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La Constitución de Apatzingan
Carlos María de Bustamante
CARTA SEGUNDA
APARTADO SEXTO



CARACTER DEL GENERAL GALEANA

D. Hermenegildo Galeana nació en el pueblo de Teipam, se radicó en la hacienda del Zanjón, propia de su primo hermano D. Juan José, y la administró por muchos años. A instancias de éste tomó parte en la revolución, y no fue necesario convencerlo, pues él estaba muy mal dispuesto con la dominación española y orgulloso de los naturales de aquella península, por las persecuciones que en su infancia sufrió de D. Toribio de la Torre y de D. Francisco Palacios. Fue casado seis meses, y cuando murió tenía cincuenta y dos años de edad.

Nació con las disposiciones mejores para la guerra, y que jamás habría mostrado si no hubiera ocurrido la revolución. Ya vimos en la Carta primera de la segunda época, primera edición, que por una casualidad las mostró en el campo de la Sabana cuando desamparó el puesto el brigadier D. Francisco Hernández, y lo mismo D. Miguel Ramírez (alias el Florero), en cuyas circunstancias afligidas recurrieron a él los soldados y lo eligieron comandante, hallándose allí enfermo y encargado de la administración de justicia. Entonces desarrolló su brío y mostró para lo que le reservaba la Providencia. Este hombre, en quien la valentia era una segunda naturaleza; que jamás atacó al enemigo a retaguardia, y que era terribilísimo en una acción de guerra, era, por el contrario, un cordero en los momentos de la paz y fuera de la acción. Jamás hizo fusilar a ninguno, aunque tuviese orden de hacerlo. Calculaba mucho, principalmente en el calor de la batalla; entonces le ocurrían medidas imposibles al parecer, pero certeras e indefectibles. Si hubiese esperado los auxilios del campo de Atijo, a vuelta de tres meses lanza del sur al general Armijo y reconquista todo lo perdido. Tenía sobre los negros un ascendiente poderoso: llamábanle Tata Gildo, y lo que él decía se cumplía irrevocablemente, y sin repugnancia; a su nombre siempre acompañó como correlativa la idea de un hombre de bien, y aun el mismo Calleja siempre lo tuvo en este concepto. Amó al señor Morelos hasta la idolatría, y lo respetó tanto, que jamás le habló sino con el mayor comedimiento. Cuando éste supo su muerte se arrebató de dolor, diose una palmada en la frente y dijo ...

Acabáronse mis brazos ... ya no soy nada ...

Yo que venero las palabras de este hombre extraordinario, me atrevo a grabar sobre el sepulcro de Galeana estas sencillas palabras:

Al brazo derecho de Morelos
Hemenegildo Galeana,
muerte en 27 de junio de 1814,
peleando en el campo por la libertad
la America amaericana
agradecida.

¿Y seré yo solo, mexicanos, el que deplore esta desgracia infanda? ¿No habrá quien me acompañe en tan justo duelo por un hombre en quien todos reconocemos un cooperador eficacísimo para la independencia? ¿Necesitaré de las flores de la elocuencia para esparcirlas sobre su sepulcro y honrar su memoria? De ninguna manera; los hechos de Galeana son tan públicos, y su mérito tan relevante, que basta referirlos sencillamente para elogiarlos; el aplauso nace de su misma naturaleza, no de otro modo que las bellezas de un escrito, tanto más admirables, cuanto que se forman fluyendo con la tinta de la pluma que las escribe, digámoslo en dos palabras, el adorno del orador hace sospechoso el mérito del héroe cuando amplifica sus conceptos y los engalana con los atavíos de una elocuencia afeminada; sin embargo, sin confundir la cualidad de historiador con la de panegirista, bien podré admirar como un grande asunto de nuestra historia el arte prodigioso con que Galeana adquirió una nombradía incomparable en el último período de sus días. Sin recursos, sin armas y sin hombres, con un puñado de ellos, desnudos y hambrientos, y mal armados, hace frente a la división victoriosa de Armijo, y casi fuerza a la naturaleza para superar toda clase de obstáculos, y avanzar rápidamente en la reconquista; y si no ¿por qué se espantaron acobardadas dos compañías de soldados enemigos cuando les dice: yo soy Galeana? Por la grandiosa idea que de su mérito tenían formada; porque le veían multiplicar de día en día sus fuerzas, y porque de Galeana sólo temían que fuese capaz de marchitar sus laureles. Concluyo diciendo que éste es el héroe sin par, en su clase, y que para ponerle un extremo de comparación necesitamos revolver los fastos de la primera edad heroica de México, y decir ...

Sólo Mocthezuma Illhiucamina, llamado el Heridor del Cielo, por justo renombre de su atrevimiento, es comparable con Hermenegildo Galeana ...

¡Ah! ¡Eterna sea su memoria en nuestros fastos y bendita sea también por nuestros hijos!
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