Indice de Entrevista al General Amador Acevedo por Píndaro Urióstegui Miranda A Eufemio lo mató el loco CelerinoBiblioteca Virtual Antorcha

ENTREVISTA
AL GENERAL AMADOR ACEVEDO

Píndaro Urióstegui Miranda


MÁS DATOS SOBRE SU ACTUACIÓN REVOLUCIONARIA

PREGUNTA
Usted me dice que estuvo con Zapata hasta 1912, ahí se retira usted y se va para Guerrero; ya en Guerrero se incorpora usted a las fuerzas de Ambrosio Figueroa, luego se incorpora con Carranza ¿verdad? ¿A las órdenes de quién?

RESPUESTA
El primer jefe que tuve yo fue Pedro Morales.

PREGUNTA
Yo quisiera que me hiciera una relación de los puestos que fue ocupando, de la forma en que fue ascendiendo o de los puestos que fue desempeñando, civiles o militares.

RESPUESTA
Entonces me les eché encima a los zapatistas, organicé doscientos veinte hombres y peleé con ellos y no pude venir acá con el general Dávila.

Me fui a Chilapa para poder defenderme; entonces me junté con Castillo Calderón, que era el jefe de la guarnición de la plaza y estaba el hombre derrotado completamente, le acababan de exterminar a casi toda su gente por Petaquillas.

Bueno, entonces yo me comuniqué con el gobierno para que me pasara para acá con el general Dávila, o con mis compañeros que estaban en Tejupilco y que eran Mastache, el general González y todos esos con quienes había yo convivido.

El general Rómulo Figueroa estaba en Chihuahua como gobernador y estábamos cortados completamente, pero estando ahí, surgió eso, las dificultades entre Mariscal y el coronel Castillo Calderón, por la muerte de esa gente que había sido un fracaso.

Ya se da cuenta Castillo Calderón, que era un abogadazo inteligente, un hombre muy culto y me dice a mí: oiga, no cree que me pueda pasar por el Estado de Morelos para que nos vayamos para el centro. Yo ese interés tenía de venirme para acá.

Como no, le contesté.

¿Me pasa usted? -preguntó.

¡Pasamos!

¡Yo tengo confianza en la tropa que traigo!

Castillo Calderón tenía alrededor de sesenta o setenta hombres que le habían quedado y una parte de un batallón de Chiapas, de tehuanos.

Entonces viene el cambio para entregarles la plaza a esos hermanos de los cuales no recuerdo el nombre; los dos eran coroneles.

Les entregó la plaza y ya dimos la salida el día 2 de mayo de 1915.

Salimos de Chilapa, venimos a dar a Tlalcotitlán y yo conociendo la región me vengo recio a quitar un punto clave que podían venir a fregarme los zapatistas, aquí en el Chorrillo en los límites de Puebla y Guerrero; pero llegamos ahí al otro día como a las diez u once de la noche.

Al otro día salgo y me vengo a quedar al pueblo de Mitepec; ahí estuve en la tarde del que fue el día 5 de mayo. En ese lugar hicimos honores a la bandera y dimos la vuelta festejando el cinco de mayo, me acuerdo perfectamente a pesar de que han pasado ya cincuenta y cinco años y por desgracia de este individuo, el jefe que tanto me extorsionó y que mató a mis hermanos, me iba a atacar y llevaba más o menos unos trescientos hombres, pero desarrapados; yo traía cuatro jefes ahí, a quienes venía yo nombrando como jefes de día de la columna para nombrar los servicios y ese día le tocó a un muchacho que no era cumplido con las órdenes.

Le ordené que me pusiera el servicio a las siete u ocho de la mañana que yo llegaba. Poco tiempo después le mandé preguntar y me contestó que ya estaba todo el servicio tal como yo lo había ordenado. Mandé tocar a botesillas, a ensillar y todos con ganas de dormir y descansar y salimos.

Yo me voy a una casita cerca del centro, como a eso de las once del día, llega este individuo con su gente sin saber que ya estaba yo ahí y se mete a la piaza en momentos de que yo salía de la casita y desconozco a la gente y en la misma placita, que tiene más o menos cien metros por lado, nos agarramos a balazos, pero de nosotros unos agarraban una carabina treinta y otros parques mausser; eso y lo cansados influyó en que no pudiéramos agarrar a éstos, sino que salimos persiguiéndolos y a este hombre le matamos el caballo pero se lo sacó un compañero y echándolo en ancas se lo llevó.

Les hicimos cuatro muertos y trece prisioneros; a mí me mataron uno, con ese motivo me salí.

Yo los mandé fusilar y me fui.

Al otro día caí a su pueblo y ahí estuve hasta acabar lo que tenía; ya al segundo día salimos a Chiautzingo con las tropas; de allí llegamos a un punto que se llama Gallegos, ya en los límites con Morelos y Guerrero, fue donde se me incorporó aquel que le platiqué del tesoro de Zapata.

Ahí estuve dándome cuenta de cómo estaba la situación en Morelos y después de descansar dos días con las tropas que traía, ya entonces me fui a Tehuixtla y de ahí a Puente de Ixtla y me fui a quedar a Vista de Miacatlán en la loma.

Al siguiente día salí a Tapalpa y de ahí a Malinalco y de Malinalco a Tenancingo donde me quedé yo y ya salió para México el coronel Castillo Calderón a entrevistar al señor Carranza y entonces me quedé incorporado al general Pedro Morales que mandaba la octava división del noroeste, carrancista.

De ahí nos dieron la orden de avanzar a Morelos por pimera vez en tiempo de Carranza. Volvimos a ocupar Miacatlán y yo ahí estuve hasta que pudimos despejar algo; entonces me mandaron a Amacuzac en donde estuve de destacamento cuatro o cinco meses, pero el paludismo nos agobió y nos fastidió por la falta de víveres.

Ya para ese tiempo me habían reconocido el grado de coronel, pero ya tenía el nombramiento, desde más antes, que me había dado el general Figueroa.

Mire usted, primero Zapata me nombró coronel. Cuando me fui con Ambrosio Figueroa sólo me reconoció como cabo segundo, que equivalía a capitán segundo y por último Carranza me reconoció el grado de coronel.

Ya seguí y estuvimos en Morelos hasta que vino la cosa del norte. Entonces ya nos mandaron para el norte, o sea en el tiempo en que Villa rompe definitivamente con Carranza. Entonces salimos todos a las órdenes de Amaro. Allá también estuvo Murguía con una columna a sus órdenes.

Ya se le hizo la campaña a Villa, que en cuanto sintió la cosa mal y perdió varias campañas se fue a la sierra y entonces nos disgregaron.

Regresamos muchos para Guerrero y entonces a mí me mandaron a Chietla con mi regimiento, ahí estuve, desde marzo de 1917 hasta octubre, como jefe del destacamento; entonces fue cuando le digo que me atacaron ahí tres veces y la última me atacó mero Zapata con siete mil hombres según lo que me dijeron varios presos; yo contaba con seiscientos, tenía yo una parte de mi regimiento; se había indultado conmigo un general Cleotilde Sosa y me lo dejaron ahí, yo era todavía coronel y me pusieron a un general a mis órdenes, porque era yo el comandante militar de la plaza, y una compañía de batallón, dos ametralladoras y un cañón.

Me organicé en trincheras para defenderme.

Había estado ahí la brigada del general Segura, un general torero, con setecientos hombres y había días que no les daba pastura a sus caballos porque se la quitaban, pero éstos todo el día se pasaban haciendo crinolinas y no salían.

Yo llegué y ante el temor de esas cosas empecé a salir a perseguirlos y no descansaba; yo salía a las ocho de la mañana, a las once de la noche, a caerles a sus campamentos y los traía locos y por ese motivo se disgustó mucho Zapata y me atacó el día primero de abril de 1917, mejor dicho el día último, que por suerte es día de mi santo, pero resistí el ataque.

Yo sabía que me iba a ganar la cuestión porque él tenía mucho interés en acabar conmigo.

Me atacaron desde los Frayles de Puebla hasta Chietla; yo tenía el último destacamento que estaba en el ferrocarril y Zapata mero pidió que los otros jefes atacaran otros puntos atacándome a mí personalmente, pero tenía yo muy buena gente y me pertrecharon.

Vi al general Pedro Villaseñor que era jefe de operaciones y le expliqué la situación y me dio bastante parque. Yo pedí auxilio hasta al mismo presidente de la República. En mi expediente de la Secretaría de Guerra existe, en el archivo, el telegrama con la orden que me trasmitió Carranza de que respondía yo de la plaza porque así se me había ordenado y que no tenía yo auxilio.

Me atacaron el día primero de mayo a las ocho de la mañana; en la noche me quitaban trincheras y las volvía a recuperar y llegué a tener entre heridos y muertos sesenta y cuatro hombres, sin hospital y sin nada y yo veía la cosa mal, aunque ya tenía preparada mi salida.

Yo sabía que no podía quedar con vida si me llegaban a agarrar, iba a jugármela, pero iba yo a salir rumbo a mi región, para Iguala, para defenderme, porque para el centro era imposible, estaban atacando hasta los Frayles.

El último día, o sea el segundo día de mayo, llamé a todos los jefes que tenía allí, al general Cleotilde Sosa, a un hermano de él que era coronel, a un teniente coronel Huico y a un teniente coronel Juan García de la Cadena, muy asesino por cierto; les pregunté qué hacíamos y entonces acordé sacar doscientos caballos en cuatro partidas y a cada jefe le di cincuenta caballos y yo tomé otros cincuenta y amaneciendo salimos por distintos rumbos todos, gritando que ya habían llegado los refuerzos y que empiezan a correr y que les damos unas correteadas fenomenales y se fueron, porque los zapatistas, en ese tiempo, dando media vuelta corrían trescientos y dos atrás de ellos; ya no veían para atrás, ya estaban acobardados y con ese truco salí triunfante.

Ya en septiembre, el tío Vicario recibió órdenes de bajar a Guerrero, ya estaba también con los carrancistas y era coronel y ya traía mucha gente de Guerrero y entonces le pidieron que me cambiara y consiguió él con la Secretaría que me fuera yo a Guerrero.

Me mandaron traer a Puebla un tren y me fui a México y entramos a Toluca y por ahí llegamos a Guerrero.

Llegando me mandaron a Huitzuco de destacamento, ahí estuve mucho tiempo y empecé a perseguir al zapatismo.

Ahí estaba a las órdenes de Vicario, primero, pero al poco tiempo, no sé por qué motivo, me separó tío Martín de ahí; entonces mandaron al general Fortunato Zuazua como jefe de operaciones, quedándose como jefe de nosotros.

Rómulo Figueroa estaba por Zacatecas en donde era el gobernador.

Bueno, ahí estuve hasta que me ordenaron otra vez que saliéramos sobre Morelos que ya estaba sin fuerzas.

Ya entonces el general Zuazua entró por Puente de htla, Rovelo por Cuernavaca y Pablo Morales, con sus jefes, por Cuautla, así fue como volvimos a entrar a Morelos y ya hicimos la campaña y así estuvimos hasta que se terminó esto.

Entonces ya vino la cosa de que nombraron gobernador y comandante militar de Cuernavaca al general Caneón y gobernamos al Estado, militarmente.

Entonces fue cuando a todos los jefes de corporación nos mandaron a los distritos y nosotros obrábamos como jefes políticos.

Entonces fue cuando fui jefe político de Tetecala. De ahí, seguimos en Morelos.

En Tetecala me mandaron a mí con mi regimiento, me cambiaron y fue otro jefe a cubrir la plaza y entonces el general Miguel Henríquez Guzmán había sido mayor del ejército e hijo del Colegio Militar, pero como fue del gobierno y en ese tiempo Carranza dio orden de que todos los jefes que habían sido del Colegio Militar o federales fueran dados de baja -y a este Miguel Henríquez Guzmán lo dieron de baja-; yo lo conocí al separarme de Tetecala.

Ordenó el general Carreón que Henríquez Guzmán fuera a cubrir el puesto de jefe político de Tetecala y con ese motivo yo estuve ahí con él varios días y así nos conocimos y se quedó él entonces, pero ya era jefe del ejército, ya estaba retirado.

A mí me mandaron con mi regimiento a cubrir Zacatepec, el Treinta y esa región.

Para ese entonces Guajardo estaba en Tlaltizapán y el general Bravo Izquierdo era también coronel y bajó también allí con el 12° Regimiento, lo conocí y fuimos amigos; fue cuando resultó la traición de Pablo González y Guajardo asesinando a Zapata, porque Guajardo era muy amigo de Pablo González, era de los consentidos.

PREGUNTA
¿Y usted hasta cuando siguió peleando, mi general?

RESPUESTA
Hasta 1923, cuando nos hicimos delahuertistas, yo era jefe del sector en Taxco.

PREGUNTA
¿Y Rómulo Figueroa?

RESPUESTA
Era jefe de operaciones de Guerrero.

PREGUNTA
¿Rómulo Figueroa fue el que encabezó el delahuertismo en Guerrero?

RESPUESTA
Sí, pero él no era delahuertista, pero por las dificultades que tuvo con el gobernador Rodolfo Neri entre el profesor Urbano Lavín y el ingeniero Martínez los hicieron pelear.

Saturnino Martínez era secretario particular de Neri y Urbano escribía en un periodiquito que se publicaba en Iguala y que no recuerdo cómo se llamaba.

Empezaron por tener unas medianas dificultades y resulta que lo fueron agitando y toma la revancha Lavín de un lado; esto fue antes de De la Huerta, siendo jefe de operaciones Figueroa y el gobernador, Neri. Se distanciaron hasta que los hicieron pelear.

Ya entonces desconoció al gobierno el general Figueroa y siguió atacando a Neri porque vio a Obregón dos o tres veces; hasta El Fuerte lo fue a ver queriendo que quitaran a Neri.

El Fuerte era un lugar donde se encontraba el general Obregón y se localiza de la laguna de Pátzcuaro para allá y allí lo fue a ver y se negó Obregón.

Yo estaba en Taxco y me estuve dando perfecta cuenta de todo.

Cuando Obregón se negó, Figueroa se disgustó y se le echa encima queriendo sacar a Neri.

Obregón le ordenó entonces a Figueroa que saliera del Estado y se fuera a Pachuca como jefe de operaciones y que saliendo del período de gobernador regresaría, pero Figueroa no quiso oir a Obregón y se le echó encima; se levantó con Crisóforo Ocampo, Urbano Lavín, los Basave y todos esos.

PREGUNTA
¿Y en 1923 a las órdenes de quién se fue usted con De la Huerta?

RESPUESTA
Con el viejo Rómulo Figueroa; pero pasó esto. No obstante que ya se había levantado y todo, aceptó Obregón que todavía se fuera para allá, lo estimaba bastante y le mandó unos trenes a Cocula. Ya estando ahí los trenes para embarcarse y todo, viene el movimiento de De la Huerta en Veracruz y cunde en el país. Entonces Figueroa, lejos de irse a Pachuca, reconoce el movimiento de De la Huerta y se viene a Iguala. Como jefe que era, todos nos unimos a él.

PREGUNTA
¿A la derrota de la rebelión delahuertista usted dónde estaba?

RESPUESTA
Andaba con el viejo Figueroa por Guerrero, no salimos de Guerrero más que a Morelos.

De los que estábamos con el viejo Figueroa, andaba un general de la costa que no recuerdo cómo se llamaba, el general Epifanio Rodríguez, Crisóforo Ocampo y su servidor; nomás éramos tres generales y él cuatro; estaba el coronel Figueroa, los Basave y todos esos de menor jerarquía.

Andrés Figueroa era enemigo de nosotros porque no desconoció a Obregón, es más, él fue a atacarnos, es decir, Andrés Figueroa fue a atacar a Rómulo.

Sí, llegó hasta no recuerdo qué parte de Morelos, pero el que fue hasta allá y que fue con el que nos indultamos nosotros, fue con el general Roberto Cruz que fue el que nos puso en paz allí.

PREGUNTA
¿Y después de que ya se indultaron qué hizo usted?

RESPUESTA
Yo me fui a mi rancho, allá por Puebla y me escapé, porque Rómulo y varios de los compañeros de él se fueron a México, que iban a tratar de reingresar y quién sabe qué y lo único que ganaron es que los mandaron presos a la penitenciaría; como yo me fui a mi rancho pasé desapercibido y ahí estuve hasta que se normalizaron las cosas, entonces ya me vine para Huitzuco.

PREGUNTA
Nos dice usted que también fue presidente municipal de Jojutla; ¿cuándo fue eso?

RESPUESTA
Sí señor, en la época de cuando estuve yo como jefe político en Tetecala, a los seis meses me fui para allá como presidente municipal; el jefe de nosotros era el general Salvador González, de Guerrero.

PREGUNTA
¿Y ha ocupado usted algunos otros puestos aparte de ese de presidente municipal de Jojutla?

RESPUESTA
Como jefe de plaza y de sector estuve en Tierra Caliente, estuve en Taxco y en otras plazas, como Tenancingo, en donde fui jefe de la guarnición y nada más.

PREGUNTA
¿Cómo llegó a general?

RESPUESTA
Pues pasadas todas estas cosas yo me fui a México al depósito, que era una oficina donde estaban todos los que sobraban de excedentes; entonces le decían la vaciada; pero luego fui a ver al general Benjamín Hill y me dice: mira yo voy a la Defensa Nacional, -era comandante militar de la plaza de México- y te voy a dar una corporación.

A lo que repuse: yo estoy un poco enfermo.

Entonces vete a donde quieras estar, me dijo.

Me voy para mi pueblo, para Huitzuco.

Ya entonces me dio permiso y me fui a mi pueblo por enfermedad; llegué a Huitzuco y después de estar varios días allí, el general Figueroa, era el jefe de operaciones, que me manda traer y que me dice: ¿cuál es tu actuación aquí o qué?

Pues yo estoy enfermo y me vine, le contesté.

Qué enfermo, yo sé que andas paseando y no tienes nada -yo me hablaba con él de tú-.

Pues sí, pero usted no sabe cómo estoy, tengo esta orden del general Hill, comandante militar de la plaza de México.

A lo que repuso: ¡Sí, pero yo te necesito!

Pero es que no puedo, déjeme sanar y veremos.

Sin embargo de eso, como a los quince días que me manda una orden, que pasara yo a Coyuca de Catalán a hacerme cargo del sector y así me fui para allá.

PREGUNTA
¿Ya con el grado de general?

RESPUESTA
No; el grado de general lo obtuve más antes, cuando le dije a usted que me vine a Tetecala a seguir con el general González; entonces yo tuve una dificultad con un coronel Panseco y me quitó mi regimiento; las intrigas campeaban y era difícil tener una corporación, todos las envidiaban y entonces el coronel López de Mendoza era amigo mío y era jefe del departamento de infantería en México y que voy a verlo queriendo que me entregara mi regimiento -el general Urquizo era Ministro de la Defensa- y me dice el coronel López Mendoza: deja esto, mira allá hay muchas intrigas, mejor pásate a infantería, te quitas de líos, yo te doy un batallón.

Entonces pedí yo pasar a infantería y así pasé a esa arma.

Ya entonces me dijeron que para dónde quería ir, a lo que les contesté que para donde me mandaran y el general Salvador González me pidió que me fuera a mandar el batallón que tenía él en su brigada, mandaba el 60° Regimiento y el 66° Batallón.

Ya me hizo jefe de su batallón y con ese estuvimos en Morelos; nos cambiaron de ahí.

El era general brigadier, lo mandó como jefe del sector de Cuautla el general García Rovelo que era el jefe de operaciones y a mí me hizo cargo de la línea hasta colindar con Puebla; puse destacamentos con mi batallón y ahí estuvimos hasta que vienen las cosas de Obregón y Carranza y la política.

Resulta que ya cuando salió Obregón entonces el general Salvador González nos habló a los jefes que tenía ahí, al general Adrián Castrejón, al teniente coronel Torres y a mí, para que opináramos sobre los hechos.

Acordamos, pues, que debíamos desconocer al gobierno a petición de Pablo González.

Salvador era muy gonzalista.

Nos fuimos para Guerrero, abandonamos las plazas y nos fuimos por ahí por mi pueblo; yo me los llevé a entrar por Huitzuco a Iguala; ahí estaba Obregón y entonces me ordenó que yo viniera con mi batallón a Zacatepec.

Cuando llegó el general Hill yo era coronel todavía, hasta que llegamos a México.

Al llegar a México llegó el señor De la Huerta y entonces ya él nos ascendió a todos; así fui general y al llegar el general Obregón a la presidencia nos ratificó los nombramientos y entonces Obregón fue el que nos firmó los nombramientos como generales.

PREGUNTA
¿Oiga, mi general, y usted recuerda algunas anécdotas curiosas, interesantes, de Emiliano Zapata o de usted con él?

RESPUESTA
Cuando llegamos a Chiautla ahí había familiares míos y simpáticas muchachonas; a Emiliano le gustaban y yo no me quedaba atrás, era joven.

Resulta que en el pueblo en que se asesinara al jefe político que era Andonegui había un señor Lino Castillo que tenía muchos pesos y que era prestamista y que facilitaba dinero a todo el distrito, le debían una cantidad fabulosa de dinero prestado a rédito. Con ese motivo los que no querían pagar querían que lo quitaran y qUe lo fusilaran, pero con ese señor Castillo tenían muy buena amistad las muchachas Vergara y estábamos con ellas en juerga.

Antes de eso yo le había dicho a Emiliano que no fuera a permitir que se fusilara a don Lino, que me lo habían recomendado las muchachas Vergara, a lo cual Emiliano aceptó.

Estando en la juerga Emiliano me dice: oye, dile a tu protegido que nos dé dinero, que te dé mil pesos.

Me fui a verlo, le dije: mire don Lino, yo vengo a verlo por orden del general, quiere dinero para la tropa y esa cosa, quiere mil pesos.

Pues como no, que empieza a mover y me da quinientos pesos en billetes y quinientos pesos en oro en monedas de a cinco.

Bueno, pues estábamos tomando con esas muchachas; entonces la cerveza la vendían en cajas de 60 botellas y valía más o menos siete cincuenta una caja de cerveza.

Llegué yo y él me hace una seña a la que contesté que sí, indicándole con la mano mi bolsillo.

Me indicó que le diera los quinientos pesos en oro; yo me embolsé los quinientos pesos de billetes.

Entonces me pregunta: ¿cuánto es?; le contesté: son mil pesos, los traje en monedas de a diez pesos.

Bueno, pues mandó inmediatamente traer una caja de cerveza y paga con una moneda y le mandan decir que faltaban dos cincuenta y ya me dijo: ¿qué pasó?; son de a diez le dije; ¡qué de a diez, son de a cinco!

Emiliano no conocía las monedas y lo engañé pero después me sacó los quinientos pesos en billetes.

Así es que imagínese, Emiliano Zapata no conocía las monedas de oro, palabra sagrada que no le miento.

En otra ocasión, -Omaña era fácil para esas cosas-, llegamos a Chietla y pues, estábamos deseosos, andábamos en las armas y Emiliano le dice a Omaña: órale pues Omaña, tú eres el conocedor, llévanos a una casa de amor.

Pues fuimos y nos arregló unas muchachas, entre ellas una ya vejancona y dos muchachonas; iba mi compadre Margarito, Emiliano y yo y que llegamos nosotros primero porque Emiliano se quedó recibiendo las atenciones de la vieja, mientras nosotros veíamos cómo estaba ahí la cosa.

Yo me agarré una joven, mi compadre otra y a él le dejamos la vieja.

Después estaba enojado y nosotros le dijimos: pues mira, nosotros nomás llegamos y agarramos lo que eneontramos, pero no supimos; claro que expresamente nosotros hicimos eso para que le tocara la vieja.

Una vez, cuando estaba Emiliano Zapata enfermo de la erisipela, me mandó a mí a la hacienda de Santa Clara a que me diera diez mil pesos el administrador y llegué y le hablé; era un español: coño, no tengo dinero, todo el dinero que había ya se lo llevaron.

¡Pues a ver cómo le hace, pero usted me da dinero.

Entonces me daba una letra para el banco, a lo que yo le dije: de dónde vamos a sacar un banco si andamos en el cerro.

Pues se me acerca un soldado y me dice: mire, en tal parte tiene un costal con centavos.

Y que voy a ver.

Sí, tenía medio costal con dinero, falso la mayor parte, chuecos.

Pues que le amarro la boca y que se lo subo a un soldado y le dije: llévaselo al general Zapata y dile que eso fue lo que me dieron.

Mientras nosotros, mi compadre Margarito y Chucho Sánchez andábamos tomando en la cantina, pues no nos costaba.

Cuando llegamos allá estaba enojado; ¿qué pasó?

¿Pues qué no te mandamos el dinero que nos dieron?

A lo que repuso: ¿y ese dinero es el que voy a utilizar para repartir?

Lo que pasó es que ustedes han de haber agarrado lo mejor del dinero y se fueron a emborrachar.

Estaba muy enojado pero al poco rato ya se le pasó, sobre todo cuando le contamos que lo habíamos hecho a propósito para jugarle una broma ya que nosotros sabíamos que ese dinero era falso.

PREGUNTA
¿Quiénes eran los más entrañables amigos de Zapata?

RESPUESTA
Pues no éramos más que cuatro los que anduvimos desde un principio: Margarito Martínez, mi compadre, Catarino Perdomo y su servidor; dormíamos juntos.

A mí me jugó muchas bromas, como éstas: cuando salimos de Jojutla yo estaba joven, dormía bastante y Perdomo ya era un hombre maduro.

Bueno, pues me dieron centavitos y llevaba la armada, pero llegamos. Yo cansado y desvelado de la noche anterior que caminamos tanto; buscamos donde hospedarnos y nos fuimos a alojar a la casa de la hacienda; me quité la ropa y me puse a dormir; llega media noche y entonces Emiliano, Catarino y mi compadre que me quitan zapatos, pantalón, pistolas y sombrero, dejándome en calzoncillo y camisa; me voy levantando a las siete de la mañana del día siguiente y nada de ropa ni de ellos; preguntaba y nadie sabía dónde estaban; pues después de que se llevaron mi ropa se fueron a una cantinita por allá y yo no podía salir porque estaba encuerado; hice coraje con ellos, pero me tuvieron hasta cerca de las diez de la mañana desnudo y con hambre, sin poder salir, hasta que mi compadre me llevó mi ropa y todo, pero se bebieron la mayor parte de mis centavos, conformándome con que me dieran lo demás y así bromas que nos hacíamos, justamente porque éramos muy amigos.

PREGUNTA
Mi general ¿y cuando usted se enteró de la muerte de Zapata?

RESPUESTA
Yo lo sentí mucho, de veras lo sentí, lo quería como un buen amigo.

PREGUNTA
¿Usted cree que Zapata sí estaba actuando sinceramente?

RESPUESTA
El sí.

¡Eso sí!, obraba de muy buena fe; él sí estaba convencido de que la bandera de la causa agraria, por la que estaba peleando, era lo que necesitaba el pueblo.

Yo tuve conversaciones al respecto con él y era recto en ese sentido.

En los pueblos por donde pasaba lo recibían con bastante cariño y decían en aquella época que andaba dando lo que no era de él, por eso la gente de abajo lo adoraba, les quitaba a los que tenían para dárselos al pueblo; lógicamente que el mismo pueblo ayudaba a su ejército, no necesitaba forzar a nadie, el pueblo lo apoyaba, le daban alimentos, todo.

Mire usted, cuando atacaba alguna plaza le llovían artículos de primera necesidad y era más la gente pacífica que iba que los que atacaban; lo mismo también para robar, se llevaba más la gente pacífica que los mismos soldados.

Su ejército, mal armado y mal organizado, porque era realmente el pueblo el que lo seguía.

Zapata estaba convencido de que no tenía ejército, pero que el pueblo estaba con él.

Zapata llegaba a cualquier pueblo y lo invitaban e iban a darle auxilio y se iban después a su casa, por eso nunca tuvo un batallón disciplinado, nunca tuvo un ejército organizado ni medio organizado.

Hubo individuos como este Maurilio Mejía, que tuvo intenciones de formar un cuerpo y llegó a tener no recuerdo si siete u ocho mil hombres organizados, con elementos, con fusiles y ametralladoras.

Cuando le pidió a su tío Emiliano que le diera parque, Zapata se lo negó porque ya desconfiaba de él. Así me lo dijo a mí personalmente Emiliano. El sólo tenía pequeños grupos diseminados por diferentes Estados; pero eso sí, cuando él los llamaba todos concurrían y después de hacerlo, se diseminahan y regresaban a sus pueblos.

Indice de Entrevista al General Amador Acevedo por Píndaro Urióstegui Miranda A Eufemio lo mató el loco CelerinoBiblioteca Virtual Antorcha