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Capítulo 62

La destitución del Presidente, General Eulalio Gutiérrez, y la gallarda actitud del General Roque González Garza.

Inesperada fue la fuga del Presidente Eulalio Gutiérrez en la madrugada del 16 de enero de 1915. Ni él mismo esperaba efectuarla en la fecha indicada. Graves acontecimientos obligáronlo a violentarla. Ella constituyó una gran sorpresa. Para ajustarnos a la verdad tenemos que acudir a distintas fuentes para conocer los motlvos y la forma en que se realizó la apresurada huida. Pero antes, estudiaremos las reacciones que este acontecimiento suscitó en la ciudad de México.

El día anterior se había efectuado la reglamentaria sesión de la Convención. Hasta muy altas horas de la noche se discutió el proyecto de ley de Organización del Poder Ejecutivo presentado por el profesor Otilio Montaño y los licenciados Antonio Díaz Soto y Gama y Genaro Palacios Moreno, aprobándose después de largo debate el artículo primero, que rezaba:

El Presidente provisional de la República que resulte nombrado en virtud de la ratificación o rectificación que se haga del nombramiento recaído en favor del ciudadano Eulalio Gutiérrez, permanecerá en su cargo hasta el día 31 de diciembre del año en curso, y entregará el poder el día siguiente al Presidente Constitucional que resulte electo, conforme a la convocatoria que en su oportunidad expida la Convención.

Este proyecto fue aprobado por treinta y ocho votos contra treinta de la negativa.

La fuga del General Eulalio Gutiérrez.

La inesperada salida del Presidente General Eulalio Gutiérrez, de la capital de la República, produjo un general desconcierto. Nadie conocía los motivos de esta inexplicable huida. Algunos la atribuyeron al hecho de que los carrancistas habían recuperado la posesión de la plaza de Puebla y que alguna avanzada pudo llegar hasta San Juan Teotihuacán. A las 10 de la mañana apareció una extra del diario El Monitor, en la que se insertó la disposición del General Roque González Garza, Presidente de la Convención, por la cual se proclamó la Ley marcial.

El propio General hacía saber a los habitantes del Distrito Federal, que el jefe provisional del Ejecutivo abandonó la ciudad de México, sin conocimiento de la Suprema Convención y sin dictar las órdenes necesarias para evitar cualquier trastorno público, por lo que considero de mi obligación como Presidente de la Soberana Convención Revolucionaria y como ciudadano, dar garantías a la sociedad y evitar que se causen perjuicios a los particulares, con motivo de dichas condiciones, y con tal objeto, mientras la soberana asamblea en su próxima sesión acuerde lo que convenga, con apoyo de las fuerzas de la División del Norte que están en la capital y con las del Ejército Libertador, asumo el mando provisional de la ciudad de México y poblaciones que constituyen el Distrito Federal ..., decretando la vigencia de la Ley Marcial, por la que se impuso la pena de muerte a todos los que alterasen el orden, cometieran cualquier delito, portaran armas o atentaran contra la propiedad.

En la misma disposición se prohibieron las reuniones y manifestaciones públicas y se ordenó que todos los Generales, jefes, oficiales y tropa, así como las autoridades civiles deberían acatar las órdenes del Presidente de la Convención.

Gallarda actitud del General González Garza.

El ambiente estaba preñado de peligros. Nadie sabía en aquellos momentos de gran incertidumbre quiénes eran los leales a la Convención y cuáles los traidores. Algunas tropas zapatistas, en los primeros momentos, abandonaron la ciudad de México. De las fuerzas de la División del Norte sólo quedaban unos tres mil hombres a las órdenes del General Agustín Estrada, acantonados en la hacienda de los Ahuehuetes. La actitud del General González Garza fue extremadamente gallarda.

En la tarde de aquel memorable 16 de enero, el salón de sesiones de la Cámara de Diputados estaba lleno de gente. No faltaba uno solo de los delegados de la Convención. La inexplicable conducta del Presidente Gutiérrez y de algunos de sus Ministros había apretado las filas de villistas y zapatistas. La actitud enérgica y ponderada a la vez de González Garza era elogiada por todos.

Roque abandonó el sitial de la presidencia y ocupó la tribuna para informar a la asamblea sobre los acontecimientos de ese día. Censuró la actitud del General Eulalio Gutiérrez y apuntó el hecho de que el mismo se llevó todo el dinero existente en las arcas públicas. Terminó con las siguientes palabras:

El pueblo, que sabe cuándo se le trata bien, y cuándo mal, se agitó esta mañana, llevó la nueva a todas partes y con ella la alarma y la confusión; que afortunadamente pronto fueron disipadas. En un principio parecían confirmarse los rumores y las especies absurdas; fuerzas, que estaban en esta capital, ignorando lo acontecido, trataron de salir de la plaza; otras que se hallaban en pueblos cercanos, quisieron entrar, y en medio de esta confusión, el que habla, después de un proceso íntimo para saber si lo que iba a hacer era bueno o era malo, se decidió a llamar a sus amigos y les manifestó que el Presidente de la Convención no tenía otro camino que asumir el mando supremo para cuidar del orden público y dar las garantías que la sociedad tanto necesita ...

En aquellos momentos solemnes, estalló una de las más entusiastas ovaciones que se han registrado en la magna sala del Congreso.

La destitución de Eulalio Gutiérrez.

A preguntas especiales, González Garza informó que habían seguido a Eulalio los Ministros José Isabel Robles y José Vasconcelos. Que también fue acompañado en su infidencia por el Comandante militar de la plaza de México, General Mateo Almanza. Y agregó:

También a mi conocimiento ha llegado la noticia de que fue interceptado un mensaje dirigido por don Venustiano Carranza al General Eulalio Gutiérrez, invitándolo a que abandone la ciudad, de acuerdo con arreglos anteriores. Cuando terminaba mi conferencia telegráfica con el General Villa (hoy en la mañana), un empleado del cable manifestó a una de las personas que me acompañaban que el día anterior había buscado al Comandante Militar para entregarle un mensaje de don Venustiano en el que decía al General Gutiérrez que inmediatamente debería abandonar la ciudad y ponerse a sus órdenes.

Hablaron después los Coroneles Orozco y Soto y Gama, los dos del Ejército Libertador del Sur. Lanzaron duros cargos al General Gutiérrez y presentaron la siguiente moción:

Artículo 1° En virtud de la infidencia del C. General Eulalio Gutiérrez, que hasta aquí había desempeñado el Poder Ejecutivo, por delegación de la H. Convención Revolucionaria, se declara que cesa dicho ciudadano en su cargo de Presidente provisional.

Artículo 2° En consecuencia, y en tanto se elige persona que lo substituya, la Convención reasume el Poder Ejecutivo, que ejercerá por conducto de su Presidente el C. General Roque González Garza, quien se sujetará en todos sus actos a los acuerdos de la Soberana Convención.

El proyecto fue discutido con amplitud y puesto a votación, resultó aprobado por ochenta y tres votos contra uno del delegado Dionisio Marines Valero.

La protesta del Presidente González Garza.

Habiéndose aprobado la designación del General González Garza, una Comisión lo introdujo a la sala de sesiones. El General Otilio Montaño, Vicepresidente de la asamblea, le tomó la protesta de ley a las 9:15 de la noche. Al subir a la tribuna, el nuevo Presidente, que iba a ocupar la silla presidencial en circunstancias dificilísimas, fue saludado por una salva de aplausos. Expresó, con extremada modestia:

Nunca creí que el torbellino revolucionario me llegara a colocar en las circunstancias y en la posición que vuestra bondad ha hecho que ocupe. Bien sabe Dios que jamás he ambicionado para mí nada que no constituya la regla invariable de ser bueno y honrado; pero ya que el destino ha querido que en este momento histórico represente a mi Patria y encarne ideales de los hombres que con las armas en la mano lucharon por su libertad política y económica, justo es que haga en esta ocasión mi profesión de fe.

Anhelo estar en el puesto que me habéis conferido el menor tiempo posible; mis esfuerzos se concretarán en primer término y por ser de imperiosa necesidad, terminar con el estado anómalo por que atraviesa esta ciudad. En segundo lugar, comunicar a todos los gobernadores y Comandantes Militares de los Estados vuestra soberana resolución, encareciéndoles en bien de la Patria, que se sirvan acatarla, no por la persona que va a ocupar el primer puesto, sino porque tal es la voluntad de esta asamblea. Y en tercer lugar, me propongo hacer todo lo posible por atraer a todos los hombres de bien y de espíritu enteramente revolucionario; aquellos que por malos consejos o desorientados por los acontecimientos desarrollados en nuestra Patria, no están con nosotros. Yo haré porque vuelvan al seno de esta Convención y aporten su contingente, porque no puedo creer que este hermoso país no cuente con suficiente número de ciudadanos que, ante todo y sobre todo, amen a la tierra en que nacieron.

¡Plegue al Dios de las naciones inspirarme en la misión que me habéis conferido! ¡Estad seguros que sabré cumplir los acuerdos que emanen de esta asamblea, que yo os protesto que nada me reprocha mi conciencia; en mi vida nada hay que me avergüence, y yo os juro, señores, que por mi Patria, por mi pueblo y por esta Convención, estoy dispuesto a dar mi vida!

Inmediatamente después se aprobó por unanimidad de votos, una iniciativa por la que se concedieron al Presidente González Garza facultades extraordinarias en los ramos de Gobernación, Guerra y Hacienda.

Al día siguiente, domingo 17 de enero, por medio de bando solemne, se promulgó el decreto de la Convención en el que se destituyó al General Eulalio Gutiérrez del cargo de Presidente provisional de la República y se designó en su lugar, al General Roque González Garza. En carruajes descubiertos, presidieron la fijación de los carteles impresos, los miembros del H. Ayuntamiento de la Capital, seguidos por una escolta de caballería de las fuerzas surianas.

El 18 del mismo mes, González Garza integró su gabinete. Ratificó los nombramientos de los Ministros de Justicia y de Agricultura que desempeñaban, respectivamente, el licenciado Rodrigo Gómez y el General Manuel Palafox, y para las demás Secretarías designó Oficiales Mayores encargados del Despacho, repartidos en la forma que sigue: Alfredo Guichenné, Gobernación; Joaquín Ramos Roa, Instrucción Pública; José Vázquez Schiaffino, Comunicaciones; Enrique Rodiles Maniau, Hacienda, y General Alfredo Serratos, Guerra y Marina. El Coronel José Quevedo iue nombrado Inspector General de Policía.

Ratificación del nombramiento del General Villa.

El mismo 18 de enero, en la sesión de la asamblea revolucionaria, se ratificó el nombramiento de General en jefe de las fuerzas convencionistas en favor del General Francisco Villa, que acababa de obtener otra gran victoria en Sayula, Jalisco, contra las fuerzas adictas a Carranza que mandaban los Generales Diéguez y Murguía.

Era el caso doloroso de un caudillo que sabía ganar batallas en provecho y beneficio de otros, para que éstos una vez encumbrados, lo desconocieran con la mayor ingratitud, tildándolo de réprobo, malvado, bandolero, después de haberlo ascendido al grado supremo en el ejército y nombrarlo jefe supremo de los ejércitos que afrontaban todas las fatigas y todos los peligros para elevarlos y sostenerlos en la silla presidencial en unión de aduladores y listos que nunca habían olido la pólvora, quemaban incienso a los amos e intrigaban contra los que exponían la vida. Eran los que Villa llamaba los chocolateros. Los que seguían el consejo del poeta Antonio Plaza:

A la guerra, Andrés, no vayas

Y sin luchar vencerás

Pues un brindis vale más

Que el humo de cien batallas.

Los fondos que se llevó Eulalio

El gobierno presidido por González Garza se encontró, de buenas a primeras, con una grave dificultad. Las oficinas de la Tesorería General de la Federación estaban cerradas a piedra y lodo y se suponía que el General Gutiérrez habíase llevado todos los fondos. Se presentó el señor Julio Poulat, subtesorero, hombre estimabilísimo y de honorabilidad a toda prueba. Informó lo siguiente:

A las 2 de la mañana del sábado 16 de enero se presentaron en su domicilio tres oficiales que iban abordo de un automóvil. El que hacía de jefe le presentó un documento en que se le ordenaba hiciera entrega del Tesoro Federal, por órdenes del Primer Milgistrado de la República, que trataba de ponerlo en sitio más seguro.

Poulat conferenció por teléfono con el tesorero don Domingo Valdés Llano, quien se trasladó a la casa del General Gutiérrez, y éste, verbalmente, le ratificó la orden. Entonces, juntamente con los tres oficiales, regresó a la Tesorería y les fue entregada la suma que en aquellas arcas había.

El corte de caja efectuado a las 10 de la noche anterior arrojó un total de trece millones doscientos mil novecientos noventa y un pesos siete centavos, y a los enviados del General Gutiérrez les fue entregada, según recibo que firmó F. Delgado y con el visto bueno del tesorero Valdés Llano, la cantidad de diez millones cuatrocientos cincuenta y tres mil cuatrocientos setenta y tres pesos.

También dejó Eulalio en las oficinas de la Secretaría de Comunicaciones, una gran cantidad de proclamas impresas. Sobre éstas y sobre las misteriosas circunstancias en que el General Gutiérrez salió de la capital, hablaremos más adelante.


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