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Capítulo 12

La rebeldía del General Villa y las condiciones del General Zapata.

Tormentosos fueron los últimos días del mes de septiembre de 1914. Parecía imposible todo arreglo entre don Venustiano Carranza y el General Francisco Villa. La situación de Sonora era inquietante, pues a pesar de todas las promesas y de los convenios todos, el General Hill continuaba hostilizando al gobernador José María Maytorena. Con los zapatistas, Carranza, aunque lo intentó por interpósitas personas, no logró que lo reconocieran como jefe supremo del ejército revolucionario.

Antes de que el General Alvaro Obregón llegara a la ciudad de México, don Venustiano alarmado por las noticias de que el primero había sido expulsado por Villa, mandó interrumpir todas las comunicaciones con Torreón y con todo el Estado de Chihuahua. El Centauro del Norte que ya había convenido con Obregón el enviar delegados de la División del Norte, con ciertas taxativas, a la Convención que se reuniría en la capital de la República, ante esta interrupción de las comunicaciones, que consideró como un acto de hostilidad por parte de Carranza, reconsideró su actitud y lanzó un manifiesto en la ciudad de Chihuahua, por el cual, lisa y llanamerite, desconocía a Carranza como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista encargado del Poder Ejecutivo.

Este documento, poco conocido, ni siquiera figura en la muy bien documentada obra del General Juan Barragán Rodríguez. El desconocimiento aparece tras un largo preámbulo, que es una expresión de los agravios de la batalladora División del Norte.

Procuraremos extractarlo con la mayor fidelidad posible:

Los agravios de la División del Norte.

Comienza expresando que al derrocamiento del gobierno democrático del señor Madero, obra grandiosa del movimiento revolucionario de 1910, el pueblo mexicano se lanzó de nuevo a la conquista de sus libertades, demostrando a la nación y al mundo entero que han terminado para siempre en nuestro país, los gobiernos impuestos por la fuerza y que sólo aceptará y respetará a los emanados de la voluntad popular.

Tras este comienzo, agrega que la palabra Constitucionalismo, grabada sobre los colores de la bandera revolucionaria, encierra todo el programa político de la Revolución, dentro del cual serán resueltas, sobre bases legales, las reformas encaminadas al mejoramiento social y económico de nuestro pueblo.

Expresa que aunque el Plan de Guadalupe lanzado por el ciudadano Carranza, ofrecía solamente el restablecimiento del Gobierno Constitucional, fue aceptado, sin embargo, por los jefes revolucionarios, porque confiaban en que el Primer Jefe de la Revolución era partidario de establecer no sólo un gobierno democrático, sino las reformas económico-sociales indispensables para asegurar el mejoramiento de las clases desheredadas.

Agrega que los actos de Carranza y sus declaraciones engendraron en el ánimo de muchos revolucionarios el temor de no ver realizados los compromisos que la Revolución contrajo con el pueblo. Se refiere a las intrigas de que fue objeto la División del Norte, a las Conferencias de Torreón en que la misma División propuso el establecimiento de una Convención sobre bases democráticas; a la actitud de Carranza al convocar una junta de gobernadores y Generales, todos designados por él, en la cual siempre tendría una mayoría asegurada.

Reza el propio manifiesto: Al tomar posesión el Sr. Carranza de la ciudad de México ... empezaron a revelarse fuera de toda duda, las intenciones de permanecer en el poder un tiempo indefinido y gobernar con un absolutismo que ningún gobierno había tenido en nuestra historia.

Y se funda este grave cargo en los siguientes hechos: el Primer Jefe se negó a aceptar el título de Presidente Interino que conforme al Plan de Guadalupe, le correspondía, y que lo colocaba bajo las restricciones constitucionales; varió la forma de la protesta constitucional; no formó su Gabinete de acuerdo con la Constitución, dejando a los encargados de su administración con el carácter de oficiales mayores; asumió en su persona los tres poderes constitucionales, suprimiendo las autoridades judiciales y dejando la vida y los intereses de los mexicanos al arbitrio de jefes militares; decretó reformas constitucionales de la exclusiva competencia de las Cámaras, como la supresión del territorio de Quintana Roo; ha autorizado la violación de garantías otorgadas por la Constitución, entre otras, la libertad de conciencia, imponiendo penas por prácticas religiosas autorizadas por las leyes; la anarquía que impera en la capital y en Ios estados; la intranquilidad y falta de seguridades en las ciudades y en los campos, y la depreciación, cada vez más grande del papel moneda, cuya última emisión de ciento treinta millones de pesos decretada, sin ninguna garantía, hará bajar su valor a un grado ínfimo y elevará los precios de los artículos de primera necesidad.

El orden constitucional y la resolución del problema agrario.

Agrega el mismo manifiesto que la División del Norte accedió a enviar delegados a la junta convocada por Carranza, con la precisa condición de que ésta confirmara en su puesto al Primer Jefe con el título de Presidente Interino de la República, en acatamiento a la proclamado en el Plan de Guadalupe; el restablecimiento del orden constitucional en el plazo más breve posible, y la adopción de medidas suficientemente eficaces para garantizar la resolución del problema agrario en un sentido prácticamente favorable para las clases populares.

Pero lo anterior no pudo realizarse. Explica el manifiesto:

Cuando ya iban en camino para la ciudad de México, el señor General Obregón, jefe del Cuerpo de Ejército del Noroeste, y algunos delegados de la División del Norte, un incidente imprevisto detuvo su marcha: el Primer Jefe violentado por noticias alarmantes e infundadas de la prensa amarilla, suspendió el tráfico con los lugares ocupados por la División del Norte, dando a conocer de esta manera su resolución de iniciar las hostilidades contra los que ejercían presión sobre él para obligarlo a cumplir con los compromisos de la Revolución, que llevó al pueblo a la lucha armada, no para imponer la voluntad de alguien, sino para que el mismo pueblo impusiera la suya.

Ante la consideración de que todo esfuerzo pacífico sería inútil para obligar al Primer Jefe a entregar oportunamente el poder al que la voluntad popular designara y, comprendiendo que la salvación de la patria y de los intereses del pueblo, encarnados en los principios revolucionarios, dependen de la inmediata resolución de sus grandes problemas, la División del Norte ha resuelto desconocer como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, encargado del Poder Ejecutivo, al C. Venustiano Carranza.

Este desconocimiento no encierra un acto de ambición de mi parte, ni de ninguno de los Generales de la División del Norte, y solemnemente declaro, con la debida autorización, que ni ellos ni yo aceptaremos los cargos de Presidente Interino ni Constitucional de la República, así como tampoco los de Vicepresidente y gobernadores y que de acuerdo con los demás Generales, jefes y oficiales del Ejército Constitucionalista que quieran coadyuvar con nosotros, lucharemos por establecer un Gobierno Civil, que garantice todos los derechos y todas las libertades de los ciudadanos.

El Plan de Chihuahua.

Este plan firmado en la capital chihuahuense el mes de septiembre de 1914, difería de todos los demás lanzados en nuestra tormentosa vida política. No repetía el sobado estribillo de quítate tú para ponerme yo. Después de las consideraciones preliminares que hemos extractado, apuntaba:

En esta virtud, invito a todos los ciudadanos mexicanos.

Primero. A desconocer al C. Venustiano Carranza como Primer Jefe, Encargado del Poder Ejecutivo de la Nación.

Segundo. A unirse a la División del Norte contribuyendo en la forma más eficaz que le sea posible, para exigir la separación del C. Venustiano Carranza de la Jefatura del Ejército Constitucionalista, y del Poder Ejecutivo.

Inmediatamente que se haya conseguido esta separación, los Generales con mando de tropas, designarán una persona civil, que, con carácter de Presidente Interino de la República, convoque desde luego a elecciones, para establecer el orden, e inicie las reformas económico-sociales que la Revolución exige.

Con el fin de que la agitación electoral no se repita apenas verificada la elección, atento el precepto constitucional vigente, y de que el Presidente electo pueda llevar a la práctica el Programa de la Revolución, el Presidente provisional someterá a la aprobación de las cámaras la reforma de que el período presidencial de seis años se empiece a contar desde que el electo tome posesión.

La División del Norte ofrece restablecer el orden y la tranquilidad en los lugares que vaya ocupando y respetar la vida y los intereses de sus habitantes pacíficos ya sean nacionales o extranjeros.

La intransigencia del General Emiliano Zapata.

Desde la iniciación de la revolución constitucionalista hasta el mes de agosto de 1914 no se había establecido ningún nexo entre los jefes de ésta y los del Ejército Libertador del Sur acaudillados por el General Emiliano Zapata. Entre los hombres del Norte existía un marcado sentimiento de repulsión para los zapatistas por el hecho de que habían hecho armas contra el gobierno del Presidente Madero y por haber designado por su jefe supremo al General Pascual Orozco. Muchos los ignoraban y casi todos les atribuían escaso valor bélico. La antipatía se trasluce claramente en el texto del artículo IV de los tratados que se concertaron con los representantes del Ejército Federal en Teoloyucan que dice:

Las tropas federales que guarnecen las poblaciones de San Angel, Tlalpan, Xochimilco y demás, frente a los zapatistas, serán desarmadas en los lugares que ocupan, tan luego como las fuerzas constitucionalistas las releven.

Dos días después de haber sido ocupada la plaza de México por las fuerzas constitucionalistas, Carranza desde Tlalnepantla dirigió una carta al General Zapata invitándolo para una conferencia en algún lugar cercano situado en los límites del Distrito Federal y del estado de Morelos. Zapata contestó:

Efectivamente, el triunfo de la causa del pueblo, que dice usted, ha llegado, y se verá claro hasta que la Revolución del Plan de Ayala entre a México, dominando con su bandera y para lo cual es muy necesario y como primera parte, que usted y los demás jefes del Norte firmen el acta de adhesión al referido Plan de Ayala y lealmente se sometan a todas las cláusulas del mismo, porque de lo contrario, no habrá paz en nuestro país ... Con respecto a las conferencias que desea usted tener conmigo, estoy en la mejor disposición de aceptarlas, para lo cual le recomiendo se sirva pasar a esta ciudad de Yautepec, en donde hablaremos con toda libertad, asegurando a usted que tendrá amplias garantías y facilidades para llegar hasta el Cuartel General ...

Cabe advertir que de una de las cláusulas del Plan de Ayala prevenía que el Jefe Supremo de la Revolución sería el General Pascual Orozco, y que faltando éste, la propia jefatura quedaba a cargo de Zapata.

El informe del licenciado Cabrera y del General Villarreal.

El día 27 de agosto llegaron a Cuernavaca, como parlamentarios inoficiales, el licenciado Luis Cabrera y el General Antonio I. Villarreal. Zapata no se encontraba en Cuernavaca, Cabrera y Villarreal conferenciaron ese mismo día y el siguiente, con Manuel V. Palafox, Alfredo Serratos, Antonio Díaz Soto y Gama, Enrique S. Villa, Genaro Amezcua, Antonio Briones, Alfredo Guarón y Reinaldo Lecona. Desde luego, según el informe rendido por los enviados del Primer Jefe, pudieron advertir en los zapatistas cierta sorpresa y no poca decepción al saber que íbamos como parlamentarios inoficiales.

Aquellos miembros del Ejército Libertador del Sur exigían la absoluta sumisión de los constitucionalistas al Plan de Ayala en cuanto a los procedimientos políticos de su realización y en cuanto a la jefatura de la Revolución.

Cabrera y Villarreal pudieron advertir: En cuanto a la actitud de los revolucionarios del Sur, respecto de los Constitucionalistas, debemos manifestar que es de completa desconfianza.

Se interpreta como una falta de compañerismo el que las tropas constitucionalistas hubieran entrado a la ciudad de México sin procurar antes un acuerdo con Zapata; se considera un acto de abierta hostilidad el que las avanzadas federales que se encontraban frente a los zapatistas hubiesen sido substituidas por tropas constitucionalistas; se interpreta como actitud sospechosa la de que el Jefe del Ejército Constitucionalista no haya querido nunca hacer una declaración de sus principios políticos y agrarios; y se señala como indicio francamente antidemocrático el que el Jefe del Ejército Constitucionalista se haga cargo del Poder Ejecutivo de la Nación sin acuerdo de todos los jefes revolucionarios del país ...

Las condiciones del General Zapata.

Hemos extractado la médula del extenso informe rendido al Primer Jefe del Ejército Constitucionalista por Cabrera y Villarreal, que publica el General Barragán en el segundo tomo de su obra Historia del Ejército y de la Revolución Constitucionalista. En el mismo figuran las condiciones impuestas por Zapata, en la conferencia celebrada con éste y en la que estuvieron presentes el secretario Palafox, Alfredo Serratos y el General Juan Banderas. Tales condiciones eran sine qua non para evitar la guerra entre los revolucionarios del Norte y los del Sur, y fueron las que siguen:

Primera. Ante todo, deben firmar el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista y los Generales que de él dependen, una acta de sumisión al Plan de Ayala, no sólo en su esencia, sino en todas sus partes.

Segunda. Mientras puedan celebrarse las conferencias proyectadas debe pactarse un armisticio sobre la base de la entrega de la plaza de Xochimilco a las fuerzas zapatistas.

Tercera. El Jefe del Ejército Constitucionalista debe retirarse desde luego del Poder Ejecutivo de la Nación. O bien, el Jefe del Ejército Constitucionalista podrá continuar en el Poder Ejecutivo siempre que admita a su lado un representante del General Zapata, con cuyo acuerdo se dictarán las determinaciones trascendentales y se harán los nombramientos para puestos políticos.

Cuarta. Una vez llenados los tres anteriores requisitos, podrá nombrar el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista sus delegados, autorizándolos debidamente para discutir y firmar arreglos. Dichas conferencias se celebrarán, precisamente, en el Cuartel General de la Revolución de Ayala y tendrán por objeto tratar de los procedimientos para llevar a cabo las disposiciones del Plan de Ayala.

El informe está fechado el 4 de septiembre de 1914. Como era de esperarse don Venustiano Carranza no aceptó las condiciones propuestas por Zapata.


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