Índice de Anales mexicanos de Agustín RiveraANALES DEL SEGUNDO IMPERIO - AÑO 1864 - Primera parteANALES DEL SEGUNDO IMPERIO - AÑO DE 1865Biblioteca Virtual Antorcha

ANALES DEL SEGUNDO IMPERIO

1864

SEGUNDA PARTE

Agustín Rivera


Julio 4.

Ocupación de Durango por el general L'Heriller.


Julio 7.

Vítor del señor arzobispo Labastida, con motivo de ser aquel día de cumpleaños de la emperatriz, para celebrarlo, un grupo de monarquistas, a quienes seguía mucha gente del pueblo, recorrió en la noche las calles principales de México con música y dando vivas a Maximiliano y a Carlota, y habiéndose detenido ante el palacio del señor Labastida, su Señoría Ilustrísima salió al balcón principal, y gritando, dijo:

¡Señores: no olvidemos que a la magnánima y generosa Francia, que nos ha cubierto con su glorioso pabellón, debemos el haber alcanzado la dicha de constituir un gobierno nacional conforme a la voluntad de la mayoría y apropiado a las circunstancias de nuestra patria! No olvidemos que al genio inmortal del ilustre emperador de los franceses, debemos esta situación de verdadera libertad, de bienestar y de actividad para conseguir el engrandeciminto de nuestra patria, mediante el gobierno de nuestro amado soberano Maximiliano I, con la cooperación de su augusta esposa la emperatriz Carlota, cuyo feliz natalicio celebramos hoy con tanto júbilo. ¡Viva, pues, el emperador Napoleón III! ¡Viva la emperatriz Eugenia! ¡Viva el príncipe imperial de Francia! ¡Viva nuestra amada emperatriz Carlota! ¡Por mil y mil años viva! ¡Viva! (1).


Julio, mediados.

Maximiliano organizó su Ministerio de la manera SIguiente:

Ministro de Estado: Joaquín Velázquez de León, conservador (continuó).
Ministro de Relaciones: José Fernando Ramírez; liberal moderado con sus puntas y ribetes de radical, que no había querido aceptar el cargo de miembro de la Asamblea de Notables, ni poner cortinas en sus balcones el día de la entrada del emperador (2).
Ministro de Gobernación: José María González de la Vega, conservador.
Ministro de la Guerra: Juan de Dios Peza, liberal moderado (3).


Julio 24.

El general José María Arteaga dejó de ser gobernador de Jalisco, y comenzó a serlo Anacleto Herrera y Cairo. Lo fue muy poco tiempo, y desde entonces no hubo gobernador en Jalisco, hasta el 16 de enero de 1867.


Julio 26.

El general Draga se adhirió al Imperio en León de los Aldamas, y pocos días después se adhirieron también los generales Tomás O'Horan y Juan B. Caamaño, que se habían distinguido en la defensa de Puebla, y algunos oficiales republicanos.


Agosto 3.

Yendo Maximiliano y Carlota en carretela por la calle 2a. de Plateros y encontrando al Santísimo que era traído de la casa de un moribundo, se bajaron de la carretela y permanecieron de rodillas hasta que pasó el Santísimo, acto que fue aplaudido casi por todos los periódicos.


Agosto 6.

Manuel Doblado, el coronel José Rincón Gallardo y otros republicanos, se embarcaron en Matamoros para los Estados Unidos.


Agosto 7.

Decreto liberal de Maximiliano sobre libertad de imprenta.


Agosto 10.

Salida de Maximiliano de Chapultepec para visitar algunas ciudades del interior, acompañado de Schertzenlechner, del coronel Miguel López y de bastantes criados y escoltado por un batallón mexicano y otro de cazadores de Africa. En este viaje vivió con el lujo que acostumbraba en México, mucho mayor que el que usaba en Miramar (4).


Agosto 9.

Matrimonio del general José Domingo Herrán y la señorita Guadalupe Almonte, hija del mariscal, en la capilla del palacio imperial. Bendijo el matrimonio el arzobispo Labastida y los testigos fueron los emperadores (llamados vulgarmente padrinos), el mariscal Bazaine, el ex regentes Salas y dos generales de división. La concurrencia en la capilla y en el banquete fue numerosa y selecta, y los principales de los asistentes fueron el mariscal Almonte y su esposa, el arzobispo Munguía, seis obispos, los condes de Bombelles, Zichy, Ramsay y del Valle, las condesas damas de la emperatriz, los marqueses de Montholon y Ranzy, la marquesa de Montholon, la vizcondesa de Ranzy, el general Woll, don Eustaquio Barrón y don José María Martínez Negrete. Maximiliano brindó por la felicidad de los recién casados, y Carlota regaló a su ahijada un aderezo de diamantes y otras alhajas (5).


Agosto 15.

Juárez, atacado en Monterrey por Quiroga, salió de dicha ciudad para Chihuahua acompañado de sus ministros Sebastián Lerdo de Tejada, José María Iglesias, Manuel Ruiz y otros republicanos. Pocos días después se le unió en su camino el general Negrete, ministro de la Guerra. El mismo día, su esposa la señora Margarita Maza e hijos, salieron de dicha ciudad para Tres Brazos, en donde se embarcaron para los Estados Unidos (6). El mismo día 15 salieron de Monterrey para Tres Brazos Francisco Zarco y otros republicanos que hasta allí habían acompañado a Juárez, y se embarcaron en el referido lugar para los Estados Unidos, en donde Zarco reunió a todos los mexicanos liberales residentes allí, y fundó una asociación política que intituló Club Mexicano.


Agosto 20.

Ocupación del Saltillo por Castagny.


Agosto 26.

Ocupación de Monterrey por Castagny, en donde por medio de un bando nombró prefecto del departamento, magistrados del Tribunal de Justicia, alcaldes y demás empleados públicos, expresando que toda persona de las nombradas que se negase a desempeñar el empleo que se le había confiado, sería castigada inmediatamente con seis meses de prisión (7).


Agosto 28.

Juárez llegó a Chihuahua, habiendo pasado por el Saltillo, Monclova y Arizpe, con un éxito que no había tenido Hidalgo.


Septiembre 4.

El general Santiago Vidaurri y el coronel Julián Quiroga se adhirieron al Imperio en Salinas Victoria.


Septiembre 15.

Maximiliano, después de haber estado algunos días en Querétaro, Celaya y Salamanca, llegó a las 2 de la tarde a Dolores Hidalgo; fue alojado en la antigua casa del héroe de la patria Mariano Abasolo (8), y una de las muchas personas notables de Dolores Hidalgo, Guanajuato, San Miguel de Allende y San Luis Potosí que se sentaron a su mesa, fue un nieto de Abasolo. A las 11 de la noche del mismo día, Maximiliano, en la ventana de la pieza de estudio y despacho del cura Hidalgo, pronunció una arenga, en la que lo principal que dijo fue lo siguiente:

Mexicanos: más de medio siglo tempestuoso ha transcurrido desde que esta humilde casa, del pecho de un humilde anciano, resonó la gran palabra de Independencia, que retumbó como un trueno del uno al otro océano por toda la extensión de Anáhuac, y ante la cual quedaron aniquilados la esclavitud y el despotismo de centenares de años. Esta palabra, que brilló en medio de la noche como un relámpago, despertó a toda la nación de un sueño ilimitado a la libertad y a la emancipación; pero todo lo grande y todo lo que está destinado a ser duradero se hace con dificultad y a costa de tiempo (9).


Septiembre 16.

Zamacois, después de referir la misa cantada y Te-Deum en el Templo Parroquial, a los que asistió Maximiliano, dice:

Concluida la función religiosa, el emperador pasó con toda su comitiva a la casa del cura don Miguel Hidalgo y Costilla. En ella, sentado en la misma silla y apoyado en la misma mesa en que solía hacerlo aquel anciano sacerdote, escribió, de su propia mano, en el libro mandado poner allí por don Benito Juárez para consignar los nombres de los que visitasen la cuna de la Independencia, el siguiente párrafo de su discurso, abajo del cual puso su firma: Un pueblo que bajo la protección y con la bendición de Dios funda su Independencia sobre la libertad y la ley, y tiene una sola voluntad, es invencible y puede elevar su frente con orgullo ... A la comida oficial, que era de setenta cubiertos y se dispuso para las tres de la tarde, fueron invitados siete soldados veteranos de los que acompañaron en la campaña al anciano párroco don Miguel Hidalgo y Costilla desde que dio el grito de Independencia ... Maximiliano se presentó a los convidados vestido de frac negro y corbata blanca, con las condecoraciones de Guadalupe, el toisón de oro y roseta de la Legión de Honor. A la mitad de la comida se dejó escuchar su voz, y todos los concurrentes se pusieron en pie. Señores, dijo el emperador, brindemos por nuestra Independencia y por !a memoria de sus héroes. Una salva de ciento un cañonazos y las bandas de las músicas colocadas en la plaza, respondieron a este brindis. No quiso Maximiliano que terminase ese día, dedicado a la memoria de las grandes glorias nacionales, sin ejercer algún rasgo noble. Estando sentenciado a muerte por la Corte Marcial en Guanajuato el guerrillero don Aniceto Guzmán, y habiendo solicitado gracia del emperador, en el lugar mismo y en el propio día en que se alzó el grito de Independencia, proporcionando con esto una ocasión feliz de ejercer un acto de nuestra clemencia (son las mismas palabras usadas por Maximiliano en el decreto de indulto), queremos aprovecharla para solemnizar dignamente tan memorable día ... Concedió la medalla militar a cuatro de los veteranos compañeros del cura don Miguel Hidalgo y Costilla; mandó dar una paga a los oficiales que combatieron al lado de aquel caudillo de la Independencia, y diez duros a los soldados (10).

Dice Zamacois: No con menos entusiasmo fue celebrado el aniversario del 16 de Septiembre de 1810, por el gobierno de don Benito Juárez (11). También en Nueva York se reunieron los refugiados republicanos de México a celebrar la memoria del anciano caudillo que tremoló en Dolores la bandera de la Independencia. En el banquete que tuvieron con ese motivo, se hallaban don Manuel Doblado, el general Ogazón, don Matías Romero, ministro de don Benito Juárez cerca del gobierno de Wáshington, don Juan José Baz, don Francisco Alatorre y otros varios individuos notables (12).


Septiembre 18.

Entrada solemne de Maximiliano en Guanajuato, dispuesta por el prefecto del Departamento, general José María Yáñez.


Septiembre 21.

Acción del Cerro de Majoma, en el Estado de Durango, ganado por el coronel de zuavos Martín a González Ortega y sus subalternos Miguel Negrete, Sóstenes Rocha, Patoni y Silvestre Aranda. Esta acción fue muy reñida y hubo en ella muchísimos muertos y muchísimos heridos de una y otra parte. Murió Martín, y el general Aranda recibió una herida en una pierna que algunos años después le causó la muerte.


Septiembre 23.

Maximiliano visitó algunas minas. El presbítero Lucio Marmolejo, en sus Efemérides Guanajuatenses, describiendo la visita de la mina de Rayas, dice:

Llegado pues, el emperador a la mina de Rayas, bajó a ella hasta la labor de San Fernando a unas 60 varas de profundidad. Allí había 40 herramientas trabajando .., Todas las operaciones, desde el desmonte por medio del barreno, el pico y la cuña, la limpia por la faena de los tenateros, el desagüe por los malacates y todo cuanto se practica, hasta poner en el patio los frutos para el rescate, todo se hizo en presencia de S. M., quien estuvo bastante comp]acido: visitó el tiro de Santa Rosa, donde presenció el rescate semanario de la mina, y después subió al tiro general de ella, donde examinó la maquinaria, los arrastres, el patio de beneficio, el lavadero y azoguería.


Septiembre 26.

Rendición de Matamoros por el general Juan N. Cortina a Mejía, contra la voluntad de los coroneles Servando Canales (abogado), Antonio Rosales (abogado) y Aureliano Rivera, quienes huyeron a Brownsville (13).


Septiembre 28.

Maximiliano llegó a León de los Aldamas, donde se le presentaron Draga, Vidaurri y Quiroga (14). Maximiliano, después de haber estado algunos días en León, se fue por la Piedad a Morelia, en donde nombró prefecto del Departamento a don Antonio del Moral (15). De allí se fue a México por Toluca, donde fue a encontrarlo la emperatriz, quien había gobernado el Imperio en ausencia de su esposo. La recepción en México fue fría.


Septiembre 29.

Schertzenlechner, que le acompañó (a Maximiliano) en su expedición al interior, poco después de su llegada a México, dirigió de León el 29 de septiembre de 1864 una carta a M. Eloin, en que le decía:

Adjunta os envío, de orden de S. M. la proposición de una ley que, de orden de S. M., varios jurisconsultos de Guanajuato han preparado y que tiene relación con la cuestión triste y delicada de los guerrilleros y ladrones de caminos, cuestión que ocupa mucho a S. M. El emperador piensa aprovechar el día en que el poder de Juárez acabe (30 de noviembre de 1864), o de aquel en que salga del país, para declarar solemnemente a la nación, que hasta la mala y última razón política ha terminado y que en lo futuro cada guerrillero no podrá ser más que un ladrón de camino, y será juzgado con toda la severidad posible (16).


Octubre 12.

Llegada de Juárez a Chihuahua, habiendo caminado por los Estados de Nuevo León, Coahuila y Chihuahua con un éxito que no había tenido Hidalgo (17).


Octubre.

En este mes se sometieron al Imperio el abogado general Trinidad García de la Cadena, el abogado José Ma. Castro, antiguo gobernador del Estado de Zacatecas y otros muchos constitucionalistas, de los que bastantes, como García de la Cadena y Castro, vivieron en la vida privada.


Noviembre 2.

Ocupación de Colima por Leonardo Márquez. Tres días después llegó a dicha ciudad Douay.


Noviembre 5.

Carta de Maximiliano a su ministro Velázquez de León, en la que le dijo:

Mi gobierno está determinado a emplear todo su empeño y energía. Si hasta hoy ha usado de indulgencia con sus adversarios políticos para dejarles tiempo y ocasión de conocer la voluntad nacional y unirse a ella, en lo de adelante tiene la imperiosa obligación de combatir a aquéllos, pues su bandera no lleva ya credo político, sino pretexto para el robo y la matanza. Mis deberes de soberano me obligan a proteger al pueblo con brazo de hierro, y para corresponder a los deseos altamente expresados por todas partes, declaramos como jefe de la nación, con pleno consentimiento de nuestra sagrada misión y del deber que nos hemos impuesto, que todas las gavillas armadas que recorren todavía algunos puntos de nuestra bella patria, asolándola, turbando y amenazando al laborioso ciudadano en su trabajo y en su libertad, deben ser consideradas como cuadrillas de bandidos y caer en consecuencia bajo la inflexible e inexorable severidad de la ley. Mandamos por lo mismo a todos los funcionarios, magistrados y jefes militares de la nación las persigan y las aniquilen con todas las fuerzas (18).


Noviembre 8.

Salida de Miramón de la capital de México para Berlín, enviado por Maximiliano a estudiar la ciencia militar. Todos los liberales y todos los conservadores (cuando éstos abrieron los ojos) conocieron que era un destierro disimulado. Aquello era una comedia.


Noviembre, fines.

Ministerio de Maximiliano.

Estado: Velázquez de León.
Relaciones: José Fernando Ramírez.
Gobernación: José Ma. Cortés Esparza, liberal moderado.
Justicia y Negocios Eclesiásticos: Pedro Escudero y Echánove, yucateco, abogado, de gran talento, liberal moderado, con sus puntas y ribetes de radical (vive).
Fomento: Luis Robles Pezuela, liberal moderado.
Guerra: Juan de Dios Peza (19).


Diciembre, principios.

Establecimiento del consejo de gobierno, compuesto de los siguientes:

José Ma. Lacunza, presidente,
Teodosio Lares.
Manuel Siliceo.
Ilustrísimo Ramírez.
General Uraga.
Hilario Helguero.
Jesús López Portillo.
Vicente Ortigosa.
Urbano Fonseca.

Gabinete particular de Maximiliano. Mas el cuerpo moral que desde el principio hasta el fin fue el que tuvo más influencia sobre el pensamiento y la voluntad de Maximiliano y Carlota, y del que procedieron todas las disposiciones de éstos, fue el gabinete particular del emperador. Este se componía de austriacos, belgas, alemanes y franceses, que habían venido al país a hacer fortuna. El presidente de este gabinete era Mr. Félix Eloin, belga, protestante, ingeniero de minas, que había sido puesto al lado de Maximiliano por el rey Leopoldo I, su suegro, como el mejor consejero. A este gabinete perteneció el abate Doménech en 1865 y 1866. Estos hombres fueron los peores consejeros que pudo elegir Maximiliano, lo uno porque eran los que menos conocían el país, y lo otro porque eran faltos de probidad. Por regla general, no había proposición de los ministros, fuese sobre Relaciones Exteriores o Negocios Eclesiásticos o sobre Hacienda, Guerra u otro ramo, que para darse por decreto no fuese antes examinada y aprobada o reprobada por el gabinete particular, y principalmente por Eloin. De aquí resultó que la política del partido conservador era contraria a la del gabinete y Maximiliano, y la política del Ministerio y del Consejo era contraria a la del gabinete y Maximiliano, y la de Bazaine y el ejército francés era contraria a la del gabinete y Maximiliano (20).


Diciembre 7.

Monseñor Pedro Francisco Meglia, arzobispo in partibus de Damasco y nuncio apostólico en México, llegó a la capital del Imperio.


Diciembre, mediados.

Leonardo Márquez salió de la misma capital para Constantinopla, nombrado por Maximiliano ministro plenipotenciario cerca del Sultán, y con la comisión de la fundación dp un consulado mexicano en Jerusalén y de un convento de franciscanos mexicanos en la misma ciudad (21). Márquez fue recibido solemnemente por el sultán en Constantinopla, y fue también solemne la entrada del general mexicano en Jerusalén; mas el consulado duró muy poco y el convento no llegó a fundarse, porque Maximiliano no dio el dinero necesario para dichos establecimientos (22). Todo aquello fue una comedia. La realidad era que Maximiliano iba a dar la ley de nacionalización de bienes eclesiásticos, la de tolerancia de cultos y otras semejantes, y conociendo que Miramón y Márquez, que eran los primeros militares mexicanos, le harían la guerra a la cabeza del ejército mexicano monarquista, apoyados por el partido monarquista mexicano, los desterró (23).


Diciembre, mediados.

Convenio de Zacate Grullo (24); mientras Maximiliano hacía comedia, los republicanos, así los demócratas como los demagogos, hacían tragedias. Vamos a ver la tragedia de Zacate Grullo y luego veremos la tragedia de San Pedro. El señor Vigil en México a través de los Siglos, tomo V, página 679, dice:

Desgraciadamente preponderaba Rojas por el número de sus soldados, y no habiendo un jefe de bastante influencia que pusiese a raya los feroces instintos de un hombre que se había hecho terrible por una serie de crímenes espantosos, manifestando en aquella vez de todo lo que era capaz en la sed de sangre y venganza que le devoraba, comenzó por hacer que firmasen los demás jefes reunidos en la hacienda de Zacate Grullo (sur de Jalisco), un célebre convenio que no era más que programa de desolación y exterminio, cuyas funestas consecuencias pesarían ante todo sobre los propietarios y gentes pacíficas ... Decíase textualmente:

Las poblaciones, en donde no sean recibidas las fuerzas republicanas con regocijo, negándoseles abierta hospitalidad, serán incendiadas y sus habitantes obligados a pelear como soldados rasos o pasados por las armas según la gravedad del delito, y todavía: Todas las propiedades de los particulares pasan a ser propiedad de las brigadas unidas; en consecuencia, todos aquellos que se rehúsen a proporcionar víveres. pasturas, dinero y cuanto más se les pidiese, serán pasados por las armas.


Diciembre 17.

Conferencia del nuncio apostólico con Maximiliano, en que éste presentó a aquéllos nueve puntos siguientes, que debían servir de base para el arreglo de los negocios de la Iglesia.

1° El gobierno mexicano tolerará todos los cultos que estaban prohibidos por las leyes del país; pero concede su protección especial a la religión católica, apostólica, romana, como religión de Estado.
2° El tesoro público proveerá para los gastos del culto, pagará a los ministros en la misma proporción y con el mismo derecho que los demás servicios civiles de la nación.
3° Los ministros del culto católico administrarán los sacramentos y ejercerán su ministerio gratuitamente, sin facultad de cobrar nada, y sin que los fieles estén obligados a pagar gratificaciones, emolumentos o cualquiera otra cosa a título de derechos parroquiales, dispensas, diezmos, primicias u otra cosa.
4° La Iglesia cede al gobierno todas sus rentas que provengan de bienes eclesiásticos, que han sido declarados nacionales durante la República.
5° El emperador Maximiliano y sus sucesores en el trono, gozarán in perpetuum respecto de la Iglesia mexicana, de derechos equivalentes a los concedidos a los reyes de España para sus iglesias de América.
6° El Padre Santo, de acuerdo con el emperador, señalará cuáles de las Ordenes religiosas, suprimidas durante la República, deben restablecerse, especificando de qué modo hayan de subsistir y con qué condiciones (25). Las comunidades de religiosas, que hoy existen de hecho, podrán continuar, pero con prohibición de no recibir novicias hasta que el Padre Santo, de acuerdo con el emperador, haya especificado sus reglas y condiciones de existencia.
7° Jurisdicción del clero.
8° El emperador encargará se lleve, en donde lo crea oportuno un registro civil de matrimonios, nacimientos y defunciones por sacerdotes católicos, que se encargarán de esta misión como funcionarios civiles.
9° Cementerios.

Monseñor Meglia contestó a Maximiliano que carecía de instrucciones para tratar sobre los nueve puntos que le presentaba, que daría cuenta sobre ellos al Santo Padre y que su misión tenía por objeto ver, revocar y abolir, al mismo tiempo que las leyes llamadas de Reforma, todas aquellas contrarias a los sagrados derechos de la Iglesia, aún en vigor aquí, y activar la publicación de otras leyes, encaminadas a reparar los daños que se han hecho y establecer el orden en la administración civil y eclesiástica.


Diciembre 19.

Conferencia del ministro Escudero y Echánove con monseñor Meglia. El ministro propuso al nuncio los mismos puntos que le había propuesto Maximiliano, y el nuncio le contestó lo mismo que le había contestado al emperador.


Diciembre 22.

Batalla de San Pedro, pueblo situado a cuatro leguas al poniente de Culiacán y seis del puerto de Altata, ganada por el coronel Antonio Rosales y su segundo Joaquín Sánchez Román con 400 hombres, al coronel francés Gazielle con cerca de 500 (26). Gazielle acababa de desembarcar en Altata, enviado por Castagny de Mazatlán. Zamacois en el tomo cit. pág. 718 dice: La derrota de los imperialistas fue completa. En poder de los vencedores quedaron 2 piezas rayadas de montaña, todo el material de guerra, 85 prisioneros entre argelinos y franceses (27), 10 heridos y 20 muertos de los mismos (28). Entre los prisioneros se encontraban el jefe de la expedición Gazielle, comandante del vapor Lucifer, y seis oficiales subalternos. De las fuerzas mexicanas imperialistas, quedaron 100 prisioneros y bastantes muertos y heridos. En los de Rosales hubo 40 muertos y muchísimos heridos (29).


Diciembre 24.

Conferencia de Carlota con monseñor Meglia. Aquélla le propuso a éste los mismos puntos que le habían propuesto Maximiliano y Escudero, y el nuncio contestó a la emperatriz lo mismo que había contestado al amperador y su ministro.


Diciembre 27.

Carta de Maximiliano a su ministro Escudero sobre negocios eclesiásticos.

Mi querido ministro Escudero: Para allanar las dificultades suscitadas con ocasión de las leyes llamadas de Reforma, nos propusimos adoptar de preferencia un medio, que a la vez que dejara satisfechas las justas exigencias del país, restablecería la paz en los espíritus y la tranquilidad en las conciencias de todos los habitantes del Imperio. A este fin, procuramos cuando estuvimos en Roma, abrir una negociación con el Santo Padre, como jefe universal de la Iglesia Católica (30). Se encuentra ya en México el Nuncio Apostólico; pero con extrema sorpresa nuestra, ha manifestado que carece de instrucciones y que tendrá que esperarlas de Roma. La situación violenta que con grande esfuerzo hemos prolongado por más de siete meses, no admite ya dilaciones, demanda una pronta solución, y por lo mismo, os encargamos nos propongáis desde luego las medidas convenientes para hacer que la justicia se administre sin consideración a la calidad de las personas; para que los intereses legítimos, creados por aquellas leyes, queden asegurados, enmendando los excesos e injusticias cometidos a su sombra, para proveer el mantenimiento del culto y protección de los otros sagrados objetos, puestos bajo el amparo de la religión, y en fin, para que los sacramentos se administren y las demás funciones del ministerio sacerdotal se ejerzan en todo el Imperio sin estipendio ni gravamen alguno para los pueblos. Al efecto nos propondréis, de toda preferencia, la revisión de las operaciones de desamortización de bienes eclesiásticos, formulándola bajo la base de que se ratifiquen las operaciones legítimas, ejecutadas sin fraude y con sujeción a las leyes que decretaron la desamortización y nacionalización de dichos bienes. Obrad, por último, conforme al principio de amplia y franca tolerancia, teniendo presente que la religión del Estado es la católica, apostólica, romana.

Firmado.
Maximiliano (31).


Diciembre, fines.

Las tropas de Antonio Rojas en el sur de Jalisco. Mi muy ilustrado amigo el señor licenciado don Ireneo Paz, en su obra intitulada Algunas Campañas, tomo I capítulo II, dice:

El aspecto de nuestra columna de marcha desde Huescalapan hasta Zapotiltic, era digna de llamar la atención: de buena gana hubiera querido que un fotógrafo sacara aquella vista. En realidad, la columna se componía de unos tres mil hombres de combate; pero iban allí más de ocho mil personas, ocupando una extensión de cinco leguas. El número de mujeres que iban allí a caballo y a pie, era superior al de los hombres. Cada oficial de Rojas llevaba un Estado Mayor y hasta los soldados llevaban ordenanzas que les estirasen sus caballos de mano, porque no se había dejado ni un solo caballo en ranchos, haciendas y poblaciones. Por supuesto que el desorden de aquella marcha era espantoso: mezcladas entre los cuerpos iban las mulas cargadas con los equipajes, los caballos de mano y las mujeres, lo cual hacía que cada escuadrón o batallón ocupara media legua. No había ni piezas de artillería ni carros, y sin embargo no podía decirse que aquella fuera una columna ligera, pues que en caso ofrecido no podría hacer movimiento alguno, y cien hombres bien disciplinados eran más que bastantes para derrotarle.


Diciembre, fines.

Protesta de Maximiliano contra el Convenio que había celebrado en Miramar con Francisco José el día 9 de abril del año anterior renunciando a sus derechos eventuales a la corona de Austria, llamado el Pacto de Familia, alegando que había obrado por coacción. Envió esta protesta a todos los ministros del Imperio en el extranjero, para que la presentaran a los respectivos soberanos: todos la presentaron menos Murphy, que no quiso presentarla a Francisco José, porque le pareció que era evidentemente una cosa en gran manera vergonzosa, ridícula y deshonrosa para Maximiliano y para el Imperio mexicano. Todos los soberanos, incluso Leopoldo I, suegro de Maximiliano, y todos los políticos de Europa reprobaron la protesta. Zamacois en el tomo citado, pág. 755, dice: El rey de Bélgica, Leopoldo, padre de Carlota, recibió directamente de Maximiliano la protesta; y tuvo por imprudente el paso dado por su yerno. Hombre de experiencia en los negocios a la vez que de capacidad, no bien recibió la protesta, se dirigió a Viena y dio los pasos necesarios para evitar sus consecuencias (32).


Diciembre 29.

Caricatura de Maximiliano hecha por Constantino Escalante y publicada en el periódico La Orquesta. Maximiliano estaba saliendo de un huevo, don Juan Rodríguez de San Miguel, en quien estaba personificado el partido monarquista, miraba al emperador con todas las señales de estupor: los ojos y la boca muy abiertos y los brazos en cruz, y abajo este mote: Salió güero, el cual tiene dos significaciones: 1.- Que Maximiliano era extranjero y tenía rubios el cabello y la barba; y 2.- Y principal. Que había salido fallido el proyecto del partido monarquista.

Es decir, que después del juramento y solemnidades en Miramar y Roma, después de alquilarse los balcones de México en cantidades fabulosas para ver cómo eran un emperador y una emperatriz, el año de 1864 acabó con caricaturas (33).



NOTAS

(1) México a través de los Siglos, tomo 5° pág. 638.

El señor obispo Montes de Oca, en la oración fúnebre del señor Labastida, ha dicho: Encantados habían quedado uno y otro (los señores Labastida y Munguía) con las promesas del archiduque Maximiliano. Lleno de esperanzas salió el arzobispo de México de la última entrevista con Napoleón III, pocos días antes de hacerse a la vela. Se figuraba que llegar, ver y vencer (alusión picante a Julio César), las dificultades que ya habían surgido en México sobre negocios eclesiásticos en el seno mismo del gobierno que había sucedido al de Juárez, sería obra de un momento; que pronto regresaría triunfante para conducir al archiduque al trono que acababa de construírsele; que sería el brazo derecho del nuevo emperador, y que bajo el cetro de éste reflorecería la religión, reinaría la paz; se vencerían los enemigos, más que con las armas con la dulzura; y presto vendrían a acogerse a la gloriosa bandera del nuevo Imperio, Guatemala de cierto, tal vez Cuba y también Puerto Rico.

¡Ah! ¡Pobre prelado! Si en tus viajes al Imperio austriaco no te hubieras limitado a pisar los palacios y a tratar con unos cuantos diplomáticos; si hubieras podido mezclarte con el pueblo, inspeccionar los registros parroquiales, tratar íntimamente con el clero de todas categorías, habrías visto que el josefino aún dominante en aquella monarquía, no podía menos que haber infeccionado al príncipe en cuyas manos te habías puesto, y que éste había de querer dar al Estado una injerencia en los negocios de la Iglesia, que no era lícito admitir y a que jamás se nos había acostumbrado. ¡Ah! ¡Pobre prelado! ¿Por qué fiaste tanto en las palabras del soberano que tantas amarguras había causado al mismo Pío IX? ¡Ay del obispo que fía en la amistad de los poderosos de la tierra! A él, más que a ninguno pueden aplicarse las palabras del profeta Jeremías: Meledictus homo qui confidit in hemine.

No hago reflexiones sobre los conceptos del señor Montes de Oca, y solamente no puedo pasar en silencio el observar que ese texto de Jeremías quiere decir: Maldito el hombre que confía en el hombre, y que me parece que el señor arzobispo de México no merecía que se le echara esa maldición, y menos en sus honras fúnebres.

Después de hablar el obispo orador del fallido negocio de los pagarés, dice:

Una esperanza queda al desengañado arzobispo. Ha escuchado palabras lisonjeras del archiduque Maximiliano, y no duda que las cumplirá cuando venga a regir como emperador los destinos de México, y con el prestigio de su alta descendencia pueda poner coto a los desmanes del caudillo francés y a las pretensiones de Napoleón ... De la capilla del palacio de Miramar lo ve (a Maximiliano) volar al Vaticano a arrodillarse a los pies del Pontífice; y antes que recibirlo en su nueva capital, hay que ir a encontrarlo a la basílica de Guadalupe, donde invocando a la patrona de los mexicanos, quiere inaugurar su reinado.

Sí: aún hay esperanzas. Es imposible que el emperador deje de escuchar los consejos de uno a quien debe la corona. Aunque no se den al arzobipo cargos civiles, su posición jerárquica lo hará ocupar sin duda el cargo de capellán mayor de la Corte, los estatutos de la orden de Guadalupe lo designan para el gran canciller de la misma; el nombramiento de Nuncio recaerá de seguro sobre persona grata al emperador, gratísima al arzobispo; y el influjo de éste sobre el enviado de Roma coadyuvará a reparar los males hasta aquí causados, y a reanudar los rotos vínculos entre la Iglesia y el Estado.

¿A qué recordaros, señores, que todas fueron ilusiones que se disiparon como el humo? Después, apostrofando a los monarquistas de 1865, les dice: La ruina definitiva de la monarquía es inminente. Los que, a despecho de los consejos del previsor arzobispo, creasteis la anómala situación que nos ha conducido al abismo, quedaos a perecer con vuestro mal aconsejado soberano, y a sufrir con valor las consecuencias de vuestros errores.

Siete años antes que el señor Montes de Oca, dije yo en mis Principios Críticos sobre el Virreinato de la Nueva España, tomo 1°, pág. 177, hablando de los monarquistas de buena fe:

Estos señores, no de partidarios, sino de cansados y deseosos de salir de aquel atolladero político, procuraron otro sistema de gobierno, aunque fuera haciéndose grandes ilusiones. Pues grande ilusión fue la de figurarse que estaban en el Asia tratando de establecer una monarquía en la tierra de Guillermo Penn, de Washington, de Franklin, de Lincoln, de Hidalgo, Morelos, Bolívar, Sucre y San Martín, en la América republicana. Y otra segunda y grande ilusión fue la de creer que un país que no había podido constituirse en medio siglo y que hacía largos siglos que estaba maleado, no ya en sus ramas, sino en sus raíces, por su inmensa extensión territorial, por su población muy heterogénea, por sus instituciones, por sus leyes, y por su inmoralidad general y por su falta de educación social, se constituiría en seis años. Y otra tercera y grande ilusión fue la de creer que un príncipe de la casa de Austria que no conocía las ideas religiosas ni políticas del país, ni sus necesidades (por ejemplo, la de un ejército mexicano), ni sus instituciones, ni sus leyes, ni sus costumbres, ni su geografía, ni aun su idioma, podría gobernar bien en México y constituirlo. Y otra cuarta y grande ilusión fue la de creer que la guerra de los Estados Unidos sería como las de México, prolongándose por seis años; por esto la toma de Richmond y la correspondencia diplomática entre Mr. Seward y Mr. Drouin de Lhuys, en el mes de octubre y siguientes de 1865, fueron para los imperialistas de muy mala data. Y otra quinta y grande ilusión fue la de creer que Juárez había salido del país, y que por lo mismo ya se podía decretar e imponer la pena de muerte a los prisioneros de guerra, lo que después sirvió de terrible argumento contra producentem.

(2) He aquí cómo describe el literato don Hilarión Frías y Soto la primera entrevista de Maximiliano y Ramírez:

Uno de sus deseos más vivos había sido atraerse una de las ilustraciones del partido liberal; pero habían sido en vano halagos, promesas, empeños, y todo se había estrellado en la firmeza del viejo patricio. Este se vio un día arrastrado al gabinete imperial donde lo recibió el emperador. La conferencia fue larga ... Razones de alta conveniencia política, de patriotismo, todo fue ínútil; el antiguo demócrata, aunque se sentía conmovido y convencido, no quizo quebrantar su resolución ni dejar de ser fiel a la causa republicana.

Entonces se descorrió la cortina que cerraba la puerta del gabinete que conducía a las habitaciones interiores. Apareció la emperatriz Carlota en el dintel de aquella puerta. Avanza lentamente acercándose a los dos interlocutores. Y, tendiendo la mano a Ramírez, le dijo con su voz breve y armoniosa: Todo lo he oído. Al negaros a servir a nuestro país, ayudando en su obra grandiosa al emperador, no demostrais mucho patriotismo. Pero lo que no habeis cedido en el debate, lo cederéis a una mujer que os lo suplica; y yo, la emperatriz, os ruego que ingreséis al Consejo de Ministros, pues no creo ue temáis correr nuestra buena o mala suerte.

Ramírez inclinó aquella cabeza prominente y nutrida en el estudio: ¡SU alma apasionada no pudo resistir aquel ataque, y cedió!

(3) Dice Arrangoiz: En vez de limitarse S. M. a acoger a los republicanos que por sus cualidades personales merecieran confianza y quisieran reconocer al Imperio, nulificó a todos los hombres más importantes de los conservadores, dejándolos a un lado con cierta ostentación; muy raras fueron las excepciones. Cometía S. M. la imprudencia, la falta de tacto, de asignar a los más notables del partido con los vulgarísimos e injuriosos epítetos que les aplicaban los republicanos rojos, de mochos y cangrejos.

(4) Desde el 10 de abril, día de la aceptación de la corona en Miramar, se asignó Maximiliano la cantidad de 125,000 pesos al mes, y de 16,666.66 pesos a su esposa, lo que constituía al año la suma de 1.700,000 pesos. Esto formaba la caja particular de los príncipes, de donde salían las pequeñas larguezas que embelesaban a los diarios monárquicos; SOO,OOO pesos importaron los gastos de su viaje de Miramar a México. Las sumas invertidas en el personal de la casa imperial eran bastante considerables: Almonte, que se titulaba mariscal de la Corte y ministro de dicha casa, disfrutaba el sueldo de 10,000 pesos anuales; Schertzentlechner, de quien se dijo que era un sabio profundo y a quien despidió después el archiduque en términos muy duros, según consta de algunas cartas y papeles que se encuentran en el archivo, tenía 4,SOO. Bombelles, conde en su tierra y coronel en México, además de su sueldo, gozaba de una gratificación mensual de 108 pesos. Semeleder, médico, 208 al mes, etc. Los criados de cámara eran veintiséis; la cocina tenía un contador con 100 pesos mensuales, un gran jefe de cocina con 125 y 6 galopines, pasteleros o ayudantes; la caballeriza, un jefe y IS mozos, y así de lo demás. En un solo mes se gastaron en la cocina, fuera de los vinos y sueldos, 3,8S2 pesos, figurando entre ellos la partida de 434 pesos invertidos en el sustento de las condesas de Zichy y Collonitz, que vivían con sus criados a expensas de la lista civil del emperador. En fin, la cuenta de los gastos de establecimiento de la Corte desde el 13 de abril hasta el 16 de agosto de 1864, importó la respetable suma de 319,669 pesos 76 centavos, que fueron invertidos en vajillas de plata y porcelana, cristalería, mantelería y ropa de casa, primera compra de vinos, arneses, caballos y coches, libreas, uniformes y armas, transportes y regalos. Se ve, por lo expuesto, que la dicha de poseer un emperador, era para México un poco cara. (México a través de los Siglos, tomo 5, pág. 653).

(5) Zamacois, Historia, tomo 17, pág. 449, y copia que tengo de una carta escrita por el general Herrán a su hermana la señora Herrán, viuda de Jiménez Castro.

(6) Cuando Benito Juárez era jovencillo y estudiaba gramática latina en el Seminario de Oaxaca, una hermana suya era criada de don Antonio Maza, rico de la misma ciudad y padre de doña Margarita, y dicha hermana daba a Benito los restos de la comida de la casa del señor Maza.

(7) Zamacois, tomo cit., pág. 464.

(8) 9) El señor Pedro González, fue jefe político de Dolores Hidalgo, en sus Apuntes Históricos de Dolores Hidalgo, presenta una vista de la casa de Abasolo, que está hoy como cuando la habitaba el capitán del regimiento de la reina en 1810.

(9) Dice Zamacois: Es sensible que el emperador Maximiliano, en su discurso, no se hubiese concretado a enaltecer el paso innegablemente heroico del caudillo de la Independencia ... En México no existieron esos centenares de años de esclavitud, pero ni siquiera ninguno. El historiador español estaba tan atarantado con la arenga de Maximiliano, que le dio un bofetón a su idioma diciendo ni siquiera ninguno, en lugar de decir ni siquiera uno. Prosigue Zamacois: El discurso de que me vengo ocupando reunía al error histórico, una falta en política, pues aun cuando hubiera participado de las ideas vulgares de algunos escritores extranjeros más apasionados que escudriñadores, no debió herir en sus opiniones a los mismos que le habían elegido emperador. Por eso produjo muy mal efecto en el partido conservador la alocución pronunciada ... sintió que ni una palabra había dedicado en el discurso al que realizó la Independencia, y que ni aun pronunciara su nombre (de Iturbide).

(10) La Historia, dice Cicerón, es la luz de la verdad, la maestra de la vida. Por la historia de todas las naciones del mundo consta: que los elementos del progreso de las sociedades han sido tres: el pensamiento, las armas y el dinero. El pensamiento ha sido la cabeza; las armas y el dinero, cuando han servido al progreso, han sido sus fuertes brazos y cuando lo han contrariado, han fracasado. El pensamiento se manifestó con la palabra, la palabra se convirtió en alfabeto, y el alfabeto en tipo. El razonamiento oral se convirtió en inscripción, y la inscripción en una lápida sepulcral, y en una pirámide fue una voz que salió de la piedra y enseñó a las edades venideras, y por una inscripción descubierta en el Brasil en el siglo XIX, hemos sabido que los fenicios vinieron a la América ¡cinco siglos antes de Jesucristo! (César Cantú, Los últimos Treinta Años, párrafo 15): un hecho más añadido a los que presenté en mi Compendio de la Historia Antigua de México, para probar que bastantes naciones de América vinieron por el rumbo de la Africa. La inscripción se convirtió en un libro, y el libro manuscrito, con las portentosas alas de la imprenta, tomó todas las formas hasta la de periódico, que es el libro del pueblo.

De un libro manuscrito no había ordinariamente más que un ejemplar, o dos, o tres, y en la edad contemporánea hay imprenta hasta en el Japón y la Polinesia; se han vendido en los Estados Unidos en un año 40,000 ejemplares de la Historia de la Conquista de México por Prescott, y se imprimen 150,000 números de un periódico por hora (obra cit., párrfs. 14 y 21). En resumen, los libros son mucho más poderosos que las armas; y un libro que parece una cosa insignificante, un manojo de hojas de papel, que se lee a la sombra de una pocilga se lleva en el seno, es más poderoso que un cañón y que un ejército en orden de batalla. Por eso en todas las naciones antiguas y modernas, la Inquisición y los dominadores de los pueblos que los han tenido engañados y explotados, a nada han hecho tanto la guerra como a los libros. Ellos han dicho: este libro es malo, este periódico es malo, este libro está prohibido, este otro está prohibido, y han prohibido todos aquellos libros que no convenían a sus intereses. Innumerables libros que eran prohibidos en México en la época colonial, no lo han sido después de la Independencia. Del autor de un libro favorable al progreso de la sociedad, han dicho siempre los tiranos: Fulano está introduciendo el veneno; y decían muy bien, porque un libro semejante es el veneno. de las preocupaciones, el veneno de los cuentos y mentiras, y el veneno de los tiranos y de sus propios intereses.

Presentaré un ejemplo entre mil del poder de los libros. A los libros de Montesquieu, de Bentham, de Filangieri, de Beccaris y de otros jurisconsultos filósofos, se debe más que a las armas y a la multitud de guerras habidas en Europa y en América durante un siglo, la transformación política que se ve hoy en todas las naciones europeas, a excepción de Turquía, y en todas las naciones de la América Latina. Otro ejemplo: En 1840, la célebre carta que ya conocen los lectores, publicada por Gutiérrez de Estrada para probar la necesidad de la monarquía, causó una sorpresa y una indignación general, y la persecución y el destierro del autor, porque en 1840 casi nadie pensaba en la monarquía; pero desde 1845 en que un hombre de los grandes talentos de don Lucas Alamán, comenzó a publicar sus historias y su periódico El Tiempo, conquistó muchos prosélitos en pro de la forma monárquica en México, con un príncipe extranjero. El autor muere; el libro permanece. Aunque Alamán murió en 1853, dejó allanado el camino; diez años después se estableció en México la monarquía; vino de Austria Maximiliano, y si Alamán hubiera vivido un poco más, ni Gutiérrez de Estrada ni siquiera ninguno mexicano habría tenido tanto gozo como él al advenimiento del monarca. Pero ... si Alamán, el acérrimo defensor del gobierno español y cuyos escritos respiran odio contra Hidalgo y los insurgentes, hubiera oído la arenga de Maximiliano en Dolores, y hubiera visto al tan deseado príncipe extranjero premiando con medallas de honor a unos indios insurgentes, habría hecho pedazos su periódico El Tiempo, se habría mesado las barbas y habría maldecido a la abuela de Gutiérrez de Estrada y de todos cuantos habían llamado a Maximiliano a México. Mas no había remedio: ni los talentos, ni las historias, ni el periódico de Alamán podían contradecir la verdad y una ley de la naturaleza, que es el progreso. El grito de Dolores fue un gran progreso: la Independencia de México fue un gran progreso, y, como se ha dicho antes, las armas y el dinero cuando no sirven al progreso, fracasan. Toda cosa contraria al progreso durará más o menos tiempo, mientras dure la ignorancia de los pueblos, y podrá haber bullas que parezcan muy significativas; mas desde que los pueblos se ilustran, toda maldición, todo libro, todo periódico, toda bulla contraria al progreso, será como un cesto lleno de paja que se ponga al frente de la locomotora de un ferrocarril. Otro ejemplo, y concluyo esta larga nota que podrá servir de algo. ¿Cuántos subscriptores tenía el periódico La Religión y La Sociedad hace treinta años? ¿Cuántos tiene hoy?

(11) En Noria Periseña, rancho en el Estado de Chihuahua.

(12) Todos los gobiernos conservadores han celebrado la fiesta del 16 de Septiembre, pues hay una diferencia muy notable entre los conservadores y los fanáticos. Los fanáticos aborrecen a Hidalgo: los conservadores no lo aborrecen. Los fanáticos aman la Inquisición, los conservadores no la aceptan. Los fanáticos creen en el Lumen in coelo y las demás profecías atribuidas falsamente a San Malaquías, creen en las profecías de Matiana y sobre ellas han escrito un libro que se vende en 1 peso 75 centavos; creen en el agua de los Santos Reyes, en los milagros referidos por el padre Jaén, en los milagros referidos por el padre Sotomayor en su Historia del Colegio de Guadalupe de Zacatecas, en la Virgen de Matancillas, a cuyo pie se veían colocadas no sé cuántas muletas, cuyos dueños habrían corrido velozmente, si se les hubiera venido encima un toro, como ya ha sucedido una vez y yo lo vi, y creen en otra porción de consejas y milagros falsos; los conservadores no creen en ninguna de estas papas y vulgaridades, muy diversas de los milagros verdaderos y de las verdaderas creencias piadosas, como la de la aparición de Nuestra Señora de Guadalupe. En fin, entre los verdaderos conservadores y los fanáticos hay tanta distancia, como entre el virrey Revillagigedo el segundo y el inquisidor Pardo y Ovejero; entre el señor arzobispo Munguía y el cura de Zacapoaxtla don Francisco Ortega; entre el señor obispo don Ramón Camacho y el presbítero español Sardá y Salvany; entre don Joaquín García Icazbalceta y don José Joaquín Terrazas, y entre el muy ilustrado don Alejandro Arango y Escandón y el sacristán de Encarnación de Díaz don Casimiro Cervantes.

(13) Un mes después Rosales se hallaba en Sinaloa, en donde nombrado gobernador del Estado expidió una proclama, la cual expresa pensamientos que revelan el ardor de su carácter, por ejemplo este: Entre morir y ser esclavo, no puede titubear una alma elevada: si, pues, la suerte de los combates no nos destina a ver a nuestra patria emancipada de toda opresión extranjera, prefiramos en el sepulcro el sueño de los valientes, a cuyos oídos no llega el ruido que hacen las cadenas de la esclavitud. (Breves apuntes para la Historia de la Guerra de Intervención en Sinaloa, por el licenciado Eustaquio Buelna). ¡Triste presentimiento! Rosales fue condiscípulo del señor doctor don Agustín de la Rosa y con colega mío en el seminario de Guadalajara: era de muy buen talento.

(14) En León se le presentó una comisión del Ayuntamiento de Lagos, compuesta de los SS. licenciado don Cesáreo L. González, don Eliseo Rico y don Refugio González (vive), a felicitarlo e invitarlo a pasar a esta ciudad, a lo que se negó y los sentó a su mesa, en la que comieron también el antiguo ayo del emperador, Uraga, Vidaurri y el coronel Miguel López. Otro vecino de Lagos, el señor don Ramón H. lriarte (vive), bailó en León en las mismas cuadrillas en que bailó el emperador.

No omitiré un hecho interesante que pasó en uno de los almuerzos que se dieron en León a Maximiliano y que refiere Arrangoiz en su historia México desde 1808 hasta 1867, tomo 3, pág. 226, diciendo: fue a León en donde la autoridad había prohibido una canción en que se injuriaba a los conservadores, que se titulaba Los Cangrejos: sabida por Maximiliano la prohibición, la levantó, mandando que la tocaran mientras que S. M. I. almorzaba: era un insulto manifiesto al partido que le había llevado al poder. ¡Quién le habría dicho a Vidaurri que esa pieza de música se había de tocar cuando se le condujera al patíbulo! Los Cangrejos fueron compuestos por Guillermo Prieto. Así lo refiere un compañero suyo, Vicente Riva Palacio, en su precioso libro Los Ceros, pág. 118.

(15) Abogado. Nació en Puruándiro, fue en el seminario de Morelia condiscípulo de los señores Munguía y Labastida y los tres fueron discípulos del presbítero Joaquín Ladrón de Guevara, ministro de Santa-Anna y literato.

(16) México a través de los Siglos, tomo 5°, pág. 727. Ignoro quiénes fueron esos abogados guanajuatenses.

(17) Zamacois, obra cit., tomo 17, pág. 643. Al historiador español no le ocurrió o no quiso expresar esta reflexión que a mí me ocurre: ¡cuánto habían progresado las ideas en medio siglo!

(18) México a través de los Siglos, tomo 5°, pág. 727.

(19) Recomendado el general Bruno Aguilar para ministro de la Guerra, contestó Maximiliano: No, no, es muy cangrejo. (Arrangoiz y Zamacois).

(20) Zamacois, tomo 17, página 683 y 684.

Mr. Masseras, en su Ensayo de un Imperio en México, que así se llama esta obra y no como dije por equivocación anteriormente en estos Anales, hablando del personal de dicho gabinete particular, dice: Entre los hombres que componían ese personal, los unos no tenían más que una idea fija, la de hacer su agosto; los otros habían llegado con la pretensión de representar el papel de hombres de Estado en un país del cual no conocían ni la lengua, ni las costumbres, ni la historia, y por el que profesaban de antemano un soberbio desprecio; todos traían las mismas preocupaciones, las mismas ideas superficiales, la misma frivolidad de costumbres, la misma ignorancia de los negocios; ni uno solo podía invocar como título para desempeñar el papel que ambicionaba, un pasado de trabajo por la experiencia más elemental de la vida pública. Tales iban a ser los consejeros íntimos, los genios omnipotentes de un soberano, cuyo carácter y hábitos de espíritu le entregaban sin defensa a sus familiares.

El abate Doménech en su libro Juárez y Maximiliano estampó algunas apreciaciones falsas, como son las relativas a los señores Labastida y Munguía, a quienes no trató y miraba con desafecto; pero estampó otras muchas verdaderas, como son en lo general las relativas al carácter de Maximiliano, a quien trató mucho, que están conformes con las narraciones de otros historiadores. Tales son los siguientes: Al fijar su elección en el archiduque Maximiliano para el trono de México, se imaginó Gutiérrez que las cualidades del príncipe bastaban para regenerar el país e imponerle un gobierno estable y fuerte. Fue un error: no se podía ni regenerar el país ni darle un gobierno fuerte con un príncipe débil, y desgraciadamente este príncipe era de una extrema debilidad de carácter. Creyó que México era una sucursal de la Lombardía y que dándole buenas leyes, haría su dicha; esta ilusión le perdió. Fuera de sus ilusiones y sus debilidades de carácter, no era el príncipe el hombre de la situación. Cuando en 1862, escribí mi libro intitulado El Imperio de México, dije en la página 129, hablando de la candidatura del príncipa Maximiliano: ¿Quién impedirá a Carbajal, Juárez, Zaragoza y tantos otros el ir a México y fusilar al archiduque, cuando los franceses ya no estén allí? ¿Y qué hacía entonces ese príncipe? ¡Hacía venir de París y Viena a Miramar dibujos de vestidos y botones para su futura librea imperial, y sin embargo, no había aceptado todavía la corona!

El citado Masseras, que conoció muy bien a Maximiliano, en su obra citada, capítulo 2, dice: Ligero hasta la frivolidad, versátil hasta el capricho, incapaz de encadenamiento en las ideas como en la conducta, a la vez irresoluto y obstinado, pronto a las aficiones pasajeras, sin apegarse a nadie ni a nada, enamorado sobre todo del cambio y del aparato con grande horror a toda clase de molestias, inclinado a refugiarse en las pequeñeces para sustraerse a las obligaciones serias, comprometiendo su palabra y faltando a ella con igual inconsecuencia, no adquiriendo, por último, más experiencia y gusto de los negocios, que sentimiento de las cosas graves de la vida, el príncipe encargado de reconstituir a México, era bajo todos aspectos diametralmente opuesto a lo que habrían exigido el país y las circunstancias.

(21) Con ese objeto se fueron con Márquez cuatro monjes del convento de Zacatecas, de los que el presidente era fray José María Romo de Jesús, nativo de Lagos y amigo mío.

(22) Así consta por la historia y así me lo dijo fray José María Romo, en Roma. Los monjes guadalupanos después de haber estado algunos meses en Jerusalén, en el convento de franciscanos españoles, hostilizados como los demás monjes católicos por los turcos y más todavía por los sacerdotes griegos cismáticos, que según me decía fray José María, tienen unos incensarios del tamaño de un teponahuaxtl, emigraron para diversas partes. Fray José María vivió una temporada en Roma, después otra vez en Jerusalén, después en Port-Said sobre el canal de Suez, después en Santa Bárbara (Estados Unidos), después en Guadalajara, Lagos, Zacatecas y México, después otra vez en Santa Bárbara, después en Roma, luego en Jerusalén, luego en Port-Said y últimamente en Alejandría (Egipto), en cuyo convento de franciscanos de Santa Catarina ha muerto el 22 de de diciembre próximo pasado. Sabía muy bien el castellano, el latín, el francés, el italiano y el inglés y bastante del árabe y sus talentos, bellos sentimientos y fino trato lo hacían digno de mejor suerte.

(23) El austriaco doctor Basch, médico y confidente de Maximiliano, en su opúsculo Los últimos diez meses del Imperio de México (de septiembre de 1866 a junio de 1867), dice: Márquez y Miramón habían sido enviados a Europa por Maximiliano al principio de su reinado para desembarazarse de los conservadores. Eloin en una carta a un personaje de Europa, hablando de este destierro de Márquez con apariencia de honra dice que el emperador, al enviarle a Europa, le salvaba de las garras del clero.

(24) Hacienda de campo llamada generalmente El Grullo, que está a tres y media leguas de la ciudad de Autlán de la Grana.

(25) Maximiliano deseaba restablecer la Compañía de Jesús.

(26) Buelna, obra cit., pág. 86. Zamacois dice que los franceses fueron 320.

(27) Rosales en su parte a Juárez dice: 98 franceses y argelinos y casi doble número de intervencionistas.

(28) Rosales dice: 26 muertos y 25 heridos en su mayor parte franceses.

(29) Uno de estos heridos republicanos fue Jorge García Granados. Uno de los jefes que se distinguieron en esta acción fue Francisco Tolentino, nativo de Tepic, en cuya biografía en el libro los Hombres Prominentes de México, se dice: Tiene el gran mérito de haberse sabido elevar desde una de las posesiones más humildes, pues era un simple barbero en una pobre peluquería de Tepic cuando sentó plaza de soldado en 1855. En el ejército de Gazielle venía el comandante Jorge Carmona, cuyos rasgos biográficos pueden verse en Buelna, página 75. Juárez envió a Rosales la banda de general de brigada por esta acción, y condenó a Gazielle y demás prisioneros franceses y argelinos a confinamiento en una población de Sonora; mas como en el camino y en el mismo Estado de Sonora, el jefe ópata imperialista Refugio Tánori, atacando y venciendo a la tropa que llevaba a los presos, los hubiese puesto en libertad, ellos se embarcaron en Guaymas y desembarcaron en Mazatlán. Se fueron cada uno por su parte, con más cuidado de escaparse de la Hermandad que temían, que de cargarse de la cadena e ir a presentarse ante la señora Dulcinea del Toboso.

(30) Esto era mentira, como dicen los historiadores, y lo prueba largamente Zamacois.

(31) Los señores arzobispo de México, arzobispo de Michoacán y obispos de Oaxaca, Querétaro y Tulancingo, elevaron a Maximiliano el 29 de diciembre una exposición, suplicándole que no legislase sobre asuntos de la Iglesia de la manera que trataba de hacerlo, sin previo concordato con el Papa, y el emperador les dio una contestación, cuyos conceptos más notables fueron los siguientes:

La calma, la reflexión y la humildad y dulzura, son la mejor prenda y el mejor adorno de una dignidad de la Iglesia ... El gobierno no pretendía nada que ya no se hubiese practicado en otros países católicos, con la aquiescencia de la Santa Sede. La gran mayoría de la nación exige y tiene derecho a exigir esta solución, y en este punto yo estoy seguramente en situación de juzgar con más acierto que el episcopado, porque acabo de recorrer la mayor parte de vuestras diócesis (elegante hipérbole), entre tanto que vosotos permanecéis tranquilos en la capital después de vuestro destierro, sin que os importe el estado de vuestra diócesis ... Quiero, antes de terminar, llamar vuestra atención sobre un error en que habeis incurrido en vuestra exposición. Decís que la Iglesia mexicana no ha tomado parte nunca en los asuntos políticos. Pluguiera a Dios que así fuese (y que los señores Labastida, Munguía y Covarrubias, llamados por Maximiliano a Miramar, no hubieran ido). Pero desgraciadamente tenemos testimonios irrecusables, y en gran número por cierto, que son una prueba bien triste, pero evidente, de que los mismos dignatarios de la Iglesia se han lanzado a las revoluciones, y que una parte considerable del clero ha desplegado una resistencia obstinada y activa contra los poderes legítimos del Estado. Convenid, mis estimados obispos, en que la Iglesia mexicana, por una lamentable fatalidad, se ha mezclado demasiado en la política y en los asuntos de los bienes temporales, olvidándose en esto y despreciando completamente las verdaderas máximas del Evangelio. Sí; el pueblo mexicano es piadoso y bueno, pero no es católico en el verdadero sentido del Evangelio, y ciertamente que no es por su culpa. Ha necesitado que se le instruya, que se le administren los Sacramentos gratuitamente como manda el Evangelio; y México, yo os lo prometo, será católico. Dudad, si queréis, de mi catolicismo; la Europa conoce ha mucho tiempo mis sentimientos y creencias; el Santo Padre sabe cómo pienso; las iglesias de Alemania y Jerusalén, que conoce como yo el arzobispo de México, atestiguan mi conducta sobre este punto. Pero buen católico como yo lo soy, seré también un príncipe liberal y justo.

(32) Mr. Masseras en la obra citada, pintando el carácter de Maximiliano, dice:

Los instintos elevados y los movimientos generosos del gentil hombre, chocaban sin cesar con las extravagancias del ocioso opulento, acostumbrado a no escuchar más que sus voluntades. La sencilla acogida que había podido ganar los corazones, perdía su precio cuando se le veía degenerar en familiaridad banal y antojadiza, con harta frecuencia prodigada a los menos dignos y mezclada de bruscas vueltas de humor altivo. El aparato de la soberanía en lo que tiene dt más fastuoso, alternaba con la afectación de una franqueza que casi descendía a la vulgaridad. Los favoritos de la víspera se encontraban abandonados, y aun a menudo maltratados al día siguiente, sin que se supiese la razón de su favor, más que de su desgracia. El partido un momento acariciado, sabía de repente que la preferencia y la confianza imperiales habían pasado al partido contrario. Las promesas se multiplicaban sin cumplirse y los proyectos se sucedían sin apariencia de realizarse. Las cuestiones que habrían exigido una firmeza de propósito en que no cupiese vacilación, encontraban un espíritu incierto ya inerte, ya enardecido, que procedía por determinaciones improvisadas, inoportunas e impracticables en su mayor parte, mal equilibradas siempre, y que casi invariablemente quedaban sin efecto ... Acumulaba sobre su escritorio expedientes por centenares, confundiéndolos en tal mezcolanza, que los más esenciales y urgentes desaparecían bajo los más fútiles, tomándolos y dejándolos a su turno para acabar por perderse y abandonarlo todo. No sabía, por lo demás, desplegar una atención sostenida, sino bajo la influencia de las ideas que sonreían a sus gustos. El perfeccionamiento del código de etiqueta, la disposición de una ceremonia, el reglamento de un cortejo, la creación de la Orden del Aguila Mexicana o de la de San Carlos, la instalación del teatro de la corte, el porte correcto de los trajes y de las libreas, le ocupaban fácilmente semanas enteras. Venían en seguida la botánica y la arqueología, por las cuales le atacaban accesos de pasión intermitente. Fuera de estos objetos predilectos, el trabajo constituía un esfuerzo a que era incapaz de resignarse largo tiempo aquella naturaleza voluntariosa y movediza; la fatiga traía pronto la tentación de aplazar el despacho para un mañana que retrocedía de mes a mes; o bien el público se desayunaba un día con la noticia de que el emperador había salido a hacer una excursión exigida por la salud; podíase entonces asegurar que, estrechado de cerca por algún negocio molesto, se sustraía a él huyendo de la capital. Así es como la palabra organización siempre en los labios, preparaba con sus propias manos el caos en que debía desaparecer el Imperio. No hay que sorprenderse de que el complemento de este carácter fuese la prodigalidad más irreflexiva, el desorden más inconsciente en todo lo que tocaba a las cuestiones de dinero. El archiduque Maximiliano no había sabido contar nunca, y para nadie es un misterio la más que embarazada situación pecuniaria en que le encontró el ofrecimiento del trono. Menos supo contar todavía, si es posible, el emperador de México. El pertenecía a esa categoría de hombres nacidos exclusivamente para la vida fácil, que en la satisfacción de un deseo no conocen ningún cálculo, y hacen a un lado el cuidado del pago, suponiendo que el dinero se encuentra siempre. El lujo desproporcionado del establecimiento imperial era ya una carga pesada para las rentas, en que lo único cierto era el presupuesto de gastos; él le añadió un lío de todos los caprichos que le venían a la imaginación. Por ejemplo, en lo más fuerte de las penurias del tesoro, ordenaba la mudanza de una parte de los ministerios, para realizar en el local que ocupaba en el palacio, proyectos de instalación, en que debía figurar, entre otras cosas, una gigantesca pajarera. Hasta aquí Masseras.

El señor Vigil, se expresa así:

Dos pensamientos, puede decirse, ocupaban a Maximiliano al concluir el año de 1864: organizar la corte sobre un pie de inusitado esplendor y hacer sentir a los cangrejos, como él llamaba a los conservadores, todo el peso de su nulidad. Don Fernando Mangino, que añadió a su apellido el de Larrea, y don Juan Almonte, ayudados eficazmente por varios extranjeros al servicio del archiduque y por otras personas que se consideraban competentes en la materia, trabajaron día y noche en formar una serie de reglamentos que se compilaron en un tomo de 600 páginas, elegantemente impreso por don José Mariano de Lara y que prescribía el servicio de la corte, de los alcázares y palacios de México y de los castillos de Ultramar. (México a través de los Siglos, tomo 5°, pág. 683).

Don Manuel Payno, en un opúsculo que publicó sobre el Segundo Imperio, dice:

Las residencias reales eran varias. Al antiguo palacio de los virreyes se le llamó Palacio Imperial. Se mandaron mudar a diversos y lejanos edificios las oficinas y los ministerios; se demolió parte y se reparó y adornó otra, quedando sólo para habitación del archiduque y de sus servidores más allegados. A Chapultepec se le llamó alcázar, y desde el principio se comenzaron a gastar grandes sumas que se entregaban a un austriaco llamado Schafier y a otro Grube. Además, se compraron varias propiedades en Cuernavaca y se les puso por nombre los palacios de Olindo y Cuernavaca ... El gran séquito se componía de cuatro o cinco señoras sexagenarias que eran Grandes Cruces de San Carlos; del gran mariscal Almonte, del ministro de Estado, del presidente del Consejo y de siete secretarios más, seguidos del gran maestro de ceremonias y del único conde mexicano, cuyos nombres y títulos se parecen a los de los antiguos virreyes y son dignos de copiarse y de pasar a la posteridad: don Antonio Diego de la Luz Suárez Peredo, Hurtado de Mendoza, Paredes, Rochel, Vivero y Velasco, Beaumont y Leré, conde del Valle de Orizaba, vizconde de San Miguel, Caballero de los Olivos y Arrillaga, gran chambelán de la emperatriz, etc., etc. Detrás de este noble venían colocados los consejeros de Estado, los consejeros honorarios, Grandes Cruces de la Orden de Guadalupe, los ayudantes de campo, las Cruces de San Carlos y los generales de división. Los chambelanes, ya residentes en México, ya fuera de él, eran de 36 a 40, pues día por día se hacían nuevos nombramientos; los médicos de cabecera dos y los consultantes siete; los caballerizos cinco o diez y las damas de honor de palacio cosa de cuarenta.

Entre tanto Juárez habitaba en una modesta casa de Chihuahua, sin más criado que su fiel indio zapoteca Camilo, y sobre una mesa de pino escribía órdenes que llegaban hasta Guerrero y Oaxaca, y se cumplían.

(33) Constantino Escalante ha sido el primer caricaturista en México. Sus caricaturas eran muy estimadas y todavía vale mucho el periódico La Orquesta, por las caricaturas de Escalante.

Índice de Anales mexicanos de Agustín RiveraANALES DEL SEGUNDO IMPERIO - AÑO 1864 - Primera parteANALES DEL SEGUNDO IMPERIO - AÑO DE 1865Biblioteca Virtual Antorcha