El 25 de enero, después de la lista de retreta se recibió un telefonema de la Comandancia Militar para que un Escuadrón marchara violentamente a San Angel, con el objeto de que al día siguiente, con la incorporación de un Escuadrón de la Gendarmería Montada, el Jefe de instrucción verificara una exploración por Contreras, la cañada y montes cercanos a la Magdalena. Se repitió la marcha en los primeros días del mes de febrero, con motivo de haber sido amagados las dínamos por incursiones de elementos Zapatistas y el día 3 recibió orden telefónica para incorporarse rápidamente a la matriz con los Escuadrones a sus órdenes. A mi llegada a Tacubaya recibí instrucciones para que se alistaran tres Escuadrones mínimos con banda y música, para tomar parte en la ceremonia que se había organizado en celebración de la fecha en que fue promulgada la Constitución de la República en 1857 y cuyo acto tendría verificativo en el hemiciclo del monumento levantado al Presidente Juárez.

El Coronel fue a recibir órdenes del Jefe de la Brigada y a su regreso me comunicó la orden de formación irregular que había de adoptarse, antireglamentaria, pero tal como lo permitía el espacio libre de la calle frente al hemiciclo, con el fin de lograr que las tropas todas estuvieran lo más cerca posible del lugar en que debería de verificarse el acto cívico.

El Regimiento debería estar formado a las nueve de la mañana en masa cerrada con el frente al Norte, el estandarte y los Jefes al frente y a la derecha de la masa y la banda y la música a la izquierda, habiéndoseme hecho recomendación especial por el Jefe del Regimiento, para que estudiara la mejor forma, dado lo reducido del terreno, para facilitar el desfile por pelotones al darse la orden de retirada y que él suponía sería por la izquierda del frente para marchar con rumbo a Tacubaya.

Cuando se dieron los puntos para la orden del Regimiento, se recalcó que la salida del Cuartel debía ser precisamente a las ocho de la mañana, para sólo usar del aire del paso. conservar el aseo, la mejor presentación del personal y caballada y llegar oportunamente al hemiciclo.

Listo el Regimiento y formados los Escuadrones en batalla en el patio principal del Cuartel, sólo se esperaba la llegada del Coronel para verificar la recepción del estandarte con los honores de ley. Como pasaron algunos minutos de las ocho y el Coronel no se presentaba y como le había observado vacilación para asistir a esa formación, envié al Subayudante a darle cuenta de que el Regimiento estaba listo y que sólo se esperaba su llegada, como se acostumbraba, para recibir el estandarte.

Como respuesta recibí orden de que se sacara el estandarte y desfilar, pues el Coronel nos alcanzaría por la calzada de la Reforma. Más hacia México de la columna de la Independencia se incorporó, habiendo podido observar desde luego, por las frases que me dirigió, la notoria contrariedad que la embargaba, no obstante que con su conversación, procuraba disimular su acentuado mal humor.

Me habló de lo molesto del tocado y lo inconveniente que, desde algunos puntos de vista, encontraba en el uso de los albardones; él era partidario de la antigua montura y sobre todo para el caso señalaba un serio defecto en la silla para gala: que carecía de pistoleras. Con este motivo me preguntó si llevaba pistola y si la llevarían algunos de los oficiales, a lo que respondí negativamente, porque no era arma reglamentaria para el uniforme y equipo de gala, ni tenía colocación en la montura, ni aditamento especial reglamentado para llevarla.

Esta conversación, una vez realizados los sucesos del 9 de Febrero, comprobó las sospechas que abrigué, de que, desde entonces, el Jefe del Regimiento ya se había comprometido con algunos de los que deberían de figurar como cabezas de la rebelión de Febrero.