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La historia de Araujo
Traducción del inglés por Chantal López
El mes pasado fue liberado de la Penitenciaria del fuerte de Leavenworth, Kansas, un hombre joven, inteligente, alerta, de ojos claros, de maneras francas, quien después de dos años y medio de encarcelamiento, pudo por vez primera respirar de nuevo el aire de la libertad.
Se trata de Antonio de P. Araujo, un patriota y revolucionario mexicano. Si las autoridades, al encerrarlo en la cárcel bajo el cargo de violación a las leyes de neutralidad, esperaban quebrantar su voluntad, su plan fue un miserable fracaso.
Sufrió dos años de martirio en la tierra de los libres porque luchó para rebelar las intolerables condiciones que su raza soportaba bajo las garras del tirano Díaz. Salió de la cárcel aún más decidido. aún más valiente para proseguir con esta lucha.
Araujo fue arrestado en Waco, Texas, en septiembre de 1908, sin ninguna acusación concreta en su contra. Fue llevado a la cárcel y mantenido incomunicado al estilo Díaz. Finalmente fue acusado de violar las leyes de neutralidad y a su debido tiempo su caso fue llevado a juicio. Los cargos contra él se caracterizaron por su incoherencia, ambigüedad y vaguedad, pero a pesar de ello las autoridades norteamericanas y los espías mexicanos se las arreglaron para montar un caso en contra de él y así se esforzaron para demostrar que formó una expedición militar desde el territorio norteamericano en contra de México, un gobierno amigo, fallaron en demostrar el carácter militar de la expedición o que consistía de más de tres hombres y que no alcanzaron el territorio mexicano al fin, a pesar de todo ello, este joven liberal fue encontrado culpable y sentenciado por el juez Maxey a cumplir dos años y medio en la penitenciaria por violación a las leyes de neutralidad, la más larga sentencia registrada por este delito.
Al pronunciar la sentencia en contra de él, el juez Marxey hizo esta amenazadora declaración:
Admito que estoy prejuicio en contra del acusado, pero estoy decidido a desbaratar esta conspiración en contra del presidente de México, Díaz. A mi parecer, el presidente Díaz es un buen y gran gobernante, y cualquier hombre que se atreva a levantar una mano en contra de su administración debería ser castigado severamente.
A causa de su actuar en este caso, la crítica hacia Maxey se volvió tan severa que después se retractó de su postura, de tal forma que hasta pareció justo para con los revolucionarios.
Acerca de Araujo, Eugene Debbs describió, después de su visita con Warren, al joven revolucionario en la penitenciaría:
Nos reconoció, y de sus obscuros y expresivos ojos destellaba su alma. Puso sus brazos sobre nosotros, primero el uno y luego el otro. Su cara era toda solicitud. Por la emoción él no podía hablar. Pero hubo un mundo de manifestaciones en sus ojos finos y su semblante (clear-out and mobile).
En otra parte del mismo número de The Appel to Reason, paga a Araujo el siguiente comentario:
Antonio Araujo, el joven patriota de México, la flor de la alta cultura y de la buena educación, escogió la Penitenciaria a un palacio y a una vida fácil, de lujos. Hizo su nombre inmortal y en otro siglo su sentencia será su corona de honor, y su pundonor, su edad.
Ethel Duffy Turner
(De Regeneración, del 25 de marzo de 1911, N° 30)
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