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Capítulo 16

El bello escenario aqüicalidense y los ciudadanos armados como actores.

Muy temprano, en la fresca mañana del 10 de octubre de 1914, recorrí en un carruaje tirado por caballos, los principales sitios de la ciudad de Aguascalientes, que visitaba por primera vez. El auriga me informó que el piso era hueco, explicándome que bajo las calles y las casas existía un laberinto de galerías subterráneas que, retorcidas y ramificadas en todas direcciones, la surcan en toda su extensión. Ya conocía por propia experiencia, la bondad de sus aguas termales, que le dieron nombre y hasta renombre, la importancia de sus talleres industriales y la belleza de los trabajos finísimos de deshilado que hacen sus mujeres.

El clima era dulce a pesar de la altitud. El ambiente de la ciudad me pareció hermoso y acogedor, por sus calles tortuosas y estrechas, por sus frondosas arboledas, por sus arriates llenos de flores y por sus plazas y parques, entre los cuales se destaca el de San Marcos, circundado por antañona barda. La arquitectura barroca tiene excelentes ejemplares en las iglesias de San Diego y de San Marcos así corno en el palacio de gobierno, por sus hornacinas, sus ornamentos llenos de requilorios y sus antiguos escudos nobiliarios, de los cuales quedan sólo las borduras atormentadas.

En la plaza principal pude ver una bella y elevada columna jónica que los aqüicalidenses, o hidrocálidos, afirman, orgullosos y convencidos, marca el centro geográfico exacto del territorio de la República Mexicana, y que realmente fue erigida allá por el año de 1800 para sustentar un busto del borbón Carlos IV, aunque a la postre resultó rematada por el de su hijo, Fernando VII, la escultura fue removida a raíz de la consumación de la independencia.

Abundancia de soldados.

Circulaban por las empedradas calles, centenares de automóviles, casi todos con los capacetes echados hacia atrás y en ellos militares tocados con sombreros texanos. Las plazas y las rúas llenas de soldados con cananas cruzadas en el pecho, repletas de brillantes cartuchos. La estación ferroviaria congestionada de convoyes militares, pues cada jefe de alguna importancia consideró conveniente llevar su casa habitación en la forma de un carro dormitorio, y escoltas para su personal seguridad, amén de sus imprescindibles y numerosos Estados Mayores. Los hoteles repletos de huéspedes.

La alegría imperaba en todas partes. A todas horas se escuchaban en las afueras y en los patios de ios hoteles las notas destempladas de murgas que tocaban La Valentina, La Cucaracha, La Adelita y Jesusita en Chihuahua, coreadas con alaridos de entusiasmo.

En una mesa del hotel principal, el General sonorense Jesús U.Trujillo tomaba cerveza rodeado de algunos jefes y oficiales. Por su cuenta tocaba una orquesta. El General estaba alegre. Ya entrado en años, de estatura y espaldas hercúleas, rostro bronceado y rasgos enérgicos que denunciaban al hombre que ha estado luengo tiempo en contacto con la Naturaleza y en la lucha constante con los hombres y las fieras. Decía en voz alta con cierta ufanía y para que todos oyeran: Yo he sido bandido treinta años; pero desde que me levanté en armas y tengo fuerzas revolucionarias a mis órdenes no he robado un solo peso. Yo soy el único General que en México paga renta y no dispongo de ningún automóvil avanzado ...

El banquete en la plaza San Marcos.

La mayoría de los delegados había llegado a Aguascalientes el día 6 de octubre en un tren especial. Uno de ellos me informó la causa de la afluencia de muchos oficiales y soldados, relatándome lo ocurrido en el banquete ofrecido dos días antes, en la plaza de San Marcos, por el General Martín Triana, jefe de las armas en Aguascalientes. Su misión principal era la de neutralizar la ciudad, imponiendo las medidas dictadas por la Junta de Gobierno que integraban los Generales Fidel Avila y Guillermo García Aragón y el Coronel Alberto Fuentes Dávila.

Y agregó mi amable informante: La comida en el típico y bello jardín de San Marcos fue cordialísima. En todos los concurrentes se advirtió un gran anhelo de unión, paz, concordia y fraternidad. Los delegados enemigos de don Venustiano Carranza evitan hasta el nombrarlo y cuando se ven constreñidos a hacerlo lo efectúan con todo comedimiento y atención para no herir susceptibilidades.

En el mismo banquete el General Triana dio lectura a un mensaje que acababa de recibir procedente de San Luis Potosí, firmado por el General Antonio I. Villarreal, gobernador de Nuevo León. Su lectura provocó variados comentarios e hizo aflorar algunas sonrisas. Preguntaba si no había peligros en el trayecto y suficientes garantías en Aguascalientes, para continuar su viaje. Añadió el General Triana que se le contestó que podía efectuarlo sin el menor riesgo ...

Y mi informante díjome: Ayer llegó el General Villarreal con un espléndido tren especial compuesto del carro dormitorio Bonita, una plataforma con automóviles y cuatro carros de caja que alojaban a ciento cincuenta hombres de escolta.

Por lo demás, el caso no es único ni mucho menos insólito. Muchos Generales, sin previa consulta, han llegado a la ciudad de Aguascalientes acompañados por numerosas escoltas.

Huelga decir que con estos peligrosos huéspedes, ninguna bella muchacha de la localidad asomaba ni por milagro, las narices.

La integración de la Junta.

Esa misma tarde debería efectuarse en el Teatro Morelos, la primera junta previa de la Convención. Las bases para integrarla eran las mismas aprobadas por la junta que se reunió en la ciudad de México. Desde luego, exclusión absoluta de civiles, pues allí se estipuló claramente que sólo serían admitidos como delegados los que hubieran luchado con las armas en la mano. Allí se expresó también que todos los que militaban en el ejército eran civiles antes de que estallaran los movimientos revolucionarios y hasta se registraron con este motivo desagradables incidentes entre los Generales Obregón y Coss, por una parte, y el licenciado Luis Cabrera, por la otra.

También se convino que sólo asistirían a la Convención los Generales y los gobernadores de los Estados y Territorios, ya fuera personalmente, o por medio de representantes debidamente autorizados, debiendo ser estos últimos, precisamente, militares. Tal convenio concedía desde luego, una enorme ventaja para los intereses de Carranza, ya que la mayoría de Ios gobernadores había sido designa por él, y las fuerzas que todavía lo reconocían como jefe contaban con un gran número de Generales. Puede afirmarse que los Generales y representantes que podían llamarse adictos a don Venustiano constituían más de las dos terceras partes del total de los delegados.

En los acuerdos tomados con anterioridad en la ciudad de Torreón, se convino en que la Convención se integraría con representantes que serían electos a razón de uno por cada millar de soldados. Pero este acuerdo fue eludido por los partidarios de Carranza.

Los principales delegados de la Convención.

Don Venustiano se negó a enviar representante. El General Francisco Villa envió como tal al Coronel Roque González Garza, encontrándose presentes además, treinta y cinco Generales de la División del Norte. El gobernador de Sonora, don José María Maytorena, designó representante suyo al señor Alberto B. Piña. El General Pablo González, jefe del Cuerpo de Ejército del Noreste, fue representado por el Coronel Alfredo Rodríguez. En esa fecha se encontraban en Aguascalientes 57 Generales y gobernadores y 95 representantes de unos u otros, la mayoría de ellos Coroneles, Tenientes Coroneles, Mayores, Capitanes y hasta Tenientes.

Los Generales y gobernadores que concurrieron personalmente a la apertura de las sesiones de la Convención, fueron los siguientes:

Ernesto Aguirre, Eugenio Aguirre Benavides, Isaac Arroyo, Fidel Avila, Mateo Almanza, Felipe Angeles, Santos Bañuelos, Lucio Blanco, Rafael Buelna, Daniel Cerecedo Estrada, Juan Cabral, Pedro Carvajal, Saturnino Cedillo, Severino Ceniceros, José Trinidad Cervantes, Calixto Contreras, Manuel Chao, Tomás Domínguez, Martín Espinosa, Andrés Galeana, Guillermo García Aragón, Leobardo Galván, Máximo García, Macario Gaxiola, Salvador González, Eulalio Gutiérrez, Rosalío Hernández, Eduardo Hay, Cipriano Jaimes, Miguel V. Laveaga, José Inocente Lugo, Raúl Madero, Francisco de P. Mariel, Esteban Márquez, Julián C. Medina, Pánfilo Natera, Alvaro Obregón, Matías Pazuengo, Orestes Pereyra, Ramón Sosa V., Martín Triana, Ildefonso Pérez, José Isabel Robles, Alfonso Santibáñez, Vicente Salazar, Martiniano Servín, Dionisio Triana, Jesús U. Trujillo, Tomás Urbina, Antonio I. Villarreal, Fortunato Zuazua y los gobernadores Carlos M. de la Vega, de Zacatecas, y Eduardo Ruiz, de Colima.

Generales y gobernadores que enviaron delegados.

El General Lucio Blanco asistió a las primeras juntas, nombrando al marcharse a la ciudad de México, para ponerse al frente de sus fuerzas, como su representante, al Coronel Ramón Oyervides. Los demás Generales y gobernadores estuvieron, respectivamente, representados por los siguientes milites:

Alfredo Elizondo, Coronel Salvador R. Alcaraz; Eduardo Carrera G., Coronel Vito Alessio Robles; Herminio Alvaréz, Coronel Isabel P. Balderas; Alfredo Ricaut, Coronel Atilano Barrera; licenciado Jesús Acuña, gobernador de Coahuila, Capitán Francisco Betanzos; Alberto Fuentes D., gobernador de Aguascalientes, Coronel David Berlanga; J.M. Acosta, Mayor José Casta; A. Medina, Teniente Coronel Rafael Cárdenas; Abraham Cepeda, Teniente Coronel Guillermo Castillo Tapia; Felipe Riveros, gobernador de Sinaloa, Mayor Mauricio Contreras; Pedro C. Colorado, Mayor José T. Cantú; Víctor Monter, Capitán Elfego Chargoy; Benjamín Garza, Capitán Félix Durán; Gonzalo Novoa, Coronel Carlos Domínguez; Isidro Cortés, Capitán Valentín R. Flores Garza; Juan Lechuga, Teniente Coronel Agustín García Balderrama; Alejo González, Mayor Guillermo Gaona Salazar.

Francisco Villa, Coronel Roque González Garza; Juán Dosal, Capitán Jesús Gaza; Gustavo Elizondo, Teniente Coronel Eduardo C. Gonzalez; licenclado Pablo A. de la Garza, gobernador de Guanajuato, Mayor Ramón Gámez; ingeniero Eleuterio Avila, gobernador de Yucatán, Coronel Ricardo González; Tomás Ornelas, Capitán Luis González; Carlos C. Echeverría, Jefe Político del Territorio de Tepic, Coronel Felipe Gutiérrez de Lara; Jesús Dávila Sánchez, Coronel Lázaro J. Hernández; Fortunato Maycotte, Coronel Juan Hernández García; Martín Castrejón, Coronel Encarnación León; Benjamín G. Hill, Teniente Coronel Julio Madero; Ernesto Santos Coy, Mayor Dionisio Marines Valero; Eugenio Aviña, Mayor Francisco Mancilla; Francisco Cossío Robelo, Teniente Coronel Renato Miranda; Máximo Rojas, Coronel Pedro M. Morales; Rámón F. Iturbe, Teniente Alberto Montaño.

Angel Flores, Coronel Félix Ortega; José María R. Cabanillas, Capitán Manuel Ortega; Francisco Urbalejo, Capitán José H. Osterman; José de la Luz Romero, Teniente Coronel Miguel Peralta; Sergio Pazuengo, Mayor Rafael Pérez; José María Maytorena, gobernador de Sonora, Capitán Alberto B. Piña; Emiliano P. Nafarrete, Mayor Jacinto Ramírez; Abel Menchaca, Coronel Daniel Ríos Zertuche; Juan Carrasco, Mayor Manuel Roncal; Pablo González, Coronel Alfredo Rodríguez; A. Garcilazo, Jefe Político del territorio de Quintana Roo, Coronel José Rodríguez Cabo; P. Hernández, Coronel Adolfo Francisco Salinas; Alejo Mastache, Coronel Rosario L. Santana; Jesús Agustín Castro, gobernador de Chiapas, Teniente Coronel Filiberto Sánchez; A. Portas, Coronel Guadalupe Sánchez; Alfredo Aburto Landero, Teniente Coronel Manuel Serrano Tamez; Federico Montes, Mayor José Siurob; J. Mucel, gobernador de Campeche, Teniente Coronel Benjamín C. Silva; Antonio de P. Magaña, Mayor José Sainz.

Francisco Coss, gobernador de Puebla, Coronel Rafael de la Torre; Gertrudis Sánchez, gobernador de Michoacán, Coronel Sabás Valladares; Miguel M. Acosta, Coronel Samuel G. Vázquez; Jacinto B. Treviño, Coronel Samuel M. Santos; Ignacio Pesqueira, Coronel Joaquín V. Cazarín; Anastasio Pantoja, Mayor Alejandro Aceves; Manuel M. Diéguez, Teniente Coronel Fermín Carpio; Francisco Murguía, Teniente Coronel Carlos S. Fierros; Rómulo Figueroa, Coronel Francisco Figueroa; Trinidad Rojas, Capitán Germán García Lozano; Abraham García, Coronel Alfonso J. Herrera; Pilar R. Sánchez, Mayor Alfredo M. Jaimes; Heriberto Jara, gobernador del Distrito Federal, Coronel Marcelino Murrieta; A. Camacho, Coronel Félix Neira Barragán; Agustín M. Galindo, CoroneÍ Enrique W. Paniagua; Joaquín Amaro, Coronel Miguel M. Ramos; Nicolás Flores, gobernador del Estado de Hidalgo, Mayor Leopoldo Ruiz; Cesáreo Castro, Coronel Federico Silva; T, Gómez, Coronel Ignacio Vallejo; Luis F. Domínguez, Capitán Francisco Vela, y Luis Caballero, gobernador de Tamaulipas, Coronel Bibiano Saldívar y Cervantes.


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