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Capítulo 31
El discurso de don Paulino Martinez, el Plan de Ayala y el Plan de Guadalupe.
La actitud de don Venustiano y de sus Generales más adictos era desconcertante para todos los miembros de la Convención. Ya para fines de octubre se apuntaba la rebeldía del Primer Jefe y de los suyos, para acatar los acuerdos de la asamblea revolucionaria de Aguascalientes.
Pero la actitud de los que formaban la delegación del Ejército Libertador del Sur era más desconcertante aún. Los comentarios de los carrancistas eran muy pesimistas.
Ahora resulta -decía uno- que después de haber esperado tanto tiempo, los surianos no envían representantes a la Convención, pues, según las palabras de Angeles, los zapatistas sólo vienen a dar las gracias por los miramientos que la Convención ha tenido con Zapata.
Otro subrayaba, inquiriendo:
¿Qué gato encerrado traen los zapatistas?
Y uno más preguntaba maliciosamente:
¿Qué maquinación les habrá sugerido el General Angeles?
Para dar las gracias -comentaba el Coronel Gregorio Osuna, que había sido ministro protestante, representaba al General Jesús Carranza y se consideraba como el director de los defensores del continuismo de Carranza-, para dar las gracias a la asamblea, bastaba con haber mandado un telegrama. No se requería el envío de veintiseis personas.
Eran muchos los comentarios. Además sabíase que en una casona de Aguascalientes se habían congregado los villarrealistas para discutir la conducta que deberían adoptar en presencia del contingente zapatista.
Suspicacias zapatistas.
La desconfianza es una de las principales características del indio. Y esa desconfianza se había enseñoreado en todos y cada uno de los miembros de la Delegación del Ejército Libertador del Sur.
Todos ellos sabían que ya Carranza era un rebelde potencial contra la Convención. Sabían que Obregón había llevado una bandera y que en Aguascalientes propuso que todos los delegados firmaran un juramento solemne en el blanco de la enseña patria. Sabían que el General Villarreal contaba con muchas firmas y adhesiones para sostener su candidatura presidencial.
Y comentaban:
Los delegados de la División del Norte cayeron en una emboscada, en una verdadera ratonera. Los carrancistas hicieron la comedia de traer una bandera y con el señuelo del patriotismo, los hicieron firmar en ella un compromiso solemne. Y ya sabemos que los carrancistas han recogido muchas firmas para sostener la candidatura de un carrancista, Antonio I. Villarreal, que fue a Morelos a tratar de que el General Zapata reconociera como jefe a don Venustiano. Naturalmente, no fue aceptada esa ingenua y torpe proposición. El Plan de Ayala contiene principios; Allí están condensadas las aspiraciones del pueblo mexicano. El Plan de Guadalupe es un plan ranchero que sólo tiene el postulado de la elevación de Carranza. Villarreal y Luis Cabrera, que lo acompañaban, regresaron a México y rindieron un informe lleno de calumnias para el Ejército Libertador. Nosotros no podemos aceptar que Villarreal sea el Presidente de la República. Los carrancistas que cuentan con gran mayoría, ya se obligaron a sostener su candidatura y ustedes, los villistas, cayeron en el garlito como unos inocentes.
Una sesión muy interesante.
A las 10 de la mañana del 27 de octubre, el Teatro Morelos estaba lleno a reventar. El público se amontonaba en las plateas, palcos y galerías, invadiendo los pasillos. EI Secretario, Coronel Marciano González, pasó lista. Luego adelantándose hasta las candilejas del escenario, lanzó con voz sonora la palabra:
¡Firmes!
Todos se pusieron de pie. En aquellos momentos apareció un delegado empuñando la histórica bandera de la Convención, seguido por otros que formaban la guardia de la enseña patria. El asta-bandera fue sujetada a uno de los barrotes de la tribuna, hacia el lado izquierdo de la misma, que se destacaba muy alta, cerca de las candilejas y a la izquierda del escenario.
Bienvenida a los zapatistas.
La presidencia de la asamblea designó a los delegados González Garza, Rodríguez Cabo y Eduardo Hay para que introdujeran a la comisión del Ejército Libertador. Los veintiséis individuos que la integraban hicieron su entrada en medio de una ovación clamorosa. Fueron colocados en sillas que se habían puesto de antemano en el lado izquierdo del escenario.
El Presidente, General Villarreal; saludó a los comisionados con las siguientes palabras:
Interpretando los sentimientos de la Convención, doy a los señores comisionados del Ejército Libertador la más cordial bienvenida, y espero que se impresionarán favorablemente del ambiente que aquí impera, y que abrigarán la convicción de que quienes nos hemos reunido en esta asamblea tenemos el propósito de atraer a todos los elementos activos que hicieron la revolución en México, para que, unidos en fraternal consorcio, deliberemos sobre los asuntos nacionales y procuremos resolverlos haciendo la paz orgánica en nuestro país y otorgando a éste un porvenir de libertad y grandeza.
Reciban ustedes, señores, nuestros parabienes y nuestros deseos de que con nosotros laboren, de que con nosotros tengan acuerdos que redunden en beneficio de nuestra nacionalidad en beneficio de los intereses humanos. (Aplausos nutridos).
El jefe de la delegación suriana.
Apagados los aplausos, podía escucharse el vuelo de una mosca. En medio de aquel silencio se levantó el Presidente de la delegación del Ejército Libertador, el viejo y ameritado periodista Paulino Martínez, anciano de tez cobriza, algo picada de viruelas, bigote cano, baja estatura, sonrisa maliciosa y faz de zorro viejo. Enfundado en un jacquet lustroso, con voz atiplada y dirigiéndose al Presidente de la asamblea, dijo:
La comisión que me honro en presidir da las más expresivas gracias al señor Presidente de esta asamblea por la cordial bienvenida que nos ha dispensado; en seguida me permito suplicarle tenga la bondad de permitirme ocupar la tribuna, para explicar a la Nación los motivos que ha tenido este grupo revolucionario para venir hasta hoy a esta asamblea.
Los motivos del zapatismo.
Ascendió ágilmente a la tribuna, y allí leyó un largo discurso que procuraremos extractar con la mayor fidelidad posible:
Habló sobre las razones que aquellos insurgentes de la montaña tuvieron para asumir la actitud que hasta aquellos momentos guardaban, con el arma al brazo, y listos para defender los principios que forman su criterio revolucionario.
Hizo historia de la dictadura del General Porfirio Díaz; quien durante treinta y cinco años había arrebatado a las clases pobres, a los hijos del pueblo, a los ciudadanos mexicanos todas sus libertades públicas, y con ellas, el pan con que deberían alimentar a sus familias; es decir, la falta de pan y de justicia fueron las causas principales que obligaron al pueblo a levantarse en armas ...
Expresó que algunos de los caudillos de la revolución iniciada el 20 de noviembre de 1910, creyeron que con las palabras hermosas de sufragio efectivo y no reelección, derrocando sencillamente al General Díaz, quedaba todo arreglado. Censuró con acritud los Tratados de Ciudad Juárez, a los que calificó de farsa y de traición, Mencionó como una consecuencia de tales tratados el cuartelazo de la Ciudadela, para decir que los titanes de esa lucha homérica estaban en el Sur y en el Norte de la República: sus genuinos representantes eran el General Emiliano Zapata, en el Sur, y el General Francisco Villa, en el Norte. (Aplausos). Agregó que Zapata y sus soldados se negaron a reconocer los Tratados de Ciudad Juárez, y siguieron luchando por el Plan de San Luis, exigiendo su cumplimiento, hasta que cristalizaron sus ideales en el Plan de Ayala, bandera pura y sin mancha que han venido sosteniendo hasta hoy y que están resueltos a defender hasta conseguir el triunfo de todos sus ideales.
Apología del Plan de Ayala.
Y el viejo don Paulino Martínez, con voz atiplada que resonaba con ecos extraños en aquel recinto lleno de gente ansiosa, prosiguió, textualmente:
¿Y qué es el Plan de Ayala?, preguntarán los que no lo conocen. El Plan de Ayala es la condenación de la infidencia de un hombre que falta a sus promesas, y el pacto sagrado, la nueva alianza de la revolución con el pueblo, para devolver a éste sus tierras y sus libertades que le fueron arrebatadas desde hace cuatro siglos, cuando el conquistador hizo pedazos la soberanía azteca, más que con la punta de su espada con las hondas divisiones que debilitaron la fuerza de aquella raza indómita.
Tierra y libertad, tierra y justicia, es lo que sintetiza el Plan de Ayala, para fundamentar la libertad económica del pueblo mexicano, base indiscutible de todas las libertades públicas; no sillones presidenciables para los ambiciosos de mando y de riqueza; no sinecuras para los que empuñaron las armas con deseos de substituir al verdugo de hoy, improvisando nuevos caciques con la punta de la espada, para crearse un seguro político de vida, rehusando volver a las tierras para fertilizarlas o a los talleres para transformar la materia en artículo, por medio del trabajo de hombres libres, no asalariados, que llevan a la boca un pan empapado con el sudor de una frente altiva; no privilegios para determinado grupo social sin igualdad política ni bienestar colectivo para los habitantes de la República; un hogar para cada familia, una torta de pan para cada desheredado de hoy, una luz para cada cerebro en las escuelas-granjas que establezca la revolución después del triunfo, y tierra para todos, porque la extensión del suelo mexicano puede albergar y sustentar noventa o cien millones de habitantes. (Aplausos).
Requisitoria contra Carranza.
Habló de que todo gobierno que no está representado por la voluntad del pueblo, se convierte en gendarme de la plutocracia para explotar a los de abajo en beneficio de los que están arriba, agregando que por esa consideración, las legiones del Ejército Libertador del Sur no reconocieron ni reconocerían como Presidente Provisional de la República al Primer Jefe del Ejército Constitucionalista. Lamentó la división entre los revolucionarios; manifestó que los surianos no deseaban la continuación de una lucha fratricida, pero agregó que estaban dispuestos a continuar la lucha, que ruja el cañón repercutiendo con su horrísono trueno en el espacio, para que la gangrena de las injusticias y de los privilegios que nos han dividido hasta hoy, desaparezca y quede purificado nuestro cuerpo social ...
Planes divergentes.
E irguiéndose sobre la tribuna, don Paulino Martínez, prosiguió:
Examinemos detenidamente, sin pasión alguna, las banderas que enarbola cada campamento. El Ejército Constitucionalista enarbola el Plan de Guadalupe; el Ejército Libertador, el Plan de Ayala; aquél tiene por principal objeto -y me atengo a lo escrito-, elevar un hombre al poder, atropellando la autoridad del pueblo y los derechos indiscutibles de otros grupos revolucionarios; el Plan de Ayala tiene por principal objeto elevar los principios al rango de leyes, para redimir a una raza de la ignorancia y de la miseria, a fin de que los mexicanos tengan su propio hogar, abundante pan con qué alimentarse y escuelas libres; y si esto es así, como los hechos lo demuestran, los campos están deslindados ya: luchadores de buena fe, escoged ...
... Si queréis que la Historia os señale mañana como personalistas, únicos responsables de la continuación de la guerra, seguid defendiendo el Plan de Guadalupe; si sois libertarios, amantes del progreso y del bienestar del pueblo mexicano, si deseáis la redención de la raza oprimida por cuatro siglos de injusticias, adheríos sin vacilar al Plan de Ayala, y entonces, todos unidos, lucharemos contra el enemigo común de nuestras libertades: clero, militarismo y plutocracia ...
Don Paulino fue estruendosamente ovacionado. Muchos pidieron que hablara el licenciado Antonio Díaz Soto y Gama y éste accedió. Pero de su discurso, que provocó una verdadera tempestad, hablaremos en el próximo artículo.
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