunda etapa de la Revolución Constitucionalista, al desconocimiento de la División del Norte, del gobernador Maytorena y de las fuerzas zapatistas; de esta manera al dividirse la Convención de Aguascalientes, quedaron deslindados los campos.

La Convención tomó medidas para nombrar un presidente, acordando que para restablecer la unidad de todos los revolucionarios era necesario que el señor Carrama por un lado y Villa por otro, dejaran sus respectivas posiciones.

La primera reunión de la Convención fue en la ciudad de México en septiembre de 1914 (En sí fue en octubre de 1914. Precisión de Chantal López y Omar Cortés); los villistas alegaron que no podían presentarse allí porque serían presionados por las fuerzas del señor Carranza, sugiriendo entonces que se buscara un lugar neutral para trasladar la Convención, se propuso así Aguascalientes y todos fueron allá, don Venustiano mandó su representación encabezada por el general Obregón.

Finalmente se resuelve que la Convención envíe una comisión formada por el general Obregón, Eduardo Hay y Antonio Villarreal, en su calidad de presidente de la Convención (El general Antonio I. Villarreal jamás fue presidente de la Soberana Cobvención Revolucionaria, sino que quien desempeño tal puesto fue el general Eulalio Gutiérrez. Precisión de Chantal López y Omar Cortés), para entrevistarse con el señor Carranza.

Al llegar a Querétaro, en donde estaba como comandante militar el general Pablo González, fueron detenidos y llevados a su presencia, quien les indicó: hay órdenes del Primer Jefe de que no continúen ustedes para Veracruz, porque están en una actitud de rebeldía y además se han precipitado los acontecimientos en Aguascalientes; el general Obregón le contestó al general González: compañero, permítame su telégrafo y vamos a comunicarnos con el Primer Jefe que se encuentra en Orizaba.

Concedido esto, Obregón telegrafió a Carranza lo siguiente: señor Carranza, nosotros hemos salido con la comisión de ir a comunicarle a usted los acuerdos de la Convención sobre el nombramiento, como presidente provisional de la República, al general Eulalio Gutiérrez y que usted como Villa deben retirarse del país; pero como nosotros lo que queríamos era salir de la ratonera hemos venido aquí para comunicarle que la situación está totalmente perdida y bajo el dominio absoluto de la División del Norte; por anticipado le comunico a usted que una vez que hemos salido de la trampa en que estábamos encerrados y viendo que es inevitable el rompimiento, además de que Villa tampoco va a aceptar el acuerdo, hemos escogido el lugar en que debemos estar y que es el de respaldarlo como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista; como ve no solamente voy a comunicarle y a ratificarle esto, sino que desde este momento le pido a usted, si las cosas siguen adelante, me nombre comandante de las fuerzas que vayan a batir a Villa.

Carranza contestó: señor general Obregón, continúe su camino a Veracruz.

En Orizaba vimos al Primer Jefe cuando se encontró con el general Obregón; Jesús M. Garza anotó en su diario esta observación: Confieso que la presencia del señor Carranza me impresionó y le escuché estas palabras: qué gusto me da que estemos otra vez todos juntos; borraron de mi mente las dudas que he tenido respecto de él y tuve la certidumbre de que era nuestro hombre.

Anoto esta observación de Garza para ver si el tiempo nos da la razón de esta creencia, que ojalá sea para nuestro bien y el de la causa.

A eso de las 10.30 a.m. del día 26 de noviembre de 1914 salimos a Veracruz.

El camino no disminuye en belleza teniendo partes en que daría gusto vivir; pasando Paso del Macho donde hay un jardín simpático se ve una cañada, en el fondo de la cual se destaca una cascada que hermosamente encanta aquella región.

Pasamos por Soledad, campamento constitucionalista en el tiempo que estuvieron los americanos ocupando Veracruz. En seguida llegamos a Los Cocos. En este lugar hubo una manifestación en honor del Primer Jefe.

Llegamos a Veracruz a las 4.30 p.m. que nos recibió con una manifestación a la cual no acudí.

En la noche (me tocó guardia) un banquete, ofrecido por el general Cándido Aguilar al Primer Jefe, al que asistí.

La parte latosa fue la comida, pero se compensó con los discursos pronunciados.

Ofreció el banquete un periodista a nombre del general Aguilar. En su alocución hubo mucho de pedante, afirmando que Veracruz daría el triunfo a la Revolución y volvería a ser cuna de un momento histórico semejante al de 1857. Que ese Estado ignominiosamente azotado por el extranjero, libre de la afrenta, abría su seno a la Revolución para que allí germinara la época más trascendental de nuestros tiempos y aunque afirmó que la Revolución ha desempeñado un principal papel en el Estado, lo cierto es que hasta hoy nada ha hecho, ojalá que la buena voluntad de sus hombres venga a colaborar dignamente a la magna obra de transformación social.

Contestó el señor Carranza agradeciendo la salutación y protestando una vez más poner su vida y entusiasmo en favor de la causa. Siguió el licenciado Luis Cabrera que pronunció un notable discurso sobre la importancia de la desocupación de Veracruz, en los precisos momentos en que de nuevo se inicia la lucha revolucionaria en nuestro país.

Desde el punto de vista emotivo, era un acontecimiento imborrable por salvar la afrenta de la invasión extranjera. Desde el punto de vista político, dijo que Wilson y su gobierno consagraban la teoría de que las libertades patrias sólo se hacen por la fuerza y a costa de sacrificios; que Estados Unidos reconocía que a México y sólo a México le correspondía decidir sobre sus necesidades de transformación social y que en este sentido era inmensa la significación política de la desocupación.

Habló de los privilegiados entre los que se cuentan, ante todo, los extranjeros y afirmó que sus intereses tendrían que sufrir, pero que todo era cuestión de paciencia, pues al final todo se remediará, sostuvo que por la fuerza es necesario hacer la Revolución. Dijo: Es llegado el momento de hacer Revolución, de operar la transformación del régimen administrativo social, de cumplir con los ideales de la Revolución.

Fue muy aplaudido.

El licenciado Jesús Urueta habló sobre la nacionalización de los bienes del enemigo como una necesidad imperiosísima de la Revolución. Usó una brillante comparación: uno de los capítulos más famosos donde se ve la lucha intensa del ingenio humano en don Quijote, es la batalla contra los molinos de viento.

Afirmó que Villa y los suyos, así como los clericales, porfiristas y científicos eran las aspas del molino y que la Revolución, como don Quijote, debería arremeter contra ellas ya que se desharán con la misma facilidad que aquéllas.

Estuvo muy elocuente.

Cuando llegaron a dicho lugar había una manifestación y el señor Carranza presentó al general Obregón y a la comisión; les dijo que dicha comisión tenía algo que comunicarles y entonces Obregón habló a la multitud.

Mientras tanto Villa, a su vez, había desconocido los acuerdos de la Convención (Esta es una afirmación muy discutible, porque realmente no existen ni pruebas ni elementos de tal insubordinación a los mandatos convencionistas, ya que el nombramiento de Villa como jefe militar de las fuerzas convencionistas se da dentro de un marco de legalidad y por completo apegado a los acuerdos tomados por la Soberana Convención Revolucionaria. Precisión de Chantal López y Omar Cortés), y se hizo nombrar, por Eulalio Gutiérrez, comandante de las Fuerzas Convencionistas.

Al enterarse de esto el general Obregón, le dijo al señor Carranza: señor, en este caso, nosotros no solamente venimos a comunicarle los acuerdos de la Convención, sino que vamos a sacar todos nuestros elementos y le pedimos a usted haga lo mismo con los suyos, para organizarnos, porque aquí no hay más camino que ir a pelear con Villa y lo que hay que hacer, en primer término, es libertar a la ciudad de México que se encuentra asediada por fuerzas villistas y zapatistas.

Así fue como el general Alvaro Obregón fue nombrado comandante general de las fuerzas carrancistas emprendiendo la marcha hacia la ciudad de México.

Como a las 8 a.m. llegamos a Puebla. En la tarde se presentó un individuo procedente de México trayendo un oficio de Eulalio Gutiérrez, en el que suplicaba suspender el avance sobre México mientras él, de acuerdo con Robles, Aguirre Benavides, Lucio Blanco, Chao y otros más desarrollaban el plan de campaña que contra Villa estaban preparando.

El general Obregón contestó sin comprometerse a nada, que mientras no recurrieran a demostrar con hechos lo que aseguraban, no estaba dispuesto a oír ninguna solicitud, excitándolos a que si era verdad que sus actos como revolucionarios eran inspirados en principios e ideales, debían desde luego proceder a declarar la guerra a los bandidos capitaneados por Villa y Zapata, que forman una manada de reaccionarios.

En la tarde se recibió la noticia de que una comisión integrada por el ingeniero Rodríguez Cabó, Tnte. Cor. Juan Aguirre Escobar, otro Tnte. Cor. y dos más, venían de parte de Eulalio Gutiérrez a conferenciar sobre la situación general de la República, sobre los abusos y crímenes cometidos por Villa y Zapata y la línea de conducta que seguiría Gutiérrez y su provisionalísimo gobierno.

Traían copia de un manifiesto que lanzarían, en el cual erróneamente se suponía la única autoridad legal y legítima de la nación, emanada de la disuelta y célebre Convención de Aguascalientes.

Dicha comisión, por orden del Primer Jefe debía pasar a Veracruz.

Por la noche en el Teatro Variedades (Puebla), hubo una significativa velada organizada por la Confederación Revolucionaria Estudiantil, presidida por el general Obregón y que fue un éxito completo por su concurrencia de 3,500 personas.

El programa literario-musical fue selecto; hablaron José María Lozano Reyes, de Nuevo León, estudiante de jurisprudencia, con mucha atingencia sobre la palpitante e interesante situación política, complicada seriamente por la inmoral intervención del clero; su discurso de fuego y viril obtuvo una magnífica acogida.

Inclán lo hizo regular y un joven recitó una corta y vibrante poesía.

El Dr. Atl pronunció también un magnífico discurso que cautivó al público.

La parte musical estuvo soberbia y a cargo de la banda del Estado Mayor del general Obregón y del notable violinista Nicasio Jurado.

En resumen: ni Puebla es tan reaccionario como lo pintan ni se sienten tan débiles nuestros entusiasmos, esta fue la iniciación de una labor revolucionaria intensa y efectiva.

Primero se toman Puebla, de donde Obregón se comunicó con el señor Carranza diciéndole: vamos a tomar la ciudad de México, pero sin quedarnos en ella, porque los comhates más duros que vamos a librar contra Villa van a ser en el bajío.

Y tomamos la ciudad de México el veintiocho de enero de 1915.

El géneral Obregón, después de haber combatido en la Villa de Guadalupe, ocupa victorioso la ciudad de México, al frente de sus valientes soldados.

El pasado 21 de enero de 1915 había recibido instrucciones del señor general Alvaro Obregón para trasladarme a los Estados de Colima, Jalisco, Sinaloa y Sonora a fin de ohtener completa información sobre la situación de las fuerzas revolucionarias y de sus operaciones militares, especialmente las de Diéguez en Jalisco y combinarlas convenientemente, transmitiéndoles las instrucciones militares que dicté el general Obregón y entregarles dinero y pertrechos.

Al día siguiente salí a Veracruz a cumplir la comisión que se me encomendó quedando las fuerzas del general Obregón en Apan, Hidalgo.

En Veracruz, el día 25 de enero de 1915, entrevisté al Primer Jefe, quien me dio instrucciones para la misión que me encomendó el general Obregón y al conseguir 500,000 cartuchos y 330 armas partí al día siguiente para Salina Cruz, Oaxaca, para dirigirme a Acapulco, Manzanillo y Mazatlán en el cañonero Guerrero, manteniendo de todos estos lugares comunicación telegráfica con el general Obregón.

Como no tengo detalles directos de esta acción, sólo consigno la noticia, con este motivo envié el siguiente memaje:

Salina Cruz, Feb. 29 de 1915.

Infinitamente alégrame toma esa capital. Para los que cerca de usted hemos aprendido sólo a triunfar, no es extraño y al felicitarlo sinceramente lamento la ausencia de su lado donde me creo victorioso en todas las manifestaciones de la vida.

Mis saludos afectuosos, protestándole mis deseos de mi pronto regreso para saborear humildemente con su dirección.

Respetuosamente.

Al escribir este mensaje, lamenté muy sinceramente encontrarme lejos de ese medio a que tanto nos habíamos acostumbrado y sólo la idea del desempeño de esta otra comisión importante, me hizo convenir en que la ausencia así se disculpaba.

El general Obregón comenzó a ser reforzado con una mayor cantidad de recursos y de fuerzas; el señor Carranza puso a todos a sus órdenes, excepto las fuerzas del general Pablo González, que se encontraban en Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila y las fuerzas del general Jacinto B. Treviño al que nombró jefe de las que estaban en El Ebano, para evitar que Villa se viniera de San Luis Potosí a controlar la zona petrolera; sin embargo, Villa atacó El Ebano que fue defendido con una bizarría extraordinaria en combates muy cruentos (1915).

El general Obregón dejó la ciudad de México y el primer combate contra las avanzadas de Villa fue en San Juan del Río; la vanguardia de las fuerzas del general Obregón iba bajo el mando de don Eugenio Martínez, a quien en cuanto empezó el ataque villista Obregón le mandó refuerzos logrando así salir victorioso, entonces el general Obregón dijo: vamos a tomar lo más pronto posible Querétaro y Celaya.

Su propósito era llegar hasta Irapuato, porque decía: en esas condiciones nosotros dividiremos totalmente a la División del Norte.

En Querétaro se tomaron las vías de los ferrocarriles nacionales mandando una columna que marchó de Querétaro a San Luis Potosí y Saltillo. De esta manera en Irapuato se cortarían a las fuerzas de Villa que habían tomado rumbo a Guadalajara en persecución del general Manuel M. Diéguez.

En la primera batalla de Celaya (7 de abril de 1915), el general Obregón tenía como quince mil hombres y comandaba su avanzada el general Maycotte, que estaba precisamente en la Estación Guaje, ordenándole: esté usted muy pendiente día y noche, porque se le puede echar encima el general Villa.

Para entonces el general Obregón había llegado hasta Celaya y tomado dispositivos para proteger la ciudad.

Habiendo quedado la vía expedita en la tarde, salimos a Celaya a donde llegamos a eso de las 10 p.m. El general Obregón nos esperaba y empecé a platicar con él sobre la situación en Sonora, Sinaloa y Jalisco transmitiéndole de esta manera la información que traía como resultado de mi comisión.

Le comenté que había comunicado sus instrucciones así como lo que el Primer Jefe había acordado respecto a los mismos informes y las medidas que eran oportunas, llegando a hablar sobre la conveniencia de mandar a Sonora, por Sinaloa, un jefe como el general Hill que vaya a encargarse de la campaña, dejando al general Ramón F. Iturbe con la del sur de Sinaloa y Tepic.

La llegada nuevamente a este lugar con mis compañeros, fue para mí al mismo tiempo que una satisfacción deseada y esperada.

un nuevo ambiente donde la Revolución tiene una expresión y una faz absolutametne distinta a la que he encontrado en los Estados que acabo de visitar y es natural, aquí, formado un núcleo el más formal y consistente, alejados de toda mira personalista, de toda mezquina intriga, todos los esfuerzos y todas las voluntades concuerdan y concurren a un fin único y determinado: el triunfo militar de la Revolución, que más tarde nos llevará a la realización política de nuestros principios e ideales.

En este ambiente, por el que suspíraba yo desde enero al embarcarme en Salina Cruz y deseara intensamente durante toda esta ausencia, vuelve a saturar mis alientos y vuelvo a sentir la Revolución tan grande, tan inconmovible y pura como ha sido siempre al lado del Cuerpo de Ejército del Noroeste y bajo la influencia del general Obregón, en cuya personalidad concurren todas las miradas y de cuyos triunfos militares depende en absoluto la suerte de la Revolución Constitucionalista.

En mi travesía, sólo he podido notar una expresión de confianza y salvación: la que ha hecho esperar, fundamentalmente el general Obregón, cuya figura revolucionaria es la salvaguardia de nuestra causa, mientras no distraigan su desinterés y patriotismo las lejanas mezquindades.

El nucleo directivo del ejército lo he encontrado robustecido en sus filas con luchadores que llegamos a creer pudieran haberse perdido, tales como Gonzalo Novoa, Elizondo y algunos otros, teniendo ya también a Amaro, quien sufrió en Pátzcuaro serio descalabro por los villistas y que hoy ocupó Acámharo juntamente con Alejo González.

En mi vieja situación, en mi medio ya vuelve mi espíritu revolucionario con renovados entusiasmos y confianza.

Encuentro en el Estado Mayor nuevos elementos, pero sin poderme dar, hasta ahora, cuenta exacta de los asuntos y de la nueva situación creada durante estos dos meses que han sido tan fecundos en acontecimientos que todavía no conozco y que sólo se me han esbozado: la estáncia en México y tantas otras cosas pasadas en Veracruz, donde la política parece haber llegado a hacer crisis respecto a la labor del Cuerpo de Ejército del Noroeste y su jefe el general Obregón.

Francamente creo ahora que el Primer Jefe es invariable en sus apreciaciones respecto al general Obregón y los suyos; que nosotros, demasiado altivos, demasiado independientes e idealistas, no hemos podido apreciar la buena voluntad del Primer Jefe respecto a nosotros, pero el mal y origen de todo esto no radica esencialmente en don Venustiano, sino en los políticos que a su lado abusan de la situación para formarse círculos de prestigio o ambientes de luchadores, cuando sólo saben abusar de la indiferencia de los militares honrados y de buena fe que en estos momentos sólo ven que la salvación de la causa y de la patria está en desbaratar el quimérico y rimbombante aparato invencible y formidable del villismo.

En estas condiciones, nuevamente en la lucha, preparamos el proceso más trascendental y decisivo de la Revolución.

En Celaya, la situación militar del Ejército de Operaciones el 6 de abril de 1915 era como sigue: nuestras infanterías en esta ciudad alistándose para salir al norte.

El general Fortunato Maycotte, con su brigada de caballería como vanguardia, está en Guaje a 20 kilómetros de aquí sobre Irapuato; el general Alejo González con su brigada y la del general Amaro, en Acámbaro, plaza que acaban de ocupar; el general Porfirio G. González con sus fuerzas en San Miguel de Allende, sobre la vía de Querétaro a San Luis Potosí; el general Cesáreo Castro con parte de su caballería en ésta, donde también están el general Triana y parte de las fuerzas de la Brigada Antúnez.

El general Gavira encargado con su brigada de la línea de Tula a San Juan del Río; el general Novoa, de la línea de Querétaro a Irapuato y el general Millán de la línea de Ometusco.

La brigada de Juan José Ríos, de obreros, está en Querétaro, alistándose para salir de ésta.

A eso de las 10 de la mañana, el general Maycotte da parte de que el enemigo se ha echado encima y hasta la una de la tarde todos los partes fueron confusos y sin firmeza.

El general Obregón, creyendo en peligro a Maycotte, resolvió salir en un tren con 1500 hombres a protegerlo, quien no volvió a rendir ningún parte.

Había llegado el general Obregón a Crespo, cuando pudo notar que Maycotte estaba sitiado y en muy difíciles condiciones, pues el enemigo lo envolvió completamente y había logrado dispersar lo que pudo caer en su poder de la brigada nuestra. En estas condiciones, prolongados silbatos de la máquina distrajeron la atención del enemigo que se echó encima del tren y tuvo éste que retroceder para poder presentar resistencia donde siquiera hubiera tiempo de tomar dispositivos de combate. Con esto. Maycotte pudo salvarse.

Nuestras fuerzas habían recibido orden de alistarse para salir y se encontraban en dispositivo de hacerlo cuando el enemigo se avisoró. Fue entonces cuando el general Manzo mandó tomar posiciones frente a la Fábrica Internacional, formando una línea de defensa por uno y otro lado de la vía del ferrocarril a Irapuato y sin más preámbulo se entabló formidable combate, pues el enemigo, creyéndose victorioso, arremetió furioso nuestra línea de infantería, que fue distribuida y protegida por el polvo, habiéndose llevado tremendos chascos.

Sucedió esto por la tarde, mientras tanto el resto de nuestras fuerzas fueron distribuyéndose, formando una línea de defensa que continuaba la que por el frente se había formado hacia los flancos derecho e izquierdo que más tarde se extendió un poco a la retaguardia, utilizando fuerzas de caballería; así fue toda la tarde y siguió por la noche en formidable lucha.

Las famosas cargas de caballeria, que tanto enaltecieron a Villa en Durango, se estrellaron frente a la infranqueable muralla de nuestras infanterías y así en desesperado combate continuó la batalla.

El combate no ha cesado ni un sólo instante por la noche, siendo muy comprometida la situación de ambos contendientes.

Los villistas atacan ahora nuestro flanco derecho protegidos por el 2° Batallón y gente de Novoa, pero tienen que retroceder ante las grandes bajas que sufren por nuestro fuego.

Como a las 9 a.m. la situación del frente parece insostenible: Garza y yo recorríamos la derecha y enviamos el 15° Batallón.

Este cuerpo llegaba al frente en los precisos momentos en que el general Obregón personalmente devolvía a los soldados y con un corneta de diez años, confundía al enemigo tocando a diana en nuestra línea de fuego.

Rehechos nuestros soldados y vuelta la calma, el combate siguió más desesperado hasta eso de la 1 p.m. en que nuestras fuerzas tomaron la ofensiva, pues desde el día anterior se había ordenado la incorporación de nuestras caballerías, no pudiendo haber llegado sino las de Alejo González, pues las de Porfirio G. González no recibieron oportuno aviso.

Nuestras caballerías flanquearon al enemigo, que huyó, despedazado, no perdiendo su artillería gracias a que nuestras caballerías agotadas, no se habían reorganizado después de la sorpresa que le dieron a Maycotte.

El triunfo, sin embargo, fue completo, dejando el enemigo más de dos mil quinientos muertos, como 500 prisioneros, muchas armas, parque y caballada.

Por nuestra parte tuvimos 500 heridos y como 400 muertos, contándose entre los primeros el coronel Martínez que fue herido al principiar el combate, el coronel Paz y algunos otros jefes de menor graduación; entre los muertos estaban los valientes y abnegados coroneles Alfredo Murillo y Tomás Estrada del 17° Regimiento y 8° Batallón de Sonora, respectivamente, que fueron sentidos muy hondamente por los que luchamos con ellos.

A las seis de la mañana habló por teléfono el general Maycotte al general Obregón, para informarle que Villa lo estaba atacando ferozmente, mismo que quería hablar con él; Obregón le contestó: dígale a ese bandolero (Villa), que yo no tengo nada que hablar con él, que soy yo el que va persiguiéndolo y que no hay nada que parlamentar; que yo sigo mi camino en su busca como comandante de las fuerzas de la Primera Jefatura.

Villa se le echó encima y obligó al general Obregón a salir de Celaya en un tren con todo su Estado Mayor; ahí iba yo en la plataforma, entonces con el grado de teniente coronel.

PREGUNTA
¿Quiénes eran los principales jefes que iban con Obregón?

RESPUESTA
Para ese momento, todo el Grupo Sonora, además Murguía, Hill, Amaro, Juan Dosal, Manuel M. Diéguez, Maycotte, etc., que ya habían reconocido al señor Carranza pidiendo incorporarse a las fuerzas del general Obregón: Amaro venía de Michoacán con sus famosos rayados, junto con él, venía Rentería Luviano y el general Paulino Navarro.

El general Obregón resistió en la primera batalla de Celaya y dijo: no nos movemos de aquí. Pancho Villa va a tratar de echarnos, va a decirnos bravatas, a querer parlamentar, pero no importa, aquí nos quedamos.

Fue cuando hizo el cerco ese de los planes de batalla que describe muy bien el general Grajales de las dos batallas, la de Orendáin que fue contra Huerta y la de Celaya.

Obregón se hizo fuerte en esta plaza y efectivamente rechazó a las fuerzas enemigas, que acababan de darle una vapuleada tremenda al general Maycotte.

Obregón alcanzó a protegerlo pero le hicieron muchos prisioneros y a casi toda la vanguardia la habían matado.

La primera batalla de Celaya, como dije, fue del 6 al 7 de abril de 1915; ahí decidió el general Obregón esperar a que volviese a atacar Villa, lo que hizo en la segunda batalla que se desarrolló del 13 al 15 de abril del mismo año y culminando con la toma de Celaya.

El enemigo inicia su avance y nuestras fuerzas se reconcentran. Nuestras caballerías salen a Apaseo y el círculo de defensa en Celaya queda completamente cubierto, dividido en tres sectores para la defensa conforme el plan del general Obregón.

En la tarde fue el primer tiroteo, continuándose en la noche y al amanecer un combate en toda forma.

Estaba yo en mi sector, en el cuartel del general Lavenga.

Sigue desesperado el combate, que va desarrollándose tal y como el general Obregón y todos nosotros lo deseáramos y aunque tiene elementos muy comprometidos, todo hace confiar en un completo éxito.

No apunto aquí los datos y fases de ese combate, porque es preferible ir al parte oficial de esta batalla, la más grandiosa que en México haya habido hasta ahora y la que ha decidido la suerte de la reacción y el triunfo de la Revolución.

Cualquier cosa que aquí anotara sería débil ante la magnitud de este combate que cubrió de gloria a nuestras armas y castigó ignominiosamente a los traidores y reaccionarios.

En la madrugada del 15 de abril de 1915, tomose la ofensiva y por la tarde habíase consumado el más grandioso y legítimo triunfo de nuestras glorias.

La Revolución se ha salvado, la Patria sonríe ante el fracaso de la reacción, los ideales y los principios han dejado muy en alto el pendón de la legalidad y la justicia.

La magnitud del triunfo sólo es concebida por los que hemos seguido el proceso de esta lucha y preparación de esta batalla y luego sobre el terreno de los hechos hemos visto desfilar centenares de prisioneros, inmensos campos llenos de cadáveres y caballos, grandes montones de armas, un hacinamiento conmovedor de artillería enemiga quitada por nuestros bravos soldados y todos y cada uno de los diferentes aspectos de esta jornada, la más grandiosa en nuestra historia.

Derrotadas las fuerzas villistas, se reconcentraron al norte hasta ir a parar a León, lo que fue aprovechado por el general Obregón para avanzar y dar refuerzo a las tropas de Diéguez que estaba siendo atacado por el general Rodolfo Fierro; Obregón avanzó lentamente en espera de parque, para así lihrar la segunda batalla que fue la toma de León, el 5 de junio.

Cuando todo estaba listo para iniciar nuestro movimiento, intempestivamente, como suelen ser estos amigos villistas, nos resultaron atacando la retaguardia, por Nápoles y Silao, dejándonos incomunicados.

De pronto no creímos que fuera algo extraordinario, pero el combate se fue generalizando con nuestras caballerías que habían recibido orden de reconcentrarse a la hacienda de Santa Ana del Conde, que fue atacada desde en la madrugada aunque sin que esto fuera muy serio, pero teniéndose ya preparado el plan ofensivo fue la idea del general Obregón iniciarlo desde luego.

Desgraciadamente nuestras fuerzas de caballería no pudieron salir antes de que fueran atacadas y tuvieron que batirse en retirada hasta reconcentrarse a la hacienda de Santa Ana.

Como a las 10 a.m. me enviaron a las lomas que ocupaba la 9a. Brigada al mando del general Martínez.

Desde estas posicioñes, que dominan perfectamente hasta Silao y la región donde se desarrollaba el combate. pude ver un espectáculo bien triste: la estación de Silao, ocupada por el enemigo, empezose a ver cubierta de humo y luego grandes llamaradas cubrieron toda aquella región.

Más tarde nos fue informado que allí los villistas estaban indignados por la tenaz resistencia de unos cuantos indios que castigaron su osadía.

Mientras tanto, el combate con nuestras caballerías seguía encarnizado y todavía batiéndose en retirada hacia Santa Ana hicieron oposición tenaz a los villistas.

Como a las cuatro p.m. nuestras caballerías estaban en Santa Ana y continuaba el ataque, sin que los villistas lograran otra cosa que parapetarse frente a nuestras caballerías.

Pasada esta penosa tarea y una vez nuestras fuerzas posesionadas, los villistas desistieron de atacar y se contentaron con guardar contacto con los nuestros.

En todas las posiciones restantes la situación seguía igual, salvo un cañoneo sobre la estación que como a las 9 a.m. dirigieron con alguna certera puntería, aunque nada hicieron a nuestros trenes.

En la noche regresaron a Trinidad los generales Murguía, Castro y González que conferenciaron con el general Obregón.

En la tarde lo único anormal fue que Garza, Josué Sáenz y Arturo de Saracho, que en distintas ocasiones fueron a Santa Ana, tuvieron un mal rato al comunicar órdenes al general Murguía.

Algunos de nuestros soldados salieron rumbo a Irapuato, a donde se fue el general Maycotte.

Hubo notable contraste este día (1° de junio): por la mañana al iniciarse el combate todos estábamos contentos y hasta celebraron que fuese el del combate, por coincidir con mi cumpleaños, por cuyo motivo hubo felicitaciones, pero luego con el encuentro de nuestras caballerías, nuestro plan quedó ya pendiente por la forzosa razón de dar descanso a nuestra caballería, la incomunicación con nuestra retaguardia nada nos inquietó, teníamos perfecta conciencia de nuestra situación y absoluta confianza en nuestro triunfo.

Las fases del día anterior nada cambiaron, sino hasta el mediodía en que el enemigo comenzó a hacer un gran movimiento por nuestro flanco derecho, ocupando nuestra retaguardia en las lomas frente al 21° y 1° Batallones y sosteniendo tiroteos con estos cuerpos y el 16° y 5°.

El enemigo parece establecer su principal núcleo en Duarte, donde emplaza artillería.

A mediodía el general Obregón me envía a Santa Ana del Conde a conferenciar con el general Murguía para combinar el movimiento que había ideado. Para esto, la noche anterior, en unión de Benito Ramírez habíamos ido a retirar de sus posiciones las fuerzas que ocupaban El Resplandor, con el 2° Batallón y la Brigada Gavira.

En vista de que el enemigo no determinaba con precisión dónde tenía su mayor efectivo, el general Obregón prefirió dejar pasar este día sin hacer ningún movimiento, dando así tiempo a que aquél se manifestara.

Durante el día 2 de junio se mandaron más infanterías a Santa Ana; ya se habían enviado al 20° y al 8° Batallones y a Gavira pues persistía la idea de que por allí deberíamos iniciar el movimiento de ofensiva y flanqueo al enemigo.

En vista de todo esto el general Obregón determina para mañana trasladarse a Santa Ana del Conde y allí acordar el definitivo plan de ataque.

Se dieron órdenes para que todo permaneciera en igual estado.

En la mañana siguiente, a las siete horas, el general Obregón y el general Diéguez, con sus estados mayores, se trasladaron a Santa Ana del Conde donde los generales Murguía, Castro y González esperaban para conferenciar.

El día anterior se habían mandado unos emisarios a Irapuato donde deberían estar los generales Quiroga, Novoa, Maycotte y Amaro con sus fuerzas; se les ordenaba marchar con rumbo de Romita para entrar por Santa Ana.

Desde uno de los miradores de la hacienda se determinaba el plan de ataque que había sido acordado ya.

Santa Ana del Conde está al suroeste de estación Trinidad, como a nueve kilómetros de ésta y en línea a retaguardia a El Resplandor que había sido ya ocupado por los villistas.

Mientras se conferenciaba en Santa Ana, el enemigo se acercaba con artillería que sería emplazada a muy corta distancia de la hacienda, por esto el general Obregón mandó sacar inmediatamente de dicha hacienda las impedimentas y gran número de caballos que allí estaban.

Con todo empeño hacíase esto cuando el enemigo, fiado en que no teníamos allí artillería, abrió un nutrido fuego de ráfaga sobre la hacienda.

Nosotros, con el general Obregón, nos dirigimos a la línca de fuego ocupada por el 20° Batallón frente a Santa Ana y cruzábamos por un estrecho pasillo cuando por aquel preciso lugar pasaban terroríficas las balas de cañón.

Serrano y yo buscamos refugio en una pared, mi general Obregón, Garza, Ríos y Piña avanzaron como unos treinta metros.

La tercera granada de aquella serie había hecho su brutal blanco en el brazo derecho de mi general Obregón que cayó con inaudita entereza gritando: ¡ Viva México, viva la Revolución!, pretendiendo en seguida suicidarse con su pistola que afortunadamente no tenía tiro en la recámara; Garza, viendo que el general forzaba entre las piernas por subirle casquillo a la pistola, le arrebató el arma con su oportuna intervención.

Garza regresó a nuestro lado con la pistola, la mano ensangrentada y lívida: vamos a ver a mi general, lo acaba de herir un cañonazo, se quiere suicidar y necesitamos sacarlo de allí, pues no quiere.

Esa es más o menos la impresión que recibiéramos: yo, fuera de mis sentidos eché a andar sin saber a qué, sin rumbo, Serrano y Garza regresaron a donde estaba mi general.

Yo buscaba un doctor para un compañero y en aquel momento en que mi razón ofuscada obedecía al sentimiento, marché hasta encontrarme con el general Murguía, quien en esos momentos andaba vigilando la línea de fuego.

Al verlo sólo pude preguntarle por un médico, para un compañero que habían herido y luego en voz baja le informé que habían herido al general Obregón quien estaba grave, pero que era necesario que no se dieran cuenta para evitar desmoralizaciones; hasta entonces yo no había visto al general Obregón, sólo nos habíamos ocupado en buscar un médico, que en medio de aquella situación inexplicable para mí, no pude encontrar.

Insté al general Murguía para que fuéramos a verlo, cosa que hicimos.

El ataque continuó incesante, en esos momentos aquella hacienda parecía conmoverse y sólo escuchábase un insistente bramar de cañonazos.

Llegué al cuarto donde estaba el general Obregón recostado en un sofá, la mano izquierda sobre su frente, pálido, sereno, aguantando aquel dolor con un estoicismo digno de su raza, sin volver la mirada, sus ojos fijos al cielo mientras los médicos vendaban su brazo; no observé con detalle aquella escena, fuera de mí contemplaba ensimismado aquel espectáculo que no adivinaba si era de vida o de muerte.; desfalleciente vi muchas veces su frente serena, su mirada fija, su mudo estoicismo; en aquel hombre nimbado de gloria y de inmortalidad fijaba mi mirada como para sentir su aliento, su vida, su inspiración y quise hablarle, pero no ... el momento era solemne y aquel recinto, que pareció tétrico y sombrío más que un abismo, parecía sobreponerse a mi ánimo, a mi espíritu y me pareció ver en aquellos momentos el fin de la Revolución, arrebatándole su vida, su cerebro, su esfuerzo ...

Insistentemente nervioso daba vueltas en aquel cuarto impregnado de muerte, de tristeza y volvía desesperado al lado del hombre que parecía irse de nosotros, de los que lo amábamos, de los que seguíamos su esfuerzo y su lucha con una conciencia tranquila, llena de sublime inspiración en ideales y principios y rodaron mis lágrimas, mis ojos se ensombrecieron y mi espíritu moría, mis ilusiones acababan y en vano aquella escena pretendía apartarla de mí, lejos, muy lejos de mí, todo lo identificaba con un hombre, con un amigo, con un padre, con un héroe ...

El general Murguía se acercó, fumaba y el general Obregón le pide su cigarro y sereno, impávido, fuma también sin alterarse, sin precipitarse; de pronto se dirige a Murguía: si ve al Primer Jefe dígale que caí cumpliendo con mi deber y que muero bendiciendo la Revolución, luego siguió recomendándole juntarse todos los jefes para que nombraran el jefe del Ejército de Operaciones y poder seguir luchando como hasta ahora; le dijo: yo sé que mi muerte levantará una ola de indignación en México y que habrá muchos que venguen mi sangre.

Le recomienda, igualmente, a su Estado Mayor y que le dijera al Primer Jefe que: estos muchachos que han venido conmigo y que tanto me han ayudado, son dignos de más consideración.

Nosotros apenas si alcanzábamos a darnos cuenta de todo aquello; después nos llamó y nos dijo a su Estado Mayor: yo conozco muy bien mi situación y sé que voy a morir, les recomiendo que con el que siga de jefe, todos ustedes vayan con él y continúen colaborando con el mismo valor, con la misma lealtad y honradez, hasta triunfar.

De pronto tuvo una convulsión, pidió que le ayudáramos a desabrocharse el cuello de la camisa y al hacerlo, creíamos que fallecería.

Mientras tanto nos disponíamos a conducirlo a Trinidad, pero como no había camillas, arreglamos un catre de campaña roto, con un sarape, y lo trasladamos en la más fúnebre y triste caravana que haya presenciado; marchábamos mudos, tristes, ensimismados.

Al pasar por la línea del 8° Batallón de Sonora, de indios mayos todos, muchos peones y conocidos del general Obregón, les habló en su lengua y uno de ellos tuvo esta frase, lacónica y expresiva: ¡esos son huevos!

Marchábamos en la desesperación más grande de nuestra vida, acompañando aquel triste cortejo donde una vez el general Obregón me habló y sólo dijo: Aarón ... pero con una sonrisa, con una dulzura, con tanta tranquilidad y amor que yo vi en aquella palabra y en aquella expresión, que aquel momento parecióme uno de aquellos en que íntimamente me platicaba de su muchacha, como él decía y más cuando hasta entonces en su profundo dolor, casi en su agonía, su orgullo y su egoísmo llegó a tal grado que tuvo frases y recomendación para la causa, para el Primer Jefe, para nosotros y calló para su familia, para sus hijos, para su muchacha.

Este largo dolor lo experimentamos hasta la una p.m., hora en que llegamos al campamento, a donde ya se había dispuesto todo para la operación; de aquí en adelante, la suerte de este hombre dependía de otros hombres, de los doctores que deberían practicar aquel acto cruel y del que en gran parte dependía la vida de ese gran hombre.

Antes de esto hubo un momento angustioso, la llegada de Ignacio Enríquez a quien mucho apreciaba: fue amargo el momento en que aquel otro hombre sintióse herido quizá al igual que nosotros, por la escena cruel de nuestra travesía, en que el general Obregón repetía estos nombres: Serrano, Garza, Aarón, Piñita, indistintamente para llamarnos a su lado y pedirnos le quitáramos aquel sufrimiento con la vida y nosotros, enternecidos, no sabíamos qué hacer.

Recuerdo uno de esos momentos en que me llamó: Aarón, Aarón ..., y al acercarme, me dice: ¿por qué si yo los quiero tanto, me hacen sufrir?, mátenme y acaben con este sufrimiento, no sean ingratos.

Y entre sollozos, le contesté: precisamente porque lo queremos, lo vamos a salvar ... y no pude completar más aquella frase.

Lloré una y repetidas veces, lágrimas de inmenso dolor, de profunda amargura.

A las dos treinta p.m. un cuerpo yerto se aproximaba al carro 600, que cn blancas sábanas era trasladado del lugar donde fue operado a su vagón.

Convenientemente fue depositado en su cama y yo, dudando y ávido me acerqué para sentir su respiración y me convencí al notar los movimientos respiratorios, a pesar de que Garza, que presenció la operación -yo no quise porque no hubiera resistido verla-, me aseguraba que todo fue un éxito y que en opinión médica dentro de las siguientes cuarenta y ocho horas su salvación estaría asegurada.

Más tarde, a las cuatro o cinco p.m. le oí hablar, lo que daba esperanzas y con menos inquietud pasamos el día 3 de junio y esa noche.

Al siguiente día su mejoramiento era notable, lo vi, sin decirle más que: mi general, dos o tres veces y en una de ellas me preguntó: ¿qué hay Aarón?; estas fueron ya palabras de aliento, de esperanza.

Durante todo el día 4 la sítuación militar continúa casi lo mismo y se estudia el plan que habrá de desarrollarse, para lo cual se cita a los generales Murguía, Castro, Diéguez y Hill. Se discute el que debe adoptarse y los generales Murguía y Castro, explican el que propusiera el general Obregón, consistente en avanzar sobre El Resplandor y Santa Ana del Conde y por el lado izquierdo del cuadro de Trinidad; lo presentan con la añadidura de que habían ellos acordado que el general Alejo G. González con dos mil hombres marchara esa misma noche a San Francisco del Rincón, para cortar la vía, al mismo tiempo que se hacía el otro movimiento sobre León.

El general Diéguez propuso otro, pero tenía el inconveniente de no poderse desarrollar sino hasta el día seis en la madrugada y todos habíamos convenido en que forzosamente el cinco debíamos decidir nuestra situación, muy especialmente por el estado del general Obregón a quien no podíamos prolongar aquella situación que podía complicar su salud; por eso hubo de aceptarse el primer plan propuesto, para lo cual desde luego se dieron las órdenes relativas y todo quedó listo.

Al amanecer, el ataque de nuestras fuerzas se inició por Santa Ana del Conde con muy notable éxito y rapidez, a tal grado que a las seis treinta a.m. en que nuestro flanco izquierdo hizo movimiento sobre El Resplandor, no detuvo su avance ni un momento y continuamos triunfalmente hasta las calles de León donde comenzó a batirse como a las 2 p.m.

A esta hora, mientras tanto, nuestras fuerzas por la retaguardia hacían movimientos de ofensiva que fueron también tan rápidos y firmes que para las 6 p.m. ya teníamos dispersos, derrotados y en desbandada a los villistas.

Este glorioso hecho de armas legitimando nuestros triunfos, vengando en parté el brazo del general, nos regocijó y ondeó una vez más muy radiante de gloria el constitucionalismo aplastando a la reacción.

Para las 6 p.m. también todo León estuvo en poder de nuestras caballerías e infanterías.

La mejoría del general es muy halagadora: las 48 horas pasan trayendo como resultado una completa calma. Esa noche, fuerzas nuestras que ya venían en auxilio, llegaron a Romita.

Al quedar Obregón inutilizado, quedó al frente de las fuerzas carrancistas el general Benjamín Hill, que estaba designado como comandante accidental por la falta temporal o definitiva de aquél, pero dicho cambio sólo duró dos o tres días, que fueron los del efecto de la anestesia por la amputación del brazo; para ese tiempo ya estaba el general Francisco Murguía incorporado y que días antes había sido derrotado cuando al mando de sus tropas iba reforzando la retirada del general Obregón, entre Trinidad y Silao.

En esa segunda batalla nuevamente fue derrotado el villismo y se efectuó la toma de León; de esa ciudad partió rumbo a Aguascalientes pero antes de llegar, el general Francisco Villa metió una columna por Encarnación de Díaz que cortó la vía de abastecimientos a Veracruz, pero el general Obregón, en un alarde de audacia, en vez de detenerse para restablecer su comunicación con Veracruz, ordenó que se concentraran todos los trenes en Encarnación de Díaz dejando a Diéguez al mando; en ese lugar le pegaron muy fuerte a Diéguez, mientras que el general Obregón vino por los llanos de Tecuán, porque supo que Villa tenía la vía del ferrocarril hasta Aguascalientes dinamitada y con máquinas infernales, para hacer volar a los trenes que llevaran las fuerzas carrancistas por ahí; pero Obregón no llevó trenes, sino que los mandó reconcentrar. Viniendo por tierra atacó la retaguardia villista en Aguascalientes y la derrotó; ya no hubo más remedio, Villa salió y no paró hasta Torreón y despues a Chihuahua para internarse en la sierra y disolverse; Obregón pensó que Villa no pararía sino hasta Hermosillo buscando unirse con las fuerzas de Maytorena, por lo que ordenó acelerar la marcha obteniendo que el gobierno americano le permitiera pasar por Arizona para reforzar Agua Prieta y Naco que defendía Plutarco Elías Calles.

Indice de Entrevista al Licenciado y General Aarón Saenz por Píndaro Urióstegui Miranda El general Sangines presentó a Obregón con Victoriano Huerta Villa solo iba defendiéndose y retrocediendoBiblioteca Virtual Antorcha