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El anarquismo comunista en Italia; su interpretación por Malatesta y por Merlino (1876 - 1932)

En Italia, el comunismo anarquista de 1876, fue poco discutido en los años de persecución, que comienzan en la primavera de 1877. Covelli lo afirmó, así como los acusados del proceso de Benevento, y hubo una discusión bastante extensa en La Plebe, (Milano) en 1879, que no conozco. Cafiero afirmó un comunismo exuberante en el congreso jurasiano de 1880; ver también su serie Révolution, en La Révolution sociale (París) en 1881. De Cafiero tenemos, además, el artículo L' Action (Révolté, 25 de diciembre de 1880) ; de Malatesta, el artículo en el segundo Bulletin del congreso de Londres (22 de junio de 1881) y la larga carta escrita por el grupo internacional íntimo, carta que he resumido en Anarchisten und Sozialrevolutionüre, pags. 228 - 230; la concepción de Cafiero es distinta (ver, pág. 231). Lo vemos todavía en el congreso de Londres (págs. 202 - 223). Lo que escribió después, como en el Ilota, de Pistoia, y el Risveglio, de Ancona, no me es conocido. Il Popolo, de Florencia, no pudo ser publicado; sólo La Questione sociale, que no puedo consultar ahora (22 de diciembre de 1883, al 3 de agosto de 1884). Pero ha aparecido entonces Fra Contadini y Programma e organizzazione della Associazione Internazionale dei Lavoratori, folleto de 64 págs., en 16o, que contiene sus primeras expresiones sobre el anarquismo comunista, que me son accesibles ahora. La carta de 1881, se ha traducido ahora en Studi sociali (Montevideo, 1934); también el folleto conteniendo el programa de 1884, ha sido reproducido allí. Malatesta ha debido sufrir años dolorosos, de 1879 a 1832, cuando vio a Andrea Costa y a un número de otros antiguos camaradas desfallecer y cuando vio a Cafiero ensombrecer de un modo gradual y al fin perder la razón irremediablemente. Se repuso, y tomó la iniciativa de 1883 - 1884, cuyas consecuencias le hicieron abandonar Europa por largo tiempo.

Discute, en el Programma, de junio de 1884, el pro y el contra del colectivismo, y declara el comunismo una solución más amplia y más consecuente, la única que corresponde al desenvolvimiento completo del principio de solidaridad, pero presupone un gran desarrollo moral de los hombres, etc., pasaje ya mencionado más arriba, que concluye en el comunismo allí donde es posible y en el colectivismo transitorio donde no hay abundancia. Piensa que en los primeros tiempos después de la revolución, bajo la influencia del entusiasmo y del ímpetu revolucionario, el colectivismo no tendría malas consecuencias, pero sería preciso tratar de hacerlo desarrollar pronto hacia el comunismo. También en Fra Contadini, primera edición, septiembre de 1884, prevé que en algunas localidades habrá comunismo, en otras colectivismo u otra cosa y, según la experiencia, se aceptará poco a poco el mismo sistema. Malatesta comprende el comunismo, según Luigi Fabbri escribió en 1925 ... como una línea directriz de la conducta, que se sigue voluntariamente, con todos los temperamentos y excepciones que las condiciones y voluntad de los asociados mismos exijan y hagan necesarios.

En toda la obra de Malatesta hallamos esa comprensión, a la vez muy libertaria y muy realista, de la diferenciación probable de los grados de comunismo, e incluso de un colectivismo transitorio, según las situaciones reales, las disposiciones de los individuos y la abundancia de los productos particulares. Ese realismo y esa prudencia, distinguen a él y a Merlino de la mayor parte de los anarquistas comunistas, que creían en la existencia de una abundancia (ver, los folletos muy difundidos Los productos de la tierra, etc.) o en la rápida producción, casi era la improvisación de esa abundancia (ver, Cafiero, 1880); en una palabra; en la toma del montón, por decir así ilimitada, y en la ausencia de dificultades iniciales de una sociedad libre.

Francisco Saverio Merlino (1856 - 1930), conquistado para las ideas anarquistas desde el invierno de 1876 - 77, traductor del libro inglés The Abolition of the State (Londres, 1873), del Dr. S. Engländer, extracto de un libro alemán de 1864 sobre los esfuerzos proudhonianos y otros de 1848 - 51 - ese autor habla también de Bellegarrigue -- L' Abolizione dello Stato (Milán, 1879, 176 págs.). Merlino, refugiado como Malatesta después del proceso de Roma, 1883 - 1885, fue entonces durante la ausencia de Malatesta en la Argentina el camarada italiano más en vista en la discusión de las ideas. Ha expuesto sus concepciones muy claramente, sobre todo en Profili d'un posible organamento socialistico, las págs. 198 - 212 de su libro ¿Socialismo o monopolismo? (Nápoles, Londres, 1887, 288 págs.) y Dell'Anarchia o donde veniamo e dove andiamo (Florencia, 1887, 16 págs.).

En este último escrito rechaza el colectivismo como norma de la distribución de los productos, pero niega que las condiciones del comunismo, la abundancia, existan, puesto que un sistema económico racional produciría pronto una variedad de artículos útiles más bien que una abundancia de algunos. A pesar de eso, acepta el comunismo desde el punto de vista de la solidaridad que, espontánea como su esencia exige, tendrá la forma del pacto social de la ordenación del trabajo por pactos libres. Los pactos, diferentes según la localidad y el desarrollo del socialismo, tendrán por base la libertad del individuo, del trabajo, de la asociación, del empleo directo de los instrumentos de trabajo y la equivalencia del trabajo hecho. No puedo entrar en el detalle de las proposiciones de Merlino, que quisiera poder reproducir para exponer, sobre todo, su verdadero espiritu. Me parece corresponder mas a lo que hoy se comprende en España por municipio libre, la comprensión que la primera organización de la vida social libre exige una reciprocidad de buena voluntad, arreglos mutuos en el buen espíritu de la solidaridad y que todo eso implica trabajo y procurará la seguridad, la certidumbre de la ausencia de miseria, mientras que la falta de privaciones, el disfrute, la toma del montón general no existirán de inmediato: existen hoy, para los ricos, y al precio de las privaciones de cien pobres por un rico; los cien pobres habrán, pues, de centuplicar su esfuerzo si quieren producir un disfrute semejante para ellos mismos, lo que es absurdo.

Merlino dice el fondo de su pensamiento por las palabras: somos anarquistas: pero la Anarquía no es la amorfia, sino la asociación de libres y de iguales. Para él, la apropiación (gustaba de llamar asI a la expropiación), los pactos libres y la federación más o menos extensa, según las condiciones son la serie de los actos de la revolución ... El comunismo, el colectivismo, otros sistemas aún serán ensayados, tal vez combinados, y, durante esos ensayos, los hombres se habituarán a cooperar en solidaridad. Las dificultades serán muy grandes, no habrá transformación de la noche a la mañana, sino ensayos, mejoras, incluso conflictos antes del acuerdo. Esto es tomado de Necessité et Bases d'une Entente, el folleto de la primavera de 1892.

Habría sido inútil precisar todo eso, si esa concepción que Merlino llama amorfia no hubiese sido muy fuerte en el mundo anarquista italiano y francés, y también entre los primeros anarquistas comunistas españoles, que preconizaban lo que Mella llamó un comunismo extravagante. Esta concepción tenía por resguardo los escritos de Kropotkin, que, personalmente, sentía todo lo contrano, es decIr, que, por comunIsmo, comprendlo la generosidad, dar más de lo que se toma, no un disfrute y un reposo casi sin fin, como si los vencedores proletarios presentes descansasen indefinidamente en recompensa por el deslomamiento de las generaciones pasadas. Merlino, al fin, discutió la obra de Kropotkin mismo, y entre los anarquistas comunistas destacados, fue él, creo, el primero en hacerlo. L 'individualisme dans I' anarchisme (La Société nouvelle, Bruselas, nov. de 1893, págs. 567 - 86), critica tanto las ideas de Tucker como las de Kropotkin en La conquista del pan. En una palabra, como escribió en La Révolte del 30 de diciembre, no cree que, después de la revolución, la producción pueda ser organizada según el haz lo que quieras ni el consumo según toma del montón; se tendrá necesidad de un plan, de pactos libres que obligan, de arreglos permanentes basados sobre la equidad. Kropotkin rehusó una discusión directa, pero quería ocuparse de eso en el curso de respuestas a una serie de contradictores. Pero el arresto de Merlino (enero de 1894) y la suspensión de La Révolte (marzo), han cortado ese debate.

Durante o después de sus años de prisión, Merlino ha atenuado sus opiniones considerablemente, lo que expresan el libro Pro e contro il Socialismo (Milán 1897, I, 387 págs.) y otros escritos. Consideraba sin salida la Anarquía amorfa, y trataba de asociar a su anarquía reflexiva las formas menos estatistas del socialismo autoritario; dice: el amorfismo o el atomismo no es el porvenir de la humanidad (Formes et essence du socialisme, París, 1898, págs. 157). Se separa netamente de Malatesta, el representante de la anarquía socialista, de Kropotkin y Grave, los de la anarquía comunista. No ignora las ideas de Hertzka (Freiland), criticándolas también, y establece un sistema unionista, algunas ideas generales (págs. 1835). Edward Carpenter me parece asumir una posición semejante a la suya.

No basta rechazar a Merlino como apóstata. Su caso me parece mostrar en qué grado la intolerancia y el doctrinarismo, también los procedimientos personales, de los exuberantes de la amorfia han hecho aparecer sin salida la causa anarquista dominada por ellos hasta 1894, al menos. Merlino, prisionero en 1894 - 96 (mayo) no había podido asistir a las discusiones serias entre Pouget y Malatesta, Kropotkin y otros en 1894, que determinaron entonces el acercamiento hacia el sindicalismo, y no había podido ver cómo, a partir de 1895 aproximadamente, también los bellos tiempos del amorfismo habían pasado ya. Salir del aislamiento fue su objetivo y al mismo tiempo el objetivo de los otros. Creía poder articular un centro relativamente libertario compuesto por anarquistas reflexivos y por los socialistas menos autoritarios; los otros creían poder inspirar a los trabajadores de matices socialistas muy diversos, reunidos en Ios Sindicatos, el espíritu libertario: fue en el fondo íntimo una esperanza bastante parecida, una obra que podía ser útil y que dio a Merlino decepciones entre los socialistas tanto como a los creyentes y entusiastas del sindicalismo (¡lo que había entonces!). Malatesta, que había conservado su sangre fría, vio a Merlino volver maltrecho, y vio a los fascinados por el sindicalismo o bien absorbidos por él (y no al revés) sentirse muy desilusionados cuando el sindicalismo autosuficiente no quería saber de ellos. Vio también la decadencia de la amorfia y del atomismo, pero lo que no vio fue que se había comenzado a prestar más atención a los problemas y a las dificultades de una reconstrucción. Allí se creía poder apoyarse en los trabajos de Kropotkin, y la rutina que se estableció fue probablemente más fatal todavía que las extravagancias anteriores. que, en parte al menos, fueron exuberancia y testimoniaban fuerza; la rutina es siempre debilidad.

De regreso de la Argentina, Malatesta hizo aparecer el Apello (Niza, septiembre de 1889, 4 páginas en 4o ; en texto español, Circular, 2 páginas en 4o) , una declaración de principios seguida muy pronto del Programma elaborado, que publicó su nuevo periódico L' Asociazione (Niza; más tarde en Londres) .Su propósito era una renovación de la Internacional como Partido internacional socialista anárquico ... con un programa general, el cual, sin perjudicar las ideas de cada uno y sin estorbar el camino a las nuevas que puedan producirse, nos reuna a todos bajo una sola bandera, dando unidad de acción a nuestra conducta hoy y durante la revolución ...

De estos dos escritos que resumen los principios y los medios de acción con una precisión y una amplitud que se encuentra raramente, destaco observaciones como éstas: (después de haber establecido los principios fundamentales) ... Fuera de estos extremos, no tendremos razón de dividirnos en pequeñas escuelas por el furor de determinar con exceso los particulares, variables según el lugar y el tiempo, de la sociedad futura, de la que estamos lejos de prever todos los resortes y posibles combinaciones. No habrá motivo, por ejemplo, de dividirnos por cuestiones como las siguientes: si la producción alcanzara su más o menos vasta escala; si la agricultura se hermanara en todas partes con la industria; si, por exceso, y a grandes distancias, podrán cambiarse los productos bajo la base de reciprocidad; si todas las cosas serán disfrutadas en común o según norma; o si el uso de alguna de ellas será más o menos particular. En fin los modos y particularidades de las asociaciones y de los pactos, de la organización del trabajo y de la vida social, ni serán uniformes ni pueden ser desde hoy previstas ni determinadas.

No se pueden prever, sino muy vagamente, las transformaciones de las industrias, de las costumbres, de los mecanismos de producción, del aspecto físico de las ciudades y de los campos, de las necesidades, de las ocupaciones, de los sentimientos del hombre y de las relaciones y vínculos sociales. Por lo menos no es lícito dividirnos por puras hipótesis. La cuestión entre el colectivismo anárquico y el comunismo anárquico es cuestión también de modalidad y de pacto.

Cierto es que la remuneración, según la obra ejecutada, pregonada por los colectivistas, puede conducirnos a la acumulación desigual de los productos, y determinar (cuando el proceso de esta acumulación fuera excesivo) y la vuelta a la usura; a menos que la acumulación y la usura no fuesen imposibilitadas por prohibiciones y fiscalizaciones, las cuales no podrán menos de ser despóticas y odiosas. Por otra parte, la toma a voluntad de las cosas abundantes y aprovisionamiento de otras, pueden dar lugar también a arbitrariedades e imposiciones humillantes. Así, pues, el sistema comunista no está exento enteramente de inconvenientes.

Pero los inconvenientes de estos dos sistemas desaparecen; las imposiciones, la acumulación y la usura se hacen imposibles e infructuosas por el sólo hecho de que todos los hombres hallarán en la sociedad los medios para producir y vivir en libertad; que las ventajas de la producción en común serán manifiestas, y que una nueva conciencia moral se formará, por la cual el asalariado repugnará a los hombres, como repugnan hoy la esclavitud legal y la inquisición. Así es que, sean cualesquiera que sean las particularidades, el fondo de la organización de la sociedad será comunista. Contentémonos con el comunismo moral y fundamental que, bien mirado, vale más que el material y formal. Y lejos de sujetarnos a fórmulas frecuentemente sibilíticas, casi siempre ambiguas y de aplicación incierta, preferimos atenernos a los principios fundamentales, esforzándonos por inculcarlos en las masas, a fin de que éstas también, cuando sea llegada la hora, no riñan por una frase o por un adminículo, sino que sepan imprimir en la sociedad, que saldrá de la revolución, una dirección conforme con los principios de justicia, igualdad y libertad ...

(En el Programma dice) ... somos decididamente comunistas ... Pero, en todo esto es preciso distinguir lo que ha sido científicamente demostrado, de lo que se halla todavía en estado de hipótesis o de previsión; se tiene que distinguir lo que debe hacerse revolucionariamente en seguida y mediante la fuerza de lo que será consecuencia de la evolución futura y que debe dejarse a la libre voluntad de todos, espontánea gradualmente armonizada.

Hay anarquistas que preven y preconizan otras soluciones, otras formas futuras de organización social; sin embargo, ellos quieren, como nosotros, destruir el poder político y la propiedad individual: quieren, como nosotros, que la organización de las funciones sociales se haga espontáneamente, sin delegación de poder y sin gobiernos; como nosotros, quieren combatir a todo trance y sin tregua hasta la completa victoria; ellos son compañeros y hermanos nuestros. Aparte, pues, todo exclusivismo de escuela; entendámonos más bien sobre el camino y sobre los medios, y adelante ...

Leyendo estas observaciones con atención se ve que Malatesta estuvo muy al corriente de la situación; destaca sobriamente ciertas creencias llamándolas con su propio nombre hipótesis, y repudia los exclusivismos. Viendo el fracaso de los congresos socialistas de 1889 (julio) dice: ... El último congreso socialista obrero de París, ha indicado su decadencia (la del partido socialista autoritario) y casi su desaparición. Nosotros debemos ser nuevamente socialistas, ha dicho justamente; y la misión de realzar la bandera del socialismo deben cumplirla los anarquistas, los cuales, consecuentes con sus principios, son y serán hasta el fin, antiparlamentarios y revolucionarios ... Pero en el mismo mes de septiembre de 1889 en que apareció el Apello tuvieron lugar las dos conferencias anarquistas internacionales en París, donde se discutió sobre muchas cosas, pero consideráblemente también del edificante problema del robo entre camaradas, que había fascinado entonces a algunos. No hay más que leer los informes publicados y el artículo del Productor del 2 de octubre de 1889, basado sobre las impresiones de Tárrida del Mármol, que estuvo presente. Por lo demás, también estaba presente yo y sé cómo se estuvo a mil leguas del deseo de Malatesta de dejar en paz las diferencias y de buscar un terreno de acción común. Sólo El Productor de Barcelona reconoció el valor de su iniciativa; para los demás un llamado a organizarse fue como un llamado a convertirse en esclavos.

En Italia, Malatesta trató de reunir un partido de acción, los anarquistas y los socialistas revolucionarios, los que, aun votando por Cipriani y Costa, en la Romagna, se creían revolucionarios. El congreso de Capolago corresponde a ese esfuerzo: ver, Manifesto ai socialisti ed al popolo d'ltalia e programma del Partido socialista rivoluzionario anarchico italiano. Risoluzioni del Congreso socialista italiano di Capolago, 5 gennaio 1891 (Forli, 2 de marzo de 1891, 16 páginas in-16o). El primero de mayo ese esfuerzo fue frustrado. Su viaje a Italia central en el invierno de 1893 - 94, sus esfuerzos de 1895 - uno de los cuales, el internacional, ha dejado el proyecto impreso Federazione internazionale fra socialisti-anarchici-rivoluzionari (febrero 1895; 2 páginas in-4o; Londres) -, su llamado a todos en 1899 Contro la Monarchia. Apello a tutti gli uomini di progresso - agosto de 1899; 15 págs. en 16o; sin nombre de autor), y quizás otros esfuerzos -, todo eso corresponde a su plan de reunir las fuerzas militantes antimonárquicas de Italia para derribar primero la Monarquía, después de lo cual cada uno seguiría su propio camino. Internacionalmente quería asociar las fuerzas anarquistas de todos los matices, pero ha debio convencerse en la Internacional anarquista, que el congreso celebrado en Amsterdam, en 1907 (agosto, 24 - 31) había fundado, que los grupos anarquistas de entonces, hasta 1914, no se atenían a ninguna actividad en común y han dejado languidecer esa Internacional, que no ha sido reanimada después.

Sólo él, con algunos camaradas locales, ha sabido reanimar siempre los grupos, entusiasmar al pueblo, hacer un bello periódico -, en 1883 - 84, La Questione sociale, de Florencia; en 1885 el periódico del mismo nombre en Buenos Aires; en 1889 - 90 la Associazione de Niza y Londres; la serie de folletos de 1890 - 91 (Londres) y otra comenzada en 1892; la gran jira de propaganda en España, en el invierno de 1891 - 92; la Agitazione, de Ancona, en 1897 - 98; casi un año de La Questione sociale, de Paterson, New Jersey, 1899 - 1900; algunas pequeñas publicaciones en Londres, Volontá, de Ancona, 1913 - 14 y la semana roja de Romagna; Umanitá Nova, de 1920 a 1922 en Milán y Roma; la revista Pensiero e Volantá, de enero de 1924 a octubre de 1926, en Roma. Ahí y en muchos artículos de otras publicaciones se encuentra su pensamiento en detalle, teórico y aplicado a las mil cuestiones del día. Hasta su última línea, en 1932, se observará esa concepción reflexiva, realista del anarquismo que le fue propia como antes a Merlino.

La inmensa mayoría de los camaradas ha preferido la otra, la que se llamaba optimista, que raya en una inconsciencia pasiva, en una fe en la espontaneidad, en que todo marchará por sí solo, casi automáticamente, en la amorfia apasionada, querida, en el deseo de no vivir más que sobre la más alta cima siempre que estuviera en aislamiento absoluto, y de despreciar como retrógrada toda veleidad solidaria. Sea la rutina, sea la exuberancia han triunfado sobre la voluntad consciente que fue la esencia del ser de Malatesta. No podía darse cuenta, como nadie, de lo que es la voluntad, pero sabía que existe, y entonces hay que aplicarla, y la razón, que sabemos manejar, igualmente. Ellas nos conducen, sin autoritarismo, a dar a la anarquía esa forma de expresión bien hecha, bien razonada, bien proporcionada, que es propia de todo trabajo bien hecho. La anarquía es la vida misma, que entre hombres es la convivencia, el máximo de los beneficios de la automonía y de la solidaridad con el mínimo de fricción y de fuerza perdida. Es la marcha de los astros, como término medio, y no necesariamente el juego inacabable, en apariencia, de los cometas y de los meteoros. Los sistemas de los mundos celestes se componen más bien de astros, y los bólidos son excepción; si eso basta para ellos, también la pequeña sociedad humana, sobre la corteza de la pequeña Tierra, haría mejor en contentarse por el momento con una convivencia lo más armoniosa posible, que con una vida amorfa, atomizada semejante a las carreras erráticas de los bólidos, chispas efímeras.

Por grandes que fueron y sean la actividad y la abnegación de los otros camaradas italianos, en este relato no los discuto, pues no presenta más que reproducciones y combinaciones de las dos corrientes ya descritas: Kropotkin o Malatesta - y algunas veces influencias stirnerianas y otras sobre el fondo de sus propias individualidades y caracteres. Cafiero, Covelli, Fanelli, Friscia, Converti, Giovanni Rossi, Sergio di Cosmo, Paolo Schicchi, Roberto d' Angió, Ciancabilla, Fabbri, Pietro Gori, Luigi Galleani, Bertoni, Edoardo Milano, Ettore y Luigi Molinari, Samaja, Vezzani, Damiani, Borghi son algunos de esos hombres destacados y no olvido a los que han escrito poco o nada y han obrado y se han sacrificado. Se encuentra razonamiento crítico tal vez más que en ninguno en Gigi Damiani, pero todos me parecen diferenciarse de Malatesta en esto, que no tuvieron absolutamente la fe que él tenía en la posibilidad de una revolución social italiana. Tal vez bajo la influencia de los cambios de 1860 a 1870, que había visto, y la de Bakunin, y la de su propio ser, tenía esa confianza directa y la voluntad de reunir los elementos que entablarían esa lucha. Los otros, que habían visto al Estado reforzándose desde 1870, no tenían esa fe y no cooperaban más que a medias o no querían cooperar con él. Así, que se le respetase o se le combatiese - ¡y se creía derribar un tirano al combatirle! - no se secundaba su esfuerzo continuo. Internacionalmente se siguió a la figura más brillante de Kropotkin. ¡Ojalá después de su muerte se llegue a comprender al fin mejor a Malatesta!


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