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Capítulo 5

El frustrado avance sobre la plaza de Aguascalientes y los anhelos agrarios del pueblo mexicano.

Expugnada la plaza de Zacatecas por la División del Norte, a costa de muchas pérdidas de vidas -quinientos muertos y ochocientos heridos-, y de un enorme derroche de municiones, aquellos valientes soldados tenían expedito el camino para llegar sin tropiezos a la capital de la República. Las tropas que guarnecían Guadalajara estaban completamente desmoralizadas. Los soldados huertistas que se encontraban en Aguascalientes y en San Luis Potosí disponíanse a marchar a toda prisa, hacia el suyo. Hasta el mismo Victoriano Huerta estaba convencido de su derrota y preparábase a renunciar al alto cargo con que había sido ungido por una legislatura cuyos miembros, salvo honrosas y contadas excepciones, estaban transidos de miedo.

El frustrado avance sobre la plaza de Aguascalientes.

Como en el capítulo anterior, acudimos a la autoridad del Diario del General Felipe Angeles, que en forma tan sintética y elegante describió la decisiva batalla de Zacatecas. El 24 de junio de 1914, fecha que siguió a la del mencionado hecho de armas, Angeles recorrió la mencionada ciudad y sus alrededores, describiendo las escenas de horror que le tocó presenciar, con el hacinamiento de cadáveres y las ruinas de muchos edificios.

En el asiento del mismo Diario, que corresponde al día 25, encontramos lo que sigue:

Sobre mi Turena, que saltaba deliciosamente los muros y las anchas zanjas, fui a rogar al General Villa que me diera cuatro brigadas de caballería para ir a tomar Aguáscalientes.

Le voy a dar siete, mi General, y dio las órdenes a los jefes de ellas: y yo di la mía de marcha para el día siguiente. Gozosísimo me frotaba las manos; el domingo entraríamos seguramente a Aguascalientes.

Pero la suerte dispuso las cosas de otro modo.

Nuestro jefe se había desvelado pensando en la situación de la División del Norte.

Confiados en que como nosotros, todos los demás guerreros constitucionalistas no tendrían más afán que marchar hacia el Sur, sobre México, nos íbamos yendo muy adelante. Pero no teníamos municiones sino para dos grandes batallas: por Ciudad Juárez no podíamos introducir municiones; ni nuestros amigos las dejaban pasar por Tampico, ni sacar carbón de Monclova ...

Y nuestro regreso al Norte se hizo indispensable ...

Y después del pacto de Torreón, y cuando nos apercibimos de la trascendencia de la batalla de Zacatecas, pensamos: nuestros amigos pueden entrar fácilmente a la capital de la República; si acaso es necesaria nuestra ayuda en el combate, marcharemos hacia el Sur; pero mientras tanto vale más regresar al Norte y alejar la posibilidad de una nueva crisis, tan fácil de provocar ...

La actitud de don Venustiano Carranza.

Hemos reproducido la versión del General Angeles sobre la actitud del Primer Jefe después de la toma de Zacatecas, en el preciso momento en que llegaba un enviado de los Generales de la División Noreste, que estaba a las órdenes del General Pablo González, para entablar platicas con los Generales de la División del Norte y procurar un avenimiento entre estos últimos y don Venustiano Carranza.

Esta versión la confirma plenamente el General Juan Barragán en su obra Historia del Ejército y de la Revolución Constitucionalista, quien sobre el particular escribió:

Con todos estos antecedentes, varios jefes militares hicieron presión en el ánimo del señor Carranza para que se reconciliara con Villa. Para llevar a cabo los arreglos, fue designada una comisión compuesta por los Generales Antonio I. Villarreal, Cesáreo Castro y Luis Caballero, quienes salieron de Saltillo hacia Torreón a conferenciar con los delegados de la División del Norte, ingeniero Manuel Bonilla, doctor Miguel Silva y General José Isabel Robles ...

Villa, tan pronto como hizo entrega de la ciudad de Zacatecas al General Natera, se regresó a Torreón con todas sus tropas, temeroso de que las fuerzas de Coahuila, leales al señor Carranza, trataran de apoderarse de la región lagunera y lo dejaran cortado de su base de aprovisionamiento, que era Chihuahua. Ocurría que el Primer Jefe, teniendo presente lo desconfiado que era Villa, con objeto de impedirle que después de la toma de Zacatecas siguiera al Sur, ordenó que algunas fuerzas de Coahuila avanzaran sobre la vía del ferrocarril Coahuila y Pacífico, aparentando que trataban de apoderarse de algunas plazas de la comarca lagunera. Otro de los obstáculos con que tropezaba Villa para proseguir su avance, era la carencia de combustible para sus trenes, pues el señor Carranza, que dominaba toda la zona carbonífera situada al norte de Coahuila, dispuso precautoriamente, que no se le proporcionara carbón, lo que motivó varias representaciones de Villa . ..

Los anhelos agrarios en México.

Antes de referirnos a los pactos de Torreón, que entre otros puntos plantearon las cuestiones sociales de México, vamos a referirnos a los anhelos de los campesinos a partir de 1910. Estos tuvieron muchas manifestaciones anteriores, tales como las leyes agrarias del Estado de México, expedidas por su gobernador, don Lorenzo de Zavala, y la del Estado de Coahuila, en que se dispuso el fraccionamiento del enorme latifundio que perteneció al marquesado de San Miguel de Aguayo, por la expedida en 21 de febrero de 1834.

En el Plan de San Luis Potosí que suscribió el apóstol Madero en 5 de octubre de 1910, quedaron esbozados, aunque con alguna timidez, los anhelos agrarios en la siguiente forma:

Abusando de la ley de terrenos baldíos, numerosos pequeños propietarios, en su mayoría indígenas, han sido despojados de sus terrenos, ya por acuerdos de la Secretaría de Fomento, o por fallos de los tribunales de la República. Siendo de toda justicia restituir a sus antiguos poseedores los terrenos de que se les despojó de un modo tan arbitrario, se declaran sujetos a revisión tales disposiciones y fallos y se exigirá a los que los adquirieron de un modo tan inmoral, o a sus herederos, que los restituyan a sus primitivos propietarios, a quienes pagarán también una indemnización por los perjuicios sufridos. Sólo en el caso de que esos terrenos hayan pasado a tercera persona antes de la promulgación de este plan, los antiguos propietarios recibirán indemnización de aquellos en cuyo beneficio se verificó el despojo.

Puede afirmarse que la revolución de 1910-1911 fue eminentemente agraria. Que casi la totalidad de los que empuñaron las armas eran campesinos que habían sido despojados de sus tierras y que sufrieron agravios por parte de los jefes políticos, presidentes municipales u otras autoridades inferiores. Entre los prisioneros capturados en el combate de Casas Grandes, el 6 de marzo de 1911, consignados a un juez para que les iniciara proceso por el delito de rebelión, todos ellos declararon que en varias regiones del Estado de Chihuahua, habían sido despojados de sus tierras, casi siempre en beneficio del latifundista don Luis Terrazas.

Puede decirse que esa revolución fue una lucha contra el latifundio y contra el continuismo. En donde estos últimos se manifestaron con mayor crudeza -en Chihuahua y en Sonora-, allí fue donde la revolución tuvo más adherentes y más simpatías y allí fue también en donde se decidió su triunfo.

El Plan de Ayala.

El 28 de noviembre de 1911, Emiliano Zapata ya en plena rebeldía contra el Presidente Francisco I. Madero, suscribió con algunos de sus subordinados, el Plan de Ayala. Tras una severa requisitoria contra el mencionado presidente, lo desconoció como Jefe de la revolución y del poder ejecutivo, designando en su lugar al General Pascual Orozco.

Este plan que fue formulado por un revolucionario íntegro, el antiguo maestro de escuela Otilio Montaño, es medularmente la esencia social. Expresó: que los terrenos, montes y aguas que hayan usurpado los hacendados, científicos o caciques ... entrarán en posesión de estos bienes inmuebles, desde luego, los pueblos o ciudadanos que tengan los títulos correspondientes ...

Y agregó: En virtud de que la inmensa mayoría de los pueblos y ciudadanos mexicanos, no son más dueños que del terreno que pisan, sufriendo los horrores de la miseria sin poder mejorar en nada su condición social ni poder dedicarse a la industria o a la agricultura por estar monopolizadas en unas cuantas manos las tierras, montes y aguas, por esta causa se expropiarán, previa indemnización de la tercera parte de esos monopolios, a los poderosos propietarios de ellos, a fin de que los pueblos y ciudadanos de México, obtengan ejidos, colonias, fundos legales para pueblos o campos de sembradura o de labor y se mejore en todo y para todo la falta de prosperidad y bienestar de los mexicanos ...

Quizá sin haber tenido noticia de la expedición del anterior plan, el 4 de diciembre siguiente, el licenciado Luis Cabrera y otros sesenta y dos diputados presentaron en la Cámara baja, una interesante iniciativa para que se declarase de utilidad pública nacional la reconstitución y dotación de ejidos para los pueblos y se facultara al Ejecutivo de la Unión para que de acuerdo con las leyes vigentes, procediese a expropiar los terrenos necesarios para reconstituir los ejidos de los pueblos que los hayan perdido, para dotar de ellos a las poblaciones que los necesitaran, o para aumentar la extensión de los existentes.

Fundó su iniciativa el licenciado Cabrera con un sesudo discurso. El asunto fue turnado a la Comisión Agraria, la que no llegó a presentar dictamen.

La Ley Ejecutiva para el reparto de tierras de A. Cabrera Torres.

Alberto Carrera Torres era un jefe bizarro. Ya se había levantado en armas contra Madero y fue de los primeros que desconocieron a Victoriano Huerta. El 4 de marzo de 1913 lanzó una Ley Ejecutiva para el Reparto de Tierras. Los considerandos constituyen una requisitoria contra Victoriano Huerta. Disponíase la confiscación de todos los bienes de Huerta y de sus partidarios; se ordenaba la formación de una Primera Junta Agraria y que todas las haciendas que fueran cayendo en poder de los jefes de la revolución constitucionalista, correspondientes a Porfirio y Félix Díaz, Huerta, Mondragón, Blanquet, Reyes, Orozco, Iñigo Noriega, Creel, Terrazas y demás partidarios de éstos en general, serán repartidas en porciones de cien mil metros cuadrados por cada familia, en toda la nación, entregándoseles en el acto títulos provisionales ... En otro artículo mandaba cancelar todas las cuentas que sirvientes y comerciantes adeudaran a las personas antes especificadas, Carrera Torres logró dominar una vasta extensión de los Estados de San Luis Potosí y Tamaulipas, comprendidas entre Guadalcázar y Tula, y puso en vigor su ejecutiva ley.

El Plan de Guadalupe, expedido el 26 de marzo de 1913, en la hacienda coahuilense del nombre citado, que contenía una serie de considerandos en que se condenaba con acritud a Victoriano Huerta, a los poderes legislativo y judicial y a los gobiernos de los Estados que reconocieron al gobierno ilegítimo, estaba en lo absoluto desprovisto de todo contenido social. Contenía solamente el desconocimiento de Huerta como presidente de la República, de los poderes legislativo y judicial de la Federación, de los gobiernos de los estados que reconocieran a los citados poderes federales, el nombramiento de don Venustiano Carranza como Primer Jefe del Ejército que se denominaría Constitucionalista y prevenía que al ocupar la ciudad de México el Ejército Constitucionalista, se encargaría interinamente del poder ejecutivo el ciudadano Carranza, o quien lo hubiera sustituido en el mando, que el presidente interino, al consolidarse la paz, convocaría a elecciones y que el ciudadano que fungiera como primer jefe en los Estados, asumiría el cargo de gobernador provisional.

Era este un plan eminentemente político. A pesar de que Aldo Baroni, Francisco J. Múgica y otros acompañantes de don Venustiano, se empeñaron en que se ofrecieran repartimientos de tierras, Carranza contestó que esa revolución debía ser sólo para restaurar el orden constitucional.

El 6 de agosto de 1913, el General Lucio Blanco, que mandaba las fuerzas que se habían apoderado de Matamoros, Tamaulipas, hizo el primer reparto de tierras en la vecina hacienda de Los Borregos. Poco después, don Venustiano, encontrándose en Sonora, relevó del mando al citado General, dándole orden de que se presentara en Hermosillo.

En un folleto titulado Una Página Histórica. La Convención Nacional Revolucionaria. Su origen, su obra y sus fines, impreso en El Paso, Texas, el año de 1917, encuentro la cita de con la finalidad de precisar el programa de la revolución y glosar todos los principios para el mejoramiento social, político y económico del país, fueron los Generales Cándido Aguilar, Aguirre Benavides, Pánfilo Natera y J. Isabel Robles, los primeros en prohijar la idea de la reunión de una Junta de jefes militares para estudiar y resolver todos los problemas revolucionarios. Los autores José G. Nieto, Alberto B. Piña y otros, afirman que esa reunión se efectuó en San Juan de Guadalupe, Durango, en los meses de julio o agosto de 1913.


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