Índice de Anales mexicanos de Agustín RiveraANALES DEL SEGUNDO IMPERIO APÉNDICE - AÑOS DE 1870 A 1898ANALES DEL SEGUNDO IMPERIO - CONCLUSIÓNBiblioteca Virtual Antorcha

ANALES DEL SEGUNDO IMPERIO

ADICIONES

Agustín Rivera


1° Descubrimiento de un hecho y nuevo engaño de Maximiliano, de que no habla ningún historiador de México.

En la Historia Universal, por una sociedad de sabios alemanes, bajo la dirección del sabio doctor belga Guillermo Oncken, que se acaba de publicar y que ha llamado mucho la atención en Europa por su grandísima importancia, hay una Monografía de Maximiliano, Emperador de México, redactada por el mismo Oncken, en la que dice:

El emperador (Francisco José), antes de conceder permiso a su hermano para aceptar la corona de México, quería que éste renunciara por escrito a sus derechos eventuales al trono de Austria, y el archiduque quería que su hermano firmase una contra-carta secreta que anulase el documento oficial de renuncia. A esto no quiso ni pudo acceder el emperador, que sólo consintió en que el archiduque, en caso de renunciar alguna vez a la soberanía de México, volviese a gozar de los derechos a la sucesión del trono de Austria, después de los agnados de la casa imperial. Esto no satisfizo al archiduque, que insistió en la contra-carta. Al descubrir esta dificultad el general Frossard, cuando se presentó por orden de Napoleón en Miramar para activar la partida de Maximiliano, dirigióse al embajador francés en Viena, duque de Gramont,el cual le contestó que en este asunto el emperador Francisco José era inflexible. El 2 de abril partió la archiduquesa Carlota para Viena, a fin de ablandar al emperador, pero sin éxito ninguno, y el 4 de abril escribió Gramont a Frossard:

El emperador Francisco José ha recibido esta mañana una carta del archiduque enviada doce horas después que la archiduquesa, y en la cual presenta a manera de ultimatum, la exigencia de una contra-carta secreta anuladora de su renuncia oficial. Esto ha producido malísima impresión, y a juzgar por lo que he visto, tengo la convicción de que en este punto la resolución del emperador es inquebrantable. Creo que S. M. está muy ofendido por la insistencia de su hermano en exigir un acto que el emperador califica de engaño indigno de un emperador, indigno de su hermano, indigno de Austria e indigno de México. El archiduque tendrá que renunciar a su empeño, y eso pronto, porque si llegara a hacerse público, perdería la importancia y aun la honra.

(Copiado del periódico de León de los Aldamas, intitulado: La Prensa, número del 1° de enero de 1892).

2° Batalla de Santa Isabel.

Fue el día 1° de marzo de 1866, en la hacienda de campo de Santa Isabel, situada a dos leguas y media de la ciudad de Parras, Estado de Coahuila.

Esta batalla fue muy importante, y, sin embargo, se me olvidó referida en mis Anales, y no me apercibí de ello hasta que me advirtió la omisión un amigo mío, vecino muchos años de Coahuila, quien me regaló un folleto intitulado: Folleto Histórico. Campaña de Parras. Batalla de Santa Isabel, publicado en Parras el año próximo pasado. De tal omisión no puedo dar más explicación sino el parum cavit humana natura de Horacio: que aunque un escritor público estudie antes con cuidado las materias, cuando tiene que referir millares de hechos, más de alguno y aun muchos, se escapan a su atención.

Arrangoiz en su Historia, y Zamacois en la suya, a pesar de ser éste tan abundante en detalles, no hacen ni mención del nombre de Santa Isabel, por lo cual no comprendí la importancia de aquella batalla, y esto me hizo incurrir en la misma deficiencia que dichos historiadores.

La batalla de Santa Isabel fue ganada por el general Andrés S. Viesca ( coahuilense) y sus subalternos los coroneles Jerónimo Treviño ( nuevoleonense), Francisco Naranjo (nuevoleonense) y Pedro A. Gómez ( nuevoleonense), y el teniente coronel Ildefonso Fuentes (coahuilense), a la cabeza de mil hombres, al jefe francés conde Bryand (que era comandante del Saltillo), a la cabeza de 665 hombres, de los que 115 eran franceses y 450 mexicanos.

Escobedo, general en jefe de las fuerzas del norte, mandó a Treviño y Naranjo al ejército de Viesca para que militaran a las órdenes de éste, en razón de que Viesca era general (graduación que había recibido el año anterior), y Treviño y Naranjo eran coroneles; y también para que, por ser dichos coroneles muy valientes, prestaran a Viesca un grande auxilio. Treviño y Naranjo con sus fuerzas llegaron a Santa Isabel a la una de la tarde del día último de febrero, y entre las ocho y las nueve de la noche llegó Viesca con sus fuerzas. Luego se pusieron a conferenciar Viesca y Treviño sobre el plan de batalla.

La acción fue en las primeras horas de la mañana. En lo más reñido del combate, el teniente coronel Fuentes quitó al enemigo una bandera francesa, que los coahuilenses conservan con legítimo orgullo en el salón de la casa del ayuntamiento de Parras. Los republicanos tuvieron 10 muertos y 22 heridos. Los imperialistas tuvieron 131 muertos, entre ellos Bryand y el médico francés A. Montimer. Los republicanos hicieron 166 prisioneros, de los que 81 eran franceses y 85 mexicanos, y quedaron en poder de los vencedores los más pertrechos de guerra.

Treviño y Naranjo, a poco que terminó la batalla, cumplida su misión, se retiraron del campo y se fueron a expedicionar en otros lugares. A Viesca, como general en jefe, le tocó levantar el campo, entendiendo en la custodia de los prisioneros, sepultura de los cadáveres (el del conde de Bryand y el del médico Montimer fueron sepultados en el arroyo de Santa Isabel) y curación de los heridos.

Era atribución de Viesca, como general en jefe, dar el parte de la acción a Juárez, quien le contestó, entre otras cosas: Felicito a usted cordialmente por ese día de gloria que ha dado usted a la Patria, debido todo a sus esfuerzos y acertadas combinaciones; debiendo el Presidente suponerlo así, por ser Viesca el general en jefe. El mismo Presidente, en virtud de lo que Viesca le decía en su parte sobre el modo con que se habían portado en la acción los coroneles Treviño y Naranjo, concedió a los dos el grado de generales de brigada.

Respecto de la suerte de los prisioneros franceses, Treviño al separarse del campo de batalla opinó, lo mismo que el coronel francés Garnier en el Espinazo del Diablo, lo mismo que el coronel Ramón Corona en Jacobo, y lo mismo que Escobedo en San Jacinto, que se les fusilara. Viesca no quiso, sino que entró en comunicaciones muy urbanas con Douay, quien (a pesar de la Ley de 3 de octubre), reconoció la beligerancia de Viesca, y los dos celebraron canje de prisioneros.

El abogado e historiador Juan de Dios Arias, en su libro intitulado Reseña Histórica de las Operaciones del Ejército del Norte, que publicó a raíz de la caída del Imperio, refirió que Treviño era el que había tenido la parte principal en la batalla de Santa Isabel, y al que pertenecía la gloria de aquella jornada. El libro de Arias formó la opinión pública en la República Mexicana, a excepción del Estado de Coahuila, durante dieciséis años. En 1882 los coahuilenses redactores del periódico La Abeja, publicaron un artículo intitulado Rectificación Histórica, en el que trataron de probar que su conterráneo Viesca era el que había tenido la parte principal en la célebre batalla, y que a Viesca pertenece la gloria de aquel hecho de armas. En 1888, el renombrado historiador señor José M. Vigil, en su tomo V, de México a través de los Siglos, siguió la opinión de los coahuilenses.

El año próximo pasado se entabló una polémica entre El Espectador de Monterrey y La Gaceta de Parras, tratando de probar uno y otro, que su respectivo conterráneo había tenido la parte principal en la batalla de Santa Isabel. El argumento capital de La Gaceta es que Viesca era general y Treviño coronel, y, en consecuencia, éste subalterno de aquél; y que, por lo mismo, Viesca fue el que tuvo la parte principal en la formación del plan de batalla y en la ejecución de él durante la acción; y el argumento capital de El Espectador, es que, aunque Viesca era general y Treviño coronel, éste era más perito militar que aquél, y por lo mismo Treviño fue el que tuvo la parte principal en la formación del plan de batalla y en la ejecución de él durante la acción.

Treviño dirigió una carta a Viesca con fecha 14 de abril de dicho año de 1897, y lo principal que le dijo en ella es lo siguiente:

Como en esas publicaciones (los artículos de La Gaceta de Parras) no se dice la verdad, y a nadie consta mejor que a usted, por haber sido testigo ocular de aquellas operaciones, es por esto que me dirijo a usted para que se sirva, como caballero y como soldado, declarar quién fue el que dirigió en ese combate las operaciones militares que dieron por resultado aquel espléndido triunfo para la causa de la República.

No creo que haya usted olvidado, señor general, que cuando usted se me incorporó con la fuerza de su mando, en número más o menos de doscientos hombres, entre ocho y nueve de la noche del día último de febrero del citado año de 1866, yo tenía situado mi campamento en la llanura de Santa Isabel, de donde cambié mis posiciones, ya entrada la noche, según el plan que me había propuesto para esperar al enemigo, dado el caso de que me viniese a atacar; así que, las fuerzas de usted las coloqué en los puntos que me pareció conveniente, estando usted conforme en todo, sin que por mi parte ni la suya se objetara mando ninguno, sino que siguiendo mi plan preconcebido para batir al enemigo, esperamos de común acuerdo los acontecimientos que era natural esperar, estando, como estábamos, al frente de él.

Mis nuevas posiciones fueron ocupadas por las tropas de mi mando, inclusive las suyas, y todo así dispuesto para el combate, sólo se esperaba la noticia que mis exploradores y líneas avanzadas dieran del avance del enemigo. Serían las 3 de la mañana del día 19 de marzo de aquel año de 1866, cuando recibí el primer parte de que el enemigo se dirigía a nuestro campamento, dejándose ya oír los tiros de mis líneas avanzadas. Yo, como soldado y en cumplimiento de mi deber, comuniqué a usted los avances del enemigo, puesto que usted se titulaba general, según recuerdo, preguntándole, a la vez, qué disponía. Usted me contestó entonces que obrara yo como lo creyera conveniente, dejándome, por consiguiente, en entera libertad de acción. Mi contestación fue decir a usted: Está bien, señor, así lo haré, pues no hay tiempo que perder.

Para entonces los jefes de columnas estaban en sus puestos, inclusive los suyos, de conformidad con mis órdenes, tomando yo desde luego a mi cargo el centro de mi línea, en donde recuerdo haber visto a usted durante el combate, habiendo ordenado yo a dichos jefes cumplir bajo penas severísimas, las órdenes dictadas por mí con anticipación.

El enemigo llegó, por fin, al frente de nuestra línea; ocupó parte de nuestras posiciones en la casa misma de la hacienda, en donde había situado mi impedimenta (1) y músicos del cuerpo de caballería de la legión del Norte; y siguiendo su ataque sobre nuestras tropas, fue recibido con sorpresa por las dos alas, izquierda y derecha de nuestra línea, con nutrido fuego porque mis órdenes habían sido de no disparar un solo tiro, sino hasta que el enemigo se hallase a distancia de cuarenta pasos de nosotros. Así se efectuó.

Viesca contestó a Treviño con fecha 22 del mismo abril, y lo principal que le dijo fue lo siguiente:

No he olvidado, en efecto, que cuando yo llegué con mis fuerzas a la hacienda de Santa Isabel, usted había acampado con las suyas en la llanura inmediata, tomando naturalmente, las precauciones debidas para el caso de que atacaran las fuerzas franco-traidoras; pero lo que no recuerdo, ni me parece exacto, es que usted colocara a mis soldados en tales o cuales posiciones, pues lo que sucedió, como usted debe recordarlo a su vez, fue que al recibirse el aviso de que se aproximaba el enemigo, usted ocupó la cumbre de Santa Isabel, quedándome yo en la falda (cerca de la casa de la hacienda), en donde mandé situar el escuadrón de Monclova y la compañía Carabineros de Zaragoza, a las órdenes del muy ameritado teniente coronel Ildefonso Fuentes.

Respecto de que le faculté para obrar libremente cuando se oyeron las primeras descargas enemigas, con toda lealtad y hasta con una satisfacción íntima que nadie me quitará, ahora como siempre he de repetir que es cierto; pues juzgándole a usted más perito en asuntos de guerra, habría sido incalificable falta de patriotismo oponerme de algún modo a disposiciones que con justicia consideraba apropiadas para el éxito de la acción. ¿Pero de esto se deduce que yo me subalternara? No creo que ni usted ni nadie, conociendo las circunstancias en que militarmente nos hallábamos colocados, saque de ello la consecuencia de que yo deponía mi grado, sometiéndome a sus órdenes, cuando lo que únicamente se debe deducir, es que quise obrar de acuerdo con un jefe, que aunque inferior en categoría, era sin embargo bastante práctico y entendido para merecer la confianza que en él se depositaba.

No dudo que usted diera la orden de que nuestras fuerzas, ya rudamente atacadas por las columnas franco-traidoras, no hicieran fuego hasta tener al contrario a muy corta distancia; pero como usted lo afirma, no tengo absolutamente por qué negarlo. Lo que sí me consta es que yo di igual orden al señor Fuentes, y como estábamos de conformidad en todo, natural me parece que disposiciones idénticas, juzgadas por los dos como convenientes, se llevaran a cabo, sin que hubiera nada que objetar ni por usted ni por mí.

Soy el primero en reconocer la importantísima participación que tuvo usted en la batalla de Santa Isabel; no me creo, y esto lo digo sin fingida modestia, más acreedor que usted a la gloria que como militares de la causa republicana alcanzamos en aquel combate.

El general Francisco Naranjo dirigió al general Viesca una carta con fecha 17 del mismo abril, en la que, después de hacer una larga narración de los preparativos para la acción de Santa Isabel, refiriéndose a la carta de Treviño a Viesca antes citada, dice:

Lo demás que asevera el general Treviño en la carta a usted dirigida, lo conozco, pues a raíz de los acontecimientos, se supo la contestación que usted dio a él en momentos tan supremos, y que honran tanto a uno como a otro: a usted por declarar con franqueza su incompetencia para dirigir una batalla, y a Treviño por su modestia en consultar la opinión de usted ... Espero de la reconocida caballerosidad de usted, me diga si estoy en lo cierto al afirmar, que el coronel Jerónimo Treviño dirigió la batalla de Santa Isabel, desde que comenzó el combate hasta que terminó.

El coronel Pedro A. Gómez, en carta dirigida a los redactores de El Espectador, con fecha 23 del mismo abril, después de narrar los preparativos para la acción de Santa Isabel y la misma acción, dice:

En resumen: las posiciones que tomó la fuerza republicana, fueron decididas por el coronel Treviño; todas las evoluciones de Santa Isabel fueron ordenadas por ese mismo jefe; yo como mayor general de la división (mayor de órdenes), no recibí órdenes ningunas de otro jefe.

En conclusión. En la antigüedad se escribieron muchas historias de Roma y Cartago, unas por romanos y otras por cartagineses, y es observación de Feijóo, que no hay una sola historia de Cartago escrita por romano, que sea fidedigna, ni una historia fidedigna de Roma escrita por cartaginés. Entre nosotros, ni el excesivamente celoso Las Casas, ni el elegantísimo, pero apasionadísimo por su patria, Solís, ni el españolado Alamán, ni el exaltado y crédulo Bustamante, ni el vizcaíno Zamacois, han escrito la Historia de México con verdad.

En el orden físico yo veo claro, por ejemplo, que un vaso contiene cuatro partes de agua y una de aceite; pero no veo con la misma claridad en la batalla de Santa Isabel a cuál de los dos jefes, Treviño o Viesca, pertenezca la gloria principal; porque en el orden moral muchos hechos no se representan con claridad, y el fiel de la balanza permanece recto. El gran valor y pericia militar de Treviño, es un hecho notorio en la historia contemporánea; y el que Viesca era general en jefe, su instrucción teórica en el arte militar, su valor, su patriotismo y su modestia, son cualidades muy respetables. Por tanto, como no soy nuevoleonense ni coahuilense, bien puedo decir, que en mi humilde juicio lo más verosímil (la verosimilitud es una de las leyes de la historia), es que Treviño y Viesca tuvieron igualmente la parte principal en la batalla de Santa Isabel, y que a los dos pertenece igual gloria por aquella memorable jornada. ¡Gravísimo es el oficio del historiador! El es el intérprete de la justicia distributiva, y no presentándose con la debida claridad de la preponderancia en mérito de un jefe sobre el otro, yo no me atrevo a arrancar la palma, de las manos del general Treviño ni de las del general Viesca.

Este mi juicio crítico me parece igual al de los coahuilenses a última hora, quienes en el Folleto Histórico de que hablo al principio de este artículo, después de alegar muchas cosas, en la pág. 36 sintetizan su juicio en estos términos:

Tanto por la sincera y leal manifestación, que hace ingenuamente el señor general Viesca, concediéndole supremacía militar práctica, no científica al señor general Treviño, como por las declaraciones, también sinceras y modestas de este último jefe nuevoleonense, se comprende, sin esfuerzo intelectual alguno, que tanta participación directriz en la batalla de Santa Isabel tuvo Treviño como Viesca, sin olvidar que éste era jefe de aquél.

En una batalla, lo único que tiene de más un general sobre un coronel es la acción directriz. Mas si ya los mismos coahuilenses conceden que en la batalla de Santa Isabel, Treviño y Viesca fueron iguales en la acción directriz, ¿qué tuvo de más Viesca sobre Treviño?



NOTAS

(1) Las mujeres, los metates, los comales, las cazuelas, el libro del cura don Dámaso Sotomayor sobre los jeroglíficos aztecas, y otras cosas semejantes. Y como la Congregación de la Propaganda no conoce bien el idioma azteca, ni la Historia Antigua de México, su encomio en el orden científico de dicho libro también es comal.

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