ENTREVISTA
AL GENERAL AMADOR ACEVEDO

Píndaro Urióstegui Miranda

A EUFEMIO LO MATÓ EL LOCO CELERINO

PREGUNTA
¿Y Eufemio Zapata, cómo murió?

RESPUESTA
Eufemio murió antes; a él lo mató, en 1917, el loco Celerino, uno de Ameca, porque Eufemio había matado a su padre.

Mire usted, me tocó ver algunas cosas de éstas. Yo era jefe de la guarnición de Chietla, este Celerino era muy valiente. le decían el loco y siempre estuvo peleando contra el gobierno.

Su papá era un viejecito al que le gustaban también las copas, siendo muy amigo de Eufemio por lo que con frecuencia se ponían a tomar juntos.

En una de tantas, Eufemio no estaba de acuerdo, el viejito le dijo alguna grosería durante la borrachera y aquél le dio un golpe con la carabina haciéndole pedazos el cráneo.

Pasaron algunos meses, Celerino bajaba poco a Cuautla, pero en una de esas ocasiones, trayendo como trescientos hombres, toca la desgracia de que se da cuenta que Eufemio estaba en una casa. Celerino va a donde se encontraba Eufemio y toca, sale en persona a abrir y Celerino le dice: ¿recuerda usted que asesinó a mi padre? -diciendo y sacando una pistola calibre 44, de esas de cilindro que usaba Villa y se la descargó, cayendo fuera de la puerta.

Celerino dio la vuelta y se retiró.

Naturalmente se le fue encima todo el zapatismo, derrotándolo por Yecapixtla y yendo a dar a Chietla.

Al día siguiente, como a las cinco de la mañana, yo todavía estaba recostado cuando llegó un individuo donde me encontraba, diciendo que querían indultarse unos individuos que estaban en la orilla.

Ya ordené que no los dejaran entrar hasta nueva orden, porque no sabía cuántos eran o si sería algún plan u otra cosa; entonces estaba muy fuerte el zapatismo.

Ante otra insistencia de que quería verme, me paré y me dijo entonces: señor yo vengo de parte del coronel Celerino que está aquí en la orilla y venimos a indultarnos.

Espérese -le contesté-, todavía no es hora, es muy temprano.

¡Pues sí, pero nos vienen persiguiendo señor! -repuso.

Entonces ya ordené que los dejaran arrimar a Atencingo y que los detuvieran ahí; me paré y me arreglé, saqué cincuenta hombres de la fuerza que tenía yo ahí y fui a verlos.

Eran, no recuerdo si veintidós o veintisiete individuos con el coronel Celerino, venían derrotados, toditos hechos pedazos y ya me los llevé al centro, les di cuartel y llamé al coronel al que le empecé a preguntar y me dijo cómo y por qué la muerte de Eufemio Zapata.