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Capítulo 27

Nuevas maniobras para la disolución de la asamblea y muy regocijados concilíabulos futuristas.

Tarea difícil es la de estudiar la actuación de una asamblea, cuyo examen no debe concretarse únicamente al análisis de la parte ostensible, es decir, a los debates. Deben tenerse en cuenta otros muchos factores, tales como las características de los delegados, las presiones directas que sobre ellos se ejercían, las ligas que tenían con sus jefes y con sus compañeros de armas, las campañas de prensa, las ambiciones personales que animaban a varios de ellos y la impreparación de muchos. En aquella asamblea en que campeó siempre la mayor buena fe y el deseo de llegar a resoluciones benéficas para la patria, tuvieron un gran peso las maniobras realizadas entre bastidores, muy importantes dadas las circunstancias de que muchas de las presiones procedían de superiores jerárquicos que no concurrieron personalmente y designaron representantes suyos ante la asamblea.

Esos superiores que habían concedido poderes amplios a sus representantes, exigían de éstos, unos que se retiraran de la asamblea; otros, que se impusieran con la finalidad de que las reuniones se efectuaran en otra parte, y algunos más, que apoyaron decididamente la candidatura presidencial del General Antonio I. Villarreal, que ya contaba con más de ochenta adhesiones.

Las inquietudes de los delegados.

El que esto escribe, vivió aquellos tormentosos momentos. Dispone de casi todas las versiones taquigráficas de los debates. Y escribió en aquellos días sus impresiones diarias, en forma de memorias, en apuntes hechos a pluma, en que la tinta aparece desvaída por los años.

Puede asegurarse que en aquellos días, todos los delegados estaban dispuestos a sacrificar sus afectos y simpatías. Estaban conformes en la eliminación de Carranza y de Villa, pues estimaban que con esta medida se conseguiría la unificación de todos los revolucionarios y se lograría la paz en la República.

Antes de que se iniciara la sesión vespertina del 22 de octubre, se formaron grandes corros en el pórtico, en las plateas y en el lunetario del Teatro Morelos. Comentaban con acritud la conducta seguida por la prensa metropolitana contra la Convención. Algunos presagiaban grandes peligros y otros se mostraban confiados exaltando el patriotismo de Carranza, de Villa, de Zapata y de todos los Generales revolucionarios con mando de tropas. Podían escucharse diálogos como los siguientes:

La convención de México.

Carranza sólo reconocerá como legítimas las decisiones de esta Convención en el caso de que él no sea removido del poder. Ya está poniendo en tela de juicio la soberanía de la Convención.

No puede hacerlo -terció otro delegado-. En la ciudad de México se reunió una Convención en la que sólo estaban representados elementos carrancistas; él mismo la instaló, reconoció plenamente su soberanía, y todavía más, en una sesión altamente dramática, le hizo entrega del poder de que estaba investido. ¿Cómo no ha de reconocer la soberanía de una asamblea en la que están representados todos los elementos revolucionarios?

Pero lo de México fue sólo una comedia hábilmente dirigida. El licenciado Luis Cabrera, el cerebro de la Revolución, preparó la escena emocionante. Carranza se presentó ante la asamblea y después de leer un informe sobre su actuación, depositó lisa y llanamente, ante la asamblea, el poder de que está investido, retirándose inmediatamente después. El licenciado Cabrera pronunció un emotlvo dlscurso señalando los pelIgros de aquel momento en que el país se quedaba sin gobierno. La asamblea, asustada, resolvió que debería continuar el Primer Jefe como Encargado del Poder Ejecutivo. Pero al día siguiente, la mayoría de sus miembros, repuesta de la sorpresa, exigió que todos los delegados se trasladasen a Aguascalientes.

Las ideas de don Venustiano.

En una de las plateas ocupadas por una de las bellas espías enviadas desde México, el delegado Daniel Ríos Zertuche, doctor y Coronel, decía:

Apuesto diez contra uno a que Carranza no se retira del poder. Yo le oí el discurso que pronunció en la Quinta Calderón de Monterrey, a raíz de las dificultades que surgieron entre él y los Generales de la División del Norte. Allí dijo: Pese a traidores, no abandonaré el poder aunque se derrumbe el cielo ... y don Venus es hombre de una pieza, que cumple todo lo que ofrece. En todo se parece a Juárez, pasa por todo menos por abandonar la presidencia. De ésta sólo lo sacan muerto ...

Don Venus -interrumpió Alberto B. Piña, representante del gobernador Maytorena- tiene completamente perdida la partida. Los de la División del Norte no lo quieren. Ya lo desconocieron. Lo mismo pasa con los zapatistas. Tiene en contra a Maytorena y a Riveros, gobernadores de Sonora y de Sinaloa. De los demás, sólo hay un reducido grupo que le es incondicional, y no va a poder contrarrestar la fuerza de opinión de muchos que, sin ser villistas, ni zapatistas, ni maytorenistas, desean honradamente que la paz impere en el país. Aquí lo cesan y lo retecesan.

Lo retesacan -terció Felipe Contreras-. Sus elementos más adictos son los de la División del Noreste mandada por el General Pablo González, y ya se le voltearon casi todos. A todos nos consta que ellos hacen intensa propaganda por la candidatura del General Villarreal y hasta juran que la recomienda el mismo General González. ¿Qué le va a quedar, pues, a Carranza?

El General Matías Pazuengo, durangueño corpulento y sincero, de rostro enérgico, cuyas facciones parecían modeladas con hacha, comentó sentenciosamente:

Don Venus es muy águila y sabe mucho. Aconsejado por Cabrera, que es más águila todavía y sabe mucho, y con Heriberto Barrón, especialista en la disolución de asambleas, manejando los periódicos de la capital, nos va a enredar todas las pitas. ¡Ya verán!

El mensaje de un periodista corresponsal.

El cotarro se había aumentado. Uno de ellos exhibió un ejemplar de El Liberal, edición del 21 de abril. Reproducía un telegrama enviado por su corresponsal en Aguascalientes, el hábil periodista Carlos Quiroz. Con el encabezado: Sin los comentarios a que da lugar, publicamos el siguiente telegrama:

Aguascalientes, 20 de octubre.

Los delegados ruegan a El Liberal calme la ansiedad pública que se siente respecto del resultado de la Convención. Desean que el público sepa que es infundada toda desconfianza, pues en el seno de la asamblea reina la mayor cordialidad.

Los mismos delegados aseguran que pronto tratarán sobre el retiro del Primer Jefe, y también sobre el abandono de mando de los Generales Alvaro Obregón, Pablo González y Francisco Villa. Nos dicen que se trata de évitar una futura formación de grandes núcleos de tropas, controlados por un solo jefe, y que con esto se desea evitar posibles dificultades.

Y aseguran que las Divisiones del Noreste, Noroeste, Centro, Oriente y Sur no permitirán el retiro del Primer Jefe sin que hagan lo propio los Generales ya citados.

Por último, manifestaron que para asumir el mando supremo, hay tres candidatos: por la División del Norte, el General Eduardo F. Hay; por el Cuerpo de Ejército del Noroeste, el General Lucio Blanco, y por el Cuerpo de Ejército del Noreste y de las Divisiones del Centro, Oriente y Sur, el General Antonio I. Villarreal. Hasta este momento -nos dicen-, la mayor suma de probabilidades es para el primero. Se habla también de un cuarto candidato de transacción; pero se desconoce su nombre.

El Enviado Especial.

Roque González Garza, exclamó:

Esas noticias parecen proporcionadas por el General Hay. Los delegados de la División del Norte no han lanzado ni apoyan a ningún candidato.

El futurismo presidencial.

La verdad es que en aquellos momentos sólo existían dos candidatos presidenciales: Villarreal y Hay. Y lo más curioso del caso estribaba en que los que hacían labor de propaganda. para suplantar a Carranza, eran individuos considerados como amigos del Primer Jefe. Muchos carrancistas celebraban juntas y hacían circular hojas de compromiso firmadas ya por muchos delegados, para apoyar cualquiera de las dos candidaturas mencionadas.

Hasta se efectuó una junta en una casona de Aguascalientes. A ella fueron invitados los partidarios de Hay y de Villarreal para celebrar -decían- un pacto de apoyo mutuo, y con él contrarrestar el peligro que avizoraban con el próximo arribo de los delegados zapatistas. Estos, según ellos, vendrían a reforzar las endebles filas de los delegados de la División del Norte. Se trataba de una maniobra de los villarrealistas con la mira de que los partidarios de Hay se sumaran a los partidarios de Villarreal para formar un frente único. Se propuso que el candidato que contara con menos firmas u ofrecimientos de votos, se sumara al que tuviera mayoría.

Cuando todos los futuristas se encontraban en lo más acalorado de la discusión sobre los méritos y ventajas de cada uno de los candidatos, hizo irrupción en la sala, el General Hay, y sin más preámbulos, ante la expectación de todos los congregados en la misteriosa junta, dijo con voz solemne:

Señores, sé que todos ustedes tratan de elegirme Presidente de la República, y para que no se crea que ejerzo presión, me voy hoy mismo para León.

Todos se quedaron turulatos ante aquella peregrina salida, que sirvió para unificar el frente futurista, pero no en favor de Hay sino en provecho de Villarreal. Todos los del cónclave, exceptuando al General Martín Espinosa, acordaron allí, sostener la candidatura presidencial del gobernador de Nuevo León.

La asamblea convertida en un pandemonium.

La víspera y el día anterior habían llegado muchas cartas dirigidas a numerosos delegados. Sus poderdantes les exigían que marcharan desde luego a la capital, a recibir instrucciones precisas y terminantes, sobre su actitud en lo atañadero al Primer Jefe. En conversaciones, se anunciaba que para no incurrir en ninguna sanción por su falta de asistencia a las sesiones, se iba a solicitar que se suspendieran todas las actividades de la asamblea desde el día siguiente, 23, hasta el domingo 26 de octubre, inclusive. Se auguraba que dado el carácter militar de todos los delegados, sus superiores jerárquicos, les exigirían que ya no regresaran a la ciudad de Aguascalientes, llegándose hasta el extremo de impedir o cortar el tráfico ferroviario, para impedirles el viaje de retorno.

Apenas iniciada la sesión vespertina suscrita por muchos delegados, se presentó la siguiente iniciativa:

Proponemos a esta H. Asamblea que, en vista de que los trabajos de la Secretaría están muy atrasados y en vista también de que los asuntos de más trascendencia se tratarán hasta que vengan los delegados del Ejército Libertador, se sirva la asamblea acordar se suspendan las sesiones hasta el día veintiséis.

El autor de este artículo era uno de los Secretarios de la Convención. Para desbaratar uno de los pretextos de la iniciativa, informó, lo que era cierto, que los trabajos de la Secretaría estaban al corriente, sin haber ningún retraso en ellos.

Hablaron muchos delegados en medio del mayor desorden. Entre una gritería infernal, el Secretario Marciano González tomó la votación. Hizo la declaración de que había sido rechazada. Hay duda, hay duda, gritaban muchos. Nueva pregunta y nueva declaración: reprobada. Protestas encendidas. Nueva pregunta y nueva declaración: aprobada. Todos gritaban. Se cuentan los votos y vino otra declaración de que la proposición había sido aprobada.

Reconsideración inmediata.

Raúl Madero presentó una proposición para que se reconsiderase la que se acababa de aprobar. El General Eugenio Aguirre Benavides, que contaba con grandes simpatías por su honradez y ponderación, con acento en que se reflejaba la sinceridad, expresó:

Voy a tener que hablar con toda claridad para que la asamblea tome en consideración el importantísimo asunto de que se está tratando.

¿No ha flotado en esta asamblea un espíritu de honda tristeza cuando hemos sabido que el señor Carranza se ha declarado rebelde a ella? ¿Qué pretenden los señores delegados que desean salir de esta Convención, de este grupo que representa a la nación? ¿Estriban sus más íntimas aspiraciones en salir de esta capital del Estado de Aguascalientes, para que probablemente pueda surgir un conflicto que disgregue a esta honorable Convención?

Señores, yo deseo con toda el alma que no salga un solo delegado y que la Convención quede íntegra para resolver los problemas nacionales. (Aplausos, bravos).

Manuel García Vigil, con su voz de barítono, gritó que mientras él se considerara preso en cualquier forma, estaba incapacitado para deliberar y amenazó que o se le dejaba en libertad o dejaría de ser miembro de la asamblea.

Raúl Madero, con palabras ponderadas, fundó su propuesta de reconsideracióh. El General Mariel dijo:

Si el señor Carranza se rebelara contra esta asamblea, yo que paso por carrancista, permanecería aquí cumpliendo con mi deber, desconocería al señor Carranza y apoyaría lo que determinara esta asamblea; y nosotros lo cumpliremos, aunque parodie a Huerta, cueste lo que cueste.

Continuó candente y desordenada la discusión. Se registraron muchos incidentes personales entre González Garza y Villarreal, entre Ruiz y Mariel ... Hablaron muchos. Al fin, el General Hay pidió que el asunto se resolviera en sesión secreta, y tras cuatro horas de debate en que señaláronse las intrigas y maniobras de que era blanco la asamblea, fue reconsiderado el acuerdo de la suspensión de sesiones por tres días.


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