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La idea anarquista en Alemania desde Max Stirner a Eugen Dühring y a Gustav Landauer

Inevitablemente el pensamiento liberal del siglo XVIII se abría un camino en los grandes países a través del período autoritario que comenzó en 1789, como hemos visto. En Alemania, como en Italia, las victorias y las conquistas napoleónicas fomentaron el nacionalismo en su forma cultural, la vuelta hacia el pasado nacional, y en su forma económica, las unidades territoriales, el Estado nacional unificado. De ahí también la filosofía nacional: inspirándose en el estatismo de Napoleón, filósofos de alguna fuerza lógica como Hegel desean un estatismo omnipotente semejante para su propio país; viendo las guerras nacionales de los otros, Fichte, antes nada menos que un admirador del Estado, escribe Der geschlossene Handesstaat (1800) y pronuncia los discursos patrióticos Discursos a la nación alemana. Los autores y poetas románticos habían profesado antes ideas no nacionales y emancipadoras en varios dominios; los acontecimientos hicieron de ellos nacionalistas extremos y reaccionarios. Las relaciones internacionales comienzan en pequeñas dimensiones, por viajes de algunos miembros de sociedades secretas liberales a París y a Berlín, y por las relaciones entre tales miembros e italianos y suizos en Suiza. Diez años después el saint-simonismo inspira a un gran grupo de jóvenes autores alemanes. Los republicanos y los socialistas incipientes alemanes van a establecerse a menudo en París después de 1830, y también autores avanzados como Boerne y Heine y los refugiados y los artesanos. Pero todo eso fue en suma democracia unitaria, y ya las opiniones federalistas -el refugiado Georg Kombst ha expresado tales opiniones - eran muy raras.

Estas vacilaciones entre el bello internacionalismo cosmopolita y lo que pareció no menos bello, la más grande prosperidad y cultural local, nacional, fueron una primera expresión de las feroces luchas que desgarraron a Europa en ese momento todavía. Puesto que las garantías del internacionalismo faltan y su realización parece difícil, en lugar de proseguir ese gran objetivo, se busca refugio en el aislamiento, en la nación armada, y, para protegerse, cada nación quiere ser la más fuerte y obstruir el desenvolvimiento de los otros pueblos. No hay solución en el térreno del Estado independiente; lo hay solamente en la Federación, qué abre a todos el gran cuadro y permite a cada uno su desenvolvimiento autónomo. De ahí se pasa al grupo libre ya las inter-relaciones múltiples; es lo que los hombres hacen por sí mismos en un ambiente de paz asegurada en muchos dominios de la vida social - y la práctica general de esa agrupación libre, eliminación de todas sus trabas: es la anarquía.

Sin embargo, de dos ambientes y personalidades nació un sentimiento libertario original en los alrededores de 1840. Fue en el ambiente de los hermanos Bruno y Edgar Bauer en Berlín, el círculo libre que Marx visitó en 1837, ligándose mucho con Bruno Bauer hasta la ruptura a fines de 1842. Max Stirner fue un pilar de ese círculo, en el que, de la filosofía hegeliana, que comenzaban a considerar críticamente, de la crítica incisiva a las fuentes del cristianismo, de la crítica de todos los días al estatismo y al burguesismo que les rodeaba, y de la repercusión del movimiento de los espíritus en todas partes y de los movimientos sociales, en el que, digo, de todo eso se formaba en los miembros más destacados, los hermanos Bauer. Max Stirner, Ludwig Buhl y otros, un nihilismo crítico, el destronamiento de todas las autoridades establecidas y reconocidas. De ahí, en el curso de 1842, entre primavera y otoño, se llegó al repudio completo del Estado. Engels, en el verano de 1842, en un poema radical, escrito con gran verbo, describe ese ambiente, que había frecuentado, simpáticamente, y caracterizaba a Max Stirner muy bien, diciendo que, cuando los otros gritaban: ¡Abajo los reyes!, Stirner decía: ¡Abajo también las leyes!, Marx, a fin de noviembre, poco más o menos, rompe brutálmente con ese grupo al que se llamaba los libres de Berlín.

De ese grupo nos quedan como publicaciones anarquistas sobre todo escritos de Edgar Bauer, así Der Streit der Kritik mit Kirche und Staat (Charlottenburg, 1843), confiscado en septiembre y reimpreso en Berna (Suiza) en 1844, 287 págs. Un periódico proyectado (prospecto del 12 de julio de 1843) fue impedido, pero sus colaboradores reunieron artículos en volumen (no sometidos a la censura). Tal fue la Berliner Monatsschrift (Mannheim, 1844; IV, 332 páginas en 12o), la primera colección anarquista en lengua alemana; Max Stirner colaboró y Buhl organizó la edición.

Durante esos últimos años Max Stirner ha debido componer su libro famoso que apareció en diciembre de 1844: Der Einzige und sein Eigentum (Leipzig, 1845, 491 págs. en 8). Se han reunido después escritos dispersos de Stirner, sobre todo en Kleinere Schriften, recopilación por J. H. Mackay (1898; edición aumentada en 1914), pero el profesor Gustav Mayer y otros han encontrado más artículos dispersos y las investigaciones no están terminadas aún. Sin embargo el gran libro contiene todo para formarse una opinión exacta de sus ideas. He dado extractos (Vorfrühling, págs. 169-173) para motivar mi opinión de que Max Stirner era en el fondo eminentemente social, socialista, deseoso de la revolución social, pero siendo francamente anarquista, su llamado egoísmo es la protección, la defensa que cree necesaria tomar contra el socialismo autoritario, contra todo estatismo que los autoritarios insinuasen en el socialism. Su egoísmo es la iniciativa individual: su Verein el grupo libre que realiza un objetivo, pero que no se convierte en organización, en sociedad. Su método es eminentemente la desobediencia, la negativa individual y colectiva a la autoridad y una agrupación voluntaria según lo que la situación exija en cada instante. Es la vida libre en lugar de la vida controlada y ordenada por los usurpadores de la propiedad y de la autoridad.

Al leer a Stirner como socialista, pienso que no se puede interpretarlo de otro modo. Buscando un individualista anti o no socialista en él, se menospreciarían sin razón valedera los pasajes bastante numerosos y que no son únicos, señalados por mí. Estas interpretaciones ultraindividualistas son ya antiguas. No hay más que ver las publicaciones del doctor Karl Schmidt en el ducado de Anhalt, Das Verstandestum und das lndividuum y Liebesbriefe ohne Liebe (Leipzig, 1846), que han sido tratadas por Stirner mismo con desprecio supremo. No pensaría de otro modo sobre mucho de lo que se ha escrito sobre él desde su aparente redescubrimiento. Porque no fue nunca perdido de vista y su libro tuvo una segunda edición en 1882 por el editor original. Muchos testimonios sobre su vida fueron recogidos en la biografía por J. H. Mackay (1898; edición aumentada 1910), pero, como también respecto de los Kleinere Schriften, hay una cantidad de materiales dispersos o encontrados más tarde, que es preciso conocer también. Hay de Der Einzige und sein Eigentum una edición en una serie popular muy difundida en otros tiempos (abril 1892) y por ella el libro fue leído por muchos anarquistas alemanes de esos años e impresionó a algunos. Hay traducciones en francés, italiano, español, inglés, sueco, ruso y tal vez en otros idiomas, y hay en todas partes algunos folletos, etc., que se ocupan de él, sin profundizar nuestros conocimientos, según mi opinión. Se ha publicado también un gran trabajo, que había quedado inédito en su tiempo y muestra a Marx y Engels en guerra estéril contra el libro de Max Stirner.

La segunda fuente auxiliar de las ideas libertarias en Alemania fue la filosofía de Ludwig Feuerbach, que dio el golpe de gracia a la pesadilla hegeliana. Esa filosofía (que Max ha combatido también extensamente) no era sin duda anarquista, pero restablecía el rol del hombre, que en el hegelianismo era anegado y aplastado por las fuerzas superiores abstractas y, paralelamente, muy reales (el Estado presente; el Estado futuro; siempre algún Dios o algún Estado). Es el hombre el que ha creado a Dios - dice Feuerbach, y ese pensamiento dio el golpe final a la emancipación intelectual de Bakunin; y Pi y Margall escribe en su libro La Reacción y la Revolución (1854) ... Homo sibi deus, ha dicho un filósofo alemán; el hombre es para sí su realidad, su derecho, su mundo, su fin, su dios, su todo. Es la idea eterna, que se encarna y adquiere la conciencia de sí misma; es el ser de los seres, es ley y legislador, monarca y súbdito ...

En suma, si el hombre ha creado los dioses de su fantasía, no es difícil concluir que ha creado también sus filosofías, y que todas las instituciones sagradas son obra suya, que ha podido hacer y de las que puede deshacerse. No será ya el esclavo de la filosofía de otros hombres, ni de sus instituciones y de su autoridad. Puede levantar su cabeza y arreglar él mismo sus asuntos, si tiene voluntad. En ese sentido Ludwig Feuerbach fue un liberador de espíritus. Hombres de buena voluntad se habían sentido tanto tiempo impotentes contra las deidades, contra una naturaleza divinizada, contra afirmaciones filosóficas de pretendido valor absoluto; Feuerbach les mostró en esos años en torno a 1840 que estaban en el círculo de sus propias creaciones. Entonces comienzan a ver claro y sienten la necesidad de obrar.

Socialistas cuyo autoritarismo fue quebrantado por la crítica de Proudhon y filósofos humanizados por Feuerbach buscan una síntesis, un socialismo libertario y humanizado, y esas concepciones se aproximan al comunismo anarquista. Tales ideas son expuestas por Moses Hess en los ensayos Sozialismus und Kommunismus y Philosophie der Tat, en una colección que reemplazó aun periódico propuesto, publicada en Zurich en 1843. Otro autor que llegó a conclusiones similares fue Carl Grün en 1844. Y esas ideas entraban entonces (1843 - 45) en la propaganda socialista revolucionaria de algunos trabajadores alemanes en Suiza, sobre todo por Wilhelm Marr, y los Blätter der Gegenwart für soziales Leben de Lausana, de diciembre de 1844 a julio de 1845, fueron el primer órgano de una propaganda anarquista alemana entre los trabajadores.

Esos esfuerzos chocaban en dificultades aplastantes. Los trabajadores alemanes - se trataba de emigrados, refugiados y de esos que, en su jira por Europa, pasaban algún tiempo en el extranjero, sobre todo en Suiza, en París y en Bruselas y que, de regreso a su país, hacían una propaganda secreta, ligados entre sí por sociedades secretas - esos trabajadores, pues, estaban bajo la influencia de los comunistas autoritarios, como Weitling, y bien pronto bajo la de los intelectuales de doctrina socialista absoluta como Marx y Engels. La propaganda anarquista en la Suiza romántica sobre todo, fue exterminada en 1845 por las autoridades cantonales mediante persecuciones y expulsiones, y cuando renació un poco, como en 1847 en París, donde Grün sostuvo las ideas de Proudhon, Engels consideró de su deber combatirla directamente. De igual modo, entre los intelectuales, Hess era aterrorizado por Marx y, sin aceptar las ideas de éste, fue en todo caso un hombre muerto para las ideas libertarias; y Grün, violentamente combatido por Marx, se restringió en un proudhonismo ortodoxo y sacrificó así su originalidad incipiente de duración demasiado breve. Se sabe que Marx y su acólito Engels, que antes de conocer a Marx había tenido un interés socialista general, conociendo todo de Godwin y Robert Owen a Max Stirner, se dedicó desde 1844 a demoler, es decir, a tratar de descalificar mediante polémicas exageradas, absolutamente a todos los socialistas de valor de su tiempo, y su polémica constante contra los libertarios prueba que, con buena razón, sentía el ascendente intelectual de esas ideas.

Ese ascendente existía, en efecto, en los años antes de 1848 en algunos que conocieron bien a Max Stirner y a Proudhon, y se acentuó a partir de la derrota de las esperanzas de las revoluciones políticas alemanas y francesas de 1848 - 49, especialmente después de la demostración ad oculos de la incapacidad y la impotencia del parlamentarismo liberal y democrático. En los años 1849, 1850, 1851 hasta el golpe de Estado del 2 de diciembre en Francia, que inauguró el período de la represión general, hubo todavía un intervalo de crítica retrospectiva de los errores cometidos y, como en Francia, en Alemania tampoco faltaban entonces voces libertarias. Así vemos a Carl Vogt mismo, hombre de ciencia y político, que conocía muy bien a Bakunin y a Proudhon, gritar en diciembre de 1849: ... Ven, pues, dulce, redentora anarquía ... y redímenos del mal que se llama Estado, palabras que se parecen tanto a las de César De Paepe: ¡Anarquía, sueño de los amantes de la completa libertad, ídolo de los verdaderos revolucionarios! ... ¡Venga tu reino, anarquía!, publicadas en 1864.

Richard Wagner, en sus escritos Die Kunst und die Revolution (Leipzig 1849) y en Das Kunstwerk der Zukunft (1850), muestra y expresa una comprensión completa, una simpatía profunda por las libres asociaciones del porvenir, también él fue un hombre que tuvo ocasión de conocer en 1849 a fondo el pensamiento de Bakunin.

Localmente se encuentra en esos años a Wühelm Marr en Hamburgo (Anarchie oder Autorität? 1852); al profesor K. R. Th. Bayrhoffer en Hesse (en Die Hornisse, periódico de Cassel); traducciones de Proudhon, con quien simpatizó Friedrich Mann en la Freie Zeitung, de Wiesbaden, como lo hizo largo tiempo la Triersche Zeitung (Trier) bajo la influencia de Grün. Un diario de Berlín, en 1850, la Abendpost, es antiestatista por principio en ese sentido que en Francia representa Bellegarrigue, preconizando el no intervencionismo de toda colectividad, lo que, en el sistema presente, quiere decir también carta blanca para la burguesía en la explotación de las masas, un antiestatismo formal, sin contenido social. Arnold Ruge, uno de los traductores de Proudhon entonces, el antiguo amigo de Bakunin, se expresa en un escrito de 1849 por el autogobierno del pueblo, que es supresión de todo gobierno, un orden social que en realidad es la anarquía ordenada, porque no reconoce arconte alguno, sino sólo encargados de negocios ... la libre comunidad y la cooperación de hombres que se determinan a sí mismos, que en todo son compañeros iguales. También Edgar Bauer en su pequeña revista Die Partien (Hamburgo 1849), es de un matiz antiautoritario moderado. Esas ideas han encontrado también alguna expresión en la prensa de lengua alemana tan numerosa, de los refugiados y emigrados en los Estados Unidos, aunque no he podido conocer por estudio directo esas publicaciones lejanas.

Marx y Engels, rechazado en el destierro, pronto en Inglaterra desde la segunda mitad de 1849, tenían poca influencia sobre los militantes en Alemania entonces, a excepción de Lassalle, y otros comunistas revolucionarios, de tonos blanquistas, tan poco como ellos. La idea libertaria, como muestran las indicaciones dadas, que son sin duda incompletas, fue animada por un gran número de focos entonces, pero la reacción desde 1852 los sofocó todos y cuando, siete años después, ese silencio forzoso fue quebrantado, se hizo porque los movimientos nacionalistas, que llevaban fatalmente a las guerras, soportados y excitados por las ambiciones estatistas en Italia, Francia y Alemania, hacían útil para los Estados la conciliación con el pueblo, después de los años de reacción, a fin de tener apoyo popular y el de los políticos autoritarios de todos los matices, demócratas y socialistas incluídos, para las guerras que se preparaban. El pensamiento libertario no fue vuelto a propagar, salvo por Proudhon que, por oponerse al patriotismo nacionalista caldeado al rojo en esos años de 1859 a 1862 sobre todo, fue por decirlo así, puesto al margen de la opinión pública liberal.

Se puede notar que Marx vio esos desenvolvimientos más sobriamente que Lassalle, que cayó de bruces en el nacionalismo, y que, muy ambicioso y cada vez más separado de Marx, fundó la socialdemocracia ultra-autoritaria, con la cual doce años después tras luchas increíbles, los socialdemócratas marxistas se fusionaron en 1875. Fue ya la época de la Internacional y es un hecho incontestable que el desarrollo libertario en el seno de esa organización fue ya ocultado, ya presentado desdeñosamente y hostilmente a los socialdemócratas marxistas por su prensa; sobre todo Bakunin fue en ella combatido e injuriado. Los lassallianos se abstuvieron de esos insultos, pero no podían tampoco tener una gran parte de la Internacional, o sólo comprenderlas.

Sin embargo, esas ideas han encontrado repercusión entonces en Alemania, estando en la base de las ideas sociales de Eugen Dühring (1833-1921), como las propuso sobre todo en 1872 en su Cursus der National-und Sozialoekonomie. Las ideas llamadas socialitarias, también anticratas, son en el fondo las del colectivismo anarquista de esos años, de los grupos de productores, libremente federados (comunas económicas), e insiste particularmente sobre el acceso libre de productores en esos grupos, lo que, por lo demás, los colectivistas de la Internacional no pensaban rehusar, no queriendo crear corporaciones cerradas que establecerían monopolios colectivos. No he podido examinar todavía en qué grado Dühring ha podido tener concepciones originales, pero en todo caso sus ideas de 1872, y las que los colectivistas de la Internacional profesaban altamente a partir de 1868, son virtualmente las mismas.

Esas ideas no desagradaron de ningún modo a aquellos socialistas alemanes que pudieron conocerlas y que eran felices de tener conocimiento de un socialismo liberal fuera de las doctrinas rígidas de Marx y de Lassalle. Se sintieron incluso encantados y se formó un ambiente de fronda, al que pertenecieron tanto Eduard Bernstein como Johann Most entonces, lo que pareció muy peligroso a Marx y a Engels, y este último entabló entonces su formidable refutación de Dühring (1877 - 78), que fue otra de sus campañas contra las tendencias libertarias en el socialismo. Como ni Dühring, que carecía de espíritu libertario, ni sus simpatizantes socialistas alemanes de entonces, que permanecían sin embargo en su partido, hicieron una verdadera agitación por el sistema socialitario anticrata, y como muy pronto, desde 1876, fue comenzada una agitación directa por trabajadores anarquistas colectivistas alemanes llegados de Suiza, las ideas de Dühring caen en olvido hasta 1889 aproximadamente.

Entonces fueron tomadas por dos lados, por un economista liberal, el Dr. Theodor Hertzka, nacido en Hungría, que elaboró la utopía Freiland. Ein soziales Zukunftsbild (Leipzig 1890. XXXIV, 677 páginas; el prefacio es de octubre de 1889) , y por jóvenes socialistas de Berlín, de los cuales el más conocido fue Benedikt Friedlánder, autor del folleto bien razonado, Der freiheitliche Sozialismus in Gegensatz zum Staatsknechistum der Marxisten (Berlín, 1892, VIII, 115 páginas), una exposición de las ideas de Dühring en 1872.

Hertzka había dado a su utopía una forma que hizo de ella al mismo tiempo un proyecto de colonia experimental en gran escala, y en esos años de interés socialista universal, alentado por primera vez fuera de los medios obreros en casi todos los países por la utopía famosa Looking backward, por Edward Bellamy, un gran público general se interesó verdaderamente por Freiland y se preparó su extensión práctica en el territorio descrito por Hertzka en la región elevada y fertil del Kenia y Kilimandjaro, en Africa central oriental. Por el acceso libre a los grupos productores, según Hertzka, la atracción de los diversos grupos habría sido nivelada y así, y por otros muchos medios prácticos y equitativos, la autoridad en la nueva comunidad habría sido reducida al mínimo, es decir, a las exigencias puramente técnicas, a las que se cede voluntariamente. Los medios no faltaban y el estado floreciente de las plantaciones en esa parte del Africa, una de sus partes más europeizadas y una de las más ricas, muestra que esa colonización tenía una base no del todo quimérica. Pero el Gobierno inglés impidió la realización del proyecto. La agitación disminuyó entonces y se dispersó en varias direcciones; de ahí proceden las Siedlungen en Alemania misma, propuestas y fundadas en parte por el Dr. Franz Oppenheimer; Michel Flürschein trató largo tiempo de fundar colonias sociales en países lejanos; el Dr. Wilhelm, que pertenecía a los de Freiland, que habían desembarcado ya en Africa, defiende siempre su ideal de entonces. Indirectamente, pienso, la reunión de los judíos en un territorio independiente, preconizada por el Dr. Theodor Herzl y de donde procede, a través de otros estadios, la presente colonización sionista en Palestina, fue una repercusión de la iniciativa de Hertzka de fundar Freiland en la región del Kenia. Igualmente las asociaciones productivas presentes en Palestina, de las cuales algunas desean vivir en condiciones de libertad personal bien respetada, derivan lo que poseen de voluntad libertaria, de ese poderoso impulso dado en otro tiempo por Freiland.

En el grupo de Friedlánder se veía al joven Gustav Landauer (1871-1919), estudiante llegado a Berlín, curioso por conocer todo socialismo y que vio allí, tal vez, que había en el socialismo algo muy distinto a la socialdemocracia grandilocuente que, porque tiene artículos, folletos y libros de Marx y Engels contra casi todos los demás socialistas, se figuraba que en virtud de eso, todo socialismo divergente estaba demolido para siempre y era mantenido sólo por maldad o estupidez. Landauer conoció, pues, las ideas de Dühring y muy pronto todas las ideas anarquistas, pero supo quedar dueño de sí mismo en socialismo y anarquía. Tomó gran interés por Die neue Cemeínschaft, una especie de grupo ético libre de los años 1900-1902 en los alrededores de Berlín, al que faltaba la base social. Esa base social trató de darla Landauer a partir de 1907 (Dreissig sozialislische Thesen) a un grupo libre, el Sozialistische Bund de 1908, que formaría focos de vida libremente asociada. Otros anarquistas y simpatizantes se habían especializado en la cooperación libre, que Landauer defendió también en 1895 (Ein Weg zur Befreiung der Arbeiterklasse) y en la Ciudad Jardín a partir de 1902 aproximadamente, siguiendo en eso la iniciativa dada por Ebenezer Howard en Inglaterra con su libro To Morrow: a peaceful way to social reform (1898), seguido de la fundación de la Garden Cily Association.

He aquí referencias sumarias sobre el anarquismo incipiente en Alemania, que tuvo, como en todos los países del mundo, que luchar contra la enemistad de los socialistas autoritarios, como, igualmente, contra la falta de tolerancia de aquellos trabajadores anarquistas que no creen más que en una sola manera de concebir la anarquía y que, por eso, se sienten ya adversarios de sus camaradas más próximos de otro matiz. Así stirnerianos y kropotkinianos se aislan unos de otros, y Landauer, sea cuando puso al mismo nivel todos los matices, sea cuando afirmó sus opiniones propias, fue siempre mal visto por los que no reconocieron válida más que una sola doctrina anarquista: la de ellos.

Nota del autor El contenido de los capítulos IV y V se encuentra elaborado en las páginas 143-183 del libro Vorfrühling y en algunas partes de los volúmenes siguientes. Exigiría el asunto sin duda una elaboración más amplia sobre la base de investigaciones nuevas.


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