Índice de Autobiografía de la Revolución Mexicana de Emilio Portes GilCAPÍTULO XVI - Realizaciones de la RevoluciónBibliografíaBiblioteca Virtual Antorcha

AUTOBIOGRAFÍA DE LA
REVOLUCIÓN MEXICANA

Emilio Portes Gil

CAPÍTULO DECIMOSÉPTIMO

CONCLUSIÓN

Sentido y destino de la Revolución Mexicana


Cuando se inició el movimiento revolucionario, la literatura mexicana sobre asuntos sociales y políticos era muy escasa. Muy pocos pensadores habían escrito sobre temas tan importantes. Los intelectuales de la Revolución podían contarse con los dedos de la mano, pues la mayor parte fueron enemigos. De ahí que el movimiento revolucionario, que se inició en 1910, haya sido obra de hombres que, sin ser intelectuales, entendían y conocían los problemas sociales de México.

Pero, deseando sintetizar mi pensamiento sobre el tema, expondré lo siguiente:

Considero que el régimen revolucionario debe fortalecer, vigorizar, inyectar dinamismo y moralidad a todos los organismos políticos, campesinos, sindicales, magisteriales y del sector popular y, sobre todo, seguir el programa de izquierda, de aspiración socialista; retomar a la mística democrática y social que inspiró a la Revolución en sus primeras décadas y realizar cuantos esfuerzos sean necesarios a fin de que todos los elementos revolucionarios formen un solo frente, unificado y compacto, que pueda oponerse, en un momento dado, a las fuerzas reaccionarias y clericales que pretenden disputar al régimen revolucionario y al Estado la prerrogativa de dirigir la política.

Es urgente repetir constantemente y con toda oportunidad los principios básicos del movimiento social, haciendo especial mención de su influencia en México y en el mundo; para que los entiendan quienes nos siguen y, sobre todo, la juventud revolucionaria, que es la llamada a hacerse cargo de la situación futura.

La Revolución hecha gobierno ha propugnado por:

Primero. Pasar de la igualdad política, teórica, instaurada por los principios de la Revolución Francesa a una igualdad política efectiva. También la Revolución Mexicana se ha preocupado por alcanzar una igualdad económica real. En otras palabras, igualdad en la tierra por medio de la reforma agraria, que sin flaquezas y sin claudicaciones debe seguir implantándose y abarcando todos sus aspectos, desde la dotación y restitución de tierras, el fraccionamiento de los latifundios, la pequeña propiedad, irrigación y crédito; este último por medio de las instituciones respectivas, que deben derramar sus capitales, no solamente en las comunidades ricas de fácil recuperación, sino muy principalmente en los ejidos pobres, aun cuando gran parte del dinero que se invierta deje de recuperarse. Debe tenerse presente que los Bancos Ejidal y de Crédito Agrícola no son instituciones de lucro para explotar inicuamente a los campesinos, como frecuentemente ha sucedido, sino instituciones de servicio social para redimir a esa clase.

Segundo. Reconocer iguales posibilidades a las clases populares, en lo que se refiere a la higiene, agua, luz, saneamiento y, en general, a la atención de los servicios públicos.

Tercero. La creación de nuevas industrias básicas y pesadas capaces de producir lo que el país necesita a fin de elevar el nivel de vida de los mexicanos.

Cuarto. Aumentar la producción agrícola; intensificar la agricultura en concordancia con el desarrollo industrial y el comercio interno e internacional y favorecer la cría y la multiplicación de los productos animales.

Quinto. Industrializar los demás recursos naturales del país; incrementar la refrigeración y empaque de productos alimenticios, así como la producción de combustibles, la energía eléctrica por vía térmica e hidráulica.

Sexto. Impulsar la industria doméstica tanto en las ciudades como en el campo, a fin de que cada hogar produzca no sólo lo que necesita, sino inclusive lo que puede ser objeto de comercio.

Séptimo. Luchar por la salubridad en el campo y en las ciudades y por la higienización de las zonas donde existen enfermedades endémicas y epidémicas que destruyen la población.

Octavo. La redistribución de la población, la importación de técnicos, especialmente en cooperativismo, para el mejor aprovechamiento de los recursos naturales, a fin de que se elaboren programas que estén en concordancia con el momento que vive la humanidad.

Noveno. Acabar con los malos líderes y con el vicio que han hecho del sindicalismo un sistema de explotación a trabajadores y patronos. La protección decidida a los sindicatos revolucionarios y a los sindicatos de industria.

Décimo. Multiplicación de todas las comunicaciones del país, de preferencia las que van a regiones productoras en las ramas agrícola e industrial.

Decimoprimero. La organización administrativa del Gobierno y la necesidad de hacer una depuración en todos sus órdenes.

Decimosegundo. La disminución de la empleomanía que origina excesivos gastos en el gobierno. Hacer trabajar a los servidores del Estado, y moralizar cuanto más sea posible a todos los funcionarios y empleados inferiores, inculcándoles el sentido de responsabilidad y el deber que tienen de atender al público sin distinción de ninguna especie.

Decimotercero. Cámaras responsables y depuración legislativa por vías democráticas.

Decimocuarto. Tribunales honorables y competentes para lograr una justicia pronta y expedita.

Decimoquinto. Mejor organización financiera del país y cumplimiento de la Ley del Presupuesto.

Decimosexto. Educación popular. Paralelamente a la enseñanza de la escritura y de la lectura, preparación económica, técnica. Saber leer y tener qué y para qué leer.

Decimoséptimo. Consumar cada día en mayor escala la expropiación del petróleo. La forma en que Petróleos Mexicanos maneja la industria nacionalizada es cada día más eficiente, pues nuestros técnicos han encontrado enormes reservas aceitíferas que las antiguas compañías ni siquiera imaginaron. El personal técnico y los trabajadores son cada día más eficaces y patrióticamente colaboran con el gobierno.

Decimoctavo. A los trabajadores de las instituciones descentralizadas debe hacérseles entender que el gobierno no es un patrón; que ellos deben colaborar para el mejor éxito del programa de la Revolución, y pensar que dichas instituciones son patrimonio de la nación. A tal efecto, debe acabarse con los sueldos excesivos y los privilegios de que gozan los servidores de algunas de esas instituciones. Los contratos de obras de perforación de pozos y demás, deben someterse a concursos verdaderos y no simulados como ha sucedido, a fin de evitar que un grupo de influyentes monopolice tales contratos, en perjuicio de compañías organizadas y con experiencia. Los expendios para la venta de gasolina y demás lubricantes, deben pasar a poder del Estado, previa indemnización a las gentes que actualmente los disfrutan, debiendo ser administrados por un patronato capaz y honorable. Deben cancelarse las concesiones de expendios a personas influyentes que indebidamente controlan la distribución de gasolina, con grave perjuicio de la economía nacional.

Decimonoveno. Luchar contra el fanatismo y los prejuicios. La Iglesia no debe ser una fuerza económica y política frente al Estado.

Vigésimo. La defensa a toda costa de la integridad y del honor nacional, frente al imperialismo de cualquier índole. Ni contemplaciones, ni docilidad con el fuerte en cuestiones económicas o de decoro nacional. En fin, política clara, de respeto a todas las naciones y apego estricto a la doctrina de la no intervención.

Vigesimoprimero. Vivir la Revolución Mexicana en lo que tiene de socialista y de honorable, de patriótica y de idealista y borrar los errores y mentiras de sus falsos exponentes.

Con estos antecedentes podemos concluir:

La Revolución ha entrado ya en la edad madura, acrecentando sus virtudes y exagerando sus defectos. De ahí la necesidad de decir aquí cuál es, en primer lugar, su valor internacional, y segundo, sus urgentes necesidades de reforma, sí, de reforma, pero hacia la izquierda.

El mundo se debate en la más terrible de las crisis ideológicas. A la lucha en la guerra, que destruyó tanto y que engendró tantos ideales y tantas nobles ambiciones, ha seguido la lucha en la paz, que amenaza destruirlo todo y que está aniquilando los grandes ideales que forjó el triunfo de las democracias.

Los países poderosos discuten zonas de influencia, alianzas militares; se permiten el lujo de definir lo que deben hacer los países débiles en derrota; se reparten la administración y los mercados y, claro, con frecuencia, están en desacuerdo.

Esos países no se preocupan de los organismos sociales que luchan y que ganan las guerras. No se preocupan por los trabajadores del campo y de la ciudad, de la clase media y de los millares de infelices que regaron su sangre en los campos de batalla. Y es necesario decirlo: Si las democracias no logran fortalecerse internamente, a base de un programa práctico y realizable, de franco mejoramiento y beneficios sociales para el proletariado, la filosofía comunista, generosa en esencia, pero desacreditada por el odio que sobre ella han arrojado y siguen arrojando algunos de quienes la propagan, seguirá extendiéndose rápidamente entre los millares de hambrientos, pues no hay que olvidar que la miseria es la carnada más eficaz para la propagación de las teorías de reivindicación humana.

La lucha exterior por los armamentos y los convenios internacionales lesivos no fortalecen la democracia, y como México es una democracia con tendencias socialistas, su programa revolucionario puede fracasar. Afortunadamente, México tiene ante sí un programa social en buena parte realizado, que le puede evitar pugnas y crisis interiores y que lo debe fortalecer exteriormente.

Vigesimosegundo. Debe continuarse tesonera y patrióticamente la labor que el presidente López Mateos ha desarrollado desde que se hizo cargo del poder, tendiente al desarme universal, a la supresión de las armas nucleares, a fin de lograr la paz, la fraternidad y la solidaridad de todos los pueblos.

México es ejemplo revolucionario a los países demócratas, como fue años antes de otros países americanos y aun de la España republicana. México tiene una doctrina varias veces precursora. México sí necesita del ejemplo técnico e industrial del mundo, la organización científica del trabajo que ha hecho escuela en los grandes países y, para mayor éxito, la moralidad y el patriotismo de los políticos de la Reforma y del 57.

La crisis moral por la que atravesó y atraviesa el régimen revolucionario requiere la adopción de medidas radicales. Extraer el mal de cuajo y hacer una administración lo más limpia posible. Por otra parte, como decía el general Obregón en 1928:

Nuestra generación acaba en 1934. De ahí en adelante, la Revolución es de los jóvenes revolucionarios que hemos preparado o que a nuestro pesar se han venido preparando. A ellos se les entrega una dura realidad; pero al mismo tiempo un buen programa social y un ideal. Necesitamos que los que vienen mantengan el espíritu avanzado socialista de la Revolución. Que los intelectuales tomen esa bandera, la purifiquen en la honestidad y la lleven al triunfo de las conquistas definitivas y económicas de la patria.

Que se acaben los malos funcionarios, los gobernantes atrabiliarios, los malos líderes. Que se renueven los derechos obreros dentro de una moral estricta y justiciera; que se democraticen los industriales y que se acaben los negociantes de la política y, en fin, que los futuros gobiernos revolucionarios se conviertan, por su ejemplo, en guiadores de América y en atalaya del mundo democrático socialista del mañana.

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