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Capítulo 19

Maniobras, recelos y ambiciones y la invitación al Ejército Libertador del Sur.

Aguascalientes habíase convertido en la ciudad del bilimbique. Allí circulaban con profusión billetes de todas clases y denominaciones, desde las sábanas villistas, toscamente impresas, hasta los dos caras, con los retratos de Madero y de don Abrahám González, además de los billetes de las dos emisiones carrancistas.

Después de la jura ante la bandera, acto solemne, en el que cada uno de los delegados subió al escenario, y extendiendo la mano derecha expresó en voz alta: Protesto por mi honor de ciudadano armado, cumplir y hacer cumplir los acuerdos de esta soberana Convención, firmando, primero en la seda de la bandera patria, y después en un libro encabezado por el mismo solemne juramento, a propuesta del delegado Eduardo Hay, se aprobó que la asamblea se declarara soberana y que se ordenase a las autoridades del país se izara la bandera nacional en todos los edificios públicos.

Al levantarse la sesión vespertina del día 15 de octubre de 1914, la ciudad de Aguascalientes presentaba un aspecto de alegría desbordante. Todos los hoteles y todas las calles rebosaban de gente entusiasta enardecida por la jura de bandera y por los compases del Himno Nacional, que hicieron derramar lágrimas a los delegados y a los concurrentes. Todos consideraban que el país y la revolución se habían salvado. Y todos estaban de acuerdo en que era necesario para afianzar la paz, sacrificar, privándolos de sus cargos y mandos, a don Venustiano Carranza y a los Generales Alvaro Obregón, Pablo González, Francisco Villa y Emiliano Zapata.

Entusiasmo, ebriedad y ambiciones desaforadas.

Pero a la ebriedad del entusiasmo siguió, naturalmente, la embriaguez del alcohol y en Aguascalientes reinó toda esa noche una batahola infernal, una algarabía desenfrenada, con gritos estentóreos y balazos a las lámparas del alumbrado público, predominando entre todas las aclamaciones los vivas a Villa. Se registraron algunos incidentes desagradables, entre ellos los de que algunos oficiales y soldados obligaron, pistola en mano, a varios delegados a vitorear al Centauro del Norte.

Los delegados de la División del Norte, en número de treinta y seis, estaban en notoria minoría. Al principio, temieron que más de cien delegados considerados de filiación carrancista, ratificaran su confianza al Primer Jefe. Pero tal desconfianza cesó en lo absoluto al enterarse de que los Generales Antonio I. Villarreal y Eduardo Hay, a quienes se creía adictos a Carranza, se acercaban sonrientes a cada uno de los delegados, inclusive a los de la División del Norte, en solicitud de apoyo y de votos para sustituir al Primer Jefe en la Presidencia de la República. El primero aseguraba que contaba con el apoyo de su primo hermano, el General Pablo González, y con los votos -qué eran muy numerosos- de los Generales de la División del Noreste. El segundo afirmaba que él era el único que podía pacificar al país. Me consta que el General Villarreal exhibía en un pliego numerosas firmas de adhesión a su candidatura presidencial.

En la ciudad de México se tuvieron informaciones precisas de estas actividades, y la prensa, toda adicta a Carranza, decía de Villarreal que los villistas lo habían hecho callar poniéndole en la boca el chupón de la presidencia; aunque este chupón, si hemos de ser verídicos, no le fue colocado por los villistas, sino por los mismos carrancistas, y él lo saboreaba con deleite.

La invitación al Ejército Libertador del Sur.

El General Felipe Angeles presentó en la sesión del día 16 una proposición para que la Convención invitara, por medio de comisionados, al General Emiliano Zapata y a todos los Generales del Ejército Libertador del Sur a que enviaran representantes debidamente acreditados a la asamblea. A raíz de terminada la lectura de esta propuesta por uno de los secretarios, el General Angeles la fundó en un breve discurso en el que expresó que era indispensable obtener la unificación de todos los revolucionarios y la participación de los zapatistas, en todos los debates, para lograr una implantación de las reformas sociales y la paz de la República. La proposición fue aprobada.

Los comisionados y el texto de la invitación.

En esa misma sesión del 16 de octubre, tras algunas discusiones, fueron elegidos los comisionados que deberían marchar a Cuernavaca a invitar a los Generales del Ejército Libertador del Sur. Estos fueron los Generales Calixto Contreras, Leobardo Galván, Felipe Angeles y Rafael Buelna y el Teniente Coronel Guillermo Castillo y Tapia. El General Contreras era un hombre de edad madura y de cabeza blanca; que luchó en Durango en las filas revolucionarias y se incorporó a la División del Norte. En Pedriceña mandó acuñar pesos fuertes, en cuyo anverso se ve el águila mexicana, con las leyendas: Ejército Constitucionalista y Muera Huerta.

Después el Coronel Roque González Garza, representante del General Villa, propuso el texto de la invitación, que sin discusión, fue aprobado. Allí se expresaba que se ponía en conocimiento de Zapata que se había proclamado la soberanía de la Convención, como consecuencia de las gestiones de la Junta Pacificadora de la ciudad de México, de los jefes de los Cuerpos de Ejército del Noroeste y del Noreste, de los de la División del Norte y de los representantes del gobernador de Sonora, José María Maytorena.

Agregábase que en la asamblea habíanse congregado los representantes de las Divisiones del Centro, Sur y Oriente y por lo tanto, la mayoría de los elementos revolucionarios, para dar firme y enérgica resolución a los grandes problemas nacionales. Expresaban que los principios de honradez, justicia y mejoramiento popular, por los que Zapata y sus compañeros habían venido luchando, eran los mismos por los que, los allí reunidos, habían combatido y estaban dispuestos a defender.

Terminaba la invitación diciendo que la labor de la convención resultaría incompleta si no se emplearan todos los medios para conseguir la representación de ustedes, ha acordado haciendo un llamamiento a su reconocido patriotismo y al de todos los señores Generales del Ejército Libertador del Sur a que concurran por sí o por medio de representantes, a discutir y resolver las amargas dificultades que nos han dividido, y que seguramente, dado el espíritu de cordialidad que nos anima y el buen deseo que campea en nuestra asamblea, habrán de ser resueltos en breve plazo, en la forma que las necesidades imperiosas del país y el prestigio de nuestra Patria lo requieran ...

La invitación fue firmada por el Presidente de la asamblea, los dos Vicepresidentes y los cuatro Secretarios.

Augurios siniestros y gran optimismo.

Ese mismo día llegaron telegramas de todas partes que significaban augurios siniestros. Mensajes de Sonora en que Maytorena informaba que el General Benjamín Hill continuaba hostilizando a sus tropas, y telegramas de Hill en que se quejaba de que Maytorena continuaba atacando la plaza fronteriza de Naco. Mensajes de Carranza en los que comunicaba que los zapatistas seguían hostilizando a las avanzadas de sus tropas en el valle de México y en los Estados de Puebla y de México. Otros del General Luis Gutiérrez en que decía que fuerzas villistas habían atacado a fuerzas carrancistas en Seguín y General Cepeda, las dos poblaciones del Estado de Coahuila.

Para colmo, uno de los Secretarios dio lectura. a un telegrama firmado por un agente carrancista en los Estados Unidos, en que decía que Félix Díaz había pasado la línea fronteriza para unirse a las fuerzas del General Villa.

Como movido por un resorte, se levantó el General Eugenio Aguirre Benavides, jefe de la Brigada Zaragoza, de la División del Norte, y expresó indignado:

Que pase para que le ocurra lo que a Bonales Sandoval.

El acabado de mencionar era un individuo muy activo. Fue acérrimo partidario del General Bernardo Reyes. Visitó al General Villa cuando éste estuvo preso en la Prisión Militar de Santiago Tlatelolco, ofreciéndole servirle de defensor. En la cuartelada de la Ciudadela fue uno de los felicistas más prominentes y cuando Victoriano Huerta salió del país, Bonales Sandoval traspuso la frontera norte. A fines de septiembre se introdujo a Chihuahua para hacer gestiones en favor de Félix Díaz. Villa lo mandó fusilar.

Ocho días después de su fusilamiento, en la Convención que se congregó en la ciudad de México, el licenciado Luis Cabrera, considerado como el director intelectual de Carranza, ignorando la ejecución de Bonales Sandoval, expresó en un discurso, que éste era uno de los políticos que figuraban en torno de Villa y que no sería extraño que fuera a Aguascalientes, entre los representantes de la División del Norte; Villa, indignado por esta agresión de Cabrera, le dirigió un mensaje concebido en los siguientes términos:

El día 26 de septiembre fue fusilado Bonales Sandoval. Atentamente invito a usted para que venga a ver su cadáver y se convenza cómo trata esta División del Norte a los políticos intrigantes.

Un extraño receso de la Convención.

Al terminar la sesión vespertina del viernes 16 de octubre se presentó una extraña proposición para que no hubiera sesiones en los días 17 y 18, reanudándose éstas hasta el lunes 19 de octubre. Era que ni Carranza, ni sus consejeros, ni los Generales que habían mandado representantes no podían explicarse la actitud casi unánime de los mismos para repudiar al Primer Jefe. Y tanto Carranza como los Generales que le eran adictos, requerían urgentemente la presencia de sus representantes y amigos para que explicaran el para ellos extraño ambiente de la asamblea revolucionaria. Muchos delegados urgidos por sus poderdantes para que se presentasen ante ellos, pidieron el aplazamiento de las sesiones hasta el lunes 19 de octubre. De esa manera, podrían disponer de dos días de asueto, que seguramente pensaron utilizar en cambios de impresiones y conferencias para presentar un frente único.

Las actividades de algunas fuerzas adictas a Carranza eran sintomáticas. Las que estaban a las órdenes directas del General Pablo González estaban tendidas desde Querétaro hasta Lagos, y su jefe había establecido el Cuartel General en la ciudad de Querétaro.

También era muy sospechosa la actitud de la prensa de la capital. Toda bajo el dominio económico y político de Carranza, hacía un pésimo ambiente a la Convención. Se inventaban muchas noticias y las que transmitían por telégrafo, sus corresponsales y enviados, eran cambiadas y tergiversadas. Asegurábase que la ciudad de Aguascalientes estaba rodeada de tropas villistas y que los delegados no tenían libertad para deliberar pues sus vidas estaban seriamente amenazadas por pistoleros de la División del Norte que puñal en mano hacían votar decisiones contrarias a las convicciones de la mayoría de los delegados, pretendiendo explicar así la causa de que una asamblea integrada por muchos adictos al Primer Jefe, se hubiera transformado en un grupo decidido a sacrificarlo, expulsándolo del poder. Sólo el ambiente de terror y sangre que imperaba en Aguascalientes -aseguraban los periódicos de la capital- podía haber transformado el espíritu de la asamblea.

Con la oposición de los delegados de la División del Norte, se aprobó el receso de la Convención por dos días.


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