Índice de La Convención Revolucionaria de Aguascalientes de Vito Alessio RoblesCapítulo anteriorCapítulo siguienteBiblioteca Virtual Antorcha

Capítulo 29

La belleza de Aguascalientes, la pauta de don Venustiano Carranza y los anhelos de Villa.

Eran esperados los zapatistas en la noche del sábado 24 de octubre. La mañana del domingo 25 estaba llena de sol. La delegación del Ejército Libertador no se encontraba en Aguascalientes. Llegó la víspera a muy altas horas de la noche, pero el tren especial que la conducía continuó su marcha hasta Zacatecas; para saludar al General Villa y cambiar impresiones con él.

En esa mañana dominical reinaba una calma que parecía precursora de grandes tormentas. Como para ese día no estaba citada sesión de la asamblea revolucionaria, muchos delegados que disponían de convoyes ferrocarrileros, se marcharon desde la víspera a la ciudad de México, o a Querétaro, punto este último en donde se encontraba el General Pablo González. Casi todos los delegados de la División del Norte se marcharon a Guadalupe, población cercana a la capital de Zacatecas, en donde había establecido su Cuartel General el Centauro del Norte.

La belleza de Aguascalientes.

Había renacido la quietud provinciana. Sólo se veían gentes que tranquilamente se dirigían a los templos, como si en aquellos momentos preñados de presagios, no fuera el centro de agitación en donde deberían decidirse los destinos del país. Algunos delegados proletarios, que no disponíamos de trenes especiales, éramos los únicos que hubimos de permanecer en Aguascalientes.

Decidí conocer sus fuentes termales, sus templos, sus palacios, sus plazas y sus jardines. Es una ciudad acogedora que tiene un carácter muy especial e inspira simpatía. Encierra también cierto misterio, pues se asegura que toda la ciudad está atravesada por galerías subterráneas, que decíase, fueron construidas por tribus indígenas que se establecieron ahí antes de la venida de los toltecas. Excavaciones muy recientes han demostrado que estas galerías corresponden a la época colonial, pues las bóvedas son de ladrillos unidos con mezcla, y probablemente se destinaban tales túneles a unir los diversos templos y conventos antiguos.

Son muy agradables las fuentes de aguas termales situadas a muy corta distancia de la ciudad y rodeadas por una bella alameda. El jardín de San Marcos es bellísimo tanto por sus árboles y plantas como por la bella balaustrada de cantería que lo circunda. Puede considerarse como el parque más hermoso del país. La plaza de la Constitución tiene en su centro una alta y esbelta columna jónica, que antes de la consumación de la Independencia sostuvo una estatua del Rey Fernando VIl. En aquella época aseguraban los aquicalidenses, que señala el centro geográfico de la República.

Frente a dicha plaza se encuentra la catedral, con dos esbeltas torres, y también la antigua casona de los marqueses de Guadalupe, ahora convertida en Palacio del Gobierno del Estado. Son interesantes por las pinturas que conservan, las iglesias de San Marcos y San Diego. No se concluía aún la espectacular iglesia de San Antonio, de arquitectura bizarra, formada por un revoltijo de estilos. En la tarde, visité los talleres de deshilados, en donde muchas mujeres habilísimas tejen y bordan maravillas.

El botafuego del Primer Jefe.

En la noche de ese domingo fueron arrebatados los periódicos de la capital al arribo del tren de pasajeros procedente de la ciudad de México. El Liberal, órgano de Carranza, publicaba en primera plana y con grandes encabezados rojos, una refutación del mismo al manifiesto del General Villa, por el cual desde el mes de septiembre anterior, la División del Norte lo había desconocido como Primer Jefe, haciéndole severos cargos, documentos que ya hemos dado a conocer en artículos anteriores. Esa refutación, extemporánea a todas luces en aquellos momentos en que se procuraba la unificación de todos los grupos revolucionarios, era un verdadero botafuego. Transparentaba con toda claridad las ideas y las intenciones de don Venustiano con respecto a la Convención.

Comenzaba diciendo que había dejado circular con toda libertad un Manifiesto que le escribieron en Chihuahua al General Villa ... Se extrañaba de que el hombre que quiso destruir en su cuna, por medio de la violencia, el gobierno democrático del señor Madero, tratara en aquellos momentos de demostrar a la nación y al mundo entero que habían terminado para siempre en nuestro pais los gobiernos impuestos por la fuerza y que sólo aceptaría los emanados de la voluntad popular.

Los tratados de Torreón.

Continuaba en esta forma la refutación de Carranza:

Villa afirma que la División del Norte, que había sido objeto de mis intrigas políticas, temiendo más que cualquiera otra, que fueran defraudados los ideales revolucionarios, propuso de acuerdo con los jefes del Cuerpo del Ejército del Noreste, en los arreglos de Torreón, que se celebrara una Convención sobre bases democráticas, y que yo me rehusé a aceptarla.

No se ha llegado -agregó Carranza- a decir la verdad sobre las conferencias de Torreón y es preciso que el pueblo la sepa. Los convenios de Torreón fueron celebrados a iniciativa de los Generales del Cuerpo de Ejército del Noreste y no de la División del Norte, como afirma Villa, con el objeto de solucionar las dificultades creadas por una de las más graves desobediencias del citado General.

La génesis y el desarrollo de las conferencias de Torreón.

A continuación el Primer Jefe hace el historial de la desobediencia de Villa y de los Generales de la División del Norte, que contrariando órdenes expresas de don Venustiano, marcharon a la plaza de Zacatecas, la expugnaron y obtuvieron una brillante victoria, dando parte al propio Primer Jefe de este triunfo. También refiere cómo intervinieron los Generales del Cuerpo de Ejército del Noroeste para zanjar las dificultades surgidas, mediante proposiciones que elevaron a la consideración de Carranza. Estas proposiciones fueron admitidas algunas y rechazadas o modificadas las restantes. De esta desobediencia y de los resultados de las juntas de Torreón, hemos dado cuenta a nuestros lectores con todo detalle y nos parece ocioso repetirlos.

Sin embargo, debe insistirse que en esas conferencias, entre otros acuerdos, se pactó el siguiente, que fue aceptado por el señor Carranza:

Al tomar posesión el ciudadano Primer Jefe del Ejército Constitucionalista conforme al Plan de Guadalupe, del cargo de Presidente Interino de la República, convocará a una Convención que tendrá por objeto discutir y fijar la fecha en que se verifiquen las elecciones, el programa de gobierno que deberán poner en práctica los funcionarios que resulten electos y los demás asuntos de interés nacional. La Convención quedará integrada por delegados del Ejército Constitucionalista nombrados en juntas de jefes militares, a razón de un delegado por cada mIl hombres de tropa. Cada delegado a la Convención acreditará su carácter por medio de una credencial que será visada por el jefe de la División respectiva.

El General Pablo González, Jefe del Cuerpo de Ejército del Noreste, hizo entrega de las actas de los convenios de Torreón al Primer Jefe quien el 13 de julio dirigió una nota al mismo General González aceptando las cláusulas que lo favorecían y haciendo observaciones a otras. En lo atañedero a la convocátoria e integración de la Convención, don Venustiano arguyó:

Esta Primera Jefatura, después de prestar toda atención a la cláusula de referencia, ha resuelto que al tomar posesión de la Presidencia Interina de la República, conforme al Plan de Guadalupe, convocará a junta a todos los señores Generales del Ejército Constitucionalista con mando de fuerzas, a la que asistirán también los señores gobernadores de los Estados, pudiendo los que no concurran nombrar delegados que al efecto los representen. La junta citada tendrá por objeto estudiar y resolver lo conducente a las reformas de distinta naturaleza que deban implantarse y llevarse a la práctica durante el gobierno provisional, así como también con el objeto de fijar la fecha en que deban llevarse a cabo las elecciones generales y locales en la República. Esto sin perjuicio de que la Primera Jefatura del Ejército Constitucionalista tome desde ahora las medidas que crea más convenientes para el mejoramiento económico de los habitantes de la nación.

Las ideas y la pauta de don Venustiano.

Refiriéndose a este compromiso y a sus observaciones, el Primer Jefe que de acuerdo con los postulados del Plan de Guadalupe y con lo anteriormente transcrito, debió haber asumido la Presidencia de la República, y que sin embargo no lo cumplió, acudiendo al curioso expediente de titularse simplemente Encargado del Poder Ejecutivo, expuso en su refutación:

Se ha pretendido ocultar o desvirtuar los hechos, con el objeto de hacerme el cargo de haberlos contravenido al convocar a una junta de Generales y gobernadores de los Estados en la ciudad de México. Esto último sí era un compromiso para mí dimanado de mi propia voluntad, y por eso lo cumplí. Pero el General Villa, que siempre se escuda con la División del Norte y habla en nombre de ella, aunque sabe muy bien que no todos los Generales, jefes, oficiales y soldados de esa División piensan como él, afirma que si la División del Norte había perdido la confianza en el Primer Jefe, no podía tenerla tampoco en una junta cuyos miembros eran de hecho designados por mí, supuesto que yo era quien tenía facultades para conferir el grado de General y para nombrar los gobernadores de los Estados, por lo que tendría siempre una mayoría asegurada.

Y Carranza comentó en su refutación:

¡Qué grave imputación lanza imprudentemente el General Villa al Ejército Constitucionalista y a sus dignos jefes! ¡Hasta dónde llega la osadía del hombre que por tal de lastimarme, extiende la ofensa a todos sus compañeros de armas! Sepa el General Villa que en el caso de tener una mayoría en esa junta, sería porque la mayoría de los jefes constitucionalistas permanece fiel a su a su palabra de honor, y no por el solo hecho de que yo los haya nombrado Generales.

Tajadas de aire.

Toda la refutación de Carranza constituye una formidable requisitoria contra Villa. Recuerda el caso del asesinato del súbdito inglés Benton, la falta de garantías que ha imperado en Chihuahua, la expulsión de sacerdotes y el cierre de iglesias al culto, las emisiones de papel moneda y el apoderamiento, por parte de Villa, de los productos de las ventas de algodón, minerales, pieles, reses, cereales, de los ferrocarriles, de los préstamos forzosos y de los juegos permitidos por él. Terminaba haciéndole el cargo que tras él se encontraba la reacción, el clero y los federales.

Pero también Carranza discutía el valor de las palabras, es decir, de las tajadas de aire, pretendiendo explicar por qué se designaba a sí mismo Encargado del Poder Ejecutivo, diciendo:

El título de Presidente Interino se deja entender en el Plan de Guadalupe, pero no estando precisado, adopté el que de una manera clara en ese Plan se consigna.

Olvidaba el Primer Jefe que en las observaciones a los Convenios de Torreón sí precisó que debería asumir la presidencia interina de la República. Olvidaba también que en los Tratados de Teoloyucan, autorizados y aprobados por él, se comprometió a quedar investido con el carácter de Presidente Provisional, a su entrada a la capital de la República.

Por lo demás, el mismo Carranza señalaba los escollos de la Convención: él mismo y sus Generales y sus gobernadores desconocerían los acuerdos de la asamblea revolucionaria que lesionaran sus intereses políticos, aunque los representantes de dichos Generales y gobernadores hubiesen hecho mil juramentos de acatamiento y estampado miles de firmas en la bandera patria. Los Generales y gobernadores que esto hicieran -según el criterio del Primer Jefe-, serían los que permaneciesen fieles a su palabra de honor. La suerte estaba echada. ¡Pasarían por todo, menos por la separación de Carranza como encargado del Poder Ejecutivo!

Barruntos de una larga dictadura.

Ya habían transcurrido más de dos meses desde la entrada de don Venustiano Carranza a la capital. Durante ese lapso el país había sido gobernado por un dictador que concentró en su persona las facultades de los poderes legislativo, judicial y ejecutivo. Y la Revolución hecha para restablecer el imperio de la Constitución, por soldados que se llamaban constitucionalistas, estaba en peligro de caer en las garras de una larga dictadura cuyos barruntos eran claros y evidentes con el anuncio de un periodo que se llamaría preconstitucional.

Por eso, Villa al contestar la salutación de los zapatistas, expresó que sus ideales tenían por mira la implantación de reformas sociales y tendían a evitar que continuara el gobierno de un dictador.


Índice de La Convención Revolucionaria de Aguascalientes de Vito Alessio RoblesCapítulo anteriorCapítulo siguienteBiblioteca Virtual Antorcha