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La Constitución de Apatzingan
Carlos María de Bustamante
CARTA SEGUNDA
APARTADO SEGUNDO



OFICIO CON QUE EL CONSULADO DE MEXICO
REMITIO ESTA PROCLAMA AL VIRREY CALLEJA

Excmo. Sr.:

Este tribunal en este instante de las diez del día acaba de recibir, con la correspondencia de Puebla, un pliego que contiene una proclama del rebelde Rayón, con un oficio del Lic. D. Carlos María de Bustamante, los que acompañamos a éste con el sobre para que de toDios guarde a V. E. muchos años.

Consulado de México, septiembre 2 de 1914.
Excmo. Sr.
Diego Fernández Peredo.
Manuel de Urquiaga.

Así habló el general Rayón a los españoles cuando el absolutismo de Fernando VII. Documento tal le hará honor en todo tiempo, así como al general Morelos el discurso que pronunció en la instalación del Congreso de Chilpancingo que quedó insertado al fin de la segunda época de esta edición.

Casi en los mismos días que el general Rayón dirigía la proclama que hemos insertado, el Dr. Cos, muy distante de Zacatlán e ignorando esta conducta liberal, por sí mismo dirigió otra encaminada al mismo fin; lo que prueba que los jefes obraban con sinceridad y deseaban la armonía entre las naciones: a la letra dice.

Españoles habitantes de América:

Habiendo variado la constitución de nuestro suelo, así por los sucesos inopinados de la Europa como por nuestra organización interior, deben también variar nuestros sentimientos, nuestras operaciones y lenguaje.

Las voces crueles, bárbaras e impolíticas de un pueblo arrebatado, que clamó en los primeros transportes de su conmoción: mueran los gachupines, exacerbaron vuestros ánimos, y la poca fe con que debía contarse de una plebe agitada, sin dirección y sin sistema, puede disculpar el desprecio con que habéis recibido por una y otra vez nuestras amigables propuestas.

Hoy la nación casi toda está sujeta a cierta forma de gobierno, que sabe respetar los derechos de la fe pública y el idioma de la urbanidad; que os convida a formar una masa común de ciudadanos iguales, y os propone sincera y francamente la paz por tercera vez.

La experiencia funesta de cuatro años de guerra nos ha convencido plenamente de que si no tenemos los unos y los otros una fuerza bastante para dominarnos en breve, no nos faltan arbitrios para matener nuestTa lid destructora, hostilizarnos y consumirnos sordamente. Hagamos, pues, un esfuerzo sobre nuestro propio entusiasmo, y despreciando las ilusiones ridículas del fanatismo, y la manía de querer grabar en el pueblo rudo ideas quiméricas de la prosperidad de España, perdida ya para siempre, pensemos seriamente en volvernos la paz y la felicidad a que unos y otros aspiramos.

Uníos a nosotros. Este es el desenlace más fácil que puede tener la acción en que nos vemos empeñados, antes que las relaciones exteriores constituyan a esta nación inculta en el riesgo de ser juguete de las astucias de otra nación extranjera. Uníos a nosotros; vuestras personas serán respetadas, y libres vuestras posesiones. Uníos a nosotros. Os veremos como hermanos, a recibiros con la oliva, y estrecharos sinceramente en nuestros brazos.

Cuartel general en Pátzcuaro, octubre 21 de 1814.
Dr. José María Cos.
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