AUTOBIOGRAFÍA DE LA
REVOLUCIÓN MEXICANA
Emilio Portes Gil
CAPÍTULO UNDÉCIMO
PERIODO PRESIDENCIAL DEL GENERAL LÁZARO CÁRDENAS
EVOLUCIÓN DEL MOVIMIENTO OBRERO
Las más características organizaciones obreras.
Rosendo Salazar es uno de los grandes líderes que ha producido el movimiento social mexicano.
Rosendo Salazar, aparte de ser un luchador sincero y honesto que ha dedicado más de 50 años de su vida a la redención del proletariado de México, es un buen escritor. Es también, un buen pintor.
Ha tomado parte en todos los movimientos sociales de México, relacionados con la defensa de los derechos del proletariado.
Después de haber dirigido organizaciones, periódicos, movimientos sociales, ha salido limpio e incorruptible.
Actualmente trabaja en la imprenta de la Cámara de Diputados como tipógrafo. Vive modestamente y dedica su tiempo a escribir obras importantes, entre las cuales figura Las pugnas de la gleba, que publicó en el año de 1923 en colaboración con el periodista José G. Escobedo.
En Las pugnas de la gleba, Rosendo Salazar hace la más realista y verídica historia del movimiento obrero mexicano. Pocos son, en realidad, los líderes obreros que han escrito los acontecimientos que vivieron, y sin duda el pensamiento de Rosendo Salazar sobre el movimiento obrero mexicano es interesante desde todos los puntos de vista.
De Las pugnas de la gleba he tomado los datos más interesantes a fin de escribir la historia, aún cuando sea sintéticamente, del movimiento obrero en México.
El régimen porfiriano, dice Rosendo Salazar, había creado las sociedades mutualistas del ahorro, como un medio, no de fomentar el bienestar de los trabajadores, sino de mantenerlos opresivamente dentro de las ergástulas de una economía esclavista, con el propósito evidente de esquilmarlos siempre y prevenir todo movimiento libertario.
Quien primero inició la protesta contra el mutualismo, fue un obrero textil, Manuel Avila, quien el 1° de junio de 1906 dio a conocer un manifiesto, suscrito también por los hermanos Ricardo y Enrique Flores Magón, en que por primera vez se marca la doctrina socialista y revolucionaria de sus autores ...
Se inició desde entonces la formación de la conciencia clasista entre los trabajadores. Nace el Gran Círculo de Obreros Libres de Orizaba, con sucursales en Veracruz, Puebla, Oaxaca, Tlaxcala, México, Querétaro, Hidalgo, y Distrito Federal, teniendo como órgano el periódico Revolución Social de los agremiados hilanderos.
Ante aquella actitud de los trabajadores, el Centro Industrial de Puebla maniobro en contra de ese movimiento, coludido con el régimen imperante, su política era destruir esa rebelión ideológica.
El descontento de los trabajadores cunde, y se decreta la huelga de hilanderos de 1906. Y ante aquel movimiento el Centro Industrial de Puebla contesta con el paro, que tiene como fin único defraudar a las uniones obreras.
Como saben que por medio del hambre podrán triunfar sobre los huelguistas, ya que no podrían hacerlo por medio de la ley ni de la moral, en enero de 1906 la situación se agrava, convirtiéndose en desesperada por la falta de recursos de los trabajadores para sostener a sus familias que languidecen. Se acude a las tiendas de raya en demanda de préstamos que les son negados. Una comisión marcha a México para entrevistar al general Díaz a fin de que éste sea el árbitro de sus destinos. El presidente Díaz, en contubernio con los capitalistas extranjeros que amasaron sus fortunas bajo el manto de la dictadura, dicta un laudo que equivale a una burla cruel para los trabajadores y expide un reglamento que aprueban los industriales, que tiene por objeto esclavizar más a los trabajadores. Se hace saber a los obreros y a los industriales que todo está arreglado felizmente y que deben reanudar sus labores el dia 7 de enero.
En Atlixco se reciben las noticias y Pánfilo Méndez, viejo luchador, prepara a sus compañeros para regresar al trabajo; pero los diarios de México, El Imparcial, El Diario del País, del 6 de enero, sorprenden a los obreros de Atlixco con la publicación del arreglo, contrario a sus intereses. El nuevo reglamento no concede a los trabajadores ni siquiera el derecho de dirigir sus periódicos sino que es el jefe político del Cantón, el que deba designarlos para que no se publiquen exhortaciones contrarias al orden público.
Dispone que los niños no deberán trabajar sino cumplidos los 7 años, y que los obreros deberán portar unas cartillas o libretas en las que se anotarán los datos que consideren necesarios respecto a su buena conducta, laboriosidad y aptitudes. Tal boleta estaría controlada y firmada por la administraci6n de la fábrica.
Los obreros, inconformes con aquel laudo, se dirigieron al jefe político, Ignacio Machorro, quien los conminó a presentarse a sus labores el día 7 como estaba ordenado y como se amotinaron, los amenazó con someterlos al orden.
Ante la actitud agresiva de los trabajadores, el jefe político les ofreció bajo su palabra de honor que no se fijaría dicho reglamento en las fábricas de su jurisdicción, accediendo los trabajadores a reanudar sus labores.
El resultado de aquella actitud del gobierno porfirista en Orizaba fue muy distinto. Los trabajadores de Río Blanco, Santa Rosa y Nogales, se reunieron en el teatro Llave, y cuando se dieron cuenta de la falacia gubernamental, decretaron continuar la huelga.
El día 7 de enero "Los silbatos de las fábricas llamaron al trabajo, pero los obreros se reunieron, con los ánimos ya exasperados y prendieron fuego a la tienda de raya de Río Blanco. Rosario Martínez, al mando del 12° regimiento de ínfantería, llegó a Río Blanco y cumpliendo las órdenes recibidas, acabó con el tumulto de los obreros, con una lluvia de balas que cayó sobre hombres, mujeres, niños y ancianos. Este episodio sangriento sacudió al país por primera vez, no porque fuese inusitado en el régimen de 30 años del General Díaz, sino porque estaban las mentes de los ciudadanos preparadas para comprender y reaccionar libremente. Por todos los ámbitos del país corrió la noticia de la tragedia, y los Mártires de Río Blanco, fueron sin duda alguna, los precursores de la caída de la dictadura.
Así se gestó el comienzo de la lucha social por la emancipación de los obreros y los campesinos mexicanos, a la sombra de los ideales del socialismo puro.
Al lado de Ricardo y Enrique Flores Magón figuraron Antonio I. Villarreal, Juan Sarabia, Rosalío Bustamante, Praxedis Guerrero, poeta guanajuatense, hijo de ricos y quien sintió inclinaciones hacia los desheredados, explotados, cuya precaria condición exaltaba su alma lírica, llevándolo a cantar aquella en vernáculas extensiones revolucionarias.
Con aquella iniciación de lucha, los gremios obreros se multiplicaban. El 2 de mayo de 1911, Amadeo Ferrez, catalán de origen, establece la Confederación Tipográfica de México, actualmente Confederación Nacional de Artes Gráficas. Figura entre ellos el escritor e impresor zacatecano José López Dóñez, autor de obras y quien conoce a fondo las arduas cuestiones sociales, exponiéndolas con claridad y correctísimo lenguaje.
La Confederación Nacional de Artes Gráficas fue síntesis de ideales hechos de trascendencia práctica para el perfeccionamiento del impresor y su manumisión económica.
Publicó el periódico quincenal El Tipógrafo Mexicano que era leído en toda la República.
El 15 de julio de 1912, en la cuarta calle de Matamoros número 105 se estableció la Casa del Obrero Mundial, y en ella la Escuela Racional, según la idea de Francisco Ferrer Guardia, con el patrocinio de la Unión de Cantores, que ya había sido formada por Juan Francisco Moncaleano, brillante escritor.
Entre tanto Juan Sarabia y Antonio I. Villarreal bregaban porque tomara cuerpo la Confederación Nacional de Trabajadores, cuyo comité organizador lo formaban ellos y el infortunado luchador Paulino Martínez, quienes el 5 de agosto de 1911 habían declarado:
Hemos conquistado las garantías constitucionales que nos habían sido arrebatadas; estamos ahora capacitados para expresar sin trabas ni temores nuestro pensamiento pero las libertades politicas, por hermosas y seductoras que sean, no bastan para labrar la felicidad de los pueblos.
Se formó entonces la Unión Minera Mexicana en el Norte de la República.
La Confederación del Trabajo en Torreón, el Gremio Unido de Alijadores de Tampico, y la Confederación de Sindicatos Obreros de la República Mexicana en Veracruz.
Los trabajadores se hacían oír en los periódicos que se publicaban en la ciudad de México, El Radical, de Predesvindo Elvira Alonso; El Socialista, de Manuel y Francisco L. Sarabia, Adolfo Santibáñez, Ciro Esquive! y otros, además del periódico Luz, de la Casa del Obrero Mundial, inspirado en La conquista del pan de Krotopkin y en las Mentiras Convencionales de la Civilización de Max Nordau.
En las postrimerías de 1913, la dictadura de Huerta trató de ahogar en sangre los ideales del proletariado. Se prepararon los festejos para conmemorar por primera vez, en México, los acontecimientos de Chicago; el Partido Socialista, fundado a raíz del triunfo de la revolución maderista, conmemoró la fecha del 1° de mayo de 1912, publicando en El Socialista artículos de orientación. Pero la Casa del Obrero Mundial quería tomar en sus manos, en 1913, la dirección de las ceremonias conmemorativas, porque el 1° de mayo representaba no solamente una protesta contra los crímenes de Chicago en 1886, sino la reclamación de los proletarios del mundo para implantar la jornada mundial de 8 horas de trabajo.
El 1° de mayo de 1913, desde hora temprana, los mundiales, como se denominaban, desplegaron como bandera un rótulo que decía:
La Casa del Obrero Mundial exige la jornada diaria de 8 horas y el descanso semanal.
Se formó la manifestación precedida por la Escuela Industrial de Huérfanos, con los gremios de carpinteros, sociedad mutualista de auxilios Amistad y Progreso, Sociedad Benemérita del Ramo de Sastrería, Centro Cosmopolita de Dependientes, obreros de las fábricas de fósforos y cerillas, obreros ferrocarrileros de la división de Hidalgo, operarios de la empresa sociedad Minerva de tejedores, Instructivo y Recreativo Guillermo de Landa y Escandón, obreros de la mina sociedad Esperanza, ramo de zapatería, obreros de la fábrica El Salvador, Sociedad Verdad y Trabajo, Mutualidad de señoras Tesoro del Hogar, Círculo Patriótico El Centenario de la Independencia, Sociedad Mutualista de Operarios de los Talleres Volantín, Partido Socialista de México, Sociedad Alianza de Obreros Nueva Industria, Unión de Canteros, Sociedad de Empleados Libres, Sindicato de Tejedores del Distrito Federal, Sociedad Mutualista de Carpinteros Ignacio M. Altamirano, Sociedad Caja de Ahorros, Gran Liga Obrera, Gran Liga Nacional de Sastres, Centro Cosmopolita de Dependientes, Comité del Partido Popular Obrero, Sociedad Auxilios, Sociedad de Jóvenes Obreros y varias bandas de música.
La manifestación partió al centro de la ciudad a eso de las 11 horas, imponente y arrolladora. Se calcula que más de 20,000 trabajadores formaban parte de ella. La misma prensa burguesa decía, después de efectuada, que según informes cablegráficos recibidos de Francia, España, Italia, Inglaterra y otros países, la manifestación llevada a cabo por los obreros de México había superado a la que, con igual motivo del día 1° de mayo, recorrió las calles de Londres.
Fue esta la primera consagración en acto público de solidaridad con los Mártires de Chicago de los proletarios mexicanos en favor de sus conquistas revolucionarias.
Como consecuencia de aquel acontecimiento, la Casa del Obrero Mundial convocó a los gremios a un gran mítin, en el teatro Lírico. que no pudo celebrarse por impedimento gubernamental, pero que se realizó en el Hemiciclo a Juárez el 25 del propio mes de mayo, tomando parte en esta vibrante ceremonia Eloy Armenta y el poeta peruano José Santos Chocano, además del infatigable Antonio Díaz Soto y Gama, que inició su candante discurso en contra de la tiranía.
Los concurrentes se lanzaron después en manifestación lanzando mueras a Huerta, Blanquet, García Cuéllar, Pita y otros funcionarios del cuartelazo.
Como resultado de esa protesta pública fueron internados en la prisión esa misma noche los hermanos Celestina y Miguel Sorrondonegui, Eloy Armenta, José Colado, Santos Chocano, Luis Méndez, Pioquinto Roldán, Pedro Suárez, Ramón Pastor, Jacinto Huitrón y otros, siendo expulsados del territorio nacional los hermanos Sorrondonegui, Armenta, José Colado y el poeta Santos Chocano.
En la Cámara de Diputados, Serapio Rendón y José María Lozano contendieron duramente, porque el primero exigía que la Cámara pidiera la libertad de los presos políticos. Rendón decía:
Que me diga don José María qué ha hecho por los obreros, por esos hombres que son altos ciudadanos; lo que yo hago es defender a los que son perseguidos; y para corroborar esto, debo decir que en estos momentos me ocupo de defender a muchos hombres que han sido consignados a las armas por orden de los amigos de usted, don José María.
Se inició desde luego una mañosa campaña de calumnias contra la Casa del Obrero Mundial, acusada de foco de conspiraciones, y el día 27 de mayo de 1914 se presentó en la Casa del Obrero Mundial, acompañado de gran número de policías, el comisario Ignacio Machorro, el mismo que en 1907 estuvo a punto de ser linchado por los obreros de Atlixco. Seguido de sus ayudantes, Machorro irrumpió en la Casa del Obrero Mundial, requisando la biblioteca, el salón comunal de los hermanos sastres; aprehendieron a unos 20 trabajadores, los que fueron conducidos ante el inspector general de policía Joaquín Pita. Entre esos trabajadores iban José Barragán Hernández y Anastasio S. Morán. La Casa fue clausurada y en su interior todo quedó destrozado.
A la entrada del Ejército Constitucionalista a la metrópoli el día 21 de agosto, abrió sus puertas otra vez la Casa del Obrero Mundial, en cuyas oficinas vuelven a reunirse los trabajadores con el mismo impulso revolucionario.
En el primer mítin que se celebró hablaron don Antonio I. Villarreal, el Doctor Atl, Federico de la Colina, el ingeniero Agustín Aragón, Jacinto Huitrón, Luis Méndez, Pioquinto Roldán, José Colado y Santiago R. de la Vega, todos haciendo un elogio de la Revolución Mexicana.
El general Obregón ordenó fuera entregada a la Casa del Obrero Mundial el anexo al templo del convento de Santa Brígida, para establecer sus oficinas.
Se publica el periódico La Revolución Social, órgano diario del Comité Revolucionario de la Casa del Obrero Mundial.
Samuel O. Yúdico, es el jefe de la Guardia Roja creada por el Comité Ejecutivo.
Se procedió desde luego a hacer una labor intensa a fin de estar en contacto con todos los sindicatos, con las autoridades civiles y militares, procediéndose también a entregar credenciales a los asociados, dirigirse a los trabajadores de los Estados para que procedan a crear Casas del Obrero Mundial con las mismas bases que la de la ciudad de México para intensificar la acción sindical, creando a su vez comités revolucionarios que hagan labor en favor del proletariado.
Al mismo tiempo se forman 6 batallones rojos, denominándose 4 de ellos Supremos Poderes, que se encuentran listos para incorporarse al constitucionalismo en defensa de la Revolución, constando cada batallón de 700 hombres.
Varios periodistas de los Estados Unidos y Europa vinieron representando a importantes publicaciones, entre otras a The New York Call, de Nueva York, a Le Humanité de París, demostrando vivo interés por cuanto estaban realizando los trabajadores e invitándolos a que nombrasen comisionados que fuesen a los Estados Unidos a dar conferencias en los centros obreros con motivo de los ataques que se hacían a la Casa del Obrero Mundial, en el sentido de que se trataba de un partido anarquista, que bajo la dirección de una supuesta junta, estaba peleando en México por abolir el clero, el capital y el gobierno.
Se publicó en Pluma Roja, de Los Angeles, California, un artículo en el que se asentaba ser inexacto que la Casa del Obrero Mundial fuese de tendencias anarquistas, pues estaban convencidos de que el verdadero carácter del movimiento revolucionario de los miembros de la Casa del Obrero Mundial, asociada por el gobierno constitucionalista mediante un convenio firmado era luchar por obtener reformas políticas y sociales al triunfo de la Revolución, cuya cabeza visible era don Venustiano Carranza.
A quienes nos hablan de orientar esta revolución hacia el comunismo anárquico, les diremos que estamos de acuerdo; pero que tengan en cuenta que el piloto para orientar el buque, empieza por embarcarse en él. Pues, amigos, a embarcarse y no charlar más; pues ni los buques ni las revoluciones se orientan a tantos miles de kilómetros de distancia, y deben recordar que la Revolución Francesa se orientó en la misma Francia y no en China.