Índice de Anales mexicanos de Agustín RiveraANALES DE LA REFORMA - AÑO 1861ANALES DE LA REFORMA - AÑO DE 1863Biblioteca Virtual Antorcha

ANALES DE LA REFORMA

1862

Agustín Rivera


Enero 6.

Llegada de la escuadra inglesa a Veracruz.


Enero 8.

Llegada de la escuadra francesa a Veracruz y desembarco de Prim en el mismo puerto.


Enero 9.

Primera conferencia de los tres comisarios en Veracruz. Los tres nombraron como único secretario para las conferencias al que lo era de Prim: Juan López Ceballos.


Enero 14.

Conferencias sobre los bonos Jecker. Dice Arrangoiz:

Nada notable ocurrió en las conferencias, hasta que se trató de las reclamaciones pecuniarias. La primera que presentaron los franceses fue la conocida con el nombre de negocio de Jecker, de que hablé en la página 361 del tomo II, y que Juárez no había querido reconocer. Era el señor Jecker un banquero establecido en la capital, natural de Suiza, y de cuyo país hasta su reclamación había pasado en México por ciudadano; pero repentinamente, sin que hubiera residido en Francia, ni se supiera en México que hubiera prestado servicios a aquel país, apareció como ciudadano francés, y en tal supuesto presentaban su reclamación los señores Jurien de la Graviere y Saligny. El conde de Reus decía el 14 de enero:

Al oír hablar del contrato Jecker y Compañía, exclamaron a una voz los representantes ingleses que era una exigencia inadmisible. Expuso el ministro sir Charles Wyke, que, próximo a caer, recibió Miramón de dichos banqueros o prestamistas, la suma de 750,000 pesos en metálico, y en cambio entregó bonos del tesoro por 14.000,000 de duros. Este contrato leonino y escandaloso causó, según sir Charles Wyke, un descontento general en el país, y tiene dicho señor por seguro que jamás será aceptado por el actual gobierno (de Juárez ), ni por otro alguno que entre a regir los destinos de México (1).


Enero 14.

Salió de Veracruz para México el portador del ultimatum de los tres comisarios, pidiendo a Juárez satisfacción de agravios. El francés pedía satisfacción por la suspensión de pagos de la deuda francesa, por insultos hechos a la Francia en la persona de varios franceses y principalmente en la de Dubois de Saligny, y por la falta de reconocimiento de los bonos Jecker; el inglés pedía satisfacción por la suspensión de pagos de la deuda inglesa y por la substracción de 660,000 pesos por Miramón; y el español pedía satisfacción por la suspensión de pagos por la deuda española y por la falta del reconocimiento del tratado Mon-Almonte, el cual entrañaba la petición de satisfacción por la falta de cumplimiento del tratado de 1853, y por los asesinatos de españoles cometidos en San Vicente y San Dimas (2).


Enero, mediados.

El general Zaragoza fue nombrado por Juárez general en jefe del Ejército de Oriente.


Enero 20.

Convenios de Pochotitlán. El 20 de enero de 1862, se reunieron en la Laguna de Pochotitlán don Rafael Valle y don Carlos Rivas, el primero comisionado por Ogazón, y el segundo por Lozada, para arreglar el término pacífico de la guerra, y estipularon unos convenios por los cuales quedaron disueltas las fuerzas de Lozada y a disposición del gobierno. Se derogaban todas las disposiciones dictadas para la persecución de Lozada. Nadie sería perseguido por cuestiones políticas. El gobierno cuidaría de que el nombramiento de autoridades recayera en personas que no hubieran tenido participio directo en la cuestión del Cantón, y el mismo gobierno tomaba por su cuenta la defensa de los indígenas en las cuestiones de terrenos. Estos convenios fueron ratificados por Ogazón y por Lozada (3).


Enero 20 (hacia este día).

Viaje y visita de Almonte a Maximiliano en Miramar. Le rogó que aceptase la corona de México; el archiduque respondió que aceptaría luego que se le presentarse una manifestación nacional, y Almonte le contestó que eso era lo más fácil, que él marchaba inmediatamente para México y que de allá le remitiría dicha manifestación. Arrangoiz dice:

Maximiliano, considerándose ya emperador, le dio facultades para conceder grados en el ejército, empleos civiles y hasta para dar títulos; pero Almonte no hizo uso de ellas más que para dar dos grados en el ejército, que fueron revocados por Maximiliano.


Enero 23.

Contestación de Juárez al ultimatum por medio de su ministro de Relaciones, Doblado, diciendo a los comisarios: que estaba dispuesto a satisfacer las reclamaciones que fuesen justas; que invitaba a los comisarios a ir a Orizaba, acompañados de una escolta de honor de 200 hombres, y que el gobierno de Juárez enviaría dos comisionados para celebrar una conferencia (4).


Enero 25.

Ley de Juárez sobre los delitos contra la nación. Este hecho es muy notable, porque conforme a esta ley fue después juzgado y sentenciado Maximiliano. Presentaré lo principal de ella:

Art. 1° Entre los delitos contra la Independencia y seguridad de la nación, se comprenden:

I. La invasión armada, hecha al territorio de la República por extranjeros y mexicanos o por los primeros solamente, sin que haya precedido declaración de guerra por parte de la potencia a que pertenezcan.

Art. 3° Entre los delitos contra la paz pública y el orden, se comprenden:

I. La rebelión contra las instituciones políticas, bien se proclame su abolición o reforma.

II. La rebelión contra autoridades legítimamente constituidas.

X. Abrogarse el poder supremo de la nación, el de los Estados y territorios, el de los distritos, partidos o municipalidades, funcionando de propia autoridad o por comisión de la que no fuere legítima.

XI. La conspiración, que es el acto de unirse algunas o muchas personas con objeto de oponerse a la obediencia de las leyes o al cumplimiento de las órdenes de las autoridades reconocidas.

artículo 12. La invasión hecha al territorio de la República, de que habla la fracción I del Art. 1° de esta ley, y el servicio de mexicanos en tropas extranjeras enemigas, de que habla la fracción II, serán castigados con pena de muerte.

Art. 19. Los delitos de que hablan las fracciones I, II y V del artículo 3° serán castigados con pena de muerte.

Art. 24. Los que se abroguen el poder público de que habla la fracción X del Art. 3°, sufrirán la pena de muerte.

Art. 25. El delito de conspiración de que habla la fracción XI del Art. 3°, será castigado con pena de muerte.


Enero 27.

Desembarco del padre Miranda y de Antonio Haro y Tamariz (que estaba desterrado en la Baja California y se fugó) en Veracruz, y negativa de desembarco a Miramón que venía con Miranda. El comisario inglés dijo que no se debía permitir el desembarco de Miramón por el robo de Capuchinas, y los comisarios francés y español dijeron que no estaba en sus atribuciones impedir este desembarco, y después de una acalorada discusión, cedieron los comisarios francés y español, no porque creyesen que aquel acto era conforme al derecho de gentes, sino por tolerancia, para que no se rompiese por este incidente la comisión tripartita. Miramón fue conducido en un buque inglés a la Habana.


Enero.

Nueva falange de jóvenes jaliscienses. A fines del año anterior, antes de que el Presidente de la República hiciera un llamamiento a las armas a todos los mexicanos (como lo hizo) en contra de la invasión extranjera, el gobernador interino, Vallarta, hizo una invitación entusiasta y patriótica a todos los jóvenes jaliscienses a tomar las armas con el mismo objeto, eligiendo cada uno la que le agradara, de infantería, caballería o artillería, y muchísimos se presentaron con el mismo entusiasmo. En 1855 había aparecido en los campos de Ayutla una falange de jóvenes jaliscienses salidos en gran parte de las aulas de la Universidad y de las del Seminario, de los que muchos habían hecho prodigios de valor en las batallas, por ejemplo, en el sitio de la plaza de Guadalajara en octubre de 1860, y no pocos habían perecido a consecuencia de la guerra como Miguel Cruz Aedo y Miguel Contreras Medellín. En enero de 1862, se presentó en Guadalajara una nueva falange de jóvenes, también en gran parte estudiantes, para defender la Independencia de la patria. Estos jóvenes fueron Ireneo Paz (después abogado y periodista muy notable), Remigio Carrillo (después fundador de Juan Panadero, periódico de grande y muy notable influencia social), Atilano Sánchez, Celso Ceballos, Adolfo Besoy, Francisco Solís, Ignacio Celis, David Bravo, Ismael Rojas, Pedro Olazagarre, Clemente Villaseñor, Ventura Gómez Alatorre, Manuel y Juan Zelayeta, Tranquilino Hernández, Manuel Gómez Luna, Luis del Castillo Negrete, Angel B. Puga, Cristino M. Vallarta, Francisco Ramos, Vicente Llanos, Isabel Gamiño y otros muchos (5). De todos los jóvenes que compusieron la Falange de 1862, los más militaron contra el Imperio y algunos sucumbieron en las batallas, otros a poco tiempo se retiraron a la vida privada, manteniendo sus principios republicanos y constitucionalistas, incluso el gobernador Vallarta, y uno que otro defeccionó y sirvió al Imperio.


Enero.

Muerte del señor obispo Madrid, en Monterrey. Don Joaquín Arcadio Pagaza y otros tres o cuatro ordenados, fueron a Monterrey a recibir el presbiterado de manos del señor Madrid, llegaron a dicha ciudad dos días después del fallecimiento del prelado y se volvieron luego a la ciudad de México (6).


Febrero 2.

Contestación de los comisarios a Doblado:

Creerían faltar a todos sus deberes hacia sus gobiernos y hacia sus naciones, si no procuraran asegurar, sin tardanza, un campamento sano a sus tropas. Por tanto, tienen la honra de poner en conocimiento del Excmo. señor ministro de Relaciones, la necesidad en que se hallarán las fuerzas aliadas de ponerse en marcha a mediados del mes de febrero hacia Orizaba y Jalapa.


Febrero 6.

Contestación de Doblado a los comisarios:

Como ignora el gobierno de la República cuál pueda ser la misión que trae a México a los comisarios de las potencias aliadas, tanto más cuanto que hasta ahora no han dado más que seguridades amistosas, pero vagas, cuyo objeto verdadero no se hace conocer, no puede permitir que avancen las fuerzas invasoras, a menos de que se establezcan de un modo. claro y preciso las bases generales que hagan conocer las intenciones de los aliados; después de lo cual pueden tener lugar negociaciones ulteriores, con la garantía debida a los importantes intereses que deben discutirse. El ciudadano Presidente me manda que manifieste a VV. EE., que si envían pronto a Córdoba, antes de mediados de este mes, un comisionado para discutir con otro nombrado por el gobierno mexicano, las bases arriba mencionadas, se dará la orden permitiendo que esas fuerzas avancen a los puntos en que convenga. Establecidos esos preliminares, podría el gobierno, sin comprometer la Independencia nacional, conceder un permiso, que ahora se miraría como una traición.


Febrero 9.

Contestación de los comisarios a Doblado:

Las intenciones de las altas potencias han sido expuestas ya con suficiente claridad. Deseosos, sin embargo, de hacer el último esfuerzo para evitar un conflicto, que deplorarían sinceramente, creen de su deber invitar al ministro de Relaciones Exteriores a que venga en persona a entenderse con el conde de Reus, quien en nombre de todos le dará cuantas explicaciones sean necesarias.


Febrero 9.

Entrada triunfal de Ogazón a la cabeza de su ejército en Guadalajara (7).


Febrero 19.

Convenios preliminares celebrados en el pueblo de la Soledad, cerca de Veracruz.

Primero. Supuesto que el Gobierno Constitucional que actualmente rige en la República Mexicana, ha manifestado a los comisarios de las potencias aliadas, que no necesita del auxilio que tan benévolamente han ofrecido al pueblo mexicano, pues tiene en sí mismo los elementos de fuerza y de opinión para conservarse contra cualquiera revuelta intestina, los aliados entran desde luego en el terreno de los tratados, para formalizar todas las reclamaciones que tienen que hacer en nombre de sus respectivas naciones.

Segundo. Al efecto, y protestando, como protestan los representantes de las potencias aliadas, que nada intentan contra la independencia, soberanía e integridad del territorio de la República, se abrirán las negociaciones en Orizaba, a cuya ciudad concurrirán los tres comisarios y dos de los señores ministros del Gobierno de la República, salvo el caso que de común acuerdo se convenga en nombrar representantes delegados por ambas partes.

Tercero. Durante las negociaciones, las fuerzas de las potencias aliadas ocuparán las tres poblaciones de Córdoba, Orizaba y Tehuacán, con sus radios naturales.

Cuarto. Para que ni remotamente pueda creerse que los aliados han firmado estos preliminares para procurarse el paso de las posiciones fortificadas que guarnece el ejército mexicano, se estipula que, en el evento desgraciado de que se rompiesen las negociaciones, las fuerzas de los aliados desocuparán las poblaciones antedichas y volverán a colocarse en la línea que está delante de dichas fortificaciones en rumbo a Veracruz, designándosele el de Paso Ancho en el camino de Córdoba y Paso de Ovejas en el de Jalapa.


Marzo 1°.

Desembarco de Almonte en Veracruz. Fue luego a visitar a Prim, y le dijo que la voluntad de la Nación mexicana era la del establecimiento de una monarquía, siendo el emperador Maximiliano. El conde de Reus se manifestó en completo desacuerdo, diciéndole las palabras que después se verá.


Marzo 6.

Desembarco del general, conde de Laurencez, en Veracruz con un nuevo ejército francés.


Marzo 11.

Muerte de don Lázaro de la Garza y Ballesteros, arzobispo de México, en Barcelona. A solicitud de los señores Labastida y Munguía, el Papa llamó a Roma al señor Garza, quien luego se embarcó en la Habana, y en el buque compuso una poesía A la Divina Providencia, que publicaron los periódicos, en la que se mostraba no solamente resignado, sino contento con las disposiciones de la Providencia. Mas como ya tenía 77 años con los achaques consiguientes, y estaba casi ciego por las cataratas (8), apenas pudo llegar a Barcelona, cuyo arzobispo le recibió en su magnífico palacio y preguntándole qué deseaba, pues estaba dispuesto a prestarle todos los auxilios y comodidades posibles, el venerable arzobispo de México le dio esta respuesta digna de su antecesor Zumárraga: Para morir, no se necesita más que una tarima y un cobertor; y así murió con la pobreza evangélica con que había vivido.


Marzo 17.

Célebre carta del conde de Reus escrita en Orizaba a Napoleón III, en la que le dijo entre otras cosas:

Algunos hombres ricos admitirán también al monarca extranjero, viniendo fortalecido por los soldados de V. M.; pero no harán nada para sostenerlo el día en que este apoyo llegara a faltarle, y el monarca caería del trono elevado por V. M., como otros poderosos de la tierra caerán el día en que el manto imperial de V. M. deje de cubrirlos y escudarlos. Yo sé bien que V. M. I., en su elevada justicia, no quiere forzar a este país a cambiar de instituciones de una manera tan radical, si espontáneamente no lo desea y pide; pero los jefes del partido conservador llegados a Veracruz, dicen bastará consultar las clases elevadas de esta sociedad, sin ocuparse de las demás, y esto agita los ánimos, inspirando temores de que se fuerce y violente la voluntad nacional. La tropa inglesa que debía venir a Orizaba, y que tenía ya preparados los medios de transporte, en cuanto se supo que venían más fuerzas francesas que las estipuladas en la Convención, se reembarcó. V. M. apreciará la importancia de semejante retirada (9).


Marzo 20.

Aprehensión del general Manuel Robles Pezuela en Tuxtepec (Estado de Puebla), por una partida de caballería de Zaragoza. Con él iba el general Antonio Taboada, quien se escapó a uña de caballo, aunque salió herido.


Marzo 21.

Llegada de Taboada a Tehuacán, y presentación a Jurien de la Graviere, quien informado de la aprehensión de Robles Pezuela, mandó a un ayudante con un oficio para Zaragoza, suplicándole que no lo fusilara.


Marzo 23.

Fusilamiento de Robles Pezuela en San Andrés Chalchicomula por Zaragoza, por indicios graves de que se iba a unir con Almonte.


Marzo 23.

Llegada de Taboada a la hacienda del Potrero, a dos leguas de Córdoba, y su presentación a Almonte (que estaba en dicha hacienda), a quien entregó tres documentos, a saber: una protesta de los jefes de la guarnición de la capital de México adhiriéndose al Plan Almonte; una carta de los generales Severo del Castillo, Bruno Aguilar y Manuel María Calvo, a Almonte, en la que le decían que se ponían a sus órdenes; y una carta del general Santiago Vidaurri a Robles Pezuela, en la que le ofrecía ir juntamente con Comonfort a hablar con él acerca de la intervención francesa. Taboada, con una carta de recomendación que le dio Almonte para el conde de Laurencez, se fue a presentar a dicho jefe en Orizaba, y le dijo que la clase rica de México y el ejército conservador estaban dispuestos a aceptar la intervención francesa. Laurencez le contestó que dejaría bien puesto el honor de Francia y satisfechos los justos deseos de los buenos mexicanos.


Marzo 26.

Contestación de Almonte a Aguilar y Calvo, acompañándoles el plan de pronunciamiento que debía hacerse en la capital y nombrando general en jefe a Castillo y por su segundo a Aguilar.


Marzo, fines.

Acción entre la hacienda de Ahuatepec y Talpa, ganada por el coronel constitucionalista Nicolás de la Peña al coronel reaccionario Remigio Tovar, quien huyó a pie por haber perdido hasta el caballo.


Abril 3.

Nota de Doblado a los tres comisarios, en la que les dijo:

Siendo de innegable notoriedad el hecho de haberse presentado en el país don Juan Nepomuceno Almonte, don Antonio Haro y Tamariz, el padre don Francisco J. Miranda y algunos otros reaccionarios que les acompañan, con el manifiesto fin de promover una revolución ... pide a los Excmos. señores comisarios se sirvan disponer que las personas mencionadas sean reembarcadas desde luego y enviadas fuera de la República.

Los tres comisarios contestaron a Doblado que no podían acceder a su petición, porque el acto que les pedía no estaba en sus atribuciones conforme al derecho de gentes.


Abril 6.

Célebre carta del conde de Reus escrita en Orizaba a José de Salamanca, ministro de Isabel II, en París.

Excmo. señor don José de Salamanca.
Orizaba, 6 de abril de 1862.

Mi siempre querido don Pepe:

Recibo la de usted de marzo y me apresuro a contestarla, no con la esperanza de que por medio de sus buenas relaciones en París pueda contribuir a evitar el cataclismo que nos amenaza, pues estoy persuadido que es inevitable; sino para dejar sentado lo que el tiempo se encargará de probar, esto es, que los comisarios del emperador han emprendido una política que llegará a ser fatal para la Francia. Mientras el vicealmirante La Graviere ha creído ser intérprete fiel de la política del emperador, hemos estado en todo acordes y todo ha ido bien; pero desde el momento en que llegó Almonte y con él nuevas instrucciones, más en armonía con las opiniones de Mr. De Saligny que con las del almirante, éste se desanimó, se entregó, se dejó ir hacia la política de su colega, y desde entonces vamos mal y empeoramos por instantes, tanto que dentro de tres días debemos tener una conferencia, la cual dará por resultado la ruptura entre los aliados; no me cabe la menor duda. ¡Qué fatalidad! ¿Y por qué esa ruptura? Porque los comisarios franceses se han empeñado en destruir al gobierno de Juárez, que es gobierno constituido de hecho y de derecho, y que tiene autoridad y fuerza para poner en su lugar al gobierno reaccionario del señor general Almonte, que ni tiene prestigio, ni fuerza, ni autoridad, ni representa más que unos centenares o miles de reaccionarios, insignificante número en la escala de uno contra nueve; pero en cambio, el señor Almonte ofrece proclamar en su día al archiduque Maximiliano de Austria, rey de México. Así me lo declaró a mí mismo el día que tuvo la bondad de ir a verme recién llegado a Veracruz. Ahí tiene usted las verdaderas causas de la disidencia, la que, repito, será fatal para los franceses, pues yo estoy resuelto a reembarcarme con mis tropas, dejando a mis colegas de Francia únicos responsables de sus actos ... y le aseguro a usted por mi vida y por mi honra y por lo más sagrado que puedo invocar, que al obrar así estoy poseído de la más amarga pena por tener que separarme de mis bravios franceses, a quienes tanto quiero, y por los males sin cuenta que van a experimentar en la lucha injusta y desigual que van a emprender. Que el gobierno del emperador no conozca la verdadera situación de este país, no es del todo extraño, máxime cuando forma su juicio por las apreciaciones de Mr. De Saligny; pero que éste, que está sobre el terreno, que ha vivido largo tiempo en México y que no es nada tonto, comprometa como lo hace, el decoro, la dignidad y hasta la honra de las armas francesas, no lo comprendo, no lo puedo comprender, porque las fuerzas que están aquí a las órdenes del general Laurencez, no bastan, no, para tomar siquiera a Puebla, ¡no, no, no! Los soldados franceses son extraordinariamente bravos, nadie lo reconoce y admira mejor que yo, y me precio de ser voto en la materia; pero el valor del hombre, como todo lo que hay en la humanidad, tiene sus límites, y le repito a usted que los soldados franceses no podrán vencer el cúmulo de dificultades que se les opondrán en su marcha: y cuando llegue el momento de combate serán pocos, carecerán de transportes, de víveres tal vez, y los vencedores en cien batallas serán vencidos o no podrán conservar las posiciones que conquisten, por no poder guardar las comunicaciones con Veracruz. Los emigrados y vencidos reaccionarios ofrecerán mucho y darán poco o nada; y, por fin, el emperador tendrá que hacer grandes sacrificios en hombres y dinero, no digo para consolidar el trono en que se siente al archiduque de Austria, porque esto no lo podrá realizar, por no haber hombres monárquicos en México; los sacrificios tendrá que hacerlos para que sus águilas lleguen a México. Las simpatías que usted tiene por todo lo que es francés, hacen que usted no dé credito a mis pronósticos. Le estoy a usted viendo sonreírse incrédulo y diciendo: Mi amigo don Juan exagera; voy a guardar esta carta para probarle en su día que se equivocó, que no vio claro y que mejor hubiera hecho en marchar adelante con los franceses. Bueno, acepto; guarde usted esta carta y en su día hablaremos. Cuidado, que yo no niego que las tropas francesas lleguen a apoderarse de Puebla y también de México; lo que sí niego resueltamente es que basten los batallones que hoy tiene el general Laurencez. Las águilas imperiales se plantarán en la antigua ciudad de Moctezuma, cuando vengan a sostenerlas veinte mil hombres más, ¿lo oye usted bien? veinte mil hombres más, con el inmenso material que tan numeroso ejécito necesitaría para marchar por este desolado país; porque México es de los países que, según decía Napoleón I, aunque su frase no la dirigiera a México entonces: Si el ejército es de mucha gente se muere de hambre; y si es de poca se la come la tierra. Admitamos que a fuerza de tiempo, a fuerza de hombres y millones, lleguen los franceses a México; repito que no lo dudo; pero ¿qué habrán conseguido con eso? ¿Cree usted que crearán la monarquía con visos de estabilidad? Imposible, tres y diez y cien veces imposible. ¿Podrán a lo menos crear un gobierno estable bajo la presidencia de Almonte? Tampoco, porque la gran mayoría del país (de la gente de los pueblos, se entiende, pues los millones de indios no se cuentan), la inmensa mayoría, digo, es liberal, y todo lo que sea querer fundar un gobierno contra el sentimiento público, es un sueño, es una quimera. ¿Sabe usted lo que yo pienso, mi buen amigo? Pienso que el emperador de los franceses está muy lejos de querer lo que sus comisarios están haciendo; estos señores lo están comprometiendo y lo comprometerán más y más hasta un punto, que cuando quiera retirarse de la descabellada empresa, no podrá, porque estará empeñado el lustre de sus águilas y hasta el prestigio y honra del Imperio. Y cuidado que más de una vez se lo he dicho al almirante: Vous agissez contrairement a la politique de l' Empereur; vous ne le comprenez pas, et allez l' engager dans un aventure indigne de lui. Y luego me pregunto: ¿Qué interés pueden tener ni el emperador ni la Francia en que el archiduque de Austria reine en México? Ninguno. ¿Lo tiene acaso en que el gobierno de la República se llame de Juárez o de Almonte? No; porque rojos y blancos han dejado de pagar las convenciones, no por falta de voluntad, sino por falta de recursos. Pues entonces ¿por qué empeñarse en querer derribar un gobierno en provecho de otro, cuando ello ha de costar la vida a muchos miles de bravos franceses? No lo comprendo, y la frialdad de lenguaje de Saligny me desespera. ¡Qué fatal va a ser ese hombre para el emperador y para la Francia! Yo no soy francés, y sin embargo, no perdonaré jamás a ese hombre los males que va a causar a mis bravos camaradas. Con la suave y buena política que inauguramos juntos al llegar a Veracuz, hubiéramos llegado a todas partes y lo hubiéramos alcanzado todo: la amnistía, las elecciones generales, buenos tratados, buenas garantías de pago y seguridades para el porvenir; pero por malas, no alcanzarán los franceses nada; yo se lo digo a usted y téngalo muy seguro. Hace unos días tuve el honor de escribir una razonada carta al emperador contestando a la que me hizo la honra de dirigirme. Le hablo con el profundo respeto que le profeso, pero con noble verdad. Mi carta llegará tarde, pues sus comisarios tienen prisa de romper el fuego. El 9 tendremos la conferencia; ¡será por desgracia la última!, y lo más tarde quince días después, los franceses atacarán el Chiquihuite. Lo que después sucederá sólo Dios lo sabe; pero de seguro que no será nada bueno; y sí mucho malo para la Francia. Si usted quiere pasar por profeta, anuncie usted al conde Morny, nuestro amigo, que las fuerzas que actualmente están aquí no bastan, y que se preparen otros 20,000 hombres, con los que podrá el general Laurencez llegar a México, si con los batallones vienen carros y mulas bastantes, pues sin ese elemento indispensable, tampoco podrán llegar. Le dejo a usted, ya es hora, pues tengo todavía que escribir a mis jefes, el duque y don Saturnino. La condesa y chiquito siguen bien y con muchos deseos de ir a México; pero ya no es posible. Según mis cálculos, a mediados de mayo habré embarcado mis tropas, material y ganado, y entonces saldré yo para la Habana. Podré salir de allí en junio y llegaré a España en julio o agosto. Probablemente iré a desembarcar a Inglaterra. Usted probablemente estará en París. ¿Qué dirán la reina y el gobierno de España cuando sepan el embarque de las tropas? El primer momento será de sorpresa; luego los amigos y adversarios pondrán el grito en el cielo, creyendo llegado el momento de hundirme; pero unos y otros no tardarán en reconocer que obré con prudencia, con abnegación e impulsado por el más acendrado patriotismo. Además, en mi calidad de senador, podré defenderme de los cargos que se me dirijan; y, por último, el tiempo se encargará de probar que obré como bueno. El emperador quedará disgustado de mí; pero en su fuero interno y en su alta justificación, no podrá menos de reconocer que obré como cumplía a un general español, que obedeciendo las instrucciones de su gobierno, no podía ni debía hacer otra política que la que su gobierno le dictara. Los franceses partidarios de la torcida política planteada por Mr. Saligny, se desatarán contra mí; pero la Francia, la noble y generosa Francia, cuando conozca la verdad de los hechos, deplorará lo sucedido como lo deploraré yo; pero no me culpará. Y usted, ¿qué dirá? Conocido el attchement que tiene usted por el emperador, y su buena amistad para la Francia y los franceses, al leer esta carta la estrujará usted con desenfado y estará de mal humor mientras esté usted en París; pero luego nos veremos en Madrid, me oirá usted, y como después de todo es usted buen español, convendrá usted en que hice bien en volverme a España con mis soldados, y que al punto a que hemos llegado, no puedo hacer otra cosa, so pena de faltar a mis deberes como funcionario, como español y como hombre leal. Le quiere a usted mucho y bien su amigo.

Prim (10).


Abril, Jueves Santo.

El señor obispo Ramírez consagró en Orizaba los santos óleos para varios obispados. Los barriles que contenían los santos óleos pesaban veinte arrobas. En el mes siguiente, el señor Ramírez confirió el presbiterado a don Joaquín Arcadio Pagaza y a los otros que habían ido a Monterrey, los cuales llevaron los santos óleos a México (11).


Abril 9.

Conferencia última en Orizaba y rompimiento de la alianza tripartita. López Ceballos, secretario de los tres comisarios, extendió una acta de lo que pasó en esta conferencia, de la cual acta voy a presentar las cláusulas principales:

Hallándose reunidos en la residencia del Excmo. señor conde de Reus, los excelentísimos señores plenipotenciarios y comandantes en jefe de las potencias aliadas, se abrió la sesión a la una de la tarde.

El conde de Reus manifiesta que, en resumen, ni el tiempo pasado en Veracruz, ni el que debe transcurrir hasta el 15 de abril, pueden calificarse de tiempo perdido, lo cual está comprobado por lo que se acaba de exponer. En fin, todo iba bien y era de esperar que se obtendrían por vías pacíficas todas las satisfacciones previstas en la Convención de Londres, cuando el paquete del mes de febrero llegó trayendo al general Almonte, a don Antonio Haro y Tamariz y algunos otros desterrados, con lo cual arrojó la manzana de la discordia en el seno de la conferencia. En una visita hecha a S. E. por el general Almonte, le declaró este último, sin ambages, que contaba con el apoyo de las tres potencias, para cambiar en monarquía el gobierno establecido en México y colocar la corona en las sienes del archiduque Maximiliano de Austria; que él pensaba que este proyecto sería bien acogido en México, y que acaso antes de dos meses se realizaría. El comodoro Dunlop toma la palabra para decir que, algunos días después, el señor Almonte le hizo la misma declaración. S. E. el conde de Reus respondió al general Almonte que su opinión era diametralmente opuesta, y que no debía contar con el apoyo de España; que México, constituido en República cuarenta años hace, debía necesariamente ser antimonárquico y no aceptaría jamás nuevas instituciones, que no conocía y eran contrarias a las que había adoptado y bajo las cuales vivía desde tan largo tiempo.

Mr. De Saligny insiste en el punto siguiente, a saber ... que por su parte declaraba solemnemente que no quería entrar en tratos con dicho gobierno (de Juárez), y que su opinión bien decidida era que se debía marchar sobre México.

El conde de Reus opina que es injusto lo que acaba de manifestar Mr. De Saligny y sir Charles Wyke apoya esta opinión. Si el gobierno mexicano ha vacilado algunas veces en acceder a los deseos de los aliados, ha sido porque no podía considerar desde luego como amigas a las tres potencias que estaban en posesión del único puerto de donde se sacaban todos sus recursos; pero con más o menos vacilaciones, sus determinaciones han sido siempre satisfactorias ... Manifestaban (los ministros de Juárez) el propósito que abrigaba el gobierno de acceder a todas las reclamaciones fundadas en justicia, de las potencias aliadas. Si estas promesas no se hubiesen realizado en su día, tiempo sería entonces de declarar la guerra. Entre tanto no debe hacerse, apoyándose en razones fútiles, que no tendrían justificación ante el gran tribunal del mundo civilizado.

El conde De Saligny persiste en su opinión y acepta toda la responsabilidad. Esta opinión la funda en los agravios cada día más numerosos que sufren sus compatriotas, y de los cuales se quejan a la par que los españoles, de quienes ha recibido, no sabe por qué motivo, un crecido número de reclamaciones que hubieran debido ser dirigidas al conde de Reus, y le serán entregadas por su colega, así que pueda abrir los paquetes donde se encuentran.

Sir Charles Wyke se admira de que la noticia de estos procedimientos vejatorios no haya llegado a sus oídos, y pregunta de qué naturaleza son y contra quién se han cometido.

Mr. De Saligny contesta que, como es natural, los súbditos franceses no han ido a la legación británica a exponer sus quejas.

Sir Charles Wyke desea saber si es cierto que Mr. De Saligny ha dicho que no daba a los preliminares (de la Soledad) ni el valor que tenía el papel en que se habían escrito; y S. E. responde, que nunca ha podido abrigar la menor confianza respecto a lo que provenía del gobierno de México, así en lo tocante a los preliminares, como a sus demás compromisos.

El comodoro Dunlop pregunta a Mr. De Saligny por qué puso su firma en aquellos preliminares y en qué consiste que no se considera ligado por ellos. A esto responde el comisionado francés, que no tiene que dar explicaciones a la conferencia sobre las razones que le movieron a firmar los preliminares.

El almirante Jurien declara que no ha visto en ningún país del mundo un sistema de terror semejante al inaugurado por el gobierno de México, bajo el cual gemían las poblaciones como bajo un yugo de hierro.

Mr. De Saligny abunda en las apreciaciones de su colega.

Sir Charles es de contraria opinión; cree que la mayoría del país es favorable al gobierno actual, y que con dificultad se encontrarían partidarios de una monarquía.

El almirante Jurien manifiesta ... que ese partido (el conservador), ansioso del apoyo de los aliados, aparecería en todas partes el día en que pudiese expresar con libertad sus sentimientos; y que bien informado sobre este punto el gobierno del emperador (Napoleón), quería que se emprendiese la marcha sobre México, siendo esta resolución la adoptada por los comisarios franceses.

Los comisarios de Inglaterra y España declaran que no pueden proceder de acuerdo con sus colegas franceses, si el almirante persiste en llevar a cabo su movimiento retrógrado, determinación que no pueden menos de combatir enérgicamente, como contraria a los compromisos contraídos recíprocamente.

El almirante contesta ...

Estoy obligado a retirarme en caso de ruptura; pero a nada más: hoy considero esta ruptura plenamente justificada y me retiro; mi resolución no compromete en nada a mis colegas y la tomo a consecuencia de la interpretación que doy al Tratado de Londres. Acepto, por lo tanto, la responsabilidad de tal medida ante mis colegas, ante mi gobierno y ante el mundo entero.

Antes de levantarse la sesión, se noticiaron al gobierno de México y al general Zaragoza las resoluciones acordadas.

Esta acta fue leída en presencia de SS. EE. el conde de Reus, el almirante Jurien, sir Carlos Wyke y el comodoro Dunlop (hallándose ausente el conde De Saligny por haberse puesto enfermo), y aprobada por SS. EE.

En el mismo mes de abril, el comisario español y los ingleses se embarcaron en Veracruz con su respectivo ejército y se fueron a su respectivo país, cuyos gobiernos aprobaron la conducta de sus comisarios (12).


Abril 10.

Acción de Izúcar de Matamoros, ganada por el general José María Cobos y su subalterno Juan Vicario, al general Miguel Cástulo Alatriste y su subalterno el coronel Manuel González (después Presidente de la República). Alatriste fue hecho prisionero y fusilado el mismo día por Cobos.


Abril 12.

Decreto de Juárez.

Con la misma fecha expidió el gobierno un decreto previniendo que desde el día en que las tropas francesas rompiesen las hostilidades, quedaban declaradas en estado de sitio todas las poblaciones que aquéllas ocuparan, siendo castigados como traidores los mexicanos que permanecieran en ellas y sus bienes confiscados a favor del tesoro público, salvo que hubiese motivo legalmente comprobado. Disponíase, además, que ningún mexicano de 20 a 60 años podía excusarse de tomar las armas, fueran cuales fuesen su clase, estado y condición. Autorizábase a los gobernadores de los Estados para expedir patentes de guerrillas, discrecionalmente y según las circunstancias, y para que dispusiesen de todas las rentas públicas. Se imponía la pena de muerte como traidores a todos los que proporcionaran víveres, noticias, armas o que de cualquier otro modo auxiliasen al enemigo extranjero. Preveníase, por último, que los franceses pacíficos residentes en el país, quedaban bajo la salvaguardia de las leyes y autoridades mexicanas. (México a través de los Siglos).


Abril 14.

Circular del general Zaragoza, en que emitió estas notables palabras: Tengo una fe ciega en nuestro triunfo ... muy pronto se convencerá el usurpador del trono francés, que pasó ya la época de las conquistas: vamos a poner la primera piedra del grandioso edificio, que librará a la Francia del vasallaje a que la han sujetado las bayonetas de un déspota.


Abril 16.

Manifiesto de Jurien y Saligny a la nación mexicana, en el que emitieron estas notables palabras:

Mexicanos.

Ningún hombre esclarecido podrá creer que el gobierno nacido del sufragio de una de las naciones más liberales de Europa, haya tenido por un momento la intención de restaurar en un pueblo extranjero antiguos abusos e instituciones que no son ya del siglo.

Primer anuncio de que no se derogarían las leyes llamadas de Reforma, dadas por Juárez.


Abril 19.

Pronunciamiento de Antonio Taboada en Córdoba, cuyo plan en sus artículos principales, fue el siguiente:

1° Se desconoce la autoridad del actual Presidente de la República.

2° Se reconoce al Excmo. señor general don Juan N. Almonte, como jefe supremo de ella y de las fuerzas que se adhieran a este plan.

3° Dicho Excmo. señor general queda facultado ampliamente para entrar en un avenimiento con los jefes de las fuerzas aliadas, que actualmente se hallan en el territorio de la República, y para convocar una Asamblea Nacional, que tomando en consideración la deplorable situación en que se encuentra el país, declare la forma de gobierno que sea más conveniente establecer en él, para cortar de raíz la anarquía y proporcionar a los mexicanos la paz y el orden que hace tiempo desean.


Abril 19.

Primer ataque de los franceses a los mexicanos. Estando en el Fortín, población situada en el camino de Córdoba a Orizaba, a dos y media leguas de ésta, una guarnición de 40 soldados mexicanos al mando del teniente coronel Félix Díaz (hermano del general Podirio), fue atacada por una tropa mucho más numerosa de franceses, al mando del capitán Mioche, por orden de Laurencez, y fue vencida.


Abril 20.

Una tropa de reaccionarios secundó en Orizaba el pronunciamiento de Taboada, y Almonte se trasladó a dicha ciudad acompañado por Antonio Haro y Tamariz y organizó su Ministerio de la manera siguiente:

Ministro de Gobernación: Manuel Castellanos.
Ministro de Hacienda: Desiderio Samaniego.
Ministro de la Guerra: un coronel González.

El pronunciamiento de Taboada fue secundado a pocos días en la ciudad de Veracruz, en Alvarado y en la isla del Carmen; Almonte nombró a Márquez general en jefe de las fuerzas reaccionarias, a Adrián Woll comandante de Veracruz, y al general Tomás Marín comandante de la isla del Carmen.


Abril 24.

Asesinato de Nicolás de la Peña en Atenguillo por Remigio Tovar, quien colgó de un árbol en la orilla del pueblo el cadáver en paños menores (13).


Abril 28.

Acción de las cumbres de Acultzingo, ganada por Laurencez, en cuyo ejército combatió Taboada, a Zaragoza y sus subalternos los generales Miguel Negrete y José María Arteaga. Zaragoza se retiró a Puebla (14).


Mayo 4.

Acción de Atlixco, ganada por el general Tomás O'Horan a Leonardo Márquez. Este se dirigía con su ejército al campamento de Laurencez para auxiliarlo en el ataque a Puebla, y sabedor de ello Zaragoza, mandó a O'Horan para que presentase acción a Márquez, lo desconcertase y le impidiese unirse con los franceses, y lo consiguió.


Mayo 5.

Batalla de Puebla ganada por el general Zaragoza y sus subalternos Miguel Negrete, Antonio Alvarez, Porfirio Díaz, Felipe B. Berriozábal, Juan N. Méndez, Francisco Lamadrid, Ignacio R. Alatorre, Jesús González Arratia, José María Méndez Olivares, Manuel Andrade Párraga, Arriola, Mariano Escobedo y Pedro Martínez, al general conde de Laurencez y sus subalternos Bernard Mallat y L. Heriller.

El historiador monarquista Zamacois, dice:

En cada columna de ataque iba una sección de ingenieros, llevando consigo planchas provistas de escalones clavados y costales de pólvora destinados a volar la puerta de la fortaleza. La lucha que se trabó entonces entre asaltantes y mexicanos fue terrible, no se desmintió en aquel sangriento encuentro el glorioso nombre que de valientes habían conquistado los franceses. Resueltos a ganar el punto disputado, se lanzaban como leones sobre sus contrarios, aunque sin resultado favorable, hasta que, acometidos de repente y con furioso ímpetu por la caballería mexicana, que había estado situada a la izquierda del fuerte de Loreto, emprendieron la retirada, acosados por todas partes, después de dos horas de combate; pero dispuestos a volver de nuevo al asalto.

Con efecto, los franceses, pasado un momento, emprendieron con nueva furia el asalto, y rechazados por segunda vez, acometieron por tercera con una impetuosidad indescriptible. Eran las tres de la tarde, cuando, formando una columna compacta de más de dos mil hombres, se lanzaron los asaltantes con mayor denuedo y resolución sobre la fortaleza de Guadalupe ... Eran las cuatro y media de la tarde cuando los franceses, tristes y desalentados, se dirigían a su campamento.

Entre tanto, las bandas de música de los batallones mexicanos tocaban en los fuertes y recorrían las calles de la ciudad al son de animadas piezas celebrando el triunfo que habían conseguido. La alegría era justa: se habían batido contra soldados verdaderamente intrépidos, y el haberles rechazado por tres veces después de un combate tenaz, debía llenar de satisfacción a los que alcanzaron el triunfo, toda vez que para conseguirlo se necesitaba poseer el mismo valor, Todos los jefes mexicanos, Zaragoza, Negrete, Lamadrid, Berriozábal, Arriola, Méndez, González, Arratia, Párraga y otros, se condujeron con una intrepidez y actividad notables (15).


Mayo 8.

Retirada de Laurencez a Orizaba. Dice Zamacois:

Tres días permanecieron los franceses en su campamento (frente a Puebla, esperando recibir auxilio de los mexicanos para volver al ataque), sin que fuerza ninguna conservadora se les uniese; y el día 8 a las cuatro de la tarde empezó (empezaron) a preparar su convoy compuesto de más de 250 carros, para volver a Orizaba.

Laurencez en su parte a Jurien de la Graviere, le dijo:

En fin, el día 8 a las dos de la tarde, no recibiendo del ejército del general Márquez más que noticias evasivas y aun contradictorias sobre su proximidad y sus intenciones de venir a reunirse conmigo, comencé a hacer desfilar mí inmenso convoy hacia Amozoc.

Y al ver desfilar ese inmenso convoy y a los hijos del primer Napoleón caminar cabizbajos hacia Amozoc, conviene recordar estas palabras de Tácito en sus Anales: Se reconoció muy conforme a la dignidad del pueblo romano consignar los hechos ilustres en Anales. Y no sólo los romanos, sino también los indios, los chinos, los egipcios, los persas, los griegos, los aztecas, los franceses, los italianos y todas las naciones civilizadas han tenido el empeño y costumbre de transmitir a la posteridad en Anales los hechos ilustres de la patria: los indios, los egipcios y demás pueblos de la antigüedad (a excepción del griego y el romano), para la instrucción y sabiduría de unos pocos, llamados iniciados, que tenían monopolizada la ciencia, y los franceses, los italianos, los alemanes y demás naciones modernas, para la ilustración del pueblo; para enseñar a esos míseros pueblos que, ocupados, únicamente en las necesidades de la vida animal, llevan la cabeza inclinada hacia la tierra, a semejanza, dice la Biblia, del caballo y el mulo que no tienen entendimiento, enseñarles los hechos, la historia y las glorias de la patria, y en ellos su propia historia, sus propios hechos y sus propias glorias, quitarle de los ojos la venda de la ignorancia, darles conciencia de sus fuerzas y sus derechos, levantarlos de la enervación y servidumbre moral y hacerlos marchar por la ancha vía del progreso y de la felicidad social (16).


Mayo, principios.

Proclama de Laurencez a sus soldados, en la que les dijo entre otras cosas:

Sí, todo lo que os he dicho es cierto. Habéis sido engañados como S. M. el emperador, y habéis obligado a defenderse, precisamente a los que tenían simpatías por vosotros. Pero la Francia engañada sabrá reconocer su error, porque vuestro soberano es demasiado grande para hacer el mal. El mismo lo ha dicho: la justicia acompaña por todas partes al pabellón francés.

¡Viva el emperador!

Conde de Laurencez (17).


Mayo 11.

Carta notable de Tomás O'Horan, escrita en Puebla a Antonio Taboada, en contestación a una de éste. Cláusulas más notables de la carta de Taboada:

Tengo la más sincera confianza y el poder suficiente para asegurarte que la Francia, no sólo no amaga bajo ningún punto de vista nuestra Independencia, sino que tendiéndonos una mano amiga, se ha propuesto no retirarnos su protección, hasta no consolidar un gobierno mexicano verdaderamente ilustrado y paternal, una paz duradera y una situación indestructible. Quiero que prescindas de esa efímera situación y hagas a tu patria el único servicio que puede agradecer a sus hijos. Estás en una posición en que nadie te lo puede impedir, cuentas con toda esa ciudad, que te secundará con el apoyo de siete mil franceses, cinco mil mexicanos armados y cuantos recursos necesites para declararte en favor de la justa y verdadera causa nacional ... Háblale a los amigos de la misma manera; manifiéstales que quedarán todos mejorados en sus empleos y de una manera vitalicia, en la inteligencia que ya es indudable el establecimiento de un gobierno duradero, de orden y moralidad; y, por último, tú puedes disponer desde el momento en que te decidas a prestar tan importante servicio, de cuantos recursos necesites para obrar, pues contamos con toda clase de elementos, y muy particularmente pecuniarios. No creo que te ofenderás al manifestarte esto, supuesto que para todo se necesita dinero, y mucho más en el estado en que están ustedes por allá. Contéstame inmediatamente, y mándame una persona de toda tu confianza que hable conmigo en este campamento, y pueda yo mandarte con él (con ella) lo que necesites en oro o en libranzas.

Cláusulas más notables de la carta de O'Horan:

Señor don Antonio Taboada.

Puebla, mayo 11 de 1862.

Antiguo amigo:

Hoy he recibido tu carta de fecha 7 en el campamento francés de la hacienda de los Alamos; su contenido he tenido que leerlo y releerlo y confrontar tu firma, para conocer que era tuya.

Dos preguntas es toda mi contestación. Si las columnas francesas que atacaron el 5 del presente el cerro de Guadalupe y nuestra línea de batalla hubieran alcanzado una victoria, y tomando alguna de nuestras banderas, la hubieran entregado a Almonte o a ti, o habría (hubiera) sido llevada a aumentar los trofeos del cuartel de Inválidos de París, ¿qué sentimiento habría producido en tu corazón ver atravesar nuestras banderas prisioneras? Cuando el ejército francés se retiró delante de nuestros batallones, que acababan de hacerle volver las espaldas, cuando los primeros soldados de Europa, esos zuavos, esos cazadores, llenos de merecidas cruces, conquistadas en la Crimea, en Italia y en tantas otras partes, los viste huir delante de nuestros batallones, y los viste volver cabizbajos y avergonzados, y les oístes referir su derrota, ¿qué sentiste?, ¿tu corazón estaba henchido de orgullo nacional? Tócatelo y responde a ti mismo. Esa es, pues, la contestación que doy a tu carta.

Los españoles fueron los conquistadores de los aztecas; el que más y el que menos de nosotros, tiene algo de los primeros, por tanto los consideramos como nuestros padres (18) ; sin embargo, los nacidos en México no pudieron sufrir el gobierno de la península. Hidalgo levantó el grito de Independencia en Dolores. Entre los que le ayudaron ¿no estaba tu padre, tus tíos y hasta las señoras de tu familia (19)? Morelos ¿no sostuvo la Independencia y la selló con su sangre, por no tolerar, repito, que bayonetas europeas imperasen en nuestro país? ¿Dónde están ahora el hijo de Morelos (Almonte) y el vástago de la familia colaboradora a Hidalgo? (Taboada.) ¡Triste contraste, ceguedad implacable! Están entre las huestes que, al grito de ¡viva el emperador!, ¡viva la Francia!, ¡muera México!, han avanzado el 5 de mayo, a arrebatar de nuestros batallones el pabellón de Iturbide.

Te devuelvo los afectos de hermano y ese interés con que tú me hablas, dándote el consejo siguiente: No deben faltarte algunos recursos: por tanto, vete fuera de la República y cámbiate el nombre: ¡hay errores en la vida, cuyo amargo torcedor dura cuanto ella! En este caso te encuentras tú: dime el nombre que has de tomar, para que siquiera mis cartas te sirvan de consuelo cuando llores el crimen que has cometido. Esta es la mayor prueba de amistad que puedo darte.

T. O'Horan (20).


Mayo 13.

Protesta del cabildo eclesiástico de Guadalajara contra la intervención francesa. Cláusulas más notables:

Nuestra Independencia nacional, que conquistaron nuestros padres a costa de tantos sacrificios heroicos, la integridad del territorio nacional, el derecho precioso e inalienable, que asiste incuestionablemente a la nación para establecer la forma de gobierno que convenga mejor a sus intereses; en suma, todas las prerrogativas inherentes a la soberanía de un pueblo libre y civilizado, son bienes inestimables que este cabildo eclesiástico aprecia, como el que más, en su justo valor, y nunca verá con indiferencia que sean atacados o menoscabados por las fuerzas francesas ni por las de ninguna otra nación extranjera ... Hoy, pues, que aquellos intereses peligran con motivo de la intervención francesa en los asuntos políticos de nuestra República, esta corporación no duda levantar, como lo ha hecho siempre, su humilde voz para protestar a la faz de todo el mundo civilizado, contra la notoria injusticia de los atentados que tienden a privarla de sus derechos imprescriptibles (21) ... Dios Nuestro Señor guarde a usted muchos años.

Sala Capitular de esta iglesia catedral, Guadalajara, mayo 13 de 1862.
Juan N. Camacho.
J. M. Refugio Gordoa.
José Luis Verdía.

C. Lic. Jesús Camarena, presidente del Supremo Tribunal de Justicia del Estado.
Presente (22).


Mayo 14.

Acción del Borrego ganada por el capitán francés Diétrie y su subalterno el capitán Ledere, a González Ortega y sus subalternos los generales Ignacio de la Llave e Ignacio R. Alatorre.


Mayo 18.

Acción de Barrancaseca, cerca de Acultzingo, ganada por Laurencez y sus subalternos Leonardo Márquez y Agustín Zires (23), al general mexicano Santiago Tapia y sus subalternos Miguel Negrete y José Justo Alvarez.


Mayo, fines.

Zuloaga y José María Cobos, no aceptando el Plan de Córdoba, principalmente en cuanto a la intervención francesa en México, se embarcaron en Veracruz con pasaporte de Almonte y residieron en San Thomas, en donde a poco tiempo publicó Zuloaga un manifiesto a la nación mexicana.


Mayo.

Matías Romero fue nombrado por Juárez ministro plenipotenciario en los Estados Unidos.


Junio, principios.

Pronunciamiento de Lozada en la Sierra de Alica por el Plan de Córdoba; luego atacó y tomó a Tepic.


Junio 10.

Desembarco del general francés Douay en Veracruz con 500 hombres.


Junio 26.

Palabras notables del diputado Julio Fabre en el Congreso de París. Refiriéndose a la violación de los Convenios de la Soledad y a la invasión de Laurencez, dijo:

Sólo me permitiré decir en nombre de mi país, que los sentimientos caballerosos esenciales a su carácter, se concilian poco con semejantes actos, y que no es el talento de eludir los tratados por lo que la Francia se distingue en la historia ... La guerra, señores, es siempre para los pueblos una extremidad cruel; pero permitida, con todo, cuando se trata de rechazar una invasión, de vengar un insulto, o de acudir en auxilio de un aliado. Mas cuando se emprende para imponer a una nación invadida un gobierno que ella repugna, es un atentado ... ¡Cómo! ¡La Francia ha podido cubrir con su bandera una acción semejante! ... En cuanto a mí, no conozco principio más sagrado que el del amor patrio, el respeto a la nacionalidad y el horror profundo a toda especie de intervención extranjera. Ignoro el porvenir reservado a la Francia (interrupción y rumores) ... pero si apareciese en la frontera un libertador, escoltado por las tropas de Austria o de Prusia, éste es a quien yo me lanzaría como un enemigo y creería cumplir un deber sagrado derramando hasta la última gota de mi sangre, para oponerme a que ese insolente auxiliar pisase el suelo de la patria, profanándolo. (Rumores prolongados).


Junio, fines.

Palabras notables del diputado Edgard Quinet en el Congreso de París contra la intervención francesa en México: Las cosas seguirán su curso, tal cual lo ha querido la fantasía de un solo hombre (Napoleón). ¿Quién sufrirá por las faltas de ese hombre? El ejército. ¿Quién las expiará? La Francia.


Julio 3.

Carta de Napoleón escrita en Fontainebleau a Elías Federico Forey, nombrado general en jefe de la expedición francesa en México. Esta carta es muy notable porque fue como el programa del Segundo Imperio. Cláusulas más notables:

Mi querido general:

En los momentos en que vais a partir para México, encargado de los poderes políticos y militares, creo útil daros a conocer mi pensamiento. He aquí la línea de conducta que debéis seguir.

Cuando lleguemos a México, será bueno que las personas notables de todos los matices que hayan abrazado nuestra causa, se entiendan con usted para organizar un gobierno provisional. Este gobierno someterá al pueblo mexicano la cuestión del sistema político que deberá establecerse definitivamente; en seguida se convocará una Asamblea según las leyes mexicanas ... El objeto que debe alcanzarse no es imponer a los mexicanos una forma de gobierno que les sea antipática, sino ayudarle en sus esfuerzos para establecer, según su voluntad, un gobierno que tenga probabilidades de estabilidad, y pueda asegurar a la Francia la satisfacción de los agravios de que se queja. Por supuesto que si prefieren una monarquía, el interés de la Francia pide se les apoye en esa vía.

No faltará quien os pregunte: ¿por qué vamos a gastar hombres y dinero para fundar un gobierno regular en México? En el estado actual de la civilización del mundo, la prosperidad de la América no es indiferente a la Europa, porque ella alimenta nuestras fábricas y hace vivir nuestro comercio. Tenemos un interés en que la República de los Estados Unidos sea poderosa y prospere; pero no tenemos ninguno en que se apodere de todo el Golfo de México y desde allí domine las Antillas y la América del Sud, y sea la única dispensadora de los productos del Nuevo Mundo (24).


Agosto 13.

Doblado renunció a la cartera de Relaciones, para ir a dirigir la campaña de Sierra gorda contra Mejía.


Agosto 23.

Juárez organizó su Ministerio de la manera siguiente:

Relaciones y Gobernación: Juan Antonio de la Fuente.
Justicia y Fomento: Jesús Terán.
Hacienda: Higinio Núñez.
Guerra: Miguel Blanco.


Agosto 30.

Decreto de Juárez, cuyos artículos principales fueron estos:

1° Quedan suprimidos en la presente crisis todos los cabildos eclesiásticos, con excepción del de Guadalajara, por su patriótico comportamiento. Se prohíbe a los sacerdotes de todos los cultos usar, fuera de los templos, vestido determinado para su clase y cualquiera otro distintivo de su ministerio (25 ).


Septiembre 8.

Muerte del general Ignacio Zaragoza, de tifo, en Puebla. Le sucedió en el mando en jefe, González Ortega.


Septiembre 21.

Desembarco de Forey. en Veracruz a la cabeza de una nueva división francesa. Desconoció el gobierno de Juárez y el de Almonte, quitó todas las autoridades puestas por éste y nombró otras según su voluntad.


Octubre 2.

Orden de Juárez de expatriación de siete extranjeros por perniciosos, de los que los principales fueron el banquero suizo Jecker y el francés Barres (26).


Octubre, principios.

Desembarco del general Neigre en Veracruz a la cabeza de una nueva división francesa.


Octubre, mediados.

Indulto de Comonfort por Juárez, por haberle escrito ofreciendo su espada para combatir a los franceses.


Octubre 17.

Desembarco de los generales Francisco Aquiles Bazaine y Castaigny en Veracruz, a la cabeza de una nueva división francesa. El ejército francés en México se componía a la sazón de 17,384 hombres.


Octubre 19.

El coronel Ramón Corona atacó sin éxito la plaza de Tepic defendida por Lozada, y se retiró a Santiago Itzcuintla, donde fusiló a algunos, de los que el más notable fue el presbítero Félix Ojeda.


Octubre 24.

Llegada de Forey a Orizaba. Salieron a recibirle a alguna distancia de la ciudad Laurencez con su Estado Mayor, Almonte, el Ayuntamiento, el jefe político (que era Haro y Tamariz), fray Francisco de la Concepción Ramírez, obispo de Caladro, el cura de Orizaba y otro sacerdote. Allí dijo Forey una arenga, en la que, dirigiéndose a los eclesiásticos, pronunció estas palabras:

Aprovecho la ocasión de ver al venerable clero representado ante mí por tres dignas personas, para excitarle a que ponga en ejercicio toda la influencia que sus ministros ejercen sobre la conciencia; y espero que en cuantas ocasiones se les presenten, predicarán la reconciliación a todos los mexicanos y el olvido de sus recíprocas ofensas, y les inspirarán elamor de hermanos. Yo sé que el pueblo mexicano es eminentemente católico, y siéndolo igualmente la Francia, debe esperar de la religión de Jesucristo la protección de ella; pero es de esperarse del patriotismo del clero mexicano, que acepte ciertos hechos consumados.

Segundo anuncio de que no se derogarían las leyes llamadas de Reforma, dadas por Juárez.


Octubre, fines.

Llegada de Comonfort a la capital de México a la cabeza de una brillante división de la frontera.


Noviembre 20.

Carta particular notable de José Ramón Pacheco, dirigida de Nueva York a Eduardo Drouyn de Lhuys, ministro de Napoleón III, contra la intervención francesa en México (27).


Noviembre 23.

Ocupación de Tampico por los franceses.


Noviembre. fines.

Además del ejército de Oriente, a cuya cabeza estaba González Ortega y que militaba en el Estado de Puebla, creó Juárez otros dos ejércitos: uno que denominó del Centro, a cuya cabeza puso a Comonfort, para que militase en los Estados de México, Hidalgo y Querétaro, y otro que denominó de Reserva, a cuya cabeza puso a Doblado, para que militase en los Estados de Guanajuato, San Luis Potosí y Jalisco (28).


Diciembre 3.

Viaje de Juárez a Puebla.


Diciembre 4.

Premios de medallas a los militares que se habían distinguido en la batalla del 5 de Mayo, y visita de las fortificaciones. Dice Zamacois:

En la plaza se dispuso un gracioso templete, en el cual se colocaron el presidente don Benito Juárez, sus ministros y varias personas de su posición ... Los soldados subían por un lado del templete y bajaban por el otro, pasando por delante del Presidente, que colocaba en el pecho de ellos la honrosa condecoración. Estas medallas, que eran de un trabajo exquisito, fueron acuñadas en la Academia de San Carlos ... Don Benito Juárez pronunció en este acto una entusiasta alocución, a la cual siguió un discurso pronunciado por don Guillermo Prieto, poeta distinguido ... El Presidente visitó los hospitales militares, y recorrió todas las fortificaciones, examinándolas con satisfacción.

Juárez con sus ministros se volvió el día 6 a México.


Diciembre 10.

Palabras muy notables que pronunció Juan Prim, conde de Reus en el Senado de Madrid:

En México se derramará mucha sangre: los mexicanos verterán la suya en favor de la Independencia, y Francia la de sus hijos por una quimera, pues aunque a costa de ella y de tesoros lleguen las tropas imperiales a la capital de la República, no por eso han de crear nada sólido ni digno del pueblo que representan. Ni alzarán una monarquía, ni siquiera consolidarán un gobierno.

La Santa Alianza hizo entrar en París a Luis XVIII; ese monarca, aunque de sangre real, reinó con trabajo. Sucedióle Carlos X, y éste al poco tiempo fue arrojado del solio por sus mismos súbditos. Napoleón I coronó por su parte rey de España a su hermano José, y el trono de éste cayó derrocado a la primera campanada que anunció la ruina del primer Imperio. Lo mismo sucedió a Jerónimo Bonaparte en Westfalia, y algo más grave en Nápoles al bravo Murat, el cual murió fusilado. ¿Qué más, señores? En México mismo hubo un Iturbide que fue estimado mientras se limitó a ser un gran ciudadano; pero ese Iturbide se hizo emperador y acabó también en un suplicio. Tal es la historia, la triste historia de los reyes impuestos: téngalo presente el archiduque Maximiliano. Los franceses no poseerán en México más terreno que el que materialmente pisen, y al fin, más tarde o más temprano, tendrán que abandonar aquel país, dejándolo más perdido que lo que estaba cuando a él llegaron (29).



NOTAS

(1) El señor Pérez Verdía, en su Compendio de Historia de México, 2a. edición, pág. 356, consigna un hecho muy interesante, diciendo: pues como dice el capitán francés Noix: Mr. de Morny esperaba una especulación colosal. El tenía intereses importantes en los negocios del banquero suizo Jecker y sostenía por eso y hacía sostener por la diplomacia francesa las reclamaciones de esta casa. El era quien había hecho enviar a monsieur de Saligny a México, y por eso también los cuidados que el ministro de Francia debía prestar a los intereses de su país, se complicaban singularmente con los que reclamaban los intereses particulares de tan poderoso protector. El emperador ignoraba sin duda (?) los deplorables detalles de estas intrigas financieras; pero la influencia que ejercía sobre él Mr. de Morny, no era menos fuerte al tratarse de servir a intereses tan poco recomendables. Así fue como una gran nación, desgraciadamente sometida a tutela, pudo haber sido lanzada contra su voluntad en una expedición aventurera. La opinión pública en Francia se mostraba muy opuesta. Los negocios de Jecker y las intrigas de los partidarios de la monarquía, sobre las cuales no había podido guardarse un absoluto secreto, no eran a propósito para excitar sus simpatías. (Expedition du Mexique, 1861-1867, págs. 23 y 24. París, 1874).

(2) Cláusulas más notables del ultimatum:

Tomando en consideración el estado actual de México, han creído que podían aspirar a fines más elevados y generosos. Tres grandes naciones no forman una alianza sólo para reclamar de un pueblo a quien afligen tan terribles males, la satisfacción de los agravios que se les han inferido; tres grandes naciones se unen, estrechan y obran en completo acuerdo, para tender a ese pueblo una mano amiga y generosa, que lo levante, sin humillarle, de la lamentable postración en que se encuentra. Harto tiempo ha sido la República Mexicana presa de continuas revoluciones; ya es hora de que al desorden y a la anarquía suceda un estado normal, basado en la ley y en los derechos de los extranjeros. El pueblo mexicano tiene su vida propia, su historia y su nacionalidad; es, pues, absurda la sospecha de que entre en los planes de las potencias aliadas el atentar a la Independencia de México ... Por eso venimos a ser testigos, y si necesario fuese, protectores de la regeneración de México. Queremos asistir a su organización definitiva, sin intervención alguna en la forma de su gobierno ni en su administración interior. A la República, sólo a ella, corresponde juzgar cuáles son las instituciones que se acomodan a su bienestar y a los progresos de la civilización en el siglo XIX.

(3) Cambre, artículo citado.

(4) Cláusulas más notables de dicha contestación:

Es muy satisfactorio para el gobierno ver que las intenciones de los aliados son tan favorables, como lo parece ... El gobierno no cree que se hayan reunido tan grandes potencias para venir a hacer estériles, en un día, los heroicos esfuerzos hechos durante tres años por un pueblo amigo ... El gobierno confía en que los representantes de las tres potencias, en vista del movimiento y de la gran vida que el gobierno de la Reforma le ha procurado a la nación, que antes estaba encadenada por las preocupaciones, se volverán a sus países, con el testimonio de la realización de la grande obra de la pacificación de México, llevada a cabo en virtud de los principios de libertad y de progreso.

(5) Puede verse la lista de todos en Cambre, artículo citado.

(6) Biografía del señor obispo Pagaza, publicada por El Tiempo en su número de l' de mayo de 1895.

(7) Al gobierno le costó la campaña (las dos campañas en la Sierra de Alica) de sesenta y uno, cerca de dos millones de pesos e incontables víctimas; a los habitantes de Tepic, la destrucción de muchos pueblos, de sus ganados y la ruina del comercio y de la agricultura. El sistema de reclutamiento de Lozada, era mandar emisarios a todos los pueblos y aduares de la sierra, citando a los indios en el lugar y día que determinaba, previniéndoles que llevaran bastimento para los días que él señalaba, y los indios, abandonándolo todo, acudían puntuales a la cita, armados y municionados por su cuenta. Así levantaba en armas a la sierra en un día. (Cambre, artículo citado).

(8) Andaba a tientas y no quería que le dieran la mano, porque tenía la energía de carácter de todos los Garzas de Nuevo León.

(9) Presentada por Santibáñez, obra citada, tomo I, pág. 120.

(10) Presentada por Santibáñez, obra citada, tomo I, pág. 13 y siguientes.

(11) Biografía del Ilmo. Pagaza.

(12) Prim, antes de retirarse de Orizaba, envió de allí a la capital de México a su secretario Juan López Ceballos, para explorar la situación de los españoles en materia de vejaciones y el sentir de ellos respecto de la retirada de la escuadra española. López Ceballos fue muy bien recibido por el gobierno de Juárez, y escribió de México al ministro de Estado de Isabel II de acuerdo con las ideas y la conducta del conde de Reus, aunque no fuese el mismo el sentir de la mayoría de los españoles residentes en México. Decía en su comunicación:

He hablado a la mayoría de los súbditos españoles irritados hasta la exasperación por la conducta seguida por el conde de Reus desde su llegada, y por la retirada de las fuerzas españolas. He hecho los mayores esfuerzos para convencer a los españoles que deben suspender su juicio sobre lo ocurrido. (Zamacois, obra citada, tomo XVI, págs. 230 y 232). Luego los españoles residentes en México, en su inmensa mayoría, fueron partidarios de la monarquía en México.

(13) Con Nicolás de la Peña militaban sus hijos José María de la Peña, hoy comerciante en Guadalajara, y Santiago de la Peña, que después de haber desempeñado varios empleos públicos de consideración, vive hoy en el Parral.

(14) Algunos historiadores refieren que en Acultzingo, Arteaga salió gravemente herido de una pierna, y que se le amputó ésta en Puebla. La gravedad de las heridas es cierta; la amputación es dudosa para mí.

(15) A Zamacois se le olvidaron dos de los que se portaron con más bizarría: Alvarez y Porfirio Díaz.

Parte de la batalla del 5 de Mayo, enviado por Zaragoza a, Juárez:

Ejército de Oriente.

General en Jefe.

Después de mi movimiento retrógrado que emprendí desde las Cumbres de Acultzingo, llegué a esta ciudad el día 3 del presente, según tuve el honor de dar parte a usted. El enemigo me seguía a distancia de una jornada pequeña y habiendo dejado a retaguardia de aquél la 2a. Brigada de caballería, compuesta de poco más de 300 hombres, para que en lo posible lo hostilizara, me situé, como llevo dicho, en Puebla. En el acto di mis órdenes para poner en un regular estado de defensa los cerros de Guadalupe y Loreto, haciendo activar las fortificaciones de la plaza, qué hasta entonces estaban descuidadas.

Al amanecer del día 4, ordené al distinguido general C. Miguel Negrete, que con la Segunda División de su mando, compuesta de 1,200 hombreg, lista para combatir y a su mando, ocupara los expresadps cerros de Loreto y Guadalupe, los cuales fueron artillados con dos baterías de batalla y montaña. El mismo dia 4 hice formar de las brigadas Berriozábal, Díaz y Lamadrid, tres columnas de ataque, compuestas: la primera de 1,082 hombres, la segunda de 1,000 y la última de 1,020, toda infantería, y además una columna de caballería con 550 caballos, que mandaba el C. general Antonio Alvarez designando para su dotación una batería de batalla. Estas fuerzas estuvieron formadas en la plaza de San José hasta las doce del día, a cuya hora se acuartelaron. El enemigo pernoctó en Amozoc.

A las cinco de la mañana del memorable día 5 de Mayo, aquellas fuerzas marchaban a la línea de batalla que había yo determinado, y verá usted marcada en el croquis adjunto: ordené al C. comandante general de artillería, coronel Zeferino Rodríguez, que la artillería sobrante la colocara en la fortificación de la plaza, poniéndola a disposición del C. comandante militar del Estado, general Santiago Tapia.

A las diez de la mañana se avistó el enemigo, y después del tiempo muy preciso para acampar, desprendió sus columnas de ataque, una hacia el cerro de Guadalupe, compuesta como de 4,000 hombres, con dos baterías y otra pequeña de 1,000 amagando nuestro frente. Este ataque que no había previsto, aunque conocía la audacia del ejército francés, me hizo cambiar mi plan de maniobras y formar el de defensa, mandando, en consecuencia, que la brigada Berriozábal a paso veloz reforzara a Loreto y a Guadalupe, y que el cuerpo de carabineros a caballo fuera a ocupar la izquierda de aquéllos, para que cargara en el momento oportuno. Poco después mandé al batallón Reforma de la brigada Lamadrid, para auxiliar los cerros que a cada momento se comprometían más en su resistencia. Al batallón de Zapadores, de la misma brigada le ordené marchase a ocupar un barrio que está casi a la falda del cerro, y llegó tan oportunamente, que evitó la subida a una columna que por allí se dirigía al mismo cerro trabando combates casi personales. Tres cargas bruscas efectuaron los franceses, y en las tres fueron rechazados con valor y dignidad; la caballería situada a la izquierda de Loreto, aprovechando la primera oportunidad, cargó bizarramente, lo que les evitó reorganizarse para nueva carga.

Cuando el combate del cerro estaba más empeñado, tenía lugar otro no menos reñido en la llanura de la derecha que formaba mi frente. El C. general Díaz, con dos cuerpos de su Brigada, uno de la de Lamadrid, con dos piezas de artillería y el resto de la de Alvarez, contuvieron y rechazaron a la columna enemiga, que también con arrojo marchaba sobre nuestras posiciones: ella se replegó hacia la hacienda de San José, donde también lo habían verificado los rechazados del cerro, que ya de nuevo organizados se preparaban únicamente a defenderse, pues hasta habían claraboyado las fincas, pero yo no podía atacarlos, porque derrotados como estaban, tenían más fuerza numérica que la mía; mandé, por tanto, hacer alto al C. general Díaz, que con empeño y bizarría los siguió, y me limité a conservar una posición amenazante.

Amhas fuerzas beligerantes estuvieron a la vista hasta las siete de la noche que emprendieron los contrarios su retirada a su campamento de la hacienda de los Alamos, verificándolo poco después la nuestra a su línea.

La noche se pasó en levantar el campo, del cual se recogieron muchos muertos y heridos del enemigo y cuya operación duró todo el día siguiente; y aunque no puedo decir el número exacto de pérdidas de aquél, sí aseguro que pasó de mil hombres entre muertos y heridos, y ocho o diez prisioneros.

Por demás me parece recomendar a usted el comportamiento de mis valientes compañeros; el hecho glorioso que acaba de tener lugar, patentiza su hrío y por sí solo los recomienda.

El ejército francés se ha batido con mucha bizarría: su general en jefe se ha portado con torpeza en el ataque.

Las armas nacionales, C. ministro, se han cubierto de gloria, y por ello felicito al Primer Magistrado de la República, por el digno conducto de usted; en el concepto de que puede afirmar con orgullo que ni un solo momento volvió la espalda al enemigo el ejército mexicano, durante la larga lucha que sostuvo.

Indicaré a usted, por último, que al mismo tiempo de estar preparando la defensa del honor nacional, tuve la necesidad de mandar a las brigadas O'Horan y Carbajal, a batir a los facciosos que en número considerable se hallaban en Atlixco y Matamoros, cuya circunstancia acaso libró al enemigo extranjero de una derrota completa, y al pequeño cuerpo de Ejército de Oriente, de una victoria que habría inmortalizado su nombre.

Al rendir el parte de la gloriosa jornada del día 5 de este mes, adjunto el expediente respectivo, en que constan los pormenores y detalles expresados por los jefes que a ella concurrieron.

Libertad y Reforma.
Cuartel General en Puebla, 9 de mayo de 1862.
Zaragoza.
C. Ministro de la Guerra.
México.

(16) Ex dignitate Populi Romani repertum est, res ilustres Annalibus ... mandare.

(17) Proclama copiada por Santibáñez, tomo citado, pág. 114.

(18) Habla de los criollos, no de los indios.

(19) Taboada y los de su familia eran nativos de Chamacuero, entre ellos doña Manuela Taboada, la esposa de Abasolo, que a la verdad no se portó como la madre de los Rayón.

(20) Cartas publicadas por Zamacois, obra citada, tomo XVI, pág. 202 y siguientes.

(21) Un canónigo septuagenario de la misma catedral, que se llamaba don Luis Padilla, preguntaba a otro canónigo (el doctor Díaz Carcía): ¿Y qué quiere decir inalienable?

(22) A la sazón no estaban en Guadalajara los canónigos conservadores más influyentes: don Rafael H. Tovar había muerto, él deán Carcía estaba en Europa, el arcediano Nieto en la capital de la República y don Casiano Espinosa en San Francisco California.

El alma de esa protesta fue don José Luis Verdía, muy conocido por su doble fama de gran literato y de liberal (quien siempre me hizo favor de honrarme con sus cariñosas cartas). En los años de 1827 y siguientes fue catedrático de derecho canónico en el Instituto Literario del Estado, fundado por Prisciliano Sánchez, enseñado por las InstitUciones, de Lorenzo Selvagio, que era de los autores y se llamaban cismontanos y todavía menos cismontanos que Domingo Cavalario, por cuyas Instituciones enseñó el derecho canónico Benito Juárez en el Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca. El señor Verdía contó entre sus discípulos a Mariano Otero y a Juan Antonio de la Fuente. Su digno sobrino, el señor licenciado Luis Pérez Verdía, en la biografía que publicó su tío, presenta parte de una carta de De la Fuente al señor Verdía, en febrero de 1861, en la que le recordaba estas palabras que le había dicho cuando fue su discípulo: Señor muchacho, dentro de cincuenta años no habrá quién se acuerde de los cismontanos y ultramontanos.

(23) Biografía de Zires en el periódico El Tiempo.

(24) Carta publicada pór Zamacois, tomo citado, págs. 278 y siguientes. El historiador añade que el decir Napoleón: pero no tenemos ninguno en que se apodere, etc., era un reto que si entonces no admitía el gobierno de Washington porque la guerra civil le preocupaba, lo admitiría en la época en que la paz se hubiese restablecido en sus Estados.

(25) Juárez, a pesar de lo crítico de las circunstancias, continuaba dando leyes de las llamadas de Reforma.

(26) Por supuesto que no salieron del país, sino que se fueron a Orizaba a unir con el ejército francés. Barres, en su periódico L' Estafette, había sido hasta entonces liberal radical; pero desde que se formalizó la intervención francesa se hizo intervencionista, y en tiempo del Imperio, en su mismo periódico L'Estafette, lo defendió acérrimamente.

(27) Pacheco era nativo de Guadalajara; había hecho una brillante carrera literaria en la misma ciudad y había sido diputado en varios Congresos y ministro plenipotenciario en diversas naciones; y cuando había estado en París, había contraído amistad con Drouyn de Lhuys. La carta es muy larga y compone un opúsculo impreso de 87 páginas en 4. Presentaré las apreciaciones más notables.

Se acordará usted que cuando en 1853, se me mandó a París, no quise salir de México hasta que se concluyese la convención en que se estaba con el señor Levasseur, para poder llegar a Francia, diciendo a su gobierno que estábamos a mano; que ninguno de los dos debía al otro ni tenía de qué quejarse. Efectivamente, por esa convención, que fue tan racional por una parte como por otra, se acordó que lo que se debía a los súbditos franceses, se les pagase con una parte (me parece un 25 por ciento) de los derechos de importación, que ellos mismos causaran en sus propios buques. Pues bien, esta convención ha sido religiosa y constantemente observada por México, en tres administraciones que ha habido desde aquel tiempo, por el señor Santa-Anna, por el señor Comonfort, y por el señor Juárez. Todo fue pagado: quedaba un solo resto que pagar, de una sola casa, que tiene todas estas circunstancias: 1° que no llega a 200,000 pesos; 2° que aun cuando llegara y pasara, no es cantidad que valga una guerra; 3° que la casa que tenía ese resto en el fondo de la convención, no ha querido que se reclame por ella, aunque ha sido instada y urgida por M. de Saligny; 4° que aun cuando quisiera que se hiciesen reclamaciones por ella, sería fuera de propósito, porque no es deuda desconocida ni que se haya querido rehusar el pago, porque ya estaría hecho, si no se le hubiese despojado a México de sus puertos y de sus aduanas, y por último, y esto cortaría toda cuestión, que la Francia, que era tan celosa por el pago de lo que se dice se debe a sus súbditos, apoderada de la aduana, es de presumirse que ya habrá cubierto a esa casa ese pequeño resto.

La otra queja que se alegaba para estarse en el año pasado conviniendo las tres potencias en hacer una demostración a México, fue la ley que dio su Congreso el 17 de julio, para suspender el pago de las convenciones por dos años, y esto también tiene tres respuestas: 1a. que, por lo que acabamos de decir, a la Francia, menos que a ninguna de las otras dos, importaba esta suspensión; 2a. que esta medida era aprobada mucho antes por el ministro inglés según se ve en la nota a su gobierno; 3a. que la ley fue derogada, es decir, se hizo lo que pidieron los ministros extranjeros. Con que, ¿qué quedó para tomar de allí un casus belli?

Otra deuda sobre que se ha querido reclamar, es la de Jecker, y ésta tiene también sus circunstancias especiales: 1a. que ella es un buen espécimen de los negocios que se hacen con los gobiernos de México, y que han sido materia de reclamaciones y de convenciones; 2a. que se prestó medio millón y a la manera de Arpagón, con parte en vestuario, parte en papeles de deuda anterior, etc., etc., para cobrar 15 millones en efectivo con la 5a. parte de todas las rentas de la nación; 3a. que el reclamante no es francés sino suizo; 4a. que no es deuda de este gobierno sino de Miramón; y en esta parte debo hacer una rectificación muy esencial de la maliciosa o errónea aplicación que se quiere hacer de un principio, cuando se repite que el gobierno es un ente moral, en que el que hoy lo ejerce o lo representa está obligado a lo que se obligó el que lo representaba ayer. El principio es cierto y México lo reconoce; pero hemos de estar en que el gobierno constitucional no ha dejado de existir: que el señor Juárez no es sucesor del general Miramón.

Pacheco, refiriéndose al modo con que comenzó la guerra de los franceses en México, dijo:

Los cándidos, los mentirosos mexicanos, no creyeron que una tan gran nación mintiera; se olvidaron de las bolas de nieve de Pamplona, y haciendo honor a su palabra, los dejó pasar adentro de sus puntos fortificados. Una vez hechos de estos puntos, y cuando los mexicanos, confiados, retiraron de ellos las fuerzas que los guarnecían, los invasores ni aun abren las negociaciones, ni aun por honestidad y por interés de la dignidad militar y nacional, tienen, para cubrir el expediente, el disimulo de pasar un ultimatum, inadmisible, de declarar entonces la guerra, y de volver por forma, a su punto de partida.

Aseguro a usted que prefiero mi República con todos sus inconvenientes, con sus revoluciones, con sus vaivenes y cuantos defectos se quiera; prefiero la anarquía a la monarquía. No lo tome usted a arranque del momento, ni a pueril repetición de una frase: Malo periculosam libertatem. Estoy muy lejos de ser demagogo, porque odio el' despotismo, cualquiera que sea su disfraz. En la administración actual, como hace treinta años, reinando el partido liberal, lo he comprobado en escritos públicos y aun oficiales, dentro y fuera del gobierno; mas yo también he sido el primero que ha hablado de República en el Imperio de Iturbide, y hemos de estar en que era el hombre de mi adoración; pero me dolía que un hombre tan grande hubiera descendido a ser monarca.

Esa frase latina es el principio de esta sentencia de Tácito:Malo periculosam libertatem quam tranquilam servitutem, que quiere decir: Quiero más bien una tempestuosa libertad que una tranquila servidumbre. Pacheco dice adelante:

En cuanto a mí, lejos de tentar y de desear un arreglo, tengo la idea de que la guerra, con todos sus horrores, le conviene a mi patria, así como la civil que acaba de pasar, le ha ahorrado más largo período de turbaciones y de padecimientos. En ella se ha hecho lo que tardaríamos muchos años en hacer ... Así, la guerra con una potencia extranjera, nos acabará de desengañar si hemos o no hemos de ser una nación, si se ha de hacer respetar de las demás y si ha de salir de la humillante condición de recibir lecciones y notas insolentes de noveles diplomáticos que vienen aquí a hacer méritos o fortuna. La guerra es la ocasión de las grandes acciones, del heroísmo, de los grandes talentos, de la abnegación, del patriotismo; cuando menos, de que nos conozcamos todos. Yo estoy contentísimo y orgulloso de mi país; desde los primeros ensayos, ha acreditado ser digno de ser una gran nación (alusión a la batalla del 5 de Mayo) ... Un pueblo que así se conduce y que no quiere ser subyugado, no es posible subyugarlo, no digo con los 40 o 50 mil hombres que tiene ya la Francia, pero ni con los 100 y 150 mil con que ha amenazado el general Forey, ni con las tres potencias si hubieran quedado coaligadas ... Los norteamericanos entraron en la República en número de 50 a 60 mil: no llegaron a México más de 14 mil, y después de haber gastado más de 100 millones de pesos en la campaña de un año.

Si los encuentros que ahora tenga la segunda expedici6n tienen, como yo lo espero, el mismo resultado para ella que los que tuvo la primera y se estrella en las puertas de Puebla o de México, tendrán también que volver a dar el mismo espectáculo que aquélla, de fortificarse en el país que na invadido. Si es más feliz, quedará algún más tiempo y seguirá la lucha. Así la cuestión va larga ... La (guerra) que tienen los Estados Unidos en su seno, fin ha de tener; y entonces les sobrarán fuerzas de mar y tierra, que no ha tenido ninguna nación de Europa, cuya intervención en los negocios de América, no convendrá jamás a ninguna de las dos secciones (la de los del norte y la de los del sur) que ahora contienden.

Yo sé que los inventores y simpatizadores de la intervención se ríen de lo que se llama opinión y espíritu de un pueblo, contando con que esto nada vale contra las bayonetas; pero sé y también he visto que un humilde párroco (Hidalgo) ha embestido a una monarquía poderosa, enraizada entre las familias y sostenida con el fanatismo político y religioso, con sólo las campanas de su lugar.

Esta frase era el hombre de mi adoración, hace recordar, entre otros hechos de ardiente iturbidismo, la descripción de las solemnísimas honras fúnebres que se hicieron a Iturbide en la catedral de México en octubre de 1838, cuando fueron depositados allí sus restos, opúsculo compuesto por Pacheco, y las poesías colocadas en el catafalco, compuestas por el mismo Pacheco.

Niceto de Zamacois escribió una Historia de México en 20 volúmenes, que, cualesquiera que sean sus apreciaciones, es muy útil por la abundancia de documentos históricos que recogió en ella; México a través de los Siglos es una obra voluminosa y muy útil y me ha admirado el no encontrar ni en la una ni en la otra, como tampoco en la Historia de Arrangoiz, noticia de la interesantísima Carta de Pacheco.

(28) Al ejército del centro perteneció la brigada del general sinaloense Plácido Vega, quien con dicha brigada se embarcó en Mazatlán, desembarcó en Zihuatanejo (Estado de Michoacán), caminó por tierra de dicho puerto al de Acapulco (100 leguas), y de Acapulco a la capital de México; camino muy penoso durante dos meses. Después de la ocupación de Puebla, Plácido Vega, habiendo recibido del Gobierno Federal la comisión de ir a comprar armamento en San Francisco, California, percibió con dicho objeto gruesas cantidades de dinero de la aduana marítima de Mazatlán, puerto donde se embarcó para dirigirse a aquella ciudad y en ella permaneció casi todo el tiempo de la guerra, sin haber enviado un solo fusil. (Breves Apuntes sobre la Guerra de Intervención en Sinaloa, por Eustaquio Buelna, abogado sinaloense, págs. 20 y 21).

(29) Cuando fui a despedirme de mi tío el doctor Sanromán, la víspera de salir de Lagos para Europa, me dijo: A Maximiliano lo forcan. No era difícil prever en diciembre de 1866 la infausta suerte del emperador. Cuando estando en la capital de México fui a despedirme de mi maestro el señor arzobispo Munguía, poco antes de partir este señor para Europa, me dijo: A Maximiliano le va a costar el pellejo. Tampoco era difícil prever esto en mayo de 1865, cuando ya el emperador había hecho tantos desaciertos, y había terminado la guerra en los Estados Unidos y algunos empezaban a sospechar el desenlace del drama. Pero prever todo lo que sucedió, cuando los franceses todavía casi no pasaban del Estado de Veracruz, y un año y medio antes que Maximiliano pisara el territorio de México, esto no lo hizo el mismo señor Munguía ni otros muchos mexicanos, españoles y franceses, tenidos por sabios y por políticos; esto sólo lo podían hacer grandes políticos, como José Ramón Pacheco y el conde de Reus. ¿Y, en qué apoyaron su pronóstico? ¿Quién los hizo grandes políticos? La Historia, que es, según Cicerón, la luz de la verdad; y según Torquemada, el argumento de lo por venir. ¡Oh, Historia! Dos clases de personas únicamente son desafectas a tu aprendizaje y enseñanza: los ignorantes, porque no te conocen, y los fanáticos porque te conocen y te temen, pues eres la luz de la verdad. Pero recojamos velas, pues no soy más que un analista. Este documento histórico interesantísimo lo he tomado del Compendio de la Historia de México, por el señor Pérez Verdía, pág. 328.

Índice de Anales mexicanos de Agustín RiveraANALES DE LA REFORMA - AÑO 1861ANALES DE LA REFORMA - AÑO DE 1863Biblioteca Virtual Antorcha