LA ASONADA MILITAR DE 1913 General Juan Manuel Torrea CAPÍTULO DECIMOCUARTO En la azotea del Palacio, el General Villar rehusó insistentemente en retirarse para atender a su curación, no obstante las instancias de los Doctores Samuel Silva y Abel Ortega que no se separaron del Comandante Militar para atenderlo, del Comodoro Izaguirre que le acompañaba y de dos empleados del Departamento de Marina de la Secretaría de Guerra señores A. Muñoz y Carlos Romero, de quienes dice el General:
por ningún motivo se quisieron separar de mi lado, dejándolos como Ayudantes. Lo acompañaron en el combate de la plaza en todos los momentos y añadió en sus notas: estos tres Ayudantes (el Mayor Malagamba y los dos a que me he referido), me fueron muy útiles por sus servicios tan activos, aptos y diligentes. Cuando se incorporó a Palacio el Señor Presidente de la República, ya el General Villar había ordenado al Teniente Coronel Hernández Covarrubias que relevara la guardia del Centro y se le hicieran los honores debidos por aquella gloriosa institución que le sirvió de escudo y de escolta desde Chapultepec hasta la residencia oficial. El General Villar al referirse al Colegio Militar se expresó así: Aun estaba en la azotea, cuando se me presentó el Teniente Coronel del Colegio Militar, Víctor Hernández Covarrubias, con una sección de sus cadetes a quienes les noté entereza, energía y valor, no menos que a su distinguido Jefe, quien me comunicó de parte del Señor Presidente de la República que venía por la Avenida Juárez hacia el Palacio Nacional.
Le contesté con satisfacción entregándole una ametralladora para que fuese agregada a su fuerza y que se situara en la puerta central a esperar al señor Presidente para hacerle los honores a su llegada. Poco más o menos después de una hora y media de que habían tenido lugar los acontecimientos que se desarrollaron en la plaza, sucintamente descritos en los párrafos anteriores, se presentaba el Primer Magistrado de la Nación acompañado del General Secretario de Guerra y Marina y de algunas otras personas, y desde luego subieron a la azotea en busca del General Comandante Militar. Al saludar al viejo Divisionario le dijo: Es usted muy hombrote General Villar. El General Villar le dió las gracias contestándole: Los hombrotes están ahí en la cadena de tiradores, mostrándoselos. Sigue diciéndome el General Villar: Luego me llevó a la Presidencia para ser curado, lo que antes no habían logrado conseguir los distinguidos médicos Samuel Silva y Abel Ortega que me seguían por todas partes queriendo me detuviese y me sentara un instante para detener la sangre de mi herida, a lo que no quise acceder para poder continuar atendiendo al cumplimiento de mi deber. Al bajar de la azotea para ir a la presidencia me tomó del brazo para ayudarme el señor Comodoro Izaguirre, por mi enfermedad del pie. Hasta aquí el General Villar. Concluida la curación de las heridas y con permiso del Secretario de Guerra y orden del C. Presidente pasó al Hospital Militar. En el parte respectivo qúe rindió el que esto escribe a la Comandancia Militar de la Fuerza del 1er. Regimiento, dijo al referirse a los oficiales: Creo de justicia hacer notar que en el episodio de Palacio fuí secundado con todo valor y energía, lo cual contribuyó a conservar el orden y la disciplina, por el Capitán 2° Angel Morales y Subtenientes Mario Domínguez, Agustín González Castrejón, Leobardo Anaya y Sargento 1° Vicente Sotomayor. Igualmente son de mencionarse los nombres del Capitán 2° Jesús V. García, Tenientes Manuel Leyva Santillán y Manuel Carrera y Subteniente Eduardo Kraus quienes, con riesgo y decisión, se me incorporaron. Estos últimos venían formando parte de la tropa rebelde con el General Ruíz y condujeron una parte de ella, para presentarse al que esto relata y fue por esta circunstancia, porque se elevó a cerca de docientos hombres el efectivo de tropa leal que quedó a mis órdenes. Me siguió diciendo el General Villar allá en Veracruz en algunas entrevistas que tuve con él: Una vez que dejé asegurados a los prisioneros subí a la azotea con la fuerza, en donde se les repartieron municiones de las quitadas al enemigo y formé un cordón de tiradores con el frente a la plaza y algo para el Norte y Sur. La fuerza del 1° volvió al cuartel de Zapadores, estableciendo tiradores en azoteas y balcones, habiéndoseme presentado para tomar el mando como Jefe del punto el pundonoroso General Agustín Sanginés. De notas del mismo General Villar: Dí orden al General Villarreal para que defendiera la Ciudadela hasta morir, como así fue: pues allí perdió su vida valientemente. Este señor General se me presentó en el Cuartel del 20° Batallón y de ahí le ordené fuera violentamente a tomar el mando de la Ciudadela, frente a la cual se encontraba alojada la Guardia Presidencial, y en la primera, los obreros de los talleres a quienes podía armar. La entrega del mando que el C. Presidente le ordenó hiciera al General Victoriano Huerta, me fue referida por el Generar Villar en los siguientes términos: Me permití suplicar al nuevo Comandante Militar, en presencia del señor Presidente y demás personas que lo acompañaban, que sostuviera y defendiera al Supremo Gobierno, al señor Madero, Presidente de la República, pues así cumpliría con el sagrado deber de un leal y distinguido soldado. El General Huerta me contestó diciendo: Sí hermano, no tengas cuidado, que todo lo cumpliré. Todavía antes de perder de vista al grupo, se volvió el General VilIar y le dijo al General Huerta por tres veces: Mucho cuidado, Victoriano. Esto me lo ha ratificado el señor D. Alfredo Alvarez. Con respecto a quién debió el mando el General Huerta en aquellos momentos solemnes, he oído divergencia en las opiniones al relatado, pero la que a mi juicio merece la atención histórica, es la que asevera que el mismo Señor Presidente fue quien se lo confirió, tal vez impresionado por la diligencia con que comenzó a dar disposiciones, cuando no las daba a quien competía,allá, durante la estancia del Primer Magistrado en la Fotografía Dagüerre. Una alta autoridad militar, el General Plata, me refirió, que el Presidente dijo al Ministro en presencia de otras autoridades militares: He nombrado Comandante Militar al General Huerta. El Ministro volviéndose y dirigiendo la palabra al Subsecretario le dijo: Dé usted las órdenes correspondientes, Se quiere disculpar a uno o a otro por lo desacertado de tal determinación y en el supuesto de que el Presidente hubiera olvidado el detalle de por qué se le había quitado el mando de la División del Norte al General Huerta, el Secretario de Guerra deberia de habérselo recordado, ya que él fue el instigador y en caso de no habérsele atendido estaba indicado el camino: la renuncia de la cartera de Guerra con carácter irrevocable, debiendo quedar sólo en su empleo como militar en cualquiera otra comisión del servicio. Pero no habiendo renunciado, ni tomado el mando como le correspondía en aquel instante, la responsabilidad histórica recae sólo sobre el Secretario de Guerra. EL NOMBRAMIENTO El General Manuel M. Plata, que era el Subsecretario de Guerra, y un soldado de disciplina y de profundo respeto a la jerarquía, no hizo la menor observación a lo determinado por el Secretario de Guerra y dió cumplimiento a lo ordenado verbalmente por el General García Peña, en aquel momento en que el Presidente se hallaba rodeado de ese y otros Secretarios, y de otras personas, aunque posteriormente, el mismo día, le recordó el por qué del acuerdo para relevarle en el mando de la División del Norte. El nombramiento fue redactado así: Un sello con el Escudo Nacional: Secretaría de Estado y del Despacho de Guerra y Marina. Hoy digo al General de División, Victoriano Huerta: El C. Presidente de la República ha tenido a bien disponer que se nombre a usted Comandante Militar I de esta Plaza en virtud de encontrarse herido el General de División, Lauro Villar, que desempeñaba ese cargo; en el concepto de que queda como Jefe de Estado Mayor de dicha Comandancia el Coronel de ese cuerpo Carlos García Hidalgo. Lo que tengo la honra de insertar a usted para su conocimiento, reiterándole mi atenta consideración. Libertad y Constitución. México, 9 de Febrero de 1913. Al General de División, Lauro Villar. COMBATES Y SITUACIONES Durante el combate de la Plaza se me presentó y estuvo a mi lado el Capitán 2° Pablo Zayas Jarero, ayudante del Secretario de Guerra, quien, al terminarse, se retiró a Palacio para presentarse ante aquella autoridad y el Capitán 1° Francisco Jáuregui del Departamento de Estado Mayor, con quien mandé parte verbal al General Villar de que me había retirado a Zapadores y quedaba en situación de espera para recibir nuevas órdenes. El aviso fue oportuno, porque un oficioso que no sabía si la fuerza del 1° era toda sublevada y tal vez sin mala intención, así debe haberlo creído, había informado al Comandante Militar que los sublevados le estaban tomando la posición por el Cuartel de Zapadores. La llegada del Capitán Jáuregui volvió la tranquilidad a la autoridad militar en situación ignorante y difícil en todos los momentos de la mañana. La situación para los militares en esos casos es comprometida, peligrosa e inquietante por la razón de duda y de temor que se apodera del individuo cada vez que se encuentra frente a otro que es superior, su camarada o su subalterno y que no sabe si es leal o rebelde. El General Comandante Militar tenía temores de verse frente a tropas rebeladas y los Jefes también dudábamos de si todo el personal respondería a las decisiones del mando. y, máxime cuando varios de los Cuerpos tenían tropa de uno y otro lado. Informado de que el General Villar estaba en la azotea, me dirigí por la escalera del Senado hasta encontrarlo: estaba sentado sobre la escalera del Senado: estaba sentado sobre un pretil y rodeado de algunas personas, le sangraba la herida y me reiteró las órdenes para que estuviera listo con la tropa a mis órdenes para el desempeño de una inmediata comisión. El General Villar pensó en organizar una Columna para ocurrir en auxilio del General Villarreal, pero la buena idea fracasó ante la imposibilidad física que aumentaba a cada momento en el enérgico Remington. El General Méndez al retirarse a su alojamiento por el cuartel de Zapadores pudo darse cuenta que la tropa leal del 1ro. de Caballería a las órdenes del Mayor Torrea, había sido remunicionada y estaba lista para marchar. y sus apreciaciones que expresó en documento, que original conservo, a la letra dice: Estuvo el Mayor Torrea el día 9 de febrero del corriente año en la Plaza de la Constitución con dos éscuadrones (sólo era uno incompleto) que se mantuvieron fieles al Supremo Gobierno; lo ví situado frente a la tienda La Colmena y allí permaneció todo el tiempo que las tropas defendían el Palacio Nacional y estuvieron combatiendo con los sublevados que ocupaban la Plaza. Luego que cesó el fuego y se procedió a levantar a los muertos y heridos el señor Mayor Torrea, con la tropa de su mando se retiró al cuartel de Zapadores, punto que había cubierto desde la noche anterior, por orden del C. Comandante Militar. Momentos después salió el suscrito por dicho cuartel y pudo darse cuenta del brillante espíritu militar que animaba a aquella tropa formada en correcta formación, y lista para volver a combatir y cumplir con los sagrados deberes de la lealtad al Supremo Gobierno. El suscrito (el General Méndez) estuvo el referido día 8, al lado del C. Comandante Militar, en la Plaza de Armas, desde las ocho y media de la mañana, hasta que llegó el Señor Presidente de la República.
Apuntes para la historia del Ejército Mexicano
EN LA AZOTEA DE PALACIO
México.
Departamento de Estado Mayor.
Número 82005.
Sección Segunda.
P. O. S. D. S.
El Subsecretario. M. Plata. Rúbrica.
Presidente.