LA ASONADA MILITAR DE 1913 General Juan Manuel Torrea CAPÍTULO TRIGÉSIMO SÉPTIMO El Presidente y el Vice~Presidente presos por el Comandante Militar de la Plaza, trajeron consigo una situación anormal para el estado militar y los Generales en su mayor parte; los Generales Sanginés, Angeles, Rivera, que a mi me consta, opinaban de diferente manera sobre lo que debería de hacerse, con excepción manifiesta de los Generales Delgado y Blanquet, según informaciones adquiridas. Jefes de segunda y tercera categoría en las columnas también diferían en el pensar, aunque todos opinaban por retirarse de la capital a otras regiones, en tanto se veía la orientación que tomaran los acontecimientos y la forma en que se estableciera el nuevo Gobierno. Supimos que algunos de los Generales Comandantes de Zona, entre otros los Generales Jerónimo Treviño, José María Mier y J. Refugio Velasco, preguntaban sobre la interpretación que deberían de dar a los telegramas que recibían, y alguno pidió cuando se les notició la instalación del Gobierno Interino, que el Senado hiciera la ratificación sobre si los procedimientos que se siguieron estaban ajustados a la Ley. El General Velasco fue el que con mayor escrupulosidad inquirió la forma en que había quedado el nuevo Gobierno, según lo comprueban los telegramas que copió y se plegó, como los que vacilábamos, a los mandatos de a Ley: MUY urgente. He recibido el mensaje siguiente: Autorizado por el Senado, he asumido el Poder Ejecutivo estando presos el Presidente y su Gabinete. Victoriano Huerta. Hónrome transcribiendo a usted, suplicándole se sirva garantizarme la autenticidad de esa noticia, e informarme si el acuerdo de que se trata está dentro de las prescripciones constitúcionales, de la Ley, bajo el concepto de que al desaparecer el Poder Ejecutivo legalmente constituido, la Comandancia Militar de mi cargo no será hostil a las medidas de orden y se considerará relevada de responsabilidades futuras, desde el momento que se trata de cumplimentar un acuerdo tomado por el Poder Legislativo. H. Veracruz, a 19 de febrero de 1913. H. Veracruz, a 19 de febrero de 1913. Hónrome comunicar a usted, he recibido fechado ayer en esa Capital, un mensaje, suscrito con el nombre de usted que dice: Autorizado por el Senado he asumido el Poder Ejecutivo estando presos el Presidente y su Gabinete. Dado el estado anormal del país y no viniendo ese mensaje con la clave respectiva, acabo de pedir al Senado garantice la autenticidad de esa noticia, haciéndole presente que no soy hostil a las medidas de orden. R. Velasco. Hubo otros telegramas que para el caso no tienen la importancia que se persigue y que me concretaré a extractar: Uno al General Huerta, con fecha 19 de febrero, en el que apelaba a su honor para que definiera la situación creada en la capital pues le aseguraba que su honor de soldado le impedía reconocer otro orden de cosas que no emanara de la Ley; otro con la misma fecha comunicando que sabia extraoficialmente que los barcos de guerra norteamericanos, tenían órdenes de desembarcar gente armada al iniciarse cualquier desorden o combate; uno con fecha 20, en que se tenía conocimiento en Veracruz de que por el tren especial custodiado por tropa del 29 Batallón, salía con rumbo a Veracruz, para ser embarcado con destino al extranjero, el Sr. Francisco I. Madero, Presidente de la República ... Creo conveniente manifestar a usted -decía el General Velasco al General Huerta- que mientras no tenga conocimiento oficial de que ha renunciado el señor Madero, para mí representa la legalidad y lo sostendré con los elementos de que dispongo. Respetuosamente. Contestación de fecha 20, desmintió la salida del señor Madero y agrega: ... en cuanto al asunto de la legalidad, el Congreso aceptó las renuncias del Presidente y Vice~Presidente y me nombó Presidente interino por unanimidad. Lo saludo y espero contestación. Victoriano Huerta. En seguida se le trasmitió el Decreto de la Cámara de Diputados y ya entonces el General Velasco quedó desarmado y contestó: Enterado de ia forma legal en que se hizo usted cargo de la Primera Magistratura, etc., etc. Por todo lo expuesto y con tanta comprobación publicada a propósito del final del Gobierno Constitucional del Presidente Madero, después de las aclaraciones que inició insistentemente uno de los Generales con mando de tropas, cuando todos los Oficiales Generales con mando de zona unánimemente aceptaron como legal el nuevo orden de cosas, sólo dentro del criterio politico, pasional e injusto, no del estrictamente militar puede concebirse que se haya llevado la responsabilidad de esas hechos hasta los oficiales superiores y subalternos, disciplinariamente subordinados a los mandos. No estaban capacitados la generalidad de los militares, para suponer que el respeto a su carrera se debiera exclusivamente a un azar de equilibristas; todos los resquemores para quienes no fuimos ni somos politicos, se desvanecieron ante la decisión de las Cámaras, del Poder Judicial, de veinticinco legislaturas de Estados y el reconocimiento oficial de los Gobiernos extranjeros que tenían relaciones con México, excepto los Estados Unidos; pero justamente esta excepción era la que pesaba y la que decidiria, como lo hizo, por medio de su Embajador, de las destinos gubernamentales de México. La orientación militar no ha podido existir entre nosotros, por la falta de precisión en las prevenciones legales que los políticos se niegan a puntualizar, como por la falta de sindéresis para determinar responsabilidad e irresponsabilidad para casos exactamente iguales. En nuestra historia se ha repetido el caso de que se discuta la debida actitud militar, unas veces cuando se ha observado la decisión del Congreso y otras cuando se ha desobedecido, aun cuando la opinión pública sensata, escritores, militares de alta graduación en el nuevo régimen, hayan puntualizado con estricta justicia la responsabilidad exclusiva de las Cámaras, del Secretario de Relaciones y de otros funcionarios para la legalización del cambio de Gobierno. Se había adquirido por todos, civiles y militares, la creencia de que el Ejército había evolucionado en su profundo sentir y que no habría de tomar parte en la política del país, pero se olvidaban los defectos raciales y que la educación militar no había sido lo suficientemente apropiada y homogénea para determinar una orientación uniforme en la concepción de los ideales. Además, se disimulaba la natural, aunque perjuiciosa costumbre de permitir y tolerar antagonismos entre los oficiales llamados científicos o macheteros; facultativos o tácticos y del Ejército o Rurales, Policía y de los cuerpos de los Estados, estos últimos llamados Carnitas. Posteriormente entre militares del Ejército, Rurales, Policía, Irregulares y hasta Honorarios; antagonismo repugnante, indebido, exhibición de honda miseria humana no modificada por la más elemental enseñanza y responsables, quienes así obraban, de ser los puntos de partida de grupos que agregándose y con pretextos políticos, habrían de exhibir indisciplinas y día a día profundas divisiones entre la gran familia mexicana. Yo creo que la división se debió principalmente a la labor del Ejército; distanciadora, hermética y egoísta hasta para la aceptación de nuevos miembros que tropezaban con una iliberalidad manifiesta. No había unión entre el elemento armado y desde 1910 nos dimos cuenta de que la afición por entrometerse en la política, se propagaba en la oficialidad. La verdadera unión no la da el origen o la procedencia de los militares; no la ha dado, como por la experiencia lo sabemos, la procedencia de la misma escuela; la verdadera entre la gran familia militar, a mi juicio, no se conseguirá jamás por ese solo camino. El medio para alcanzarla se conseguirá cuando la gran mayoría de los militares sepan enaltecer la carrera, cuando se consiga que el uniforme sólo lo lleven los hombres de vocación sincera y convencidos de que su misión es exclusiva para honrar a la colectividad; hasta entonces será firme, fuerte, beneficiosa y duradera la misión de un ejército nácional que pueda ser base para dar días de gloria a nuestra Patria. En México no hemos contado con las suficientes garantías de seguridad para las instituciones y menos aún para la militar. Desde al organizarse el Ejército en 1821, no se han podido matar las arrogancias añejas ni los aforismos del oxidado guerrillerismo, ni se han podido tampoco arrojar al montón las tendencias a la política y a la politiquería, en que ha vivido la clase de oficiales desde su escala ínfima. El Ingeniero Don Agustin Aragón formuló en alguna frase gráfica la apreciación exacta de la desconfianza de un Gobierno bamboleante en los acontecimientos de febrero. Estaba imbuído en el ambiente gubernamental el viejo prejuicio de los Gobiernos en decadencia de que al elegir los militares se dudaba de la fidelidad de los capaces; se quizo mandar para atacar la Ciudadela a los que erróneamente se suponía adictos sin reservas, que son en todo tiempo los incapaces y se cometió el error máximo al creer en la fidelidad y capacidad dé un solo hombre. Para imponer la disciplina y salvar al Presidente, faltó que una o dos pistolas de los mandos hubieran estado bien empuñadas por hombres resueltos y de valor personal destacado; faltó que algunos, no se necesitaban más de dos, hubieran reprimido, matando al representativo de la sublevación y al ejecutor; faltó que el alma de algunos de los Generales hubiera sido del temple de aquella grande y superior del General y Dr. don Ignacio Martínez, meritísimo tamaulipeco, quien al sublevarse su batallón, allá en Ciudad Victoria, al grito de: Muera el hambre y viva la libertad de los hombres, con su pistola mató al oficial que acaudillaba la rebelión, al sargento de la guardia y al corneta que tocaba diana ... En menos de cinco minutos el batallón formó con las armas descansadas, mandó pasar revista de municiones y ordenó que se remunicionara a todo el personal. El batallón aquel se distinguió desde entonces por su disciplina. De la misma manera, el Ministro de la Guerra el día de la sublevación debería haber cumplido al General Huerta lo que le ofreció cuando le solicitó el ascenso: fusilarlo. Emplear este procedimiento, único de resultados prácticos para reprimir sublevaciones armadas.
Apuntes para la historia del Ejército Mexicano
ESPECTACIÓN MILITAR
H. Veracruz, a 19 de febrero de 1913.
Presidente de la Cámara de Senadores.
México, D. F.
Fechado ayer en esa Capital.
R. Velasco.
Al General de División Victoriano Huerta.
México D. F.
Rúbrica.