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El trabajador de la sección
Allá marcha un hombre con el andar torcido, rebelando un cansancio prematuro, el rostro tostado por un sol ardiente, maldecido ... Lo vemos y nos acercamos a él; es el trabajador mexicano de la Sección.
Los ferrocarriles, los grandes sistemas de vampiros, lo han explotado de la manera más despiadada.
Trabaja diez horas al día al rayo del sol y en despoblado, cambiando durmientes, moviendo rieles, amartillando clavos, asegurando tornillos, siempre laborando duramente y obediente a un mayordomo la mayoría de las veces brutal, altanero y con un profundo odio de raza al greaser.
El Santa Fe, el Texas y Pacific, el Missouri, Kansas y Texas, el International y Gran Norte, el Sur Pacífico, el Galveston, Herrisburg y San Antonio, el Rock Island, el Frisco, el San Antonio y Arkansas Pass, el Cotton Belt, el Iron Montain y otros ferrocarriles más que no recordamos, pagan a ese esclavo, jornales que fluctúan entre $1.10 y $1.25 con excepción de los domingos. Unas líneas férreas le efectúan su pago una vez al mes y otras, entre ellas el criminal Santa Fe, cada ¡¡¡cuarenta y cinco días!!!
Todos saben que un hombre en los Estados Unidos no puede vivir con un salario tan miserable. Sin embargo, el trabajador de la Sección se aviene al estado a que lo sujeta el ferrocarril por el cual trabaja. Se acomoda en las miserables cuanto insalubres casuchas que pomposamente llaman los ferrocarriles section and houses y en las cuales duermen todos los esclavos, incluso las familias.
Para sarcasmo y hacer patentes su inferioridad de raza y de valer, a unos cuantos pasos le presentan una casa lujosa y la cual sirve de habitación al Señor Mayordomo americano y a su respetable familia. Dicha casa, residencia de unas cuantas personas, reune todas las condiciones de comodidad y es dos o tres veces más espaciosa que todas las casuchas de los trabajadores juntas.
¡Qué sarcasmo! ¿Qué desprecio por el trabajador mexicano!
Pasando a examinar su alimentación: ¿qué substanciosa alimentación ha de recibir un hombre que gana unos cuantos centavos más de un peso al día?
No teniendo dinero efectivo, generalmente pide al ferrocarril por el cual trabaja, provisiones y abarrotes, que le son cargados a precios elevadísimos y entregados en mal estado, muchos de ellos podridos.
La más mala calidad de café del Brasil, el té más ordinario, cereales viejos y latas de carnes y conservas que han estado selladas durante muchos años, son las provisiones que recibe y tiene que aceptar, so pena de ser dado de baja del empleo de la compañía.
Con habitaciones peor que caballerisas, recibiendo una mediana alimentación, dejados a cada momento por la Compañía y los mayordomos, los trabajadores de Sección llegan a alcanzar el día de pago, su dinero efectivo, cinco, seis u ocho pesos, suma insignificante e inútil para comprarse lo más necesario para vestir.
No es injusticia, pues, en contar al trabajador de Sección entre los parias que vegetan en este país, su espíritu quebrado por el brutal tratamiento del mayordomo, su estómago destruído por una pésima alimentación y sus fuerzas agotadas y en decadencia por el pesado trabajo a que lo obliga la compañía ferroviaria.
Todo lo anterior ¿qué pone de relieve? Una sola verdad, y esta verdad es que el capitalismo americano es el peor enemigo de los trabajadores mexicanos, el buitre que más los explota, el que más los hostiga, el que más los desprecia.
Es tiempo ya de que abramos los ojos al gran peligro en que estamos los trabajadores mexicanos. Sacudamos ese indiferentismo en que hemos vivido y decidámonos a abandonar esa vida de ignominia. Mandemos al diablo a los mayordomos y en lugar de trabajar más en las secciones ferrocarrileras vayamos a trabajar en las secciones liberales en México con el fusil al hombro para conquistar el pan que se nos ha negado y enarbolemos la bandera roja de los pobres, la que tiene inscrita en hermosas letras del color de la misma las palabras ¡Tierra y Libertad!
De otra manera el porvenir que espera en este país al trabajador de Sección es continuar esa vida de ignominia, sufrir más los regaños del capataz, vivir en despoblado y en cuartos malsanos y seguir dando grandes provechos, con su trabajo y a costa de su salud, a las ricas compañías de los caminos de fierro.
No trabajadores: el único medio salvador para nosotros está en las filas del Partido Liberal Mexicano.
No hay que tener esperanza ninguna en el millonario Madero ni en ningún otro gobernante para obtener nuestra libertad.
El que crea que Madero o el gobierno nuevo de México llegue a mejorar la condición del obrero, es un tonto o un desequilibrado.
En el trabajador mismo está el medio de hacerse libre, de independizarse de ese trabajo de esclavo. Unirse al Partido Liberal Mexicano y conquistar para sí, para la familia y para todos, el derecho de posesión a la tierra y la libertad inherente.
Trabajadores de secciones ferrocarrileras: ¡Ahora o nunca! Escoged: seguir siendo los esclavos de los güeros o ir a México a unirse a los liberales que están peleando por Tierra y Libertad.
O quedar siendo esclavos, o ser libres de amos güeros y prietos.
Antonio de P. Araujo
(De Regeneración, del 8 de julio de 1911, N° 45)
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