Índice de La Convención Revolucionaria de Aguascalientes de Vito Alessio Robles | Capítulo anterior | Capítulo siguiente | Biblioteca Virtual Antorcha |
---|
Capítulo 2
La División del Norte marcha hacia el sur y prepara la expugnación de Zacatecas.
Dimos a conocer en el capítulo anterior los telegramas cambiados entre don Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, que se encontraba en Saltillo, y el General Francisco Villa, Jefe de la División del Norte, que tenía su Cuartel General en Torreón, en el lapso comprendido entre el 10 y el 14, inclusive, de junio del año de 1914. También transcribimos la conferencia telegráfica sostenida entre los dos jefes citados el día 12 de junio.
Carranza ordenó que Villa mandara auxiliar a los Generales Natera y Arrieta, que habían atacado la plaza de Zacatecas por órdenes expresas del Primer Jefe, sin buen éxito. El refuerzo ordenado debería consistir en un destacamento, primero de tres mil hombres, y después de cinco mil, a las órdenes de un General subalterno de Villa. Este propuso marchar él a Zacatecas con toda la división de su mando. Carranza insistió en que se obedecieran sus disposiciones. Villa, en la conferencia telegráfica, presentó su dimisión como Jefe de la División del Norte. Carranza, incontinenti, la aceptó, ordenando que se reunieran todos los Generales de la mencionada división para que eligieran, con el carácter de interino, al que debía substituir a Villa. Los Generales de la División del Norte se negaron a obedecer la disposición de Carranza, expresando que deseaban seguir luchando a las órdenes de Villa, y que sus gestiones hechas cerca de este jefe para que siguiera al frente de la División habían tenido buen éxito.
Inminencia de un rompimiento entre Carranza y la División del Norte.
Los últimos telegramas de los Generales de la División del Norte implicaban una desobediencia a las órdenes del Primer Jefe del Ejército Constitucionalista. Expresaron que su resolución irrevocable era la de seguir a las órdenes de Villa, como si ningún acontecimiento desagradable hubiera tenido lugar y que prontamente marcharían al Sur.
Pero el mismo 14 de junio insistió Carranza, dirigiendo a los Generales de la División del Norte, el siguiente telegrama:
Su mensaje hoy. Al haber mandado que se reunieran ustedes para que me indicaran el Jefe que en su concepto debería sustituir en el mando de la División del Norte al señor General Villa, que acaba de hacer dimisión de él ante esta Primera Jefatura del Ejército, lo hice únicamente para evitar en lo posible dificultades que pudieran haberse suscitado entre ustedes, si el que yo hubiera nombrado no fuera el más apropiado para desempeñar tal cargo; pues ustedes saben que es de las atribuciones de esta Primera Jefatura hacer tal designación. En vista del contenido del mensaje de ustedes, de hoy, podría yo designar el jefe que deba sustituir al señor General Villa en el mando; pero antes de hacerlo deseo proceder aún de acuerdo con ustedes, para lo cual creo conveniente que vengan a esta ciudad (Saltillo) mañana, para tratar este asunto, los Generales Angeles, Urbina, Maclovio Herrera, Toribio Ortega, Eugenio Aguirre Benavides y Rosalío Hernández.
La respuesta inmediata fue la siguiente:
Señor don Venustiano Carranza:
Su último telegrama nos hace suponer que usted no ha entendido o no ha querido entender nuestros dos anteriores. Ellos dicen en su parte más importante, que nosotros no tomamos en consideración la disposición de usted que ordena deje el General Villa el mando de la División del Norte, y no podríamos tomar otra actitud en contra de esa disposición impolítica, anticonstitucionalista y antipatriótica.
Hemos convencido al General Villa de que los compromisos que tiene contraídos con la Patria, lo obligan a continuar al mando de la División del Norte, como si usted no hubiera tomado la malévola resolución de privar a nuestra causa democrática de su jefe más prestigiado, en quien los liberales y demócratas mexicanos tienen cifradas sus más caras esperanzas.
Si él lo escuchara a usted, el pueblo mexicano, que ansía el triunfo de nuestra causa, no sólo anatematizaría a usted por solución tan disparatada, sino que vituperaría también al hombre que en camino de libertar a su país de la opresión brutal de nuestros enemigos, abandonaba las armas por sujetarse a un principio de obediencia, a un jefe que va defraudando las esperanzas del pueblo, por su actitud dictatorial, su labor de desunión en los Estados que recorre y su desacierto en la dirección de nuestras relaciones exteriores.
Sabemos bien que esperaba usted la ocasión de opacar un sol que opaca el brillo de usted y contraría su deseo de que no haya en la Revolución hombre de poder que no sea incondicional carrancista; pero sobre los intereses de usted están los del pueblo mexicano, a quien es indispensable la prestigiada y victoriosa espada del General Villa.
Por lo expuesto participamos a usted que la resolución de marchar hacia el Sur es terminante, y por consiguiente no pueden ir a esa (Saltillo) los Generales que usted indica. De usted atentamente.
Calixto Contreras, por sí y por el General Tomás Urbina, Mateo AImanza, Trinidad Rodríguez, Severino Ceniceros, Eugenio Aguirre Benavides, José E. Rodríguez, Orestes Pereyra, Martiniano Servín, José Isabel Robles, Felipe Angeles, Rosalío G. Hernández, Toribio Ortega, Maclovio Berrera, Máximo García.
El General Manuel Chao, que llegó a Torreón el 15 de junio, por medio de un telegrama dirigido al Primer Jefe, se solidarizó con el mensaje que le dirigieron sus compañeros de la División del Norte.
Concentración en las cercanías de Zacatecas y preparación del ataque a dicha plaza.
Tras los mencionados telegramas, la División del Norte se presentó para marchar hacia Zacatecas. Se enviaron trenes de reparación para poner la vía en estado de que pudieran pasar los trenes. El 17 de junio comenzó el embarco de las tropas. La artillería, a las órdenes del General Felipe Angeles, lo hizo en cinco trenes. El último descarriló al salir de Torreón. Casi todas las brigadas hicieron la marcha llevando como jefe al General Tomás Urbina. La Brigada Robles, por enfermedad de su jefe, iba a las órdenes del General Eugenio Aguirre Benavides; la Brigada Zaragoza, marchó al mando del Coronel Raúl Madero; la Brigada Cuauhtémoc, encabezada por el General Trinidad Rodríguez; el General Manuel Chao, con trescientos hombres; el General Ceniceros, con la Brigada Juárez; el General José Rodríguez. Casi todos los Generales de la División del Norte.
El viaje fue muy lento a causa del mal estado de la vía. El 19 en la mañana la vanguardia llegó a Estación Calera a veinticinco kilómetros de Zacatecas. Allí, el General Urbina, cuyos convoyes habían precedido a los de la artillería, ordenó el desembarco.
El General Angeles, según los asientos de su diario, por disposición del General Urbina, tomó la iniciativa para hacer el reconocimiento y distribuir las tropas alrededor de Zacatecas, en posiciones cercanas, de donde partieran para el ataque. Marcharon desde luego a Morelos, en donde se registró un combate iniciado por un puesto de observación del enemigo.
El 20 de junio, el General Pánfilo Natera visitó al General Angeles. Juntos marcharon a Vetagrande. El segundo asentó en su diario:
En la cima del cerro cercano vimos un panorama hermoso. A la derecha el valle de Calera y Fresnillo, muy grande, y muy allá abajo, con muchos poblados disueltos en la radiosa luz de la mañana. Al frente, un extremo de la ciudad de Zacatecas, entre los cerros del Grillo y de la Bufa; dos formidables posiciones fortificadas. Entre los dos cerros, allá en el fondo, detrás de la punta visible de la ciudad, el cerro de Clérigos. Detrás de la Bufa, una montaña coronada por una meseta muy amplia, azuleando en la lejanía, bajo algunas nubecillas vaporosas, como copos de algodón ingrávido. A nuestra izquierda, un talweg que arranca casi de nuestros pies y remata cerca de Guadalupe; pueblo que no se ve, pero que se adivina detrás de un cerrito cónico. En la misma dirección, y más lejos, el espejo de una laguna, en cuyas orillas se ven alegres caseríos. Y entre nosotros y Zacatecas dos líneas de lomeríos, una hacia el Grillo y la otra hacia la Bufa, partiendo de las ruinas de un caserío de adobes, que fue en otro tiempo la Mina de la Plata.
Allí tendría lugar seguramente la parte más importante de la batalla. De allí no podía desprender los ojos. Poco a poco me fui dirigiendo a ese campo futuro de batalla ... Sería bueno, dije al simpático General Natera ... que la escolta avanzara a ese caserío (la Mina de la Plata) y se apoderara de él, para que viéramos más de cerca y con tranquilidad. Al pasar la escolta por el camino del puerto, tronó repetidas veces el cañón de la Bufa y después se oyó el tiroteo de la lucha en el caserío, que al fin fue tomado por la escolta mandada por el Mayor Caloca ...
Ordené al Mayor Bazán que en la tarde marchara con los dos primeros grupos a Vetagrande y que en la noche emplazara esa artillería en posiciones desenfiladas, que batieran el Grillo y la Bufa ... Fui a visitar al General Urbina, alojado en la Casa Municipal. Estaban con él, Natera, Triana, Contreras y otros oficiales. Ya habían convenido en que las tropas de los tres últimos Generales mencionados, más las de Bañuelos, Domínguez y Caloca irían a Guadalupe a tomar posiciones ... (para que sirvieran de sostén a la artillería emplazada en Vetagrande), el General Urbina ... me envió parte de su brigada, la brigada al mando del General Ceniceros, y un regimiento de la Brigada Villa.
Un enviado del General Maclovio Herrera fue a buscarme a Morelos y a recordarme que le había prometido ir a visitarlo para estudiar el terreno desde el purito de vista del empleo de la artillería ... Encontramos al General Herrera en San Antonio ... Subimos a una lomita ... Frente a ella había otra baja también, y luego otra más alta, bien ocupada por el enemigo y dominada muy de cerca por el Grillo y la Bufa. A la derecha estaba el cerro de Clérigos ...
¿Ve usted, General -me decía- aquella mina? Esa es el Rayo, ¿y aquellas otras casas, aquel corralón largo? Allí hay muchos pelones; pero mándenos usted unos dos cañones y les pegamos hasta debajo de la lengua. ¿Aquí estará bueno para tirar sobre aquellas posiciones?
No, aquí está muy lejos -contesté-. Voy a mandar seis cañones que tengo disponibles, pero no los emplacen aquí; por lo menos en esa lomita de enfrente, y mejor sería por allá del lado derecho. Hay que acercar los cañones para ver más claramente que se está batiendo al enemigo; y no hay que tirar más que cuando la infantería se lanza al asalto. Ya saben, la artillería intimida; cuando el cañón truena, el enemigo se esconde y nuestra infantería avanza; cuando el enemigo se atreve a sacar la cabeza, ya tiene la infantería nuestra encima, y abandona apresurado la posición.
La misión de Natera y los combates preliminares.
Llegó a Vetagrande un enviado del General Natera y entregó al General Angeles un pliego. Preguntaba si el ataque se iniciaría ese día (21 de junio) y qué misión tendrían sus tropas. Angeles escribió en su Diario:
Le contesté, también por escrito, que no creía yo que ese día comenzara el ataque: primero, porque aún no había llegado el General Villa y él debería ser quien dirigiera la batalla; segundo, porque no habían llegado (todas) las tropas y era una falta militar no emplear todas las disponibles, y tercero, porque aún no habían llegado las municiones y no debía principiarse la batalla sin las municiones de reserva.
En cuanto a la misión que incumbiría a sus tropas, cuando atacaran Guadalupe, creía yo que debía ser doble: primera, impedir la llegada de refuerzos de Aguascalientes, destruyendo la vía férrea y destacando tropas para detener esos refuerzos; segunda, impedir la salida de la guarnición de Zacatecas, por el rumbo de Guadalupe hacia Aguascalientes, por medio de tropas situadas en Guadalupe y sus inmediaciones. Ambas tropas deberían estar ligadas para prestarse mutuo apoyo.
Las baterías recibieron orden de no tirar, a pesar del fuego del adversario. Los cañones del Grillo y de la Bufa tronaban siempre, y los artilleros de la División del Norte, inmóviles, recibían las granadas enemigas.
A la derecha, en la mina del cerro de Loreto, el enemigo se batía con las Brigadas Villa y Cuauhtémoc. Allá en el extremo diametralmente opuesto a la posición de la artillería, las Brigadas Chao y Herrera se batían. El General Angeles dispuso el día 22 de junio, que al iniciarse el combate, el General Ceniceros y el Coronel José Herón González tomarían el cerro de la tierra negra, vecino de la Bufa, bajo el amparo del fuego de las baterías de Saavedra. Raúl Madero tomaría el cerro de la tierra colorada (el de Loreto), bajo el amparo de las baterías de Jurado, al mismo tiempo que atacaran por la derecha las tropas que vendrían con el General Villa.
En la mañana del 23 de junio, por el rumbo de Vetagrande, se escuchó un tiroteo. Había llegado el General Villa ... Ordenó que la batalla se iniciara a las 10 de la mañana.
Índice de La Convención Revolucionaria de Aguascalientes de Vito Alessio Robles | Capítulo anterior | Capítulo siguiente | Biblioteca Virtual Antorcha |
---|