Índice de Historia del movimiento machnovista de Pedro ArchinoffNota biográfica de Nestor Machno por Ugo FideliCapítulo SegundoBiblioteca Virtual Antorcha

Capítulo I

La democracia y las masas trabajadoras en la revolución rusa

No existe en la historia del mundo una sola revolución que haya sido realizada por el pueblo trabajador en su propío interés, es decir, en beneficio de los obreros de las ciudades y de los campesinos pobres, de las masas explotadas. La fuerza principal de todas las grandes revoluciones han sido los trabajadores, capaces de soportar por su triunfo los más grandes sacrificios. Pero los guías, los organizadores de los medios, los ideólogos de la revolución fueron, invariablemente, no los obreros y los campesinos, sino elementos marginales, extraños, generalmente intermediarios entre la clase dominante de la época moribunda y el proletariado naciente de las ciudades y los campos.

Es siempre la descomposición del viejo régimen, del viejo sistema de Estado, acentuado por el impulso de las masas esclavas hacia la libertad, lo que hace surgir y desarrolla esos elementos. Y es por causa de sus cualidades particulares de clase y su pretensión al poder por la que adoptan una posición revolucionaria frente al régimen político agonizante, y se convierten fácilmente en guías de los oprimidos, en conductores de los movimientos populares. Pero al organizar la revolución, al dirigirla bajo el símbolo y el pretexto de los intereses de los trabajadores, sólo persiguen sus mezquinos intereses de grupo o de casta. Aspiran a utilizar la revolución para asegurar sus privilegios.

Así pasó en la revolución inglesa, en la gran revolucíón francesa y en las revoluciones francesas y alemanas de 1848. Así sucedió en todas las revoluciones en que el proletariado vertió a torrentes su sangre en la lucha por la libertad. Sólo los jefes y los políticos recogieron los frutos de tanto esfuerzo y de tanto sacrificio -y explotaron en su propio beneficio y a espaldas del pueblo-, los problemas y los fines de la revolución.

En la gran revolución francesa los trabajadores hicieron esfuerzos y sacrificios sobrehumanos por triunfar. Pero, ¿los políticos de esa revolución fueron hijos del proletariado? ¿Luchaban por sus aspiraciones: libertad, igualdad? De ningún modo. Danton, Robespierre, Camilo Desmoulins y todas las cabezas de la revolución eran esencialmente representantes de la burguesía liberal de la época. Luchaban por una estructura burguesa de la sociedad, que no tenía nada en común con las ideas de libertad y de igualdad de las masas populares de Francia en el siglo XVIII. Fueron y son, sin embargo, considerados los jefes de la revolución.

¿En 1848, la clase obrera francesa -que había brindado a la revolución tres meses de heroicos esfuerzos, de miseria, de privaciones y de hambre- obtuvo esa República social que le habían prometido los dirigentes? Sólo obtuvo esclavitud y exterminio: el fusilamiento de 50.000 obreros de París, cuando intentaron rebelarse contra quienes los habían traicionado.

En todas las revoluciones los obreros y campesinos sólo consiguieron esbozar sus aspiraciones fundamentales, formar apenas su corriente, que fue en principio desnaturalizada y después liquidada por los meneurs de la revolución, más inteligentes, más astutos y más instruidos. Las conquistas más importantes que los obreros obtenían en estas revoluciones, como el derecho de reunión, de asociación, de prensa, o el derecho de darse gobernantes, duraron poco tiempo, el necesario para que el nuevo régimen se consolidase. Después, la masa volvió a su antigua condición de sometimiento.

Sólo en los movimientos profundos, de abajo, como la revuelta de Ratzin y las insurrecciones revolucionarias de campesinos y obreros de los últimos años, el pueblo dirige el movimiento y le comunica su esencia y su forma. Pero esos movimientos, habitualmente acogidos con frialdad por la parte de la humanidad pensante, no han vencido en ningún país. Además, se distinguen netamente de las revoluciones dirigidas por los grupos o partidos políticos.

Nuestra revolución rusa es, sin duda, y hasta el presente, una revolución política que realiza con fuerzas populares intereses extraños al pueblo. El hecho fundamental de esta revolución después de los sacrificios, sufrimientos y esfuerzos revolucionarios de obreros y campesinos, fue la toma del poder político, por un grupo intermedio, la intelligentzia socialista revolucionaria o democracia socialista.

Se ha escrito mucho sobre esa intelligentzia socialista, rusa e internacional. Generalmente fue elogiada y llamada portadora de ideales humanos superiores, luchadora de la verdad. Algunas veces, fue criticada. Todo lo que se dijo y escribió sobre ella, lo bueno y lo malo, tiene un defecto esencial: es ella misma la que se definió, criticó y alabó. Para el espíritu independiente de obreros y campesinos, ese método no es de ningún modo persuasivo y no puede tener peso en sus relaciones, en las cuales, el pueblo no tendrá en cuenta más que los hechos. Ahora bien, el hecho real, incontestable en la vida de la intelligentzia socialista, es que gozó siempre de una situación social privilegiada.

Viviendo en los privilegios, el intelectual se convierte en privilegiado, no sólo socialmente, sino también sicológicamente. Todas sus aspiraciones espirituales, lo que entiende por su idea social, encierran infaliblemente el espíritu del privilegio de casta. Ese espíritu se manifiesta en todo el desenvolvimiento de la intelligentzia. Si tomamos la época de los decabristas (1), como principio del movimiento revolucionario de la intelligentzia, al pasar consecutivamente por las etapas de ese movimiento, el narodnitschestvo y el narodavoltchestvo (2), el marxismo, en una palabra, el socialismo en todas sus ramificaciones, hallamos siempre ese espíritu de privilegio de casta claramente expresado.

Por más elevado que parezca cierto ideal social, si lleva en sí privilegios por los que el pueblo deberá pagar con su trabajo y sus derechos, no es ya la verdad completa. Ahora bien, un ideal social que no ofrece al pueblo la verdad completa es, sólo por ésto, mentira. Y es precisamente tal mentira la ideologia de la intelligentzia socialista, y la intelligentzia misma, y sus relaciones con el pueblo están determinadas por este hecho.

El pueblo no olvidará ni perdonará que, especulando con sus condiciones miserables de trabajo y su falta de derechos, se mantenga una casta social privilegiada que además se esfuerza por conservarse en la nueva sociedad.

El pueblo es una cosa; la democracia y su ideologia socialista es otra. Él llega al pueblo, prudente y sagazmente.

Ciertamente, naturalezas heroicas aisladas, como Sofía Perowskaia, se colocan por encima de las bajas cuestiones de privilegios, propias del socialismo. Este fenómeno no procede de una doctrina democrática o de clase; es de orden sicológico o ético. Estas naturalezas son flores de la vida, que embellecen el género humano.

Se inflaman en la pasión de la verdad, se entregan y se consagran completamente al servicio del pueblo y, por sus existencias ejemplares, hacen resaltar aún más la falsedad de ciertas ideologias socialistas. El pueblo no las olvidará nunca y abrigará hacia ellas un gran amor en su corazón.

Las vagas aspiraciones politicas de la intelligentzia rusa en 1825 se erigieron medio siglo más tarde en un sistema socialista de estado y la intelligentzia misma se convirtió en una agrupación social y económicamente definida: la democracia socialista. Sus relaciones con el pueblo se fijaron definitivamente; el pueblo marcha hacia su autodirección civil y económica; la democracia trata de ejercer el poder sobre el pueblo. La alianza entre ambos no puede celebrarse sino a través de imposiciones y violencia; nunca de un modo natural, por la fuerza de una comunidad de intereses. Estos dos elementos son hostiles.

La idea del Estado, de una dirección de las masas por la coerción, fue siempre propia de individuos en quienes está ausente el sentimiento de la igualdad y en quienes domina el egoismo de individuos para quienes el hombre es un ser torpe, sin voluntad, iniciativa ni conciencia, incapaz de gobernarse a sí mismo.

Esta idea fue siempre característica de los grupos privilegiados que dominan al pueblo trabajador: los estratos patricios, la casta militar, la nobleza, clero, burguesía industrial y comercial. El socialismo de Estado moderno no se ha mostrado por casualidad servidor celoso de la misma idea. El socialismo estatista es la ideología de una nueva casta de dominadores. Si observamos atentamente a los partidarios del socialismo de Estado veremos que poseen aspiraciones centralistas y se consideran el centro que ordena y dirige a la masa. Este rasgo sicológico del socialismo de Estado y de sus adictos es la continuación de los grupos dominadores antiguos, extinguidos o en vías de extinguirse.

El segundo hecho destacable de nuestra revolución es que los obreros y los campesinos han permanecido en la situación anterior de clases trabajadoras, productores dirigidos por el poder superior. La llamada construcción socialista, que se lleva a cabo en Rusia, el aparato estatal de dirección del país, la creación de nuevas relaciones sociales y políticas, no es más que la edificación de una nueva clase dominante sobre los productores: el establecimiento de un nuevo poder socialista entre ellos. El plan de esta dominación, fue elaborado durante años por los líderes de la socialdemocracia, y conocido antes de la revolución rusa con el nombre de Colectivismo. Ahora se llama sistema soviético.

Se realiza por primera vez sobre la base del movimiento revolucionario de los obreros y campesinos rusos. Es el primer intento de la socialdemocracia para establecer en un país su dominación del Estado por la fuerza de la revolución. Como primer intento por otra parte sólo de un sector de la democracia, el más activo, el más revolucionario y de más iniciativa: su ala izquierda comunista sorprendió a la democracia por su espontaneidad y por sus formas brutales la dividió, en los primeros tiempos, en varios grupos enemigos. Algunos de estos grupos (los mencheviques, los socialistas revolucionarios) consideraban prematura y arriesgada la introducción del comunismo en Rusia. Continuaban esperando llegar a la dominación del Estada en el país por la vía llamada legislativa y parlamentaria, es decir, por la conquista de la mayoría de las bancas en el parlamento con los votos de los campesinos y de los obreros. Sobre este desacuerdo entraron en discusión con sus camaradas de izquierda, los comunistas. Este desacuerdo no es más que accidental, temporal y poco profundo. Se generó por un malentendido, por la incomprensión de la parte más vasta y tímida de la democracia, sobre el sentido de la revolución realizada por los bolcheviques. Tan pronto como la democracia comprende que el sistema comunista no sólo no le aporta nada malo, sino que, por el contrario, le deja entrever ventajas y empleos importantes en el nuevo Estado, todas las discusiones y desacuerdos entre las diversas fracciones de la democracia desaparecerán y ésta marchará bajo la dirección del partido comunista unificado.

Actualmente observamos un cambio de la democracia en este sentido. Una serie de grupos y de partidos, entre nosotros y en el extranjero, se asocian a la plataforma soviética. Grandes partidos políticos de los diferentes países, que eran, todavía en los últimos tiempos, los principales participantes de la Segunda Internacional y que luchaban desde allí contra el bolchevismo, se aprestan ahora para la Internacional comunista y se acercan a la clase obrera bajo el estandarte comunista de la dictadura del proletariado como programa.

Pero igual que las grandes revoluciones precedentes, en que lucharon obreros y campesinos, nuestra revolución ha puesto de relieve una serie de aspiraciones independientes y naturales de los trabajadores en su lucha por la libertad y la igualdad. Nuestra revolución, pues, ha tenido corrientes populares originales.

Una de esas corrientes, la más poderosa, la más brillante es la machnovista. Durante tres años intentó abrir en la revolución un camino por el cual los trabajadores de Rusia pudieran llegar a la realización de sus aspiraciones seculares de libertad e independencia. A pesar de las encarnizadas tentativas del poder para obstaculizar y desnaturalizar esta corriente, continuó viviendo, difundiéndose, combatiendo en varios frentes de la guerra civil, asestando golpes a sus enemigos, y llevando la esperanza de la revolución a obreros y campesinos de la Gran Rusia, del Cáucaso y de Siberia.

El éxito rápido y continuo del machnovismo se explica por el hecho de que una parte de los obreros y de los campesinos rusos conocían en cierta medida la historia de las revoluciones de los otros pueblos y los movimientos revolucionarios de sus abuelos y podían apoyarse en sus experiencias. Surgieron entre ellos personalidades que supieron hallar, formular y atraer la atención de las masas sobre los aspectos más esenciales del movimiento revolucionario, controponiéndolos a los fines políticos de la democracia y que supieron defender con dignidad, perseverancia y talento.

Antes de pasar a la historia del movimiento machnovista, es necesario hacer notar que, al llamar a la revolución rusa la revolución de octubre, se confunden a menudo dos fenómenos diferentes: la palabra de orden, bajo la cual las masas hicieron la revolución, y el resultado de esa revolución.

Las palabras de orden del movimiento de octubre de 1917 eran: Las fábricas a los obreros. La tierra a los campesinos. El programa social y revolucionario de las masas se resumía en esas palabras breves, pero profundas por su sentido: aniquilamiento del capitalismo, supresi6n del asalariado, de la esclavitud impuesta por el Estado, y organización de una vida nueva basada sobre la autogestión de los productores.

En realidad, la revolución de octubre no cumplió de ningún modo ese programa. El capitalismo no ha sido destruido sino reformado. El asalariado y la explotación de los productores quedan en pie. Y en cuanto al nuevo aparato estatal, no oprime menos a los trabajadores que el aparato estatal del capitalismo. No se puede pues llamar revolución de octubre más que en un sentido preciso y estrecho, el de la realización de los fines y problemas del partido comunista.

La conmoción de octubre no es más que una etapa en la marcha general de la revolución rusa, lo mismo que la de febrero-marzo de 1917. El partido comunista aprovechó las fuerzas revolucionarias del movimiento de octubre para sus propios fines y este acto no representa toda nuestra revolución. El proceso general de la revolución comprende una serie de corrientes que no se detuvieron en octubre, sino que fueron más lejos, hacia la realización de los problemas históricos de obreros y campesinos: la comunidad trabajadora, igualitaria y no estatal. El octubre actual prolongado y ya consolidado deberá dejar el puesto indudablemente a una etapa ulterior popular de la revolución. En caso contrario, la revolución rusa, como todas las precedentes, no habrá sido más que un cambio, un traspaso de poder.




Notas

(1) Nombre dado a los participantes del primer levantamiento revolucionario ruso que tuvo lugar en San Petersburgo en diciembre de 1825, y cuyos principales dirigentes fueron ahorcados después de su fracaso.

(2) Narodnitschestvo: movimiento que existió hacia 1870. Exodo de numerosos estudiantes de ambos sexos de las clases privilegiadas a las profundidades de las masas populares con el fin de instruirlas y hacer propaganda socialista en su medio. Este movimiento fue aniquilado por las innumerables persecuciones. Salió de él el narodonovoltchestvo, tendencia que entrañó la formación del partido Narodnaia Volia (Voluntad del pueblo), que tenía por fin la supresión del zar a fin de transformar el régimen y hacer posible la propaganda. Sus miembros lograron asesinar al zar Alejandro II, en 1881.

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