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La Internacional antiautoritaria hasta el año 1877 (Congreso de Verviers). Los orígenes del anarquismo comunista en 1876 y en 1880.

Es muy triste ver con qué rapidez y despreocupación fue roto el principio de la solidaridad internacional de los trabajadores en y después de los años 1870 y 1871, cuando habría debido mantener su primera prueba. Nacida de una agitación que reclamaba altamente una guerra mundial contra Rusia, indiferente a la guerra de 1866, considerándose superior a los esfuerzos en pro de la paz hechos en 1867-1868, la guerra en sí misma no afectaba a la Internacional; pero la constelación particular de la guerra de 1870 - 71 y el desarrollo que adquiría, suscitó todas las antiguas pasiones patrióticas. Marx, como muestran textos publicados entonces y cartas publicadas más tarde, era tan antialemán como Bakunin e hizo todo lo posible por fomentar una guerra inglesa contra Rusia y Alemania. Concordaba también, en 1871 - 72, maravillosamente, en el Consejo general, con los blanquistas, patriotas franceses por excelencia. Aquellos de los socialistas alemanes que estaban en relaciones con la Internacional, eran todos francófilos. Fueron publicados por ambas partes manifiestos conciliadores. Nada en la Internacional podía causar ofensa a los franceses. Pero el hecho mismo que una raza considerada superior (latina) había sido vencida por una raza considerada inferior (bárbaros) fue intolerable para los espíritus apasionados y sus consideraciones raciales no son una interpretación posterior; no hay más que leer el gran libro de Bakunin: Estatismo y Anarquía (Zurich, 1873, en ruso; Obras, Ed. La Protesta, tomo V) y sus dos volúmenes de la serie española Obras, escritos a partir de agosto de 1870 (tomos I y II) para conocer la vehemencia de esos sentimientos de raza. Los tomos III y IV lo muestran en la esfera filosófica, ese mismo invierno, en 1870 - 71. En Bakunin obraba verdaderamente la cuestión de raza; en Marx obraba un egocentrismo patológico, del cual ningún pueblo es responsable, que le hace reflexionar (carta del 20 de julio de 1870 a Engels que ... su (de la clase obrera alemana) supremacía en el teatro mundial sobre la francesa sería al mismo tiempo la supremacía de nuestra teoría sobre la de Proudhon, etc., un pensamiento innoble de calculador frío; pero, como muestran sus otras expresiones de esa época, ha hecho contra los alemanes entonces todo lo posible y nada por ellos. Pero entonces se estaba tan poco informados unos de otros - las cartas conservadas y los impresos del tiempo lo prueban - que se calificaba a Marx de pangermanista con la misma falta de conocimientos y de escrúpulos que Bakunin había sido llamado paneslavista.

Oigamos todavía una voz retrospectiva sobre esos procedimientos en la Internacional; resume la experiencia de los años a partir de 1871 de su autor. Malatesta escribió, en 1914, en Volonta (v. Le Réveil, Ginebra, 7 de marzo de 1914) sobre la acción de sus camaradas y la propia ... que queremos por una acción consciente imprimir al movimiento obrero la dirección que nos parece mejor, contra los que creen en los milagros del automatismo y en las virtudes de las masas trabajadoras.

Bakunin esperaba mucho de la Internacional, pero fundó, sin embargo, la Alianza, una asociación secreta con programa bien determinado - ateo, socialista, anarquista, revolucionario -, que fue, verdaderamente, el alma de la Internacional en todos los países latinos y dio a una rama de la Internacional su impulsión anarquista, como, por otra parte, las ententes íntimas de los marxistas dan la impulsión socialdemócrata a la otra rama ...

Dice todavía que, aunque se llame a los congresos las cátedras del proletariado ... el que está habituado al fondo de las cosas, sabe muy bien que el ímpetu espontáneo de la masa trabajadora entraba muy poco en ello o nada y que era, al contrario, un pequeño grupo de pensadores y de luchadores el que proponía, discutía, aceptaba ciertas soluciones del problema social; después las propagaba y las hacía aceptar en la masa de los internacionalistas. Y lo que, mucho más que toda otra cosa, causó la muerte de la Internacional, fue, de parte de la minoría iniciadora y dirigente, el haber discutido demasiado la masa y no haber sabido separar las funciones de partido de las propias en el movimiento obrero.

¿Por qué ocultar ciertas verdades hoy, que son del dominio de la historia y pueden ser una enseñanza para el presente y para el porvenir? ... Nosotros, que éramos designados en la Internacional con el nombre de bakunistas, y éramos miembros de la Alianza, gritábamos muy fuerte contra Marx y los marxistas porque intentaban hacer triunfar en la Internacional su programa especial; pero, aparte de la lealtad de los medios empleados y sobre los cuales sería inútil insistir ahora, hacíamos como ellos, es decir, tratábamos de hacer servir la Internacional a nuestros fines de partido. La diferencia residía en que nosotros, como anarquistas, contábamos sobre todo con la propaganda y, queriendo hacer anarquistas, impulsábamos a la descentralización, a la autonomía de los grupos, a la libre iniciativa individual y colectiva, mientras que los marxistas, siendo autoritarios, querían imponer sus ideas a fuerza de mayorías más o menos ficticias y por la concentración y la disciplina. Pero todos, bakunistas y marxistas, tratabamos igualmente de forzar las cosas, más bien que confiarnos en la fuerza de las cosas ...

Hasta 1870, Marx había mostrado una cierta reserva. Sabía que había de considerar mucho a los ingleses; no se mezclaba en los asuntos de los belgas ni en los de los italianos (salvo para combatir a los mazzinistas), ni en los de los españoles en la Internacional, y los suizos fueron tratados con mansedumbre por su compatriota Jung, que no quería a Marx. Este se ocupaba, sobre todo, de los parisienses, teniendo a raya a los proudhonianos, descartando a los revolucionarios retóricos (género Félix Pyat) y buscando elementos de un partido obrero sin hallarlos aún. Veía surgir colectivistas independientes, como Varlin, a quien no quería: pero se guardó de buscarle querella. Se interesó mucho por los Estados Unidos, esperando formar allí un partido, y se ocupó de los irlandeses, que podrían dar hilo a torcer a los ingleses. Bakunin le puso furioso por su aparición repentina, su gran actividad desde 1868 y contrarrestó la afiliación de la Alianza pública y difundió su odiosa Comunicación confidencial contra Bakunin por Alemania y una comunicación del mismo género en Bélgica (enero de 1870).

Desde el otoño de 1870, se agregó a eso la agresividad brutal de Engels, que trató de arruinar la obra de Bakunin en Italia por medio de Cafiero, y en España por Lafargue. Envenenó todas las cuestiones en litigio, se apoderó, por medio de Utin, de un ruso, de lo que éste pudo recoger en documentos sobre los proyectos concernientes a la Alianza secreta y sobre los manejos de Netchaef, y se instruyó sobre ello un proceso, comenzó en la conferencia de Londres, continuado por un folleto-circular sobre las Pretendidas escisiones en mayo de 1872 (por Engels), culminando con esa encuesta secreta en el congreso de La Haya, en septiembre, y dejando como monumento de ignominia el folleto sobre la Alianza publicado en agosto de 1873. Marx y Engels, en todo eso - como se puede demostrar en detalles ahora - obraban con esa falta de honestidad espantosa que es propia de todas sus polémicas, con materiales insuficientes que, según su hábito, completaban con afirmaciones y conclusiones arbitrarias, que sus adeptos han tomado por resultados reales, mientras que son lamentables malentendidos, errores y perversiones sin escrúpulos.

Del lado antiautoritario, tenemos, sobre todo en lo que se refiere a estos asuntos, la documentación directa reunida por James Guillaume en el Bulletin de la Federación jurasiana (en 1872 - 73) ; en la Mémoire de esa Federación (Sonvülier, 1873, 285, 193 págs.) , y el todo, con una masa de explicaciones en los cuatro volúmenes, L'lnternacionale. Documents et Souvenirs (1864-1878), París, 1905-1910, un conjunto de 1,322 grandes páginas. Bakunin escribió mucho entonces, que no publicó, queriendo hasta el último momento procurar un arreglo entre camaradas de todas esas diferencias. En general, sería preciso consultar, sobre todo ese período, su carta al Réveil (París), octubre de 1869; las tres conferencias en el Jura, mayo de 1871; El principio del Estado, un fragmento; los escritos de 1871 concernientes a la sección de la Alianza en Ginebra (1869 - 1870; la Respuesta de un internacionalista a Mazzini (en italiano) y la Théologie politique de Mazzini (en francés) en 1871; la gran carta a Celso Cerretti, en marzo de 1872, después de la muerte de Mazzini, y muchos otros textos y fragmentos concernientes a Italia (1871 - 1872) ; la larga carta a los jurasianos, de la dimensión de un pequeño libro, inédita, de los primeros meses de 1872; la carta a Anselmo Lorenzo, en marzo, y las cartas concernientes a la Alianza en España (fragmentos manuscritos de 1872); respecto de la Alianza, también las cartas a Albert Richard y un capítulo del libro ruso El desenvolvimiento histórico de la Internacional (1873). Todavía manuscritos del otoño de 1872 sobre la Internacional, después del congreso de La Haya (Oeuvres, III y IV) y el gran libro Estatismo y Anarquía (en ruso, 1873 ; 308 y 24 págs.). En fin, en ocasión de su retiro de la Internacional, las dos cartas publicadas en el otoño de 1873. Con todo eso, su correspondencia con Herzen y Ogaref, publicada en 1895 (en alemán) y en 1896 en texto ruso, es muy instructiva.

En la actividad personal de Bakunin, en 1871, están principalmente los encuentros con sus amigos y camaradas en Florencia (abril) y en el Jura (mayo), la lucha contra Mazzini y numerosas relaciones italianas nuevas; en 1872, relaciones con Cafiero, los rusos y otros eslavos de Zurich, visitas al Jura, la constitución de la Alianza de los socialistas revolucionarios, en Zurich, y el congreso internacional de Saint-Imier (Jura), en septiembre; en 1873, los libros rusos; relaciones con los delegados del congreso de Ginebra (en Berna); después comienza el año de la Baronata; a partir de diciembre de 1873, la preparación de la insurrección italiana (agosto de 1874). En fin, en septiembre de 1874, varios de sus camaradas más íntimos se separaron de él, acción muy deplorable. Desde entonces, desde esa época hasta su muerte, el 1 de julio de 1876, no militó más.

Se ve que no es fácil documentarse exactamente sobre Bakunin desde 1871 a 1874, sobre todo cuando un número de textos, que habrían figurado en las Oeuvres (París) si hubiesen sido publicados los tomos VIl y siguientes, no son todavía accesibles más que por los numerosos extractos que yo he dado en mi biografía (1898 - 1900). Desde 1914 a 1935, sin embargo, nadie ha tratado aún de hacer posible la continuación de la edición de Oeuvres en texto original francés, muy pocos que yo recuerde, han tenido siquiera la curiosidad de tratar de informarse sobre lo que habría de entrar todavía en tales volúmenes nuevos. Para los hechos de La Baronata, es fácil hallar el relato y las interpretaciones de Guillaume en su lnternationale; sin embargo, tengo que agregar aquí, también, que su punto de vista me ha parecido siempre parcial y que sería preciso conocer el conjunto de los documentos conservados antes de formar una opinión independiente. He publicado el texto completo de la Memoria justificativa del verano de 1874 en el Suplemento de La Protesta, con algunas anotaciones. Naturalmente, hay que guardarse de tener en cuenta la novela fantástica italiana que trata de este asunto y de Bakunin en Bolonia, en agosto de 1874.

Una de las más notables expresiones del pensamiento de Bakunin, fue la resolución Naturaleza de la acción política del proletariado del congreso de Saint-Imier (16 de septiembre de 1872), concluyendo: que la destrucción de todo poder político es el primer deber del proletariado; que toda organización de un poder político llamado provisorio y revolucionario para llevar a esa destrucción (la teoría marxista-bolchevista) no puede ser sino un engaño más, y sería tan peligroso para el proletariado como todos los gobiernos que existen hoy; que rechazando todo compromiso para llegar al cumplimiento de la revolución social, los proletarios de todos los países deben establecer, fuera de toda política burguesa, la solidaridad de la acción revolucionaria.

El conjunto de sus ideas, es resumido, sin duda, en su propia redaccion, en la octava resolución del congreso de la Federación italiana, celebrado en Bolonia en marzo de 1873, demasiado larga para ser reproducida aquí.

En general, se puede decir, objetivamente, sobre Bakunin, que su pensamiento y su impulsión anarquistas, que desde el otoño de 1874, a excepción de muy pocos hombres en Italia y en España y de algunos rusos, se habían creído poder y deber, incluso, dejar a un lado, y cuyo verdadero sentido casi se había perdIdo; después de una veintena de años de ese olvido, han comenzado a ser reconocidos en su verdadero valor y lo son cada vez más. En ese intérvalo se había extraído Dios y el Estado de sus manuscritos, en 1881 - 82, lo sé bien; pero entonces se creía haber hecho casi todo lo que quedaba por hacer. He visto la impresión que hicieron en Kropotkin en 1895 una parte de las cartas rusas (a Herzen), y el giro data de esos años.

Sin el fermento de la discusión con diferentes matices de socialistas, los congresos de la Internacional antiautoritaria (1873 - 77) pierden en interés. Según el deseo de James Guillaume, que insistió en obrar así en el congreso de La Haya, se buscaron los adversarios de Marx, de los cuales una parte, los ingleses, eran, sin embargo, ellos mismos socialistas autoritarios. Fueron socios que ofrecían poco interés, en idea y en acción y en fuerza sindical. Había otras insuficiencias, como la excelente sección L ' Avenir de Ginebra en el congreso de 1873, los anarquistas más avanzados, bien pronto los primeros anarquistas comunistas, pero obreristas por excelencia, insistiendo sobre la exclusión de los intelectuales de la Internacional, que el congreso, sin embargo, rehusó. Esa actitud había sido provocada por desconfianza contra hombres como Marx y los jefes de la Comuna. El congreso puso remedio a ese mal por la nueva organización de la asociación que abolió el Consejo general, instituyó un Bureau federal sin poderes y la autonomía completa de las federaciones. No se decidieron ya las cuestiones de principios por el voto. En la práctica, la Internacional, por la abstención de toda iniciativa de un órgano central, desapareció de la vista pública; pero en realidad, todo el trabajo había sido hecho localmente desde hacía mucho tiempo, los impulsos iniciales de Londres se habían agotado desde los años 1864 - 66, y desde entonces el Consejo no había sido más que un grupo deseoso de imponer su punto de vista (el de Marx, que creía poder gobernar así) y sirviéndose para ese fin cada vez más de los poderes administrativos que se le confiaron. Las Comisiones federales, alternando entre Suiza y Bélgica, por inactividad se volvían casi nulas, y el último grupo belga que, después del congreso de 1877, debía formar una Comisión federal, procedió con una incuria tal que de una manera o de otra no hubo ya signo de vida de una Comisión, y la cohesión ligera de las Federaciones cesó en lo sucesivo sin que estas hayan cesado ni se apercibiesen incluso de esa ausencia de lazo formal. La situación de persecución hizo bien pronto imposible la vida pública de esas secciones en Francia (1871), en España (1874) y precaria y espasmódica en Italia (a partir de 1873), mientras que en Bélgica el espíritu de una serie de secciones, sobre todo de las flamencas, giró hacía un socialismo moderado. En España, en el congreso de Córdoba (diciembre de 1872), los Consejos fueron reemplazados por Comisiones y en 1874 - 75, a consecuencia de las persecuciones, después del congreso clandestino de Madrid (junio de 1874), las conferencias comarcales deliberaron cada año, y no hubo ya congresos; pero las Comisiones federales continuan y su secretario se convirtió virtualmente en el eslabón obrero de toda la organización. De esa manera la vida real, hecha entonces como se hace todavía, de muchas pruebas crueIes, había modificado en pocos años ese organismo internacional que en 1869 se creía ya el cuadro mismo de la sociedad futura. Esa concepción carece ante todo de perspectiva histórica y del sentido de proporción: mil factores intervienen entre un presente fatalmente perecedero y siempre móvil, y un porvenir de fecha y de modalidad desconocidas; saltar esa distancia por una afirmación, una esperanza, una creencia, incluso quererla saltar por una voluntad, es simplismo o fantasía.

La situación real determinaba también la táctica; la de los italianos fue insurreccional (1874 - 1877); la de los españoles perseverante, teniendo en vista un gran movimiento general del país que el año en que se esperaba no se produjo (1877); la de los jurasianos y de los belgas tranquilamente propagandista y localmente haciendo función de sindicatos diminutos. Lo que asociaba los espíritus, fue en el congreso de Bruselas (1874) la defensa contra las infiltraciones autoritarias propuestas por César De Paepe que, influenciado tanto por la socialdemocracia (Estado obrero) como por el comunalismo (servicios públicos comunalizados) preconizó tal comuna libre en un Estado libre (De l'organisation des services publics dans la sociéte future). Belgas, suizos y españoles (Farga Pellicer) rechazaron esas ideas.

El año 1875 fue lánguido y el congreso proyectado para Barcelona, no pudo celebrarse. En 1876 todos los espíritus se despiertan y hay bellas expresiones nuevas del pensamiento anarquista en ese año de la muerte de Bakunin.

James Guillaume, autor de Una Comuna Sociale (1870) , una comuna libre en el estadio inicial, había compuesto en el otoño de 1874 y publicado en 1876 sus Idées sur l'Organisation sociale (Chaux de Fonds, 1876, 56 páginas en 12o), una sociedad colectivista anticipada, trabajo muy reflexivo, que tiene buena cuenta de la evolución progresiva. Así entre colectivismo (retribución según el trabajo hecho) y comunismo (el consumo libre) Guillaume insiste sobre las cantidades disponibles, limitadas o abundantes, que permitirán pasar de las limitaciones del consumo a su libertad más completa. No es el comunismo de la primera hora el que promete, sino un comunismo a que se acercará al crear la abundancia. Este trabajo fue traducido en italiano por Costa (1877) y hay una edición española, Ideas sobre la órganización social (New York, Imprenta de J. Smith, sin año, 57 págs. en 12) , que, con toda apariencia, es una impresión clandestina, probablemente hecha en 1878 en Barcelona; y la advertencia del traductor me parece ser de la pluma del doctor Viñas.

En febrero de 1876 apareció en Ginebra Aux Travailleurs manuels partisans de l´action politique por François Dumartheray, 16 págs. en 32o, un folleto correspondiente a las ideas de la sección L'Avenir, grupo independiente de refugiados, sobre todo lyoneses, y otros a que perteneció también Dumartheray (1842-1931), nativo de Savoye. Allí se habla por primera vez en un texto impreso del comunismo anarquista y se promete un folleto especial que lo explicaría, pero que, por falta de medios, no ha aparecido. Esos hombres, sea sobre un fondo de antiguo comunismo icariano Iyonés, sea porque querían ir más adelante sobre todas las cuestiones, como hizo ese grupo frente a los jurasianos y a los comunalistas en varias ocasiones, rechazan pues las limitaciones colectivas y lanzan el comunismo anarquista, y es por el contacto con ese ambiente, sobre todo con Dumartheray, que se hizo amigo suyo, que Kropotkin, en Ginebra, se acercó algunos años más tarde al comunismo hasta aceptarlo francamente.

En las reuniones del 18 y 19 de marzo de 1876, en Lausana, de internacionalistas y de comunalistas, Elíseo Reclus pronunció un discurso que reconoció el anarquismo comunista, un hecho nuevo que se recordaba también, aunque el discurso no ha sido conservado. No había tenido todavía una ocasión, o no la había buscado, para precisar sus opiniones, pero esta vez lo hizo y en lo sucesivo, en Le travailleur (Ginebra, 1877 - 78; una revista) y el Révolté, a partir de 1879, lo hizo más a menudo.

Fue después de la lectura de las Idées de Guillaume, aparecidas en agosto de 1876 y que algunos italianos como Cafiero conocían ya en 1874, o bien en ocasión de una discusión en el Bulletín jurasiano (v. el número del 14 de mayo de 1876) - en todo caso en Nápoles, ese verano u otoño, los militantes italianos llegaron también a la aceptación del anarquismo comunista. En Italia - escribe Malatesta en Volontá (v. Le Réveil, Ginebra, 7 de marzo de 1914) , - fuimos algunos (Cafiero, Covelli, Costa, el firmante y tal vez uno o dos más que olvido) los que decidimos abandonar el colectivismo entonces profesado por toda la Internacional e hicimos aceptar el comunismo a los delegados al congreso de Florencia (1876) y por tanto a toda la Federación italiana de la Internacional ... El congreso de las secciones de Romagna y de Emilia, en julio, habría sido colectivista. Costa presidió. Antes del congreso de Florencia Costa fue detenido. Entre julio y octubre se ha entendido, pues, y entonces, con los camaradas mencionados en Nápoles, por carta o por un viaje, y quizás en septiembre, se han puesto de acuerdo para proponer ese cambio en el congreso de Florencia. Cafiero y Malatesta van directamente a Suiza, al congreso de Berna de la Internacional. El informe de ese congreso no contiene ninguna mención de ese cambio, lo que muestra al menos que, si el hecho ha sido expuesto, no atrajo la atención. Pero la Arbeiter-Zeitung de Berna (redactada por Paul Brousse) escribe el 28 de octubre ... un hecho importante es la adoptación por el socialismo italiano de la comunidad del producto del trabajo, etc. y una carta de Cafiero y Malatesta al Bulletin jurasiano (número del 3 de diciembre) dice: ... La Federación italiana considera la propiedad colectiva de los productos del trabajo como el complemento necesario del programa colectivista, etc.

Paul Brousse (en una conferencia en Saint-Imier del 17 de febrero de 1877) y Andrea Costa durante su propaganda como refugiado en Suiza (primavera - verano de 1877) reconocen esas ideas nuevas, y una pequeña hoja impresa alemana, que data de abril o mayo de 1877 y proviene de algunos trabajadores alemanes de Berna unidos a Brousse y a Kropotkin, se titula Statuten der deutscheredenden anarchischkommunistischen Partei. Kropotkin había propuesto decir deutsche anarchische kommunistische Partei, (carta a Emil Werner, 4 mayo).

Hubo también en el congreso Internacional celebrado en Verviers en septiembre de 1877 una discusión en la cual Costa y Brousse mantienen el comunismo, Morago y Viñas el colectivismo y Guillaume, Jules Montels, Emil Werner y un delegado belga desean apartar esa cuestión. Esa discusión nos es conocida por notas del acta escritas por Kropotkin. Guillaume sostuvo que lo único que podemos decir actualmente, es que se distribuirán los productos como se quiera; diferentes soluciones pueden ser encontradas en los mismos grupos.

Todo eso nos muestra que se propuso la nueva concepción en sus comienzos con un espíritu tranquilo, sin fanatismo ni exuberancia ... Eramos, pues anarquistas comunistas, y lo seguimos siendo - escribe Malatesta (Penseiro y Volontá 25 de agosto de 1926) , - pero eso no significa que hagamos del comunismo una palanca, un dogma y que no comprendamos que para su realización hacen falta ciertas condiciones morales y materiales que es preciso crear. Había escrito ya en 1884: Pero para ser realizable, el comunismo tiene necesidad de un gran desarrollo moral de los miembros de la sociedad, un sentimiento de solidaridad elevado y profundo que el ímpetu revolucionario no bastará quizás para crear, etc., - es decir, porque la abundancia no existirá en todas partes al comienzo y sería preciso aceptar para las localidades y objetos que no permiten el comunismo inmediato, transitoriamente el colectivismo.

También Kropotkin que, en 1877, 1878, incluso en 1879, no parecía ocuparse de estas cuestiones, en tanto que conocemos su pensamiento por sus artículos, concluye en su gran exposición sobre la Idea anarquista desde el punto de vista de la realización práctica (Ginebra, 4 pág. en 4o; 12 de octubre de 1879) en la comuna colectivista, sin hablar de comunismo, y en su discurso al congreso jurasiano de entonces (según Le Révolté del 18 de octubre) sostiene el anarquismo comunista como objetivo con el colectivismo como forma transitoria de la propiedad.

No hay que perder de vista que el colectivismo anarquista, al garantizar a cada uno el producto entero de su trabajo, no significaba para sus adeptos un reparto estrictamente mesurado según la cantidad del trabajo de cada uno. El producto integral fue producto sin deducción del provecho capitalista y de los gastos del Estado. La asociación, el grupo, el taller habrían decidido de qué modo se repartiría el producto, lo que podía implicar la hora de trabajo o la cantidad producida por cada uno como medida, o bien un salario igual (que Bakunin sostenía) o un reparto según las necesidades de cada uno. Identificar el colectivismo con un nuevo salariado fue un error. Tal fue la opinión de James Guillaume que, como muestran sus Ideas (1874 - 1876) , tuvo el buen sentido de hacer depender la distribución ilimitada de la abundancia de un artículo. Yo sé que también los comunistas admitían el racionamiento de los artículos raros. Pero hay que entender que esos artículos para ellos eran excepciones, como los primeros en frutos y vegetales que se daría a los enfermos o a los niños, y con respecto a todos los artículos de verdadera importancia presumían la abundancia existente o muy fácilmente obtenible. Los colectivistas y los comunistas prudentes, como Malatesta, no presumían la abundancia de nada, aun deseando que fuese creada pronto por un trabajo aplicado. También allí se presentó la cuestión que el trabajo se emplearía quizás más bien para producir nuevos artículos que faltaban que para producir una sobreabundancia por una distribución ilimitada en artículos viejos. No había audacia para reclamar arreglos y cálculos, lo que sería autoritario, y todos no tenían la esperanza de que la cosa se arreglaría automáticamente. El colectivismo como lo entendía Guillaume y el comunismo como Malatesta lo comprendía, ofrecían la más grande amplitud de esas concepciones - el progreso hacia el comunismo o su realización completa allí donde la abundancia lo permitiera, y los arreglos colectivistas de matices diversos allí donde la abundancia no exista aún y con el fin de crearla.

El congreso de Berna (octubre de 1876) se había inspirado, en cuanto a Guillaume y otros delegados, en la idea apoyada también por algunos socialistas autoritarios en Suiza después de la muerte de Bakunin {1 de julio) de que un respeto recíproco, un avance paralelo pacífico podría y debería existir entre socialistas libertarios y autoritarios. El congreso aceptó un mánifiesto muy internacionalmente concebido, redactado por Charles Perron, Guillaume, Cafiero y Joukovsky, sobre la guerra en los Balcanes (los eslavos contra los turcos). De Paepe se había vuelto entonces completamente estatista, pero Guillaume, Reinsdorf, Malatesta, Joukovsky, rechazan sus ideas.

Sobre la cuestión de los medios de acción, Perron, Brouse, Joukovsky, los españoles (Viñas y Soriano) y los italianos, proponen el respeto recíproco a los medios empleados en cada país. La Federación italiana creía entonces que el hecho insurreccional era el medio de propaganda más eficaz (declaración de Cafiero y Malatesta en el Bulletin del 3 de diciembre); preludio de la acción proyectada para el mes de mayo en Italia y del cual lo que se llama la insurrección de la banda del Matese o de Benevento, en abril, no fue más que un fragmento precipitado por adversidades ruinosas. Este hecho y el 18 de marzo de 1877 en Berna (la defensa de la bandera roja asaltada por las autoridades) dieron lugar a preconizar la propaganda por el hecho, término creado entonces por Costa (junio) y Brousse (agosto) pero que fue usado ya en el 1873 en un manuscrito ruso por Kropotkin, que emplea el término fakticheskaia propaganda, significando el adjetivo por los hechos, como también Bakunin escribió en 1870 propagar nuestros principios por los hechos (manuscrito que quedó entonces inédito). Esa palabra tan terrible para los antisocialistas, la propaganda por el hecho, no es más peligrosa que decir dar el ejemplo o emplear uno de los otros términos numerosos, por los cuales en todas las lenguas se expresa que los hechos son más poderosos que las palabras.

El congreso de Verviers (septiembre de 1877) no fue más que una cita antes del congreso llamado mundial de Gante, donde autoritarios y antiautoritarios juntos una vez todavía, pero fríamente, como enemigos, y sin que pudiera establecerse un modus vivendi cualquiera. De parte de la Federación española estaban en ese congreso Viñas y Morago.

Antes de su viaje a Bélgica, a La Chaux-de-Fonds (Jura) los miembros de la Alianza internacional y Kropotkin se habían concertado para reorganizar su intimidad revolucionaria, la antigua fraternidad de 1864. Kropotkin fue nombrado su secretario corresponsal, y se convino que cada país sería autónomo en táctica, y que se correspondería entre los miembros, y el secretario envió cartas que pasaban de uno a otro, agregando cada cual su opinión. Hay lugar para pensar que esos hombres fueron Guillaume, Schwitzguébel, Pindy, Paul Brousse, Costa, Viñas, Morago, Kropotkin y los prisioneros de entonces en Italia, Cafiero y Malatesta, aliados desde 1872 eran igualmente de ese grupo, cuyo funcionamiento se ve por algunas cartas conservadas de 1879, 1880,1881; pero la gran parte de sus trabajos permanece desconocida y puede considerarse perdida. Con la marcha de Malatesta de Londres en el verano de 1882 o la prisión de Kropotkin hasta 1886, en diciembre del mismo año, la cohesión entre militantes se ha extinguido probablemente. Pero siempre, cuando Malatesta, o Kropotkin y Guillaume se han encontrado, han debido sentir que les ligaban esos lazos. Con Malatesta el 22 de julio de 1932 ha muerto, pues, el último del grupo íntimo fundado por Bakunin en 1864.

Le Révolté (aparecido el 22 de febrero de 1879) fue considerado el órgano internacional de ese grupo y debía a ello una parte de su prestigio. El resto lo debía al talento de Kropotkin, que en 1880, en los primeros meses, se aproximó mucho a Eliseo Reclús, se pronuncio la primera vez enérgicamente por el anarquismo directo, inmediato en el momento de la revolución social en La Comune de París (Révolté, 20 de marzo; un capítulo de Palabras de un rebelde, 1885). Hay motivo para creer que esa declaración fue causada por la actitud de Brousse, que entonces había salido de la intimidad revolucionaria y que precisó su nuevo punto de vista casi al mismo tiempo en Le Travail (Londres), abril de 1880.

Kropotkin se entendió luego con Dumartheray y Herzig del grupo de Ginebra, después con Reclus y Cafiero - probablemente entre julio y septiembre de 1880 - para proponer a la Federación jurasiana en su congreso (9 y 10 de octubre) la aceptación del comunismo anarquista, lo que así se hizo. Schwitzguébel había resumido las ideas colectivas en su Programme socialiste (Ginebra, 1880, 32 p. en 8o) Cafiero pronunció el discurso Anarquía y comunismo (Le Révolté, 13 - 27 de noviembre de 1880; publicado a menudo en folleto); Kropotkin y Reclus abogan en grandes discursos por la idea anarquista comunista y el congreso la adoptó. También Schwitzguébel y Pindy se declaran comunistas, pero desaconsejan la adopción de esa palabra, que los trabajadores suizos y franceses comprendían mal y no querían mucho. Esa misma objeción podía ser hecha contra la palabra anarquista y a eso corresponde el empleo del término comunismo libertario en el congreso regional francés, en el Havre (16 - 22 de noviembre de 1880). El término comunista anarquista se difundió pronto en Francia; un mural de enero de 1881 dice: Comunismo libertario o anarquista.

Esta concepción, incipiente en 1876, continuada por los italianos primero, por su uso en Suiza, Francia, Bélgica a partir de 1880 se hizo universal para esos países.


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