Índice de Congreso anarquista de Amsterdam de 1907 | Introducción histórica | Primera sesión | Biblioteca Virtual Antorcha |
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LOS PRELIMINARES
(24 y 25 de agosto)
En un artículo de la revista Pages Libres (1), el camarada Dunois dedicó un pasaje bastante largo a la enumeración de los más conocidos congresistas. Tomémosle esta cita:
Unos sesenta militantes estaban ahí, de nacionalidades muy diversas.
En la primera fila de los holandeses figuraba Christian Cornélissen, delgado, espigado, el gesto impetuoso, la palabra veloz, -el tipo bien caracterizado del revolucionario moderno en quien el espíritu científico se une intimamente a las cualidades del agitador.
Los franceses tenían poca representación: los más conocidos eran Pierre Monatte, Broutchoux y de Marmande. Los belgas habían delegado a Henri Fuss, ayer estudiante en ingeniería, hoy obrero tipógrafo, G. Thonar, Chapelier y S. Rabauw, este último, jefe de redacción de una bella revista flamenca, Ontwaking.
La delegación alemana ocupaba ella sola todo un ángulo de la sala: Sepp Oerter estaba representando al Freie Arbeiter, Frauböse, al Revolutionar, R. Lange, quien, estruendoso y grave, presidió casi todas las sesiones del congreso, al Anarchist; pero destacaba sobre todo la alta y fina figura del Dr. R. Friedeberg, el campeón de las más amplias y avanzadas tendencias quien, en la víspera, aún estaba en la social-democracia alemana.
Los rusos también estaban numerosos... rusos de París, de Londres e incluso de Rusia, portadores de voluminosos informes sobre este movimiento anarquista ruso tan importante y tan desconocido.
América había enviado a la ardiente conferencista Emma Goldman, y al publicista Baginsky; Italia, al joven y valiente Luigi Fabbri y a su amigo Ceccarelli, quien asimismo representaba a grupos argentinos; Bohemia, a K. Vohryzek, pequeño hombre de cabeza redonda, infatigable y voluntario, y a su inseparable hermano de armas, el alto, rubio y suave Knotek.
Desde Londres habían llegado, con algunos silenciosos ingleses, toda una cuadrilla de refugiados políticos: el joven e inteligente Schapiro, el austriaco Siegfried Nacht, cuyos altercados con todas las policías de Europa han alimentado en varias ocasiones los diarios burgueses; el escritor P. Ramus, de Freie Generation, R. Rocker, el organizador (no me atrevo a decir el redentor, pero sin embargo...) de estos miserables obreros judíos del East End de Londres, redactor de una revista Germinal, y de un periódico semanal, el Arbeiter Freund, en jerigonza judía; Frigerio, Wilquet, y sobre todo el famoso revolucionario italiano Errico Malatesta, el último representante, tal vez -con su amigo Malato- del antiguo anarquismo insurreccional, el hombre que cuarenta años de lucha sin tregua no debilitaron ni el cuerpo ni la confianza. No mucho más alto que Blanqui, negro y barbudo como un napolitano, el gesto suelto, la elocuencia basada en imágenes, viva y familiar, Malatesta es ciertamente una de las más impresionantes figuras del anarquismo internacional. Después de la pérdida del buen decano Reclus, sigue siendo con Kropotkin, con Tcherkessof, con James Guillaume, uno de los fieles sobrevivientes de esta noble generación de los bakunistas de la Internacional -nuestras verdaderos padres intelectuales.
Esta enumeración es, y se ve, particularmente incompleta. Primero, se puede afirmar, sin exageración alguna, que en ciertas sesiones el número de los congresistas alcanzó e incluso sobrepasó los ochenta. Todas las sesiones eran públicas (a excepción de las dos sesiones dedicadas a la creación del Buró Internacional) y las de la noche fueron seguidas desde el comienzo hasta el final por una multitud de trabajadores de Amsterdam, notablemente silenciosos e interesados.
Conviene, a pesar de las dificultades que representa esta tarea, levantar una lista aproximativa de los camaradas de todos los países que asistieron al Congreso y cuyos nombres nos son conocidos.
He aquí esta lista:
Holanda.- Christian Cornélissen (París), J. L. Bruijn, J. J. Lodewijk, I. I. Samson, Reijndorp, Schermerhorn, Klein, Stad, Koekoek, Domela Nieuwenhuis, Altink, Nelly Korver, Prof. J. Van Rees, G. Rijnders, Hesp, Croiset, etc.
Italia.- Errico Malatesta y Corio (Londres), Luigi Fabbri (Roma), Belleli.
Alemania.- Dr. R. Friedeberg, Sepp Oerter, Rudolf Lange, Paul Frauböse, Wagner, Ludwig, etc.
Estados Unidos.- Emma Goldman, Max Baginsky, D. A. Bullard.
Argentina.- Ceccarelli (Roma).
Inglaterra.- Keell, Karl Walter, Jean Wilquet (Alemán), Siegfried Nacht (Austriaco), A. Schapiro (Ruso), Rudolf Rocker (Alemán), Pierre Ramus (Austriaco), C. Frigerio (Suizo), Schreiber, Flatt, etc.
Polonia.- Sra. Zielinsky (Paris), Schweber.
Bélgica.- Georges Thonar y Henri Fuss (Lieja), Émile Chapelier (Boistfort) Segher Rabauw y Samson (Amberes), Janssen y Heiman (Gante), Schouteten (Bruselas), Hamburger, Willems, etc.
Bohemia.- K. Vohryzek, L. Knotek.
Rusia.- Nicolas Rogdaef, Wladimir Zabrejnew, Sophie Wodnef, Emilie Wetkoff, Vladnef, etc.
Serbia.- Pierre Mougnitch.
Bulgaria.- Veleff.
Francia.- Benoit Broutchoux (Lens), R. de Marmande, Pierre Monatte, H. Beylie, Zibelin, Margoulis (Nancy), Coriol, Brille.
Suiza Romanche.- Amédée Dunois (Paris).
Ya desde el sábado 24 de agosto, un número bastante grande de congresistas había llegado a Amsterdam. En la noche, en la gran sala del Plancius, ubicada en Plantage Kerklaan, 61, en donde debía tener lugar el Congreso, hubo en su honor una reunión privada que el compañero I. I. Samson, en nombre del comité de organización, inició con unas palabras de bienvenida. Para muchos de los que estaban ahí, era la primera vez que se encontraban; otros se volvían a encontrar después de haber dejado de verse muchos años atrás. Entre los delegados, diversos puntos de vista fueron intercambiados sobre el Congreso que iba a principiar, y esencialmente sobre la fijación de la orden del día: sin embargo, nada fue decidido, ya que el Congreso era el único soberano en esa materia.
El día siguiente, el domingo 25 de agosto, fue marcado por un gran mitin internacional. A la una de la tarde, una multitud de más o menos mil personas llenaba el jardín del Plancius, cantando la Internacional e himnos socialistas neerlandeses, mientras que los oradores, y detrás de ellos, una veintena de delegados se acomodaba en el pequeño escenario que habían colocado en el fondo del jardín.
Fue R. Friedeberg quien inició los discursos. Hizo una crítica vehemente de la socialdemocracia alemana y de ese parlamentarismo corruptor en que consiste su único medio de acción. Al parlamentarismo, opusó la acción directa bajo todas sus formas y la propagación metódica de la idea de la huelga general revolucionaria.
Malatesta, después de un saludo a los revolucionarios de la pequeña Holanda, declaró que el pueblo sólo debe contar sobre sí mismo para emanciparse. El progreso humano sólo volverá a ser posible cuando la violencia obrera haya destruido las opresiones económicas, políticas y religiosas que caracterizan a la sociedad actual.
R. de Marmande evocó la conferencia diplomática de La Haya y el congreso social democrático de Stuttgart. Afirmó que se trataba de una doble bancarrota. Únicamente los sindicalistas revolucionarios y los anarquistas detienen en sus manos la fuerza que creará el porvenir, y es lo que demuestran las persecuciones que la República francesa ejerce sobre unos y otros. Terminó declarando que el Congreso de Amsterdam haría mucho para la propaganda de las ideas anarquistas en el mundo.
También Pierre Ramus habló de Stuttgart. Y demostró que solos, los anarquistas habían quedado fieles a la causa de la Revolución abandonada por los social-demócratas de todos los países. Destacó con fuerza una palabra ultrajosa para el anarquismo recientemente pronunciada por el Sr. Troëlstra, diputado socialista holandés, y terminó su arenga con el grito de : ¡Viva la anarquía!
Nicolás Rogdaëff habló de la revolución rusa y del considerable papel que están desempeñando los anarquistas. Mientras que liberales, radicales y socialistas limitan sus esfuerzos a la conquista de una constitución, los anarquistas, dijó, intentan dar a la revolución iniciada un carácter económico.
Emma Goldman esbozó a grandes rasgos un cuadro de los progresos realizados por las ideas anarquistas en los últimos años en los Estados Unidos, en donde la revolución tendrá que vencer la doble fuerza de la democracia burguesa y de la democracia socialista.
Émile Chapelier pronunció una vibrante arenga en contra del militarismo cuya influencia ha profundamente corrompido las sociedades.
Pierre Mougnitch describió la miseria que reina entre las tristes poblaciones balcánicas, sobre todo entre las de Macedonia.
Karl Vohryzek declaró que los anarquistas checos estaban de acuerdo para constituir una agrupación internacional en donde entrarían todos los enemigos de la autoridad del hombre sobre el hombre y de la explotación del hombre por el hombre.
Paul Frauböse relató cómo los anarquistas alemanes, renunciando al individualismo, se habían organizado nacionalmente para combatir mejor y dijo que deseaban vivamente que su ejemplo fuese seguido en todas partes.
Christian Cornélissen fue el último en tomar la palabra. Se felicitó de ver su país acoger al primer congreso anarquista internacional. Recordó que la escisión entre los elementos autoritarios y los elementos anarquistas de la gran Asociación Internacional de los Trabajadores había tenido lugar cerca de Amsterdam, en La Haya, en 1872, y que los delegados holandeses se habían encontrado entonces en la minoría anarquista. Recordó que al día siguiente de este congreso tristemente célebre, los anarquistas se habían dirigido a Amsterdam y que, entre los internacionales de esta ciudad, habían, según la palabra de James Guillaume, encontrado vivaz y netamente refractario a las veleidades centralizadoras, el espíritu de solidaridad y de independencia que antaño creó la Federación de las siete libres Provincias. Y el orador declaró al terminar que esperaba que los anarquistas de 1907 se llevarían, de Amsterdam y de Holanda, la misma impresión que sus ancestros, los anarquistas de 1872.
Los camaradas F. Tarrida del Mármol y John Turner, de Londres, que debían tomar la palabra, el primero en español y el segundo en inglés, habían enviado una disculpa por no poder asistir. En cuanto al camarada chino Tsunmin, inscrito él también, por razones de salud, no pudo abandonar París.
(1).- Amédée Dunois: El congreso de Amsterdam y el Anarquismo in Pages libres, nº 360, 23 de noviembre de 1907.
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