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Proudhon y la idea proudhoniana en diversos paises, principalmente en Francia, en España y en Alemania

Hubo necesidad de cincuenta años, después de la inauguración de la autoridad intensificada por la Revolución francesa poco después de las aspiraciones liberales de 1789, antes de que se levantara en Francia una voz poderosa y lanzase un reto a todas las autoridades - y fue la voz de Pierre Joseph Proudhon (1809-1865). La crítica libertaria del siglo XVIII, sofocada por el culto a la autoridad, renació en él y por largo tiempo aún, hay que decirlo, sólo en él en su país. Tuvo el buen sentido de comprender que durante esos cincuenta años no se había hecho más que multiplicar las autoridades, las nuevas feudalidades: La feudalidad de la burocracia del Estado centralizado, la del ejército y del clero reorganizados, la de la burguesía que trataba sólo de enriquecerse, el espíritu conservador de la propiedad campesina, y la esperanza de dominación sobre el mundo productor alimentado por jerarquías socialistas nacientes. Los productos mismos gemían bajo el yugo de todas esas imposiciones. Proudhon, sólo, opuso a todo eso en 1840, su grito por la anarquía y puso al desnudo el mal de toda autoridad, fuese religiosa, estatista, propietaria o socialista. De él data el socialismo integral, es decir, el de las liberaciones reales y completas.

Así, para no citar más que algunos líneas de sus Confesiones de un revolucionario (1849) ; págs. 232-3 de la edición de 1868) El Capital, cuyo análogo en el dominio político es el gobierno, tiene por sinónimo en la religión el catolicismo. La idea económica del Capital, la política del gobierno o de la autoridad y la idea teológica de la Iglesia son tres ideas idénticas y variablemente ligadas; atacar a una significa atacarlas todas, como saben hoy exactamente todos los filósofos. Lo que el Capital hace al trabajo, y el Estado a la libertad, lo hace la Iglesia, por su parte, al espíritu. Esa trinidad del absolutismo es en la práctica tan funesta como en la filosofía. Para oprimir eficazmente al pueblo hay que encadenar simultáneamente su cuerpo, su voluntad y su razón. Cuando el socialismo quiera mostrarse de un modo completo, positivo, libre de todo misticismo no tiene más que hacer una cosa, poner en circulación espiritual la idea de esa trinidad ...

Es lo que hizo Bakunin en 1867 con la proposición positiva del federalismo, del socialismo y del antiteologismo, lo que algunos años más tarde los internacionalistas españoles e italianos expresaban por anarquía, colectivismo y ateísmo. Es la emancipación intelectual, política y social, que implica la emancipación moral, y, sobre esa base, el libre desenvolvimiento de la humanidad adulta y regenerada. Godwin y Proudhon fueron, por tanto, los primeros en mostrar ese camino y, como manifestación de pensadores verdaderamente libres, importa poco que las proposiciones o consejos de detalle sean imperfectos. Cuando es hallada una nueva gran idea, pasa siempre algún tiempo antes de que sus aplicaciones hayan tomado una forma verdaderamente práctica; piénsese en la electricidad, que se comenzaba a conocer en sus posibilidades teóricas en tiempo de Godwin y, mucho mejor, cincuenta años más tarde, en tiempo de Proudhon, pero cuyas aplicaciones prácticas universales no se generalizan más que cincuenta años después y en nuestros días. Godwin y Proudhon tenían a su alrededor en socialismo, menos aun que los químicos y los técnicos de su tiempo en aplicaciones y experiencias probadas.

Renuncio, pues, aquí a esbozar los tanteos prácticos de Proudhon, cuyo desenvolvimiento muy gradual puede ser examinado por sus notas y cartas, como Daniel Halevy (La Jeunesse de Proudhon, 1913) ha comenzado a hacer, trabajo muy extenso y no terminado todavía. Es maravilloso cómo vive en Proudhon el reconocimiento casi instintivo del mal autoritario que ha invadido su país con intensidad enorme en el momento mismo en que se puso con todo entusiasmo y buena fe a destruir su forma menos desarrollada aún, el antiguo sistema. Durante veinticinco años seguimos en la disección de la autoridad por Proudhon y su esfuerzo por agrupar a los hombres para una obra común que les pusiese fuera de las garras de esa autoridad que, privada de la servidumbre voluntaria de los que la alimentan, perecería por sí misma de inanición y de impotencia. Importa muy poco si Ios primeros medios propuestos eran o no practicables. Todos se basaban, sin embargo, en la elevación del hombre, en su acción social consciente, en el ejercicio de esa condición de toda convivencia humana, la igualdad y la reciprocidad (el mutualismo). El problema se planteaba así entonces: lo que se puede exigir y esperar del hombre normalmente social, es esa reciprocidad como un mínimo, y no es la generosidad (el comunismo) que es un máximo. Nada más fácil que presuponer o prometer esa generosidad que, sin duda, nacerá un día, pero inmediatamente no se puede más que tratar de introducir un poco de honestidad ordinaria en las relaciones entre los hombres, y tales fueron el camino equitativo de Warren, el mutualismo de Proudhon.

Fiaba todavía en las tendencias asociativas y federativas de los hombres, que han establecido entre ellos un grupo local y general, según sus necesidades económicas y su vida real, fuerzas que el centralismo y el estatismo combaten en interés de monopolistas del poder y de la propiedad. Restablecer la acción libre de las asociaciones y federaciones contra esa intervención del monopolio, será obra directa a realizar, y de ese esfuerzo continuo nacería el aislamiento de los Estados, lo cual llevaría a su liquidación, y a la asociación y a la federación de los organismos de verdadera utilidad social, según sus necesidades y sin obstáculos autoritarios.

Se conoce más a Proudhon por un número restringido de sus trabajos, sobre todo ¿Qué es la propiedad? o Investigaciones sobre el principio del derecho y del gobierno (1840), la primera memoria, seguida de otras dos dirigidas al profesor Blanqui (hermano del revolucionario) y al fourierista Considérant, y explicaciones dirigidas al Ministerio Público (el procurador del Rey) en 1841 y 1842. Las Confesiones de un revolucionario, para servir a la historia de la revolución de febrero (París 1849, 107 páginas in. 4o), recolección de artículos de 1848, analizando sobre todo la maniobra gubernamental y las mistificaciones o locuras de los partidos autoritarios durante una parte del año 1848; en el espíritu de ese libro está escrito el famoso Prologue d'une Révolution. Février - Juin 1848; por Louis Ménard (París, 1849, en las oficinas del Peuple - el diario de Proudhon -, 319 páginas) , el origen de lo que culminó en la masacre del proletariado de París en junio de 1848 - Idea general de la revolución en el siglo XIX. París 1851, VIl, 352 págs. en 8o) - De la Justice dans la Révolution et dans l'Eglise (París 1858, 3 vol. de 520, 544 y 612 págs en 18o, y la edición de Bruselas, aumentada, en 1860-61, en 12 partes. - Du Principe fédératif et de la nécessité de reconstituir le parti de la Révolution (París 1863, XVIII, 324 págs. en 18o) - De la capacité politique de la clase ouvriére (París, 1865, VI, 455 págs. en 18o; obra póstuma). Luego la colección de su Correspondance, 1875, en 14 volúmenes en 8o, de 5303 páginas, una amplia serie a la que se agregan otros grupos de cartas publicadas, los periódicos y otras notas privadas. Y el gran número de escritos de que no hablo aquí. Es una obra enorme, cuya parte crítica sigue siendo de una actualidad palpitante, si se sabe uno dar cuenta de las situaciones y problemas que pesan sobre nosotros y nos aplastan todavía hoy, porque aun no hallaron solución razonable.

Así los gobiernos, los políticos, las finanzas, la burguesía, el nacionalismo, las guerras son analizadas por él en lo vivo, con la mano en el saco (del pueblo) en innumerables ocasiones durante los reinos del burguesismo puro (Luis Felipe), de los revolucionarios jacobinos (1848), del cesarismo y la dictadura imperial y militar, el nacionalismo europeo, factor dominante desde 1859, y del cual se deriva la serie de guerras que nos rodea siempre. A falta de un Proudhon, que no lo tiene esta época, las lecciones por comparación que se sacarían de esa obra prestarían grandes servicios a los libertarios de hoy, que deben aun hallar los caminos de la teoría a la práctica ya la crítica de los hechos reales, tal como supo hacerla Proudhon, no imitándole directamente, pero inspirándose en su ejemplo y aprovechando su experiencia.

Supo prever desde 1859 los perjuicios del nacionalismo y mostró las vías del federalismo. Supo prever los extravíos de los trabajadores en la política autoritaria y mostró los caminos de la acción económica directa, sucumbiendo desgraciadamente menos de cuatro meses después de la fundación de la Internacional (19 de enero de 1865}.

Un pensador como Proudhon no podía producir más que proposiciones prácticas personales, individuales, y ese criterio se aplica también a las proposiciones de todos los demás socialistas independientes que, todos, no pueden menos de proyectar su propia individualidad en sus obras. Provocado sobre todo por sus adversarios - es una argucia de guerra provocar al enemigo a que se exponga, a que se comprometa, y una falta de juicio de las masas el dejarse influenciar por el resultado elegido -, Proudhon prodigó proyectos prácticos prematuros y necesariamente abortivos, pero todo eso es reconocido hoy como accesorio, su verdadera gran obra es la crítica a la autoridad; la acción económica y cualquier otra acción humana directa, y la federación, que es la única que excluye las rivalidades, la guerra y el pacto como lazo, siempre temporal y revocable entre las partes, individuos o grupos, que determina el carácter de sus relaciones de reciprocidad, si eligen la entrada en tales relaciones.

Estas ideas, pues, exigían que se las comprendiera, que se las sintiera, que fuesen aplicadas por hombres que fueran ellos mismos pensadores intrépidos. Era, al contrario, imposibe agrupar muchos hombres en torno a alguna aplicación práctica del pensamiento de Proudhon, y si se hizo, el resultado fue mediocre, y su falta de éxito inevitable fue erróneamente declarada un defecto del proudhonismo. Menos aun, cuando tales ensayos cesaron, se puede hablar de una desaparición definitiva del proudhonismo. Vivió, al contrario, y todos nuestros movimientos vivirían mejor, si sus militantes se inspirasen en los elementos vivientes de la enseñanza de Proudhon.

Como todos los hombres de valor intelectual en Europa y en América, fueron despertados sobre las ideas sociales por el período de los saint-simonianos principalmente, y sobre la situación de los trabajadores por la miseria, las asociaciones, las revueltas en Inglaterra, en Lyon y en otras partes, así una gran parte de ellos fue impresionada por la anti-autoritaria de Proudhon, que se las tomó con el Estado actual tanto como con el socialismo autoritario que se figuraba representar ya el porvenir. Se puede decir que, por largos años, pongamos el período de 1840 a 1870 en todo caso, estas pretensiones fueron frustradas por Proudhon solo, que fue una fuerza que impresionó los espíritus de entonces como no se había visto otra desde los tiempos de Voltaire, Rousseau y Diderot. Sin embargo, esa influencia no podía producir réplicas exactas a su talento, y aquellos mismos que fueron más influenciados, no han podido ser continuadores parciales o imperfectos de su obra.

En Francia se citaría una cantidad de esos hombres, sean amigos personales, George Duchême, Charles Beslay, Gustave Chaudey, etc., sean jóvenes adeptos de los años 1860- 70, los Robert Luzarche, Vermorel, etc., sean trabajadores de los primeros sindicatos y de la Internacional, Henri Tolain, etc., sean autores posteriores a 1870, los Chevalet, Perrot, Beauchery y otros, y aparte de los blanquistas y de los supervivientes del saint-simonismo, fourierismo, cabetismo, pierre-Ierouxismo, etc., de los años 1860-1870, todo socialista estuvo un poco impresionado por Proudhon, el único de los socialistas que se leía entonces. Si la idea de la Comuna de París tenía raíces autoritarias en la afirmación de la Comuna de 1793-94 y raíces sociales libertarias en el fourierismo (Considérant) , se derivaba igualmente de la negación proudhoniana del Estado, de la federación, opuesta a la centralización estatal, de la anarquía, en suma, que uno de los jóvenes poetas de entonces y que escribió el Pére Duchêene de la Comuna, Eugène Versmersch, proclamó paladinamente en 1868, llamándose atomista y anarquista. Al lado de esa verdadera influencia intelectual, desaparece la insuficiente de los epígonos proudhonianos del tipo de Tolain en la Internacional, cuyas flojas defensas mutualistas no fueron ya escuchadas ante las demandas con voz cada vez más fuerte, del colectivismo.

Fue Bélgica, donde, en esas décadas de 1830 a 1870, cierto número de hombres pensaban más libremente que en Francia, es decir, no fueron distraídos por la actualidad autoritaria parisién, la lucha incesante de los intereses y de los partidos; fue Bélgica, donde Proudhon había pasado un destierro de varios años, el país en que las ideas proudhonianas fueron discutidas independientemente, propagadas, y donde entraron en contacto directo con las concepciones socialistas no autoritarias. Hablo del bello período de la Rive gauche (1864-66) y de la Liberté (1867- 73) de Bruselas. Es allí donde se encontraría el proudhonismo revolucionario, socializado, modificaciones o aplicaciones más o menos originales, inspiradas por un bello impulso. Se encuentra ese proudhonismo independiente también en la obra de Emile Leverdays (1835-1890) , el autor de las Assemblées parlantes (1883) y de otros volúmenes de crítica económica y estatista, lo mismo que se encuentra en todas las manifestaciones del socialismo avanzado francés desde 1860, también en la Comuna, y en el que debía ser redactor jefe del diario Le Proudhon, cuyo número de muestra apareció el 12 de abril de 1884, publicación proyectada por un joven entusiasta, E. Potelle, que murió pronto.

Proudhon, desde 1840, impresionó fuertemente a los socialistas alemanes, M. Hess, Marx, más tarde a Lasalle; después a Max Stirner, Arnold Ruge, Carl Vogt, Carl Grün. Alfred Meissner, Ludwig Píau y otros; a los rusos Bakunin, Alejandro Herzen, N. V. Scholoff y otros; y James Guillaume, escribió a iniciativa de Bakunin, el libro La anarquía según Proudhon (que no existe más que en traducción rusa, impresa en Londres en 1874). Algunos raros escandinavos seguían a Proudhon, y en el lejano México, Plotino Rhodokanaty tradujo Idea general de la revolución en el siglo XIX (Biblioteca socialista, México 1877). En Italia fueron Giuseppe Ferrari, Saverio Friscia, Nicoló Lo Savio y algunos otros.

Pero fue en España donde las ideas proudhonianas fueron más calurosamente recibidas. La obra maestra de Pi y Margall, La reacción y la revolución. Estudios Políticos y Sociales (Madrid 1854, 424 páginas; reimpresión de la Revista Blanca, Barcelona 1928, 478 págs.), cualquiera que sea su originalidad, no ha sido escrita sin que el autor haya conocido los trabajos de Proudhon, con el cual otro español, Ramón de la Sagra, estaba unido (autor de Banque du Peuple, en francés, París 1849, 160 págs.). Pi y Margall, más tarde, ha traducido al menos seis libros de Proudhon (ediciones de 1868 y 1870, con introducciones, Madrid, Alfonso Durán), entre otros El principio federativo (1868) y De la capacidad política de las clases jornaleras (1869). Al menos otros ocho escritos de Proudhon fueron traducidos por otros, desde 1860 a 1882, entre ellos la Idea general de la revolución en el siglo XIX (Barcelona, 1868 y La Federación y la unidad de Italia (Madrid, 1870; el original apareció en París en 1862, 143 págs.).

En Inglatera y en los Estados Unidos las ideas de Proudhon han tenido poca repercusión, sin quedar por eso desconocidas. Tucker y más tarde John Beverley Robinson hicieron traducciones; la General Idea of the Revolution in the ninethenth Century apareció aun en 1923 en Londres (Freedom Press).

Marx concibió una rivalidad formidable contra Proudhon y trató de demolerle teóricamente, en 1847, y en reputación, por un artículo de los más injuriosos después de su muerte. El médico alemán doctor Arthur Mülberger se especializó en el estudio de Proudhon hasta atraerse los ataques vehementes de Friedrich Engels (1872); pero continuó y publicó también una biografía esmeradamente redactada (1899) y los escritos póstumos de un joven pensador, Ernest Bush, que había llegado a conclusiones económicas paralelas a las de Proudhon (1890). Gustav Landauer, sobre todo en su Sozialis de los años 1909 a 1915, fue fascinado por Proudhon, del cual publicó en traducción numerosos extractos bien elegidos y preparó la traducción de La Guerre et la Paix.

Se comienza de nuevo en Francia a apreciar a Proudhon como uno de los raros autores del siglo XIX exento del centralismo autoritario, y a veces los anarquistas vuelven a descubrir la fuerza y la belleza de su crítica a la autoridad; en el Reveil (Ginebra) hace varios años, Bertoni reprodujo mucho de tales extractos de sus escritos. También una selección de sus cartas, publicada en París por Daniel Halévy hace unos años, fue una sorpresa literaria bien saludada.

Se advierte al fin la esencia viable de Proudhon, que está en las ideas más arriba descritas, y su aplicación crítica al pantano autoritario que amenaza tragarnos. Su voz fue un llamado constante a la razón y al buen sentido. Escuchándola bien y siguiéndola, no a la letra, sino en su verdadero sentido, nos ayudaría a salir de la rutina y a combatir mejor el ambiente autoritario que reacciona constantemente sobre nosotros mismos como atmósfera asfixiante de la que hay que salvarse rompiendo los vidrios. Es lo que Proudhon ha hecho del mejor modo y más que Bakunin y que cualquier otro; fue a él a quien la burguesía del siglo XIX temía y odiaba a muerte; la propiedad es un robo, esas pocas palabras tenían la fuerza de una revolución.


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