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Capítulo 26

Obediencia del General Urbina, hostilidad de Carranza, amenaza del General Benjamín G. Hill y anuncio del envío a la Convención de una comisión del Ejército Libertador del Sur.

La actitud, primero amable y obsecuente, después ambigua, y a la postre resueltamente adversa de don Venustiano Carranza hacia la Convención, comenzó a despertar gran desconfianza entre los delegados y a generar en ellos un marcado escepticismo sobre los resultados pacifistas que se obtendrían en aquella asamblea, a pesar de Ias ardorosas protestas de adhesión de muchos de los principales convencionistas, de sus solemnes juramentos y de sus firmas estampadas en la bandera patria.

Ya varios Generales adictos a Carranza habían tratado de retirar a sus representantes. Otros trataban de sembrar la desconfianza, inventando peligros graves por la proximidad de las fuerzas del General Tomás Urbina, y era evidente que la prensa metropolitana, que estaba enteramente supeditada al Primer Jefe, había iniciado y proseguía con gran vigor una labor de zapa para desprestigiar a la Convención.

La sumisión de Urbina.

En la sesión del 21 de octubre uno de los Secretarios dio lectura a una petición del General Urbina, considerado por la mayoría como una fiera bravía y terrible. Al anunciar que era del propio Urbina se acallaron todos los rumores y los delegados pusieron atención, quizá en espera de un zarpazo. Decía la nota del citado General:

Adjunto me permito acompañarle oficio que recibí de la Comisión Militar en esta ciudad, por el que se me ordena retirarme con mis fuerzas del territorio de Aguascalientes. En tal virtud, solicito se me conceda el permiso correspondiente para efectuarlo a la mayor brevedad, no atribuyéndose mi ausencia ni a falta de patriotismo ni a carencia de voluntad para dar cumplimiento a las disposiciones de esa respetable Convención, sino simplemente a la necesidad de obedecer a la orden gubernativa a que me referí.

Y la orden, firmada por los Generales García Aragón, Avila y Alberto Fuentes, efectivamente disponía que Urbina debería retirarse con todas sus fuerzas del territorio de Aguascalientes. Esta orden era el reflejo del pánico, real o fingido, de algunos delegados por la presencia de las tropas de Urbina en Rincón de Romos, a cincuenta kilómetros de la capital aquicalidense.

Eulalio Gutiérrez, con muy buen sentido, aclaró que la Comisión de Gobierno no tenía facultades para ordenar el retiro de Urbina, sino únicamente el de las fuerzas que estaban a sus órdenes, a menos que él solicitara permiso para retirarse de la Convención, dejando antes un representante debidamente acreditado. La asamblea decidió que Urbina debería continuar concurriendo a las sesiones, y que las tropas de su mando deberían salir del territorio de Aguascalientes.

La actitud de la prensa metropolitana

Después de algunas mociones sin importancia se dio lectura a una iniciativa firmada por los delegados Francisco R. Serrano, Jesús M. Garza y Julio Madero, los tres miembros del Estado Mayor del General Obregón. Solicitaban que la asamblea lanzara una enérgica protesta contra los periódicos capitalinos El Liberal y El Pueblo por su labor de perfidia y división contraria a los principios revolucionarios, y que para evitarla prohibiera el acceso, a las sesiones de la asamblea, a los representantes o corresponsales de los citados diarios, haciendo saber al país la causa que determinó dicha prohibición.

Los tres firmantes eran considerados como los portavoces de Obregón. Samuel M. Santos, uno de los partidarios más adictos de Carranza, informó que no eran los corresponsales allí presentes los que habían escrito lo publicado, malévolamente, en los periódicos de México, afirmando que eran Heriberto Barrón y otros los que escribían esas notas denigrantes para la Convención, y que por tanto no existía ningún motivo para que fuesen expulsados los corresponsales.

Falsas informaciones.

Jesús M. Garza, muy joven y muy nervioso, se irguió para lanzar un gravísimo cargo contra los que dirigían y pagaban los periódicos de la ciudad de México, dijo:

He visto publicado, hoy mismo, un telegrama fechado aquí dirigido por el corresponsal de El Liberal diciendo que el General Obregón pidió a esta Convención que el General Hill pasara a territorio extranjero con todas sus fuerzas, y eso es inexacto. Yo sé que esos señores corresponsales no son responsables; ellos me lo han informado.

Efectivamente, ni el General Obregón ni ningún otro delegado habían presentado a la asamblea una proposición tan descabellada. Se trataba de una bellaca calumnia forjada en las redacciones de la ciudad de México para desprestigiar a los delegados. Y en aquellos momentos los dardos de la prensa se enderezaban, principalmente, contra los Generales Obregón, Villarreal y Hay.

Serrano aclaró también que los corresponsales no eran responsables, agregando que ellos, por vergüenza, deberían abstenerse de servir a periódicos que alteraban sus noticias.

Indignación contra la prensa.

La proposicIón anterior se turnó a la Comisión de Gobernación, a la que se agregó la que en seguida se copia, firmada por los delegados Gabino Bandera y Mata, Felipe Gutiérrez de Lara, José Rodríguez Cabo y Josué M. Benignos, ninguno de los cuales pertenecía a la División del Norte:

Proponemos que esta honorable asamblea proteste contra las aseveraciones de algunos periódicos con respecto a que se tiene presión material, y que por consiguiente en las sesiones de esta Convención no se delibera con toda libertad de criterio.

La protesta del General Hay.

Al celebrarse la sesión vespertina del 22 de octubre llegaron al pórtico del Teatro Morelos los periódicos de la ciudad de México -ediciones del 20 del mismo mes-, que contenían un venenoso artículo de Heriberto Barrón contra la asamblea revolucionaria reunida en Aguascalientes y un editorial del propio diario, dirigido por Ciro B. Ceballos, en que impugnaba en términos gruesos la soberanía de la Convención, que el mismo periódico había defendido en su edición del 3 de octubre. En el mismo número mencionado primeramente se reproducía una protesta del General Hay dirigida a Heriberto Barrón, individuo de triste historial. Decía:

Aguascalientes, 18 de octubre.

Considero su artículo Desconozcamos a don Venustiano como antipatriótico, porque los que hemos luchado, los que hemos sufrido, los que hemos expuesto nuestras vidas en aras de la Patria, logrando evitar sangrientas luchas entre hermanos de ideales, lucha, cuyo final, en caso de realizarse, habría sido la anarquía. Con su pluma instila desconfianza, provocando desunión, y humilla a los que haciendo labor de concordia y de unión, sin ambiciones, sin personalismos, atendemos a salvar a nuestra amada Patria.

Si es usted honrado y patriota, venga a esta capital a estudiar el espíritu de concordia y patriotismo que rige a esta soberana Convención, para que después, mediante el patriotismo, descargue y deshaga con su pluma, lo hecho. Debe usted dar satisfacción a los que siempre hemos demostrado nuestro patriotismo y sufrimiento; creo que no merecen se presenten desvirtuados y malinterpretados los actos de los que por tales conceptos hemos luchado y siempre lucharemos.

La protesta del General Obregón.

El General Alvaro Obregón también envió un telegrama de protesta, concebido en los siguientes términos:

Aguascalientes, 18 de octubre.

Señor Heriberto Barrón.

Me refiero al editorial publicado por usted en El Liberal, de ayer sábado 17, con la energía con que siempre he protestado contra todos los actos injustificados. Protesto hoy contra la actitud de usted en estos momentos solemnes para la Patria, prejuzgando con ligereza sin nombre, a un grupo de patriotas que no tienen más crimen que el de haber ofrecido sus vidas a la Patria, y de estar hoy reunidos en soberana Convención, para solucionar los difíciles problemas que a la República se presentan.

El artículo Desconozcamos a don Venustiano, que motivó las protestas de los dos Generales supracitados, era una encendida y ardorosa apología de Carranza y constituía una tremenda requisitoria para todos aquellos que pretendían desconocer la autoridad del Primer Jefe. Expresaba que don Venustiano fue el único entre dieciséis millones de habitantes atemorizados ante el audaz golpe de Estado de Huerta, que sin vacilaciones, inmediatamente que recibió el telegrama del usurpador, participándole que se había apoderado del gobierno, decidió desconocerlo.

Barrón enumeraba todos los merecimientos de Carranza, para concluir que los revolucionarios que pretendían desconocer la autoridad del Primer Jefe, eran unos traidores que podían equipararse con los pretorianos de Victoriano Huerta.

Las finalidades de una pluma de ganso.

El célebre Heriberto Barrón, contestó a Obregón y a Hay. Su respuesta se insertó en la misma edición del diario El Liberal. La parte medular de ella, que es casi idéntica a la que dio al General Hay, puede condensarse en el siguiente párrafo:

Si usted lee con serenidad mi artículo, verá claramente que en él me limito a enumerar los servicios prestados por el señor Carranza a la Revolución y a hacer consideraciones generales sobre el rumor que circula insistentemente, de que hay quienes pretenden secundar a los que lo han desconocido, en vez de inducir a éstos a volver sobre sus pasos y reiterarle su obediencia, subordinación y confianza, lo cual sería una obra altamente meritoria y patriótica.

La actitud el General Benjamín Hill.

El General Hill combatía con ardor digno de mejor causa, a los soldados de Maytorena, a pesar de las reiteradas órdenes de cesación de hostilidades transmitidas por la Convención, a través de Carranza. Su obstinada actitud se prestaba a numerosas conjeturas. La misma edición de El Liberal dio la clave de su conducta. Allí apareció la siguiente nota:

En la Secretaría Particular del Primer Jefe, se nos proporcionó anoche, copia del siguiente mensaje que dirigió al señor Carranza el General Benjamín G. Hill:

Douglas, Arizona.

Vía Laredo,

19 de octubre.

Señor Venustiano Carranza, Primer Jefe.

Muy urgente. Hoy digo a mi representante Julio Madero, en Convención, lo siguiente:

Al darle nuestro voto para que nos representara en Convención, ha sido para que usted en compañía de los demás Generales, traten de zanjar dificultades existentes y no para erigirse en soberana de nadie ni de nada, y mucho menos desconocer autoridad del Primer Jefe, por lo que nunca pasarán tropas de mi mando.

Salúdolo afectuosamente.

B.G. Hill.

Era de presumirse que muchos Generales y gobernadores que no concurrieron personalmente a la Convención, asumirían, llegado el caso del cese de Carranza, igual actitud.

Noticias sobre el próximo arribo de los zapatistas.

Al finalizar la sesión, se tuvieron noticias del próximo arribo de representantes del Ejército Libertador del Sur, con la lectura del siguiente mensaje:

De México, D.F ., el 22 de octubre de 1914.

General Antonio I. Villarreal.

Aguascalientes.

Díceme de Cuernavaca, el General Felipe Angeles, para transmitir a usted:

Como tuve el honor de comunicar a usted, ayer se trasladó comisión de que formo parte, a esta capital; tanto durante el trayecto como a nuestra llegada a Cuernavaca, fuimos recibidos con cortesía y cordialidad. Estuve conferenciando con el General Zapata, quien me comunicó que enviará una comisión con nosotros, que saldrá mañana para México y Aguascalientes.

Atentamente,

General Felipe Angelés. Manuel Palafox.

El General en Jefe de la División de Caballería.

Lucio Blanco.

Tras breve discusión, la asamblea acordó que el plazo fijado -22 de octubre-, para esperar el arribo de los miembros del Ejército Libertador del Sur, se prorrogara hasta el 26 del mismo mes.


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