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Los orígenes del colectivismo antiautoritario en la Internacional; y en los grupos formados por Bakunin desde 1864, en los años 1864 - 1868 (otoño)

Por la guerra de Crimea (1854 - 56), la iniciativa política napoleónica, quebrantada en 1814 y en 1815, fue establecida sobre el continente europeo. Con Rusia, también Alemania y Austria fueron puestas fuera de combate, habiendo afirmado su neutralidad y por ello, especialmente Austria, sobre la cual creía Rusia poder contar, se captó la enemistad de Rusia, sin ganar de ninguna manera las simpatías de las potencias occidentales. El Piemonte tomó parte en la guerra y la cuestión de las nacionalidades quedó abierta; en 1859 ya hubo la guerra del Piemonte y de Francia contra Austria, victoriosa. Entonces siguió un rápido engrandecimento del poder piemontés, que en Italia - a la que Napoleón III habría querido ver compuesta de principados dependientes virtualmente de Francia, con nuevos Bonaparte y Murat, como príncipes -, se convertía al contrario en el reino de la dinastía de los Saboya y en una gran potencia que, naturalmente, no pensaba en ser una dependencia francesa después de haber sacudido el poder de Austria, que pesaba sobre ella desde 1815. Esta situación dio a Alemania y también a Austria una pausa, y la Francia imperial, alarmada por el despertar popular que mostró el garibaldismo la epopeya de 1860, no dio todo su apoyo a la insurrección polaca, el segundo acto del nacionalismo, sin desalentarla por eso y estalló en 1862 para extenderse en 1864. La cuestión de Schleswig - Holstein, sustraída a la ingerencia de las otras potencias y decidida por la guerra de 1864, es el primer acto de independencia alemana; la enemistad de Inglaterra le es segura en lo sucesivo, y Francia e Inglaterra se aproximan de nuevo, habiendo estado un poco divididas a causa del favor que Inglaterra prestaba a la nueva Italia. Garibaldi, recibido en Londres en triunfo por el pueblo, en 1864, es avisado sutilmente por el gobierno inglés para que abreviase su permanencia y parte de inmediato.

En esos años excitados en los que fue atenuado en todas partes el régimen de la reacción, porque los gobiernos execrados desde la contrarrevolución de 1848, tenían necesidad del concurso del pueblo para las guerras que iban a venir, y el nacionalismo, que la democracia burguesa aceptó ávidamente, fue el medio que debía reconciliarla con los pueblos. Pero los trabajadores y los socialistas, los hombres de 1848 en adelante, y las jóvenes generaciones, veían llegado el tiempo para reanimar sus movimientos, fundar sus organizaciones, y en ese ambiente de relaciones y reagrupaciones frecuentes entre los Estados que obraron como amos del mundo, hay que asombrarse de que también los trabajadores, en fin, pensasen en ponerse en relaciones entre sí, internacionalmente. Se hizo muy lentamente, entre 1862 y 1864, sólo entre algunos núcleos de Londres y de París, entre algunos hombres que se dedicaron a ello directamente, para hablar de un modo exacto, y que triunfaron de las inercias, pesadeces, intereses de partido, envidias, etc., de hombres más influyentes que fueron directores de las organizaciones y que tomaron buen cuidado de no ligarse a un asunto más que cuando el éxito estaba asegurado. Esta es la verdadera historia de esos orígenes de la Internacional, establecida por la documentación íntima. Para las pocas grandes reuniones públicas, cuidadosamente preparadas, se tenía siempre buenos oradores y un público aclamador entusiasta, pero que no tenía nada qué decir, y después las cosas se hicieron en pequeño cónclave, llevando meses y meses, fracasando casi en las susceptibilidades, vanidades, etc., hasta que resultó por fin esa reunión del 28 de septiembre de 1864, en la cual muchos nombres preparados de antemano fueron aclamados, y así el gran grupo director, el Consejo central (más tarde Consejo general), fue constituido y se reclutó en lo sucesivo por cooptaciones; los congresos generales le confirmaron siempre la confianza.

En el comité inglés que recibió a los delegados franceses, conducidos por Tolain, en el mitin de Free Masons Tavern, el 5 de agosto de 1862, estaba el viejo Ambrose Caston Cuddon, el anarquista individualista inglés (v. cap. III), que había saludado también a Bakunin en enero, en nombre del Comité de un periódico obrero, The Working Man, publicación indiferente, al lado de la cual existía en 1862 The Cosmopolitan Review, donde Cuddon escribía también. En la reunión del 5 de agosto, Cuddon fue uno de los oradores; de su discurso no se ha sacado más que la observación que el problema social podría fácilmente ser resuelto si los hombres echaban a un lado toda hipocresía, observación no inútil, considerando que se necesitaron todavía dos años antes de formar el Consejo del 28 de septiembre de 1864, y que lo primero que hizo Tolain desde 1862 fue dejar a un lado esos socialistas que le habían recibido para tratar ante todo de aliarse a los tradeunionistas. No lo consiguió, y los socialistas autoritarios franceses, en Londres, intervinieron e hicieron el trabajo real de preparación, con ayuda de las pequeñas logias masónicas avanzadas de 1850 y 1858, que reunían socialistas internacionales; tenía también relaciones en París que desagradaron a Tolain, de suerte que todo avanzó lamentablemente y cuando la sociedad fue fundada, esas mismas divergencias desgarraron su Consejo central, todavía largo tiempo. Marx no tenía nada que ver con todo eso; se le invitó ala reunión del 28 de septiembre, los últimos días, se informó, asistió y fue aclamado miembro del Consejo central provisorio. No es sino cuando los primeros documentos de la sociedad fueron redactados que su talento se impuso fácilmente sobre los hombres de buena voluntad, pero de experiencia y de talento mucho menores que el suyo. Puso entonces lo que le pareció más importante de sus ideas propias en esos documentos, lo que le fue fácil, porque los demás no conocían esas ideas y las conclusiones que él sacaba - era poco conocido entonces -, y tomaban por buen socialismo general lo qué para él fue un sistema bien personal. Obtuvo así un ascendiente erudito, literario, de energía y de habilidad personales, de brusquedad también, que no le valió muchas simpatías y que fatigó a todos con el tiempo, pero que produjo trabajo útil a la asociación; y los otros miembros, todos autoritarios, no observaban de cerca por su autoritarismo especialmente intenso; fue, pues, la servidumbre voluntaria de los otros lo que afirmó su posición.

Después de una quincena de años sin vida socialista pública, de proporciones apreciables, hubo, en cuanto a la mentalidad social de los trabajadores, casi en todas partes nada, y viejos y jóvenes militantes, sobre la base de algunas sociedades socialistas obreras y de organizaciones de oficio, que llevaban todavía una vida aparte, han improvisado entonces las secciones de la Internacional. Un trabajo de paciencia y de abnegación, que se volvía más fácil cuando se había hecho el comienzo y la asociación ganaba en prestigio. Los militantes, cualesquiera que fuesen sus convicciones socialistas personales, no podían hacerlas penetrar en las secciones más que gradualmente o nominalmente, y de ahí resulta la extrema moderación que caracteriza las conferencias y los congresos hasta 1867. La política del Consejo central o general era la de sacrificar los avanzados a los moderados, siempre que estos últimos tuviesen organizaciones numerosas. Se desembarazó de los franceses violentos de la emigración y se tomó a Tolain y a los organizados de París. Respecto de los tradeunionistas ingleses se estaba contentos con afiliaciones puramente nominales. En efecto, algo como más tarde la Internacional sindical de Amsterdam (Legien - Jouhaux) , y lo que se llama la segunda Internacional, los partidos socialistas políticos nominalmente asociados, era ya el objetivo de la Internacional de Londres, desde los primeros años, según sus verdaderos dirigentes.

La causa libertaria tenía entonces un pie firme solamente en Bruselas, en Le Peuple, asociación de la democracia militante y su órgano La Tribune du Peuple (Bruselas, del 12 de mayo de 1861 al 4 de abril de 1868). El Compte-rendu du Meeting démocratique de Patignies (en las Ardennes; de 26 de diciembre de 1863; folleto de 1864, Bruselas, 112 págs.), muestra esa propaganda y en particular las ideas de César De Paepe (1841 - 91), joven socialista muy instruído, que profesó netamente la an - arquía, pero que reconoció netamente también la imposibilidad de su realización inmediata y estableció algunas etapas, como la legislación directa por el. pueblo con una suma de libertades garantizadas a la minoría, etc. Tal fue el sistema libertario más razonado formulado en esos años, y los militantes de la asociación Le Peuple, que se transformó pronto en sección de la Internacional - sección local y sección que se dio la misión de ayudar a la fundación de otras secciones en Bélgica -, esos militantes propagaron ideas semejantes, más pronunciadas a menudo que las ideas siempre capciosas y estudiadamente moderadas y circunspectas de De Paepe. A eso se agregó - pero en parte fuera de la Internacional -, un anarquismo más vivo, un proudhonismo revolucionario, expresado por jóvenes franceses y belgas, estudiantes y refugiados, el grupo de la Rive gauche.

Los trabajadores llamados proudhonianos franceses, Tolain y sus camaradas, fueron sindicados ellos mismos, republicanos que buscaban una entrada en la política, enemigos de los republicanos burgueses tanto como de los socialistas blanquistas y otros autoritarios, aceptando económicamente las partes más débiles y anodinas de la obra de Proudhon, que saludó su advenimiento en su libro de 1864, De la capacité politique de la classe ouvriére, publicado como trabajo póstumo en 1865 por Gustav Chaudey. Proudhon fue feliz de ver a los trabajadores comenzar a despertarse, después de 1848, pero si hubiese vivido les habría dado impulsos muy diferentes. Tolain y los suyos dormían sobre los laureles de ese libro, y Marx, que tan vergonzosamente insultó a Proudhon, muerto en su necrología, se puso contento de ver encarnarse el proudhonismo parisién, aparentemente, en esos pequeños espíritus, que le eran útiles para combatir a otros socialistas a quienes odiaba, y contaba desembarazarse después de ellos mismos, igual que hoy los bolcheviques.

Marx creía haber ganado también a Bakunin para la Internacional, haciéndole por propia iniciativa una visita amable, en ocasión del paso de Bakunin por Londres, en el otoño de 1864. Le habría sido útil en Italia, contra Mazzini. Bakunin, absorbido ya por su sociedad secreta, que debe datar de la primera mitad de 1864 y de Florencia, no pensó, en iniciar a Marx, naturalmente, sabiéndole su adversario; le dejó hablar y lo que supo de la Internacional apenas nacida y quizá sobre las esperanzas de Marx, ha debido interesarle, y le prometió su concurso en Italia, sin que se ofreciera en 1865 una ocasión y, no abandonando Italia hasta 1867, las relaciones muy espaciadas con Marx cesaron, sin que hubiese ningún disgusto entre ellos y sin que se hayan vuelto a ver después.

El, Bakunin, consideraba abortados hacia fines de 1863 los movimientos nacionalistas, es decir, llegados entonces bajo el control de los hombres de Estado, de Francia, de Prusia, Rusia, el Piemonte, y puso su esperanza en lo sucesivo en los movimientos sociales que renacían. Viendo la desorientación de las fuerzas democráticas y socialistas, creía obrar del mejor modo obrando sobre ellas por medio de militantes ocultos, que sabrían dirigir y coordinar tales fuerzas y que ellos mismos harían nacer e inspirarían grupos y movimientos más conscientes. Los años 1864 (cuando hace su segundo viaje a Suecia y pasa la última vez por Londres y París) y 1865 (cuando va desde Florencia a vivir a Nápoles y sus alrededores, hasta agosto de 1867), pasan en esos esfuerzos inevitablemente poco esclarecidos. Sabemos un poco de su esfuerzo en Florencia y conocemos su tentativa de proponer sus ideas a la masonería en Italia, a la que pertenecía. Hay también fragmentos de manuscritos, de 1865, las primeras redacciones conservadas de sus ideas, que podría publicar, si hubiese una posibilidad material seria para tal publicación. Estamos, en fin, puestos un poco al corrientes de sus planes por su carta a Herzen, del 19 de julio de 1866, por su resumen histórico en un libro ruso de 1873 y por el programa y los estatutos mismos, in extenso, de la sociedad internacional revolucionaria, redactados en 1866, en marzo, aproximadamente, que he hecho conocer desde 1898 y en traducción alemana casi completa en 1924. En las Werke (Berlín, 1924, vol. III, págs. 8-61) , y en mi biografía de 1898, págs. 209-233, se encuentran esos textos - una exposición completa de su pensamiento socialista y revolucionario de entonces, mientras que los fragmentos masónicos (es decir, destinados a ser propuestos a los francmasones) , contienen sobre todo su pensamiento filosófico, la crítica religiosa. Tenemos también la aplicación más restringida de sus ideas y proyectos en las impresiones clandestinadas para la organización italiana de esa sociedad internacional, el Programa della Rivoluzione democratico-sociale italiana y los estatutos de la Societá dei Legionari della Rivoluzione sociale italiana (de 1866) y las hojas clandestinas de actualidad, La Situazione italiana, de octubre de 1866, y una segunda hoja, La Situazione, del otoño de 1868. En fin, cartas y esbozos de cartas de 1866 y 1867 y otros materiales recogidos muestran un poco de la vida íntima de esa sociedad internacional que se llama más frecuentemente la Fraternidad internacional.

En el libro italiano mío, Bakunin e l'Internazionale in Italia dal 1864 al 1872 (con prefacio de Errico Malatesta), Ginebra, Edic. del Risveglio, 1928, XXXI, 397 págs. in 8o), esos documentos son reproducidos y discutidos en el volumen Der Anarchismus van Proudhon zu Kropotkin, 1927, págs. 21 - 50, discute las ideas de Bakunin desde lo que sabemos de sus orígenes hasta 1867, suscintamepte. Asociación y federación son la base de la reconstrucción después de la demolición y la liquidación del sistema presente. Lo que le interesa, no es un porvenir anarquista perfecto, que deja elaborar a los hombres futuros como ellos quieran, sino los fundamentos de la nueva sociedad, esa base que mejor impida una recaída y garantice una evolución progresiva. Por eso insiste sobre un sólido comienzo y no se fía de las espontaneidades ni del azar. Si puedo expresarme así por comparación, se trata de abandonar una casa vieja. Se puede hacerla volar o demolerla a piqueta o salvar algunas partes válidas o abandonarla y construir en otra parte, donde hay variedad, azar e imprevisto; pero si no se quiere vagabundear o vegetar primitivamente, sino construir una casa más sólida, entonces se requieren ciertos trabajos inevitables de abrir la tierra, echar los cimientos, buscar las proporciones, los materiales sólidos, etc. ; una buena casa no se improvisa como una choza primitiva sobre la hierba. Con ese espíritu Bakunin, admitiendo todas las formas de la destrucción, es muy metódico para la reconstrucción. Todos los anarquistas que hemos discutido hasta aquí lo fueron - Godwin, Warren, Proudhon, Déjacques, Coeurderoy, De Paepe. Todos, rechazando tanto las dictaduras como desconfiando de las improvisaciones, de las espontaneidades, de las escenas de transformación por golpe de magia, por decirlo así, todos han tratado de hallar no solo el objetivo ideal, sino también los mejores caminos que conducen a él.

A la actividad clandestina o privada de Bakunin se agregó desde febrero de 1867 la acción pública de sus camaradas de Nápoles por la sociedad Liberta e Giustizia, que después de las declaraciones programáticas en febrero y abril, publicó en agosto el periódico Liberta e Giustizia, que apareció hasta comienzos de 1868. No he podido ver nunca ese periódico, que se hizo sin la participación de Bakunin, aunque con su colaboración. El mismo había ido a tomar parte en el congreso de la paz celebrado en Ginebra, en septiembre de 1867, la gran manifestación de la democracia republicana que fundó allí la Liga de la Paz y de la Libertad. Bakunin pronunció un discurso de repercusión; v. los Annales del congreso de 1868, págs. 187-191. Había permanecido en Suiza y fue miembro del comité de esa Liga. Propuso allí sus ideas que, inevitablemente, no fueron aceptadas, pero las redactó para una publicación inacabada e inédita entonces. Es Federalismo, socialismo y antiteologismo (publicado por mí en Oeuvres, París, 1895, págs. 1-205).

El primer texto que hizo conocer al público de entonces las ideas de Bakunin - si se exceptúan sus cartas eslavas, en el periódico italiano -, fue su carta en el periódico-programa La Démocratie (París) , en abril de 1868. Después hubo el programa del periódico ruso Narodnoe Dielo (La Causa del pueblo), en septiembre. Después los discursos en el Congreso de Berna, de la Liga de la paz y de la libertad, a fines de septiembre. Después el Programa de la Alianza de la democracia socialista, aparecido algunas semanas más tarde. Hacia ese mismo período redactó proyectos de programa y estatutos de la nueva forma que, según las deliberaciones de los miembros del grupo secreto, debían tomar el grupo o los grupos secretos.

Porque había entrado en el verano de 1868 en la Internacional (sección central de Ginebra), y él y sus camaradas se habían separado de la Liga (25 de septiembre) , fundando la Alianza internacional (pública) , que quería afiliarse a la Internacional, y en cuyo seno debía existir la Alianza secreta. Pero como lo que se llamaba la Fraternidad (secreta) existía ya, habría sido preciso poner de acuerdo esos dos grupos secretos, de los cuales el uno no existía todavía. Sobre eSo hubo tanteos manuscritos, esbozos de ensayo, y algunos de esos manuscritos han caído más tarde, por un abuso de confianza, sino por varios de tales abusos, en manos de Marx, que los publicó en 1873, fundando sobre ellos una acusación contra Bakunin en el congreso de La Haya (1872), lo que ayudó a hacerle expulsar de la Internacional. Conocemos una cantidad de esbozos manuscritos y de deliberaciones colectivas, etc., de los primeros meses de 1869, lo que muestra que los documentos de 1868 no correspondían a ninguna realidad definitiva, y formalmente, antes de septiembre de 1872, tal realidad como conjunto, como totalidad, no ha existido, sino solo fragmentos incipientes; en suma: hubo la Fraternidad, renovada en septiembre de 1872 como Alianza secreta; pero entre 1868 y 1872 no ha existido una Alianza secreta como conjunto internacional, y la requisitoria de Marx, Engels, Lafargue y Utin es una fabricación desprovista de base, un tejido de ficciones.

La proposición de la entrada de la Alianza pública, como organización internacional afiliada, en la Internacional, hizo estimular a Marx, y al mismo tiempo, casi, cuando Bakunin le erivió una carta de las más amables (22 de diciembre de 1868), escribió sobre él con una hostilidad absoluta a Engels (18 de diciembre; también el 13 de enero de 1869), y desde ese momento se consagra a arruinar a Bakunin en la Internacional - justamente entonces, cuando Bakunin, en Ginebra, comienza su actividad en la Federación románica, en la sección de la Alianza y en L' Egalité (Ginebra), y en Le Progrés (Locle; Jura neuchatelense), mediante escritos de propaganda internacionalista irreprochables y de bella factura.

Me limito aquí a algunas indicaciones de las fuentes originales para informarse sobre las ideas anarquistas en la Internacional, sobre las personas y los grupos que las representaban y sobre lo que los órganos y componentes de la Internacional, secciones, consejos, congresos, hicieron frente a ellos. Todo esto es abreviado aquí, no por falta de conocimientos sino por abundancia de materiales que impide dar todas las indicaciones y sobre todo dar explicaciones.

En las relaciones de Bakunin para los años 1864 a 1868, se pueden distinguir hombres que se acercan y se separan de él sin sufrir su influencia, hombres que sufrieron su influencia y que no tuvieron una originalidad propia, otros que, seriamente próximos a él, mantenían su independencia, y hombres que, asistidos por su impulso, adquirieron un desenvolvimiento interesante y propio. Los tipos de las dos últimas categorías fueron Elíseo Reclus y James Guillaume, este último en 1869, cuando los hermanos Reclus se separaron ya de Bakunin.

Elías Reclus, profundamente libertario, demasiado escéptico, para poder sentirse anarquista - su tesis universitaria de 1851 había tratado del principio de autoridad (en teología) -, fourierista y asociacionista en espíritu, tomó parte en la empresa cooperativa Le Crédit au Travail, y en las publicaciones L ' Association y La Coopération, de París (1864 - 68) , al comienzo un punto de ligazón de los elementos sociales, socialistas y libertarios entre los republicanos, más tarde una especialización infructuosa y sin salida. Elíseo tomó parte en tales esfuerzos, pero expresó también, cuando fue preciso, su pensamiento completo, como en el congreso de Berna sobre la cuestión federalista. Esta amplitud que era propia a los hermanos Reclus, les separó de Bakunin en 1869; Elíseo se acercó de nuevo a él a partir de 1872, como hermano independiente.

La elaboración de las ideas en los congresos de la Internacional fue de las más graduales, puesto que no se quiso proclamar teorías que desagradasen seriamente a una parte importante de la asociación. Había la tendencia socialista autoritaria del Consejo general, que fue, sin embargo, atenuada en consideración a sus miembros ingleses; la tendencia de los proudhonianos anticolectivistas de París y la mutualista-colectivista de De Paepe, que tenía la simpatía de los suizos avanzados (del Jura, etc.), y poco a poco de una parte de los delegados franceses. En cuestiones de libertad, y también de anti-nacionalismo, París y Bruselas estaban unidas contra Londres; en cuestiones de socialismo, de colectivismo, Bruselas y Londres estaban unidas contra París. De Paepe tenía, pues, la dirección intelectual de los congresos; Tolain retrocedió siempre, y los delegados del Consejo general, guiados siempre por las instrucciones de Marx, no llevaban ningún éxito serio a Londres. Marx se enfurecía; su correspondencia sin freno con Engels y con el doctor Kugelmann, nos conserva su estado de ánimo - desestimaba y despreciaba a todos.

Por los informes de la sección de Bruselas, escritos por De Paepe (1867-1868), y las discusiones de los congresos de Lausanna y de Bruselas, por la carta de De Paepe a la Alianza (16 de enero de 1869; la extensa carta de Bakunin a De Paepe, casi un folleto, de fines de 1868, no se ha encontrado aún o se ha perdido, aunque existía en original y en copia); por las discusiones entre La Liberté (1867-1873) y L'Internatiornale (1869 - 1873), de Bruselas, etc., conocemos por vez primera la combinación del mutualismo con la socialización de la propiedad territorial (De Paepe estaba influenciado por las doctrinas de Colins, Louis de Potter y De Keizer, Het Natuurregt al respecto), luego la socialización también de los medios de producción, el colectivismo integral, como la concepción de De Paepe. Reconoció igualmente ... que todos los Estados políticos y autoritarios, actualmente existentes, deben reducirse a simples funciones administrativas de los servicios públicos, en sus países respectivos y desaparecer finalmente en la unión universal de las libres asociaciones, tanto agrícolas como industriales ... (carta del 16 de enero de 1869 al grupo iniciador de la Alianza internacional, firmada por los diecisiete miembros del Consejo general belga). Esta socialización integral y esa liquidación de los Estados forma la concepción anarquista colectivista, que fue reconocida, en la forma descrita en esta carta, por los principales militantes de Bruselas, De Paepe, Brismée, Eugéne Hins, Verrycken, el francés Paúl Robin y otros.

De Paepe dijo en un informe al congreso de Basilea (1869) que el socialismo científico y el comunismo popular en las formas rejuvenecidas y bajo los nombres nuevos de mutualismo y de colectivismo abandonan su categoría exclusiva y absoluta, se abrazan y se compenetran hoy en la Internacional, en una nueva concepción de la sociedad, una concepción sintética que busca al mismo tiempo garantías para el individuo y para la colectividad.

Tal fue, desde 1867 a 1869, esa elaboración continua de una síntesis de libertad y de solidaridad e inevitablemente el estatismo, el autoritarismo, no tenían nada que ver. Solo hubo una gran diferencia en la apreciación de los caminos para llegar a la sociedad colectivista no-estatista, que fue reconocida como un grado ulterior de evolución social también por Marx, pero solo después del período de la dictadura del proletariado, cuando tras la abolición de las clases, las funciones gubernamentales se convertían en simples funciones administrativas. De Paepe no estuvo nunca lejos de esta manera de relegar la anarquía a un porvenir lejano, solo que propuso llegar a ella por etapas libertarias, no por la dictadura, como Marx. Fue colocado así entre los revolucionarios mencionando, entre algunos belgas, como Eugéne Hins, que buscaban medios de acción directa colectiva, pero no de acción revolucionaria, y entre los autoritarios que, al menos teórícamente, admitían una desaparición del gubernamentalismo, cuando éste no tuviera que defender una clase privilegiada contra la clase desheredada. Eso explica que, brillante todavía en el congreso de Basilea, en 1869, De Paepe se eclipsa por decirlo así después hasta 1874, en que era ya partidario del estatismo moderado (servicios públicos). Había debido admitir, sin embargo, en uno de los informes de 1869, que los trabajadores no tendrán la paciencia de esperar los resultados de una evolución lenta y pacífica que duraría siglos; dicen que han sufrido bastante tiempo y que quieren ver el fin de sus sufrimientos. La transformación de la propiedad no llegará, pues, probablemente, por una evolución ciega y necesaria, sino por la intervención inteligente y razonada de los hombres, no por la evolución, sino por la revolución.

Pero no obstante ese reconocimiento tardío, De Paepe y sus camaradas permanecen doctrinarios y tienen una aversión constitucional a la revolución, desconfían de sus aspectos autoritarios y se sienten alejados del esfuerzo de Bakunin por precisar, intensificar, precipitar las actividades revolucionarias por medio precisamente de esa intervención inteligente y razonada de los hombres, por la Alianza pública internacional (v. carta del 6 abril de 1870); los belgas son un poco quisquillosos, tienen alguna desconfianza contra la Alianza - son también un poco doctrinarios, y la Alianza no encuentra puesto en su doctrina. Eso fue. El doctrinarismo no comprendió la diferencia de las situaciones reales, y el Consejo general belga habría debido decir al grupo de la Alianza, en enero de 1869, que en Bélgica no se tenía necesidad de la Alianza, pero que sobre los otros países no tenía que pronunciarse. En efecto la asociación de los Solidaires, después el Peuple, después la sección de Bruselas y el Consejo mismo, fue un núcleo sólido que tenía la mano sobre el movimiento belga, al lado de otros núcleos en Lieja, Verviers, Gante, Amberes, y la obra de la Alianza se hizo desde largo tiempo por esos grupos de militantes.

Los jurasianos intelectualmente dirigidos por James Guillaume, con trabajadores muy reflexivos y abnegados como Adhémar Schwitzguébel, Auguste Spichiger y muchos otros, estaban en el fondo mucho más cerca de los belgas que de Bakunin y de los parisienses revolucionarios como Varlin. A pesar de las disidencias localmente inevitables con los ginebrinos, por medio de Jung, el secretario suizo del Consejo general de Londres, se habrían entendido, de haber sido dejados tranquilos, como lo estuvieron siempre los belgas. Allí, al menos hasta septiembre de 1874, se estableció entre Bakunin y ellos, esa convivencia basada en el respeto mutuo y en la no-intervención, y sobre esas bases una cooperación amistosa, que habría podido también tan fácilmente crearse entre el grupo de Bruselas y Bakunin. En el Jura, sin la Alianza, Guillaume y los otros militantes estaban tan íntimamente ligados entre sí que no tenían necesidad de lazos aliancistas. Y Bakunin, no mezclándose en nada, pero discutiendo y concertándose con Guillaume, tuvo, como Guillaume, esa influencia que la inteligencia y la experiencia dan siempre. El haber rehusado eso para Bélgica fue una falta de solidaridad intelectual, el rehusamiento orgulloso de un concurso honorablemente ofrecido.

Así las nuevas fuerzas en aumento desde 1864 a 1868 también en la Internacional y los elementos de acción, que Bakunin asoció en el mismo espíritu, en el del colectivismo antiautoritario, no fueron tan solidarias como habrían podido ser, pero, sin embargo, en el otoño de 1868, cuando Bakunin comienza a obrar en el ambiente de los trabajadores organizados, la idea anarquista había adquirido ya un hermoso puesto en la Internacional, superando ese descenso que marca el pálido post-proudhonismo, y no siendo afrontada todavía abiertamente por la idea autoritaria (Marx) que, sin desarmarse, había observado una reserva prudente en los grandes congresos públicos.


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