Índice de La anarquía a través de los tiempos de Max NettlauCapítulo anteriorCapítulo siguienteBiblioteca Virtual Antorcha

El sindicalismo revolucionario en Francia; Fernand Pelloutier; Emilio Pouget. Kropotkin, Malatesta y el sindicalismo (1895 - 1914)

Deseando abreviar este trabajo ya demasiado largo, me queda por recordar las relaciones de nuestros movimientos con el sindicalismo.

En Francia, a partir de 1880, el grupo con su autonomía absoluta, sus actividades voluntarias, la ausencia de fuerzas opuestas, obstáculos y adversarios, si no se buscaba el combate, ha sido una forma ideal de agrupación de los anarquistas, pero si no había un objetivo muy directo en ellos a alcanzar, fue también un aislamiento y una paralización de energías. Fue también un organismo fácil de dispersar y que ninguna colectividad amplia defendía. Entonces en los días de las persecuciones no se recordaba a los sindicatos que en varias épocas habían sido ya una fuerza colectiva ligada a los revolucionarios, - así en los últimos años del imperio de Napoleón III -, sea un abrigo, como durante los años de reacción después de la Comuna. Pouget había recomendado a entrar en ellos ya a comienzos de 1894, cuando todos los otros medios de acción fueron quitados a los anarquistas de París.

Emile Pouget (1860 - 1931) era ya el alma del Syndicat des Employés de Commerce Parisiens de 1879, al mismo tiempo que, socialista desde hacía tiempo, durante el año 1880, se hizo anarquista, y hubo ebanistas, zapateros, sastres, componiéndoselas para ayudarse mutuamente en demostraciones y actos colectivos de diverso género de acción directa, boicots, sabotajes, que se pusieron en contacto con los sin trabajo, etc., y Pouget que había escrito también y hecho circular el folleto clandestino A l´Armée, fue detenido al fin en ocasión de la gran demostración de desocupados en marzo de 1883 y quedó en prisión hasta enero de 1886. Su ausencia probablemente contribuyó a ese mayor aislamiento de los grupos, y puesto en libertad al fin, no pudo ya remediarlo y se creó una tribuna propia por sus periódicos, sobre todo por Le pere Peinard (1889 - 1894, 21 de febrero). Estimuló más que todos los demás los actos de revuelta anarquistas y populares, pero conoció también la debilidad, el aislamiento de los grupos y se decidió, en su destierro en Londres, a ponerle fin.

Conocía la actividad de Fernand Pelloutier (1867 - 1901), que en el congreso de la Fédération des Travailleurs socialiste de l'Ouest (broussistas) celebrado en Tours en 1892, había propuesto el estudio de la huelga general por una comisión especial que expondría su proyecto al Congreso socialista internacional de Zurich en 1893. Pelloutier se estableció en París, en febrero de 1893, donde conoció a Hamon y a Gabriel de La Salle (del Art Social) y por Hamon, como éste ha contado, y la literatura que le proporcionó Hamon, Pelloutier se hizo bien pronto anarquista. Representó la Bourse du Travail de Saint Nazaire, en la Federación de esas Bolsas en París, desde el comienzo de 1894 y en junio de 1895 se hizo secretario de esa Federación, fundada en febrero de 1892.

Ya en el congreso nacional de las Cámaras sindicales y grupos corporativos celebrado en París en julio de 1893, había propuesto que la Federación de los sindicatos se consolidasen en Federaciones industriales por oficios, y su federación local en Bolsas de Trabajo y la federación nacional de esas Bolsas, y también la federación internacional de las Federaciones industriales - lo que corresponde al proyecto elaborado en Valencia en 1871 y que Lorenzo debía proponer entonces a la Conferencia internacional de Londres.

En Nantes, en septiembre de 1894, los guesdistas sufrieron una gran derrota sobre la cuestión de la huelga general. En Limoges, en septiembre de 1895, fue fundada la Confédération Générale du Travail, qudeclaró en sus estatutos que sus componentes debían mantenerse al margen de todas las escuelas políticas. Vegetó sólo hast 1900, sostenida por los reformistas en antagonismo con la Federación de las Bolsas que fue autónoma y comprendió toda la vida revolucionaria de los sindicatos (según Pouget, 1905; naturalmente la vida localmente federada vibraba de otro modo que la de las secciones de oficios federados, dispersos en el país y que no se conocían entre sí).

En ese ambiente se hizo la propaganda teórico - práctica y el esfuerzo organizador - coordinador de Pelloutier de 1893 hasta su muerte prematura en 1901, en tanto que su salud, terriblemente quebrantada, se lo permitió. Hay que analizar sobre todo sus ideas prácticas sobre la huelga general y sus ideas sociales ulteriores que formaban .la base ideal de su esfuerzo presente al organizar sobre las bases renovadas las Bolsas del Trabajo. Su L'Organisation corporative et l'Anarchie (19 páginas in-16o) de 1896 plantea la asociación voluntaria, libre, de productores, como nuestra concepción de la primera forma, transitoria (porque el progreso no se detiene nunca) de la sociedad, y esbozando los órganos de esa vida de asociados, encuentra un germen en los órganos de las presentes Bolsas del Trabajo que prefería llamar Cámaras del trabajo. Las funciones son las mismas y concluye que entre la unión corporativa que está en tren de elaborarse y la sociedad comunista y libertaria en su período inicial hay concordancia. Una y otra quieren reducir toda la función social a la satisfacción de nuestras necesidades y la unión corporativa se liberta cada vez más de la fe en la necesidad de gobiernos y quieren la entente libre de los hombres; la autoridad y la coacción son desterradas; la emancipación obra del pueblo mismo. Que los trabajadores ensanchen pues el campo de sus estudios, comprendiendo que toda la vida social está en sus manos; que no asuman un deber que no obligue más que a ellos mismos, ese es su papel y ahí está también el objetivo de la anarquía.

Así Pelloutier llegó él mismo a enlazar el presente y el porvenir por un mismo órgano que cree capaz de un gran desenvolvimiento, pero lo hace discretamente y con un espíritu muy libertario. Tiene ante todo en vista la comuna libre, que en el estadio inicial tendría puntos de apoyo en las instituciones, relaciones, la experiencia, los hábitos de solidaridad, que las corporaciones locales sabrían formar y adquirir por su actividad incesante en tal sentido. Sabía mejor que todos en qué grado existía ya bien poco de todo eso y que, sobre todo, por el subvencionismo municipal Ia verdadera independencia faltaba a las Bolsas todavía. ¿Qué podía contra todas esas influencias locales? Y más débiles todavía fueron las Federaciones industriales que, si eran revolucionarias, permanecían débiles en miembros e impotentes en acciones económicas, salvo por las acciones de sorpresa o cuarido durante meses todo el esfuerzo fue concentrado sobre una sola huelga local. Y las que fueron numerosas en miembros, eran reformistas y se cuidaban bien de exponerse al riesgo de huelgas demasiado numerosas y acentuadas.

La Histoire des Bourses du Travail (París, 1902, XX, 232 páginas) y su Ouvrier des Deux - Mondes y Monde Ouvrier, la revista de 1897 - 99, no dan más que una débil idea del esfuerzo de Pelloutier, que tenía contra él al Estado, al patronato, a las municipalidades radicales y a los socialistas políticos a quienes privó de los trabajadores como electores. Además los anarquistas llegados al sindicalismo, a excepción de algunos como Georges Yvetot y Paul Delesalle, se interesaban más bien por las Federaciones industriales y por la introducción de métodos más acentuados de lucha obrera directa. Así, como los patronos oponían al boicot de los trabajadores su propio boicot, el lock-out, las listas negras, etc., bajo el impulso de Pouget sobre todo en el Congreso corporativo de Toulouse (septiembre de 1897) se reconoció el sabotaje, derivado del ca'canny (id suavemente) escocés e inglés; véase el famoso informe Boycottage et Sabottage de la Comisión del boicot del Congreso, en depósito en París; 18 páginas in 12o. También en Toulouse la unidad obrera, la combinación orgánica de las Federaciones y de las Bolsas y un diario sindicalista fueron declarados deseables - otros signos de la acción de Pouget y el primer paso hacia una C. G. T. más eficaz. Los miembros de comités y funcionarios menos avanzados se retiran a menudo desde esa época o no son ya nombrados y fue relativamente fácil a los jóvenes anarquistas desinteresados de la política socialista y también algunos allemanistas e incluso blanquistas tomar sus funciones, sin que eso haya cambiado mucho las opiniones de los miembros, que dejaban hacer a esos hombres de ímpetu y de voluntad que supieron mostrarse útiles, tenaces, adquiriendo prestigio y popularidad.

Esa nueva generación tuvo el predominio en el Congreso de París en septiembre de 1900; la Voix du Peuple semanal redactado por Pouget fue fundada (1 de diciembre) y Pouget propuso la teoría y la práctica sindicalista en sus escritos de eminente precisión. Así Greve générale réformiste et Greve générale révolutionnaire (no firmado; 1902, 24 páginas in-12); - Les Bases du Syndicalisme (1904; 24 páginas) ; - Le Syndicat (1904) ; Le Partí du Travail (1905); - L' Action directe (1907) a los que debían seguir todavía La Greve, Label et Boycott, Sabotage, Antimilitarisme, la Greve générale y otros; se tiene de él en otra serie La C. G. T., Le Sabotage, L' Organisation du Surmenage; le Systeme Taylor (1908, 1910, 1914) ; y la utopía firmada por Emile Pataud y por él, Comment nous ferons la Révolution (octubre de 1909, VIII, 298 páginas). Pouget profesa la hipótesis de la organización sindical como organización fundamental de la sociedad nueva; véase el Syndicat (1904). Delesalle (1900), basándose en Pelloutier, expresa la misma hipótesis del embrión. Griffuelhes en 1909 (Le Syndicalism révolutionnaire, París, 28 páginas) expresa graves dudas al respecto, diciendo que no podemos prever las formas del porvenir como los autores y los filósofos del siglo XVIII no han podido indicar las formas exactas de la revolución de 1789 que se anunciaba por tantos signos y que ellos mismos preparaban. Pouget había proclamado entonces altamente los sindicatos embriones de los organismos de la sociedad nueva como los grupos que harán la obra de la transformación social, en 1908 (véase, La Confédération Générale du Travail, página 26). Así los dos sindicalistas más destacados, los que hasta 1908 eran omnipotentes en la C. G. T. y que, por lo que sabe de la opinión general, han cooperado armoniosamente, eran de opinión diferente sobre esta cuestión tan a menudo puesta en primer plano - Pouget decididamente afirmativo, Griffuelhes, profesando que no sabía, agnóstico pues.

Pouget ha confirmado o debilidado, como se quiera, esa idea por la utopía de 1909, sobre la cual Kropotkin ha formulado su opinión después de madura reflexión en el prefacio de la edición francesa de 1911 y en un texto revisado, el de la edición rusa de 1920, precedido el todo por observaciones en algunas cartas que hay que conocer. Vaciló mucho, y si el plan Pouget le agradó como afirmación de voluntades obreras colectivas, se preguntó sin embargo, lo que ocurría en todo eso con la anarquía, que le era tan cara y que para Pouget y Pataud parecía como nula y no existente; porque no existiría ni antes de su sociedad nueva, que es la C. G. T. continuada, ni durante ella, ni, puesto que han descrito una sociedad simpática, habría una necesidad de abandonarla por otro sistema. Griffuelhes, al contrastar los sistemas ante - revolucionarios y las peripecias inescrutables, antes de la revolución francesa, ha comprendido bien que los sistemas proponen el máximo, puesto que se han formado en el vacío, y las revoluciones ejecutan un mínimo, puesto que todos sus factores carecen aún de experiencia, tropezando con obstáculos y siendo desorientados por tantos factores imprevistos.

Cuando Pouget escribió esa utopía, había ya una teoría nueva, la de los consejos de delegados obreros, que fueron considerados también embriones del nuevo poder revolucionario ( v. el informe del Comité central del partido socialdemócrata obrero de Rusia al Congreso de Copenhague, en junio de 1910 sobre los acontecimientos rusos en 1905.y años siguientes). Las reuniones de barrio (Kropotkin), los sindicatos (españoles hasta 1888, Pouget, etc.), las reuniones soviéticas de 1905 y en la teoría bolchevista son ya tres embriones rivales y el municipio libre ofrece otras posibilidades todavía, y así sucesivamente.

Vale la pena de observar de cerca el advenimiento del sindicalismo de los años 1900 a 1908. La Bolsa del Trabajo, la base de la comuna libre, el ideal de Pelloutier pasa a segunda fila frente a la Federación de las industrias, el reemplazante futuro del Estado. Lo mismo que veinte años antes entre broussistas y comunalistas y guedistas conquistadores del Estado, los estatistas han relegado al segundo plano a los comunalistas. Desde que hay poder en cuestión, el mayor poder es el más atractivo. En el Congreso de Montpellier (septiembre de 1902) las Bolsas y las Federaciones constituyeron esa organización de conjunto que funcionó a partir del 1 de enero de 1903; diez años después se sintió la necesidad de Uniones departamentales de los sindicatos (véase, la Conferencia de julio de 1913). La lucha contra el millerandismo (sutil corrupción por favores gubernamentales) , contra el militarismo, las relaciones más agrias que dulces con las organizaciones sindicales de los otros países, especialmente los alemanes reformistas y socialdemócratas, capitaneados por Legien, las luchas entre revolucionarios y reformistas en la C. G. T. misma, y un número de huelgas a veces ganadas de golpe, a veces prolongadas y difíciles llenan años desde 1900, y en el Congreso de Bourges (otoño de 1904) se cree poder dar un paso decisivo, el de preparar la imposición de la jornada de ocho horas por acción directa, de grado o por fuerza, el 1 de mayo de 1906.

Ese acto puso a las fuerzas de la C. G. T. hasta entonces no ensayadas ante una tarea definida, y disfrutando de un prestigio que se llamaría misterioso y bastante grande, ante una promesa formal de breve plazo; fue mal aconsejado. La agitación febril fue afrontada por la resistencia gubernamental persecutora y dando la impresión de querer provocar la masacre, y la resistencia feroz del patronato, y no triunfó en proporciones imponentes. Y en ese mismo mes de mayo de 1906 hubo elecciones que dieron a los socialistas, principalmente a Jaurés, un primer puesto, e hicieron casi perder de vista el sindicalismo. El revolucionarismo insurreccionista de Hervé atrajo en esos afios elementos inquietos del anarquismo y del sindicalismo, que se agitaban inútilmente, para ser licenciados años más tarde por Hervé, cuando dio a todo vapor máquina atrás.

El Congreso de Amiens (octubre de 1906), considerado con buen derecho como el apogeo de la C. G. T. fue para ella en realidad un supremo esfuerzo: la causa revolucionaria fue victoriosamente afirmada por la famosa resolución llamada a menudo la Charte d' Amiens - en recuerdo de la famosa constitución comunal de Amiens en el siglo XII (estudiada por Augustín Thierry en 1856) -, una de las más altivas declaraciones sindicalistas redactada probablemente por Pouget y que sufrió pocas alteraciones. El sindicato, hoy un grupo de resistencia, será en el porvenir el grupo de la producción y la distribución, la base de la reconstrucción social. Sobre esa tarea se ha fundado el deber de todos los trabajadores de formar parte de él, cualquiera que sean sus tendencias políticas o filosóficas. Como individuos son libres de obrar según esas tendencias, siempre que no introduzcan sus opiniones del exterior en el sindicato. La acción económica directa contra el patronato es lo único que importa, y las organizaciones no tienen que preocuparse de los partidos y de las sectas, que fuera de ellas y a su lado pueden aspirar en plena libertad a la transformación social.

Esos textos, resumidos aquí, y sobre los cuales se ha basado la no menos famosa frase del sindicalismo que se basta a sí mismo, no me parecen un grito orgulloso de exclusivismo y de desafío lanzado al socialismo y también a la anarquía. En la situación de entonces fue, me parece, sobre todo una línea de demarcación que debía impedir la ingerencia socialista, pero que no debía impedir a los socialistas entrar en los sindicatos, se les respetaría en ellos, pero se les rehusaría el derecho a poner una mano política sobre las agrupaciones económicas. En los anarquistas, los militantes sindicalistas no han debido siquiera pensar: eran amigos de los sindicatos y lo fueron ellos mismos, Pouget y sus camaradas, o eran adversarios teóricos, absteniéndose en la práctica, pero no en cantidad que hayan podido pesar en la balanza. No se quería a los socialistas políticos, pero no se puedo hacer contra ellos más que esa delimitación, y la Charte d' Amiens lo hizo muy dignamente.

En cuanto al porvenir, toda generalización es en el fondo una usurpación, una dictadura, puesto que pasa sobre las minorías, a las que se llama excepciones. Y cada usurpación general arrastra otras consigo. Así la proclamación del Estado Socialista dueño del mundo del porvenir, ha forzado la del grupo de los sindicatos, y pronto los soviets hicieron lo mismo, y los tres son o serán especies de Estados.

Desde Amiens, dígase lo que se diga, el sindicalismo francés tuvo enemigos más decididos que nunca a dominarlo por todos los medios. Los reformistas, siempre en minoría por los numerosos pequeños sindicatos, no querían esperar más. El herveismo florecía en La Guerre sociale (a partir de diciembre de 1906), enrolando a los jóvenes. Un sindicalismo, esta vez de verdadero orgullo, fue enarbolado por algunos intelectuales (L 'Action directe, el periódico de 1908) y - eso verdaderamente por amor a la causa y por entusiasmo - por categorías verdaderamente militantes de trabajadores, sobre todo la construcción, los terrassiers, y hubo la pequeña guerra contra los amarillos, las chasses au renard (cazas al zorro). En esas condiciones en 1908 bajo el ministerio Clemenceau la C. G. T. cayó en una verdadera acechanza que puso fin al ascendiente revolucionario de los años a partir de 1900. Para protestar contra una masacre en ocasión de una huelga prolongada a alguna distancia de París, elementos apasionados en París propusieron ir allí en gran número para hacer una reunión. Contra la opinión de los militantes de experiencia se aceptó eso, y entonces fueron todos; fueron horrorosamente heridos y maltratados por los soldados de Clemenceau, y todos los militantes destacados fueron detenidos durante varios meses y puestos en libertad sin proceso. Una protesta por una huelga general de un día en París fue saboteada por los reformistas (los tipógrafos que entonces mostraron audacia). Otros eligieron el momento para una intriga contra el secretario prisionero. Los mineros reformistas entraron en la C. G. T. para arrojar su peso del lado reformista. Pouget, uno de los presos, se retiró en esa ocasión de este ambiente; Griffuelhes no quiso ser más secretario, pero siguió militando y puso al desnudo las intrigas en el congreso de 1910. El nuevo secretario, elegido en febrero de 1909, L. Niel, fue reformista ambiguo, y su posición se volvió imposible después de algún tiempo. Entonces León Jouhaux, de los fosforeros, fue elegido secretario como hombre de confianza de los revolucionarios y lo sigue siendo aún. La C. G. T. de 1909 a 1914 no abandonó ninguna de sus profesiones de fe y de sus reclamaciones; publicó el diario La Bataille Syndicaliste (a partir de abril de 1911); se organizó en el detalle, llegó a ser numerosa; pero todo el mundo comprendió que sus resortes de vida estaban rotos desde 1908, desde 1906 quizás ya, sus esperanzas, su ímpetu ascendente, su influencia sobre la opinión popular. Entusiastas como James Guillaume no quería ver eso. El ambiente de La Vie Ouvriere se tomaba el mayor trabajo por afirmar y profundizar las ideas. Estoy lejos de pensar que la culpa de la falta de éxito era de los militantes, que hicieron lo que pudieron, aunque algunos en el curso de los años se deslizaron en la rutina y el funcionarismo. Fue ya la atmósfera asfixiante de anteguerra cuando, sin darnos cuenta y en medio de nuestra incomprensión, se preparó todo sutilmente para la hecatombe.

La revolución rusa de 1905 - 06, el gran prestigio de la C. G. T. de 1904 a 1906, y el alerta de guerra de 1906 coinciden aproximadamente, y la represión rusa por Stolypin, esos años terribles del Terror en Rusia, en 1907 - 1908, las persecuciones de los antimilitaristas y de la C. G. T. por Clemenceau, esos mismos años coinciden también. Luego en Rusia las corrientes nacionalistas, desmoralizadoras, progromistas fueron favorecidas, y en Francia Hervé cambiaba de casaca, el sindicalismo se asentaba y hubo esas horrorosas desviaciones hacia el corporativismo, un sindicalismo realista y una mentalidad fascista, que se han cubierto con el nombre de Georges Sorel entonces, el cual ha podido tener objetivos y visiones socialistas, pero que se hizo muy culpable de su indulgencia hacia el ambiente circundante.

Fue una desgracia también que en los otros países, donde el sindicalismo nacía entonces, se conociese justamente la C. G. T. de los años 1909 a 1914, y se creyese que debía tomarse por modelo; se imitó una forma cuyo espíritu, el de los años de 1900 a 1908 había desaparecido. Internacionalmente había esa situación singular, que la C. G. T. no se creía entre sus pares más que con las grandes organizaciones nacionales, casi todas socialdemócratas, y con ellas se las arreglaba, de suerte que esas relaciones ficticias, sobre todo con los alemanes, no hicieron más que aumentar las animosidades nacionales de esos años. Y, ligada por esas relaciones formales, rehusaba estimular los movimientos sindicalistas que se levantaban en lucha difícil contra las vastas organizaciones reformistas y no quiso tener nada que ver con los esfuerzos para crear una Internacional sindicalista. Hubo esos esfuerzos entre holandeses, ingleses, alemanes; por otra parte hay que notar el trabajo asiduo, constante de James Guillaume, para reunir los suizos, los españoles, los italianos en torno a las ideas y a la esfera de amistad de la C. G. T., que le dejaba hacer, pero que en suma se interesaba muy poco en lo que tenía en vista. Todos estos esfuerzos de relaciones internacionales culminaron en animosidades, malentendidos, embrollos formidables de que testimonia el Congreso celebrado en Londres en septiembre de 1913.

Se exageran mucho las simpatías sindicalistas de Kropotkin. Este era un verdadero anarquista, lo que implicaba simpatías hacia todo progreso en libertad (asociación voluntaria) y en solidaridad (cooperación comunista) y hacia la creación de fuerzas revolucionarias (el proletariado organizándose y rebelándose). Pero conociendo los hábitos autoritarios de las masas, su penetración e impulsión por militantes libertarios - en el sentido de la Alianza en la lnternacional - le pareció necesario. Los militantes como Pelloutier, Pouget y sus amigos no hicieron otra cosa. Los socialistas políticos y los moderados habían inspirado a los sindicatos después del aplastamiento de los revolucionarios de la Internacional, desde 1871 a 1892. Viendo a los libertarios adquirir la supremacía en ellos, tuvo Kropotkin una gran satisfacción, y en enero de 1898, de regreso de los Estados Unidos, por ejemplo, saludó tres movimientos que existían ya en germen: la federación de los sindicatos tomando en las manos las fábricas y la producción; las cooperativas que harían la distribución y el municipio que tomaría el suelo, las viviendas, etc. para las necesidades de sus miembros. Pero reconoció también que los socialistas, los anarquistas, tenían razón al quedar como teóricos, en lugar de ser absorbidos por un esfuerzo práctico que no servirá más que a una pequeña parte de los trabajadores (véase: Les Temps Nouveaux, 24 de agosto de 1895). El grupo de los estudiantes de París, en un folleto publicado en 1898, aboga por el trabajo de los anarquistas en los sindicatos, pero rechaza claramente la hipótesis del embrión; el sindicato, adaptado a las luchas del presente, desaparecerá o se modificará, dejando el puesto a las asociaciones productivas libres; Kropotkin en su carta a los estudiantes (abril de 1897), en tanto que la conozco (véase Le Temps Nouveaux, 25 de mayo de 1907) no reivindica la hipótesis del embrión. En 1905, en Syndicalisme et révolution, Pierrot no habla de esa hipótesis. Artículos en inglés y cartas de 1900 a 1902 muestran a Kropotkin proponiendo una Labour Convention inglesa, una Federación internacional de todas las tradeunions del globo, una Alianza obrera internacional (con un núcleo íntimo) o una red Internacional obrera sindical, proposiciones todas para recomenzar la acción socialista entre los trabajadores frente a los políticos socialistas a quienes ve tomar el predominio (véase: La Réaction dans l'lnternationale, Le Temps Nouveaux, 14 de septiembre de 1901). Es reconfortado por las grandes huelgas de 1902, 1903 (véase: Las guerras obreras en La Huelga General de Barcelona, 5, de mayo de 1903; en el prefacio a la traducción italiana de Palabras de un rebelde en Le Réveil, 4 de junio de 1904; una carta a James Guillaume, 5 de mayo de 1903, etc.). Escribe a Guillaume: En una palabra, hemos trabajado (en Le Révolté - La Révolte.Temps Nouveaux) precisamente en la dirección que has indicado y planteado desde 1869. Y - lo que es de notar -, es esa corriente la que ha dominado a las otras, después de todo. El reciente desenvolvimiento sindical, no podríamos menos que aprobarlo (12 de junio de 1903; Guillaume se volvió a aproximar entonces de nuevo al movimiento).

Escribiendo para los jóvenes anarquistas rusos (en Le Syndicat russe, aparecido en agosto - septiembre de 1905), Kropotkin aconseja a socialistas y anarquistas, fundar sindicatos independientes, pero en octubre declara que el puesto de los anarquistas está en el pueblo y consagrándose al trabajo organizador, derrocharía nuestras fuerzas en una tarea que se hace no obstante - punto de vista amplio - que la situación de entonces explica acabadamente. Bien pronto vio que las corrientes antiorganizadoras expropiacionistas, individualistas predominaban de tal modo - se dio cuenta en París, en septiembre de 1905 y después -, que se pronunció entre sus camaradas rusos en octubre de 1906, en el periódico ruso de Londres (de octubre de 1906 a juiio de 1907) y en otras partes a favor de las actividades sindicalistas, declarando, por ejemplo, que los anarquistas consideran los sindicatos como células - germen (yacheika) de la construcción social futura. ¿Hay que entrar en los sindicatos que existen en Rusia o fundar sindicatos anarquistas? Piensa en el hecho que en España los anarquistas forman sindicatos sin partido y adquieren influencia en ellos, pero si es preciso en Rusia reconocer el programa socialdemócrata, quisiera más fundar sindicatos nuevos, aunque sean pequeños.

Cuanto más fue recordado por Guillaume, cuya obra L' Internationaile, tomos I y 11, desde 1864 a 1872, había aparecido en 1905 y 1907, a las ideas del tiempo hasta la caída de la Comuna, más Kropotkin se indignó entonces contra el tiempo perdido durante el predominio socialdemócrata. En fin, se verán sus sentimientos por estas palabras escritas a Guillaume, el 6 de agosto de 1907: Los sindicatos han sido durante veinte años la presa de los Dupire, de los Basli, hasta que los anarquistas después de haberse creado un derecho a la vida por medio de la dinamita, se dirigieron hacia los sindicatos a fin de hallar en ellos un campo para nuestras ideas. Pero si durante ese tiempo no nos hubiéramos separado claramente de los Basly y de los Guesde - en táctica, en organización, como en idea - es posible que hasta el presente la idea no hubiese sido destacada ... Kropotkin escribió también en agosto de 1907 (prefacio al folleto de Goghelia, sobre el sindicalismo, en ruso) que ese estudio muestra en qué grado las opiniones presentes de los sindicalistas franceses están orgánicamente ligadas con los comienzos formados en el ala izquierda de la Internacional y la ligazón estrecha entre el ala izquierda de la Internacional y el sindicalismo presente, la ligazón estrecha entre anarquismo y sindicalismo y la contradicción ideal entre el marxismo y los principios de la socialdemocracia y el sindicalismo se ponen de relieve por los hechos comunicados en este trabajo. Goghelia había citado, por ejemplo, a Yvetot que escribió en Le Libertaire, del 17 de diciembre de 1905, que nuestro anarquismo sindicalista coincidía totalmente con el anarquismo federalista de Bakunin. Pelloutier había escrito en 1895 que lo mismo que el partido alemanista y los sindicatos que se liberan del yugo marxista, se veía al elemento anarquista comunista que continúa ahora la obra de Bakunin y se consagra a la educación de los sindicatos.

Kropotkin a excepción de esa carta a Pouget; en 1909, que es desconocida, pero que es la base del prefacio de 1911 a la utopía de Pataud y Pouget, ha escrito muy poco sobre el sindicalismo de los años 1908 a 1914, me parece. En el artículo de Freedom sobre el sindicalismo y el anarquismo (julio - agosto de 1912) y el ensayo sobre el desenvolvimiento de las ideas anarquistas, en la Encyclopedie du mouvement syndicaliste, mayo de 1912, habla en sordina; la hipótesis del embrión no se encuentra allí. Escribe el 2 de marzo de 1914 a Bertoni, en ocasión de la acerva discusión entre Guillaume y él: Mi opinión es absolutamente la expresada por Malatesta en Volonta, del 7 de febrero de 1914, y a la cual te asocias tú. El sindicato es absolutamente necesario. Es la única forma de asociación obrera que permite mantener la lucha directa contra el Capital, sin caer en el parlamentarismo. Pero evidentemente no lleva a ello mecánicamente, puesto que tenemos por ejemplo en Alemania y en Francia y en Inglaterra, los sindicatos ligados a la lucha parlamentaria, y en Alemania, los sindicatos católicos, muy poderosos, etcétera. Es preciso el otro elemento de que habla Malatesta y que Bakunin ha practicado siempre

Malatesta había escrito en ¿A dónde lleva el movimiento obrero? el artículo de Volonta traducido en Le Réveil, del 7 de marzo de 1914: Bakunin esperaba mucho de la Internacional, pero fundó sin embargo la Alianza ... que fue verdaderamente el alma de la Internacional en todos los países latinos; ese es el otro elemento de que habla Kropotkin, al que perteneció él mismo desde 1877, que sostuvo en sus cartas de 1881 y de 1902 y que, según él, era indispensable para una aglomeración obrera que así sería inspirada en el sentido ateo, socialista, anarquista, revolucionario, como escribe Malatesta, mientras que sin él inspirarían otros a los sindicatos en el sentido socialdemócrata, católico u otro. Malatesta dice con su franqueza: ¿Por qué ocultar ciertas verdades, hoy que son del dominio de la historia y pueden ser una enseñanza para el presente y para el porvenIr?

Resulta que ni Bakunin ni Kropotkin, ni en el fondo, a pesar de que se persuadiese más tarde él mismo, Guillaume, han creído en secciones o sindicatos como aglomeraciones de las cuales saldría automáticamente la solución práctica de las cuestiones presentes y que por eso mismo serían la base legítima de la sociedad libre del porvenir. Tal sociedad tiene necesidad del sentimiento, la voluntad, la acción, la experiencia de la libertad y esos factores, aún desarrollándose en buenas condiciones, tienen necesidad de un despertar, de una evocación y de algún apoyo educativo por los mejor preparados. Los internacionales españoles que han proclamado, a partir de 1870, la organización presente de su sociedad convertible en la estructura de la sociedad futura, eran al mismo tiempo de la Alianza, y Guillaume, Pelloutier, Pouget, Kropotkin, tenían todas las palancas de impulsión personal e ideal por relaciones, por periódicos, etc. Fueron iniciadores que debían suplir a la falta de savoir - faire y a la inercia de los elementos todavía poco educados.

Si se hubiese dicho simplemente que en ocasión de una revolución, evidentemente, y después de su victoria las organizaciones existentes, si su acción ha sido de valor y util, serán probablemente un punto de apoyo en los primeros momentos, pero que, si se quiere crear algo nuevo, no hay que quedar apegados al pasado y, por consiguiente, es poco probable que los grupos de ayer sirvan todavía al día siguiente, entonces se habrían evitado todos esos malentendIdos de partídanos demasIado fIeles, que tomaron la exageración de 1869 al pie de la letra. Todo eso se dijo para estimular, pero no para fijar de antemano la constitución de una sociedad que, si se apareja con los elementos organizadores de hoy, no sería más libre de lo que lo somos actualmente. Es una restricción de la idea, son esperanzas cortadas, se aspira hacia lo nuevo y se es condenado a ver perpetuarse un cuadro presente. Eso no es reconstrucción - es replica a una construcción que en ninguna parte todavía, ni en la internacional, ni en la C. G. T., ni en la C. N. T. presentes ha producido la armonía ni las interrrelaciones muy seguidas y prácticas - sería un mal comienzo el de la constitución de tales organismos. Si eso se hiciese realmente, seriamente, sería desde la primera hora el equivalente de una estabilización forzosa, un organismo intangible como un gobierno provisionario o los Comités o Consejos cualquiera, en una palabra una dictadura. Que los que creen todavía en eso cesen de mecerse en esas falsas esperanzas.

Kropotkin ha hablado de otro modo en su bello artículo Insurrecciones y revolución escrito para Tierra y Libertad (Barcelona), 3 de agosto de 1910, en texto francés en Temps Nouveaux, 6 de agosto de 1910. Por ejemplo: Precisamente sabemos que un motín puede hacerse en un día y cambiar de gobierno, y que una revolución necesita tres o cuatro años de tormenta revolucionaria para llegar a un resultado tangible, a un cambio serio, durable, en la distribución de las fuerzas económicas de una nación; precIsamente por eso decImos a los trabajadores:

Las primeras insurrecciones de una revolución no pueden tener más objetivo que perturbar la máquina del gobierno, detenerla, romperla. Y es necesario obrar así para hacer posible los desarrollos sucesivos de la revolución ...

En todo caso, si fuera necesario esperar que la insurrección comenzara por una revolución comunista (libertaria), habría que renunciar a la posibilidad de una revolución, porque por ello habría necesidad de que la mayoría se pusiera de acuerdo para la realización de un cambio comunista ...

Unicamente después de haber trastornado y debilitado el gobierno del Estado y sus cimientos morales, comenzaron a extenderse y precisarse en las masas las ideas anárquico - comunistas. Únicamente entonces, apartados o inutilizados los primeros obstáculos, la vida presenta los grandes problemas de la igualdad eeonómiea; entonces, y únicamente entonces, excitados los ánimos por los acontecimientos, se lanzan ala destrucción de las viejas formas y a la construcción de las nuevas relaciones. Entonces, y jamás en condiciones diferentes, la anarquía y el comunismo se impondrán como soluciones inevitables.

Entonces comenzará la revolución que representa nuestras aspiraciones, la que responde más o menos a nuestro anhelo ...(Londres, 20 de julio de 1910).

¿Se dirá que no hubo nunca sindicalismo en la opinión de Kropotkin al leer estas líneas? Es que, emocionado por el período ascendente de movimientos huelguistas y de afirmaciones sindicalistas, desde 1902 a 1907, había estimulado el sindicalismo, y viendo la semana roja de Barcelona, en 1909, las insurrecciones campesinas en México y la guerrilla revolucionaria incesante en Rusia en esos años, fue fuertemente inspirado por todo ello entonces y al ver lo que pasaba realmente, no habló de las veinticuatro horas y de la toma del montón de La Conquista del pan y comprendió que el comunismo anarquista se implantaría al fin de algunos años de revolución y no al comienzo.

En cuanto a la actitud de Malatesta hacia el sindicalismo, se tiene en muchos de sus artículos y muy bien, por ejemplo, en las discusiones del Congreso internacional anarquista de Amsterdam, 1907, y por sus artículos después de ese congreso en Le Temps Nouveaux y en Freedom. Como para él la huelga general no reemplazaría a la anarquía. Son gestos y cuadros los dos primeros; y el objetivo hacia el cual deben tender, el espíritu, sea una Alianza o una Federación Anarquista Ibérica, una agrupación secreta o pública, los que la representan, o algunos hombres de iniciativas y de voluntad libertarias, impulsará a los sindicatos educativamente y como inspirador hacia el comunismo libertario; si no, otros los dirigirán hacia otros fines; están siempre ahí y no acechan más que la buena ocasión.

Todo eso es simple y no valía una treintena de años de discusiones, que duran aún. El porvenir libre no será la presa de una guerra de conquista. No pertenece ni al ejército que obtenga la victoria, aunque fuesen los sindicatos, ni a los grandes jefes que los conducen, como no reconocemos las conquistas de Napoleón, Lenín o Mussolini. El sindicalismo de aquellos que piensan de otro modo, sería un militarismo, un fascismo económico, que sueña con la conquista y la omnipotencia. La lucha verdaderamente revolucionaria derriba los obstáculos, desbroza el terreno y en cuanto puede, pone las manos en la masa de la obra nueva que correría probablemente mucho riesgo de ser empequeñecida, retardada, obstruida si se quisiera canalizar en cuadros viejos, aunque fuesen los sindicatos ... Hagamos tabla rasa del pasado ... ese es el espíritu del porvenir.


Índice de La anarquía a través de los tiempos de Max NettlauCapítulo anteriorCapítulo siguienteBiblioteca Virtual Antorcha