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Capítulo 46
Protesta del General de División Eulalio Gutiérrez, como Presidente de la República.
Precipitábanse rápidamente los acontecimientos. La Convención había acordado los ceses de don Venustiano Carranza como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo, y del General Francisco Villa como Jefe de la División del Norte, nombrando Presidente Interino de la República, al General Eulalio Gutiérrez, quien debería tomar posesión de su cargo el 6 de noviembre de 1914. Carranza y muchos de sus amigos habían desconocido a la Convención, negándose al acatamiento de sus acuerdos. Esta había fijado un plazo perentorio que terminaba a las 6 de la tarde del 10 de noviembre, para que don Venustiano y todos los jefes que le habían desconocido, rindieran pleitesía a la asamblea revolucionaria, con la promesa de obedecer sus disposiciones.
En el capítulo anterior puede verse que el General Villa, al recibir el acuerdo de su cese, contestó inmediatamente que estaba conforme con él. Carranza, al contrario, mandó detener en Querétaro a la Comisión encargada de notificar los acuerdos de la Convención. Allí consta que se cambiaron varios telegramas entre Carranza y el General Alvaro Obregón, jefe de la Comisión citada, y que al fin, el propio Carranza, después de recibir un mensaje maquiavélico de Obregón, en el que le daba a entender que la designación presidencial del General Eulalio Gutiérrez, por un periodo de veinte días, sólo tuvo por finalidad restarle elementos a Villa y asegurar porque tenemos una mayoría ... nuestro candidato para el periodo preconstitucional ...
Tras un breve interinato de Eulalio Gutiérrez, por veinte días -dejaba vislumbrar el astuto Obregón-, Villa quedaría sin fuerzas y don Venustiano sería designado Presidente.
Hacia la disgregación de la asamblea.
Mientras los comisionados para comunicar su cese al propio Carranza, marchaban hacia Orizaba y Córdoba, veamos lo que pasaba en Aguascalientes. En la tarde del 4 de noviembre, se efectuó otra breve sesión de la asamblea en la que se leyeron varios mensajes que indicaban que Carranza y los carrancistas trataban por todos los medios posibles de disolver la Convención: el primero, entreteniéndola con vagas promesas de retirarse del poder, previas condiciones muy difíciles de cumplir, y los segundos, ordenando el retiro de sus representantes en la asamblea. Olvidando sus promesas y su firma estampada en la bandera, muchos delegados habíanse ausentado de Aguascalientes.
Las lecturas se iniciaron con la de un mensaje de Carranza en que preguntaba si ya se había logrado la eliminación de Villa y de Zapata de sus respectivos mandos militares, y de otro, extremadamente capcIoso, en que decía que a resolución de la Junta de desconocerlo como jefe y como Encargado del Poder Ejecutivo, en vez de allanar el camino ha venido a complicar la situación, pues estoy recibiendo avisos de Generales y gobernadores que desaprueban y rechazan lo resuelto por ustedes y retiran sus representantes, lo cual necesariamente entorpecerá más las labores de esa junta.
Avalancha de protestas.
Después se dio lectura a una serie de telegramas, todos del mismo molde y en algunos de los cuales los firmantes no se recataban siquiera de expresar que lo hacían por órdenes expresas del Primer Jefe del Ejército Constitucionalista. Todos retiraban sus representantes y protestaban por el cese acordado por Carranza.
Estos mensajes estaban firmados por los Generales siguientes: Heriberto Jara, gobernador del Distrito Federal; Jesús Carranza, jefe de la Segunda División del Centro; Luis Felipe Domínguez, jefe de las armas en Yucatán; Cesáreo Castro, Eduardo Arrieta, Cándido Aguilar, gobernador y Comandante militar de Veracruz; Francisco Cossío Robelo, en que decía que su vida había sido y será siempre una línea recta; Pablo A. de la Garza, gobernador de Guanajuato; Jesús Agustín Castro, gobernador de Chiapas; Francisco Canseco, gobernador felicista de Oaxaca, y otros.
A continuación se leyó otro telegrama de los Comisionados para entrevistar al Primer Jefe, Generales Villarreal, Hay, Obregón y Aguirre Benavides, en el que informan que continuaban su marcha, que esperaban que todo se arreglaría satisfactoriamente y que en esos momentos era conveniente el traslado de la Convención a la ciudad de México. A las 5 de la tarde se levantó la sesión.
La suerte estaba echada.
En aquellos precisos momentos fue comentada con frases picantes, la disposición del Primer Jefe por la que mandaba dar una gratificación extraordinaria a los Generales, jefes y oficiales del Ejército Constitucionalista, distribuida en la forma que sigue: a los Generales de División, cinco mil pesos; a los de Brigada, tres mil; a los Brigadieres, dos mil; a los Coroneles, mil; a los Tenientes Coroneles, ochocientos; a los Mayores, quinientos; a los Capitanes Primeros, trescientos; a Segundos, doscientos; a los Tenientes y Subtenientes, ciento cincuenta, y los individuos de tropa, diez pesos por cabeza.
En la ciudad de México, los encargados de las Secretarías de Estado del gobierno presidido por Carranza, comenzaban a salir rumbo a Puebla.
La breve sesión del 5 de noviembre.
El ambiente estaba preñado de presagios. Sabíase que el celebérrimo Heriberto Barrón, especialista en la disolución de asambleas revolucionarias, acompañaba a Carranza en su viaje por Puebla y Orizaba, organizando manifestaciones callejeras en las que individuos asalariados, vitoreaban al Primer Jefe y lanzaban insultos a la Convención. Y se afirmaba que el mismo Barrón era el que redactaba las notas capciosas que suscritas por don Venustiano, llegaban a la Convención.
El 5 de noviembre se efectuó una breve sesión vespertina. El delegado Gutiérrez de Lara, autorizado por un pliego escrito que entregó a la asamblea, informó a nombre de los Generales Obregón, Hay, Villarreal y Aguirre Benavides, que éstos habían sido detenidos durante dos horas en Querétaro, por disposición del General Pablo González, y que estaban seguros de que las fuerzas que se encontraban en San Francisco del Rincón, León, Silao y Querétaro, se preparaban para combatir.
Protesta del Presidente Gutiérrez.
A las 12 del día 6 de noviembre de 1914, en un acto lleno de solemnidad en el que no se registraron explosiones de entusiasmo, el General de División Eulalio Gutiérrez prestó la protesta de ley como Presidente provisional de la República. Le tomó la protesta el General José Isabel Robles con las palabras siguientes:
¿Protesta usted por su honor de ciudadano armado y como Presidente provisional de la República, cumplir y hacer cumplir las decisiones de esta Convención?
El General Gutiérrez, ante la histórica bandera de la Convención, contestó emocionado:
¡Sí protesto!
Las bandas de música instaladas en las galerías y en el pórtico del Teatro Morelos, tocaron el Himno Nacional; las campanas de todos los templos de Aguascalientes fueron echadas a vuelo; una batería de cuatro cañones hizo una salva de veintiún disparos.
Todos los delegados felicitaron al General Gutiérrez y muchos lo abrazaron. De los ojos de este veterano de la Revolución brotaron algunas lágrimas. Pudo percatarse, con desaliento, de que muchos que lo habían ungido con sus votos, ya lo desconocían antes de la toma de posesión. En el ambiente flotaba una nube de tristeza. La Convención creyó haber asegurado la paz en México. En realidad, se iniciaba una nueva lucha civil larga y dolorosa.
La conducta del General Obregón.
La Comisión que designó la Convención para comunicar su cese a don Venustiano Carranza, estaba integrada por los Generales Alvaro Obregón, Eduardo Hay, Antonio I. Villarreal y Eugenio Aguirre Benavides y el Teniente Coronel médico cirujano Gutiérrez de Lara. El último, detenido en Querétaro por el General Pablo González, regresó a la ciudad de Aguascalientes. Los cuatro restantes siguieron su camino hasta Córdoba y aunque nadie les puso obstáculos para que de allí regresaran sólo lo hizo el General Aguirre Benavides. Ni Obregón, ni Villarreal ni Hay volvieron a la Convención, a pesar de sus encendidas protestas de lealtad a la misma, y nunca rindieron un informe sobre el resultado de la Comisión que se les había encomendado.
El General Obregón, en su altisonante y truculento libro Ocho mil kilómetros en campaña, mañosamente elude el tratar a fondo y en forma circunstanciada, este episodio que fue trascendental en su vida. Escribió:
Yo no estoy capacitado para hacer historia detallada de la Convención de Aguascalientes, por carecer de la documentación necesaria y, por tal motivo, renuncio a esa tarea; pero sí lo estoy para confesar, que esa Convención fue un fracaso, pues con ella, lejos de restar a Villa, como nosotros pretendíamos, la mayor parte de sus elementos, puimos a éstos en condiciones difíciles de abandonarlo, porque Villa quedó investido de una aparente legalidad, y esto dió margen también a que muchos de los jefes, que sin la Convención hubieran permanecido leales a la Primera Jefatura, defeccionaran y se incorporaran a Villa, aparentando sostener el gobierno de la Convención, reprsentado por el General Eulalio Gutiérrez ...
Los que juraron sostener los acuerdos de la Convención -decimos nosotros-, no defeccionaron. Faltaron a la palabra empeñada y al juramento estampado en la bandera patria, los que siguieron a Carranza.
Y agrega Obregón: Soy, pues, el primero en aceptar las responsabilidades que deban pesar sobre mí, por este error político, y me limito a protestar que mis esfuerzos siempre fueron inspirados en mi deseo constante de salvar al país de una guerra.
Cuando se escriba -expresa el mismo Obregón- la historia de los acontecimientos desarrollados en el seno de la Convención, con los documentos que deben existir en los archivos de la misma (cosa que nosotros estamos haciendo en esta serie de artículos), se conocerá, a punto fijo, la actitud de cada uno de los hombres que concurrimos a ella ...
Ya puede columbrarse que la actitud de Obregón y de otros muchos, no resulta ni muy limpia ni muy airosa.
Las tergiversaciones del caudillo sonorense.
Pero Obregón como si lo efectuara sobre ascuas, altera los hechos cuando trata de explicar su tortuosa actitud con relación a la asamblea revolucionaria de Aguascalientes. El día 7 o cuando más tarde el día 8 de noviembre, los Comisionados Obregón, Aguirre Benavides, Hay y Villarreal, fueron recibidos por Carranza en Córdoba. Villa había prometido por escrito y de palabra, acatar los acuerdos de la Convención. Carranza los objetó en forma mañosa y aun antes de que se le comunicaran, había hecho labor subversiva contra la Convención, logrando que muchos gobernadores y Generales adictos suyos, la desconocieran. Su actitud era de completa rebeldía contra la Convención.
He aquí lo que al respecto dice el General Obregón, en su mencionado libro:
Los comisionados por la Convención, para notificar al Primer Jefe el acuerdo de ésta, con relación al cese de él y del General Villa en sus respectivos cargos ... nos presentamos en Orizaba al Primer Jefe, para darle cuenta de la comisión que nos había sido conferida.
El Primer Jefe nos contestó, que mientras la Convención no aceptara las condiciones puestas por él, de retirar de hecho al General Villa del mando de la División del Norte, él no se retiraría de la Primera Jefatura, porque tenía la absoluta seguridad de que Villa violaría todas sus promesas, y se convertiría en instrumento de la reacción.
Como nuestros compromisos contraídos con la Convención -agrega el caudillo sonorense- eran solemnes, ninguna disculpa podía justificar nuestra falta de cumplimiento. Sólo el acuerdo del General Gutiérrez nombrando jefe de operaciones al General Villa, pudo habernos salvado, relevándonos de todo compromiso, puesto que él (Gutiérrez), que debió ser el intérprete más fiel de la Convención porque a ella debía su nombramiento, era el primero en violar sus acuerdos al revestir a Villa de una personalidad más elevada que la que tenía al ser separado del mando de la División del Norte...
El alegato de Obregón era capcioso. Carranza era el que sin recato alguno, estaba violando todas sus promesas. Villa entregó el mando de la División del Norte, el día 7 de noviembre, al General José Isabel Robles, nombrado por el Presidente Gutiérrez, Secretario de Guerra y Marina. En su anhelo pacifista, la Convención, por iniciativa del Presidente Gutiérrez, concedió a Carranza y a los Generales y gobernadores que le eran adictos, un plazo improrrogable que terminaría a las 6 de la tarde del día 10 de noviembre, para que reconsideraran su actitud de rebeldía contra la asamblea, y el General Gutiérrez, como lo veremos muy pronto, hizo reiteradas gestiones cerca de don Venustiano Carranza y de don Pablo González, para que depusierán su injustificada actitud hostil. Carranza apoyándose en pretextos fútiles, reiteró su rebeldía. Obregón no pudo justificar su actitud.
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