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Capítulo 58
Las alusiones del Presidente, General Eulalio Gutiérrez, y los planes reformistas de don Venustiano Carranza.
Todo el país estaba en armas durante la segunda década del mes de diciembre de 1914. En toda la República luchaban revolucionarios contra revolucionarios. Por un lado, los soldados del Ejército Libertador del Sur intensificaban sus ataques a la plaza de Puebla, que defendían los carrancistas a las órdenes del General Salvador Alvarado. Tras un breve asalto la plaza de Guadalajata, defendida por el General Diéguez, caía en poder de las fuerzas adictas a la Convención. En Naco, Sonora, las fuerzas convencionistas del Gobernador Maytorena luchaban sin tregua contra los carrancistas mandados por el General Hill. Murguía, que había evacuado la ciudad de Toluca, se dirigió a Michoacán. Gertrudis Sánchez simuló adherirse a las fuerzas carrancistas de Murguía, y cuando este último se dirigió por el rumbo de Uruapan para unirse a las de Diéguez en Jalisco, fue atacado por soldados del General Sánchez, a las órdenes del General Joaquín Amaro. Las fuerzas del General Villarreal amagaban la plaza de Torreón. El General Maclovio Herrera, que había reconocido a Carranza, fue decisivamente batido en Parral por las fuerzas de la División del Norte.
El asesinato de Paulino Martínez.
A los asesinatos de García Aragón y del profesor Berlanga siguió otro que causó enorme sensación: el del viejo y ameritado periodista de oposición don Paulino Martínez, que había sido el presidente de la delegación zapatista en la Convención reunida en Aguascalientes. Hombre de edad avanzada, dirigió un periódico, La Voz de Juárez, que atacó con rudeza a las administraciones del General Díaz y de don Francisco I. Madero. En esos días se rumoraba que sería nombrado por el Presidente Eulalio Gutiérrez, Ministro de Gobernación. En la noche dél 13 de diciembre, cuando don Paulino terminaba de cenar, se presentó en su casa un oficial. Le presentó una tarjeta del General José Isabel Robles, Ministro de la Guerra. Le rogaba que para tratar un asunto muy urgente se presentara inmediatamente en sus oficinas de la Secretaría a su cargo.
Martínez, muy confiado, acompañó al oficial. A la puerta los esperaba un automóvil con otros dos oficiales. Pero en vez de dirigirse a la Secretaría de Guerra lo condujeron, según pudo averiguarse después, al Cuartel de San Cosme, en donde fue asesinado el viejo periodista. Eulalio Gutiérrez estaba furloso con asesinatos proditorios. Mandó practicar investigaciones. Nunca se supo dónde había sido sepultado el cadáver. José Isabel Robles negó haber enviado a esos oficiales y haberles dado una tarjeta suya. Muchos supieron que había sido sepultado en el interior del dicho Cuartel.
Esto vino a aumentar las fricciones entre zapatistas, villistas y gutierristas, ya muy exacerbadas por el hecho de que Eulalio mandó proceder contra el General Juan Banderas, el Agachado, disponiendo que guardara su prisión en el Cuartel del Parque de Ingenieros.
Evacuaciones y nuevas negociaciones.
Los zapatistas no estaban conformes con Eulalio. Se quejaban de que ninguno de los suyos formaba parte del gabinete presidencial y de que en la Secretaría de Guerra les ponían miles de trabas, negándoles dinero para el pago de haberes, pertrechos para activar las operaciones militares contra la plaza de Puebla y trenes militares para la pronta conducción de tropas, alegando el General Robles que se carecía de carbón de piedra y de petróleo, por estar los carrancistas en posesión de las minas del primero y de los pozos del segundo. El General Villa también comenzaba a desconfiar de las negociaciones del Presidente Gutiérrez y de la buena fe del mismo.
Los acontecimientos se sucedían vertiginosamente. Para conformar a los zapatistas se anunció que serían designados dos Ministros de este bando, el General Manuel Palafox, para encargarse de la Secretaría de Agricultura, que iba a crearse, y el licenciado Rodrigo Gómez, como Secretario de Justicia. Para inspirar confianza a Villa, el General Gutiérrez mandó a San Luis Potosí al General Eugenio Aguirre Benavides, jefe a quien el mismo Villá profesaba una gran estimación.
No obstante todas las dificultades con que tropezaban los zapatistas, pudieron hacer su entrada a la ciudad de Puebla, que fue evacuada por las fuerzas adictas a Carranza. Para facilitar la tarea de apaciguamiento, el licenciado Miguel Alessio Robles renunció el 15 de diciembre a la Subsecretaría de Justicia.
Creación de la Secretaría de Agricultura.
En medio de aquel revoltijo, el Presidente Gutiérrez expidió el 15 de diciembre un decreto por el que creó la Secretaría de Agricultura. Las consideraciones que motivaron la formación de esta nueva Secretaría son importantes. Rezan:
Que en vista de la urgencia que después de cuatro años de terrible lucha por levantados ideales democráticos y sociales, ofrece la pronta reorganización del país, con arreglo a los principios de equidad conquistados a fuerza de dolorosos sacrificios por el pueblo de la República y particularmente por el proletariado rural, y con el fin de activar en cuanto fuere posible esa reorganización, he tenido a bien decretar lo siguiente:
1° Se creará una Secretaría de Estado que se llamará Secretaría de Agricultura y Colonización.
En otros cuatro artículos se especificó que todos los ramos relativos a la agricultura y colonización, que estaban a cargo de la Secretaría de Fomento, Colonización e Industria, pasarían a ser dependencias de la nueva Secretaría de Estado y que la Secretaría de Fomento se llamaría Secretaría de Fomento de la Industria y el Comercio.
Carranza reformador.
En el mismo período a que se contrae este artículo, Carranza, refugiado en el puerto de Veracruz, que se había negado a la aceptación de las conclusiones de los convenios de Torreón, expidió el decreto del 12 de diciembre de 1914. Dejamos la palabra al licenciado Andrés Molina Enríquez, precursor y apóstol del agrarismo en México, copiando lo que expresa al respecto en su libro La Revolución Agraria de México.
... El Lic. (Luis) Cabrera decidió al Sr. Carranza a investirse con el carácter de reformador, que siempre había repugnado, declarándose caudillo de las mismas reformas que los villistas y zapatistas no habían acertado a definir y a ejecutar; al efecto expidió el Decreto Preconstitucional de 12 de diciembre de 1914. En el primer artículo de ese decreto, florecimiento verdadero de la Revolución entera, determinado indudablemente por las conferencias de Torreón, el Sr. Carranza insistió con su terquedad habitual en el primitivo Plan de Guadalupe, que le aseguraba el ejercicio del Poder, pero en el artículo segundo formuló con atingencia indiscutible el programa de las reformas que constituían la aspiración suprema de la bandera de la Revolución. El artículo segundo de referencia decía asi:
El Primer Jefe de la Revolución y encargado del Poder Ejecutivo expedirá y pondrá en vigor, durante la lucha, todas las leyes, disposiciones y medidas encaminadas a dar satisfacción a las necesidades económicas, sociales y políticas del país ... leyes agrarias que favorezcan la formación de la pequeña propiedad, disolviendo los latifundios y restituyendo a los pueblos las tierras de que fueron injustamente privados ... legislación para mejorar la condición del peón rural, del obrero, del minero, y en general de las clases proletarias ...
Y comenta el mismo licenciado Molina Enríquez: No se podía pedir más al carrancismo, y nada más se le habría pedido si en efecto, a tal florecimiento de la Revolución, hubiesen prestado la savia potente de su convicción y de sus prestigios, las firmas de Villa y de Zapata; pero no era así, y el país tuvo el derecho de desconfiar de la efectividad positiva de las promesas revolucionarias por parte de quienes siempre las habían combatido ...
Casi todos -agregamos nosotros- creyeron que sólo se trataba de un golpe habilísimo de Carranza para enarbolar la misma bandera que el zapatismo y el villismo.
El decreto del 6 de enero de 1915.
Y el tiempo, que es padre de prodigios, dio la razón a los incrédulos. El decreto expedido por el mismo Carranza el 6 de enero de 1915 limitó el alcance de su decreto-proclama del 12 de diciembre anterior. Para demostrarlo, acudimos de nuevo a la autoridad de Molina Enriquez, quien tras una serie de consideraciones concluye en forma lapidaria:
... Por eso la Convención representaba un gobierno más nacional que el del Primer Jefe, Sr. Carranza. No es para nuestro juicio dudoso que de haber estado en igualdad de condiciones el Gobierno de la Convención y el del Primer Jefe, Sr. Carranza, respecto del apoyo exterior, a pesar de sus intemperancias y de sus excesos explicables, y necesariamente transitorios, con sólo el transcurso del tiempo habría triunfado el primero, en definitiva; pero el apoyo de los Estados Unidos resolvió las cosas de otro modo ...
Y agrega el mismo señor Molina Enríquez: Desde luego la concepción orgánica del país, en materias agrarias, se resintió de la exclusión que el carrancismo triunfante hizo de todos los villistas, que eran, o por lo menos querían ser, en su mayor parte, agricultores de pequeña propiedad; excluidos esos agricultores en masa, el país volvía a ser, como en la época colonial, un compuesto de grandes terratenientes, arriba, y de pueblos de indios, abajo. Suprimidos los pequeños agricultores se esfumaba, el cumplimiento del postulado central del citado decreto de 12 de diciembre, o sea el de favorecer a la pequeña propiedad disolviendo los latifundios; el problema agrario, por lo mismo, iba a dejar en pie las haciendas y a reducirse, como en la época colonial, a la restitución y a la dotación de ejidos a los pueblos. Para que no cupiera duda alguna sobre el particular, la marcha del General Obregón se señalaba por la destrucción de los villistas y la devolución a los hacendados de las haciendas ya incautadas para los fraccionamientos. Nosotros -agrega Molina Enríquez- lo vimos con nuestros ojos. Las haciendas estaban salvadas.
El parto de los montes.
Si el decreto del 12 de diciembre constituía una verdadera promesa de reformas sociales, el del 6 de enero siguiente puede considerarse, como un verdadero parto de los montes. En efecto, ejido, según cualquier diccionario, es el campo común de todos los vecinos de un pueblo, lindante con él, que no se labra y donde suelen reunirse los ganados o establecerse las eras. En el decreto de 6 de enero de 1915 no se habla ya del fraccionamiento de las haciendas.
Molina Enríquez comenta con toda justificación: El Primer Jefe, Sr. Carranza, era hacendado, y con ello dicho está que a pesar del decreto de 12 de diciembre de 1914 no se sentía inclinado a emprender la expresada disolución (la de las haciendas), ni con su hacienda propia ni con las demás ...
Los planes de Eulalio.
Conversé largo rato con el Presidente Gutiérrez el día 24 de diciembre por la tarde. Estaba radiante de júbilo. La alegría aparecía retratada en su rostro. Al saludarlo hizo que me sentara a su lado. Expresó:
Estoy muy contento, hermano. He logrado la pacificación sin derramamiento de sangre. Ya todos seremos hermanos, los revolucionarios, se entiende. Los demás, aunque lo sintamos mucho, esos no. Obregón ya está conmigo. Lucio Blanco ya está aquí y muy pronto llegarán todas sus tropas, que están en El Oro, a la capital. Veinte mil hombres, imagínate. Mi hermano Luis, Antonio I. Villarreal, Ildefonso Vázquez, el General Caballero, Jesús Dávila Sánchez, hasta Salinas, el cuñado de don Venus, están comprometidos a reconocer mi gobierno. También Maclovio Herrera. Ya se logró la paz completa sin derramamiento de sangre. Ya no seremos prisioneros de Villa y de Zapata.
Escuchaba con atención. Francamente me causaron mala impresión las últimas palabras de Eulalio. Interrogué:
¿Y don Venustiano?
Don Venus -contestó Eulalio-, o se va al extranjero o tendrá que rendirse. En el último caso lo amnistiaremos tratándolo con toda clase de consideraciones. Villa y Zapata tendrán que dejar sus mandos. Los trataremos bien.
A mí me pareció el plan muy alambicado y de muy difícil realización.
Las untuosas declaraciones de un Subsecretario.
El día siguiente, 25 de diciembre, aparecieron en El Monitor, diario sostenido por el gobierno, unas untuosas declaraciones firmadas por el licenciado José Ortiz Rodríguez, Subsecretario de Relaciones, en las cuales campeaban párrafos como los siguientes:
El señor General Eulalio Gutiérrez, Presidente interino de la República, ha vertido conceptos de amplísimo alcance y nobleza y en los cuales se descubre el programa que ha de cimentar la futura concordia nacional, ya sentida en mil pechos, ya anhelada por cuantos consideran que ha sonado la hora de agruparnos en los pliegues del lábaro tricolor ... El señor Presidente interino no desea llegar a la pacificación nacional regando de cadáveres el suelo patrio, y por el solo empleo de la fuerza ...
Por tanto, cuantos se hubieren alejado posteriormente de núcleos hermanos en la idea central; cuantos por ceguera o por apasionamiento hayan perdido el sendero; cuantos en estos momentos no se hallen amigados con el Gobierno interino, podrán volver a la cordialidad. El señor Presidente los recibirá con los brazos abiertos -así lo declara-, y a muchos llamará a colaborar en su Goblerno ...
A continuación se publicaron unas declaraciones del General Herminio Alvarez, Gobernador del Estado de San Luis Potosi, en que expresó que en una junta celebrada en el edificio del Banco de Coahuila, en Saltillo, el 21 de diciembre, los Generales y jefes antes citados habían reconocido al gobierno emanado de la Convención.
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