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Capítulo 64
Un torpe manifiesto y el fracaso del General Gutiérrez.
Indudablemente hubo algún tornillo mal ajustado en El Plan de Guerra preparado por el canciller José VasconceÍos para el desconocimiento del General Francisco Villa y también del General Emiliano Zapata. O bien una indiscreción hizo que los engranes del plan fueran conocidos por don Venustiano Carranza y que éste se encargara de trastornar todos los preparativos. O quizá hubo doblez por parte del General Alvaro Obregón.
Ya el General Eulalio Gutiérrez y el licenciado Vasconcelos habían arreglado con bastante antelación todos los preparativos. Los dos habían enviado sus respectivas familias a San Luis Potosí. Decian contar en lo absoluto con el General Obregón, quien avanzaría sobre la capItal con todas sus fuerzas y sólo tendría que combatir con las chusmas surianas, pues la casi totalidad de las fuerzas de la División del Norte que se encontraban en la capital, se unirían a las del caudillo sonorense. Se había dispuesto que mientras se efectuaba dicha entrada, el General Gutiérrez y su canciller se trasladarían a Pachuca.
Pero el plan se frustró, como hemos visto, por la aprehensión de los delegados que envió el General Gutiérrez a Puebla, la traslación de éstos a Veracruz y la noticia que llegó al General Villa de todo el plan fraguado en su contra. Y todos los comprometidos tuvieron que salir de la capital, en la madrugada del 16 de enero de 1915, como ratas por tirante. Según la opinión del ingeniero José Rodriguez Cabo, Subsecretario de Comunicaciones y Jefe de la Delegación que el General Gutiérrez envió a Puebla, don Venustiano estaba al tanto de todas las negociaciones de Obregón y en el momento oportuno, ordenó con gran sorpresa de éste, que él, con los parlamentarios de Eulalio, se le presentara en el puerto de Veracruz.
El manifiesto motivo de la desventura.
En la Secretaría de Comunicaciones quedaron millares de manifiestos impresos, que no llegaron ni a repartirse, ni mucho menos a fijarse en las esquinas. Este Manifiesto a la Nación fue escrito, según confesión propia, por el licenciado José Vasconcelos. Aparece publicado en su libro La Tormenta, con varias firmas, pero el impreso en hojas tiene algunas supresiones, y aparece firmado solamente por Eulalio Gutiérrez.
Hace el historial de la Convención y de los motivos por los cuales se reunió en la ciudad de Aguascalientes. Expresa que la División del Norte fue la que más se distinguió en la campaña contra Victoriano Huerta. Menciona las labores y los acuerdos de la asamblea y la rebeldía de muchos jefes, por lo cual el Presidente electo se vió obligado a nombrar al General Villa, Jefe Supremo de las fuerzas de la Convención. Menciona la ejecución del General Guillermo García Aragón y el asesinato del profesor Coronel David G. Berlanga. Expresa que ante estos atentados reunió un Consejo de Ministros y se decidió que el Presidente Gutiérrez se dirigiera al General Villa para exigir el castigo de los culpables. Pero Villa se había marchado a Guadalajara y Zapata se había ausentado de la capital. Por un momento -escribió el General Gutiérrez con la pluma de su canciller Vasconcelos-, creímos que sería posible reservar el castigo de estos deIitos para un poco más tarde, cuando el Gobierno tuviese mayor autoridad.
Sin embargo -agrega-, los miembros de la Convención de Aguascalientes, justamente alarmados, me manifestaron que deseaban trasladarse a la ciudad de San Luis Potosí, donde se contaba con elementos que aunque escasos, eran suficientes para darles garantías. Se trasladaron para dicha ciudad numerosos miembros de la Convención, y el General Francisco Villa, informado por sus agentes de lo que acontecía, se atrevió a librar órdenes de aprehensión y de ejecución contra quienes disfrutaban de fuero y eran la fuente de la autoridad de que dispone el General Villa. En vista de estas terribles órdenes, los mismos señores delegados, portando la bandera de la Convención fueron a pedir garantías al C. General Antonio I. Villarreal, gobernador de Nuevo León, y allí se encuentran esperando la oportunidad de poder ejercer con decoro sus funciones, libres del caudillaje que por todas partes parece enseñoreado el pals.
Fueron sólo media docena de delegados los que se dirigieron a San Luis Potosí enviados por el mismo General Gutiérrez y por indicaciones de él se llevaron la bandera. No es cierto que Villa dictara contra esos prófugos, órdenes de captura y ejecución. Villarreal, aunque estaba en tratos con Gutiérrez, había desconocido a la Convención. Esos infieles delegados dejaron la bandera en manos de Villarreal y no se quedaron esperando una oportunidad para ejercer sus funciones. Todos ellos se presentaron ante Carranza.
Vehemente requisitoria llena de torpezas.
El manifiesto elaborado por Vasconcelos y firmado por Gutiérrez, proseguía en la siguiente forma: Desde que regresó el General Villa a esta capital, comencé a tener conocimiento de que se repetían los plagios y asesinatos. Tanto los jefes de fuerzas villistas como los jefes de fuerzas zapatistas han venido violando el domicilio, la propiedad y la vida, sembrando el espanto y la alarma en la sociedad de México. Con vergüenza e indignación he tenido que ser espectador de todas estas infamias, y deseando salvar al gobierno de la Convención, que es el único legal y el único que puede orientar al país, tuve que adoptar una política paciente de esperas y disimulos, mientras procuraba informar de los acontecimientos y pedir su concurso a todos los jefes leales y honrados, que por fortuna, son la mayoría en la División del Norte y demás fuerzas del Ejército Convencionista.
Conocedor el General Villa de que los actos de pillaje ejecutados en la ciudad, que los asesinatos cometidos por sus fuerzas en Pachuca y otras ciudades de la República no eran de la aprobación del Gobierno, se citó a una junta a la cual concurrieron elementos meramente personalistas, es decir, partidarios ciegos de Villa, y en esa junta a la cual se ha pretendido dar el carácter de Convención Soberana de la Revolución, se discutió mi actitud en secreto y se tomaron acuerdos que desconozco; pero fue el resultado de dicha junta celebrada el 31 de diciembre próximo pasado, que el General Villa se presentara a mi casa habitación, pistola en mano, con diez o doce hombres armados, entre ellos Fierro y Urbina, más dos mil hombres de caballería que rodearon mi casa y cambiaron la escasa guardia de veinte hombres que defendían mi hogar ...
El Manifiesto contiene errores de fecha y de apreciación. La junta se efectuó antes de la fecha indicada con los miembros de la Comisión Permanente de la Convención que se encontraban en México. Villa, como ya lo referimos, fue a quejarse de que el General Gutiérrez quería fugarse la víspera. Se trasladó a la casa que ocupaba Gutiérrez y le reclamó su conducta. No hubo cambio de guardia, como lo asegura el mismo Eulalio.
Los ceses de Villa y de Zapata.
Con el valor que les daba el lujo de su fuerza dirigida contra un solo hombre -sigue rezando el propio manifiesto-, me insultaron y me hicieron diversos cargos porque habían sabido que yo pretendía quitarles el mando y, para hacerlo salvando a mi Gobierno, retirarme de la ciudad en que ellos han venido dominando militarmente y sembrando el terror y el desconsuelo.
He vacilado antes de tomar una resolución que quizá sea de consecuencias graves y que tal vez nos lleven a mayor derramamiento de sangre, porque tienen a su lado la fuerza material los que no han sabido respetar al gobierno que por acuerdo de ellos mismos se formó. Pensaba también que algunos elementos carrancistas obstinados en sostener a un hombre, se aprovecharían de la escisión en el partido de la legalidad para continuar la guerra que nos han declarado. Pero al fin, de acuerdo con las personas que integran mi gabinete y el sentir de algunos patriotas honrados a quienes también he consultado, me resuelvo a tomar un camino que puede no ser el del triunfo, pero sí el de la honradez, y pidiendo a todos los mexicanos que cumplan con su deber apoyándome en esta decisión que el gobierno nacional ha tomado, he tenido a bien acordar lo siguiente:
I. Cesa en el mando de la División del Norte y de todas las demás fuerzas que hayan estado bajo sus órdenes, el CC. General Francisco Villa, así como los Generales Tomás Urbina y Rodolfo Fierro.
II. Cesa igualmente en el mando de las fuerzas que sean leales a la Convención y que estén bajo sus órdenes, el General Emiliano Zapata.
III. El Gobierno seguirá exigiendo el retiro absoluto del señor Carranza y aceptará el concurso de los jefes militares que hasta hoy le han secundado si desisten de seguirlo sosteniendo.
IV. Se hace saber a todos los jefes y militares y a todos los elementos armados del país que sean leales al gobierno emanado de la Convención de Aguascalientes, que sólo deberán cumplir las órdenes que emanen directa o indirectamente de la Secretaría de Guerra.
V. Desde luego saldrán comisiones que informen de estos acuerdos a las fuerzas que no han querido reconocer a mi gobierno porque exigían el retiro del General Francisco Villa, con el objeto de pedirles su concurso, si fuere necesario para que sean cumplidos.
Constitución y Reformas.
Dado en el Palacio Nacional, en la ciudad de México, capital de la República, a los 13 días del mes de enero de 1915.
El Presidente Provisional.
General Eulalio Gutiérrez.
La odisea del Presidente General Gutiérrez y sus acompañantes.
El 16 de enero en la madrugada, se inició la fuga de Eulalio Gutiérrez.
Los prófugos perdieron tres días en Pachuca. Allí supieron que la Convención destituyó al General Eulalio Gutiérrez. Lucio Blanco los acompañó únicamente hasta la Villa de Guadalupe, regresando a la capital, donde se ocultó. Además de las fuerzas del General Blanco, la columna se integró con las tropas que mandabah José Isabel Robles y Mateo Almanza.
Una pincelada de bello colorido.
Los Generales Robles y Almanza aconsejaron que la marcha se hiciera hacia la Huasteca. La columna enderezó sus pasos hacia Real del Monte.
Después de Atotonilco, la poderosa columna fue tiroteada por unos cuantos soldados enemigos. No hubo una sola baja. Marchaban en zigzag. Era necesario arrebatar los alimentos. Pasaron por Actopan y de allí se dirigieron a la queretana población llamada Cadereyta. Entraron al valle de Tolimán. Siguieron por San Luis de la Paz.
El desastre del General Gutiérrez.
A duras penas, aquella columna llegó a una hacienda situada a corta distancia de San Luis Potosí. De la ciudad de México, el nuevo Presidente González Garza destacó dos mil hombres de la División del Norte a las órdenes del General Agustín Estrada, en persecución del prófugo ex Presidente, los que derrotaron a una fuerza de gutierristas que había evacuado la capital potosina, en San Felipe Torres Mochas, el 28 de enero. Nuestro belicoso filósofo quería que el General Miguel M. Acosta, jefe de las tropas derrotadas, fuera fusilado.
Eulalio y su séquito fueron a refugiarse en la región de San Luis Potosí, en donde imperaban los Carrera Torres y los Cedillo. Pasaron por Rioverde. Retrocedieron a Rayón. Entraron cabizbajos en Ciudad del Maíz y luego prosiguieron hacia Doctor Arroyo, Nuevo León.
El General Gutiérrez después de haber sido herido en la celada de las Antonias, que le tendió Carrera Torres, se amnistió en Ciénega del Toro y lanzó un manifiesto el 15 de junio de 1915, por el cual renunciaba a la Presidencia de la República.
El General Almanza fue muerto en Matehuala.
Los Generales José Isabel Robles y Eugenio Aguirre Benavides, con pliegos de amnistía en el bolsillo, al dirigirse a Estados Unidos, fueron alcanzados por fuerzas del General Nafarrete.
Robles logró escapar.
Aguirre Benavides fue fusilado.
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